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Leonardo Olivera Buera, Beato |
Es en brevedad la vida de un hombre que vivió
siempre al servicio de los demás. Sacerdote ejemplar, dedicado íntegramente
a su ministerio, pasó por esta vida haciendo el bien
y esto lo atestigua uno de sus beneficiarios, yo, hijo
de una hermana suya, que al quedar huérfano de padre,
nos acogió en su casa a mi madre y a
mi. A los cuatro años fallece mi madre, al poco
tiempo mi abuela materna que vivía con nosotros y quedé
solo con él.
Diez años viví en su compañía siendo testigo
de su grandeza de alma, de su bondad para con
todos, de su vida austera y de su trabajo intenso,
de su labor callada como apóstol del Evangelio.
Se levantaba todavía
de noche para rezar sus oraciones diarias, luego permanecía en
su despacho hasta la hora de la Santa Misa y
de las Confesiones. Por la tarde permanecía asiduamente en su
despacho recibiendo visitas de alumnos, ex alumnos, hermanos de la
comunidad, siendo raro el día que no terminase su labor
a las 10 u 11 de la noche.
Mi máxima ilusión
consistía en poder salir a pasear con él por el
paseo de la Bonanova en los días de fiesta y
dialogar con él. Cierta tarde me dijo en uno de
estos paseos (yo tendría aproximadamente nueve años): "Mira Joaquín... ¿Sabes
cuál sería mi máxima ilusión en esta vida? , pues
sería la de darla por Jesucristo, siendo mártir, dando la
vida por El".
Aquellas palabras quedaron grabadas en mi corazón y
fueron como una premonición de lo que ocurriría año y
pico más tarde.
En la tarde del 23 de Octubre de
1.936, llegan a casa de su hermana Aurelia en Valencia
(donde nos habíamos refugiado mi tío y yo), tres hombres
con fusil. Preguntan por él y se manifiesta sacerdote de
Jesucristo elevando sus ojos al cielo. Se lo llevan y
entre mofas e insultos es asesinado a tiros camino del
Saler. Su cuerpo y su rostro quedan acribillados a balazos,
pero su alma Santa sube al cielo para ocupar un
puesto junto a Jesucristo al que tanto había amado en
vida.
Ha sido beatificado en Roma y si yo como testigo
de su vida, tuviera nuevamente de manifestar quién fue él;
diría que fue un alma que pasó por este mundo
haciendo el bien, viviendo humildemente, siendo el paño de lágrimas
de toda la familia y de cuantos necesitaron de su
consejo.
En fin, fue un sacerdote católico que vivió para el
Evangelio y para ser testigo de Jesucristo aquí en la
tierra.
Estoy convencido que desde el cielo intercederá por nosotros y
que se cumplirá lo que un día dijo Tertuliano: "La
sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos".
El beato
Leonardo Olivera es uno de los mártires de la Iglesia
en España. Para ver más sobre los 233 mártires
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