viernes, 20 de marzo de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: JUEVES 19 DE MARZO DEL 2015 - DÍA DE SAN JOSÉ



San José nos muestra el camino a seguir
Solemnidades y Fiestas

Mateo 1, 16. 18-21. 24. Solemnidad de San José. A José le fue revelada la voluntad de Dios durante el descanso. Cuando nos detenemos de nuestras obligaciones y actividades, Dios también nos habla.






Del santo Evangelio según san Mateo 1, 16. 18-21. 24
Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, como era justo, no queriendo ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Despertado José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado.

Oración introductoria
San José, hoy inicio esta meditación recordando tu ejemplo en el Evangelio: Modesto y sencillo, pero impregnado de fe, esperanza y amor. Siempre fiel y prudente supiste escuchar la voz de Dios, y abrazar su voluntad, aunque no tuviera lógica ni sentido para ti

Petición
Señor, que a ejemplo de san José, sepa descubrir cuál es el camino para cumplir lo que me pides y ser feliz.

Meditación del Papa Francisco
A José le fue revelada la voluntad de Dios durante el descanso. En este momento de descanso en el Señor, cuando nos detenemos de nuestras muchas obligaciones y actividades diarias, Dios también nos habla. Él nos habla en la lectura que acabamos de escuchar, en nuestra oración y testimonio, y en el silencio de nuestro corazón. […]
Descansar en el Señor. El descanso es necesario para la salud de nuestras mentes y cuerpos, aunque a menudo es muy difícil de lograr debido a las numerosas obligaciones que recaen sobre nosotros. Pero el descanso es también esencial para nuestra salud espiritual, para que podamos escuchar la voz de Dios y entender lo que él nos pide. José fue elegido por Dios para ser el padre putativo de Jesús y el esposo de María. Como cristianos, también ustedes están llamados, al igual que José, a construir un hogar para Jesús. Le preparan un hogar en sus corazones, sus familias, sus parroquias y comunidades.
Para oír y aceptar la llamada de Dios, y preparar una casa para Jesús, deben ser capaces de descansar en el Señor. Deben dedicar tiempo cada día para descansar en Dios, a la oración. Rezar es descansar en Dios. Es posible que me digan: Santo Padre, yo quiero orar, pero tengo mucho trabajo. Sí. Tengo que cuidar de mis hijos; además están las tareas del hogar; estoy muy cansado incluso para dormir bien. Y seguramente es así, pero si no oramos, no conoceremos la cosa más importante de todas: la voluntad de Dios sobre nosotros. Y a pesar de toda nuestra actividad y ajetreo, sin la oración, lograremos muy poco.
Descansar en la oración es especialmente importante para las familias. Donde primero aprendemos a orar es en la familia. Y no lo olvidéis, cuando la familia reza unida, permanece unida. Esto es importante. Allí conseguimos conocer a Dios, crecer como hombres y mujeres de fe, vernos como miembros de la gran familia de Dios, la Iglesia.  » (Discurso de S.S. Francisco a las familias, 16 de enero de 2015).
Reflexión 
La vida de san José cambió tras escuchar el mensaje del ángel. ¿En qué actitud escuchó ese mensaje? En el silencio. José dormía: sus sentidos exteriores estaban descansando, pero a la vez estaba en disposición de oír al ángel. ¡Qué lección para la humanidad, que vive envuelta en el ruido y ajetreo de todos los días!

Si queremos ser santos, vivir en paz, felices, debemos imitar a José, reservando en nuestro día momentos de silencio, para escuchar y dialogar con el Señor. Un silencio exterior, sí, pero también un silencio interior, haciendo a un lado los pendientes, preocupaciones y compromisos, para dialogar con el Señor. ¿Decimos que Dios no nos habla? ¿Nos quejamos de que no sentimos su ayuda?... ¡¿No será que no hemos vivido ese silencio necesario para hablar con Dios?!

Este pasaje es uno de los pocos que nos habla de san José. Su vida, como la de tantos cristianos, se llevará a cabo en medio de la sencillez, del trabajo diario, de las relaciones familiares… Una vida humilde, lejos de los faros de luz… De esta forma, con esta Solemnidad, la Iglesia quiere recordarnos que todos estamos llamados a la santidad, en medio de la vida ordinaria. La santidad no es sólo para los sacerdotes, religiosos, consagrados… ¡la santidad es para todos!

Propósito
Ofreceré un sacrificio por mi familia, para que todos sepamos estar atentos a la voz de Dios que nos habla en medio del silencio.

Diálogo con Cristo
Gracias, Señor, por dar a tu Iglesia la figura de San José, el santo de la vida ordinaria. Gracias porque me enseñas que la fe, la obediencia, el silencio y el trabajo, no son virtudes difíciles de conseguir, o sólo destinadas a los sacerdotes, sino que son virtudes que todos podemos alcanzar, con tu gracia y con nuestro esfuerzo. Ayúdame a que, en medio de las actividades del día, pueda encontrar un momento para unirme a ti y escuchar cuál es tu voluntad.


El justo, de hecho, es una persona que reza, vive de fe, y trata de hacer el bien en toda circunstancia concreta de su vida. (San Juan Pablo II)

jueves 19 Marzo 2015



Beato Narciso Turchan

Leer el comentario del Evangelio por
San Bernardo : “José, hijo de David” (Mt 1,20)

Samuel 2 7,4-5a.12-14a.16.
Pero aquella misma noche, la palabra del Señor llegó a Natán en estos términos:
«Ve a decirle a mi servidor David: Así habla el Señor:
Cuando hayas llegado al término de tus días y vayas a descansar con tus padres, yo elevaré después de ti a uno de tus descendientes, a uno que saldrá de tus entrañas, y afianzaré su realeza.
El edificará una casa para mi Nombre, y yo afianzaré para siempre su trono real.
Seré un padre para él, y él será para mí un hijo.
Tu casa y tu reino durarán eternamente delante de mí, y su trono será estable para siempre.»

Salmo 89(88),2-3.4-5.27.29.
Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque tú has dicho: «Mi amor se mantendrá eternamente,
mi fidelidad está afianzada en el cielo.»

Yo sellé una alianza con mi elegido,
hice este juramento a David, mi servidor:
«Estableceré tu descendencia para siempre,
mantendré tu trono por todas las generaciones.»

El me dirá: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Le aseguraré mi amor eternamente,
y mi alianza será estable para él.




San Pablo a los Romanos 4,13.16-18.22.
Hermanos:
En efecto, la promesa de recibir el mundo en herencia, hecha a Abraham y a su posteridad, no le fue concedida en virtud de la Ley, sino por la justicia que procede de la fe.
Por eso, la herencia se obtiene por medio de la fe, a fin de que esa herencia sea gratuita y la promesa quede asegurada para todos los descendientes de Abraham, no sólo los que lo son por la Ley, sino también los que lo son por la fe. Porque él es nuestro padre común,
como dice la Escritura: Te he constituido padre de muchas naciones. Abraham es nuestro padre a los ojos de aquel en quien creyó: el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen.
Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones, como se le había anunciado: Así será tu descendencia.
Por eso, la fe le fue tenida en cuenta para su justificación.

Mateo 1,16.18-21.24a.
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Homilía sobre el “Missus est”, 2,16

“José, hijo de David” (Mt 1,20)

    Sin duda, José fue un hombre santo y digno de toda confianza ya que la Madre del Salvador había de ser su esposa. Fue el “servidor fiel y solícito” (Mt 24,45) el que Dios escogió como amparo y ayuda de su Madre, el padre putativo de su carne y el instrumento en su designio de salvación.


    Acordémonos que era de la estirpe de David. Era hijo de David no sólo por la carne, sino también por la fe, la santidad y la piedad. El Señor encontró en él un segundo David a quien pudo, con toda seguridad, confiar sus designios más secretos. Le reveló, como otrora a David, los misterios de su sabiduría y le descubrió lo que ningún sabio del mundo conocía. Le permitió ver y entender lo que tantos reyes y profetas, a pesar de su deseo, no vieron ni entendieron. (Mt 13,17) Mejor dicho: le dio a llevar, a conducir, a abrazar, a alimentar, a proteger este mismo misterio. María y José pertenecían, pues, los dos a la raza de David; en María se cumplió la promesa hecha antaño a David, mientras que José era el testimonio de este cumplimiento.


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