XVII Domingo del tiempo ordinario, ciclo A
(1Re 3, 5. 7-12; Sal 118; Rom 8, 28-30; Mt 13, 44-52)
¡Qué distinto es el concepto de sabio en la estimación social de la valoración que hace la Biblia! Según el parecer humano, el sabio e inteligente de este mundo se muestra arrogante, seguro, poseído de sí, por los dones que cree tener y el dominio que posee sobre la especialidad de la que es experto. En cambio, el sabio para Dios es aquel que, como Salomón, sabe discernir lo recto de lo torcido, lo bueno, lo perfecto, lo mejor.
Jesús nos alerta en su oración, cuando dice: "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños" (Mt 11, 25). El salmista reconoce de dónde procede la sabiduría: "Tus preceptos son admirables, por eso los guarda mi alma; la explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes." (Sal 118, 130)
Es emblemática la súplica de Salomón: "Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien" (1Re 3, 9). ¡Cómo destacan las personas que en todo acontecimiento reaccionan de manera trascendente! "Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien" (Rm 8, 28). Si sufren despojo, exclaman: "¡Bendito sea Dios!" Si reciben bienes, responden: "¡Bendito sea Dios!"
Tengo por cierto que la diferencia entre la sabiduría de los hombres y la sabiduría que viene de Dios, consiste en que la humana lee la realidad de manera intrascendente, aunque aporte razonamientos lógicos, basados en principios horizontales. En cambio, la divina trasciende los hechos, y sin menospreciar los datos observables por diversas fuentes, todos los lee a través de la fe.
El comportamiento que señala el Evangelio refiriéndose al hombre que vende todo por comprar el campo del tesoro, se podría juzgar arriesgado, radical y temerario, porque corre el riesgo del despojo a cambio de una posibilidad que no tiene a la mano. Sin embargo, desde la óptica creyente, su conducta es elevada a paradigma: "-El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo." (Mt 13, 44-45).
El papa Francisco nos ofreció, en sus comentarios sobre los dones del Espíritu Santo que hizo a lo largo de diferentes catequesis, la definición del don de Sabiduría: "Ver la realidad a través de los ojos de Dios".
Cuando Jesús les dijo a los apóstoles que tenía que padecer, Pedro intentó disuadirle, y el Maestro le respondió: "Apártate de mí, satanás, tú piensas como los hombres, no como Dios".
Señor, te pido, como Salomón, que me concedas saber distinguir el bien del mal y que acierte a elegir el campo del tesoro, aunque me cueste despojos.
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