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Vicenta María López y Vicuña, Santa |
Fundadora de las Religiosas de María Inmaculada (Cascante [Navarra] 22.III.1847 – Madrid 26.XII.1890)
Santa, fundadora de las Religiosas de María Inmaculada (Servicio Doméstico).
Desde pequeña recibió una esmerada educación humana y cristiana. Su padre, José María López, miembro del Colegio de Abogados de Pamplona, fue su primer maestro. A partir de 1857, con el fin de completar su educación reside en Madrid, con sus tíos maternos D. Manuel María y doña María Eulalia Vicuña. Estos habían iniciado en Madrid una obra apostólica y benéfico asistencial para la acogida y educación de jóvenes sirvientas. Vicenta María continúa sus estudios en la misma casa de sus tíos a la que asisten profesores particulares. Su tía María Eulalia le elabora una distribución del tiempo, dedicado principalmente al estudio y a las prácticas religiosas. Solía también acompañar a su tía en las visitas al “Asilo de sirvientas”. Estas visitas abren sus ojos a una realidad nueva para ella y son como la semilla de la que brotará su vocación. Su colaboración e inclinación a trabajar en la obra iniciada por sus tíos van siendo cada vez mayores. A los 17 años, resuelta a dedicar su vida a aquel apostolado y convencida de la necesidad de fundar una congregación religiosa que garantice su continuidad, comunica la idea a su director espiritual el P. Víctorio Medrano SJ. El jesuita aprueba la idea con la consigna de dejar en suspenso la resolución para el porvenir.
En el mes de marzo de 1868 hace Ejercicios Espirituales en el Primer Monasterio de la Visitación y sale confirmada en su decisión de fundar. En el mes de mayo escribe a sus padres, para informarles de que ya no la retiene en Madrid su educación, sino el seguir la vocación. Sus padres se oponen al proyecto y la obligan a ir a Cascante, donde permanece siete meses. Regresó a Madrid en febrero de 1869 y se dedicó por completo al desarrollo de la obra a favor de las sirvientas y a la elaboración de las Constituciones y reglas de la nueva congregación. La situación social y política retrasó el momento de la fundación pero Vicenta María con su tía María Eulalia y un pequeño grupo de señoras empezaron a hacer vida de comunidad a partir del 22 de febrero de 1871 en un piso de la plaza de San Miguel, número 8, en el que convivían con las jóvenes sirvientas acogidas.
En julio de 1875, el P. Isidro Hidalgo y Soba SJ se hizo cargo de la dirección espiritual de Vicenta María y sus compañeras. En marzo de 1876, el siervo de Dios, Dr. Ciriaco María Sancha y Hervás fue nombrado Obispo Auxiliar de la Diócesis de Toledo con residencia en Madrid e intendente general de las Órdenes religiosas. La presencia en Madrid del Sr. Obispo Sancha y del P. Hidalgo fue providencial para el impulso definitivo de aquella obra y la fundación del nuevo Instituto. El 11 de junio de 1876, Solemnidad de la Santísima Trinidad, D. Ciriaco María Sancha impuso el hábito religioso a Vicenta María López y Vicuña y a otras dos compañeras suyas: nacía la Congregación de Hermanas del Servicio Doméstico (el nombre actual de la Congregación, después de varios cambios es “Religiosas de María Inmaculada”). La joven fundadora vivió en aquella jornada la felicidad de ver nacer la nueva Congregación y el sufrimiento que le proporcionaba la negativa de sus padres. Un mes más tarde, el 16 de julio, fueron admitidas otras seis jóvenes.
Santa Vicenta María, respondiendo a la llamada del entonces canónigo del Pilar y más tarde cardenal, D. Antonio María Cascajares, fundó en Zaragoza (7.XII.1876) el segundo colegio para sirvientas. Antes de que se cumpliera un año de la fundación, la Madre Fundadora, abre la tercera casa en Jerez de la Frontera (2.VI.1877). Las dificultades se van sucediendo, las nuevas vocaciones van llegando lentamente, los medios económicos escasean, Santa Vicenta María se ve afectada por la tuberculosis desde marzo de 1879, pero íntimamente persuadida de que la obra es de Dios y en Él hemos de poner nuestra confianza, no ahorró esfuerzos ni sacrificios en sus tareas de formación de las religiosas y expansión de la Congregación.
A la muerte de su madre, doña María Nicolasa Vicuña (24.XI.1883), traslada a su padre a la cada de Madrid donde vivirá hasta su muerte (5.VIII.1888). La cuarta casa la abre en Sevilla (14.III.1885) a instancias del jesuita, P. Celestino Suárez en el convento de San Benito cedido por el Sr. Arzobispo, D. Ceferino González y García Tuñón. Tres años más tarde (1.III.1888) inaugura otra casa en Barcelona, gracias al celo y desprendimiento económico de la sierva de Dios doña Dorotea de Chopitea y Villota. La última de las fundaciones, realizada en Burgos (7.XII.1889) la siguió en todos sus detalles desde Barcelona, donde la retuvieron los trámites para la compra de un terreno para edificar la casa. Postrada en cama por el estado de debilidad a que la había reducido su enfermedad, pronunció la formula de su profesión perpetua el 31 de julio de 1890, a las cinco y media de la mañana. Dos horas más tarde participó en la capilla de la primera celebración de este tipo que se tenía en la Congregación para recibir la profesión de nueve compañeras suyas. En sus apuntes de Ejercicios de 1868, había escrito “si vivimos bien, la muerte será el principio de la vida”. La última etapa de su vida es de un dolor intenso y continuado, pero también de una serenidad y alegría que encuentran todo su sentido en el sometimiento a la voluntad de Dios: “¿Lo queréis Vos, Dios mío? Pues yo también lo quiero” y “Lo que Vos queráis, Señor, lo que Vos queráis, no quiero anteponer mi querer al vuestro” fueron expresiones que repitió a menudo. Eran las dos menos cuarto de la tarde del día 26 de diciembre de 1890 cuando, después de haber bendecido por primera vez a sus Religiosas, tomó en sus manos el Crucifijo y una estampa de la Virgen y, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro, entregó su espíritu al Creador. Introducida la causa para su beatificación y canonización (19.II.1915), fue proclamada beata por el Papa Pío XII el 19.II.1950 y canonizada por el Papa Pablo VI el 25.V.1975. Su fiesta litúrgica se celebra el día 25 de mayo.
Santa Vicenta María López Vicuña, virgen y fundadora
fecha: 26 de diciembre n.: 1847 - †: 1890 - país: España canonización: B: Pío XII 19 feb 1950 - C: Pablo VI 25 may 1975 hagiografía: Vaticano
En Madrid, en España, santa Vicenta María López Vicuña, virgen, que fundó y propagó el Instituto de Hijas de María Inmaculada, para que cuidaran del cuerpo y del alma de las jóvenes que, por razón del servicio doméstico, se encontraban alejadas de sus familias.
Fragmento dedicado a la santa en la homilía de la misa de canonización, por SS el papa Pablo VI, el 25 de mayo de 1975. Puede leerse el texto completo en el sitio del Vaticano. En Butler-Guinea (Tomo IV, pág. 622-23) hay una biografía breve, con los datos sustanciales.
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Vicenta María López y Vicuña nació en las nobles y cristianas tierras de Navarra, el día 24 de marzo de 1847, para morir en los umbrales de este siglo. Trascurrió una juventud serena, durante la cual fueron madurando en ella los frutos de una esmerada educación cristiana, en la que dejó huellas inconfundibles el ambiente familiar: la madre, un tío sacerdote, una tía religiosa. ¡Oh! Nunca ponderaremos bastante la importancia formativa del núcleo familiar; esa labor ejemplar, insustituible, de siembra y cultivo de conocimientos y virtudes. Y Dios bendice con predilección a las familias auténticamente cristianas; son ellas, por su parte, la mejor cantera de vocaciones para el servicio de la Iglesia. En España tenéis, a este respecto, una tradición espléndida, gloriosa, fecunda. Os recordamos esto ahora, amadísimos hijos, porque abrigamos la esperanza de que el Año Santo se distinga también por un despertar de las vocaciones, por «un incremento numérico de aquellos que sirven a la Iglesia con particular dedicación de su vida, es decir, de los sacerdotes y religiosos» (Apostolorum Limina, IV).
Nuestra Santa es muy joven aún, cuando oye en sus adentros la llamada divina. No fue una decisión fácil de realizar. Con sencillez v dulzura, con sacrificio y caridad logra verse liberada de la perspectiva que le ofrece una vida en el mundo tranquila, acomodada, halagadora. En la fiesta de la Santísima Trinidad de 1876 recibe el hábito religioso junto con dos compañeras; nace así la congregación de las Religiosas de María Inmaculada; una familia que tiene por misión la santificación personal de sus miembros y la ayuda a las jóvenes que trabajan fuera de sus propios hogares. A esas jóvenes, rodeadas con frecuencia de no pequeñas dificultades y peligros, Vicenta María entrega su vida entera. Al poner en la balanza el futuro de su vocación, podrá decir: «¡Las chicas han vencido!». Y a ellas se dará sin reservas, para hacerles encontrar un hogar acogedor, donde hallen una voz amiga, la palabra alentadora v desinteresada, el calor de un corazón, donde descubran la riqueza inmensa humano-divina de sus vidas, el secreto de los valores perennes, de la paz interior y donde, a la vez, aprendan a promoverse integralmente, para hacerse cada vez más dignas ante Dios y realizarse mejor como jóvenes.
¡De qué maravillosas intuiciones es capaz quien ama de veras! ¡Qué fina pedagogía sabe aplicar quien habla ese lenguaje sublime que se aprende en el corazón de Cristo! Nuestra Santa tenía ya una experiencia personal en este apostolado específico. Sus mismos familiares de Madrid la habían puesto en contacto con esa clase trabajadora, tan necesitada. El deseo de entregarse a Dios hace lo demás. Ella misma siente en su alma la exigencia insaciable de renuncia genuina, deliberada, amorosa, que se le pide al discípulo de Cristo «para gloria de Dios más palpable. Más pobreza. Más mortificación de mis naturales inclinaciones. Mucho peligro de sufrir desprecios. ¡Cuántos la vituperarán! Continuo esfuerzo, continuo sacrificio. Necesidad de la época». Son éstos precisamente los motivos que la impulsan a hacer la fundación, según ella misma ha dejado escrito (Cfr. Escritos de la fundadora, Cuaderno t. f. 80 r. O. c. 124-130). A pesar de su muerte prematura, a los cuarenta y tres años, no sin sufrimientos físicos y sobre todo morales -¡la cruz es la compañera inseparable de los Santos!-, la madre Vicuña vio aprobada su Obra por la Santa Sede; tenía ya casas repartidas por España y estaba ilusionada con fundar en Buenos Aires. La congregación se abría así a todos los horizontes de la Iglesia, como lo está hoy con numerosas comunidades esparcidas por Europa, América, Africa y Asia.
Recordamos bien cuando fue beatificada por nuestro venerable predecesor Pío XII en el anterior Año Santo. Y en este Año Santo, que coincide además con el Año Internacional de la Mujer, podríamos preguntarnos: ¿qué mensaje trae Santa Vicenta María para la Iglesia y para el mundo de nuestro tiempo? Al iniciar el ciclo de beatificaciones de este Año Santo con María Eugenia Milleret decíamos que «la santidad, buscada en todos los estados de vida, es la promoción más original y más llamativa a Ia que pueden aspirar y acceder las mujeres». Santa Vicenta María ha sentido, imperioso, el reclamo de la caridad hecha servicio, algo que le está invitando a prodigar su atención hacia la mujer, sobre todo la joven, necesitada de cuidados religiosos, de asistencia social, de la auténtica sublimación cristiana, en una palabra, de promoción en el sentido más completo y elevado del término. Una tarea que, con las diversas modalidades que van presentando los tiempos, constituye también una exigencia importante del mundo actual. El carisma de la fundadora tiene así en nuestra época una vivencia singular.
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