La “violencia divina” en textos del Antiguo Oriente
- Los dioses tutelares de ciudades o imperios intervienen en el castigo de los enemigos. En la leyenda cutea de Naram–Sin, compuesta probablemente a principios del segundo milenio, se concibe el castigo de los enemigos de la ciudad como acción de Enlil: “En días futuros, Enlil los reunirá para castigarlos; les espera el encolerizado corazón de Enlil. La ciudad de los valientes será masacrada, sus morados serán asediados e incendiadas”.
- También se habla de la cólera de los dioses protectores contra su propio pueblo. A continuación veremos varios ejemplos:
- En la famosa Lamentación sumeria por la destrucción de Ur (ANET , 455ss.), vemos como tras haber sido destruida Ur por los ataques de los subarios y de los elamitas, se presenta esta catástrofe como obra de dioses locales, que usaron a los invasores extranjeros como instrumentos suyos. Se dice que la diosa Ningal intentó por dos veces aplacar a Anu y Enlil, que habían decretado la destrucción de Ur. Pero en vano; la decisión es llevada a cabo y Ningal se lamenta: “Realmente han dirigido la total destrucción de mi ciudad, Realmente han dirigido la total destrucción de Ur”.
- La Epopeya de Erra (o Irra) está dominada por la idea de que el ataque de los enemigos es simple manifestación de la cólera de un Dios irritado. Erra Dios de la peste, ha decidido destruir Babilonia. Para llevar a cabo su designio, debe persuadir a Marduk de que abandone su santuario y lo impulsa a bajar al mundo subterráneo. Cuando Marduk se marcha, Erra devasta Babilonia y todo el país, demoliendo templos y ciudades.
- Las inscripciones de Asarhadón, rey de Asiria, contiene, entre otras cosas, un detallado informe sobre cómo restauró Babilonia, destruida por su padre Senaquerib. Dice primero que los habitantes de Babilonia saquearon Esagila, el famoso santuario de Marduk, para pagar a los elamitas su ayuda en la rebelión contra Asiria. Este sacrilegio éxito la cólera de Dios: “El señor de los dioses, Marduk, se irritó el mal para destruir al país, para destrozar a su pueblo”.
- La idea de los dioses encolerizados con su pueblo se encuentra también en la estela de Mesha: “Omrí fue rey de Israel y ha tenido subyugado a Moab durante muchos días, porque Kemosh estaba encolerizado con su país”.
- Los dioses se encolerizan también contra los hombres, como vemos en laElegía para calmar el corazón (ershahunga) (LAPO, 139), con esta Invocación a la divinidad irritada: “Que el corazón enfurecido de mi Señor se aplaque; Que el dios, no sé cuál, se aplaque; 5 que la diosa, no sé cuál, se aplaque; que el dios, sea quien sea, se aplaque; que la diosa, sea quien sea, se aplaque; que el corazón de mi dios se aplaque; que el corazón de la diosa se aplaque; que el dios y la diosa se aplaquen; que el dios que se ha apartado de mí encolerizado se aplaque; 10 que la diosa que se ha apartado de mí encolerizada se aplaque.”
- Los dioses castigan también cualquier rebeldía. El rey asirio Tukulti–Ninurta (s. XIII a.C.) recuerda en una inscripción la construcción de la ciudad Kar-Tukulti–Ninurta, con un templo dedicado a Asur y un zigurat. Al final del texto se invoca esta maldición sobre el que destruya la inscripción: “… que Asur, Enlil y Samas, los dioses, mis auxiliares, lo colmen de sufrimiento y de aflicción, que rompan sus armas en todos los combates y batallas, que le traigan la derrota de sus tropas, que lo entreguen a un rey enemigo, que lo lleven prisionero al país de sus adversarios, que lo tiren por tierra su reinado, que lo desaparezcan del país su nombre y su descendencia”.
- La ley del anatema la descubrimos también en laInscripción del rey Mesa de Moab, estamos a finales de la dinastía de Omrí o primeros años de Jehú, entre 852 y 842 a.C.: “Camós me dijo: Vete, quítales Nebo a Israel. Yo fui de noche y combatí contra ella desde el amanecer hasta mediodía. La tomé y maté a todos, siete mil hombres con extranjeros, mujeres, extranjeras y concubinas, ya que la había destinado al anatema por Ashtar-Camós. De allí tomé los vasos (?) de Yahveh y los llevé ante Camós”.
- Además de estos ejemplos, para la ley del exterminio conviene recordar que en los pactos de alianza entre reyes e imperios del Antiguo Oriente, tras establecer las condiciones del pacto, se rubricaban con una serie de bendiciones y maldiciones, cuyos testigos eran los dioses de ambos reinos. Por ejemplo, leemos en la versión babilonia del Tratado entre Ramsés II y Hattusili III (año 1278 a.C.): “Si Reamasesa, mai‑Amana, y los hijos del país de Egipto no observan este tratado, entonces los dioses y las diosas del país de Egipto y los dioses y diosas del país de Hatti deben exterminar la descendencia de Reamasesa, el gran rey, el rey del país de Egipto… Si Reamasesa, mai‑Amana, y los hijos del país de Egipto observan este tratado, entonces los dioses del juramento deben protegerlos y su rostro […] En lo que se refiere al que observa las palabras que están en la tablilla de plata los grandes dioses del país de Egipto y los grandes dioses del país de Hatti deben dejarle vivir y permitirle estar en buena salud en medio de su casa, de su país y de sus servidores… En lo que se refiere al que no observa las palabras que están en esta tablilla de plata, los grandes dioses del país de Egipto así como los grandes dioses del país de Hatti exterminarán su casa, su país y a sus servidores”.
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