10 de septiembre, día de San Nicolás Tolentino
Hoy, 10 de septiembre, conmemoramos a San NICOLÁS de TOLENTINO, Místico.
SAN NICOLÁS de TOLENTINO (1245-1305) nació en Castel Sant’Angelo, la actual Sant’Angelo in Pontano, en Italia.
De acuerdo con la tradición, a sus padres, que no habían podido concebir, se les apareció un ángel que les recomendó realizar una peregrinación a la tumba de San Nicolás de Myra; así lo hicieron: ella quedó encinta, y en agradecimiento al niño lo nombraron Nicolás.
A los 14 años de edad, San Nicolás de Tolentino ingresó como oblato con los ermitaños agustinos de Castel Sant’Angelo; sus biógrafos narran, sin embargo, que antes de eso en su corta vida había tenido ya experiencias místicas.
Hacia 1269 fue ordenado sacerdote en Cingoli, y para 1275 llegó a Tolentino, que sería su “casa madre”, y por así decir su campo de trabajo.
Desde su arribo, San Nicolás tuvo visiones místicas, de ángeles volando alrededor del altar de la iglesia. Su dieta era por demás escasa: pan y agua la mitad de la semana, y nunca un plato sustancioso.
Además, San Nicolás de Tolentino dormía poco, e interrumpía su sueño para sumirse en largas jornadas de oración.
Pero a pesar de las rigurosas penitencias a las que se sometía, él tenía siempre una sonrisa para los demás, y su buen humor y su alegría nunca lo abandonaban.
San Nicolás de Tolentino se convirtió en un predicador y confesor muy amado por su comunidad, pues siempre ayudó y confortó a los pobres, enfermos y desesperados; asimismo se le atribuyen en vida varios hechos milagrosos.
Murió pacíficamente en Tolentino en 1305. Cuarenta años después, su tumba fue abierta y se encontró que su cadáver se mantenía incorrupto. Al amputarle los brazos, se dice que del cuerpo manó sangre en abundancia. Para entonces se habían constatado ya más de 300 milagros que se habían verificado ahí.
El proceso de canonización de San Nicolás de Tolentino comenzó veinte años después de su muerte; sin embargo, debido a vicisitudes de la Iglesia, como el llamado Cisma de Occidente, fue canonizado hasta 1446, por el papa Eugenio IV.
San Nicolás Tolentino es el santo protector contra las injusticias y abogado de quienes temen perder la libertad o la vida. Se le considera también el santo patrono de las almas del Purgatorio.
SAN NICOLÁS de TOLENTINO nos enseña el valor de la alegría y la importancia de sonreír.
Hoy, 10 de septiembre, conmemoramos a San NICOLÁS de TOLENTINO, Místico.
SAN NICOLÁS de TOLENTINO (1245-1305) nació en Castel Sant’Angelo, la actual Sant’Angelo in Pontano, en Italia.
De acuerdo con la tradición, a sus padres, que no habían podido concebir, se les apareció un ángel que les recomendó realizar una peregrinación a la tumba de San Nicolás de Myra; así lo hicieron: ella quedó encinta, y en agradecimiento al niño lo nombraron Nicolás.
A los 14 años de edad, San Nicolás de Tolentino ingresó como oblato con los ermitaños agustinos de Castel Sant’Angelo; sus biógrafos narran, sin embargo, que antes de eso en su corta vida había tenido ya experiencias místicas.
Hacia 1269 fue ordenado sacerdote en Cingoli, y para 1275 llegó a Tolentino, que sería su “casa madre”, y por así decir su campo de trabajo.
Desde su arribo, San Nicolás tuvo visiones místicas, de ángeles volando alrededor del altar de la iglesia. Su dieta era por demás escasa: pan y agua la mitad de la semana, y nunca un plato sustancioso.
Además, San Nicolás de Tolentino dormía poco, e interrumpía su sueño para sumirse en largas jornadas de oración.
Pero a pesar de las rigurosas penitencias a las que se sometía, él tenía siempre una sonrisa para los demás, y su buen humor y su alegría nunca lo abandonaban.
San Nicolás de Tolentino se convirtió en un predicador y confesor muy amado por su comunidad, pues siempre ayudó y confortó a los pobres, enfermos y desesperados; asimismo se le atribuyen en vida varios hechos milagrosos.
Murió pacíficamente en Tolentino en 1305. Cuarenta años después, su tumba fue abierta y se encontró que su cadáver se mantenía incorrupto. Al amputarle los brazos, se dice que del cuerpo manó sangre en abundancia. Para entonces se habían constatado ya más de 300 milagros que se habían verificado ahí.
El proceso de canonización de San Nicolás de Tolentino comenzó veinte años después de su muerte; sin embargo, debido a vicisitudes de la Iglesia, como el llamado Cisma de Occidente, fue canonizado hasta 1446, por el papa Eugenio IV.
San Nicolás Tolentino es el santo protector contra las injusticias y abogado de quienes temen perder la libertad o la vida. Se le considera también el santo patrono de las almas del Purgatorio.
SAN NICOLÁS de TOLENTINO nos enseña el valor de la alegría y la importancia de sonreír.
SAN NICOLÁS de TOLENTINO (1245-1305) nació en Castel Sant’Angelo, la actual Sant’Angelo in Pontano, en Italia.
De acuerdo con la tradición, a sus padres, que no habían podido concebir, se les apareció un ángel que les recomendó realizar una peregrinación a la tumba de San Nicolás de Myra; así lo hicieron: ella quedó encinta, y en agradecimiento al niño lo nombraron Nicolás.
A los 14 años de edad, San Nicolás de Tolentino ingresó como oblato con los ermitaños agustinos de Castel Sant’Angelo; sus biógrafos narran, sin embargo, que antes de eso en su corta vida había tenido ya experiencias místicas.
Hacia 1269 fue ordenado sacerdote en Cingoli, y para 1275 llegó a Tolentino, que sería su “casa madre”, y por así decir su campo de trabajo.
Desde su arribo, San Nicolás tuvo visiones místicas, de ángeles volando alrededor del altar de la iglesia. Su dieta era por demás escasa: pan y agua la mitad de la semana, y nunca un plato sustancioso.
Además, San Nicolás de Tolentino dormía poco, e interrumpía su sueño para sumirse en largas jornadas de oración.
Pero a pesar de las rigurosas penitencias a las que se sometía, él tenía siempre una sonrisa para los demás, y su buen humor y su alegría nunca lo abandonaban.
San Nicolás de Tolentino se convirtió en un predicador y confesor muy amado por su comunidad, pues siempre ayudó y confortó a los pobres, enfermos y desesperados; asimismo se le atribuyen en vida varios hechos milagrosos.
Murió pacíficamente en Tolentino en 1305. Cuarenta años después, su tumba fue abierta y se encontró que su cadáver se mantenía incorrupto. Al amputarle los brazos, se dice que del cuerpo manó sangre en abundancia. Para entonces se habían constatado ya más de 300 milagros que se habían verificado ahí.
El proceso de canonización de San Nicolás de Tolentino comenzó veinte años después de su muerte; sin embargo, debido a vicisitudes de la Iglesia, como el llamado Cisma de Occidente, fue canonizado hasta 1446, por el papa Eugenio IV.
San Nicolás Tolentino es el santo protector contra las injusticias y abogado de quienes temen perder la libertad o la vida. Se le considera también el santo patrono de las almas del Purgatorio.
SAN NICOLÁS de TOLENTINO nos enseña el valor de la alegría y la importancia de sonreír.
SAN NICOLÁS DE TOLENTINO, PRESBÍTERO, PATRONO DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO, 10 DE SEPTIEMBRE
Presbítero, 10 de septiembre
Patrono de las almas del purgatorio
Martirologio Romano: En Tolentino, del Piceno, en Italia, san Nicolás, presbítero, religioso de la Orden de Ermitaños de San Agustín, que, fraile de rigurosa penitencia y oración asidua, severo consigo y comprensivo con los demás, se autoimponía muchas veces la penitencia de los otros (1305).
Fecha de canonización: El 5 de junio de 1446 (Pentecostés) por el Papa Eugenio IV.
San Nicolás de Tolentino nació en Castel Sant´ Angelo, el actual Sant´ Angelo in Pontano, en 1245, y murió en Tolentino el 10 de septiembre de 1305.
Fray Pedro de Monte Rubiano, su biógrafo, nos cuenta que su vida estuvo entretejida de singularísimas experiencias místicas y de hechos prodigiosos, confirmados en el proceso de canonización, que se abrió a los veinte años de su muerte y concluyó en 1446. En ese proceso fueron declarados auténticos 301 milagros.
A San Nicolás de Tolentino lo invocan los que sufren injusticias, o están en peligro de perder la vida o la libertad, y también se lo invoca como protector de la maternidad y la infancia, de las almas del purgatorio, de la buena muerte, y hasta contra los incendios y las epidemias.
Fue asceta, austero pero no excéntrico, riguroso consigo mismo, pero dulce y atento con todos. En 1256 entró donde los agustinos y se ordenó en 1269 en Cingoli; durante seis años peregrinó por varias ciudades y después fijó su residencia en Tolentino en donde ejerció su apostolado sobre todo en el confesionario. Su santificación personal maduró en la sombra, haciendo fructificar los recursos espirituales que le brindaba la vida religiosa: la obediencia incondicional, el absoluto desapego de los bienes terrenales y la profunda modestia. Así se santificó, y al final de su vida pudo exclamar: “Veo a mi Señor Jesucristo, a su Madre y a San Agustín que me dicen: Muy bien, siervo bueno y fiel”.
Aunque no se notaba exteriormente la penitencia a la que se sometía, sabemos por el testimonio de sus cohermanos que cuatro días a la semana su alimento consistía en sólo pan y agua, y los otros tres días no tocaba alimentos sustanciosos como carne, huevos, o fruta. No dormía sino tres o cuatro horas y el resto lo dedicaba a la oración.
Después de largas horas que pasaba en el confesionario, se dedicaba a visitar a los pobres, a los que les llevaba, con el permiso de sus superiores, ayudas materiales en los casos más urgentes. Los prodigios que hizo en vida y sobre todo después de la muerte tenían la finalidad de aliviar las miseries humanas.
Cuarenta años después de su muerte, fue encontrado su cuerpo incorrupto. En esa ocasión se le quitaron los brazos y de la herida salió bastante sangre. De esos brazos, conservados en relicarios de plata desde el siglo XV, ha salido periódicamente mucha sangre. Esto contribuyó a la difusión de su culto en toda Europa y en América.
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