Dios nos espera.
Los hombres muchas veces se impacientan con nosotros, porque caemos una y otra vez en las mismas faltas. El único que no se impacienta con nosotros y tiene piedad, es Dios, que nos conoce bien y sabe que tratamos de poner lo mejor de nosotros, pero por debilidad a veces caemos en las mismas faltas.
Entonces no miremos a los hombres, que muchas veces son como en el vía crucis de Jesús, que cuando el Señor caía, en lugar de consolarlo y ayudarlo a levantarse, lo insultaban y despreciaban, e incluso lo castigaban.
También nosotros necesitamos en nuestras caídas una mano amiga que nos ayude a levantarnos. Si la encontramos, bendito sea Dios, pero si no la encontramos, no odiemos, sino refugiémonos en Dios, que Él siempre tiene el Corazón abierto y esperándonos, dándonos siempre una nueva oportunidad.
Recordemos siempre que Dios nos ama a pesar de nuestros pecados y defectos. Teniendo esta seguridad en el fondo del corazón, entonces caminaremos tranquilos por la vida sin descorazonarnos cuando caemos tantas veces por el camino.
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