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Buenaventura de Potenza, Beato |
Buenaventura nació en Potenza, Basilicata el 4 de enero de
1651 hijo de Lelio Lavagna y Catalina Pica. Pasó los
primeros 15 años de su vida en gran pureza de
costumbres y fervor religioso: reflejaba la pureza en el rostro
y en sus ojos. El 4 de octubre de 1666
tomó el hábito religioso entre los Hermanos Menores Conventuales en
Nocera dei Pagani. Después del noviciado hizo los estudios humanísticos
y teológicos en Aversa, Madaloni, Benevento y Amalfi, donde fue
ordenado sacerdote. Por 8 años tuvo como maestro de espíritu
al venerable Domingo Giurardelli de Muro Lucano.A pesar de su
resistencia a ocupar puestos de responsabilidad, Buenaventura en octubre de
1703 fue nombrado maestro de novicios y trasladado a Nocera
dei Pagani, donde se ocupó por cuatro años en la
formación espiritual de los jóvenes. En junio de 1707, mientras
estaba en el convento de Santo Spirito de Nápoles por
razones de salud, se prodigó en la asistencia a los
enfermos de cólera, epidemia que se desató en Vomero. El
4 de enero de 1710 fue destinado al convento de
Ravello, donde asumió la dirección espiritual de los monasterios de
Santa Clara y de San Cataldo.
Fiel imitador del Seráfico Patriarca,
Buenaventura guardaba con celoso cuidado el precioso tesoro de la
pobreza que brillaba en su hábito, lleno de remiendos, en
su celda y en toda su vida. Por naturaleza tenía
un temperamento fogoso, fácil a la ira, pero con la
fuerza de su carácter y con la ayuda de Dios
supo adquirir una paciencia y una dulzura inalterables. Frente a
los reproches, a las injusticias y a las injurias, aunque
sentía bullir su sangre en las venas y palpitar violentamente
el corazón, sin embargo lograba conservar un absoluto dominio de
sí mismo.Su austeridad era inaudita. Los viernes se flagelaba hasta
derramar sangre, en recuerdo de la Pasión de Cristo. Para
con los pobres, los enfermos y los afligidos era compasivo
y les prestaba asistencia. Como auténtico sacerdote de Cristo su
magisterio era evangélico. Con una sola predicación ordinariamente llegaba a
convertir a los pecadores, y a veces, como el buen
pastor, iba a sus casas para buscarlos como la oveja
perdida. Su confesionario se mantenía asediado de penitentes. A veces
pasaba en él días enteros. Fue fervoroso y celoso devoto
de la Virgen. En las predicaciones invitaba a los fieles
a la confianza y al amor hacia la divina Madre.
No emprendía ninguna iniciativa sin colocarla bajo su protección. La
Inmaculada Concepción de María, aunque no era dogma definido, para
él era una verdad de la cual no se podía
dudar. Su vida estuvo marcada por carismas singulares y prodigios.
Después de ocho días de enfermedad, a los 60 años,
el 26 de octubre de 1711, con el nombre de
María en sus labios, expiró serenamente en Ravello.
Beatificado por
Pio VI el 26 de noviembre de 1775
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