![Gregorio Vll, Santo](https://lh3.googleusercontent.com/blogger_img_proxy/AEn0k_vCIMS8xiFq8l5a-8n0mwdFmHQf8dKrEyW--oWoJQpRPT8QyVIKH_GDTRaI895AjnWxFqI19RMfbbIJNUG6MhmkegUSmFvpqEdjQruO4j5nlzsGlUjFCHZLP0y7fMAWQ1tgiOtxSCDPsKK9dg=s0-d) |
Gregorio Vll, Santo |
CLVII Papa
Martirologio Romano: San Gregorio VII, papa, anteriormente llamado Hildebrando,
que primero llevó vida monástica y colaboró en la reforma
de la Iglesia en numerosas legaciones pontificias de su tiempo.
Una vez elevado a la cátedra de Pedro, reivindicó con
gran autoridad y fuerte ánimo la libertad de la Iglesia
respecto al poder de los príncipes, defendiendo valientemente la santidad
del sacerdocio. Al ser obligado a abandonar Roma por este
motivo, murió en el exilio en Salerno, en la Campania.
(† 1085)
Fecha de canonización: 1728 por el Papa Benedicto XIII
Hildebrando de Soana, toscano, nació
hacia el 1028 y parece que comenzó la vida monástica
en Cluny. Después de haber colaborado con los Papas san
León IX, que lo nombró abad de San Pablo, y
Alejandro II, fue proclamado Papa unánimemente por el pueblo. Era
el 22 de abril de 1073. A los ocho días
los cardenales confirmaron la elección, que él aceptó con “mucho
dolor, gemido y llanto”. Tomó el nombre de Gregorio VII
y llevó a cabo con mucha valentía el programa de
reformas, que él mismo había impulsado como colaborador de sus
predecesores: lucha contra la simonía y la intromisión del poder
civil en el nombramiento de los obispos, de los abades
y de los mismos pontífices; restauración de una severa disciplina
sobre el celibato.
En el concilio de Maguncia los clérigos
gritaron: “¡Si al Papa no le bastan los hombres para
gobernar las Iglesias locales, trate de buscar ángeles!”. El Papa
confiaba sus penas a los amigos con cartas que revelan
su espíritu sensible, sujeto a profundos desalientos, pero siempre dispuesto
a seguir la voz del deber: “Me rodean un inmenso
dolor y una tristeza universal—escribía en enero de 1075 al
amigo san Hugo, abad de Cluny—porque la Iglesia oriental se
aparta de la fe; y si miro hacia occidente, al
mediodía o al septentrión, casi no encuentro obispos legítimos por
la elección o por la vida, que gobiernen el pueblo
cristiano por amor a Cristo. Lo hacen por ambición mundana”.
Al
año siguiente comenzó el duro choque con el emperador Enrique
IV, que se humilló en Canosa, pero inmediatamente después retomó
las riendas del imperio, se vengó haciendo elegir un antipapa
y marchando sobre Roma.
Gregorio VII, abandonado por los mismos
cardenales, se refugió en el Castillo de S. Angelo, de
donde lo liberó el duque Roberto Guiscardo. Después el Papa
se retiró en destierro voluntario a Salerno, en donde murió
al año siguiente, pronunciando la famosa frase: “He amado la
justicia y odiado la iniquidad”. Su cuerpo fue sepultado en
la catedral de Salerno. Fue canonizado en el 1606.
Acostumbrados a
ver en este Papa al luchador férreo contra el revoltoso
emperador, no debemos olvidar al humilde siervo de la esposa
de Cristo, la Iglesia, por cuyo decoro él trabajó y
sufrió para que “permaneciera libre, casta y católica”. Son las
últimas palabras que escribió desde el destierro de Salerno para
invitar a los fieles a “socorrer a la madre”, la
Iglesia.
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