Oración del Papa Francisco para la Vida Consagrada
Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob,
Padre de Nuestro Señor Jesucristo y Padre nuestro,
acoge la oración que te dirigimos
y ayúdanos a vivir apasionadamente
el don de la vocación.
Padre de Nuestro Señor Jesucristo y Padre nuestro,
acoge la oración que te dirigimos
y ayúdanos a vivir apasionadamente
el don de la vocación.
Tú, Padre,
que, en un designio gratuito de amor,
nos llamas por el Espíritu a buscar tu rostro,
en la estabilidad o en la itinerancia,
haznos siempre portadores de tu memoria
y que ella sea fuente de vida
en la soledad y en la fraternidad,
de modo que podamos ser hoy reflejo de tu amor.
que, en un designio gratuito de amor,
nos llamas por el Espíritu a buscar tu rostro,
en la estabilidad o en la itinerancia,
haznos siempre portadores de tu memoria
y que ella sea fuente de vida
en la soledad y en la fraternidad,
de modo que podamos ser hoy reflejo de tu amor.
Cristo, Hijo del Dios vivo,
tú, que casto, pobre y obediente,
has caminado por nuestras calles,
se nuestro compañero en el silencio y en la escucha:
conserva en nosotros la pertenencia filial
y hazla fuente de amor.
Haz que vivamos el Evangelio del encuentro:
ayúdanos a humanizar la tierra y a crear fraternidad,
que sepamos compartir la fátiga
de quien se ha cansado de buscar
y la alegría de quien aún espera,
de quien busca
y de quien mantiene viva la esperanza.
tú, que casto, pobre y obediente,
has caminado por nuestras calles,
se nuestro compañero en el silencio y en la escucha:
conserva en nosotros la pertenencia filial
y hazla fuente de amor.
Haz que vivamos el Evangelio del encuentro:
ayúdanos a humanizar la tierra y a crear fraternidad,
que sepamos compartir la fátiga
de quien se ha cansado de buscar
y la alegría de quien aún espera,
de quien busca
y de quien mantiene viva la esperanza.
Espíritu Santo, Fuego que arde,
ilumina nuestro camino en la Iglesia y en el mundo.
Concédenos la valentía de anunciar el Evangelio
y la alegría del servicio en la vida cotidiana.
Abre nuestro espíritu a la contemplación de la belleza.
Conserva en nosotros la gratuidad
y la admiración por la creación;
haz que reconozcamos las maravillas
que Tú realizas en cada viviente.
ilumina nuestro camino en la Iglesia y en el mundo.
Concédenos la valentía de anunciar el Evangelio
y la alegría del servicio en la vida cotidiana.
Abre nuestro espíritu a la contemplación de la belleza.
Conserva en nosotros la gratuidad
y la admiración por la creación;
haz que reconozcamos las maravillas
que Tú realizas en cada viviente.
María, Madre del Verbo,
vela sobre nuestra vida
de hombres y mujeres consagrados
para que la alegría que recibimos de la Palabra
llene nuestra existencia, y tu invitación
a hacer cuanto el Maestro dice (cf. Jn 2,5),
nos transforme en agentes activos
en el anuncio del Reino. Amén
vela sobre nuestra vida
de hombres y mujeres consagrados
para que la alegría que recibimos de la Palabra
llene nuestra existencia, y tu invitación
a hacer cuanto el Maestro dice (cf. Jn 2,5),
nos transforme en agentes activos
en el anuncio del Reino. Amén
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