- Fr. Luc
Brésard Abadía Nª Sª de Cîteaux Traducción P. José Luis Monge Abadía Santa
María de Viaceli Introducción 1. La prehistoria 2. Antonio 3. Recorrido
turístico 4. Las reglas monásticas 5. Pacomio 6. Los apotegmas 7. Evagrio 8.
Casiano 9. Basilio 10. El Seudo-Macario 11. Agustín 12. El monacato occidental
13. Los monjes de Gaza 14. Juan Clímaco
INTRODUCCIÓN
1. NUESTRO OBJETIVO
Presentamos un curso de la
historia de la espiritualidad monástica. Expliquemos estos términos:
1. Historia
Se trata de un conocimiento o
la relación con un pasado, acontecimientos del pasado; se trata de hechos
relativos a la evolución de un grupo social. La historia estudia la sucesión de
hombres y acontecimientos en el tiempo. Si sitúa en una línea horizontal.
Son acontecimientos pasados,
los hombres murieron. A pesar de su interés arqueológico o ejemplar, a pesar de
sus lecciones, se trata de algo muerto.
2. Espiritualidad
Es lo referente a la vida
espiritual, la vida del Espíritu Santo en nosotros. Es el Espíritu de Dios vivo
que viene a nosotros para actuar en nosotros y conducirnos a Dios. Se trata de
una línea vertical que desciende continuamente para suscitar nuestra
respuesta que debiera ser de ascensión.
3. Historia de la
espiritualidad
Será la convergencia de ambas
líneas la horizontal y la vertical. Más exactamente, se trata de la línea
horizontal de la historia animada siempre por la moción de Dios Vivo que viene
a habitar con los hombres (“a jugar con los hombres” por usar una expresión del
libro de los Proverbios). A este movimiento de Dios corresponde el movimiento
de la libertad humana que responde de dos modos:
a) Con el desapego de lo que
podría obstaculizar la acción divina, renunciando a las fuerzas del mal capaces
de frenar o reducir a nada la acción de Dios. Se trata de una lucha o combate
(= ascesis) con vistas a una purificación.
b) Dejándose llevar por este
movimiento de ascensión hacia Dios, ofreciéndose a su acción por la
disponibilidad, el abandono, la oración. Es la contemplación.
Ascesis y contemplación son dos
movimientos estrechamente unidos que encontramos constantemente.
Estudiar la espiritualidad
monástica es, pues, esforzarse en conocer a través de la historia el movimiento
de Dios al hombre y la respuesta del hombre a Dios, por los textos que nos han
transmitido estos hombres que han vivido en este movimiento de Dios, o que se
escribieron al respecto. Sólo se da historia cuando tenemos textos. Estos
textos nos trazarán la silueta moral y espiritual de cada uno de los testigos
de Dios, su reacción con Dios, su modo de ir a Dios. No se trata ya de algo
muerto como la historia pura y simple, sino de una realidad eminentemente viva.
Tanto más viva cuanto que el
Espíritu que ha forjado las diversas fisonomías espirituales de los hombres que
estudiaremos, está en nosotros para hacernos comprender su doctrina, el soplo
vital que ha infundido en sus escritos, para transformarnos con su contacto
vivificante. El Espíritu será quien nos hará entrar en contacto, incluso en amistad,
con estos hombres siempre presentes entre nosotros por sus escritos.
4. Monástica
Este tercer término indica
sencillamente que hacemos una opción en la historia de la espiritualidad.
Únicamente nos ocuparemos de los monjes, dejando de lado de momento los Padres
de la Iglesia que no dicen nada o poco sobre la vida monástica. Y de los que la
tratan en sus escritos, nos limitaremos a una breve presentación de su persona
libando en su obra lo referente a la vida monástica y dejando de lado lo que es
más propio del curso de Patrología.
También nos limitaremos a los
autores de los orígenes del monacato, pues son la base de referencia para los
siglos siguientes.
Teniendo en cuenta lo dicho, el
presente curso de la historia de la espiritualidad monástica está orientado al
contacto personal con el Espíritu que movió a nuestros Padres en la fe, los
primeros monjes. Bien podría ser un aprendizaje a la lectio divina. De
hecho para san Benito la lectio, capaz de “conducirnos a la cumbre de la
perfección”, es la Biblia y “los santos Doctores”, entre los cuales cita
expresamente a los monjes: las obras de CASIANO y de BASILIO (RB,73)
2. PRESENTACIÓN
El preámbulo con el que
exponemos nuestro objetivo, deja entrever en primer lugar nuestras OPCIONES:
privilegiar la espiritualidad sobre la historia. Ya existen “historias del
monacato”; nosotros presentamos una “Historia de la espiritualidad
monástica”.
Además no pretendemos apurar
todo sobre este tema. Pensando ser válido para el estudio de los monjes, nos
referimos al excelente documento: “El estudio de los Padres de la Iglesia en la
formación sacerdotal” (francés Documentation catholique Nº 2001, 4 mars
1990). Que subraya, dada “la extensión de la materia, la necesidad de hacer
una selección”. Entre los cuatro modos diversos que sugiere para presentar una
“materia demasiado amplia”, optaremos por el “modo monográfico que insiste en
algunos de los Padres más representativos particularmente adaptado para enseñar
concretamente el método de abordarlos y profundizar en su pensamiento”.
Este preámbulo os indica
también el MODO de trabajar:
Una parte de dedicará a la
presentación del tema o el autor, ya que es indispensable ubicar a nuestros
primeros monjes en su contexto histórico para comprenderlos; presentación
bastante breve, ya que muchos otros libros tratan de la historia del monacato.
Mencionaremos también las principales obras de los autores estudiados, pero nos
detendremos más en su doctrina.
Para comprender la doctrina es
indispensable contactar con los textos. Por ellos nos hablarán nuestros Padres
antiguos y nos entregarán el Espíritu que les habitaba. Citaremos los textos en
hojas separadas, sus referencias están en el curso.
En tercer lugar, como curso
dirigido ante todo a los novicios, se menciona discretamente la Regla de san
Benito. El caer en la cuenta, poco a poco, de sus fuentes ayuda a comprenderla
mejor y a estimarla más.
Además, pensamos era bueno
controlar los conocimientos adquiridos por medio de algunas revisiones al final
de cada tema mayor.
En cuanto al PLAN que
seguimos, pretende ser a la vez lógico y cronológico. No solamente cronológico
puesto que el monacato apareció a la vez en diversos lugares.
Tras la presente introducción,
veremos la prehistoria del monacato (1), como preparación antes de aparecer los
escritos. Luego continuamos con el primer escrito con el que comienza la
historia: la “Vida de Antonio” escrita por Atanasio (2).
Después de este punto inicial,
veremos lo que pasó a lo largo del Mediterráneo, el panorama de las diversas
clases de monjes que surgen por doquier en el siglo cuarto (3).A este
“recorrido turístico” siguen ciertas orientaciones sobre las Reglas monásticas
(4).
A continuación abordamos la
primera de las Reglas-Madres, la primera forma de cenobitismo con Pacomio (5).
Estamos en Egipto y ahí nos quedamos, volviendo a los anacoretas o Padres del
desierto, saboreando sus apotegmas (6). Esto nos lleva a Evagrio uno de estos
padres del desierto que puso su doctrina por escrito (7), y Casiano que la puso
al alcance de los cenobitas de occidente (8).
Volvemos después a la “fuerte
raza de los cenobitas” con otra de las Reglas-Madres, la de Basilio que
completaremos con dos escritos monásticos de su hermano: Gregorio de Nisa (9).
Dependiendo más o menos de Basilio y Gregorio, al autor que se oculta bajo el
nombre de Pseudo-Macario (10). Pasaremos a continuación a la última de las
Reglas-Madres, la de Agustín (11).
Tras una rápida ojeada sobre el
monacato occidental (12), confortado en Galia por Casiano, concluiremos por los
herederos posteriores de esta magnífica floración monástica oriental: los
monjes de Gaza (13) en los siglos quinto y sexto y Juan Clímaco en el séptimo
(14).
Nos detendremos aquí,
conscientes de no haber dicho todo, pero esperando haber abierto el apetito.
1
LA PREHISTORIA
1. EL FENÓMENO MONÁSTICO
Nuestro propósito es exponer la
historia de la espiritualidad monástica. Volvamos sobre el término.
1/ Fuera del cristianismo
El monacato, ¿es un fenómeno
típicamente cristiano? Hay que responder que no. Mucho antes del cristianismo
hubo monjes. Mil quinientos años antes de Cristo había monjes en la India. La
mayor parte de las religiones no cristianas conocieron formas de vida
monástica.
El monacato más antiguo, el
vivido en el hinduismo, no estaba unificado. Había muchos anacoretas:
eremitas viven en los bosques, ascetas que van de acá para allá, mendigando el
alimento. En su ermita, los primeros puedes a veces estar en compañía de su
mujer, pero guardaban la castidad. Los segundos rompieron con todo lazo con la
sociedad y viven de la mendicidad. Sin embargo, existen algunos monasterios:
monjes con hábito especial, practican la pobreza y el desapego, mendigando
también su alimento. Viven bajo la dirección de un gurú y emiten votos: no
dañar a ningún ser viviente, ser sincero, controlarse, ser generoso.
En el budismo, el
monacato representa su culmen. El budismo es una religión esencialmente
monástica, que, en su grado más alto, solo puede vivirse por monjes.
Buda concebía la salvación como
una liberación del sufrimiento y las pasiones: hay que eliminar cualquier deseo
para llegar al Absoluto. Sólo lo pueden hacer los monjes. Dichos monjes tienen
estatutos bastante variados. No existen votos y frecuentemente el monacato es
temporal.
En Europa, las religiones
mediterráneas antiguas tenían sacerdotisas vírgenes: Pitis de Delfos, las
vestales romanas, dedicadas a la castidad, al menos temporal, aunque se
entienda más de un modo físico que moral. En los filósofos griegos,
encontramos algún tipo de vida que recuerda la de los monjes. Así en la primera
mitad del siglo sexto antes de nuestra era, Pitágoras fundó una especie de
comunidad a la que se iba perteneciendo por diversos grados de iniciación.
Aunque en general no tiene cabida la ascesis sexual.
Todavía más tarde, después de
la era cristiana, el Islam, que jamás desconoció oficialmente una forma
de vida monástica, tuvo desde sus primeros tiempos ascetas viviendo en soledad,
practicando la continencia en presencia de Dios. Más tarde se constituyeron en
fraternidades con una enseñanza y método de elevación del alma a Dios.
También en el Nuevo Mundo
entonces desconocido, en las religiones prehistóricas de América, el Padre
Lafitau, misionero del siglo XVII (citado por dom Jean Leclerq), indica
que también existieron comunidades de vírgenes consagradas. Los célebres
templos de Perú, bajo el dominio de los Incas, poseían sus comunidades de
vestales con leyes más severas que las vestales romanas. Los templos de México
también tenían religiosas del mismo tipo: “Comían en común y dormían en
grandes salas, se levantaban de noche asistiendo al coro como nuestras
religiosas a Maitines. Estaban encargadas de barrer el templo y de su
mantenimiento, practicando una gran mortificación; por lo que se les llamaba
“hijas de la penitencia”.
Los Irocos (América del
Norte) tenían “ciertamente sus vestales a las que llamaban “Yevinnon”,
vírgenes. También entre los hombres existían vírgenes. Pudiera ser que en
tiempos antiguos algunos vivieran en comunidad, como los Esenios...Pero me
parece más probable que se retiraran a la soledad, a cierta distancia de su
pueblo, donde vivirían separadamente como eremitas, con un solo criado que les
proveyese de lo necesario.
2/ Definición y elementos
constitutivos.
Por los ejemplos citados vemos
que antes del monacato cristiano, se daba en todas las religiones un fenómeno
universal cercano a lo que nosotros llamamos monacato. Tales formas de vida
especiales, no todas iguales, contenían elementos de vida constitutivos.
Tratemos de discernir cuáles
son estos elementos constitutivos de este género de vida que hemos
reagrupado bajo el término genérico de “monástico” por los ejemplos que hemos
mencionado del mundo no cristiano. Podremos deducir que deben, sin duda,
figurar también en nuestra vida monástica cristiana.
Lo que sorprende, en primer
lugar, es que estas diversas formas de vida monástica precristiana tienden a
constituirse a parte, a separarse del mundo, a aislarse del resto de los
hombres. Este aislamiento con frecuencia se manifiesta por una señal externa,
un muro, un recinto privado, reservándose el acceso a ciertos edificios sólo a
los ascetas. Sin embargo, se insiste más en la clausura interior.
Esta separación, en la persona
se distingue por un hábito peculiar, un modo especial de cuidar el cabello. Se
sancionará por diversos ritos de agregación o iniciación.
También hay que notar las
prácticas ascéticas como el celibato, al menos temporal, la pobreza entendida
como desapego. Tales prácticas tienen como objeto el favorecer la vigilancia
interior.
No se insiste mucho en la
obediencia considerándola como consecuencia de una disponibilidad general
desarrollada por la meditación. Sin embargo, se pondrá el acento en la
docilidad absoluta a un maestro espiritual.
Como tercer elemento
constitutivo: una aspiración mística, es decir un sentido profundo del Absoluto
y el deseo de comulgar con esta realidad absoluta. Podemos decir que aquí
encontramos el fundamento más profundo de la vida monástica, porque está en el
origen de un sentimiento agudo de la insuficiencia radical de este mundo
cambiante. En el fondo es el móvil de los otros dos elementos: separación del
mundo y prácticas ascéticas.
3/ Conclusión: para nosotros
cristianos.
A lo largo de nuestro recorrido
por el monacato cristiano encontraremos estos tres elementos constitutivos de
la vida monástica. Aunque para el monje y la monja cristianos, se
transfigurarán e iluminarán por la maravillosa venida de un Dios amor a los
hombres en la persona de Cristo. Monjes y monjas cristianos serán unos
enamorados de la persona de Cristo.
La separación del mundo
manifestará el deseo de pertenecer a Cristo, de constituir una familia con él.
La ascesis será comunión con su
Kenosis y Pasión.
La aspiración mística
encontrará su desarrollo en la unión con una persona humano-divina que les
introducirá en el corazón de la Trinidad.
La palabra mística hay
que entenderla bien. No se trata de experiencias extraordinarias, sino en el
sentido paulino sobre el “misterio de Cristo”, conocido por la fe. La mística
está en la base del cristianismo: el Bautismo nos introduce en el misterio de
Cristo, en la mística unión real con Dios por inserción en Cristo, Hombre-Dios.
Es una realidad sobrenatural misteriosa y oculta. Esta comunión se realiza aquí
en la fe por los sacramentos y “deseando agradar a Dios”, y por la búsqueda de
la oración continua.
Es el primer sentido de
“vida mística”: comunión con el misterio de Cristo y, por consiguiente, de su
Espíritu que actúa en el alma por sus dones. Cuanto más intensa sea esta
comunión tanto más actuaran los dones.
Un segundo sentido de la
palabra connota una gracia gratuita de Dios, gracia que no es una prueba de
santidad, ya que puede concederse para la conversión o para alentar, gracia que
no es indispensable para llegar a la santidad, pero puede ser una ayuda
preciosa para llegar a Dios
II. HISTORIA Y
PREHISTORIA
Podemos hablar de historia
desde el momento en que poseemos escritos. Antes deberemos hablar de
prehistoria.
¿Cuándo comienza la historia
del monacato?
El primer escrito sobre los monjes
cristianos cuyo autor conocemos es la “Vida de Antonio”, escrita por san
Atanasio. La historia del monacato comienza, pues, con Antonio (250-350 en
números redondos). La resonancia de este primer escrito fue inmensa.. Pero no
debemos creer que “La Vida de Antonio” es el origen de la vida monástica. El
libro apareció en 357. Pues bien, un papiro muestra ya hacia 305 un grupo
importante de monjes en torno a Antonio en el Bajo Egipto. En el Alto Egipto,
Pacomio funda su monasterio hacia 320 y muere en 346, dejando de 6 a 8 mil
monjes y monjas, antes de la aparición de la “Vida de Antonio”. También mucho
antes, existían monjes en Siria, e incluso en las Galias, en una isla cerca de
Lyon.
El monacato no nace por
contagio, sino más bien como una erupción espontanea, o como una fuente que
brota en diversos lugares, procediendo de una reserva subterránea.
Y es que este brote repentino
del monacato en diversos puntos geográficos distantes: Egipto, Palestina,
Siria, Asia Menor, Galia, supone una reserva de agua subterránea, una
preparación secreta del Espíritu Santo. Es como una prehistoria del monacato:
prehistoria en los corazones, es decir prehistoria de la espiritualidad
monástica de la que trataremos de indicar ciertos rasgos, y prehistoria de los
hechos, porque aparecen ciertos hitos que testimonian esta preparación por el
Espíritu.
Parece que entre las causas,
sin duda múltiples, que pueden ser la fuente más o menos directa de este surgir
simultáneo del monacato en el siglo tercero, pueden señalarse por orden
cronológico: un vago bosquejo en el Antiguo Testamento, movimientos ascéticos
judíos más concretos en la época de Jesús, las exigencias radicales de la
enseñanza evangélica que pronto tuvieron como consecuencia la virginidad
consagrada, luego el martirio, y finalmente Orígenes.
III. FUENTES DEL MONACATO
CRISTIANO
1.
EL ANTIGUO
TESTAMENTO
Aunque san Jerónimo hable de
“monjes del Antiguo Testamento” (Ep. 125,7), no parece que podamos
hablar de monacato propiamente dicho. Sin duda porque todo el pueblo se
consideraba consagrado: vemos a la hija de Jefté “llorar su virginidad” (Jue
11,38).
Sin embargo, encontramos
algunas imágenes, ciertos esbozos de vida consagrada: los levitas que tenían a
Dios como única herencia; el nazireato (nombre que significa “consagrado”), por
vida o temporal, estaba sancionado por ciertas prohibiciones. Así Sansón era
nazir, pero sus aventuras con Dalila demuestran que, para su desgracia, el
matrimonio no entraba dentro de estas prohibiciones.
La Biblia menciona también grupos
de ascetas en torno a Eliseo, llamados según las traducciones: “Hermanos
profetas” o “Hijos de los profetas” ( 1 Re 20,35; 2 Re 3s). Algunos
estaban casados (2 Re 4,1).
Los profetas Amós, Oseas,
Jeremías, anuncian el anacoretismo de los monjes idealizando la vida del
desierto donde Dios hace alianza con su pueblo. Isaías invita a “preparar en el
desierto un camino al Señor” (Is 40,3). Al final de los escritos
vetero-testamentarios, aparece la fecundidad de la mujer estéril y de la virgen
(Sal 112; Sab 3,13-14; Is 54,1; 56,3-5).
En el umbral del Nuevo
Testamento aparece Juan anunciando a Jesús y también a los monjes. Es célibe,
vive en el desierto, ayuna, ora, medita la Ley y sobre todo manifiesta su
humildad: “Es preciso que él crezca y yo mengüe”. También María proyectando
mantenerse virgen y en quien la posteridad siempre ha considerado modelo de las
vírgenes consagradas que, humildes y siguiendo su ejemplo, se dejan penetrar y
fecundar por la Palabra de Dios.
Además la historia profana nos
muestra la existencia de vidas muy próximas al monacato.
2.
LOS MONJES
JUDÍOS En la época de Jesús, los
historiadores mencionan la existencia de ascetas judíos retirados del mundo.
3.
a/ Los Esenios
El historiador Josefo y Filón
de Alejandría hablan de grupos religiosos judíos que llaman Esenios. Se
trataba, sin duda, de un movimiento bastante amplio, incluyendo varias ramas
entre ellas el grupo de Qumram. Filón indica que la palabra “esenios” viene del
griego hosioi = santidad, pero es más probable que provenga del arameo hassaya
= “piadoso”. Es un movimiento conservador que pretende separarse del Israel
corrompido para buscar a Dios en la santidad; su Regla indica: “Se separarán de
enmedio de la habitación de los hombres perversos para ir al desierto y abrir
el camino de Dios”. Un para de textos que los describen (Textos 1-2).
b/ Los Terapeutas
En su libro “De la Vida
contemplativa”, Filón describe a otros ascetas que vivían en Egipto, al
este de Alejandría, en las proximidades del lago Mareotis cerca del mar. Es el
único que los menciona e iba a veces allí para hacer un retiro lejos del
mundanal ruido. Los llama “Terapeutas”, de una palabra griega que significa
“servir” y “cuidar”. Este último sentido es el que subraya Filón: son los que
“cuidan” (sus pasiones) (Texto 3). Los describe a través de lo que es él
mismo: un rabino piadoso y letrado, experto en exégesis alegórica y en la
filosofía platónica (Texto 4).
Ambos grupos llevan una vida
ascética y comunitaria exigente. Sólo aparecen ejemplos aislados de celibato
religioso.
4.
LO “MÁS”
EVANGÉLICO
Ciertamente que las exigencias
del Sermón de la Montaña, el ejemplo de la virginidad de Jesús y María, los
consejos de Pablo a los corintios referentes al celibato y el amor loco del
Señor que murió por los pecadores, suscitaron pronto entre los hombres y
mujeres un deseo de responder al amor con amor, y de consagrar su vida a Dios
por la virginidad.
Aparecen huellas un poco por
todas partes. En primer lugar los Escritos de los Apóstoles: los Hechos nos
hablan por ejemplo de las hijas de Felipe, vírgenes y profetas. Más tarde la
carta de Clemente de Roma, hacia el 90, indica la existencia de vírgenes y
célibes. Hermas, en 150, menciona las vírgenes de Roma, Ignacio al grupo de
vírgenes de Esmirna que parece importante. Lo mismo Policarpo y Justino.
La palabra “monje” aparece por
vez primera al final del siglo II, en el Evangelio apócrifo de Tomás, quien
celebra la bienaventuranza del monachos.
Por la misma época, entre 150 y
200, sabemos que existían en Siria y Corinto, personas que llevaban una vida
pobre y ascética, guardando la castidad. Se trataba de individuos viviendo
probablemente en su medio familiar o en la ciudad, sin que se pueda hablar de
monacato. Pero enseguida aparecerá, mezclado a este buen grano, la cizaña de la
suficiencia que se traduce en desprecio del mundo. El dominio de sí, en griego egkrateia
= abstinencia, continencia, se va a convertir en un movimiento: el
“encratismo”, endureciendo la abstinencia y la continencia; se prohíbe el
matrimonio, el alimento proveniente de animales animados y el vino.
En la primera mitad del siglo
tercero, encontramos un primer monacato organizado, los “Hijos del Pacto”.
Estos cristianos vivían en común al servicio de la Iglesia y del culto,
llevando una vida pobre. Es el primer cenobitismo que conocemos.
Algo más tarde aparecieron en
Siria los “mesalianos”, de una palabra que significa “orar”. Algunos de ellos
permanecerán en sintonía con la Iglesia, otros se alejarán. En el siglo IVº,
Basilio tratará de llevarles a ellos y a los “encratitas” por un sendero más
recto.
En fin, hacia el año 300,
Antonio es el primer monje cuya historia conocemos por un escrito. Es entonces
cuando comienza la historia propiamente dicha del monacto cristiano.
5.
LOS
MÁRTIRES
Como tercera causa que explica
este aparecer repentino del monacato a comienzos del siglo tercero estaría el
martirio. Muy pronto se consideró al monacato vinculado al martirio: o como
preparación al martirio o como sustitución del martirio.
1/ Una preparación al
martirio para los que vivían en tiempos de persecución, como Antonio. Se cuenta
que cuando se declaró la persecución de Diocleciano y llevaron a los cristianos
a Alejandría, Antonio, dejando su monasterio, se unió a ellos diciendo: “Vamos
también nosotros, a contemplar a los que luchan y luchar con ellos si nos
llaman”. Lo mismo leemos en la vida de Pacomio: (Texto 5).
2/ Una sustitución al
martirio, cuando cesaron las persecuciones. Pero plantea un problema, si el
monacato equivale al martirio, ¿tenemos la impresión los monjes de ser
mártires?
Como botón de muestra tres
textos que nos indican que los Ancianos pensaban. En primer lugar un apotegma
atribuido a Atanasio, contemporáneo de Antonio, el que escribió su vida (Texto
6). Luego otros dos textos, uno a propósito de las monjas y otro de los
monjes (Textos 7-8).
Ya tenemos ciertas
explicaciones. Para mayor claridad, vamos a estudiar un texto de uno de los
mártires más célebres, Ignacio de Antioquía: su carta a los Romanos, un
texto donde nos muestra cómo era por dentro, donde podemos ver lo que era un
mártir. Podemos comprobar cómo esta carta nos interpela en lo más honde de
nuestra vida monástica, y al referirnos a ella nos preguntaremos si existen en
la Regla de san Benito puntos referentes a la espiritualidad del martirio.
Ignacio era obispo de
Antioquía, en Siria. Hecho prisionero durante una persecución, es llevado a
Roma por tierra y mar, para arrojarle a las fieras en el circo con ocasión de
una fiesta pagana. Llegado a Asia Menor, permanece algún tiempo en dos
ciudades: Esmirna y Troas. Delegaciones de las iglesias vecinas le visitaron.
Con esta ocasión escribe diversas cartas de las cuales una va dirigida a los
Romanos donde les anuncia su llegada pidiéndoles que no hagan nada por librarle
y hacerle escapar del suplicio. La carta es un escrito espontáneo donde aparece
el corazón del mártir; no hay nada literal o convencional. Excepto la
introducción y la conclusión no existe un plan preconcebido: Ignacio escribe a
medida que le fluyen las ideas; es como lenguaje hablado.
La carta aparece casi íntegra
en el Trabajo Nº 1. Leedla haciéndole preguntas a Ignacio. Es el mejor modo de
leer a los Padre: como a grandes amigos, les preguntamos. Partiendo de esta
carta, nos haremos diversas preguntas:
¿Quién es Ignacio, cuál es su
personalidad?
Luego le preguntaremos:
¿Cómo
enfoca el martirio?
¿Qué
significa para él la muerte del mártir?
¿Qué
es para él un mártir?
¿Qué es para él Jesús?
Cuando
concluyáis el trabajo, os habréis podido dar cuenta, entre otras cosas, de dos
temas que tendrán gran importancia en el desarrollo ulterior de la
espiritualidad monástica: el tema del combate espiritual y el de la imitación
de Cristo que aparecerá en otros textos de la literatura de los mártires. Como
ilustración del primer tema, el del combate espiritual; el mártir como luego el
monje, es consciente de luchar contra el demonio (Texto 9).En cuanto al
tema de la imitación de Cristo se encuentra, entre otros, en la narración de
los mártires de Lyon (Texto 10). Esta presencia de Cristo que sufre con
y en su mártir, se lee también en un texto célebre de la Pasión de las santas
Perpetua y Felicidad (Texto 11). Más adelante veremos la misma idea en
la vida de Antonio: Cristo estaba allí, en el combate de Antonio contra el
demonio. Será bueno recordarlo en nuestras tentaciones: Cristo está cerca de
nosotros, aunque creamos que estamos solos y nos ayuda a triunfar.
5. ORÍGENES
Fue un hombre, como Ignacio,
gran enamorado de Cristo, y como Ignacio deseó dar la vida por él. Fue uno de
los mayores genios del cristianismo, comparable a Agustín y Tomás de Aquino.
Sus numerosas obras influyeron enormemente en el monacato naciente. No lo
estudiaremos, nos limitaremos a señalar ciertos puntos por los que influyó en
este movimiento de los espíritus -y del Espíritu- que generó el monacato.
Hay continuidad entre la
espiritualidad del martirio y la de Orígenes. Su vida se desarrolla en una alternancia
de periodos de persecuciones y de calma. Su padre, Leónidas, murió mártir
durante la persecución de Severo, y su madre tuvo que esconderle la ropa para
que no fuera a declararse cristiano. Escribió una Exhortación al martirio durante
la persecución de Maximino de Tracia, y fue arrestado y torturado durante la de
Decio; murió tres años más tarde como consecuencias de la prueba. No es, pues,
extraño que aparezca en su obra el tema del combate espiritual.
Además, al comienzo de su vida,
Orígenes estuvo encargado de una escuela de formación a la vida cristiana, una
especie de “Escuela de la fe” antes que de la letra, en la que los estudiantes
venían a ser instruidos por él. Vivían, comían y oraban juntos. Al final de la
estancia, tras cinco años de escolaridad, al uso de las escuelas de la época,
el estudiante preparaba un discurso de circunstancias. Nos ha llegado el que
hizo uno de sus alumnos, Gregorio, que significa “despierto”, y que llegó a ser
obispo, y con una santidad acompañada de milagros. Tan es así que se le apodó el
Taumaturgo, es decir, “el milagrero”. Nos indica en su Discurso de
agradecimiento a Orígenes lo que era el maestro para sus alumnos: un
notable formador, precursor de los Maestros de novicios. Leeremos un pasaje de
esta carta fijándonos en lo referente a nuestra vida monástica, y la influencia
de Orígenes en esta vida monástica que estaba en mantillas. (Texto 12).
Orígenes formador y candidato
al martirio, puso en el centro de su ascesis y moral el combate espiritual,
será tema central también para el monacato naciente. Es tema central porque no
existe vida cristiana sin lucha, porque el hombre se halla en la encrucijada de
los caminos, como subraya el salmo primero. Este tema de los dos caminos,
frecuente en la literatura bíblica y monástica, supone una opción, a veces
difícil, que implica una lucha.
Se da toda una doctrina del
combate espiritual en las obras de Orígenes y el tema pasará a los ascetas de
Oriente y a la espiritualidad en general. De un modo esquemático entresaco las
ideas que se pueden señalar a través de las obras de Orígenes sobre el combate
espiritual.
1. El combate espiritual es un
hecho: todos debemos optar o por la vida del bien o por la del mal y tal opción
se efectúa por medio de un combate donde está implicada nuestra libertad. El
camino del bien es el de Dios , el del mal es el del demonio, el diablo que
Orígenes denomina con el nombre de los que en la Biblia se oponen a los
israelitas: Amalec o Faraón (Texto 13). Habrá, pues, dos clases de
combatientes: (Texto 14).
2. El combate espiritual tiene
por sede el corazón. Encontramos estos temas en las Obras de Orígenes y los
proseguirán los Padres del Desierto: el combate entre los malos pensamientos,
la guarda del corazón, la necesidad de la vigilancia, el discernimiento de
espíritus, la apertura a un Padre espiritual.
3. La apertura a un anciano es
en efecto una poderosa ayuda para el soldado de Cristo. Pero además existen
otras ayudas: Dios mismo y sus ángeles. Y uno mismo posee armas con que defenderse:
en primer lugar la oración: “Un sólo santo en oración es mucho más fuerte que
un ejército innumerable de pecadores” asegura Orígenes. La oración junto con
las virtudes, sobre todo la fe y la humildad. La fe: Orígenes cita con
frecuencia la frase de Pablo: “el escudo de la fe extingue las flechas
incendiarias del Maligno” (Ef 6,16); la humildad: después de una caída,
no quedarse abatido, sino volverse a levantar (Texto 15).
4. Este combate nos es muy
provechoso. En primer lugar porque a veces seremos vencidos, descubriendo así
nuestra miseria; es fuente de humildad. Luego, fortifica nuestra virtud y nos
merece una recompensa.
Además será provechoso para los
otros, podremos luchar por ellos. Es un texto muy importante que muestra cómo
Orígenes tenía el sentido del Cuerpo Místico y la ayuda oculta que podemos
aportar a los demás que no tuvieron tantas gracias como nosotros.
(Texto 16).
-o-o-o-o-o-o-o-o-
La doctrina de Orígenes sobre
la virginidad también influyó profundamente en el monacato primitivo.
Esquemáticamente sería:
1. El modelo es Jesús que es la
Castidad como es todas las virtudes. María es también el modelo. Orígenes es el
primer teólogo que defiende la virginidad de María después del parto. María es
la primera virgen entre las mujeres y Jesús entre los hombres.
2. Las raíces de la virginidad,
son las bodas de Cristo y la Iglesia; el matrimonio cristiano es un símbolo de
esa realidad que se realiza en la carne; las bodas del Verbo y el alma se
realizan espiritualmente en el cristiano que busca a Dios. Pero esta unión
entre el alma y el Verbo se opera con mayor fuerza en la virginidad: ésta es
superior al matrimonio, porque no sólo figura las bodas de Cristo y la Iglesia,
sino que las muestra y actualiza. La virginidad de la Iglesia se realiza por la
castidad total de algunos de sus miembros.
3. La virginidad en su esencia
es un cambio de dones entre Dios y el hombre. Entre Dios y el o la que es
virgen, se da un don recíproco:
Don de Dios al hombre: Es una gracia que viene de Dios, Dios guarda la
virginidad
en el alma; por consiguiente
hay que pedirle que la conserve (Texto 17). Dicha gracia proviene de
Dios Trino: el Padre la conserva, el Hijo la lleva a cabo, cortando las pasiones
con la espada que es él mismo, y como carisma constituye una participación del
Espíritu Santo.
Don del hombre a Dios: Se trata de un sacrificio ofrecido por el alma a
Dios en el santuario de su cuerpo. Es el don más perfecto después del martirio.
Su fuente es la caridad: sólo por amor se permanece virgen. Un amor que pone a
Dios sobre todo lo creado, deseando pagarle amor con amor. Al hacerle donación
de nuestro cuerpo, imitamos a Dios que nos ha dado todo.
4. Condiciones: Dicho don se
manifiesta por la mortificación, la guarda del cuerpo y de los sentidos.
Oración y mortificación son necesarias a la virginidad; son los elementos de
este sacrificio que, en el santuario del cuerpo, el alma como sacerdote del
Espíritu Santo, ofrece a Dios.
Pero la virginidad carece de
valor si no va unida a las demás virtudes, sobre todo la fe y la humildad.
Y es que la castidad del cuerpo tiene como finalidad la virginidad del alma: la
castidad del corazón que es mucho más importante; es preciso proteger el
corazón de las imaginaciones impuras, porque el pecado de pensamiento entrega
el alma al amante adúltero que es Satán. A la inversa, en el caso de la
violación de una virgen, la mancilla del cuerpo no cuenta si el corazón
permanece virgen.
5. Efecto: Una idea peculiar de
Orígenes es que la virginidad nos asemeja a los niños a los que pertenece el
Reino de los cielos. Está próxima a la virtud de la infancia espiritual
(Texto 18). En este sentido, prolonga la vida paradisíaca de Adán y Eva
antes de conocer el matrimonio, eran los niños continuamente creados por Dios
que conversaban con él.
En el otro extremo del tiempo,
profetiza el estado escatológico de la Resurrección, porque el obstáculo
presente a la perfección de las bodas del alma con el Verbo, es la carne y el
pecado.
En nuestro estado actual, nos libera
para servir al Señor. Siguiendo a Pablo, Orígenes opone la servidumbre del
matrimonio a la libertad de la virgen. Si la virginidad se inspira en el amor
espiritual de Dios buscado por encima de todo, entonces libera al ser humano
que puede dedicarse totalmente al servicio divino.
En fin, la virginidad llena de
frutos al alma: fecundidad como en María, engendra Jesús en el alma (Texto
19). Tema recogido por los Padres de Císter sobre todo Guerrico.
BIBLIOGRAFÍA
Fenómeno Monástico
Dictionnaire de spiritualité,
art. Monachisme. T. 10 Col. 1524-1556
V. Desprez, Lettre de Ligugé
1983, 2, 4 - Nº 218-20, p. 7 ss
GARCÍA M. COLOMBÁS, El monacato
primitivo, BAC 1998 (I hombres, hechos, costumbres, instituciones. II La
espiritualidad).
Esenios
- Escritos de Qumram
Terapeutas
FILON: De la Vida
Contemplativa, Sígueme 2005
Mártires
D. RUIZ BUENO, Actas de los
Mártires, BAC, Nº 75 Orígenes H. CROUZEL, Orígenes, un teólogo
controvertido, BAC, 1999
REVISIÓN
1. No siendo el monacato u
fenómeno específicamente cristiano, haced una definición más amplia.
2. ¿Cuáles son los tres
elementos constitutivos de todo monacato?
3. ¿Cuál es lo específico del
monacato cristiano?
4. Precisar la diferencia entre
historia y prehistoria.
5. Indicar dos temas
particulares que aparecen en la literatura de los mártires y que revalorizó el
monacato
6. Resumir las ideas que
aparecen en Orígenes sobre la virginidad.
2
ANTONIO 251-356
1.
INTRODUCCIÓN
La historia del monacato
comienza con Antonio, porque es el primer monje a propósito del cual poseemos
escritos.
1. Escritos de él, ya que
poseemos 7 de sus cartas. La primera es un tratado sobre la conversión y la
ascesis. Las seis restantes dirigidas a sus discípulos. En castellano en la colección
de espiritualidad de “Las Huelgas”, con introducción de A. Louf.
2. Escritos sobre él. Además de
38 apotegmas poco originales, contamos sobre todo con la Vida de Antonio de
Atanasio. Es un escrito que todo novicio debe leer y que nos enseña lo que un
obispo del siglo IVº pensaba sobre la vida monástica. Veamos en primer lugar,
quién fue este obispo autor de la Vida de Antonio.
2.
ATANASIO
Y EL DESIERTO
Atanasio es del mismo país que
Antonio, de Egipto. Cuando escribió la “Vida de Antonio”, es obispo de la
capital de Egipto, Alejandría. Era una gran ciudad, con un puerto enorme, lugar
de encuentro de todo tipo de gentes y religiones. Existía una comunidad judía
muy importante y una comunidad cristiana muy activa. Pero también brotaba mala
semilla pues en Alejandría es donde comenzó la primera de las grandes herejías,
el arrianismo, difundido por Arrio, sacerdote de Alejandría, quien afirmaba que
Jesús era sólo hombre, grande, muy santo, pero no Dios.
Atanasio fue uno de los
primeros en combatir esta herejía que tanto mal ocasionó a lo
250 300 350 400
_______________________________
252 Antonio 356
295 Atanasio 373
288 Arrio 386
325 381
Nicea Constantinopla largo del siglo cuarto. Condenada en Nicea (325), lo
será más tarde y de modo definitivo en el Concilio de Constantinopla (381);
afirmando que el Hijo es de la misma naturaleza que el Padre. Atanasio asistió
al Concilio de Nicea siendo diácono. Poco después será nombrado obispo de
Alejandría donde residirá 46 años hasta su muerte en 373. Durante estos años
combate con fuerza e intransigencia al arrianismo. Lo cual le ocasionará pasar
la mitad del tiempo de su episcopado en el destierro: los emperadores que
sostienen la herejía arriana por razones políticas, lo desterrarán primero dos
años a Tréveris y luego cinco años a Roma. Después le condenaron a muerte
pretendiendo matarle. Atanasio huyó al desierto con los monjes sus amigos, para
escapar a los soldados que buscaban prenderle.
Con los monjes, que le
veneraban y
amaban, gozaba de una seguridad
absoluta.
Atanasio se vio obligado a huir
hasta tres veces al desierto donde residió mucho tiempo. Es decir, que conocía
muy bien el desierto y a sus moradores los monjes.
Los monjes no todos eran
santos. Al principio el desierto se convirtió en refugio por diversas razones:
eludir pagar impuestos, huir del servicio militar que entonces era forzoso y
penoso. También se refugiaban como Atanasio, por nobles motivos: no dar culto a
los dioses paganos y escapar de las persecuciones. Pero los que se refugiaron
en el desierto, o buena parte de ellos, experimentaron las ventajas de la
soledad por las sendas de la oración y de la intimidad con Dios. De ahí que
surgiera ir al desierto por vocación inspirada por Dios.
Existen dos concepciones del
desierto que aparecen ambas en la Biblia: tierra estéril e ingrata donde se
envía al chivo expiatorio cargado con los pecados del pueblo; o lugar de amorío
con Dios, tierra de noviazgo y preparación. Ambos aspectos reaparecen en la
Vida de Antonio.
Un aspecto más bien pesimista:
En la Vida de Antonio aparece con profusión el demonio, como Dueño del
desierto. En este tiempo de expansión del cristianismo, parece como si el
desierto fuera el único lugar que le queda. Por eso lucha contra los monjes que
van a habitar en el desierto. El combate del monje contra el diablo se situará
en la línea de la narración de las tentaciones de Jesús. El monje es
continuador de la acción redentora. Es uno de los aspectos del desierto.
Pero hay otro aspecto más
optimista. Se va al desierto para luchar contra el diablo, como Antonio, pero
mucho más para encontrarse con Dios. Si se abandona la ciudad, es para unificar
la vida: se abandona lo que puede distraer para mantener “Su espíritu fijo en
un fin único”, como dirá más tarde Casiano. El motivo no puede ser más
positivo: se deja la ciudad de los hombres por la ciudad de Dios.
3.
LA
“VIDA DE ANTONIO”
Tal es el medio donde nace la
“Vida de Antonio” escrita por Atanasio. No se trata de una vida inventada por
Atanasio, porque habla a personas que habían conocido a Antonio. Pero tampoco
se trata de una simple biografía, como se escribe la de un personaje célebre.
Atanasio tiene un plan al escribir. Basta ojear la articulación de la obra,
bien pensada, como puede comprobarse por el siguiente esquema:
VIDA DE ANTONIO - PLAN
0 Preámbulo
1 Presentación y vocación de
Antonio. Tres frases evangélicas = tres condiciones para ser monje
- Desapego total para seguir a
Cristo
- Ausencia de preocupaciones =
confianza en Dios
- Trabajo para vivir y hacer
limosna
2 Las cuatro etapas de Antonio
= el progreso del monje
a/ Cerca de la ciudad: aprende
de los ascetas
b/ En un sepulcro: lucha contra
el diablo, muerte al hombre viejo
c/ En una fortaleza y como
padre de monjes
d/ En el desierto interior,
totalmente solo y se convierte en padre de los hombres.
3. El discurso ascético
a/ Vivir la ascesis
b/ El combate espiritual
c/ Conclusión
4. Antonio hombre de Dios
Milagros, profecías, apotegmas
5. El discurso apologético
Sigue siendo hombre de Dios
6. La muerte de Antonio
7. Conclusión
Al escribirla, Atanasio
pretende enderezar las desviaciones, corregir insuficiencias que había podido
observar durante sus estancias con los monjes, sus amigos. Quiere presentar en
la persona de Antonio un modelo, describiendo al monje tipo. Así, un Padre de
la Iglesia, Gregorio Nacianceno, pudo decir de la “Vida de Antonio” que era una
regla monástica en forma de narración (Or 21,5).
De la “Vida de Antonio”
elegiremos algunos textos:
Presentación
y vocación de Antonio, donde Atanasio subraya las tres condiciones para ser
monje.
Las
cuatro etapas por las que Atanasio descubre el progreso del monje.
Un
fragmento del discurso ascético referente al discernimiento de espíritus
El relato de la muerte de
Antonio.
4.
COMO
CONCLUSIÓN
Los textos leídos nos presentan
los rasgos de la espiritualidad de Antonio tal como los ve Atanasio. Podemos
completarlo con lo que dicen las Cartas.
En primer lugar reaparece el
tema del combate espiritual que ya vimos en Orígenes. Es muy importante en
Antonio. Se trata de un combate contra el diablo, a nivel de las pasiones. El
hombre, que fue creado bueno, se volvió enfermo. Las pasiones son las
enfermedades del corazón. El diablo se sirve de ellas para arrastrarnos a la
perdición.
De ahí la necesidad de la
vigilancia y la ascesis que poco a poco debe transformar incluso nuestro propio
cuerpo. Antonio es optimista: Sabe que, si se le encara, no hay que temer al
diablo. No tiene poder real: Cristo le venció.
Para vencerle, en primer lugar
hay que desenmascararlo, por eso la importancia del . discernimiento de
espíritus. Atanasio quiere también decirnos que Jesús está ahí, presente en
nuestro combate, presente por su Espíritu que es para nosotros luz y fuerza. En
su carta 1ª, Antonio llama al Espíritu: “el amigo del corazón” que “enseña cómo
curar las heridas del alma”. Además nos compromete a no preferir nada al amor
de Cristo, fórmula que recogerá san Benito en su Regla (IV,21), él ha
venido a salvarnos y comunicarnos su Espíritu. También en esta lucha contra el
demonio es muy importante la oración que nos pone en contacto con Jesús y su
Espíritu. Hay que añadir la perseverancia, tema que aparece tanto en la “Vida”
como en las “Cartas”. “Perseverad, a pesar de todo” (Carta I,4). Por dos
veces aparece el versículo del salmo 131: “No deis sueño a vuestros ojos, ni
reposo a vuestros párpados” (III,1; VI,10). La perseverancia se traduce
por el deseo de progresar cada día más, es un perpetuo volver a comenzar. Desde
el principio, Atanasio nos enseña que la vida monástica es una “imitación de
Cristo” y un “seguimiento de Cristo”, dos temas subyacentes en la “Vida de
Antonio”. Otra nota interesante: el monje no busca a Dios solo, está unido a
todos sus hermanos. Cuanto más se ahonda en la soledad, más se está
misteriosamente en contacto con sus hermanos.
Bibliografía * Existen varias traducciones de la Vida de Antonio al
castellano. Citamos: S. ATANASIO, Vida de san Antonio, padre de monjes. Monte
Casino, 1975 * S. ANTONIO, Cartas, Las Huelgas Nº 8. Introducción de A. Louf.
Revisiones
1. ¿Qué conclusiones se pueden
sacar del contenido de la Vida de Antonio?
2. ¿Qué concepciones del
desierto propias de la época aparecen en la Vida?
3. Anotar las tres condiciones
para ser monje según las primeras páginas de la Vida.
4. ¿Cuáles son las etapas del
progreso de Antonio?
5. Comprobar cómo Antonio, a
medida que se distancia materialmente de los hombres, está espiritualmente más
cercano a ellos. ¿Lo podemos aplicar a nuestra “separación del mundo”?
3. RECORRIDO TURÍSTICO
Os proponemos una excursión a
vuelo de pájaro sobre la cuenca del Mediterráneo y aún más lejos. Antes del
viaje miramos el mapa y los planos.
PLANOS Ver el mapa geográfico de la cuenca mediterránea, el
plano del mundo patrístico y monástico conocido.
El plano 2 se extiende desde el
siglo I al XIII poniendo en relación los Padres de la Iglesia y los monjes.
Aparece de repente este surgir
de monjes en el siglo cuarto. Antes aparecieron los Padres de la Iglesia pero
no monjes. Es la época que hemos llamado “la prehistoria del monacato”. Se
puede comprobar la gran riqueza de este siglo IVº tanto en la línea de los
Padres de la Iglesia como en la de los monjes. Es un tiempo en que el Espíritu
Santo sopla con fuerza en la Iglesia. A este siglo sigue otro de decadencia,
más rápido entre los Padres de la Iglesia, más lento entre los monjes. El
periodo de los Padres termina en el siglo VIIº, pero entre los monjes notamos
la renovación de Benito de Aniano en tiempos de Carlomagno quien recoge las
reglas conocidas y las reúne. Luego tenemos el periodo de esplendor de Cluny,
con sus cinco abades que gobernaron la orden cada uno durante medio siglo; y el
de Císter con san Bernardo y los otros grandes escritores de la Orden.
El tercer plano detalla más los
monjes de los primeros siglos, retrasándose hasta el periodo que estamos
estudiando. Aparecen los nombres de los principales monjes, clasificados según
los siete lugares geográficos principales. (Habría que añadir el monacato
hispano). En cursiva ponemos el lugar de implantación. El signo ¤ señala
a los que han escrito una regla; Casiano que, con sus Instituciones y Colaciones,
nos ha dejado el equivalente a una regla, cuya irradiación fue enorme, tiene su
signo particular: #.
Así, con estos planos, partimos
de Alejandría donde ejercía de obispo Atanasio e iremos hacia el Sur en
dirección al desierto donde comenzó Antonio.
BAJO-EGIPTO
Estamos en el Bajo-Egipto. A 60
km al sur de Alejandría donde comienza el desierto, sobrevolamos un valle
profundo, dispuesto en terrazas y con abundantes grutas. No vemos rastro de
monasterio, pero en cada cueva adivinamos la presencia de un monje. Es NITRIA.
(Palabra proveniente de nitrum, antiguo nombre del nitrato de potasio:
se extraía aquí sal y sosa).. Pero este lugar se hallaba relativamente próximo
a Alejandría, siendo muy visitado. Se cuenta que Amún, fundador de Nitria,
expuso esta dificultad a Antonio; entonces ambos partieron en dirección sur,
después de la comida de la hora novena, fundando un segundo lugar monástico
cuando llegaron al ponerse el sol: “Las Celdas”.
Así, a media jornada de marcha,
unos 18 kilómetros, encontramos este nuevo centro monástico al que llamaron: LAS
CELDAS, porque estaba constituido por casitas al lado unas de otras. Cada
monje tiene su vivienda, muy frugal. Entre varios, podían construir una celda
en un día. Las celdas son de barro y cañas, pero con apariencia de casitas con
puertas con sus cerrojos. A veces, como en Nitria, sencillamente utilizaron una
oquedad en la roca: las casas tenían dos habitaciones. Según las excavaciones
hechas en este lugar, parece ser que la celda del anacoreta tenía un patio
cerrado, rodeado de un muro donde podía pasear. Dentro del patio, un pozo
proporcionaba agua para beber y para regar el jardín. El espacio entre las
celdas era suficiente para evitar verse u oírse. Pero ancho es el desierto.
Cuando llegó Paladio, encontró allí 600 monjes. Lo que supone una ciudad de 6
km de diámetro. La iglesia estaba en el centro.
Más al sur todavía, a 40 km,
encontramos ESCETE, otro centro monástico del mismo género, pero es para
los que prefieren mayor soledad, porque está a 30 km del Nilo y muy lejos de
cualquier centro habitado. Bastante pronto, en estos centros, se construirán
algunos edificios sólidos: la iglesia donde se reúnen los monjes para celebrar
juntos el domingo, y la hospedería. Aunque los monjes seguían viviendo en sus
ermitas, aparte.
Tenemos, pues, en el
Bajo-Egipto, tres centros monásticos sucesivos.
ALTO-EGIPTO
Continuamos nuestro vuelo
virando levemente a la derecha para llegar al valle del Nilo y sobrevolar el
Alto-Egipto cuya capital es Tebas. Antonio decía que quería ir a la
Alta-Tebaida; ya estamos. ¡Sorpresa! Aquí es a la inversa: son raras las
ermitas, pero sobrevolamos ciudades enteras rodeadas de un muro. Aterrizamos en
una de ellas.
Nos encontramos al pie de una
muralla que puede tener de ocho a diez metros de altura. Solo aparece una
puerta en el muro.
En la puerta está un portero
que nos pregunta: “¿Venís hombres o mujeres? ¿Sois católicos o paganos? ¿Sois
sacerdotes, monjes o laicos? Etc...Y es que todos van a ser bien acogidos, pero
no del mismo modo: mujeres por un lado, turistas por otro, pobres, católicos, monjes...
Nosotros que somos monjes,
podemos visitar todo, pero acompañados por un monje. Vemos un montón de casas
habitadas por entre 20 y 40 hermanos en cada casa por gremios: panaderos,
escribanos, zapateros...cada grupo en su casa. Luego encontramos a otro monje
que nos da un poco de conversación. Pero toca la campana: “Perdón, debo
dejaros”. Descubrimos que existe un reglamento. Luego vemos al hermano que nos
acompaña inclinarse cuando pasa otro hermano. Le preguntamos el porqué y nos
responde: “Es un jefe de casa”. Se da una graduación. Y un poco más adelante
hace una inclinación profunda: está ante el superior del monasterio. Un poco
más allá, hinca las rodillas en tierra y se postra. Acaba de pasar Pacomio, el
Padre de toda la Orden.
Se trata de monjes pacomianos y
existe una Orden y un orden.
Existen nuevo monasterios
semejantes y todo se organiza de modo similar. Estamos lejos de lo que habíamos
visto en el Bajo-Egipto. Estos monjes no son eremitas sino cenobitas.
Acabamos, pues, de ver dos
tipos de existencia, por una parte la vida anacorética, por otro la cenobítica;
sin ninguna regla escrita ni organización peculiar en los anacoretas y con una
organización hasta en sus mínimos detalles en los cenobitas.
PALESTINA
Subimos ahora hacia el norte, hasta
Palestina. Algo más tarde, unos diez años después, encontramos un monacato
latino en este país de lengua griega. Se trata de Jerónimo procedente de
Roma donde tuvo no pocas dificultades y que, gran amigo de la Escritura y de
Jesús, vino a instalarse en el lugar de su nacimiento, en Belén. Con una
mujer rica de Roma, Paula, fundó un doble monasterio, uno de monjas para Paula
y sus compañeras, y otro de monjes para Jerónimo y sus compañeros. Cerca, en Jerusalén,
un amigo de Jerónimo, amigo al menos de momento porque llegarán a enemistarse, Rufino,
funda también un doble monasterio con Melania, llamada la Antigua para
distinguirla de otra piadosa Melania llamada “La Joven”. Siguiendo en
Palestina, pero en los desiertos del Jordán o en los que rodean el mar Muerto,
encontramos el sistema de la Laura que tendrá numerosas ramificaciones
en Oriente.
Se trata de una combinación de
los dos monacatos el del Bajo y el del Alto-Egipto. El novicio entra un
monasterio, en un cenobium donde realiza un aprendizaje cenobítico
durante siete u ocho años. Comienza, pues, en comunidad como el sistema del
Alto-Egipto. Luego va a la soledad, a la Laura, donde vive el sistema
anacorético del Bajo-Egipto, excepto que aquí está institucionalizado: aunque
viva en soledad, a unos kilómetros del monasterio, no puede hacer lo que
quiera. Está vinculado a un padre espiritual, y cada sábado, le guste o no,
acuda a él viviendo en comunidad con los otros seis o siete que tienen el mismo
padre espiritual. Se le da cuenta de la semana, se dialoga, se come, se
arreglan los asuntos materiales, se celebra el oficio de vigilias y luego la
Resurrección del Señor, y el domingo por la tarde regresa a la total soledad
hasta el sábado siguiente. Y así hasta la muerte.
Para estos individuos, la vida
anacorética es la coronación preparada por la vida cenobítica. Encontramos un
eco indirecto en san Benito al comienzo de su Regla. Así pues, se parece y
difiere de los sistemas egipcios porque en el anacoretismo del Bajo-Egipto no
se da un aprendizaje cenobítico, y para los pacomianos no se da la vida
solitaria.
SIRIA
Sigamos más hacia el Norte,
hasta Siria. Se manifiesta una verdadera atracción por el desierto, pero no lo
conciben del mismo modo, ni se vive de la misma manera. Para nosotros hoy,
resulta bastante difícil comprender este tipo de monjes: ¡cuanto más
espectaculares y exagerados tanto mejor! Y ciertamente nos parecen locos de
Dios.
Están los hypetres, del
griego hypaitros que significa: “al aire libre”. Marcan en un prado sus
límites con piedras, o se atan unas cadenas a los pies, para evitar sobrepasar
cierto radio, viven como la vaca en el prado, expuestos a la lluvia, el sol y
al frío, bajo las miradas de los transeuntes. Hay que darse cuenta de la
ascesis que comporta.
También aparecen los dendritas,
del griego dendron: árbol. Se excavan un tronco para vivir dentro. Otros
se meten en una especie de jaulas suspendidas, tan pequeñas que no podían
ponerse de pie. Otros se atan a una roca. Todos expuestos a las inclemencias
del tiempo. ¡Y el sol en Sira abrasa!
Y los estilitas que
viven a lo largo de la vida sobre una columna.
¿Están ciertamente locos todos
éstos? ¡No es probable! Claro que no hay que imitarles, pero para comprenderles
mejor hay que situarles en su tiempo. La gente era temperamental con pasiones y
tentaciones violentas. Era un tiempo en que se vivía disolutamente. Su idea era
sobre todo huir del pecado en un mundo donde todo les arrastraba al mal. De ahí
su preocupación por domar la carne por cualquier medio.
Otro aspecto por el que podemos
considerar que su ascesis no carecía de sentido: ser hypetres o dendrita,
suponía estar en contacto con la naturaleza; para ellos significaba que el que
se entrega totalmente a Dios restaura ciertos vínculos con la naturaleza, obra
de Dios.
N.B. Esta solución un tanto
ingenua no resulta muy convincente. Convendría leer a G.M. COLOMBAS: “El
monacato primitivo” p.119 y ss. N. del T.
Digamos algo de los más famosos
de estos excéntricos: los ESTILITAS que jugaron un papel importante en el
monacato de Siria y algunos fueron santos y muy famosos.
El fundador es Simeón el
Grande. Comienza viviendo tres años en una cabaña, luego como hypetre. Se
instala en una plataforma de piedra y para no sobrepasar el radio de 10 m. que
se fijó, se ata al pie una cadena de esta longitud, con un gran pedrusco en el
extremo. Rechaza sentarse o acostarse. Mucha gente acudía a verle. Para escapar
de las molestias que le ocasionaban, en lugar de huir en horizontal como habían
hecho los moradores del desierto, los monjes de Escete que se alejaron lo más
posible de los hombres, Simeón huye en vertical y tiene la idea de instalar en
la plataforma de piedra una columna. Primero hace una de unos 3 m., luego sube
hasta 6 y finalmente llega hasta los 18 metros. ¿Cómo estaban hechas estas
habitaciones de los estilitas? En primer lugar había una base de 2 a 2,5 m. de
diámetro. Aquí se fijaba un fuste por medio de una barra de hierro. Di diámetro
reducido (1 m.), se componía de varios bloque sujetos entre sí con hierros (con
frecuencia eran tres bloques en honor de la Santísima Trinidad). La altura
total apenas sobrepasaba los 20 m. porque se necesitaban escalas para subir y
además, como el estilita hablaba a la gente, era necesario que no fuese muy
alto para que se le oyese.
En la cima, se fijaba una
plataforma de 1,30 o 1,80 de lado, con un parapeto para impedir que el estilita
se cayese durante el sueño. A lo largo de la columna, bajaba un tubo para
evacuar las basuras. Un patio alrededor de la columna rodeado de un muro de
piedra: la mandra, formaba un pequeño recinto que les aislaba de los
visitantes. Y en el interior, una pequeña choza, como casa del servidor del
estilita.
¿Qué pasaba allá arriba?
Todo el día permanecía de pie,
orando con numerosas postraciones y genuflexiones. Sólo comía una vez al día.
De noche, por lo general, dormía sentado. Durante el día se dedicaba al
apostolado, predicando a la gente. Y es que la posición elevada de los
estilitas expresaba su deseo de encontrar a Dios y ser intermediarios entre
Dios y los hombres. Y de hecho lo eran. Su apostolado directo fue grande;
primero fueron pacificadores de conciencias y también a nivel de relaciones
sociales. De todas partes acudían hasta la columna para exponer sus problemas.
Era una vida terriblemente
austera: no acostarse nunca, estar de pie la mayor parte del tiempo, sometidos
a las inclemencias del tiempo. Ciertamente era causa de enfermedades que el
estilita se negaba a cuidar, considerando la enfermedad como una gracia de
Dios, lo cual no impedía que la mayor parte de los estilitas murieran ancianos.
Así tenemos una huida de los
hombres en vertical para encontrar a Dios, mientras que nos anacoretas del
Bajo-Egipto huían en horizontal para enfrentarse con el diablo.
ASIA MENOR
En Ponto, encontramos
otros excéntricos, no por su modo de vida, sino por sus ideas. Se trata de unos
ascetas bastante extraños, ciertamente generosos, pero sin que tuviera cabida
la noción de autoridad. Se comprende que este ascetismo exagerado llamado encratismo
podía ser peligroso. San Basilio va a ver a estos ascetas, tratando
de rectificar su pensamiento, y poco a pco va a crear una especie de monacato
cenobítico, diverso del cenobitismo pacomiano.
Las comunidades basilianas
serán menos numerosas que las koinonias pacomianas. Se llamarán
fraternidades, porque para Basilio la palabra “monje” evoca el anacoretismo uy
Basilio -para quien los cenobitas son los únicos válidos- no empleará esta
palabra; desea un cenobitismo donde se viva entre hermanos, pero bajo la
autoridad de un superior. Además, mientras las comunidades pacomianas
pretendían mostrar en la tierra lo que era el reino celeste, las de Basilio
querían significar a Jesús retirado al desierto y, a la vez, haciendo el bien a
la gente. No estarán rodeadas de un gran muro ni el pleno desierto, se quedarán
en los suburbios de las ciudades jugando un papel caritativo. Así Basilio
construirá un gran hospital donde servirán los hermanos. Es decir, las fraternidades
están entre el desierto y la ciudad.
Un poco más al Oeste, en Constantinopla
con Juan Crisóstomo, aparece algo diverso. Los monasterios no
estarán en los suburbios de la ciudad, sino en plena ciudad. Porque el obispo
de Constantinopla, Juan, piensa que nos monjes tienen que ser útiles. Aquí
ejercerán un papel caritativo: los hospitales como los basilianos, y también
tareas pastorales para ayudar al obispo en su cargo. Deberán impedir que los
cristianos se adormezcan, su tarea consistirá más claramente en ser recuerdo
del Evangelio.
ÁFRICA DEL NORTE
Atravesamos el Mediterráneo y
llegamos a Algeria y Túnez actuales. En los últimos años, tras su
conversión en Milán, Agustín vuelve a su país natal con un gran deseo de
amar a Jesús, y funda con sus amigos una pequeña comunidad monástica. Agustín
es un gran hombre, muy inteligente, tiene ansias de felicidad. Allí aparecerá,
en torno a esta persona tan carismática como es Agustín, una pequeña comunidad
de amigos ayudándose mutuamente en una vida común. Se ora, se dialoga sobre
filosofía, se estudia la Biblia y la Teología. Se trata de un monacato
intelectual y laico. Pero tres años más tarde, Agustín es ordenado sacerdote, y
asociado al obispo en la predicación. Le cuesta mucho abandonar su monasterio;
y deja en manos de Alipio, uno de sus amigos y él funda otro en el huerto del
obispo, esta vez con sacerdotes; esta situación influirá en los siglos
posteriores: la confusión entre monjes y sacerdotes, el problema de la
identificación de los sacerdotes a los religiosos, con el compromiso de la
continencia y la renuncia a toda propiedad personal. Esta situación acabará con
la muerte de Agustín, pero reaparecerá después en Roma, con Gregorio Magno,
quien al llegar a papa, tendrá también un monasterio de sacerdotes en torno a
él.
ROMA
Atravesamos de nuevo el
Mediterráneo y pasamos a Italia. En Roma encontramos un monacato bastante
extraño. Roma es la ciudad imperial de tradición antigua, con un paganismo muy
alto. Los cristianos aparecen como un tanto bárbaros. Con mayor razón los
monjes que son mal vistos y se les considera incultos y rústicos.
Sin embargo, a partir de 281, Jerónimo
llega a Roma y, gracias a él, se instala el monacato, al menos
temporalmente. Jerónimo es un estudioso fervoroso de la Escritura que tradujo
del hebreo al latín. Está también relacionado con las damas nobles de Roma. Va
a instalar un monasterio en casa de una de ellas, Marcela, donde se va a vivir
un monacato que el Padre Guy califica de “femenino, exegético, de salón”.
Exagerando un poco dice que: “se toma el té mientras se discute sobre la
Biblia”.
En todo caso, se ve por las
cartas de san Jerónimo cómo continuó la historia. Estas damas se dan a la
ascesis, la pequeña Blesilla, hija de la gran dama romana Paula, que vivía hasta
entonces mundanamente, se convirtió, llevó una vida austera, y cuatro meses
después, muere. Todo el mundo consternado comenta que se debe al exceso de
ascesis, a causa de ese villano de Jerónimo que le obligó a una vida
excesivamente dura. Roma se escandaliza.
Por las mismas fechas, un
cierto Elvidio escribe un tratadito en el que pretende demostrar que María no
fue virgen deduciendo que si la virginidad fuese preciosa a los ojos de Dios,
María la hubiese guardado. Jerónimo le responde con su ímpetu habitual en un
libro refutándole vigorosamente. Pero va demasiado lejos haciendo un elogio
exaltado de la continencia, condenando la unión carnal de hombre y mujer. Los
ánimos se encrespan. Por la muerte de Blesilla y la disputa con Elvidio,
Jerónimo y Paula deben abandonar Roma. Se van a instalar en Belén.
Con el tiempo se calmó la
situación, pero se reaviva el fuego por un escrito de Joviniano monje que se
casó y para justificarse, explica que la continencia desemboca normalmente en
el matrimonio. El escrito se lee mucho siendo causa de que muchos monjes
cuelguen los hábitos. Jerónimo, acalorado, se lanza de nuevo al ataque; escribe
“Contra Jovinianao”, un escrito tan poco moderado y escandaloso, condenando
toda sexualidad, que deberá retractarse.
Es decir que en Roma se mira
con desdén al monacato. Cuando Paulino de Nola, monje él, llega a Roma en 394,
se nos dice que el papa Sirircio le recibió “cum superba discretione”, esto es,
“con reserva orgullosa”. Se desconfía. Y habrá que esperar hasta comienzos del
siglo Vº para que el monacato arraigue de nuevo en Roma. Entonces será un
monacato útil: los monjes acogerán a los peregrinos y se ocuparán de la
animación espiritual y pastoral de las basílicas romanas.
GALIA
De Italia pasamos a la Galia
donde acaba de llegar la “Vida de Antonio”. San Martín oye hablar del
monacato egipcio. Se lanza a la vida monástica y tiene una multitud de
discípulos primero en Ligugé, y luego en Marmoutiers cuando le hacen obispo de
Tours. Pero es como fuego de paja: arde un instante y, luego se acabó. A la
muerte de Martín, en 397, Sulpicio Severo describe sus funerales describiendo
filas de monjes llorando a su querido padre Martín. Un mes después, ¿dónde
están? Nadie lo sabe. Pero lo que si se sabe es que los galos no son muy
disciplinados: quisieran llegar a abades antes de ser novicios.
Al Sur de Galia, en Lerins y
en Marsella, aparecen nuevos ensayos de vida monástica. Precisamente
Juan Casiano va a Marsella para que asienten la cabeza estos monjes, y para
formarles les escribe las “Instituciones” de los monjes de Egipto. Si Casiano
tuvo tanta influencia y éxito es porque el terreno estaba preparado.
ISLAS BRITÁNICAS
En las Islas Británicas,
encontramos otro tipo de monacato. Nacido en la cristiandad celta, rechazada
hasta el Oeste de la Inglaterra actual por las invasiones anglo-sajonas, es
famoso por dos grandes personajes: Columbano y Patricio. Una de
las características de este monacato es esa forma de ascesis consistente en el
desarraigo del país por medio de la itinerancia: el destierro voluntario. Se
vive literalmente la orden de Dios a Abraham: “Sal de tu tierra”. De ahí ese
cierto carácter misionero de este monacato: Patricio va a evangelizar Irlanda y
Columbano fundará monasterios en Galia y hasta en Italia.
Esta búsqueda del destierro
voluntario impulsará a los monjes irlandeses a adentrarse en el mar lejos para
construir pequeños monasterios en los lugares lo más inaccesibles que les fuera
posible llegar con sus frágiles barquillas. Con este telón de fondo se han
escrito las aventuras fabulosos de la Navegación de san Brendan.
CONCLUSIÓN Este pequeño recorrido muestra la diversidad del
monacato en su nacimiento, y la riqueza de su impulso. Va de la soledad al cenobitismo,
del desierto a la ciudad, del laicado al presbiterado, de la ignorancia a la
ciencia, de la integridad en el marco de la vida social a la provocación de la
vida social, de la vida dentro de un perímetro lo más pequeño posible a la vida
peregrina. Diversidad en la forma, pero unidad en el fondo de lo que es la vida
monástica: el deseo del Absoluto del que hablamos en el capítulo primero, un
Absoluto que se nos ha aparecido en la persona de Cristo Bien-Amado. De estas
formas de monacatos, algunos han desaparecido, otras permanecen. Hoy que
sabemos las que han quedado, es fácil decir tal era buena y tal otra no. Pero
en la época, no se podía saber: la prueba del tiempo ha demostrado cuál es
válida.
Bibliografía PALADIO: Historia Lausiaca. GARCÍA M. COLOMBÁS El
Monacato Primitivo, BAC , 1998, 1ª parte.
4.LAS REGLAS MONÁSTICAS
En el plano sobre el “Monacato
antiguo”, aparece un signo ¤ indicando los libros. Se trata de algunas de las
reglas monásticas. La de san Benito no es la única. El monacato antiguo conoció
cantidad de reglas. Algunas no han llegado hasta nosotros. Conocemos unas 25.
Es bueno ubicar la Regla de san Benito entre todas las demás reglas.
CLASIFICACIÓN
A algunas se las llama “Reglas
Madres” porque son las primeras que se escribieron y están en el origen. No
tienen ningún punto en común, y las demás se inspiraron en ellas más o menos.
Hay tres “Reglas-Madres” ninguna
de origen europeo. Dos provienen de África: una de Egipto, la regla de Pacomio,
y otra de África del Norte, la regla de san Agustín. La tercera, llamada
impropiamente la regla de san Basilio viene de Asia Menor. Pero el
resto, dependiendo de éstas, las “Reglas-Hijas” son europeas, sobre todo de
Galia del Norte.
Entre estas “Reglas-hijas” se
distinguen varias generaciones, según desciendan más o menos directamente de
las tres Reglas-Madres. Las Reglas-Madres no conocen la palabra “monje”, porque
están destinadas a cenobitas, y la palabra “monje” quiere decir “solo”. Poco a
poco, esta palabra que originariamente designaba a los anacoretas, se aplicará
también a los cenobitas y aparecerá en las reglas hijas.
Entre las reglas-hijas, algunas
son más importantes: en la segunda generación tenemos las Instituciones de
Casiano, que pueden considerarse como una Regla monástica. Adapta a los
monasterios galos la regla de Pacomio, pero también están influenciadas por la
anacoresis del desierto. De esta segunda generación existe también una regla
muy importante en la que se inspiró mucho san Benito: la escrita por un
desconocido llamado “el Maestro”.
La Regla de san Benito
pertenece a la tercera generación. Muy influenciada por la Regla del Maestro.
Depende también mucho de las Instituciones de Casiano y de la Regla de san
Basilio que san Benito nos invita a leer. Después de san Benito todavía
tendremos 8 generaciones de reglas inspiradas en ella. Todas estas reglas serán
de Galia o Italia.
TAMAÑO
Estas reglas monásticas son más
o menos largas. La más larga es la Regla del Maestro, si no consideramos a la
de Basilio más que la parte que conoció Benito y que es lo que figura en el
plano. Pero si se toma en su totalidad es con mucho la más larga. En tercera
posición está la Regla de san Benito.
El resto de las reglas son más
cortas y las hay mínimas.
CONTENIDO
El contenido de estas Reglas es
variable. Las tres Reglas Madres nos dan un buen ejemplo de su diversidad:
Las Reglas de Pacomio son
colecciones de mandatos referentes a la vida de la comunidad, órdenes y
prohibiciones. Apenas se cita la Biblia y se ahorran razones espirituales para
la conveniencia de hacer tal cosa o no hacer otra.
Las Reglas de Basilio están
en el polo opuesto,. Apoyadas en el Evangelio como fundamento, por doquier
aparece la espiritualidad. Los mandatos que ordenan provienen de una reflexión
a partir de la Biblia y como consecuencia de ello. Es decir, que la riqueza e
interés de estas Reglas de san Basilio estriba en que encontramos una teología
real y profunda.
La tercera de estas
Reglas-Madres, la de Agustín, es un término medio, uniendo las normas
concretas a una reflexión espiritual.
Entre las otras reglas, la del
Maestro y la de san Benito se parecen a las de Basilio y Agustín porque
contienen normas precisas, pero una reflexión teológica y espiritual muestra el
porqué de estas normas. Lo mismo en Casiano, si asimilamos las Instituciones a
una regla. Los tres primeros capítulos son normas y el resto reflexión
espiritual.
En cuanto a las otras, las
pequeñas reglas galas, se parecen más bien a las prescripciones de Pacomio: una
lista de cosas a hacer o a evitar. Sin embargo, la de Ferreol es una excepción
por su arraigo bíblico y su calor humano.
DIFERENCIAS DE ACENTOS
Todas se dirigen a comunidades
de monjes. Sin embargo, algunas están influenciadas por los anacoretas del
Bajo-Egipto donde el debutante se formaba con un anciano; insistirán en la
relación: maestro-discípulo. Marcan un cenobitismo vertical. Así la
Regla del Maestro y la obra de Casiano que vivió entre los monjes de “Las
Celdas”.
Otras, por el contrario, son
abierta y descaradamente cenobíticas, insistiendo en la comunidad, en la
comunión de personas según el ideal marcado en los Hechos de los Apóstoles
2,44: “Los creyentes vivían unidos y tenían todo en común” y en 4,32: “La
muchedumbre de los que habían creído tenía un corazón y una sola alma y ninguno
tenía por propia cosa alguna, antes todo lo tenían en común”. Se dice que estas
reglas trazan un cenobitismo horizontal. Así las de Basilio y Agustín.
Vemos en el plano 4 cómo san
Benito se inspira a la vez en una regla perteneciente al cenobitismo vertical:
la del Maestro, y por otra parte en otra perteneciente al cenmobitismo
horizontal: la de Agustín; y si recordamos el capítulo 73 de su Regla, tras
haber mencionado la Vida de los Padres, nos recomienda leer las
Conferencias e Instituciones de Casiano (cenobitismo vertical), y la regla de
Basilio (cenobitismo horizontal). Es una de las peculiaridades del equilibrio
que caracteriza su Regla, un signo de discreción.
Excursus: LA PALABRA “MONJE”
Los diversos sentidos de la
palabra “monje” son ricos y exigentes.
La palabra viene del griego: Monakos,
utilizada ya por Platón para designar algo único o solitario. Para Plotino, el
Uno que está en la cima de su escala de seres, es monakos: Dios es
“Monje”. La palabra tiene su equivalente en la Biblia, como veremos.
El monacato, surgido sobre todo
en medio griego utilizó muy pronto la palabra monakos, “monje” para
designar al asceta que vive solo, separado del mundo, aunque a veces estos
solitarios se reúnan en pequeñas comunidades. Sin embargo, las tres primeras
reglas monásticas cenobíticas, la de Pacomio, Basilio y Agustín rechazan este
nombre: el cenobita vive con otros, no está solo, no es un solitario, no es
monje. Basilio, que es un antieremita descarado, llega incluso a decir en su
Regla: “El hombre no es un animal monástico”. En ninguna de estas reglas se
encuentra la palabra “monje”, sino que hablan de “hermanos”. Solo
posteriormente se utilizó “monje” para designar al cenobita. Se fue haciendo
lentamente, hasta el punto de que la frecuencia de la palabra es un criterio
para estimar la antigüedad de una Regla monástica. En tiempos de san Benito
llegó a ser un título que compromete: Serán verdaderamente monjes, si viven del
trabajo de sus manos”.
Sin embargo, aunque no aparezca
la palabra en la Regla de Agustín, éste que escribió muchísimo y que vivió en
un tiempo en que se había extendido la palabra “monje”, incluso los donatistas”
tenían sus monjes, trata de justificar esta palabra en su Ennaratio sobre el
salmo 132: “Ved qué dulzura, qué delicia habitar los hermanos “in unum”.
Menciona el pasaje de los Hechos: “la comunidad de los creyentes tenían un
corazón y una sola alma”. Este corazón y alma “uno/a”, es lo propio de la
comunidad. Es la comunidad la que es “Monje”, y no el que vive en comunidad.
Entonces ¿cómo llegar al: “serán verdaderamente monjes” de san Benito?
El vínculo será
maravillosamente formulado, en el siglo XII, por un cisterciense, Godofredo de
Auxerre: “Solo se dará una comunidad unificada, dice, si los monjes que la componen
buscan primero su unidad interior”. La condición para que la comunidad sea una,
es que los monjes sean “uno”, interiormente. El monje no es, pues, el que está
solo exteriormente, sino el que es uno interiormente. Se ha dado el paso del
uno exterior al uno interior. Para darse cuenta de este pasaje, hay que seguir
otra pista y ver el equivalente hebreo de la palabra griega monakos: yahid.
Este término hebreo ha puesto
en apuros a los traductores griegos. Como ejemplo el salmo 68,7: “Elohîm hace
habitar en su casa a los yahiîm. Algunos traducen: “Al solo, Dios le da
una casa”. Ahí aparece monakos. Pero es una versión que no satisface a
ciertos traductores; y lo comprendemos, porque si Dios creó al hombre para
vivir en sociedad: “Hombre y mujer los creó” con la orden: “Creced y
multiplicaos” ¿por qué al solo le da Dios una morada? Otros han traducido por monazonous,
“a los que solo tienen un cinturón” con la idea de la renuncia, de pobreza.
Otros profundizarán aún más: Áquila, que es judío con tinte de cristiano,
tradujo por monogeneis, los unigénitos, asimilando a los solos al Hijo
único de Dios (lo que llevará a traducir la misma palabra por agapetos, el “bien-amado”.
Los LXX hacen otra traducción con éxito en la posteridad patrística: monotrapous:
“los que van únicamente en una dirección”. Dios hace habitar en su casa a los
que tienen una sola dirección, un solo plan”. Adivinamos tras esta frase de
Godofredo de Auxerre. Es el sentido que ha perdurado en la posteridad. Orígenes
es el primero que acepta este sentido, cuando comenta el versículo en el libro
de Samuel: “Había un hombre”. Dice: Este hombre “uno”, es el que ha dominado
las pasiones que le dispersan, que no está dividido, no está fragmentado, que
ha logrado la ecuanimidad, que ha llegado a ser el imitador de Dios, el
Inmutable. El hombre es “uno” cuando se ha unido a Dios de suerte que ha
realizado la unidad en sí mismo. Orígenes no es monje, se dirige a los
cristianos en general. Pero es todavía más cierto aplicado a los consagrados a
Dios. De hecho es la idea que reaparecerá en toda la tradición monástica, en el
Pseudo-Macario y en Gregorio Magno: “Somos llamados monjes”, dice. La palabra
griega se traduce al latín por unus que quiere decir “uno”. Seamos pues
marcados por esta palabra. Tal vez recordéis el célebre pasaje de Teodoro
Estudita: Monje es aquél que no tiene otra mirada sino para solo Dios, otro
deseo que solo para Dios, otra aplicación que Dios solo, y que, no queriendo
servir sino solo a Dios llega a ser causa de paz para los demás”. El monje es
el hombre de una única mirada, de un solo deseo, es el hombre de un gran amor
que lo irradia a los demás. Esta palabra “monje” encierra en sí todo nuestro
futuro: nuestra divinización futura comienza aquí. En el cielo seremos
“verdaderamente monjes”; uno con el Uno, unidos a Jesús nuestra cabeza, quien
nos introducirá en la unidad de la Trinidad.
Revisión
1_ ¿A qué llamamos
“Regla-Madre” y “Regla-Hija”?
2_ ¿Qué diferencias encontramos
en su contenido?
3_ ¿Dónde se sitúa la Regla de
san Benito entre las reglas, por su época, longitud, contenido, temática
4_ ¿Cuál es el origen de la
palabra “monje”? ¿En qué sentido ha sido empleado?
5.
P A C O M
I O 292-346
6.
Plan: I. El fuego de paja
pacomiano. II. La Vida de Pacomio. III. Reglas y organización de la “Koinônia”.
IV. La espiritualidad pacomiana: 1/ Doble aspecto. 2/ Unión con Dios. 3/ Unión
a los hermanos. V. Conclusión.
I.
EL
FUEGO DE PAJA PACOMIANO
Esta primera forma de vida
cenobítica fundada por Pacomio, puede ser, en cierto sentido, comparada a un fuego
de paja. “En cierto sentido”, porque es cierto y no es cierto.
Es cierto en el sentido de que un fuego de paja se propaga
rápidamente, desprende gran calor y luz, pero no dura mucho. Lo mismo, el
cenobitismo de Pacomio se propagó rápidamente. Parece que desde el comienzo del
cenobitismo, hay que hablar de una Orden, es decir de un conjunto organizado,
con sus leyes y estructuras. Lo cual es bastante notable. Tanto más cuanto se
trata de una Orden muy importante: Jerónimo habla de cincuenta mil monjes,
parece que exagera y la cifra de diez mil parece más justa. Pero así y todo es
considerable.
Ha irradiado también calor y
gran luz, porque los monjes pacomianos eran los máas famosos de la época. Era
la columna vertebral del mundo monástico y si no se les había visto, porque
vivían muy lejos de Alejandría, se hacía como si se les hubiese visitado: tal
es el caso de Casiano.
Y como fuego de paja no duró
mucho: tras un impulso prodigioso, este monacato pacomiano declinó rápidamente.
A comienzos del siglo Vº, no quedaba nada.
No es cierto en el sentido que a diferencia de un fuego de paja que
no deja más que cenizas, la influencia de esta primera forma de cenobitismo fue
grande en la Iglesia. No por su espiritualidad, que era bastante pobre, sino
más bien por su sistema legislativo. Marcó al monacato posterior: la Regla
Oriental, como veremos, está compuesta a partir de las Reglas de Pacomio. En
cuanto a nuestra Regla de san Benito, también está muy influenciada por las
Reglas pacomianas: al menos 20 pasajes lo demuestran.
Es más, estas Reglas de Pacomio
han marcado incluso instituos opuestos al monacato, como los jesuitas.
II.
LA
VIDA DE PACOMIO
¿Quién era Pacomio? No es fácil
decirlo. Ni por sus escritos, porque de él se ha conservado muy poco: algunas
catequesis y Reglas, aunque hay cuatro muy diferentes, y es muy probable que no
sea Pacomio quien las haya escrito. Ni por su biografía, porque no existe una
vida de Pacomio, sino ocho o nueve, escritas por sus discípulos. Ahora bien, pronto
surgieron disensiones entre éstos que no tenían la misma visión acerca de la
vida monástica: cada grupo escribió una vida de Pacomio para justificar su
punto de vista. Cada una de estas vidas presentan al fundador bajo un aspecto
diferente.
Entre estas ocho o nueve Vidas,
tres son muy importantes porque nos han llegado enteras (o casi). Se las
designa por la lengua en las que se escribieron: la Vida bohaírica, la
Vida saídica, (ambas lenguas son dialectos del copto) y la Vida griega.
De las otras sólo nos quedan fragmentos.
Egipcio como Antonio, Pacomio
no fue cristiano como él, sino pagano. Nació en 292 en una familia de
campesinos acomodados, en Sneh a orillas del Nilo, un poco más arriba que
Tebas. Las Vidas nos dicen que por lo menos tuvo un hermano y una hermana.
Egipto estaba por aquel
entonces bajo la dominación romana, y en 312 el emperador Maximino Daia
necesitaba reclutar soldados para su guerra contra Licinio. Cuando se carecía
de soldados se buscaban enrolando forzosamente a la gente. Llegan los soldados
al pueblo de Pacomio y le llevan junto con otros jóvenes. Tiene veinte años y
le consideran apto para el servicio militar, a pesar de él. En el camino hacia
Alejandría, como si fuesen prisioneros, los embarcan navegando por el Nilo
hasta Tebas, primera ciudad para pernoctar. Los soldados llevan a los reclutas
a la cárcel de la ciudad donde acuden cristianos para llevarles alimentos y
auxilios.
Una vez acabada la guerra,
licencian a Pacomio en Antinoe. Sube por el Nilo, pero no va a su pueblo. Desea
servir a Dios y, como Antonio, se instala cerca de una ciudad (Senesêt) donde
recibe el bautismo en 313. Conforme una promesa hecha de servir al género
humano, rinde todos los servicios posibles a las gentes de los alrededores.
Luego, también como Antonio, se hace discípulo de un asceta de los alrededores
(Texto 2). Y, también como Antonio, soportó no pocas tentaciones. El
fundador de la vida cenobítica no piensa en innovaciones: comienza como Antonio
había hecho. Pero Dios tiene otros planes. Hacia 320, Pacomio dejó a Palamón
para ir a vivir a un pueblo abandonado llamado Tebennese, con miras a vivir
como ermitaño. Su hermano Juan fue con él. Una noche Pacomio tuvo una visión:
Dios interviene (Texto 3). Los días siguientes surgió una diferencia
entre los hermanos. Juan quería mantenerse fiel al ideal anacorético y seguir
viviendo en su pequeña celda, mientras que Pacomio, después de la visión,
quiere construir un monasterio. De hecho, la gente acude. Pacomio tenía el don
de reunir en torno a él la gente “por su bondad”, indican las Vidas. Acuden
jóvenes, él les instruye, y fiel a su plan original les sirvve (Texto 4).
Vemos cómo la primera experiencia que tuvo Pacomio de la caridad de los
cristianos ha marcado su vida: desea servir. Mientras los novicios son buenos
novicios, la cosa marcha: los jóvenes estimulados por su ejemplo, piden hacer
su parte de trabajo: “Vivamos y muramos como ese hombre, dicen, porque nos guía
directamente a Dios”. Pero hay quien acude con distintas disposiciones y la
cosa se deteriora. Pacomio experimentará un fracaso del que sacará una lección
(Texto 5). La lección consistirá en caer en la cuenta de que el
monasterio no es una cooperativa, y que para construir una comunidad, es
preciso dotarla de un sistema económico capaz de aglutinarla. En su primer
intento, Pacomio, fiel a la iluminación recibida en su conversión, se hizo
servidor de todos, recibiendo algo para pagar la comida de los que acudían a
él. Les había dado la norma siguiente: cada uno debería abastecerse a sí mismo
y administrar sus propios asuntos, pero proporcionaría una parte para
contribuir a las necesidades materiales, al alimento y al de los huéspedes. Los
hermanos aportaban a Pacomio su parte, y éste, se las arreglaba. De hecho era
el régimen de una pensión de familia, no tenían comunidad de bienes.
Pero tras su fracaso, Pacomio
comprende que para que pueda existir una comunidad sólida, es preciso que se
ponga todo en común. Desde entonces, partiendo de otra base, pìde a los que
acuden renunciar a su familia y a sus bienes para seguir al Salvador. Como
medio para ir a Dios les propone: llevar una vida común ( en griego koino-bios),
hacer una Koinônia, una comunidad.
A partir de este momento la Koinônia
de Pacomio progresa rápidamente. El pequeño mapa representa la parte del
Alto-Nilo donde vivió Pacomio: Sneh, su ciudad natal, Tebas, la ciudad donde
estuvo en prisión. Antinoe donde se le liberó. Aparecen también los monasterios
que fundó (en cursiva), todo un rosario de fundaciones en este Alto-Egipto,
situados a orillas del Nilo para aprovechar la tierra cultivable: las cuatro
primeras muy cercanas en el tiempo y en el espacio, están numeradas: Tabennese
la primera, Phbou la segunda, donde se trasladó el gobierno central de la
Orden. Las cruces señalan las comunidades de monjas.
Pacomio muere en 346, durante
una epidemia de peste, a la edad de 54 años solamente.
Su sucesión fue muy difícil: se
formaron clanes, oponiéndose un grupo de ancianos a la nueva generación...para
ver quien tomaba las riendas del poder. Dos discípulos de Pacomio, dos grandes
figuras: Teodoro de la antigua generación y Orsieso de la nueva, permanecen
durante cierto tiempo a la cabe de esta Orden inmensa. Tras la muerte de
Teodoro en 387, todo se disipa. Hubo un intento de reforma: los monjes blancos
de Shnoudi (o Chenute) pero sin mucho éxito. Este abba sabía manejar mejor la
vara que la atracción, desalentando a las mejores voluntades.
Por suerte, en 404, Jerónimo, a
la sazón en Belén, tradujo al latín las cuatro Reglas, 11 cartas de Pacomio,
una de Teodoro y el libro de Orsieso. Gracias a estas traducciones la
experiencia pacomiana dejará sus huellas en Occidente.
III.
REGLAS
Y ORGANIZACIÓN DE LA KOINONIA
Ya dijimos que el monasterio
pacomiano era una verdadera ciudad sin relaciones con el exterior por medio de
un muro enorme con una sola puerta. En esta puerta, un portero filtra los que
llegan. Se da, pues, una distancia con el muro exterior, el monasterio es un
mundo aparte.
Pero es un mundo notablemente
organizado. En cada casa de esta pequeña ciudad viven alrededor de cuarenta
hermanos que ejercen el mismo oficio: hay casa de panaderos, de cocineros,
zapateros, escribanos, etc. En cada casa los hermanos viven bajo la autoridad
de un jefe de casa, un “prepósito”, ayudado por un “segundo”.
Tres o cuatro casas forman una
“tribu”, y un monasterio se compone de 10 “tribus”. Ahora bien, 30 0 40 casas
en las que viven alrededor de 40 hermanos, el total suma más de mil monjes por
monasterio (1200 a 1400).
A la cabeza de cada monasterio
hay un abad y uno o dos ecónomos. Y existen 9 monasterios masculinos y tres
femeninos. Y es que bajo la dirección de Pacomio, su hermana María fundó un monasterio
para vírgenes cerca de Tabennese. Seguirán otros dos, uno deca de Tsmin, otro
cerca de Phbou. También aquí todo estaba bien reglamentado: las hermanas
poseían una copia de las Reglas de los hermanos. Un capellán, Pedro, estaba a
su disposición para aportarles ayuda espiritual (Texto 6).
Los 12 monasterios forman una
Orden gobernada por un Abad General, Pacomio, y un ecónomo general, residentes
en Phbou. Cada año, todos los monjes se reúnen en Phbou para celebrar la fiesta
de Pacua, y en agosto para tener una especie de revisión de vida y
reconciliación.
Esta estructura de toda la
Orden, nos permite entrever que la vida de la Koinonia se desarrollará
bajo un Abad, representado en cada casa por un prepósito. Es una vida
bajo un Abad, pero también bajo una Regla. Pacomio ya había puesto por
escrito algunos preceptos sacados de la Biblia. A medida que la Orden se
desarrolla, deben precisarse ciertos puntos, elaborar leyes. Y se obtienen 4
series de preceptos llamados en su conjunto las “Reglas de Pacomio” aunque muy
probablemente no fueron escritas por el mismo Pacomio. ¿Existe un orden en la
formación de estos escritos? Es posible, pero este orden no aparece evidente y
no están de acuerdo los autores.
Estos son: Los Preceptos (la
parte más larga),
Los Preceptos e Instituciones,
Los Preceptos y Decisiones,
Los Preceptos y las Leyes.
Por el enunciado se aprecia que
se trata de colecciones de mandatos. Estos primeros reglamentos escritos son
una especie de “usos” sin apenas recalcar la espiritualidad. Sin embargo, han
tenido mucho eco en la posteridad por el hecho de que se propongan actualizar la
Escritura y que sean notables por su discreción, sin exageraciones. San Benito
ha recogido varios de estos puntos en su Regla.
IV.
LA
ESPIRITUALIDAD PACOMIANA
Estas cuatro reglas son una
colección de prescripciones bastante secas que tienen la Escritura como base,
pero de una teología un tanto rudimentaria y no insiste en la espiritualidad.
Sin embargo, en su conjunto, de las Vidas y otrs escritos, se pueden trazar los
rasgos de una espiritualidad pacomiana.
1. Doble aspecto
Para comprender esta
espiritualidad ubiquémonos en las coordenadas de su origen. Pacomio nace 30
años después de Antonio, muere 10 años antes que él. Al que se puede considerar
como fundador del primer cenobitismo, comienza en un medio anacorético. El
cenobitismo todavía no estaba normalizado, mientras que el monacato
anacorético, ilustrado por Antonio tiene ya su rodaje en Egipto. Pacomio, como
todos los que entonces querían ser monjes, se forma con un eremita. Luego, la
diferencia con su hermano Juan surge por el hecho de que éste desea permanecer
en soledad anacorética, mientras que Pacomio, fiel a la voz que escuchó, quiere
construir para otros.
Este contexto del nacimiento de
lo que será una Orden cenobítica en medio anacorético, permite entrever en la
raíz del paconianismo dos aspiraciones contrarias que tendrán que coexistir
pacíficamente: por una parte, como en los Padres del desierto, el procurar la
perfección individual, buscando cada uno su camino de acuerdo con su
temperamento y las mociones de la gracia, y por otra parte el aspecto de poner
todo en común exigido por el cenobitismo.
La solución que encontró
Pacomio, fiel a las intuiciones recibidas, será que cada uno se perfeccione a
sí mismo sirviendo a los demás. Está convencido de que no hay perfección
individual realizable en la tierra; este ideal de perfección sólo puede
realizarse por la comunidad de los hermanos: la santa Koinônia que se
dirige con fuerza a los cenobitas, que proporciona ayuda recíproca en el
combate espiritual.
Aquí aparece un primer aspecto
paradójico por el que la espiritualidad pacomiana reúne dos contrarios: la
perfección personal que se opera en la comunidad, por el servicio a los
hermanos.
Otro aspecto paradójico depende
de la fuerte personalidad de Pacomio. En la Koinônia pacomiana que se
dirige fuertemente a los cenobitas, vamos a encontrar algo típico de los
anacoretas del Bajo Egipto donde el debutante era formado por un anciano.
Pacomio era, en efecto, una persona que atraía a la gente, un hombre en el que
reposaba el Espíritu. En el origen del agruparse los monjes en torno a Pacomio,
está el deseo de ser discípulo de tal hombre. Sasí pues, por un lado, como en
el monacato del Bajo Egipto, encontramos un cenobitsmo vertical, porque
lo que caracteriza al monje pacomiano es tener a Pacomio como Padre (Texto 7).
Incluso más adelante, cuando la Orden alcanza dimensiones gigantescas, Pacomio
sigue siendo el Padre, pero por mediación de un jefe del monasterio elegido por
Pacomio. En concreto, este aspecto vertical se traduce en la organización
jerárquica que hemos visto.
Y, sin embargo, hay que
mantener el otro aspecto: la espiritualidad pacomiana es una espiritualidad de
la comunidad. Es decir, un cenobitismo horizontal. Pacomio cuya
conversación se debió al ejemplo de caridad de los cristianos de Tebas, se
alimenta con el recuerdo de la comunidad primitiva de Jerusalén donde todo se
ponía en común. Su vocación, confirmada por el cielo, es la de “reunir a todos
los hombres”. Será el Padre de la comunidad tanto o más que Padre de sus
monjes. La comunidad de servicio mutuo, la santa Koinônia, tendrá un
lugar importantísimo en la espiritualidad pacomiana, será expresión de la
caridad en acto.
De hecho, la caridad,
fundamento de la vida del cristiano, está también en la base del edificio
legislativo de Pacomio: leemos al comienzo de los Preceptos y Decisiones: “la
plenitud de la Ley es la caridad”. Ésta, teniendo el doble objeto: Dios y los
hermanos, la espiritualidad pacomiana se desarrollará esgún estos dos ejes:
unión con Dios y unión con los hermanos.
2) Unión con Dios
En primer lugar la unión con
Dios. Pacomio era un hombre animado por el Espíritu, un hombre de oración capaz
de pasar toda una noche en oración, incluso varias. Muchos pasajes de las Vidas
lo atestiguan. Por ejemplo (Texto 8). Da gran importancia a la unión con
Dios. Para favorecerla las Reglas insisten sobre todo en la Escritura y en el
Oficio común. Sin olvidar la ascesis, porque Pacomio, como hombre práctico y
experimentado, sabe bien que el encuentro con Dios no puede realizarse sin una
renuncia a todo lo que no es Dios: el mundo y sus afines, y más profundamente,
sin la renuncia a la propia voluntad, fuente del pecado. Todos estos elementos
hay que tenerlos en cuenta porque constituyen la esencia de la conversión
monástica.
A) La Escritura
Oración y lectura de la Biblia
están unidas en la espiritualidad pacomiana. La gente de la época tenía la
memoria muy desarrollada. Desde la llegada al monasterio el novicio debe, en
primer lugar, aprender a leer; con la finalidad de aprender de memoria ciertos
pasajes de la Biblia de suerte que pueda meditarlos (Texto 9).
“Meditar”, en aquellos tiempos, no consistía en reflexionar sobre un texto,
sino más bien en rumiarlos, o por una recitación de memoria o por una lectura a
media voz. El monje pacomiano debe meditar la Palabra de Dios a todas horas,
cuando va al oficio, al refectorio o a la celda, al trabajo y mientras trabaja
(Texto 10).
La Escritura es la Regla de
vida del monje pacomiano. Se comenta tres veces por semana por sus diversos
superiores, y después de escuchar sus explicaciones, comparte con sus hermanos
lo que ha retenido, antes de entrar en su celda para meditarla. Las Vidas de
Pacomio nos han conservado de modo gráfico, la impresión profunda que producía
en los hermanos la palabra de Pacomio cuando comentaba el Evangelio (Texto
11).
B) El Oficio divino Se tenían dos reuniones en la iglesia llamadas
“synaxis” (de syn = con y ago = ir), una de día y otra de noche,
sin duda bastante largas; además por la tarde tenía lugar una reunión de
oración, no en la iglesia, sino en cada casa.
Los dos oficios mayores en la
iglesia eran muy sencillos y rudimentarios que diferían poco de la oración
privada: se recitaban salmos o pasajes de la Escritura, alternándolos con
Padrenuestros y oraciones silenciosas. Duraban mucho, pero no estaban ociosos:
las manos se ocupaban en un trabajo ligero como trenzar cuerdas o hacer esteras
con juncos. Lo atestiguan las Reglas (Texto 12).
Aunque sencillos, estos oficios
tenían gran importancia para los pacomianos: la comunión en la oración cobraba
para ellos un valor especial. Creían firmemente en la palabra del Señor: “Donde
dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy en medio de ellos”. La
oración vespertina, recitada en la casa era más sencilla: seis salmos y seis
oraciones. Así nos lo indican las Reglas (Texto 13i). 3) Unión a los
hermanos: la Koinônia Esta comunión de los pacomianos en la oración ante
Dios demuestra claramente cuál es la raíz de la comunidad que pretendía
Pacomio: una unidad de los hermanos que refleje la imagen de la comunidad
cristiana primitiva. En la práctica esta raíz se manifestará por la puesta en
común de los bienes y las consecuencias que se desprenden. A) Poner los
bienes en común El símbolo es el muro de clausura con una única puerta bien
guardada. Este muro definía dos mundos: el exterior y el de la vida común, la koinônia.
Ya vimos que, tras la penosa experiencia del comienzo, Pacomio exigirá a todo
postulante la puesta en común de los bienes: o se toma o se deja. No se trata
solamente de poner en común los bienes materiales, sino de poner en común la
propia persona poniéndose de verdad y físicamente al servicio unos de otros.
Esta idea de servicio -incluso servidumbre- está en la base del cenobitismo
pacomiano y de su organización en casas con jefes de casa y subalternos. El
servicio mutuo de los hermanos constituye también la expresión concreta de su
imitación de Cristo quien se hizo servidor de todos. Para Pacomio, es el
servicio lo que hace que el cenobitismo supere al anacoretismo. Idea que
recogerá Basilio. Así mismo, para el sucesor de Pacomio, Orsieso, la vida
comunitaria es por sí misma “obra de Dios”, Opus Dei. B)
Consecuencias Esta puesta en común de los bienes conlleva el servicio
mutuo, y en concreto unas observancias prácticas: a) Un mismo régimen de
vida Queriendo buscar realizar la uniformidad válida incluso para los
superiores b) La pobreza exigida por este ideal de vida tendrá un
carácter de desapropiación: la pobreza pacomiana no consistirá en privación,
sino más bien en la puesta en común. La primacía no será una privación
ascética, sino una función comunitaria. Es el cimiento que consolida la
comunidad.
c) El trabajo Brota de la noción de servicio y tendrá como objeto el
compartir con los pobres. Para Pacomio los bienes de la comunidad son ante todo
bienes de Dios. La comunidad como tal no posee nada. El compartir con los pobres
no es , pues, un acto virtuoso, sino algo normal.
KOINONIA
Principio teórico imagen com.
crist.primit.
Principio práctico puesta en
común bienes mismo régimen vida
Símbolo: muro de separación
puerta única obediencia Trabajo
Consecuencias pobreza compartir
perdón mutuo
d) La obediencia Para romper los lazos con el amor personal que
perjudica el amor comunitario, Pacomio insiste en la obediencia: así en el seno
de la comunidad, cada cual aprende a apagar sus pretensiones personales, sus
propios deseos. La misma obediencia revestirá un carácter comunitario. Ya no se
trata, como los que se comprometen en una vida anacorética aprender a dejarse
conducir por el camino de Dios, sino de entrar en un régimen de obediencia
válido por sí mismo. La obediencia no es ir a una escuela de principiantes,
sino un camino de amor, un estado permanente, definitivo, en esta tierra.
De aquí se desprenden tres
notas de la obediencia pacomina.
1)
Cada superior tiene su ámbito de autoridad que no puede sobrepasar.
2)
El mandato no proviene de un carisma, sino por una designación temporal, por la
autoridad superior
3) Ante todo se obedece a la
Regla y la Regla obliga tanto a los superiores como a los súbditos.
A medida que se vaya
desarrollando la Orden pacomiana, la Regla tendrá mayor cabida. En sus escritos
Pacomio da mucha importancia a la Escritura y leemos: Según las Escrituras”.
Pero 40 años más tarde, en la Vida de Pacomio, se reemplaza esta expresión por:
“Según la Regla”.
e) Comunidad de perdón
mutuo El último aspecto de la
puesta en común de los bienes es la puesta en común del perdón. Al principio,
los pacomianos tenían dos asambleas anuales con aspecto económico, para revisar
las cuentas. Relativamente pronto las dos asambleas, sobre todo la de verano,
serán de revisión de vida (= capítulo anual de culpas).
V. CONCLUSIÓN
Con Pacomio, asistimos desde
los albores del monacato, al nacimiento de una auténtica Orden cenobítica, y
hay que resaltarlo. A la cabeza de esta Orden, una personalidad muy rica,
Pacomio, hombre de oración, hombre en quien reposa el Espíritu, agraciado con
abundantes gracias místicas. Así, se nos cuenta que un poco antes de su muerte,
vio lo que era el cielo (Texto 14). Pero era también hombre humilde, con
los pies en el suelo; las visiones las ponia en su justo sitio. Es lo que
leemos en sus escritos (Texto 15).
El espejo de Dios que era
Pacomio, quiere verlo también en la Koinônia para se convirtiera también
en espejo de las mil facetas de Dios. Y es que Pacomio tiene una idea muy alta
del cenobitismo: nos lo refleja en tres clases de parábolas, válidas también
para nosotros hoy (Texto 16).
Pero después de la muerte de
Pacomio, rápidamente, este gran cuerpo que había construído, esta santa Koinônia,
va a disolverse. ¿Cómo explicar esta rápida decadencia? Parece que existen tres
razones:
Su fuerte centralización: todo
se apoyaba en un hombre con una personalidad excepcional que inspiraba
confianza. Tras su muerte y la de su discípulo Teodoro, la Orden se desmorona.
Además la Orden había crecido
demasiado rápidamente. Al principio fue Pacomio personalmente el formador de
los jóvenes, pero luego ya no puede y toman el relevo los jefes del monasterio
o los jefes de cada casa. Éstos carecen del carisma y santidad del fundador.
Las Reglas pacomianas que
debieran asegurar el futuro de la Orden, no se apoyan en fundamentos teológicos
y espirituales. Son reglamentos, prescripciones, fruto de la experiencia del
fundador. A la muerte de Pacomio surgen divisiones, con dirigentes con diversas
visiones del paconianismo. A pesar de todo, por el hecho del doble eje de la
espiritualidad pacomiana: vertical y horizontal, las huellas de Pacomio
perduran en el monacato posterior y nosotros somos, en parte, los herederos.
Bibliografía Regla de S. Pacomio: (Texto de S. Jerónimo) V.
DESPREZ, Le cénobitisme pacômien. Lettre de Ligugé: 243-245,246 A.VEILLEUX, La
liturgie dans le cénobitisme pacômien, Roma 1968. Studia Anselmiana.
Revisión
1) ¿Cuál es la raíz de la
vocación de Pacomio?
2) ¿Cómo está organizada la
Orden de Pacomio? Haz un esquema
3) ¿Qué lección sacó Pacomio de
su fracaso inicial?
4) ¿Qué papel juega la
Escritura en la vida del monje cenobita?
5) ¿Cuáles son los dos grandes
ejes de la espiritualidad pacomiana?
6) Enumera diversos aspectos de
“la puesta en común de bienes”
7) Mostrar la riqueza y la
debilidad del monacato instituido por Pacomio
8) Subrayar las ideas de las
Reglas de Pacomio que pasaron a la Regla de san Benito
7.
L O S A P O T E G
M A S
8.
Plan: I. La literatura del
desierto. II. Los apotegmas. 1/ Su interés. 2/ Formación de las colecciones. 3/
Los textos. III. ¿Cómo leerlos?. 1/ Un encuentro. 2/ Silencios y palabras. IV.
¿Cómo entenderlos? 1/ ¿Quiénes eran sus autores? 2/ La pregunta: “¿Cómo
salvarme?” 3/ La formación del joven: a) Vivir siempre con un anciano. b)
Autoridad reconocida a la palabra del anciano. c) Elección de un anciano. d) ¿Por
qué esta formación. 4/ Los Apotegmas y la Biblia. 5/ Las lágrimas. V. El nucleo
de la doctrina de los Apotegmas: el hesicasmo, 1/ Hesicasmo exterior. 2/
Hesicasmo interior: a) amérimna: sin preocupaciones. b/ nepsis: la vigilancia.
c/ mélétè: ejercicio de la oración. d) La oración continua. VI. Conclusión: las
flores del desierto.
I.
LA
LITERATURA DEL DESIERTO La
literatura del desierto es muy variada, abarca géneros diferentes. 1) Las
Vidas Conocemos ya la Vida de Antonio y las Vidas de Pacomio. Pero existen
otras, por ejemplo la Vida de santa Synclética, una de las “Madres del
desierto”. 2) Relatos de viaje Para la época que nos interesa, tenemos
dos principales: a) La Historia de los monjes de Egipto escrita
por Rufino, interesante porque san Benito la cita en su Regla. b) La
Historia Lausíaca. Llamada así porque Paladio, su autor, cuenta a un
cierto Lausius lo que ha vista durante una estancia prolongada con los Padres
del desierto. Estos relatos nos enseñan lo que eran estos ascetas del desierto.
Aparecen personajes bien definidos: Pablo el Simple, quien sabiendo que su
mujer le engaña, le dice sencillamente: “Pásalo lo mejor posible, yo voy a
hacerme monje”. Luego va donde Antonio, quien rechaza recibirle, pero a fuerza
de obstinación, le fuerza a aceptarle y se convierte en un discípulo excelente.
Aparece también Moisés, el bandido negro, quien después de su conversión sufre
tenaces y violentas tentaciones. Tenemos a Macario el deportista quien desea
siempre más austeridades que los demás y se va a los monjes pacomianos, etc. c)
Mucho más tarde, aparece otro escrito del mismo género: El Prado
Espiritual de Juan Moschus. 3) Los Tratados de vida monástica Por
ejemplo las Centurias gnósticas de Evagrio, los Capítulos gnósticos de Diadoco
de Fótice, las Conferencias de Casiano, las Obras de Doroteo de Gaza. 4) Los
Apotegmas Ocupan un lugar aparte. De su nombre apo = viniendo de, phtegomai
= decir, son los dichos que se han conservado de estos Padres del desierto.
¿Qué han conocido nuestros Padres de la literatura del desierto? Probablemente
lo que san Benito llama La Vida de los Padres. Estaba manuscrita y se
imprimió a mediados del siglo XVº. El texto latino aparece en Migne, PL 73
y 74.
LA VIDA DE LOS PADRES
PL 73
Libro 1: Vidas diversas,
autores diversos: Pablo por Jerónimo, Antonio por Atanasio
Vidas de Hilarion, Pacomio,
Abraham, Basilio, Efrén
Libro 2: La Historia de los
monjes por Rufino.
Libro 3: Dichos de los Ancianos
por Rufino = 220 apotegmas, muchos de los cuales se recogerán en los libros 5 y
6.
Libro 4: Extractos de Sulpicio
Severo y Casiano.
Libros 5 & 6: Dichos de los
Ancianos = colección sistemática por Pelagio y Juan
(Clérigos romanos).
Libro 7: Dichos de los Ancianos
por Pascasio de Dumio
Libro 8: Historia Lausiaca de
Paladio.
PL 74
Libro 9: Teófilos de Teodoreto
de Ciro (= Vidas)
Libro 10: El Prado espiritual
de Juan Moschus
Apéndice: Apotegmas por Martín
de Dumio
II. LOS APOTEGMAS
1) Su interés
Vemos que en lo que san Benito
llamaba “Vida de los Padres”, está representada toda la literatura del
desierto; y es de notar el lugar que ocupan los apotegmas de los Padres del
desierto. Se plantea una cuestión: si nosotros somos cenobitas ¿por qué acudir
a los eremitas, que esto eran los Padres del desierto?
En primer lugar porque
nosotros, como ellos, nos hemos apartado del mundo, y en cierto modo, vivimos
en un desierto: la soledad juega un papel importante en nuestra vida. La
experiencia de estos grandes solitarios puede servirnos de guía.
Y también, porque uno de estos
Padres del desierto, Casiano, adaptó a la vida de los cenobitas de Galia lo que
había vivido con los monjes del desierto transmitiéndonos su experiencia.
Por esta razón san Benito nos
recomienda frecuentar tanto a Casiano como los escritos de los Padres.
Reconoció que es un alimento capaz de formarnos.
2) Nacimiento y formación de
las colecciones.
Estos apotegmas son algo muy
especial: es un libro sin autor, o si queremos, hay 250 autores, los 250
ancianos de los que nos habla....,y la vida de estos ancianos se escalona a lo
largo de dos siglos. No podemos, pues, datar este libro: nació en algún lugar
del desierto. Nos proporciona, conversaciones entre varios monjes,
conversaciones fraternas entre dos ancianos, y sobre todo, pláticas
particulares de un anciano y su discípulo. En su origen, se trata de un dicho
individual dirigido a alguno. Luego se percatan de que este dicho individual
puede ser útil a otros. Con ocasión de un diálogo, una reunión, tal frase
dirigida a tal hermano, se comunicará a otros hermanos quienes, a su vez, se
esforzarán por sacar provecho. Al principio, pues, eran frases comunicadas de
viva voz.
Después esta tradición oral no
tardó en fijarse por escrito. Se reunieron estos escritos. Y así surgieron
diferentes colecciones de apotegmas.
Se trató también de clasificarlos.
Tenemos dos clasificaciones, resultando dos colecciones de apotegmas:
A) Colección alfabética
Nos presenta los dichos de los
ancianos reagrupándolos según el personaje que se expresa y colocando estos
personajes de acuerdo a las letras del alfabeto griego, desde los abbas que
comienzan con la letra alfa hasta los que empiezan por la omega.
En esta colección se pone el
acento en la persona: los Maestros valen por lo que son y se busca
encontrarse con ellos: hablan y se les escucha hablar. Algunos hablarán poco,
otros mucho, sin duda los más célebres, aquellos cuya doctrina ha llamado más
la atención. De éstos se puede describir el carácter. Así tenemos a Arsenio, el
extranjero, venido de Constantinopla donde era famoso, familiar de emperadores;
pero es frío y silencioso. Aparece Juan el Enano (llamado también Juan el
Pequeño, o Juan Colobos), Macario todo un deportista en ascesis, Sísoes,
Moisés, el antiguo bandido, y sobre todo el manso y humano Poemén (o Pastor).
Éste es el que bate el record de apotegmas: 206, sin duda a causa de su bondad
y su sentido de ecuanimidad.
Encontraremos también alguna
“Madre”, Amma como Amma Synclética cuya “Vida” es un eco de la de
Antonio. Durante las persecuciones, las mujeres mostraron tanta valentía como
los hombres. Lo mismo pasó en el desierto. Sin duda que estas solitarias no
fueron muchas, porque la vida en pleno desierto era ruda y peligrosa para una
mujer, pero las hubo. Habitaban más bien cerca de las riberas del Nilo, no muy
lejos de centros habitados.
B) Colección sistemática.
Encontramos otra clasificación:
los apotegmas ordenados por materias. La finalidad de esta
clasificación es favorecer la doctrina. Y es donde se pone el acento, no en la
persona sino en la enseñanza. Se ponen por un lado los apotegmas que hablan de
la humildad, por otro los que hablan de la obediencia, de la discreción, etc...
3) Utilización de los
apotegmas.
La primera es la colección
alfabética, la más antigua. Porque al clasificar los apotegmas por materias en
la colección sistemática supone una reflexión, una primera interpretación por
la elección de la materia donde ubicar el apotegma. Esta colección sistemática
viene,, pues, en un segundo momento: utiliza los apotegmas con una finalidad.
Es menos objetiva que la colección alfabética: el compilador comienza a ser
autor. Lo que cuenta es menos las personas que lo que dicen. A partir de este
primer sesgo, esta literatura hará fácilmente la trasposición del desierto a
los medios donde se lleva una vida común, de la anacoresis a la vida cenobítica.
De hecho, como una tercera
utilización, muy pronto vemos a los doctores de la vida monástica cenobítica
utilizar algunos de los apotegmas para ilustrar su enseñanza dirigida a
cenobitas. Tal es el caso de Doroteo de Gaza. En este caso, es muy grande al
actividad como autor: se utiliza el apotegma, explicando y actualizando su
sentido. Con eso aparece la finalidad de apotegma para fundar una
espiritualidad apoyándola en una tradición probada.
En fin, mucho más tarde, como
última utilización, y podríamos decir deteriorización, se sacará aún más a
los apotegmas de su contexto. Tratados de vida espiritual, dirigiéndose a un
auditorio no monástico, citarán los apotegmas para ilustrar una doctrina.
FORMACIÓN, UTILIZACIÓN,
DEGRADACIÓN DE LOS APOTEGMAS
|
|||||||||
Colección
|
Lugar
|
Importancia
puesta en
|
Función o finalidad
|
Estilo
|
|||||
1
|
Alfabético
|
Desierto
(anacoresis)
|
El Maestro
|
Poner en relación
encuentro-diálogo
|
Oral
|
||||
2
|
Sistemático
|
Vida común
|
Lo que se dice
|
Doctrina
|
Escrito
|
||||
3
|
Alfab + Sistem.
|
Doctores monásticos
|
Doctrina que se saca
|
Apoyar enseñanza
|
Escrito
(Universal
|
||||
4
|
Alfab. + Sistem
|
Tratados de perfección
|
Confirmar con ejemplos
|
Ilustrar doctrina
|
Universal
|
||||
No hay comentarios:
Publicar un comentario