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Gerardo de Brogne, Santo |
Abad
Martirologio Romano: En la región de Namur, en Lotaringia, san
Gerardo, primer abad del monasterio de Brogne, que él mismo
había fundado. Trabajó para instaurar la disciplina monástica en Flandes
y Lotaringia, y ayudó a muchos monasterios a recuperar la
observancia primitiva (959).
El ejemplarísimo abad san Gerardo, fue hijo de
Estancio, varón ilustre de la casa de Haganón, duque de
la Austrasia inferior, y de Plectrudis, hermana de Esteban, obispo
de Lieja.
Hiciéronle seguir sus padres desde muy joven la carrera
de las armas, propia a la sazón de mancebos nobles,
y le enviaron a la corte de Berengario conde de
Namur; donde resplandeció así por la modestia de sus costumbres,
como por la discreción de sus palabras y natural elegancia
de su persona.
Cobróle tanto amor el conde, que le llevó
a su casa, y se servía de él para muchas
cosas de importancia, y así le envió a Francia por
su embajador para tratar con el príncipe Roberto un negocio
grave que se le ofrecía. Luego que llegó a París,
dejando allí sus criados, se fue solo al monasterio de
san Dionisio para retirarse en él algunos días; y quedó
tan edificado de la virtud de los monjes, y tan
aficionado al sosiego y felicidad de la vida religiosa, que
determinó dar libelo de repudio a todas las cosas de
la tierra, para recogerse a servir a Dios en aquel
monasterio.
Trató los negocios a que iba, y volviendo a dar
cuenta de ellos al conde Berengario, suplicóle que le diese
licencia pata profesar en dicho monasterio: y aunque con mucha
dificultad y tristeza del conde, obtuvo su beneplácito. Vistióse pues
el hábito de san Benito, y desde luego fue espejo
de toda santidad y virtud.
Allí comenzó a estudiar desde las
primeras letras como niño, y aprovechó tanto en las humanas
y después en las divinas, que a los nueve años
de su conversión se ordenó de sacerdote con grande gozo
de su espíritu, y aprovechamiento de los otros monjes, de
los cuales era tenido en gran veneración. Fue el primer
abad del célebre monasterio de Broñá, a cuya iglesia trasladó
con gran solemnidad muchas reliquias de santos cuerpos.
Un día vino
al monasterio una mujer ciega y pidió que le diesen
del agua con que el santo diciendo misa se había
lavado los dedos: lavóse con ella los ojos, y luego
cobró la vista. Habiendo recibido el marqués Arnulfo, señor de
Flandes, de mano del santo la Comunión, se vio enteramente
libre de un mal de piedra que le fatigaba mucho,
encomendóle el gobierno de todas las abadías que tenía en
su estado, y el santo las reformó, y tuvo cargo
de diez y ocho monasterios, en los cuales floreció la
más perfecta observancia religiosa. Finalmente recogido en su pobre monasterio
de Bro ñá, y cargado de días y merecimientos, dio
su espíritu al Señor, el cual le ilustró con muchos
milagros.
REFLEXIÓN
Siempre han sido las órdenes religiosas semillero de
santos, y la vida ejemplar de sus miembros poderoso aliciente
para atraer las almas a la virtud. Si no tienes
valor, oh cristiano, para despojarte, a imitación de san Gerardo,
de las cosas de la tierra (que tarde o temprano
te ha de arrebatar la muerte), tenlo al menos para
dejarlas con el afecto, poniendo tu principal cuidado en amar
y servir a Dios solamente y a todas las de
más cosas sólo en Él y por Él. Porque ¿de
qué nos aprovechará ganar todo el mundo, si perdemos el
alma? Esta máxima bien ponderada hizo de un Javier un
apóstol: ésta ha poblado el cielo de santos y ésta
debe ser la única norma de todas nuestras acciones. ¡Dichoso
quien se guía por ella, pues tiene asegurada su eterna
salvación, único negocio para el cual estamos en este mundo,
y que nos ha de preocupar seriamente!
ORACIÓN
Rogámoste, Señor, que nos recomiende delante de Ti la intercesión
del bienaventurado abad Gerardo, para que alcancemos con su patrocinio
lo que no podemos conseguir por nuestros méritos. Por Jesucristo
Nuestro Señor. Amén
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