lunes, 11 de junio de 2012

Rayos de Fe


¿Por qué Jesús se fue? 
Si Jesús nos ama tanto a los hombres, ¿por qué se fue al Cielo y no se quedó con nosotros visiblemente?
Para responder a esto hay que pensar siempre que todo lo que el Señor hizo y hace, es por amor a nosotros, y si lo ha hecho así es porque nos ama.
Efectivamente, el Señor ha ascendido al Cielo porque nos convenía a nosotros que tuviéramos fe, puesto que la vida del hombre sobre la tierra es un tiempo de prueba, de modo que si viéramos a Jesús con nuestros propios ojos, entonces ya no tendríamos ningún mérito.
En cambio al no ver a Jesús con los ojos del cuerpo, nos ganamos una bienaventuranza si creemos firmemente sin verlo, como el mismo Jesús le dijo a Tomás: “Ahora crees porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”.
Así que es un grandísimo bien para nosotros que Jesús ya no se muestre visiblemente en la tierra, puesto que ello nos permite hacer mérito con nuestra fe en Él, y tener así un premio muchísimo mayor en el Cielo.
Uno a veces se pregunta por qué Dios no se muestra a todos los hombres y no deja lugar a ninguna duda de que existe. Es que entonces terminaría la prueba, y el hombre no sería libre de creer o rechazar a Dios, y por lo tanto no habría méritos.
Demos gracias a Dios que es bueno con nosotros y que, para quien quiere creer y tiene buena voluntad, el Señor se le manifiesta de forma que le hace luminosa la fe y más fácil de practicar.
Tratemos de aumentar nuestra fe, que es un asentimiento de la inteligencia a lo que Dios ha revelado por su Hijo y por los Santos, que no pueden mentir.
Tengamos cuidado porque en el mundo de hoy se nos quiere robar la fe. Y sin fe es desesperante la vida, y por eso uno cae en el vacío, en la tristeza y en el abismo del mal.
Si bien la fe es un regalo de Dios, es una virtud teologal, que viene de Dios, también es un asentimiento propio y voluntario a lo que Dios dice. Así que aunque no sintamos ningún gusto sensible en la fe, basta que la inteligencia acepte la revelación de Dios, y eso podemos hacerlo todos.
No esperemos a “entender” para creer, porque si lo hacemos entonces no creeremos nunca, puesto que con nuestra pobre cabeza entendemos muy pocas cosas, incluso de las más elementales del mundo natural; así que mucho menos podremos comprender las verdades que son trascendentes, que son verdaderos misterios que sólo Dios puede conocer plenamente.

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