Memoria
“Reina el Señor”, digamos a los pueblos
Antífona de Entrada
Frente a tu verdad, Señor, vano es el saber de los paganos. Por eso no he tenido miedo, de confesar tu Evangelio ante los poderosos.
Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, tú que enseñaste a san Justino que la sabiduría verdadera consiste en conocer a Jesucristo crucificado, concédenos, por la intercesión de tu santo mártir, que nada llegue a separarnos de ti ni del amor a la cruz de Jesucristo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Primera Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pedro
(4, 7-13)
Hermanos:
Ya está cerca el final de todo; por lo tanto, vivan con sensatez y en vigilancia para poder orar. Sobre todo, mantengan en continua actividad el amor mutuo, pues el amor sepulta una multitud de pecados. Sean hospitalarios los unos con los otros, sin quejas.
Que cada uno, como buen administrador de la gracia multiforme de Dios, emplee para servir a los demás, los dones recibidos. Quien habla, que sea mensajero de las palabras de Dios; quien se dedica a servir a los demás, que los sirva con la fuerza que Dios le comunica. De modo que Dios sea glorificado en todo, por medio de Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Amén.
No se sorprendan, queridos hermanos, del fuego de persecución que ha prendido por ahí para ponerlos a prueba, como si les sobreviniera algo nunca visto. Al contrario, alégrense de compartir ahora los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, el júbilo de ustedes sea desbordante.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 95
El Señor juzgará
a todas las naciones.
“Reina el Señor”, digamos a los pueblos. El afianzó con su poder el orbe, gobierna a las naciones con justicia.
El Señor juzgará
a todas las naciones.
Alégrense los cielos y la tierra, retumbe el mar y el mundo submarino. Salten de gozo el campo y cuanto encierra, manifiesten los bosques regocijo.
El Señor juzgará
a todas las naciones.
Regocíjese todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe. Justicia y rectitud serán las normas con las que rija a todas las naciones.
El Señor juzgará
a todas las naciones.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Yo los he elegido del mundo, dice el Señor, para que vayan y den fruto y su fruto permanezca.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (11, 11-26)
Gloria a ti, Señor.
Después de haber sido aclamado por la multitud, Jesús entró en Jerusalén, fue al templo y miró todo lo que en él sucedía; pero como ya era tarde, se marchó a Betania con los Doce.
Al día siguiente, cuando salieron de Betania, sintió hambre. Viendo a lo lejos una higuera con hojas, Jesús se acercó a ver si encontraba higos; pero al llegar, sólo encontró hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces le dijo a la higuera: “Que nunca jamás coma nadie frutos de ti”. Y sus discípulos lo estaban oyendo.
Cuando llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a arrojar de ahí a los que vendían y compraban; volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas; y no dejaba que nadie cruzara por el templo cargando cosas. Luego se puso a enseñar a la gente, diciéndoles: “¿Acaso no esta escrito: Mi casa será casa de oración para todos los pueblos? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”.
Los sumos sacerdotes y los escribas se enteraron de esto y buscaban la forma de matarlo; pero le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de sus enseñanzas. Cuando atardeció, Jesús y los suyos salieron de la ciudad.
A la mañana siguiente, cuando pasaban junto a la higuera, vieron que estaba seca hasta la raíz. Pedro cayó en la cuenta y le dijo a Jesús:
“Maestro, mira: la higuera que maldijiste se secó”.
Jesús les dijo entonces:
“Tengan fe en Dios. Les aseguro que si uno le dice a ese monte: ‘Quítate de ahí y arrójate al mar’, sin dudar en su corazón y creyendo que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso les digo: Cualquier cosa que pidan en la oración, crean ustedes que ya se la han concedido, y la obtendrán.
Y cuando se pongan a orar, perdonen lo que tengan contra otros, para que también el Padre, que está en el cielo, les perdone a ustedes sus ofensas; porque si ustedes no perdonan, tampoco el Padre, que está en el cielo, les perdonará a ustedes sus ofensas”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión
: Todos nosotros esperamos algún tipo de signo cuando queremos tomar una decisión importante. Jesús acude al templo en compañía de sus discípulos y observa atentamente. Encuentra el signo en los días siguientes al fijarse en la higuera y al mirar a la gente que permanece en los alrededores del Templo. De la higuera percibe que no satisface las expectativas de los pasantes, que se emocionan al ver la abundancia de hojas, pero que no encuentran ningún fruto en ella. Pasa algo similar con el Templo, es un edificio enorme y hermoso, pero los frutos de oración y de acogida nunca se producen. Sólo son un mercado del que se benefician muy pocos y en el que la mayor parte de los que allí acuden con fe y esperanza sólo son explotados y excluidos. Jesús encuentra allí el signo de los tiempos: tanto el Templo de Jerusalén como la higuera impresionan con su decorado, pero no con sus frutos. La expulsión de los vendedores es el signo contrario, que muestra el sentido de apertura y universalidad que constituye la vocación original del Templo de Jerusalén. – Nosotros a veces queremos ceremonias vistosas y elegantes, pero debemos preguntarnos si nos conducen a una auténtica vida cristiana.
Oración sobre las Ofrendas
Concédenos, Señor, celebrar dignamente este misterio de la Eucaristía, que tan valerosamente defendió el mártir san Justino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de los Santos Mártires
Testimonio y ejemplo de los
mártires
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.
Porque la sangre del glorioso mártir san Justino, derramada como la de Cristo para proclamar su fidelidad a ti, manifiesta tu admirable poder, que convierte la fragilidad en fortaleza y al hombre débil robustece para que sea testigo tuyo.
Por eso, como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la tierra te aclamamos,
diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo...
Antífona de la Comunión
Cuando estuve entre vosotros nunca me precié de otra cosa que de conocer a Jesucristo crucificado.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Tú que nos has alimentado con el pan que da la vida, concédenos, Señor, que siguiendo las enseñanzas de san Justino, vivamos en continua acción de gracias por tus dones.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
www.lecturadeldia.com; www.servicioskoinonia.org
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