El papa Francisco este lunes en Santa Marta invita a leer el salmo 102 para aprender qué decirle al Señor
SALMO 102
1 Oración del afligido que, en su angustia, derrama su llanto ante el Señor.
2 Señor, escucha mi oración
y llegue a ti mi clamor;
3 no me ocultes tu rostro
en el momento del peligro;
inclina hacia mí tu oído,
respóndeme pronto, cuando te invoco.
4 Porque mis días se disipan como el humo,
y mis huesos arden como brasas;
5 mi corazón se seca, marchitado como la hierba,
¡y hasta me olvido de comer mi pan!
6 Los huesos se me pegan a la piel,
por la violencia de mis gemidos.
7 Me parezco a una lechuza del desierto,
soy como el búho entre las ruinas;
8 estoy desvelado, y me lamento
como un pájaro solitario en el tejado;
9 mis enemigos me insultan sin cesar,
y enfurecidos, me cubren de imprecaciones.
10 Yo como ceniza en vez de pan
y mezclo mi bebida con lágrimas,
11 a causa de tu indignación y tu furor,
porque me alzaste en alto y me arrojaste.
12 Mis días son como sombras que se agrandan,
y me voy secando como la hierba.
13 Pero tú, Señor, reinas para siempre,
y tu Nombre permanece eternamente.
14 Tú te levantarás, te compadecerás de Sión,
porque ya es hora de tenerle piedad,
ya ha llegado el momento señalado:
15 tus servidores sienten amor por esas piedras
y se compadecen de esas ruinas.
16 Las naciones temerán tu Nombre, Señor,
y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria:
17 cuando el Señor reedifique a Sión
y aparezca glorioso en medio de ella;
18 cuando acepte la oración del desvalido
y no desprecie su plegaria.
19 Quede esto escrito para el tiempo futuro
y un pueblo renovado alabe al Señor:
20 porque él se inclinó desde su alto Santuario
y miró a la tierra desde el cielo,
21 para escuchar el lamento de los cautivos
y librar a los condenados a muerte.
29 Los hijos de tus servidores tendrán una morada
y su descendencia estará segura ante ti.
22 para proclamar en Sión el nombre del Señor
y su alabanza en Jerusalén,
23 cuando se reúnan los pueblos y los reinos,
y sirvan todos juntos al Señor.
24 Mis fuerzas se debilitaron por el camino
y se abreviaron mis días;
25 pero yo digo: «Dios mío,
no me lleves en la mitad de mi vida,
tú que permaneces para siempre».
26 En tiempos remotos, fundaste la tierra,
y el cielo es obra de tus manos;
27 ellos se acaban, y tú permaneces:
se desgastan lo mismo que la ropa,
los cambias como a un vestido, y ellos pasan.
28 Tú, en cambio, eres siempre el mismo,
y tus años no tienen fin.
ROMA, 01 de julio de 2013 (Zenit.org) - Debemos orar al Señor con valentía, incluso con insistencia como lo hizo Abraham. Es lo que ha dicho la mañana del lunes el papa Francisco en la misa de la Casa Santa Marta. Explicó que la oración es también "negociar con el Señor", volverse incluso inoportuno como Jesús nos enseña. Según informa Radio Vaticana, la misa fue concelebrada por el cardenal Kurt Koch, y monseñor Brian Farrell, presidente y secretario de la Pontificia Comisión para la Unidad de los Cristianos, y ha participado, entre otros, un grupo de presbíteros y colaboradores de dicho dicasterio.
Una oración valiente
Abraham habla con valentía e insistencia a Dios para defender a Sodoma de la destrucción. Francisco desarrolla su homilía a partir de la primera lectura y de inmediato observa que "Abraham es un valiente y ora con valentía". Abraham, dijo, "siente la fuerza de hablar cara a cara con el Señor y busca defender esa ciudad". Y lo hace con tanta insistencia. En la Biblia, dice el papa, vemos que "la oración debe ser valiente".
"Cuando hablamos de valor siempre pensamos siempre en la valentía apostólica, de ir y predicar el evangelio, estas cosas... Pero también está la valentía delante del Señor. Esa parresia ante el Señor: ir valientes donde el Señor para pedirle las cosas. Hace reír un poco, y eso está bien, pero me hace reír porque Abraham habla con el Señor de una manera especial, con este valor y uno no lo sabe: se está frente a un hombre que reza o al frente de un "comercio fenicio”, porque tira sobre el precio, y va, va... E insiste: de cincuenta fue capaz de bajar el precio a diez. Él sabía que no era posible. Solo había un justo: su sobrino, su primo... pero con ese coraje, con esa insistencia, fue hacia adelante".
A veces, dijo, vamos donde el Señor para "pedirle una cosa para una persona", se pide esto y lo otro y luego sigues. "Pero aquello --advirtió-- no es una oración", porque "si quieres que el Señor nos dé una gracia, hay que ir con valentía y hacer lo que hizo Abraham, con aquella insistencia". El santo padre recordó que es el mismo Jesús quien nos dice que debemos orar, así como la viuda con el juez, como el que va por la noche a llamar a la puerta de su amigo. Con insistencia: "Jesús nos enseña así".
Insistir y convencer
De hecho, continuó, Jesús alaba a la mujer siro-fenicia que insistentemente le pide la curación de su hija. Insistencia, dijo, aunque cansa, y "es ciertamente muy agotador". Pero esto, dijo, "es una actitud de la oración". Santa Teresa, recordó, "habla de la oración como una negociación con el Señor", y esto "es posible solo cuando hay familiaridad con el Señor. Es agotador, es verdad –dijo Francisco--, pero esta es la oración, esto es conseguir de Dios una gracia". El papa resaltó el argumento que Abraham utiliza en su oración: "Toma los argumentos, las razones del mismo corazón de Jesús":
"¡Convencer al Señor con las virtudes del Señor! ¡Esto es hermoso! La exposición de Abraham va al corazón del Señor y Jesús nos enseña lo mismo: ‘El Padre sabe las cosas. El padre --no se preocupen--, hace llover sobre los justos y los pecadores, el sol para los justos y para los pecadores’. Con este argumento, Abraham continúa. Yo me detendría aquí: orar y negociar con el Señor, incluso volverse inoportuno con el Señor. Orar y alabar al Señor en las cosas buenas que tiene, y decirle que estas cosas bellas que tiene, las envíe a nosotros. ¡Y si Él es tan misericordioso, tan bueno, que nos ayude!".
"Quisiera que hoy --prosiguió Francisco--, todos nosotros, por cinco minutos, no más, durante el día, tomemos la biblia y lentamente dijéramos el salmo 102, leído entre las dos lecturas de hoy: 'Bendice al Señor, alma mía, alabe todo mi ser su santo Nombre. Y no olvide ninguno de sus beneficios. Él perdona todas tus ofensas y te cura de todas tus dolencias, rescata tu vida de la tumba, te corona de amor y de misericordia'... Y con eso vamos a aprender las cosas que debemos decirle al Señor cuando le pidamos una gracia. ‘Tú que eres misericordioso, Tú que perdonas, concédeme esta gracia’: como lo había hecho Abraham y como lo hizo Moisés. Sigamos adelante con la oración, valientes y con estos argumentos que vienen desde el corazón de Dios".
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