![Simeón el Estilita el Joven, Santo](https://lh3.googleusercontent.com/blogger_img_proxy/AEn0k_sd3L17kwp538pwAeBLYlZ35REkeqfWtfO6fo7ZcFBuKzn0lgVk8GxsKQMa-uv8Fypq8QERRV_K9AUGvQECvRARyHS5Dg3zDpos_UsWzFQKW0rA_YL-8rsZB-jqDWAmTTellkmT3LemwlCUNP1IDb48MeOnPQ=s0-d) |
Simeón el Estilita el Joven, Santo |
Alrededor del año 517, nació Simeón en
Antioquia, de una mujer llamada Marta, que también
es venerada como santa. Su padre, natural de Edessa, pereció
en un terremoto cuando Simeón tenía cinco años. Desde entonces,
se contaban cosas extrañas sobre el chiquillo, quien acabó por
alejarse de su ciudad natal y anduvo errante por las
montañas hasta llegar a un pequeño monasterio en el que
se refugió y, por expreso deseo, se puso bajo la
guía y la tutela de un estilita muy conocido que
se llamaba Juan. Durante el resto de su vida, el
ermitaño se ocupó de Simeón, quien también construyó su pilar
cerca del de su maestro. Desde la edad de siete
años, antes de haber perdido sus dientes de leche, Simeón
estableció su morada en la columna. Muy pronto la fama
de su excentricidad, de su santidad y de sus poderes
para realizar milagros, se extendió tanto que, para evitar la
constante visita de peregrinos, Simeón se retiró a vivir en
la cumbre de una roca, sobre una montaña inaccesible que
llegó a conocerse con el nombre de Monte de Maravillas.
Por entonces, tenía veinte años. Una década después, como resultado
de una visión, estableció un monasterio para sus discípulos y
mandó levantar una nueva columna para él mismo, a la
que fue conducido, solemnemente, por dos obispos.
De
esta manera extraordinaria, pero auténtica sin duda, vivió Simeón durante
otros cuarenta y cinco años. De vez en cuando, se
trasladaba a otro pilar; cuando tenía treinta y tres años,
fue ordenado sacerdote, sin haber bajado de su columna, puesto
que el obispo subió para hacerle la imposición de manos.
Al parecer, sobre la columna había una plataforma de amplitud
suficiente para que Simeón pudiese celebrar la misa ahí mismo;
sus discípulos ascendían por una escalera para recibir la comunión
de sus manos. En los registros de su historia se
afirma que Dios manifestó la santidad de su siervo con
el don de hacer milagros, sobre todo la curación de
enfermos, el vaticinio de las cosas por venir, y el
conocimiento de los pensamientos secretos de los demás. Evagrio, historiador
sirio, fue testigo de muchas de aquellas maravillas y asegura
que experimentó por sí mismo el poder de Simeón para
leer los pensamientos, cuando lo visitó para pedirle consejos espirituales.
Verdaderas multitudes procedentes de todas partes acudían a
San Simeón en busca de una palabra de consuelo y
con la esperanza de presenciar algún milagro o beneficiarse con
él. Después de la muerte de San Juan el Estilita,
ya nadie pudo restringir las austeridades a que se entregaba
Simeón. Evagrio dice que se mantenía enteramente con una dieta
de frutas y hortalizas. Simeón escribió al emperador Justino II
para pedirle que castigase a los samaritanos que habían atacado
a los cristianos de las vecindades, y San Juan Damasceno
atribuye a Simeón un breve texto en que alaba la
veneración a las sagradas imágenes. Hay otros escritos, homilías e
himnos, que también se le atribuyen, pero sin razón suficiente.
Simeón había vaticinado que Justino II sucedería a Justiniano, y
a Juan el Escolástico, que llegaría a ser elegido para
la sede de Constantinopla, como efectivamente lo fue.
El que haya sido un estilita desde niño y desplegara
sus manifestaciones espirituales desde su tierna edad; el que llegase
a vivir casi sin comer y sin dormir; sus luchas
con los espíritus malignos, sus mortificaciones físicas y sus numerosos
milagros, como se relata en su biografía, tienen un carácter
tan especial, que cualquier lector se inclinará a pensar que
se trata de un personaje de fábula. El padre Delehaye
dice que se trata de un documento fuera de lo
común que debe leerse con buen sentido; pero sus declaraciones
pueden ser comprobadas y, por cierto, que no carecen de
veracidad histórica. El santo enfermó en mayo de 592. El
patriarca Gregorio de Antioquia, al saber que agonizaba, corrió para
ayudarle en sus últimos momentos; pero San Simeón murió antes
de que él llegara.
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