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Marta Wiecka, Beata |
Hija de la Caridad
Nació el 12 de enero de 1874
en Nowy Wiec al noroeste de Polonia. Fue bautizada seis
días después con los nombres de Marta Ana. Era la
tercera de los 13 hijos de Marcelino y Paulina. Sus
padres, dueños de un campo de cien hectáreas, vivían un
ambiente de fe profunda. En la casa de Marta se
rezaba el Rosario en familia todos los días, se leían
las biografías de los santos u otros libros religiosos, y
se compartía el contenido de la homilía dominical.
El Estado
polaco había desaparecido del mapa de Europa en el año
1795 después de las tres reparticiones sucesivas de su territorio
entre Austria, Prusia y Rusia. Nowy Wiec se hallaba en
la región prusiana cuyas autoridades, aplicando métodos impositivos y a
veces brutales, sometían a la población a una germanización forzosa.
La familia Wiecka, juntamente con otras muchas, constituyeron la base
de la oposición ante la invasión germánica.
A la edad
de dos años Marta cayó tan gravemente enferma, que estuvo
a las puertas de la muerte. La mejoría radical sucedió
tras una insistente oración a la Virgen en su santuario
de Piaseczno. La familia interpretó este hecho como milagro, e
impulsó a Marta a mantener siempre una relación cercana y
filial con la santísima Virgen. Toda su vida estuvo marcada
por la devoción mariana. Ella misma afirmaba que recurría a
la Virgen en todas sus necesidades y María jamás le
había negado nada de lo que pedía.
Desde su infancia,
Marta ayudaba en casa cuanto podía. Los vecinos testimoniaron que
era una chica piadosa, amable y humilde de corazón, de
carácter recto; sobre todo, irradiaba serenidad y alegría. Su familia
y sus vecinos conocían también su honda devoción a san
Juan Nepomuceno. Siendo niña encontró una estatua de este santo
y organizó su restauración, tras la cual fue colocada frente
a su casa. Muchas veces se la podía ver rezando
ante ella; y durante toda la vida conservó la devoción
a este santo.
El 3 de octubre de 1886, a
los 12 años de edad, recibió la primera Comunión. A
partir de esta fecha, su unión con Jesucristo Eucaristía se
fortaleció y su vida de oración se centró totalmente en
él. Cuando podía, se dirigía a la iglesia parroquial, a
12 kilómetros de Nowy Wiec, para participar en la Eucaristía.
En su casa dedicaba frecuentemente su tiempo a la oración.
Cuando su madre se enfermó, la reemplazó en algunos trabajos
de la casa, sobre todo en el cuidado de los
niños más pequeños.
A los dieciséis años pidió el ingreso
en la Compañía de las Hijas de la Caridad. La
visitadora la hizo esperar dos años, hasta alcanzar la edad
exigida. En el año 1892, a los 18 años lo
solicitó de nuevo con su amiga Mónica Gdaniec, pero no
fue admitida en Chelmno porque había exceso de postulantes. Entonces
el número de admisiones estaba restringido por las autoridades prusianas.
Ambas amigas, viajaron a Cracovia, que estaba entonces bajo el
dominio austriaco, y allí, el 26 de abril de 1892,
fueron admitidas en el postulantado. Después de cuatro meses, el
12 de agosto, entraron en el noviciado. Allí, durante ocho
meses de formación inicial, asimiló el ideal de las Hijas
de la Caridad que iba a desarrollar en los años
posteriores.
Después de la toma de hábito, el 21 de
abril de 1893, sor Marta fue destinada al Hospital general
de Lvov, que se hallaba en la parte austriaca, y
pertenecía a la provincia de Cracovia. Muy pronto se ganó
la estima de una hermana por su amor y servicio
a los enfermos con gran entrega y abnegación. La estancia
en Lvov duró año y medio. Luego fue trasladada al
pequeño hospital de Podhajce, donde durante cinco años también dio
testimonio de devoción y cariño en el cuidado de los
pacientes. En este hospital emitió los primeros votos, el 15
de agosto de 1897, ratificando su entrega total a Dios
para servirle en los más pobres.
En 1899 fue destinada
al hospital de Bochnia, ciudad cercana a Cracovia. En ese
tiempo sor Marta tuvo una visión de la cruz, desde
la cual le habló el Señor animándola a soportar todas
las contrariedades y le prometió llevarla pronto consigo. Este acontecimiento
despertó en ella un celo todavía más intenso en su
trabajo y una fuerte añoranza del cielo. La prueba anunciada
no tardó en llegar. Un hombre desmoralizado, al salir del
hospital, divulgó por la ciudad la falsa noticia de que
sor Marta había quedado embarazada por su relación amorosa con
un paciente joven, pariente del párroco. A partir de entonces
cayó sobre ella una ola de afrentas maliciosas de parte
de los habitantes de la ciudad. Ella no dejó de
cumplir sus deberes con la servicialidad y cariño de siempre.
A pesar de sufrir persecución moral, soportaba esta calumnia en
silencio abandonándose en manos de Dios.
En el año 1902
fue destinada al hospital de Sniatyn (hoy en Ucrania). El
párroco del lugar pronto se dio cuenta de la profundidad
espiritual de sor Marta y de su don de discernimiento
de las almas. Y empezó a enviarle personas que no
necesitaban cuidados de enfermería sino consejo y dirección espiritual. Sor
Marta no se limitaba sólo a esta tarea; socorría y
servía con fervor a todos los necesitados.
Amaba mucho su
vocación e irradiaba alegría y satisfacción en su entrega a
los pobres. Siempre tenía una sonrisa sincera en su rostro.
Sabía establecer empatía con sus pacientes cuyos sufrimientos físicos y
morales aliviaba. De forma discreta y callada les ayudaba en
la preparación para la confesión, les instruía sobre la doctrina
de la fe, les ayudaba a resolver los problemas en
coherencia con su visión cristiana de la vida. Para el
rezo del vía crucis en la capilla la acompañaban habitualmente
cerca de cuarenta enfermos.
Poseía un don singular para reconciliar
las almas con Dios. En su departamento nadie moría sin
confesarse e incluso, más de una vez, algunos pacientes judíos
pidieron ser bautizados. Sor Marta trataba con la misma atención
y caridad a todos los enfermos , fueran polacos, ucranios
o judíos, greco-católicos, ortodoxos o católicos. La fuerza para servir
con esta entrega radical le venía de la oración.
Tanto
su vida como su muerte estuvieron selladas por el amor
auténtico a Dios y al prójimo, fuente y centro de
su existencia. En 1904, consciente del peligro que esto conllevaba,
se ofreció a sustituir a un empleado del hospital en
la desinfección de una habitación donde había muerto una enferma
de tifus. Sor Marta realizó este trabajo de buen grado.
Y lo hizo para que no se contagiase el operario
que debía hacerlo, cuyo trabajo constituía el sustento de su
mujer e hijo. Sor Marta sintió la fiebre enseguida, pero
se empeñó en terminar todas sus actividades. Durante la última
semana en el hospital se hizo todo lo posible para
curarla. A estos esfuerzos les acompañaba una continua oración de
pacientes y empleados del hospital y personas buenas de toda
la ciudad. Los judíos encendían velas en la sinagoga por
sus intenciones. Gran número de personas esperaba frente al hospital
interesándose por su salud. Después de recibir el santo Viático,
sor Marta realizó una oración intensa y profunda, considerada por
los testigos como un verdadero éxtasis. Murió serenamente, en Sniatyn,
el 30 de mayo de 1904.
Los fieles del lugar
cuidaron y veneraron la tumba de sor Marta. Durante más
de cien años ha estado continuamente cubierta de flores, velas
y una especie de tapetes bordados, muy tradicionales en esa
región. Aun en los años del régimen soviético acudían a
ella, y así lo siguen haciendo en la actualidad los
peregrinos y habitantes del lugar.
Fue beatificada por el Cardenal Bertone,
en represetación de S.S. Benedicto XVI, el 24 de mayo
de 2008.
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