VATICANO, 12 Ene. 16 / 07:44 am (ACI).- El Papa Francisco celebró este martes por la mañana la Misa matutina de Santa Marta en la que habló de la fe y la oración y respondió a esta cuestión.
“La oración de los fieles cambia la Iglesia”, dijo. “No somos nosotros, los Papas, los obispos, los sacerdotes las religiosas los que llevamos adelante la Iglesia, ¡son los santos!”, exclamó el Santo Padre.
Luego de contar una anécdota que le ocurrió en la diócesis de Buenos Aires, el Papa manifestó que “la oración hace milagros". "Hace también milagros a los que son cristianos, sean fieles laicos, sacerdotes, obispos que han perdido la devoción de la piedad”, agregó.
Comentando la primera lectura de la liturgia del día que corresponde al profeta Samuel, el Papa explicó que los protagonistas son Ana (una mujer angustiada por ser estéril que pide a Dios que le conceda un hijo) y el sacerdote Elí que la observa desde el templo.
“Ana rezaba en su corazón y se movían solo sus labios, la voz no se escuchaba”, dijo el Papa. “Este es el coraje de una mujer de fe que con su dolor, con sus lágrimas, pide al Señor la gracia”, añadió.
El Papa aseguró que “muchasmujeres buenas son así en la Iglesia, que van a rezar como si fuese una apuesta… Pero pensemos solamente en una grande, Santa Mónica, que con sus lágrimas logró tener la gracia de la conversión de su hijo, San Agustín. Muchas son así”.
“Los santos son estos, como esta mujer. Los santos son aquellos que tienen el coraje de creer que Dios es el Señor y que puede hacer todo”.
En el lado opuesto se encuentra Elí, según el Papa “un pobre hombre” hacia el que “siento una cierta simpatía”, admitió Francisco. “También en mí encuentro defectos que me hacen acercarme a él y entenderlo bien”, explicó.
“Con cuánta facilidad juzgamos a las personas, con cuanta facilidad no tenemos el respeto de decir: ‘¿Qué tendrá en su corazón? No lo sé, pero yo no digo nada…’. Cuando “falta la piedad en el corazón, siempre se piensa mal” y no se entiende a quien reza “con dolor y angustia” y “confía ese dolor y esa angustia al Señor”.
Francisco señaló que “esta oración la ha conocido Jesús en el Huerto de los Olivos, cuando era la angustia y el dolor era tan grande que sudó sangre”.
Jesús “respondió como esta mujer: con mansedumbre”. “A veces, nosotros oramos, pedimos al Señor, pero muchas veces no sabemos llegar a esa lucha con el Señor, a las lágrimas, a pedir, a pedir la gracia”, subrayó.
Primera lectura del día:
I Samuel 1:9-20
9 Pero después que hubieron comido en la habitación, se levantó Ana y se puso ante Yahveh. - El sacerdote Elí estaba sentado en su silla, contra la jamba de la puerta del santuario de Yahveh.
10 Estaba ella llena de amargura y oró a Yahveh llorando sin consuelo,
11 e hizo este voto: «¡Oh Yahveh Sebaot! Si te dignas mirar la aflicción de tu sierva y acordarte de mí, no olvidarte de tu sierva y darle un hijo varón, yo lo entregaré a Yahveh por todos los días de su vida y la navaja no tocará su cabeza.»
12 Como ella prolongase su oración ante Yahveh, Elí observaba sus labios.
13 Ana oraba para sí; se movían sus labios, pero no se oía su voz, y Elí creyó que estaba ebria,
14 y le dijo: «¿Hasta cuándo va a durar tu embriaguez? ¡Echa el vino que llevas!»
15 Pero Ana le respondió: «No, señor; soy una mujer acongojada; no he bebido vino ni cosa embriagante, sino que desahogo mi alma ante Yahveh.
16 No juzgues a tu sierva como una mala mujer; hasta ahora sólo por pena y pesadumbre he hablado.»
17 Elí le respondió: «Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.»
18 Ella dijo: «Que tu sierva halle gracia a tus ojos.» Se fue la mujer por su camino, comió y no pareció ya la misma.
19 Se levantaron de mañana y, después de haberse postrado ante Yahveh, regresaron, volviendo a su casa, en Ramá. Elcaná se unió a su mujer Ana y Yahveh se acordó de ella.
20 Concibió Ana y llegado el tiempo dio a luz un niño a quien llamó Samuel, «porque, dijo, se lo he pedido a Yahveh».
10 Estaba ella llena de amargura y oró a Yahveh llorando sin consuelo,
11 e hizo este voto: «¡Oh Yahveh Sebaot! Si te dignas mirar la aflicción de tu sierva y acordarte de mí, no olvidarte de tu sierva y darle un hijo varón, yo lo entregaré a Yahveh por todos los días de su vida y la navaja no tocará su cabeza.»
12 Como ella prolongase su oración ante Yahveh, Elí observaba sus labios.
13 Ana oraba para sí; se movían sus labios, pero no se oía su voz, y Elí creyó que estaba ebria,
14 y le dijo: «¿Hasta cuándo va a durar tu embriaguez? ¡Echa el vino que llevas!»
15 Pero Ana le respondió: «No, señor; soy una mujer acongojada; no he bebido vino ni cosa embriagante, sino que desahogo mi alma ante Yahveh.
16 No juzgues a tu sierva como una mala mujer; hasta ahora sólo por pena y pesadumbre he hablado.»
17 Elí le respondió: «Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.»
18 Ella dijo: «Que tu sierva halle gracia a tus ojos.» Se fue la mujer por su camino, comió y no pareció ya la misma.
19 Se levantaron de mañana y, después de haberse postrado ante Yahveh, regresaron, volviendo a su casa, en Ramá. Elcaná se unió a su mujer Ana y Yahveh se acordó de ella.
20 Concibió Ana y llegado el tiempo dio a luz un niño a quien llamó Samuel, «porque, dijo, se lo he pedido a Yahveh».
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