San Benito desarrolla la doctrina sobre la
humildad en el séptimo capítulo. Para varios comentaristas es este el nudo de la
doctrina ascética de la Regla.
También aquí el término humilitas hace
referencia a una realidad muy distinta de lo que se entiende comúmente entre
moralistas. Los monjes solían dar a este vocablo un sentido extraordinariamente
amplio que iba desde la obediencia hasta las humillaciones. En realidad no
constituía una virtud bien individualizada sino un espíritu que penetraba todas
las virtudes. Para Casiano es la disposición fundamental a toda perfección
cristiana y al mismo tiempo su coronamiento, ya que abarca la purificación del
alma, la extirpación de los vicios, la adquisición de todas las virtudes, la
caridad perfecta y los diversos grados de contemplación.
La verdadera humildad se define como el
espíritu que anima toda la vida práctica, toda disciplina, todos los ejercicios
que conducen a la perfección de la caridad. La humildad significa la respuesta
del hombre a la actitud íntima y profunda de Cristo. Era imitación de Cristo. De
ahí que se hubiese convertido en la virtud fundamental del monje. De ahí que se
tradujera en obediencia, porque la humildad de Cristo se expresó en la
obediencia extrema a la voluntad de su Padre
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