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Cuando te quieres acercar a Dios |
Me buscaréis y me encontraréis cuando me
solicitéis de todo corazón; me dejaré encontrar de vosotros Jeremías 29,
13
PALABRA DE DIOS
Sed de Dios
“¡Oh Dios!, Tú
eres mi Dios, Por ti madrugo; mi alma está sedienta de
ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin
agua. ¡Cómo te contemplaba en el santuario, viendo tu fuerza y tu
gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. Toda
mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré
de manjares exquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos. En el lecho
me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi
auxilio, y a la sombra de tus alas canto con jubilo;
mi alma está unida a ti, y tu diestra me
sostiene.” Salmo 62
Mi alma te busca a ti, Dios mío
“Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a
ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a
ver El rostro de Dios? Las lágrimas son mi pan noche y día, mientras
todo el día me repiten: ¨¿Dónde está tu Dios?¨ Recuerdo otros tiempos, y
mi alma desfallece de tristeza: cómo marchaba a la cabeza del
grupo, hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en
el bullicio de la fiesta. ¿Por qué te acongojas, alma mía, por
qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a
alabarlo: ¨Salud de mi rostro, Dios mío¨ Cuando mi alma se acongoja, te
recuerdo, desde el Jordán y el Hermón y el Monte Menor. Una sima
grita a otra sima con voz de cascadas: tus torrentes y tus
olas me han arrollado. De día el Señor me hará misericordia, de noche cantaré
la alabanza del Dios de mi vida. Diré a Dios: Roca mía, ¿por
qué me olvidas? ¿por qué voy andando sombrío, hostigando por mi enemigo? Se
me rompen los huesos por las burlas del adversario; todo el día
me preguntan: ‘¿Dónde está tu Dios?’ ¿Por qué te acongojas, alma mía, por
qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: ‘Salud
de mi rostro, Dios mío.’ Salmo 41
Acerquémonos con confianza; Dios nos
espera
“Buscarás a Yahvé tu Dios; y lo encontrarás
si lo buscas con todo tu corazón y con toda
tu alma.” Deuteronomio 4, 29
“Vuélvanse a mí y
Yo me volveré a ustedes, dice Yahvé Sebaot.” Malaquías 3,
7
“Nadie puede venir a mí, si el Padre
que me ha enviado no lo atrae; y yo le
resucitaré el último día.” Juan 6, 44
“Pues no tenemos
un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas,
ya que ha sido probado en todo como nosotros, excepto
en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de
gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar la gracia
de un auxilio oportuno.”
Hebreos 4 15-16
“Mira que estoy de
pie junto a la puerta y llamo. Si alguno oye
mi voz y abre la puerta, entraré en su casa
y cenaré con él y el conmigo.” Apocalipsis
3, 20
Dichoso el que se acoge a El
“Consulté
a Yahvé y me respondió: me libró de todos mis temores. Los
que lo miran quedarán radiantes, no habrá sonrojo en sus semblantes. Si
grita el pobre, Yahvé lo escucha, y lo salva de todas
sus angustias. El ángel de Yahvé pone su tienda en torno a
sus adeptos y los libra. Gustad y ved lo bueno que
es Yahvé, dichoso el hombre que se acoge a él. Respetad a
Yahvé, santos suyos, que a quienes le temen nada les falta.” Salmo
33, 5-10
Dios a quien buscamos… sin saberlo
“Hijo, desde
la juventud acumula instrucción, y hasta la vejez encontrarás sabiduría.
Acércate a ella como quien ara y siembra, y espera
sus mejores frutos. Cultivándola te fatigarás un poco, pero bien
pronto comerás de sus productos. Es muy dura para los
ignorantes, el necio no la soporta; como piedra de toque
lo oprime, y él no tarda en sacudírsela. Pues la
sabiduría hace honor a su nombre, no se manifiesta a
muchos. Escucha, hijo, acepta mi opinión y no rechaces mi
consejo. Mete los pies en su cepo, y el cuello
en su coyunda. Doblega la espalda y carga con ella,
no te rebeles contra sus cadenas. Acércate a ella con
toda tu alma, y con toda tu fuerza guarda sus
caminos. Síguela, búscala, y se te dará a conocer, cuando
la tengas, no la sueltes. Porque al final hallarás en
ella descanso, y ella se convertirá en tu alegría.
Sus
cadenas serán para ti un refugio seguro, y sus argollas
un traje de gloria. Adorno de oro será su yugo,
y sus correas cintas de púrpura. Como túnica de gloria
te la vestirás, te la ceñirás como corona de júbilo.
Si quieres, hijo, serás instruido, si te aplicas bien, adquirirás
destreza. Si te gusta escuchar, aprenderás, si inclinas tu oído,
serás sabio.
Acude a la reunión de los ancianos, y si
encuentras a un sabio, júntate a él. Escucha con interés
toda palabra que venga de Dios, que no se te
escapen los proverbios agudos. Si ves a un hombre prudente,
madruga en su busca, que tus pies desgasten el umbral
de su puerta. Medita los preceptos del Señor, practica sin
cesar sus mandamientos. Él mismo fortalecerá tu corazón, y
te concederá la sabiduría que deseas.” Eclesiástico 6, 18-37
“Venid a
mí los que me deseáis, y saciaros de mis frutos.
Que mi recuerdo es más dulce que la miel, mi
heredad más dulce que los panales. Los que me comen
aún tendrán más hambre, los que me beben aún sentirán
más sed. Quien me obedece, no pasará vergüenza, los que
cumplen mis obras, no llegarán a pecar.»” Eclesiástico 24, 19-22
S “Bendito
quien se fía de Yahvé, pues no defraudará Yahvé su
confianza. Es como árbol plantado a la vera del
agua, que junto a la corriente echa sus raíces. No
temerá cuando viene el calor, y estará su follaje frondoso;
en año de sequía no se inquieta ni se retrae
de dar fruto. Jeremías 17, 7-8
ORACION
En busca de
Dios
¡Te necesito, Señor!, porque sin ti mi vida se
seca. Quiero encontrarte en la oración, en tu presencia inconfundible,
durante esos momentos en los que el silencio se
sitúa de frente a mí, ante ti.
¡Quiero buscarte!
Quiero encontrarte dando vida a la naturaleza que tú has
creado; en la transparencia del horizonte lejano desde un
cerro, y en la profundidad de un bosque que
protege con sus hojas los latidos escondidos de todos
sus inquilinos.
¡Necesito sentirte alrededor! Quiero encontrarte en
tus sacramentos, En el reencuentro con tu perdón,
en la escucha de tu palabra, en el misterio de
tu cotidiana entrega radical. ¡Necesito sentirte dentro! Quiero
encontrarte en el rostro de los hombres y mujeres,
en la convivencia con mis hermanos; en la
necesidad del pobre y en el amor de mis
amigos; en la sonrisa de un niño y en
el ruido de la muchedumbre.
¡Tengo que verte!
Quiero encontrarte en la pobreza de mi ser, en las
capacidades que me has dado, en los deseos y
sentimientos que fluyen en mí, en mi trabajo
y mi descanso y, un día, en la debilidad
de mi vida, cuando me acerque a las puertas del
encuentro cara a cara contigo. Amén
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