|
Elías de San Clemente (Teodora Fracasso), Beata |
Sor Elías de San Clemente nació en Bari (Italia) el
17 de enero de 1901. A los cuatro días fue
bautizada, con el nombre de Teodora, en la iglesia de
Santiago por su tío don Carlo Fracasso, capellán del cementerio.
Recibió la confirmación en 1903.
En 1929, su padre, Giuseppe
Fracasso, maestro pintor y decorador edil, con grandes sacrificios abrió
un negocio para la venta de pinturas. Su madre, Pasqua
Cianci, se ocupaba de las labores domésticas.
Considerados ambos como
óptimos cristianos practicantes, tuvieron nueve hijos, cuatro de los cuales
murieron en tierna edad. Representaron un punto seguro de referencia
en su crecimiento humano y espiritual para los cinco hijos
que quedaron en vida: Prudenzia, Ana, Teodora, Domenica y
Nicola.
En 1905 la familia se trasladó a la calle
Piccinni, a una casa que tenía un pequeño jardín; allí
Teodora, a la edad de cuatro o cinco años, afirmó
haber visto en sueños a una bella "Señora" que se
paseaba entre las hileras de lirios florecidos y después desapareció
repentinamente con un haz de luz, a la cual le
prometió hacerse monja cuando fuese mayor.
El 8 de mayo
de 1911 recibió la primera Comunión; la noche precedente vio
en sueños a santa Teresa del Niño Jesús, que le
predijo: "Serás monja como yo".
Entró en la asociación
dominica "Beata Imelda Lambertini", cultivando una profunda piedad eucarística; pasó
enseguida a la "Milicia Angélica" de santo Tomás de Aquino.
Reunía periódicamente a las amigas en su casa para meditar
y orar juntas.
La vocación religiosa de Teodora comenzó a
definirse con la ayuda del padre Pedro Fiorillo, o.p., su
director espiritual, que la introdujo en la Tercera Orden Dominica,
en la cual, admitida como novicia el 20 de abril
de 1914 con el nombre de Inés, hizo la profesión
el 14 de mayo de 1915, con dispensa especial por
tener sólo catorce años.
A finales de 1917, Teodora decidió
dirigirse al padre jesuita Sergio Di Gioia para pedir consejo,
el cual, convertido en su nuevo confesor, después de un
año, decidió encaminarla, junto con su amiga Clara Bellomo, futura
sor Diomira del Amor Divino, al Carmelo de San José,
al que acudieron ambas por vez primera en diciembre de
1918.
Durante el año 1919, bajo la guía sabia y
prudente del padre Di Gioia, se preparó espiritualmente para su
ingreso en el monasterio.
Entró en la Orden de los
Carmelitas Descalzos el 8 de abril de 1920 y vistió
el hábito el 24 de noviembre del mismo año, tomando
el nombre de sor Elías de San Clemente. Emitió los
primeros votos el 4 de diciembre de 1921: "Sola
a los pies de mi Señor crucificado —escribió—, lo miré
largamente, y en aquella mirada vi que él era toda
mi vida". Además de santa Teresa de Jesús, tomó como
guía a santa Teresa del Niño Jesús. Hizo la profesión
solemne el 11 de febrero de 1925.
Su camino, desde
el inicio, no fue fácil. Ya en los primeros meses
del noviciado había tenido que afrontar con gran espíritu de
fe no pocas dificultades. Siempre observante de las Reglas y
de los actos comunitarios, sor Elías pasaba gran parte de
la jornada en su celda, dedicada a los trabajos de
costura que se le encomendaban; la madre priora la nombró
sacristana en 1927. En las pruebas la orientó el padre
Elías de San Ambrosio, procurador general de la Orden de
los Carmelitas Descalzos, que la había conocido en 1922, con
ocasión de una visita al Carmelo de San José, y
con el cual la joven religiosa mantuvo una edificante correspondencia
epistolar, con gran provecho.
Afectada en enero de 1927 de
una fuerte gripe que la debilitó mucho, sor Elías comenzó
a acusar frecuentes dolores de cabeza, de los que no
se lamentaba, y que soportaba sin tomar ninguna medicina.
Pocos
días antes de Navidad, el 21 de diciembre, sor Elías
comenzó a tener una fuerte fiebre y otras molestias, a
las que no se dio la debida importancia. Sin embargo,
la situación se hizo cada vez más preocupante. El 24
de diciembre la visitó un médico que, aunque diagnosticó una
posible meningitis o encefalitis, no consideró la situación clínica particularmente
grave, por lo que hasta la mañana siguiente no fueron
convocados a la cabecera de la enferma dos médicos, los
cuales desgraciadamente constataron que sus condiciones eran irreversibles.
Murió a
mediodía del 25 de diciembre de 1927. Hizo su entrada
en el cielo en un día de fiesta, como lo
había predicho: "Moriré en un día de fiesta". El
arzobispo de Bari, mons. Augusto Curi, celebró el funeral al
día siguiente en presencia de los familiares de la sierva
de Dios y con la participación de mucha gente.
La
joven carmelita dejó en todos un profundo recuerdo, y también
una gran enseñanza: es necesario caminar con gozo hacia
el Paraíso porque es el destino de todo creyente.
Fue
beatificada por S.S. Benedicto XVI el 18 de marzo de
2006.
|
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario