martes, 20 de enero de 2015

LA ORACIÓN DEL EMPRESARIO



Autor: Manuel Loza Macías | Fuente: USEM 
La Oración del Empresario


Empezaré con una pequeña historia. Una niña, a la que llamaremos Rosita, es la principal protagonista. Rosita era pobre, hija de una madre viuda. El barrio en que vivían tenía muchas carencias. La niña asistía a una escuela parroquial atendida por religiosas. Y en medio de sus carencias lo que más deseaba era comer pan con mantequilla. Un lujo que era inaccesible con los reducidos ingresos de su madre. Pero Rosita oyó de labios de la religiosa que les daba su clase de religión, que la oración era la fuerza del ser humano y la debilidad de Dios, o en otras palabras, que todo lo que se pidiera con fe, infaliblemente Dios lo concedería. 

Animada por esta afirmación, se le ocurrió, al rezar con las demás niñas el Padre Nuestro, decir: “ danos hoy el pan nuestro con mantequilla “. Lo que provocó una risa general en la clase. Pues bien, otra niña, le contó a su propia madre que habían reído mucho al rezar en clase, porque una niña rezaba el Padre Nuestro muy chistoso. Y le contó lo que acabo de narrar. Esta madre tenía mejor posición y se decidió a ser la mano invisible de la Divina Providencia. 

Dio orden al lechero de que todos los días dejara junto con la leche una barra de mantequilla en la morada de Rosita. Desde entonces nunca le faltó mantequilla para su pan. Por lo que Rosita llamaba a esta mantequilla, “ la mantequilla del Niño Dios ”. ¿ Y esta historia qué tiene que ver con el empresario ? Mucho. En el relato me llaman la atención cuatro personajes: la madre de Rosita, ésta misma, el lechero y la dama bondadosa. 

En ellos yo veo cuatro maneras de orar aplicables a la oración del empresario. La madre de Rosita trabajaba y con lo que ganaba no podía satisfacer el deseo de su hija. El empresario, por mucho que se fatigue, piense, cree, invente, diversifique su mercado y asuma su responsabilidad de crear riqueza para sí, para su familia, para sus colaboradores y para la población en general, no puede satisfacer todas sus necesidades y deseos. En tal caso su oración ha de ser, como la del Evangelio: “ Señor, he hecho todo lo que puedo, soy un siervo inútil. Lo demás lo tienes que hacer tú solo”. En Rosita veo al empresario que está pasando por dificultades, humanamente insuperables. 

Por eso siente que le fallaron sus planes y aun llega a dudar de su vocación de empresario. Los amigos, su inteligencia y su audacia, aun su fortuna ahorrada en los tiempos buenos, parecen que todo y todos lo han dejado solo. Cierto es que es el momento de ingeniárselas para no hundirse y arrastra a cuantos dependen de él al fracaso. También es el tiempo de orar con humildad, doblar su cabeza y como un niño arrodillarse y pedir confiadamente a su Padre Dios. Es la hora de orar con plena confianza en el apoyo que Dios no niega a los humildes. El lechero es como cualquier empresario, un medio, un instrumento inteligente y libre para que Dios por él dé casa, comida, vestido y sustento a otras personas, colaboradores, accionistas, proveedores, clientes y otros como son los gobernantes y los indigentes. 

Una vez los discípulos de Jesús, encargados por él de alimentar a una multitud – “ Dadles de comer “-, haciendo sus cálculos vieron que no tenían consigo lo suficientes para cumplir con esa misión y así se lo hicieron ver al Maestro. Y él lo resolvió, pero no directamente por él sino confirmándolos en su vocación de servicio. El empresario es un hombre eminentemente práctico, un hombre influyente en la sociedad..... un hombre de poder. Que no vaya a caer en el absurdo de creerse que sus éxitos solo son suyos y que no necesita de Dios. Y que por eso no ora. 

Es la época en que más necesita orar, con una oración de gratitud y de alabanza al Señor. En la dama bondadosa veo al empresario que da lo suyo – talento, riqueza, educación, audacia, voluntad férrea y perseverante, cualidades de liderazgo, y otras - para el bienestar y el bienser de otras personas-. Viene a ser el brazo potente de la Providencia Divina a su servicio y al servicio de los demás. Estos son sus colaboradores que obtienen de la empresa un medio digno de vivir como personas humanas y una seguridad económica para sus familias. ¡Cuántos empleos se necesitan hoy! También la empresa sirve a la sociedad, que por eso ha de progresar económica y moralmente. Y también, de una manera invisible en sí, pero muy notable en sus frutos están las obras culturales y de misericordia que viven de la empresa y, principalmente de la iniciativa del empresario. 

Su oración por eso, debe ser : “ ¡ Dame más, Señor, para que pueda dar más a tus hijos y no vayan a perecer de hambre de justicia, de solidaridad y de amor ¡” Finalmente, quiero terminar, recordando que todavía en tiempos no muy remotos, los labradores iban al campo cantando “el alabado”, que era una mirada a lo alto, a Dios, para darle las gracias y para pedirle su protección con buena salud, con buenos temporales y con abundantes cosechas. ¿No sería factible que el empresario USEM, que además de hombre de empresa es cristiano, empezara cada día, con una oración de alabanza por lo que ha recibido en su vocación tan especial, incomprendida para muchos, pero tan noble y tan necesaria?. La sociedad en que nos ha tocado vivir, tiene muchos problemas pero también tiene muchas esperanzas que en gran parte descansan en los hombres de empresa. ¿Sería demasiado exigente sugerir al empresario de aquí y de ahora que pidiera la protección del Señor para cumplir cabalmente con su cometido? En este sentido de su oración podría ser como la que antaño pronunciaban nuestros padres: “ Señor Dios, no nos dejes de tu mano.” 

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