jueves, 14 de junio de 2012

Perdón de las ofensas


Mateo 5, 20-26. Tiempo Ordinario. Pedir a Dios la gracia de saber perdonar y no juzgar.
 
Perdón de las ofensas
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 20-26


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos. Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: "No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal." Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo. Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda. Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

Oración introductoria

Señor, gracias por recordarme que no quieres ofrecimientos ni una oración alejada de la realidad mi vida. Limpia mi corazón de todo resentimiento y amargura, de todo rencor o envidia, con tu gracia podré ser un instrumento de tu paz.

Petición

Señor, concédeme disculpar de inmediato, con un gesto bondadoso, todas las ofensas y pequeñas molestias del día.

Meditación del Papa

Esto es gratuidad: la disponibilidad a dar el primer paso, a ser el primero en salir al encuentro del otro, a ofrecerle la reconciliación, a asumir el sufrimiento que implica renunciar a tener la razón. No ceder en la voluntad de reconciliación. Dios nos ha dado ejemplo de ello, y ésta es la manera de llegar a ser semejantes a él, una actitud que siempre necesitamos, una y otra vez, en el mundo. Hoy debemos volver a aprender la capacidad de reconocer la culpa, debemos renunciar a la falsa convicción de que somos inocentes. Debemos aprender la capacidad de hacer penitencia, de dejarnos transformar; de salir al encuentro del otro y de pedir a Dios que nos dé el valor y la fuerza para esa renovación. En nuestro mundo actual debemos redescubrir el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación. El hecho de que este sacramento en buena parte haya desaparecido de las costumbres existenciales de los cristianos es un síntoma de una pérdida de veracidad respecto a nosotros mismos y a Dios; una pérdida que pone en peligro nuestra humanidad y disminuye nuestra capacidad de paz. Benedicto XVI, 21 de diciembre de 2009.

Reflexión

Jesús habla de la realidad dándole un nuevo sentido, iluminándola con el espíritu de la Ley. Para ejemplificar el amor al prójimo, habla de la historia del buen samaritano y concluye, ahora "ve y haz tú lo mismo". Y cuando baja a los detalles de la vida cotidiana sabe que la mayoría de sus oyentes podrían ser protagonistas en sus ejemplos...

Si es verdad que el amor es el primer mandamiento ¿cómo se pone en práctica? Jesús nos ilustra con tres casos.

Constituyen el primer grado, lo que hay que evitar. El insulto, la enemistad y la querella contra el prójimo no serán propias de un cristiano. Pero más allá del precepto negativo "no matarás"... se nos abre el horizonte ilimitado del amor al prójimo.

El primer paso es evitar esas tres actitudes, pero Jesús no se detendrá en ellas mas que como un mero paso intermedio, él va más allá. Por tanto es un buen momento para hacer nosotros también nuestro propio examen de conciencia. Para preguntarnos, a la luz de la fe, ¿qué hay de todo esto en mi corazón? Saber perdonar, no guardar rencores e imitar con ello a Jesucristo es exigente, pero al mismo tiempo liberador.

La gracia de Dios nos impulsa a ello, es una obra propia del Espíritu Santo, si le dejamos actuar en nuestra alma.

Propósito

Si estoy distanciado de alguna persona, dar el primer paso para la reconciliación.

Diálogo con Cristo

Lo que cultivo en mi corazón, bueno o malo, va floreciendo y eventualmente se manifiesta en mis acciones. Gracias, Jesucristo, Tú me has enseñado a amar y a buscar la santidad. Me has dado la fe, la esperanza y la caridad para sostenerme y orientarme hacia la fuente de tu gracia, para poder vivir el amor diariamente. María, madre de la misericordia, ayúdame a cultivar un corazón semejante al tuyo


jueves 14 Junio 2012
Jueves de la décima semana del tiempo ordinario

San Basilio el Grande


Leer el comentario del Evangelio por
San Francisco de Asís : No amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. (1Jn 3,18)

Lecturas

1 Reyes 18,41-46.


Elías dijo a Ajab: "Sube a comer y a beber, porque ya se percibe el ruido de la lluvia".
Ajab subió a comer y a beber, mientras Elías subía a la cumbre del Carmelo. Allí se postró en tierra, con el rostro entre las rodillas.
Y dijo a su servidor: "Sube y mira hacia el mar". El subió, miró y dijo: "No hay nada". Elías añadió: "Vuelve a hacerlo siete veces".
La séptima vez, el servidor dijo: "Se eleva del mar una nube, pequeña como la palma de una mano". Elías dijo: "Ve a decir a Ajab: Engancha el carro y baja, para que la lluvia no te lo impida".
El cielo se oscureció cada vez más por las nubes y el viento, y empezó a llover copiosamente. Ajab subió a su carro y partió para Izreel.
La mano del Señor se posó sobre Elías; él se ató el cinturón y corrió delante de Ajab hasta la entrada de Izreel.


Salmo 65(64),10abcd.10e-11.12-13.


Visitas la tierra, la haces fértil
y la colmas de riquezas;
los canales de Dios desbordan de agua,
y así preparas sus trigales:






riegas los surcos de la tierra,
emparejas sus terrones;
la ablandas con aguaceros
y bendices sus brotes.

Tú coronas el año con tus bienes,
y a tu paso rebosa la abundancia;
rebosan los pastos del desierto
y las colinas se ciñen de alegría.



Mateo 5,20-26.


Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal.
Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,
deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San Francisco de Asís (1182-1226), fundador de los Hermanos Menores
Primera Regla, 11

No amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. (1Jn 3,18)

Y guárdense todos los hermanos de calumniar y de contender de
palabra (cf. 2Tim 2,14); más bien, empéñense en callar, siempre que Dios
les dé la gracia. Ni litiguen entre sí ni con otros, sino procuren
responder humildemente, diciendo: Soy un siervo inútil (cf. Lc 17,10). Y no
sean coléricos, porque todo el que se deja llevar de la ira contra su
hermano será condenado en juicio; el que dijere a su hermano: Raca, será
condenado por la asamblea; el que le dijere: Fatuo, será condenado a la
gehena de fuego (Mt 5,22). Y ámense mutuamente, como dice el Señor:
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado (Jn
15,12). Y muestren con obras (cf. Sant 2,18) el amor que se tienen
mutuamente, como dice el apóstol: No amemos de palabra y de boca, sino de
obra y de verdad (1Jn 3,18). Y a nadie insulten (cf. Tit 3,2); no
murmuren ni difamen a otros, porque está escrito: Los murmuradores y
difamadores son odiosos para Dios (cf. Rom 1,29). Y sean mesurados,
mostrando una total mansedumbre para con todos los hombres (cf. Tit 10 - 11
3,2); no juzguen, no condenen. Y, como dice el Señor, no reparen en los
pecados más pequeños de los otros (cf. Mt 7,3; Lc 6,41), sino, más bien,
recapaciten en los propios en la amargura de su alma (Is 38,15). Y
esfuércense en entrar por la puerta angosta (Lc 13,24), porque dice el
Señor: Angosta es la puerta, y estrecha la senda que lleva a la vida y son
pocos los que la encuentran (Mt 7,14).


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