EL LISTADO DE PROFESIONES
Padre e hijo leían juntos y con emoción el periódico. El niño se
encontraba sentado en las piernas del papá que, feliz, le comentaba
una a una las noticias.
De pronto, apareció un anuncio en letras mayúsculas: «HE AQUÍ LA
LISTA COMPLETA DE PROFESIONES SEGÚN LAS ENCUESTAS
MÁS RECIENTES». El niño, con rostro brillante e ilusionado, empezó
a leer una a una: ingeniero, bombero, dentista, político, futbolista, …
su dedo acariciaba la superficie del papel mientras repasaba los nombres.
Terminó. Dirigió sus grandes ojos hacia su padre y, con un gesto de
angustia pintado en la cara, volvió a repasar cada una de las
profesiones citadas: arquitecto, campesino, policía, abogado,
tenista, … yendo cada vez más rápido.
Una vez que hubo repasado dos o tres veces la lista, su padre le
paró comentando: «No sigas buscando más en la lista, hijo;
el sacerdote no aparece».
No cabe duda: el sacerdocio parece estar fuera de moda. Lo demuestra
esta pequeña anécdota que escuché hace algunos años. Nos puede
extrañar que «el sacerdote no aparezca en la lista», pero muchas
veces somos nosotros mismos los que no queremos que salga.
Y sin embargo, ¡cuánto necesitamos del sacerdote en nuestro mundo!
Ellos hacen presente a Dios en nuestro mundo de forma palpable en la
Santa Misa y a través de ellos podemos ser perdonados por el
sacramento de la confesión. Además, ¡cuántas obras llevan a
cabo con increíbles sacrificios por todo el mundo!: misiones,
cuidado de hospitales, servicios caritativos entre los más
necesitados, por sólo mencionar algunas.
Por ello, cuán oportuno es el mensaje que nuestro querido Juan Pablo II
dejó para la XLII Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones,
que tradicionalmente se celebra el IV domingo de Pascua.
En sus líneas, invitaba a remar mar adentro -según la invitación de Cristo
a San Pedro- y a no tener miedo. Además, mueve el tapete de nuestro
ego para que sepamos «abrir el corazón a la acción de la gracia y dejar
que la palabra del Redentor actúe con toda su fuerza».
A los jóvenes, como siempre, dedica un especial cariño y sus palabras
resuenan paternales: «Queridos muchachos y muchachas, confiad en él,
escuchad sus enseñanzas, mirad su rostro, perseverad en la escucha
de su palabra. Dejad que sea él quien oriente vuestra búsqueda y vuestras
aspiraciones, vuestros ideales y los anhelos de vuestro corazón».
¿Qué lugar en mi lista ocupa la vida consagrada? ¿Sé valorarla? Ojalá
que nosotros, como el niño de la historia, sepamos escuchar las palabras
de este Padre que intentó ayudarnos y aún lo hace desde el Cielo.
Sobre todo, hagamos que el sacerdocio y la vida consagrada encuentren
eco en nuestro entorno, valorándolos siempre y alentando a que crezcan.
Al mundo le urge que tú lo tengas en cuenta.
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