San Lamberto (+ 304)
Mártir († ca. 304)
En la noche del 13 al 14 de agosto de 1808 volaba, con horrísono
estruendo, la fábrica secular del monasterio de Santa Engracia, de
Zaragoza. Los franceses dejaban ese triste recuerdo al tener que
levantar el sitio. Conservamos una descripción contemporánea, en la que
se nos narra la pena de los zaragozanos cuando, al día siguiente,
contemplaron aquel espectáculo de desolación y de horror. La voladura
había arrastrado consigo la destrucción de valiosísimos elementos
arqueológicos y de un archivo que nos podría ilustrar sobre muchos
aspectos de la historia de la gloriosa sede cesaraugustana.
No obstante, aunque, como consecuencia de tan triste acontecimiento,
la actual cripta de la parroquia de Santa Engracia no presente
prácticamente nada de su primitiva planta ni casi de sus primeros
materiales, sabemos que se trata de uno de los templos más antiguos y
venerables de la cristiandad. Se construyó la cripta en época
constantiniana, para recoger en ella los restos de los mártires
zaragozanos. Un sarcófago del siglo IV, en el que arqueólogos y teólogos
quieren ver la primera representación iconográfica del misterio de la
Asunción de Nuestra Señora, es testimonio de la gran antigüedad de la
cripta. En ella se conservaban, y se conservan, las cenizas de los
mártires de Zaragoza, las “santas masas”, junto a las de Santa Engracia y
a las de San Lamberto.
De todos estos mártires hace mención el 16 de abril el martirologio
romano. No obstante, la fiesta de San Lamberto se celebra en la diócesis
de Zaragoza y en algunas otras de Aragón el día 19 de junio, impedida
como está la fecha del 16 de abril por la fiesta misma de Santa
Engracia. Por otra parte, en este mismo día 19 se encontraba su fiesta
en alguno de los antiguos martirológios, incluido el romano, en sus
primeras ediciones.
Esta coincidencia en una misma fecha de la conmemoración de los
mártires de Zaragoza y de San Lamberto dio pie a una antigua leyenda,
que, según los Bolandos. y según el unánime criterio de todos los
historiadores modernos, en manera alguna puede sostenerse, falta por
completo del más mínimo apoyo documental o arqueológico. Según ella San
Lamberto, por los mismos días de Daciano, había sido decapitado por odio
a su religión cristiana. Tomando entonces su cabeza entre las manos,
había marchado al lugar en que estaban las cenizas de los mártires, y su
cuerpo se había unido a ellas, conservándose únicamente la cabeza. Ni
el nombre de Lamberto, de clara estirpe nórdica y desusado, por tanto,
en la España romana, ni el corte de la narración, claramente inspirada
en una errónea interpretación de la costumbre medieval de presentar a
los mártires decapitados con su cabeza entre las manos, ni la debilidad
del fundamento de dar algún martirologio su nombre el mismo día que el
de los otros mártires, permiten tomar esta leyenda en serio.
Nos queda, pues, bien poca cosa. La existencia de un mártir llamado
Lamberto. La época probable de su martirio, muy verosimilmente cuando
Zaragoza gemía bajo la dominación de los moros. El dato de que ese
martirio ocurrió en Zaragoza. Y la tradición, que parece tener cierto
fundamento, de que se trataba de un labrador. Esto es todo.
El caso de San Lamberto no es único, ni mucho menos, en el
martirologio. Son legión los mártires de los que sólo nos ha quedado la
mención escueta de sus nombres. Y aun algunos ni eso nos han dejado.
Santos hay, como los cuatro coronados, que han pasado incluso al mismo
culto litúrgico universal sin que sepamos cómo se llamaban. Fenómeno
este que se presta a muy provechosas reflexiones.
Limitar la santidad únicamente a los santos de los que se ha tenido
pormenorizada noticia y cuyo martirio o heroicas virtudes constan de
forma plena y con todos los trámites jurídicos, sería hacer grande
injuria a la verdad que todos los días presenciamos. En el siglo XX nos
consta la existencia de martirios, tras el telón de acero por ejemplo,
de los que nunca llegará a saberse con exactitud qué es lo que ocurrió.
Dígase lo mismo de las virtudes heroicas. ¡En cuántas diócesis y en
cuántas casas religiosas se conserva viva la memoria del olor de
santidad que tras sí dejaron sacerdotes, seglares o religiosos, que
luego, por circunstancias a veces de orden político, en ocasiones de
tipo económico, en otras ocasiones de simple descuido humano, no se
llegó a recoger y plasmar jurídicamente! La Iglesia recuerda a todos
ellos en la fiesta de Todos los Santos. Y conserva con cariño la mención
que la Historia le ha legado de algunos desconocidos, como San
Lamberto, en su universal martirologio.
Los modernos hagiógrafos nos explican lo sucedido en estos casos.
Lamberto era un labrador santo que dio su sangre por Cristo. A los
primeros destinatarios del martirologio que recogió su nombre no hacía
falta decirles más. Unos le recordarían personalmente: otros habrían
oído hablar de él a sus padres o amigos. La simple mención de su
martirio, el día de su natalicio para el cielo, bastaba. Pero los años
pasaron; las circunstancias, que antes eran tan conocidas, se fueron
borrando de la memoria de los hombres, y la hermosa y edificante
historia del santo labrador quedó reducida a sólo su nombre en el
martirologio. Es decir, no a eso sólo, porque Lamberto gozaba ya en el
cielo del premio a su heroísmo e interponía su mediación en favor de
quienes, corno los labradores de las tierras de Teruel, se refugiaban
bajo su glorioso patrocinio.
Para el cristiano, su nombre, como el de tantos otros a quienes
pudiéramos llamar “santos sin historia”, es fuente de gran consuelo. Lo
que al tender a la santificación buscamos no es una gloria humana,
efímera y frágil, como lo demuestra el caso de estos hombres que un día
hicieron actos heroicos que hoy desconocemos por completo, sino una
gloria mil veces más firme y duradera. Lo que hoy no sabemos lo supo y
lo sigue sabiendo Dios, que es quien se lo premia. Nuestras acciones
buenas, aun las mal interpretadas por los hombres que nos rodean, son
bien conocidas por Dios, nuestro supremo y último Juez. Y este su
definitivo juicio, y no el contingente de la Historia, es el que
verdaderamente nos interesa. Nada sabe la Historia hoy de San Lamberto.
Pero él goza de la visión de Dios, que con sus desconocidas acciones
mereció en sus tiempos.
Nos quedan, en cambio, sus reliquias. Perdida la memoria de la
existencia misma de la cripta de Santa Engracia, el 12 de marzo de 1389,
al realizar unas obras, apareció de nuevo, y se reavivó con esta
ocasión el culto de los mártires. Pero todavía recibió mayor impulso con
motivo del paso del papa Adriano VI por Zaragoza. Sabido es que este
papa fue elegido encontrándose en Vitoria y que desde esta ciudad
emprendió su viaje hasta Tortosa, donde embarcó para ir a Roma. Forzoso
le era, siguiendo el curso del Ebro, pasar por Zaragoza, y así lo hizo,
visitando entonces la iglesia de las Santas Masas, o de Santa Engracia.
Mostró con esta ocasión particular devoción a Lamberto, glorioso
homónimo de otros santos de ese mismo nombre, muy venerados en su tierra
natal de Flandes. Y tanta fue su devoción, que mandó el Papa abrir el
sepulcro para tomar de él alguna reliquia Y ocurrió que, al separar una
quijada del santo cuerpo, salió tanta copia de sangre, según nos cuenta
el célebre historiador padre Risco, que fue necesario recibirla en una
fuente de plata, y hoy se conserva una buena porción de ella en un
relicario de cristal.
La devoción mostrada por Adriano VI y el suceso prodigioso de salir
sangre fresca del cuerpo santo, acrecentó la devoción de Zaragoza hacia
San Lamberto. Por eso se determinó edificar en el sitio en que San
Lamberto fue martirizado un convento de la Orden de la Santísima
Trinidad. Se comenzó éste el año 1522, concurriendo los zaragozanos con
copiosas limosnas, Para estimularles en esta tarea expidió el Papa el 22
de junio del mismo año un breve, en el que expresa con gran ternura su
devoción hacia este santo. Cuenta Adriano VI cómo se había dirigido a él
el padre Juan Ferrer, de la Orden de la Santísima Trinidad,
exponiéndole el propósito que tenían de edificar el convento en el sitio
en que se había verificado el martirio, y en el que aún se conservaba
una mata plantada por el mismo Santo. “Nos, considerando el grandísimo
afecto de devoción que ya desde hace tiempo teníamos a ese Santo, y
continuamos teniéndole…, concedemos las indulgencias solicitadas.”
Concluido el convento, se trasladó a él una canilla del brazo de San
Lamberto con parte de la sangre de que se ha hecho memoria. En los
tiempos siguientes se mejoró todavía más su fábrica, llegando a ser,
cuando el padre Risco escribe, “un convento suntuoso, que mantiene un
buen número de religiosos, cuya virtud y observancia hacen resplandecer
el espiritual edificio”.
Desaparecido el convento con los tristes avatares de la
desamortización, la devoción a San Lamberto se refugió únicamente en la
cripta de la iglesia de Santa Engracia. La voladura del monasterio,
ocurrida en 1808, respetó las reliquias de los santos. Llevadas a la
Seo, pasaron después a la sacristía del Pilar y a una de las parroquias
de Zaragoza, hasta que, restaurada la cripta entre los años 1813 a julio
de 1819, pudieron volver a ella. La cripta no tiene ya el carácter
vetusto y primitivo que un día debió de tener. No obstante, los
zaragozanos, a cuya diócesis se incorporó recientemente la parroquia de
Santa Engracia, que durante siglos perteneció a la de Huesca, continúan
siendo fieles a la devoción a sus gloriosos mártires, a los que el 26 de
abril de 1480 tomaron por patronos de la ciudad. El Concejo de ésta
ejerce, a su vez, patronato sobre la misma cripta.
Lamberto de Zaragoza, Santo |
Mártir, 19 de junio |
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Lamberto de Zaragoza, Santo |
Mártir
Martirologio Romano: En Zaragoza, en Hispania, España, san Lamberto, mártir
(† c.s.VIII)
Etimológicamente: Lamberto = Aquel que es popular en
su país, es de origen germánico.En la noche del 13 al 14 de agosto de
1808 volaba, con horrísono estruendo, la fábrica secular del monasterio
de Santa Engracia, de Zaragoza. Los franceses dejaban ese triste
recuerdo al tener que levantar el sitio. Conservamos una descripción
contemporánea, en la que se nos narra la pena de
los zaragozanos cuando, al día siguiente, contemplaron aquel espectáculo de
desolación y de horror. La voladura había arrastrado consigo la
destrucción de valiosísimos elementos arqueológicos y de un archivo que
nos podría ilustrar sobre muchos aspectos de la historia de
la gloriosa sede cesaraugustana.
No obstante, aunque, como consecuencia de tan
triste acontecimiento, la actual cripta de la parroquia de Santa
Engracia no presente prácticamente nada de su primitiva planta ni
casi de sus primeros materiales, sabemos que se trata de
uno de los templos más antiguos y venerables de la
cristiandad. Se construyó la cripta en época constantiniana, para recoger
en ella los restos de los mártires zaragozanos. Un sarcófago
del siglo IV, en el que arqueólogos y teólogos quieren
ver la primera representación iconográfica del misterio de la Asunción
de Nuestra Señora, es testimonio de la gran antigüedad de
la cripta. En ella se conservaban, y se conservan, las
cenizas de los mártires de Zaragoza, las "santas masas", junto
a las de Santa Engracia y a las de San
Lamberto.
De todos estos mártires hace mención el 16 de abril
el martirologio romano. No obstante, la fiesta de San Lamberto
se celebra en la diócesis de Zaragoza y en algunas
otras de Aragón el día 19 de junio, impedida como
está la fecha del 16 de abril por la fiesta
misma de Santa Engracia. Por otra parte, en este mismo
día 19 se encontraba su fiesta en alguno de los
antiguos martirológios, incluido el romano, en sus primeras ediciones.
Esta coincidencia
en una misma fecha de la conmemoración de los mártires
de Zaragoza y de San Lamberto dio pie a una
antigua leyenda, que, según los Bolandos. y según el unánime
criterio de todos los historiadores modernos, en manera alguna puede
sostenerse, falta por completo del más mínimo apoyo documental o
arqueológico. Según ella San Lamberto, por los mismos días de
Daciano, había sido decapitado por odio a su religión cristiana.
Tomando entonces su cabeza entre las manos, había marchado al
lugar en que estaban las cenizas de los mártires, y
su cuerpo se había unido a ellas, conservándose únicamente la
cabeza. Ni el nombre de Lamberto, de clara estirpe nórdica
y desusado, por tanto, en la España romana, ni el
corte de la narración, claramente inspirada en una errónea interpretación
de la costumbre medieval de presentar a los mártires decapitados
con su cabeza entre las manos, ni la debilidad del
fundamento de dar algún martirologio su nombre el mismo día
que el de los otros mártires, permiten tomar esta leyenda
en serio.
Nos queda, pues, bien poca cosa. La existencia de
un mártir llamado Lamberto. La época probable de su martirio,
muy verosimilmente cuando Zaragoza gemía bajo la dominación de los
moros. El dato de que ese martirio ocurrió en Zaragoza.
Y la tradición, que parece tener cierto fundamento, de que
se trataba de un labrador. Esto es todo.
El caso de
San Lamberto no es único, ni mucho menos, en el
martirologio. Son legión los mártires de los que sólo nos
ha quedado la mención escueta de sus nombres. Y aun
algunos ni eso nos han dejado. Santos hay, como los
cuatro coronados, que han pasado incluso al mismo culto litúrgico
universal sin que sepamos cómo se llamaban. Fenómeno este que
se presta a muy provechosas reflexiones.
Limitar la santidad únicamente a
los santos de los que se ha tenido pormenorizada noticia
y cuyo martirio o heroicas virtudes constan de forma plena
y con todos los trámites jurídicos, sería hacer grande injuria
a la verdad que todos los días presenciamos. En el
siglo XX nos consta la existencia de martirios, tras el
telón de acero por ejemplo, de los que nunca llegará
a saberse con exactitud qué es lo que ocurrió. Dígase
lo mismo de las virtudes heroicas. ¡En cuántas diócesis y
en cuántas casas religiosas se conserva viva la memoria del
olor de santidad que tras sí dejaron sacerdotes, seglares o
religiosos, que luego, por circunstancias a veces de orden político,
en ocasiones de tipo económico, en otras ocasiones de simple
descuido humano, no se llegó a recoger y plasmar jurídicamente!
La Iglesia recuerda a todos ellos en la fiesta de
Todos los Santos. Y conserva con cariño la mención que
la Historia le ha legado de algunos desconocidos, como San
Lamberto, en su universal martirologio.
Los modernos hagiógrafos nos explican lo
sucedido en estos casos. Lamberto era un labrador santo que
dio su sangre por Cristo. A los primeros destinatarios del
martirologio que recogió su nombre no hacía falta decirles más.
Unos le recordarían personalmente: otros habrían oído hablar de él
a sus padres o amigos. La simple mención de su
martirio, el día de su natalicio para el cielo, bastaba.
Pero los años pasaron; las circunstancias, que antes eran tan
conocidas, se fueron borrando de la memoria de los hombres,
y la hermosa y edificante historia del santo labrador quedó
reducida a sólo su nombre en el martirologio. Es decir,
no a eso sólo, porque Lamberto gozaba ya en el
cielo del premio a su heroísmo e interponía su mediación
en favor de quienes, corno los labradores de las tierras
de Teruel, se refugiaban bajo su glorioso patrocinio.
Para el cristiano,
su nombre, como el de tantos otros a quienes pudiéramos
llamar "santos sin historia”, es fuente de gran consuelo. Lo
que al tender a la santificación buscamos no es una
gloria humana, efímera y frágil, como lo demuestra el caso
de estos hombres que un día hicieron actos heroicos que
hoy desconocemos por completo, sino una gloria mil veces más
firme y duradera. Lo que hoy no sabemos lo supo
y lo sigue sabiendo Dios, que es quien se lo
premia. Nuestras acciones buenas, aun las mal interpretadas por los
hombres que nos rodean, son bien conocidas por Dios, nuestro
supremo y último Juez. Y este su definitivo juicio, y
no el contingente de la Historia, es el que verdaderamente
nos interesa. Nada sabe la Historia hoy de San Lamberto.
Pero él goza de la visión de Dios, que con
sus desconocidas acciones mereció en sus tiempos.
Nos quedan, en cambio,
sus reliquias. Perdida la memoria de la existencia misma de
la cripta de Santa Engracia, el 12 de marzo de
1389, al realizar unas obras, apareció de nuevo, y se
reavivó con esta ocasión el culto de los mártires. Pero
todavía recibió mayor impulso con motivo del paso del papa
Adriano VI por Zaragoza. Sabido es que este papa fue
elegido encontrándose en Vitoria y que desde esta ciudad emprendió
su viaje hasta Tortosa, donde embarcó para ir a Roma.
Forzoso le era, siguiendo el curso del Ebro, pasar por
Zaragoza, y así lo hizo, visitando entonces la iglesia de
las Santas Masas, o de Santa Engracia. Mostró con esta
ocasión particular devoción a Lamberto, glorioso homónimo de otros santos
de ese mismo nombre, muy venerados en su tierra natal
de Flandes. Y tanta fue su devoción, que mandó el
Papa abrir el sepulcro para tomar de él alguna reliquia
Y ocurrió que, al separar una quijada del santo cuerpo,
salió tanta copia de sangre, según nos cuenta el célebre
historiador padre Risco, que fue necesario recibirla en una fuente
de plata, y hoy se conserva una buena porción de
ella en un relicario de cristal.
La devoción mostrada por Adriano
VI y el suceso prodigioso de salir sangre fresca del
cuerpo santo, acrecentó la devoción de Zaragoza hacia San Lamberto.
Por eso se determinó edificar en el sitio en que
San Lamberto fue martirizado un convento de la Orden de
la Santísima Trinidad. Se comenzó éste el año 1522, concurriendo
los zaragozanos con copiosas limosnas, Para estimularles en esta tarea
expidió el Papa el 22 de junio del mismo año
un breve, en el que expresa con gran ternura su
devoción hacia este santo. Cuenta Adriano VI cómo se había
dirigido a él el padre Juan Ferrer, de la Orden
de la Santísima Trinidad, exponiéndole el propósito que tenían de
edificar el convento en el sitio en que se había
verificado el martirio, y en el que aún se conservaba
una mata plantada por el mismo Santo. "Nos, considerando el
grandísimo afecto de devoción que ya desde hace tiempo teníamos
a ese Santo, y continuamos teniéndole..., concedemos las indulgencias solicitadas."
Concluido
el convento, se trasladó a él una canilla del brazo
de San Lamberto con parte de la sangre de que
se ha hecho memoria. En los tiempos siguientes se mejoró
todavía más su fábrica, llegando a ser, cuando el padre
Risco escribe, "un convento suntuoso, que mantiene un buen número
de religiosos, cuya virtud y observancia hacen resplandecer el espiritual
edificio”.
Desaparecido el convento con los tristes avatares de la desamortización,
la devoción a San Lamberto se refugió únicamente en la
cripta de la iglesia de Santa Engracia. La voladura del
monasterio, ocurrida en 1808, respetó las reliquias de los santos.
Llevadas a la Seo, pasaron después a la sacristía del
Pilar y a una de las parroquias de Zaragoza, hasta
que, restaurada la cripta entre los años 1813 a julio
de 1819, pudieron volver a ella. La cripta no tiene
ya el carácter vetusto y primitivo que un día debió
de tener. No obstante, los zaragozanos, a cuya diócesis se
incorporó recientemente la parroquia de Santa Engracia, que durante siglos
perteneció a la de Huesca, continúan siendo fieles a la
devoción a sus gloriosos mártires, a los que el 26
de abril de 1480 tomaron por patronos de la ciudad.
El Concejo de ésta ejerce, a su vez, patronato sobre
la misma cripta.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
Lamberto de Zaragoza
Agricultor y santo aragonés. Murió martirizado a principios del siglo IV.
Martirio
Siervo agrícola de un amo infiel, fue decapitado por este por no
abjurar de su fe cristiana. Recogió su cabeza con las manos y con ella
fue caminando tras sus bueyes hasta la tumba de los mártires de Zaragoza, donde fue sepultado. Este detalle aparece en toda la iconografía del santo y es clave del mismo.
Prodigios
Cuando el Papa Adriano VI
visitó Zaragoza en 1522 brotó sangre de la mandíbula de San Lamberto en
su presencia, siendo esta recogida en un paño que se conserva en la
Basílica de Santa Engracia.
Curiosidades
El cantautor aragonés José Antonio Labordeta dedicó San Lamberto su canción "Parábola al modo Brechtiano: El milagro de Lamberto",
publicada en su disco de 1976 "Cantes de la tierra adentro". En ella
cuenta, de forma jocosa y con un trasfondo antiimperialista, el milagro
del santo aragonés. La historia se resume en su frase final: "Lamberto por propio pie se enterró con Santa Engracia / los dos habían caído por creer en la democracia".
Bibliografía
- Acta Sanctorum; t. II, Aprilis ad diem 16, París, 1865, pp. 410-11.
- Risco, M. España Sagrada; t. XXX, Madrid, 1775, pp. 295-300.
- Zaragoza, L. de. Disertación histórico-crítico-apologética sobre la vida y martirio de San Lamberlo, mártir cesaraugustano. Pamplona, s.a. [post 1775].
Lamberto de Zaragoza
Agricultor y santo aragonés. Murió martirizado a principios del siglo IV.
Martirio
Siervo agrícola de un amo infiel, fue decapitado por este por no
abjurar de su fe cristiana. Recogió su cabeza con las manos y con ella
fue caminando tras sus bueyes hasta la tumba de los mártires de Zaragoza, donde fue sepultado. Este detalle aparece en toda la iconografía del santo y es clave del mismo.
Prodigios
Cuando el Papa Adriano VI
visitó Zaragoza en 1522 brotó sangre de la mandíbula de San Lamberto en
su presencia, siendo esta recogida en un paño que se conserva en la
Basílica de Santa Engracia.
Curiosidades
El cantautor aragonés José Antonio Labordeta dedicó San Lamberto su canción "Parábola al modo Brechtiano: El milagro de Lamberto",
publicada en su disco de 1976 "Cantes de la tierra adentro". En ella
cuenta, de forma jocosa y con un trasfondo antiimperialista, el milagro
del santo aragonés. La historia se resume en su frase final: "Lamberto por propio pie se enterró con Santa Engracia / los dos habían caído por creer en la democracia".
Bibliografía
- Acta Sanctorum; t. II, Aprilis ad diem 16, París, 1865, pp. 410-11.
- Risco, M. España Sagrada; t. XXX, Madrid, 1775, pp. 295-300.
- Zaragoza, L. de. Disertación histórico-crítico-apologética sobre la vida y martirio de San Lamberlo, mártir cesaraugustano. Pamplona, s.a. [post 1775].
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