jueves, 31 de enero de 2013

Oficio de Difuntos


 

                                               Me hiciste de tierra, me vestiste de carne.

Resucítame, en el ultimo día, Señor y Redentor mío.+

 



 
Acuérdate de mi en cuando estés en tu reino, Señor.+

 

OFICIO DE DIFUNTOS.

 

En el tiempo pascual, si se juzga oportuno puede añadirse Aleluya al fin de las antífonas, de los versículos y de los responsorios.

 

Las oraciones deben adaptarse, cambiando el género y número, según las circunstancias.

 

Invitatorio

 

Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los que viven.

 

Laúdes.

 

HIMNO

I

 

Salen de la ciudad en larga hilera

los amigos del hombre, entristecidos,

llevan al joven muerto en la litera,

su madre lo acompaña entre gemidos.

 

Lazos de muerte a todos nos alcanzan,

las redes del abismo nos envuelven,

pueblos enteros lentamente avanzan,

y todos los que van ya nunca vuelven.

 

Alza tu voz, Jesús resucitado;

detente, caravana de la muerte,

mira al Señor Jesús, él ha pagado

el precio del rescate de tu suerte.

 

Llora, Raquel, de gozo y alegría,

tus hijos vivirán eternamente.

Danos, Señor, llegar a tu gran día,


que de ansia de vivir el alma muere. Amén.

 
 

II

 

Déjame, Señor, así;

déjame que en ti me muera,

mientras la brisa en la era

dora el tamo que yo fui.

 

Déjame que dé de mí

el grano limpio, y que fuera,

en un montón, toda entera,

caiga el alma para ti.

 

Déjame, cristal, infancia,

tarde seca, sol violento,

crujir de trigo en sazón.

 

Coge, Señor, mi abundancia,

mientras se queda en el viento

el olor del corazón.

 

Gloria al Padre, gloria al Hijo,

gloria al Espíritu Santo,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

III

 

¿Cuándo, Señor, tendré el gozo de verte?

¿Por qué para el encuentro deseado

tengo que soportar, desconsolado,

el trágico abandono de la muerte?

 

Padre mío, ¿me has abandonado?

Encomiendo mi espíritu en tus manos.

Los dolores de muerte sobrehumanos

dan a luz el vivir tan esperado.

 

Se acabaron la lucha y el camino,

y, dejando el vestido corruptible,

revistióme mi Dios de incorruptible.

 

A la noche del tiempo sobrevino

el día del Señor; vida indecible,

aun siendo mía, es ya vivir divino. Amén.

 

Ant. 1. Se alegrarán en el Señor los huesos quebrantados.

 

Salmo 50


 

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

por tu inmensa compasión borra mi culpa;

lava del todo mi delito,

limpia mi pecado.

 

Pues yo reconozco mi culpa,

tengo siempre presente mi pecado:

contra ti, contra ti solo pequé,

cometí la maldad que aborreces.

 

En la sentencia tendrás razón,

en el juicio resultarás inocente.

Mira, en la culpa nací,

pecador me concibió mi madre.

 

Te gusta un corazón sincero,

y en mi interior me inculcas sabiduría.

Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;

lávame: quedaré más blanco que la nieve.

 

Hazme oír el gozo y la alegría,

que se alegren los huesos quebrantados.

Aparta de mi pecado tu vista,

borra en mí toda culpa.

 

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,

renuévame por dentro con espíritu firme;

no me arrojes lejos de tu rostro,

no me quites tu santo espíritu.

 

 

 

Devuélveme la alegría de tu salvación,

afiánzame con espíritu generoso:

enseñaré a los malvados tus caminos,

los pecadores volverán a ti.

 

Líbrame de la sangre, oh Dios,

Dios, Salvador mío,

y cantará mi lengua tu justicia.

Señor me abrirás los labios,

y mi boca proclamará tu alabanza.

 

Los sacrificios no te satisfacen:

si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.

Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;

un corazón quebrantado y humillado,

tú no lo desprecias.

 

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,

reconstruye las murallas de Jerusalén:

entonces aceptarás los sacrificios rituales,

ofrendas y holocaustos,

sobre tu altar se inmolarán novillos.

 

Ant.1  Se alegrarán en el Señor los huesos quebrantados.

 

Ant. 2. Líbrame, Señor, de las puertas del abismo.

 

Cántico, Is 38,10-14.16b-20

 

Yo pensé: «En medio de mis días

tengo que marchar hacia las puertas del abismo;

me privan del resto de mis años.»

 

Yo pensé: «Ya no veré más al Señor

en la tierra de los vivos,

ya no miraré a los hombres

entre los habitantes del mundo.

 

 

 

 

Levantan y enrollan mi vida

como una tienda de pastores.

Como un tejedor, devanaba yo mi vida,

y me cortan la trama.»

 

Día y noche me estás acabando,

sollozo hasta el amanecer.

 

 

Me quiebras los huesos como un león,

día y noche me estás acabando.

 

Estoy piando como una golondrina,

gimo como una paloma.

Mis ojos mirando al cielo se consumen:

¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!

 

Me has curado, me has hecho revivir,

la amargura se me volvió paz

cuando detuviste mi alma ante la tumba vacía

y volviste la espalda a todos mis pecados.

 

El abismo no te da gracias,

ni la muerte te alaba,

ni esperan en tu fidelidad

los que bajan a la fosa.

 

Los vivos, los vivos son quienes te alaban:

como yo ahora.

El padre enseña a sus hijos tu fidelidad.

 

Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas

todos nuestros días en la casa del Señor.

 

Ant.2  Líbrame, Señor, de las puertas del abismo.

 

Ant. 3. Alabaré al Señor mientras viva.

 

 

 

 

Salmo 145

 

Alaba, alma mía, al Señor:

alabaré al Señor mientras viva,

tañeré para mi Dios mientras exista.

 

No confiéis en los príncipes,

seres de polvo que no pueden salvar;

exhalan el espíritu y vuelven al polvo,

ese día perecen sus planes.

 

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,

el que espera en el Señor, su Dios,

que hizo el cielo y la tierra,

el mar y cuanto hay en él;

 

que mantiene su fidelidad perpetuamente,

que hace justicia a los oprimidos,

que da pan a los hambrientos.

 

El Señor liberta a los cautivos,

el Señor abre los ojos al ciego,

el Señor endereza a los que ya se doblan,

el Señor ama a los justos.

 

El Señor guarda a los peregrinos,

sustenta al huérfano y a la viuda

y trastorna el camino de los malvados.

 

El Señor reina eternamente,

tu Dios, Sión, de edad en edad.

 

Ant. Alabaré al Señor mientras viva.

 

***

O bien:

 

Ant. 3. Todo ser que alienta alabe al Señor.

 

Salmo 150


 

Alabad al Señor en su templo,

alabadlo en su fuerte firmamento.

 

Alabadlo por sus obras magníficas,

alabadlo por su inmensa grandeza.

 

Alabadlo tocando trompetas,

alabadlo con arpas y cítaras,

 

alabadlo con tambores y danzas,

alabadlo con trompas y flautas,

 

alabadlo con platillos sonoros,

alabadlo con platillos vibrantes.

 

Todo ser que alienta alabe al Señor.

 

Ant.3  Todo ser que alienta alabe al Señor.

 

X LECTURA BREVE-

 

Creemos que Jesús ha muerto y resucitado; del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. (1Ts 4,14)

 

RESPONSORIO BREVE

 

R/. Te ensalzaré, Señor, * Porque me has librado. Te ensalzaré.

V/. Cambiaste mi luto en danza. * Porque me has librado. Gloria al Padre. Te ensalzaré.

 

Benedictus, ant.:

 

Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre.

 

O bien, en tiempo pascual: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre. Aleluya.

 

Benedictus, Lc 1,68-79


El Mesías y su precursor


 

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

         porque ha visitado y redimido a su pueblo,

         suscitándonos una fuerza de salvación

         en la casa de David, su siervo,

         según lo había predicho desde antiguo

         por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

         y de la mano de todos los que nos odian;

         realizando la misericordia

         que tuvo con nuestros padres,

         recordando su santa alianza

         y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

 

Para concedernos que, libres de temor,

         arrancados de la mano de los enemigos,

         le sirvamos con santidad y justicia,

         en su presencia, todos nuestros días.

 

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

         porque irás delante del Señor

         a preparar sus caminos,

         anunciando a su pueblo la salvación,

         el perdón de sus pecados.

 

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

         nos visitará el sol que nace de lo alto,

         para iluminar a los que viven en tinieblas

         y en sombra de muerte,

         para guiar nuestros pasos

 

         por el camino de la paz.

X Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén. (Aleluya.)

 

PRECES. (Intercesión)

 

Oremos a Dios Padre todopoderoso, que ha resucitado a Jesucristo de entre los muertos y vivificará también nuestros cuerpos mortales, y digámosle:

 

Señor, danos la vida en Cristo.

 

Padre santo, ya que por el bautismo hemos sido sepultados con Cristo en la muerte y con él hemos      —resucitado, haz que de tal forma andemos en vida nueva, que aún después de nuestra muerte vivamos para siempre con Cristo.

                                                                                                                                                                            R.

Pastor providente, que nos has dado el pan vivo bajado del cielo, para que lo comamos santamente,

—haz que al comerlo tengamos vida eterna y resucitemos en el último día.

                                                                                                                                                                            R.

Oh Señor, que enviaste un ángel para que confortara a tu Hijo en la agonía de Getsemaní,

—dígnate consolarnos en nuestro tránsito con la dulzura de tu esperanza.

                                                                                                                                                                            R.

Tú que libraste a los tres jóvenes del fuego ardiente,

—libra también las almas de los difuntos del castigo que sufren por sus pecados.

                                                                                                                                                                            R.

Dios y Señor de vivos y de muertos, que resucitaste a Cristo del sepulcro,

—resucita también a los difuntos, y a nosotros danos un lugar junto a ellos en tu gloria.

 

(Se pueden añadir algunas intenciones libres.)

 

***

                Confiando en el Señor, pidamos al Padre que colme también de bienes a nuestra familia: Padre nuestro.

 

 

 

Padre nuestro, que estás en el cielo,

         santificado sea tu Nombre:

         venga a nosotros tu reino;

         hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

         Danos hoy nuestro pan de cada día;

         perdona nuestras ofensas,

         como también nosotros perdonamos

         a los que nos ofenden;

         no nos dejes caer en la tentación,

         y líbranos del mal.

 

Oración

 

Escucha, Señor, nuestras súplicas, para que, al confesar la resurrección de Jesucristo, tu Hijo, se afiance también la esperanza de que nuestro hermano N. resucitará. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

O bien:

 

Oh Dios, gloria de los fieles y vida de los justos, nosotros, los redimidos por la muerte y resurrección de tu Hijo, te pedimos que acojas con bondad a tu siervo N., y pues creyó en la resurrección futura, merezca alcanzar los gozos de la eterna bienaventuranza. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

O bien, en tiempo pascual:

 

Dios de poder y misericordia, cuyo Hijo se entregó voluntariamente a la muerte por todos nosotros, concede a tu siervo N. participar con él en la admirable victoria de su resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

Para varios difuntos:

 

OH Dios, que resucitaste a tu Hijo para que, venciendo la muerte, entrara en tu reino, concede a tus hijos [N. y N.] difuntos que, superada su condición mortal, puedan contemplarte para siempre como su Creador y Salvador. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

Para los hermanos, parientes y bienhechores:

 

Oh Dios, que concedes el perdón de los pecados y quieres la salvación de los hombres, por intercesión de santa María, la Virgen, y de todos los santos, concede a nuestros hermanos, parientes y bienhechores que han salido ya de este mundo alcanzar la eterna bienaventuranza. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ORACION DE LA TARDE. (Vísperas).

X  

(Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.

 

X Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya

 

HIMNO

I

 

Tú, Señor, que asumiste la existencia,

la lucha y el dolor que el hombre vive,

no dejes sin la luz de tu presencia

la noche de la muerte que lo aflige.

 

Te rebajaste, Cristo, hasta la muerte,

y una muerte de cruz, por amor nuestro;

así te exaltó el Padre, al acogerte,

sobre todo poder de tierra y cielo.

 

Para ascender después gloriosamente,

bajaste sepultado a los abismos;

fue el amor del Señor omnipotente

más fuerte que la muerte y que su sino.

 

Primicia de los muertos, tu victoria

es la fe y la esperanza del creyente,

el secreto final de nuestra historia,

abierta a nueva vida para siempre.

 

Cuando la noche llegue y sea el día

de pasar de este mundo a nuestro Padre,

concédenos la paz y la alegría

de un encuentro feliz que nunca acabe. Amén.

 

 

II

 

¡Líbrame de esta carne de pecado

de la que siento en alas desasirme,

Señor, que, en una cruz, por redimirme,

diste todo en la llaga del costado!

 

¿Y volaré, para volver atado

a mi antigua enemiga?; ¿andaré firme

el día que otra vez vuelva a vestirme

de la túnica inútil del pasado?

 

Vivo en la fe, y el alma no se atreve

a pedir verte sólo en lo inefable,

sólo en aliento y en blancor de nieve.

 

¡Otra vez lo corpóreo, lo palpable!

¡Que mi segunda carne sea leve!

Dame, Señor, la vida perdurable!

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

II

 

Si vivimos, vivimos para Dios;

si morimos, morimos para Dios;

en la vida y en la muerte,

somos de Dios.

 

Nuestras vidas son del Señor,

en sus manos descansarán;

el que cree y vive en él

no morirá.

 

Con Cristo viviré,

con Cristo moriré;

llevando en el cuerpo

 

 

la muerte del Señor;

llevando en el alma

la vida del Señor.

 

Si vivimos, vivimos para Dios;

si morimos, morimos para Dios;

en la vida y en la muerte,

somos de Dios. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant. 1. El Señor te guarda de todo de mal, él guarda tu alma.

 

Salmo 120

 

Levanto mis ojos a los montes:

¿de dónde me vendrá el auxilio?

El auxilio me viene del Señor,

que hizo el cielo y la tierra.

 

No permitirá que resbale tu pie,

tu guardián no duerme;

no duerme ni reposa

el guardián de Israel.

 

El Señor te guarda a su sombra,

está a tu derecha;

de día el sol no te hará daño,

ni la luna de noche.

 

El Señor te guarda de todo mal,

él guarda tu alma;

el Señor guarda tus entradas y salidas,

ahora y por siempre.

 

Ant 1 . El Señor te guarda de todo de mal, él guarda tu alma.

 

Ant. 2. Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?

 

 

Salmo 129


 

Desde los hondo a ti grito, Señor;

Señor, escucha mi voz;

estén tus oídos atentos

a la voz de mi súplica.

 

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,

¿quién podrá resistir?

Pero de ti procede el perdón,

y así infundes respeto.

 

Mi alma espera en el Señor,

espera en su palabra;

mi alma aguarda al Señor,

más que el centinela a la aurora.

 

Aguarde Israel al Señor,

como el centinela a la aurora;

porque del Señor viene la misericordia,

la redención copiosa;

y él redimirá a Israel

de todos sus delitos.

 

Ant 2 . Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?

 

Ant. 3. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.

 

Cántico: Flp 2,6-11


 

Cristo, a pesar de su condición divina,

no hizo alarde de su categoría de Dios;

al contrario, se despojó de su rango

y tomó la condición de esclavo,

pasando por uno de tantos.

 

 

 

 

Y así, actuando como un hombre cualquiera,

se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,

y una muerte de cruz.

 

Por eso Dios lo levantó sobre todo

y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;

de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble

en el cielo, en la tierra, en el abismo,

y toda lengua proclame:

Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

 

Ant. 3. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.

 

X LECTURA BREVE-

 

¿Dónde está muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la ley. ¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo! (1Co 15,55-57)

 

RESPONSORIO BREVE

 

R/. A ti, Señor, me acojo: * No quede nunca yo defraudado. A ti.

V/. Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. * No quede nunca yo defraudado. Gloria al Padre. A ti.

 

O bien:

 

R/. En tu misericordia, Señor, * Concédeles el descanso. En tu misericordia.

V/. Tú que has de venir a juzgar a vivos y muertos. * Concédeles el descanso. Gloria al Padre. En tu misericordia.

X Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Magníficat, ant.:

 

Todos los que el Padre me ha entregado vendrán a mí; y al que venga a mí no lo echaré fuera.

 

O bien, en tiempo pascual: El Crucificado resucitó de entre los muertos y nos redimió. Aleluya.

 

Magníficat, Lc 1, 46-55


Alegría del alma en el Señor

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

 

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

 

Él hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.

 

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de la misericordia

—como lo había prometido a nuestros padres—

en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

X Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

 

 

PRECES. (Intercesión)

 

Oremos al Señor Jesús, que transformará nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el suyo, y digámosle:

 

Tú, Señor, eres nuestra vida y nuestra resurrección.

 

OH Cristo, Hijo de Dios vivo, que resucitaste de entre los muertos a tu amigo Lázaro,

—lleva a una resurrección de vida a los difuntos que rescataste con tu sangre preciosa.

                                                                                                                                                                            R.

OH Cristo, Señor Jesús, de cuyo costado salió sangre y agua,

—renueva la Iglesia con los sacramentos de la nueva y eterna alianza.

                                                                                                                                                                            R.

OH Cristo, consolador de los afligidos, que, ante el dolor de los que lloraban la muerte de Lázaro, del joven de Naín y de la hija de Jairo, acudiste compasivo a enjugar sus lágrimas,

—consuela también ahora a los que lloran la muerte de sus seres queridos.

                                                                                                                                                                            R.

OH Cristo salvador, destruye en nuestro cuerpo mortal el dominio del pecado por el que merecimos la muerte,

—para que obtengamos en ti la vida eterna.

                                                                                                                                                                            R.

OH Cristo redentor, mira benignamente a los que, por no conocerte, viven sin esperanza,

—para que crean también ellos en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro.

                                                                                                                                                                            R.

Tú que, al dar la vista al ciego de nacimiento, hiciste que pudiera mirarte,

—descubre tu rostro a los difuntos que todavía carecen de tu resplandor.

                                                                                                                                                                            R.

Tú, Señor, que permites que nuestra morada corpórea sea destruida,

—concédenos una morada eterna en los cielos.

 

(Se pueden añadir algunas intenciones libres.)

 

***

 

 

 

 

 

 

Confiando en el Señor, pidamos al Padre que colme también de bienes a nuestra familia: Padre nuestro.

Padre nuestro, que estás en el cielo,

         santificado sea tu Nombre:

         venga a nosotros tu reino;

         hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

         Danos hoy nuestro pan de cada día;

         perdona nuestras ofensas,

         como también nosotros perdonamos

         a los que nos ofenden;

         no nos dejes caer en la tentación,

         y líbranos del mal.

 

 

Oración

 

Escucha, Señor, nuestras súplicas, para que, al confesar la resurrección de Jesucristo, tu Hijo, se afiance también la esperanza de que nuestro hermano N. resucitará. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

O bien:

 

Oh Dios, gloria de los fieles y vida de los justos, nosotros, los redimidos por la muerte y resurrección de tu Hijo, te pedimos que acojas con bondad a tu siervo N., y pues creyó en la resurrección futura, merezca alcanzar los gozos de la eterna bienaventuranza. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

O bien, en tiempo pascual:

 

Dios de poder y misericordia, cuyo Hijo se entregó voluntariamente a la muerte por todos nosotros, concede a tu siervo N. participar con él en la admirable victoria de su resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

 

 

Para varios difuntos:

 

Oh Dios, que resucitaste a tu Hijo para que, venciendo la muerte, entrara en tu reino, concede a tus hijos [N. y N.] difuntos que, superada su condición mortal, puedan contemplarte para siempre como su Creador y Salvador. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

Para los hermanos, parientes y bienhechores:

 

Oh Dios, que concedes el perdón de los pecados y quieres la salvación de los hombres, por intercesión de santa María, la Virgen, y de todos los santos, concede a nuestros hermanos, parientes y bienhechores que han salido ya de este mundo alcanzar la eterna bienaventuranza. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

 

Completas del domingo de después de las II Vísperas.

 

 

_________

***

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Antes del descanso nocturno. (Completas).

X  

(Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.

X Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya

 

EXAMEN DE CONCIENCIA.

 

Hermanos: Llegados al fin de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos humildemente nuestros pecados.

 

Tras el silencio se continúa con una de las siguientes fórmulas:

 

1ª.-

Yo confieso ante Dios Todopoderoso

y ante vosotros, hermanos,

que he pecado mucho

de pensamiento, palabra, obra y omisión.

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

 

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,

a los ángeles, a los santos

y a vosotros, hermanos,

que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

 

2ª.-

V/. Señor, ten misericordia de nosotros.

R/. Porque hemos pecado contra ti.

V/. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

R/. Y danos tu salvación.

 

 

 

 

 

 

3ª.-

V/. Tú que has sido enviado a sanar los corazones afligidos:

Señor, ten piedad.

R/. Señor, ten piedad.

V/. Tú que has venido a llamar a los pecadores:

Cristo, ten piedad.

R/. Cristo, ten piedad.

V/. Tú que estás sentado a la derecha del Padre

para interceder por nosotros: Señor, ten piedad.

R/. Señor, ten piedad.

 

Se concluye diciendo:

 

V/. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

 

R/. Amén.

 

HIMNO

I

 

Gracias, porque al fin del día

podemos agradecerte

los méritos de tu muerte

y el pan de la Eucaristía,

la plenitud de alegría

de haber vivido tu alianza,

la fe, el amor, la esperanza

y esta bondad de tu empeño

de convertir nuestro sueño

en una humilde alabanza.

 

Gloria al Padre, gloria al Hijo,

gloria al Espíritu Santo,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

 

 

 

II

 

Nos cubren las tinieblas

con su intangible velo;

nos acosa la noche con sus ojos,

y reza el pensamiento.

 

Los astros en tus bóvedas,

Señor de universo,

vigilarán lo oscuro,

vigilarán el sueño.

Nosotros dormiremos. Amén.

 

Fuera del tiempo pascual, ant.: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

 

Tiempo pascual, ant.: Aleluya, aleluya, aleluya.

 

Salmo 90

A la sombra del Omnipotente

 

Os he dado potestad para pisotear

serpientes y escorpiones. (Lc 10,19)

 

Tú que habitas al amparo del Altísimo,

que vives a la sombra del Omnipotente,

di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío,

Dios mío, confío en ti.»

 

Él te librará de la red del cazador,

de la peste funesta.

Te cubrirá con sus plumas,

bajo sus alas te refugiarás:

su brazo es escudo y armadura.

 

No temerás el espanto nocturno,

ni la flecha que vuela de día,

ni la peste que se desliza en las tinieblas,

ni la epidemia que devasta a mediodía.

 

 

 

Caerán a tu izquierda mil,

diez mil a tu derecha;

a ti no te alcanzará.

 

Nada más mirar con tus ojos,

verás la paga de los malvados,

porque hiciste del Señor tu refugio,

tomaste al Altísimo por defensa.

 

No se te acercará la desgracia,

ni la plaga llegará hasta tu tienda,

porque a sus ángeles ha dado órdenes

para que te guarden en tus caminos;

 

te llevarán en sus palmas,

para que tu pie no tropiece en la piedra;

caminarás sobre áspides y víboras,

pisotearás leones y dragones.

 

«Se puso junto a mí: lo libraré;

lo protegeré porque conoce mi nombre,

me invocará y lo escucharé.

 

Con él estaré en la tribulación,

lo defenderé, lo glorificaré,

lo saciaré de largos días

y le haré ver mi salvación.»

 

Fuera del tiempo pascual, ant.: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

 

Tiempo pascual, ant.: Aleluya, aleluya, aleluya.

 

Tiempo ordinario:

(Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua en el Propio del tiempo.)

 

X Lectura Bíblica.

 

Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado. (Dt 6,4-7)

 

Otros himnos, propios del Tiempo Ordinario, en el Salterio.

RESPONSORIO BREVE

 

R/. A tus manos, Señor, * Encomiendo mi espíritu. A tus manos.

V/. Tú, el Dios leal, nos librarás. * Encomiendo. Gloria al Padre. A tus manos.

 

 

Tiempo pascual:

 

R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. * Aleluya, aleluya. A tus manos.

 

V/. Tú, el Dios leal, nos librarás. * Aleluya. aleluya. Gloria al Padre. A tus manos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

 

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos para que velemos con Cristo y descansemos en paz. (T.P. Aleluya)

 

Nunc dimittis, Lc 2, 29-32

Cristo, luz de las naciones y gloria de Israel

 

Ahora, Señor, según tu promesa,

puedes dejar a tu siervo irse en paz.

 

Porque mis ojos han visto a tu Salvador.

a quien has presentado ante todos los pueblos:

 

luz para alumbrar a las naciones

y gloria de tu pueblo Israel.

 

Gloria al Padre.

 

X Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

 

 

La oración conclusiva va precedida de la invitación «Oremos». Al final se responde: «Amén», y se concluye:

 

El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa.

 

R/. Amén.

 

 

Oración Conclusiva.

 

Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

O

 

Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles habiten en ella y nos guarden en paz, y que tu bendición permanezca siempre con nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

Antífonas finales a la Santísima Virgen María

 

I

 

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,

vida, dulzura y esperanza nuestra;

Dios te salve.

 

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;

a ti suspiramos, gimiendo y llorando,

en este valle de lágrimas.

 

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,

vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos,

y, después de este destierro,

muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

 

 

 

II

 

Madre del Redentor, virgen fecunda,

puerta del cielo siempre abierta,

estrella del mar,

ven a librar al pueblo que tropieza

y quiere levantarse.

 

Ante la admiración de cielo y tierra,

engendraste a tu santo Creador,

y permaneces siempre virgen.

 

Recibe el saludo del ángel Gabriel,

y ten piedad de nosotros, pecadores.

 

III

 

Salve, Reina de los cielos

y Señora de los ángeles;

salve, raíz; salve, puerta,

que dio paso a nuestra luz.

 

Alégrate, virgen gloriosa,

entre todas la más bella;

salve, oh hermosa doncella,

ruega a Cristo por nosotros.

 

IV

 

Bajo tu protección nos acogemos,

santa Madre de Dios;

no deseches las súplicas

que te dirigimos en nuestras necesidades;

antes bien, líbranos siempre de todo peligro,

oh Virgen gloriosa y bendita.

 

 

 

 

 

 

Tiempo pascual

 

Reina del cielo, alégrate, aleluya,

porque el Señor,

a quien has merecido llevar, aleluya,

ha resucitado, según su palabra, aleluya.

Ruega al Señor por nosotros, aleluya.

 

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