miércoles, 30 de mayo de 2012

EL RELATIVISMO


Si todo fuera relativo, también es relativo
 suponer eso mismo. Si se afirma -de manera
absoluta- que no hay verdad absoluta, se
incurre en la más absurda contradicción.

El relativismo es un mal antiguo. Nos viene, como muchas otras cosas, de los griegos. Es usual otorgar su paternidad a los sofistas del tiempo de Sócrates. Aunque entre ellos se den algunas diferencias. Por ejemplo uno de ellos de nombre Protágoras (Πρωταγόρας) solía decir que:
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“El hombre es la medida de todas las cosas”

Al paso que un cierto Gorgias (Γοργίας) es famoso por su concepción agnóstica radical resumida en su célebre frase:

“Nada existe. Si algo existiera no podríamos conocerlo. Y si acaso pudiéramos conocerlo, no nos sería posible comunicarlo".

Esta segunda frase es mucho más agresiva que la primera; más radical. En efecto lo que esa frase sugiere es la total impotencia del hombre para alcanzar la verdad de las cosas, la realidad, lo que llamábamos en la entrada anterior la naturaleza de los seres. Al paso que la primera, sin anular totalmente la existencia de lo verdadero lo reduce a mera construcción subjetiva del hombre. De manera que la única verdad sería la verdad individual; la que cada uno hace, la que cada uno se fabrica. Sería el reino de lo que alguien ha llamado “la opinionitis”, verdadera plaga del mundo actual.


EL ERROR DE NEGAR LA VERDAD OBJETIVA

Pero en definitiva ambos miran hacia lo mismo, la eliminación del concepto de verdad objetiva. La implantación del relativismo gnoseológico primero, del cual brotará luego el relativismo moral como obvia consecuencia. La moral es la aplicación de nuestro conocimiento de la naturaleza humana en orden a determinar los cauces comportamentales conducentes al logro del fin del hombre. Para usar una analogía un poco atrevida diríamos que antes de usar un aparato electrónico primero leemos el manual de instrucciones en el cual se nos enseña cómo utilizarlo de forma correcta; nadie usa ningún aparato, desde los más sencillos hasta los más complejos, sin antes asegurarse de que sabe con precisión como hacerlo, de lo contrario se expone a dañarlo por un mal uso. En este ejemplo, mutatis mutandis, ese manual sería como el código moral de ese aparato.

Y ¿quién hace el manual? Pues el mismo que fabricó el aparato, esto es de una obviedad pasmosa. Los manuales nos vienen de fábrica, es evidente que sólo aquel que fabricó el aparato puede decirnos cuál es la forma correcta de utilizarlo. En el fondo lo que queremos que se entienda es lo siguiente: cuando se dice que una determinada conducta es moralmente mala, lo que se quiere decir es que esa conducta señalada como mala es objetivamente contraria a la naturaleza humana y por tanto objetivamente nociva para quien la realiza. E insistimos en esto porque hay muchos que debido a la gran ignorancia en que vivimos respecto de estos temas creen que la moral es sólo un conjunto de prohibiciones inventado por los curas para controlar a la gente, obligarla a sentir culpas y hacerlas asistir a la iglesia en busca de perdón y de paso dejar sus limosnas. Nada más absolutamente alejado de la realidad, y nunca mejor usada esa palabra “realidad”. La moral tiene un fundamento real, objetivo, verdadero y ese fundamento es nada más y nada menos que la misma naturaleza humana. Para seguir con el ejemplo del aparato electrónico ¿Qué diríamos si alguien toma su computador personal y lo agarra a patadas creyendo que es un balón de fútbol? Evidentemente diríamos que está obrando mal. ¿Por qué? Sencillamente porque EL COMPUTADOR NO HA SIDO HECHO PARA ESO. Diríamos que tomar a patadas el computador es un acto “moralmente” malo. ¿Entendemos ahora el significado de las expresiones moralmente malo o moralmente bueno? De esto hablaremos más detenidamente en otra oportunidad, por ahora regresemos a nuestro tema, el relativismo.

Decíamos más arriba que la finalidad del relativismo es la eliminación del concepto de verdad objetiva. En el fondo de esta postura está una visión negativa sobre la inteligencia humana. La base de todo el sistema está en concebir a la potencia intelectiva humana como impotente para conocer la verdad. Esto se llama escepticismo y es una teoría que en cada siglo resurge y gana seguidores. Lo paradójico es que quienes la sostienen se pasan su vida entera usando la fuerza de su inteligencia ¡para probar que la fuerza de su inteligencia no puede probar nada! Daría risa si no fuera tan trágico. Ahí está el filósofo Kant como ejemplo. Hombre dotado de un talento tremendo para la especulación, se pasó la vida entera buscando convencer a todos que la inteligencia humana no puede ir más allá de los meros fenómenos de las cosas, que nunca podemos conocer las cosas tal y como en realidad son; y como decíamos arriba, la paradoja está en que este esfuerzo lo realizó usando la fuerza de su inteligencia. Todo relativismo lleva en sí mismo su propia refutación y su propio castigo. Hace más de dos mil años Aristóteles solía repetir que los relativistas deberían estar siempre callados y no decir nada. Porque si es cierto que nada es verdad entonces eso que ellos enseñan tampoco es verdad.

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