sábado, 11 de abril de 2015

Excelencias de la sotana


¿Qué importa que un cura no vista su sotana? 







Esta breve colección de textos nos recuerda la importancia del
 "uniforme sacerdotal", la sotana o hábito talar. Valga otro 
tanto para el hábito religioso propio de las órdenes y congregaciones.
 En un mundo secularizado, no hay mejor testimonio cristiano
 de parte de los consagrados a Dios que la vestimenta sagrada
 en los sacerdotes y religiosos.


Siete excelencias de la sotana

"Fíjese si el impacto de la sotana es grande ante la sociedad, que

 muchos regímenes anticristianos la han prohibido expresamente.
 Esto debe decirnos algo. ¿Cómo es posible que ahora, hombres
 que se dicen de Iglesia desprecien su significado y se nieguen a usarla?"

Hoy en día son pocas las ocasiones en que podemos admirar a un 

sacerdote vistiendo su sotana. El uso de la sotana, una tradición
 que se remonta a tiempos antiquísimos, ha sido olvidado y 
a veces hasta despreciado en la Iglesia posconciliar.
 Pero esto no quiere decir que la sotana perdió su utilidad 
sino que la indisciplina y el relajamiento de las costumbres 
entre el clero en general es una triste realidad.

La sotana fue instituida por la Iglesia a fines del siglo V con el 

propósito de darle a sus sacerdotes un modo de vestir serio,
 simple y austero. Recogiendo esta tradición, el Código de
 Derecho Canónico impone el hábito eclesiástico a
 todos los sacerdotes (canon 136).

Contra la enseñanza perenne de la Iglesia está la opinión 

de círculos enemigos de la Tradición que tratan de hacernos
 creer que el hábito no hace al monje, que el sacerdocio se lleva 
dentro, que el vestir es lo de menos y que lo mismo se es sacerdote
 con sotana que de paisano.

Sin embargo, la experiencia demuestra todo lo contrario, porque

 cuando hace más de 1.500 años la Iglesia decidió legislar sobre
 este asunto fue porque era y sigue siendo importante, ya que
 ella no se preocupa de niñerías.

Seguidamente exponemos siete excelencias de la sotana condensadas

 de un escrito del ilustre Padre Jaime Tovar Patrón.


1º - El recuerdo constante del sacerdote

Ciertamente que, una vez recibido el orden sacerdotal, no se olvida fácilmente.

 Pero nunca viene mal un recordatorio: algo visible, un símbolo constante,
 un despertador sin ruido, una señal o bandera. El que va de paisano
 es uno de tantos, el que va con sotana, no. Es un sacerdote y él es
 el primer persuadido. No puede permanecer neutral, el traje lo delata.
 O se hace un mártir o un traidor, si llega el caso. Lo que no puede es
 quedar en el anonimato, como un cualquiera. Y luego... ¡Tanto hablar
 de compromiso! No hay compromiso cuando exteriormente nada 
dice lo que se es. Cuando se desprecia el uniforme, se desprecia
 la categoría o clase que éste representa.


2º - Presencia de lo sobrenatural en el mundo

No cabe duda que los símbolos nos rodean por todas partes:

 señales, banderas, insignias, uniformes... Uno de los que más influjo
 produce es el uniforme. Un policía, un guardián, no hace falta que 
actúe, detenga, ponga multas, etc. Su simple presencia influye
 en los demás: conforta, da seguridad, irrita o pone nervioso, según
 sean las intenciones y conducta de los ciudadanos.

Una sotana siempre suscita algo en los que nos rodean. Despierta el

 sentido de lo sobrenatural. No hace falta predicar, ni siquiera abrir 
los labios. Al que está a bien con Dios le da ánimo, al que tiene
 enredada la conciencia le avisa, al que vive apartado de Dios le
 produce remordimiento.

Las relaciones del alma con Dios no son exclusivas del templo. 

Mucha, muchísima gente no pisa la Iglesia. Para estas personas,
 ¿qué mejor forma de llevarles el mensaje de Cristo que dejándoles
 ver a un sacerdote consagrado vistiendo su sotana? Los fieles han
 levantando lamentaciones sobre la desacralización y sus devastadores
 efectos. Los modernistas claman contra el supuesto triunfalismo, se 
quitan los hábitos, rechazan la corona pontificia, las tradiciones de
 siempre y después se quejan de seminarios vacíos; de falta de 
vocaciones. Apagan el fuego y luego se quejan de frío. No hay 
que dudarlo: la desotanización lleva a la desacralización.


3º - Es de gran utilidad para los fieles

El sacerdote lo es, no sólo cuando está en el templo administrando

 los sacramentos, sino las veinticuatro horas del día. El sacerdocio 
no es una profesión, con un horario marcado; es una vida,
una entrega total y sin reservas a Dios. El pueblo de Dios tiene
 derecho a que lo asista el sacerdote. Esto se les facilita si pueden
 reconocer al sacerdote de entre las demás personas; si éste lleva 
un signo externo. El que desea trabajar como sacerdote de Cristo 
debe poder ser identificado como tal para el beneficio de los
 fieles y el mejor desempeño de su misión.


4º - Sirve para preservar de muchos peligros

¡A cuántas cosas se atreverán los clérigos y religiosos si no 

fuera por el hábito! Esta advertencia, que era sólo teórica 
cuando la escribía el ejemplar religioso
 P. Eduardo F. Regatillo, S. I., es hoy una terrible realidad.

Primero, fueron cosas de poco bulto: entrar en bares, sitios 

de recreo, alternar con seglares, pero poco a poco se ha ido 
cada vez a más.

Los modernistas quieren hacernos creer que la sotana es un

 obstáculo para que el mensaje de Cristo entre en el mundo.
 Pero, al suprimirla, han desaparecido las credenciales y el
 mismo mensaje. De tal modo, que ya muchos piensan que
 al primero que hay que salvar es al mismo sacerdote que se
 despojó de la sotana supuestamente para salvar a otros.

Hay que reconocer que la sotana fortalece la vocación y disminuye las
ocasiones de pecar para el que la viste y los que lo rodean.

 De los miles que han abandonado el sacerdocio después
 del Concilio Vaticano II, prácticamente ninguno abandonó
 la sotana el día antes de irse: lo habían hecho ya mucho antes.


5º - Ayuda desinteresada a los demás

El pueblo cristiano ve en el sacerdote el hombre de Dios, que no 

busca su bien particular sino el de sus feligreses. La gente abre 
de par en par las puertas del corazón para escuchar al padre
 que es común del pobre y del poderoso. Las puertas de las 
oficinas y de los despachos por altos que sean se abren ante las
 sotanas y los hábitos religiosos. ¿Quién le niega a una monjita
 el pan que pide para sus pobres o sus ancianitos? Todo esto 
viene tradicionalmente unido a unos hábitos. Este prestigio
 de la sotana se ha ido acumulando a base de tiempo, de sacrificios, 
de abnegación. Y ahora, ¿se desprenden de ella como si se 
tratara de un estorbo?


6º - Impone la moderación en el vestir

La Iglesia preservó siempre a sus sacerdotes del vicio de aparentar 

más de lo que se es y de la ostentación dándoles un hábito sencillo
 en que no caben los lujos. La sotana es de una pieza
 (desde el cuello hasta los pies), de un color 
(negro) y de una forma (saco). Los armiños y ornamentos
 ricos se dejan para el templo, pues esas distinciones no adornan
 a la persona sino al ministro de Dios para que dé realce a las
 ceremonias sagradas de la Iglesia.

Pero, vistiendo de paisano, le acosa al sacerdote la vanidad como

 a cualquier mortal: las marcas, calidades de telas, de tejidos, colores, etc. 
Ya no está todo tapado y justificado por el humilde sayal. Al ponerse al
 nivel del mundo, éste lo zarandeará, a merced de sus gustos y caprichos.
 Habrá de ir con la moda y su voz ya no se dejará oír como la del que clamaba
 en el desierto cubierto por el palio del profeta tejido con pelos de camello.


7º - Ejemplo de obediencia al espíritu y legislación de la Iglesia

Como uno que comparte el Santo Sacerdocio de Cristo, el sacerdote

 debe ser ejemplo de la humildad, la obediencia y la abnegación del Salvador.
 La sotana le ayuda a practicar la pobreza, la humildad en el vestuario,
 la obediencia a la disciplina de la Iglesia y el desprecio a las cosas del mundo.
 Vistiendo la sotana, difícilmente se olvidará el sacerdote de su papel importante
 y su misión sagrada o confundirá su traje y su vida con la del mundo.

Estas siete excelencias de la sotana podrán ser aumentadas con otras que

 le vengan a la mente a usted. Pero, sean las que sean, la sotana por
 siempre será el símbolo inconfundible del sacerdocio porque así la Iglesia, 
en su inmensa sabiduría, lo dispuso y ha dado maravillosos frutos
 a través de los siglos.


Notas

- El autor: El Padre Jaime Tovar Patrón, coronel capellán, ocupó importantes

 responsabilidades en el Vicariato Castrense. Oriundo de Extremadura,
 España, fue rotundo orador sacro. Autor del libro Los curas de la Cruzada,
 auténtica enciclopedia de los heróicos sacerdotes que desarrollaron su
 labor pastoral entre los combatientes de la gloriosa Cruzada de 1936. 
Es además, una historia del sacerdocio castrense. Falleció en enero del 2004.

- Código de Derecho Canónico (1983): Título III. De los ministros

 sagrados o clérigos 284 Los clérigos han de vestir un traje eclesiástico digno,
 según las normas dadas por la Conferencia Episcopal y las costumbres 
legítimas del lugar. 285.
 1. Absténganse los clérigos por completo de
 todo aquello que desdiga de su estado, según las prescripciones del 
derecho particular.
 2. Los clérigos han de evitar aquellas cosas que, aun no siendo indecorosas,
 son extrañas al estado clerical.

- CONVIENE RECORDAR: Muchos sacerdotes y religiosos mártires

 han pagado con su sangre el odio a la fe y a la Iglesia desatado
 en las terribles persecuciones religiosas de los últimos siglos. 
Muchos fueron asesinados sencillamente por vestir la sotana.
 El sacerdote que viste su sotana es para todos un modelo
 de coherencia con los ideales que profesa, a la vez que honra 
el cargo que ocupa en la sociedad cristiana.

Si bien es cierto que el hábito no hace al monje, también es cierto 

que el monje viste hábito y lo viste con honor. ¿Qué podemos pensar 
del militar que desprecia su uniforme? ¡Lo mismo que del cura que
 desprecia su sotana!

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