|
La Eucaristía como sacramento |
Sentido de la Eucaristía como Sacramento:
Naturaleza La eucaristía es el
sacramento en el cual bajo las especies de pan y
vino, Jesucristo se halla verdadera, real y substancialmente presente, con
su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad.
Se le
llama el “sacramento por excelencia”, porque en él se encuentra
Cristo presente, quien es fuente de todas las gracias. Además,
todos los demás sacramentos tienden o tienen como fin
la Eucaristía, ayudando al alma para recibirlo mejor y en
la mayoría de las veces, tienen lugar dentro de la
Eucaristía.
A este sacramento se le denomina de muchas maneras dada
su riqueza infinita. La palabra Eucaristía quiere decir acción de
gracias, es uno de los nombres más antiguos y correcto
porque en esta celebración damos gracias al Padre, por medio
de su Hijo, Jesucristo, en el Espíritu y recuerda las
bendiciones judías que hacen referencia a la creación, la redención
y la santificación. (Cfr. Lc. 22, 19)
Es el
Banquete del Señor porque es la Cena que Cristo celebró
con sus apóstoles justo antes de comenzar la pasión. (Cfr.
1 Col 11, 20).
Fracción del pan porque este rito
fue el que utilizó Jesús cuando bendecía y distribuía el
pan, sobre todo en la Última Cena. Los discípulos de
Emaús lo reconocieron – después de la resurrección – por
este gesto y los primeros cristianos llamaron de esta manera
a sus asambleas eucarísticas. (Cfr. Mt. 26, 25; Lc. 24,
13-35; Hech. 2, 42-46).
También, se le dice asamblea
eucarística porque se celebra en la asamblea –reunión - de
los fieles.
Santo sacrificio, porque se actualiza el sacrificio
de Cristo. Es memorial de la pasión, muerte y resurrección
de Jesucristo.
Comunión, porque es la unión íntima con
Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de
su Sangre.
Didaché, es el sentido primero de la “comunión
de los santos” que se menciona en el símbolo de
los Apóstoles.
Misa, posee un sentido de misión, llevar
a los demás lo que se ha recibido de Dios
en el sacramento. Usada desde el siglo VI, tomada de
las últimas palabras “ite missa est".
Institución
En el Antiguo Testamento encontramos
varias prefiguracones de este sacramento, como son:
El maná, con
que se alimentó el pueblo de Israel durante su peregrinar
por el desierto. (Cfr. Ex. 16,) .
El sacrificio de
Mequisedec, sacerdote que en acción de gracias por la
victoria de Abraham, ofrece pan y vino. (Cfr. Gen. 14,
18).
El mismo sacrificio de Abraham, que está dispuesto a ofrecer
la vida de su hijo Isaac. (Cfr. Gen. 22, 10).
Así como, el sacrificio del cordero pascual, que libró de
la muerte al pueblo de Israel, en Egipto. (Cfr. Ex.
12).
Igualmente, la Eucaristía fue mencionada - a manera de
profecías – en el Antiguo Testamento por Salomón en el
libro de los Proverbios, donde le ordena a los criados
a ir para comer y beber el vino que les
había preparado. (Cfr. Prov. 9,1). El profeta Zacarías habla del
trigo de los elegidos y del vino que purifica.
El mismo
Cristo – después de la multiplicación de los panes –
profetiza su presencia real, corporal y sustancial, en Cafarnaúm, cuando
dice: “Yo soy el pan de vida …… Si uno
come de este pan vivirá para siempre, pues el
pan que yo daré es mi carne, para la vida
del mundo”. (Jn. 6, 32-34;51)
Cristo, sabiendo que había llegado su
“hora”, después de lavar los pies a sus apóstoles y
de darles el mandamiento del amor, instituye este sacramento el
Jueves Santo, en la Última Cena (Mt. 26, 26 -28;
Mc. 14, 22 -25; Lc. 22, 19 - 20). Todo
esto con el fin de quedarse entre los hombres, de
nunca separarse de los suyos y hacerlos partícipes de su
Pasión. El sacramento de la Eucaristía surge del infinito amor
de Jesucristo por el hombre.
El Concilio de Trento declaró como
verdad de fe, que la Eucaristía es verdadero y propio
sacramento porque en él están presente los elementos esenciales de
los sacramentos: el signo externo; materia (pan y vino) y
forma; confiere la gracia; y fue instituido por Cristo.
Cristo
deja el mandato de celebrar el Sacramento de la
Eucaristía e insiste, como se puede constatar en el Evangelio,
en la necesidad de recibirlo. Dice que hay que comer
y beber su sangre para poder salvarnos. (Jn. 6, 54).
La
Iglesia siempre ha sido fiel a la orden de Nuestro
Señor. Los primeros cristianos se reunían en las sinagogas, donde
leían unas Lecturas del Antiguo Testamento y luego se daba
lugar a lo que llamaban “fracción del pan”, cuando fueron
expulsados de las sinagogas, seguían reuniéndose en algún lugar una
vez a la semana para distribuir el pan, cumpliendo así
el mandato que Cristo les dejó a los Apóstoles.
Poco a
poco se le fueron añadiendo nuevas lecturas, oraciones, etc. hasta
que en 1570 San Pío V determinó como debería ser
el rito de la Misa, mismo que se mantuvo hasta
el Concilio Vaticano II.
Cristo vivo presente en la Eucaristía |
Por este sacramento, se produce una conversión de
toda la substancia del pan en el Cuerpo de Cristo, y de toda la
substancia del vino en la Sangre. |
|
Presencia Real de Jesucristo
Para entender bien el sentido de
la celebración eucarística es necesario tener en cuenta la presencia
de Cristo y Su acción en la misma.
Al pronunciar el
sacerdote las palabras de la consagración, su fuerza es tal,
que Cristo se hace presente tal cual, bajo las substancias
del pan y del vino. Es decir, vivo, real y
substancialmente. En Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, por lo tanto,
donde está su Cuerpo, está su Sangre, su Alma y
su Divinidad. Él está presente en todas las hostias consagradas
del mundo y aún en la partícula más pequeña que
podamos encontrar. Así, Cristo se encuentra en todas las hostias
guardadas en el Sagrarios, mientras que el pan, signo sensible,
no se corrompa.
Está presencia real de Cristo, es uno de
los dogmas más importantes de nuestra fe. (Cfr. Catec. n.
1373 –1381). Como los dogmas, la razón no los puede
entender, es necesario reflexionar y estudiar para, cuando menos, entenderlo
mejor.
Han existido muchas herejías sobre esta presencia real de Cristo,
bajo las especies de pan y vino. Entre ellas encontramos:
los gnósticos, los maniqueos que decían que Cristo sólo tuvo
un cuerpo aparente, por lo tanto, no había presencia real.
Entre
los protestantes, algunos la niegan y otros la aceptan, pero
con errores. Unos niegan la presencia real, otros dicen que
la Eucaristía, solamente, es una“figura” de Cristo. Calvino decía
que “Cristo está en la Eucaristía porque actúa por medio
de ella, pero que su presencia no es substancial”. Los
protestantes liberales, mencionan que Cristo está presente por la fe,
son los creyentes quienes ponen a Cristo en la Eucaristía.
Lutero,
equivocadamente, lo explicaba así: “En la Eucaristía están al mismo
tiempo el pan y el vino y el cuerpo y
la sangre de Cristo".
Pero, la presencia real y substancial de
Cristo en la Eucaristía, fue revelada por Él mismo en
Cafarnaúm. No hay otro dogma más manifestado y explicado claramente
que este en la Biblia. Sabemos que lo que prometió
en Cafarnaúm, lo realizó en la Última Cena, el Jueves
Santo, basta con leer los relatos de los evangelistas. (Cfr.
Mt. 22, 19-20; Lc. 22, 19 –20; Mc. 14, 22-24).
El
mandato de Cristo de: “Hacer esto en memoria mía” fue
tan contundente, que desde los inicios, los primeros cristianos se
reunían para celebrar “la fracción del pan”. Y, pasó a
hacer parte, junto con el Bautismo, del rito propio de
los cristianos. Ellos nunca dudaron de la presencia real de
Cristo en el pan.
La Transubstanciación
Hemos dicho que la presencia de
Cristo es real y substancial, esto nos ha sido revelado,
por lo que, no es evidente a la razón, como
dogma que es, resulta incomprensible. Sin embargo, trataremos de
dar una explicación de lo que sucede.
La Iglesia nos dice
que “por el sacramento de la Eucaristía se produce una
singular y maravillosa conversión de toda la substancia del pan
en el Cuerpo de Cristo, y de toda la substancia
del vino en la Sangre; conversión que la Iglesia
llama transubstansiación”(Cfr. Catec. n. 1376).
El dogma de la Transubstansiación significa
el cambio que sucede al pronunciar las palabras de la
Consagración en la Misa, por las cuales el pan y
el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre
de Cristo, quedando sólo la apariencia de pan y vino.
Hay cambio de substancia, pero no de accidentes (pan y
vino), la presencia real de Cristo no la podemos ver,
sólo vemos los accidentes. Esto es posible, únicamente, por una
intervención especialísima de Dios.
|
|
La Eucaristía como sacrificio |
Es sacrificio porque se ofrece a Dios en oblación. |
|
La Eucaristía como sacrificio
A pesar de que el sacramento y
el sacrificio se llevan a cabo en la misma consagración,
hay que distinguirlos. La Eucaristía es sacramento porque Cristo
se nos da como alimento para el alma, y es
sacrificio porque se ofrece a Dios en oblación.
En el sacramento
la santificación del hombre es el fin, pues se le
da como alimento y en el sacrificio el fin es
darle gloria a Dios, es a Él a quien va
dirigido. Así mismo, la Eucaristía es sacrificio de la Iglesia
– Cuerpo Místico de Cristo – que se une a
Él y se ofrece a Dios.
Desde el principio de la
creación, el sacrificio es el principal acto de culto
de las diferentes religiones, siempre se le han rendido
a Dios homenajes. El sacrificio es un ofrecimiento a Dios,
donde existe una cosa sensible que se inmola o se
destruye (víctima), llevándolo a cabo un ministro legítimo, en reconocimiento
del poder de Dios sobre todo lo creado.
El sacrificio de
la Misa
La Misa es el mismo sacrificio de la cruz,
con todo su valor infinito. En él se cumplen todas
las características del sacrificio, el sacerdote, y la víctima
son el mismo Cristo, quien se inmola con el fin
de darle gloria de Dios. No es una representación, sino
una renovación, del sacrificio de la cruz. En cada una
se repite el sacrificio de la cruz, la única diferencia
es que se realiza de forma incruenta, sin derramamiento de
sangre. La Misa es el perfecto sacrificio porque la víctima
es perfecta.
La esencia misma de la Misa como sacrificio es
la doble consagración del pan y del vino, no es
la palabra, como tampoco lo es, la sola comunión.
La
Santa Misa tiene dos elementos: Cristo ofrece su vida para
rescatarnos del pecado, pues con su muerte espía nuestros pecados
y es Cristo mismo quién se ofrece al Padre y
une a su sacrificio al nuestro.
Por la Misa podemos ofrecer
un sacrificio digno de Dios, además sí ofrecemos nuestros propios
sacrificios por pequeños que sean al sacrificio de Cristo, estos
adquieren el valor de Redención al ser incorporados al propio
sacrificio de Cristo.
Cristo está presente en el sacerdote, quién representa
a Cristo como mediador universal en la acción sacramental. Está
presente en los fieles, que se unen y participan con
el sacerdote y con Cristo en la Eucaristía. Nosotros nos
unimos a su sacrificio y lo ofrecemos con Él. Así
mismo, Cristo está presente en la palabra de Dios. Él
es la Palabra del Padre que nos revela los misterios
divinos y el sentido de la liturgia. En la Misa,
por medio de la Comunión, nos unimos física y espiritualmente,
formando un sólo Cuerpo. La Comunión es el gran don
de Cristo que anticipa la vida eterna.
Fines y efectos de
la Eucaristía como sacrificio:
La Santa Misa como reproducción que es
del sacrificio redentor de la cruz, tiene los mismos fines
y produce los mismos efectos:
Adoración: el sacrificio de la
Misa rinde a Dios una adoración absolutamente digna de Él.
Con una Misa le damos a Dios todo el
honor que se le debe. Glorificación al Padre: con Cristo,
en Cristo y por Cristo. Este es el fin latréutico.
Reparación:
fin propiciatorio, reparación por los pecados .
Petición: fin impetratorio.
Pedir gracias y favores, pues la Misa tiene eficacia infinita
de la oración del mismo Cristo.
Nos alcanza, si no le
ponemos obstáculos la gracia actual necesaria para el arrepentimiento de
los pecados. Nada puede hacerse más eficaz para obtener de
Dios la conversión de un pecador como ofrecer por esa
intención el Santo Sacrificio de la Misa, rogando al mismo
tiempo al Señor que quite del corazón del pecador los
obstáculos para la obtención infalible de esa gracia.
Remite infaliblemente, si
no hay obstáculos, parte de la pena temporal.
A través de
la Santa Misa recibe Dios, de modo infinito y sobreabundante,
méritos remisorios de los pecados de vivos y difuntos.
Características de la Eucaristía |
Debe ser profunda, vital, con una confianza ilimitada y tener hambre y sed de comulgar. |
|
Características de la participación en la Eucaristía
Cuando vamos a
participar en la Eucaristía debemos prepararnos adecuadamente para poder participar
con las debidas características y disposiciones. Estas deben ser:
Externas: para
el sacerdote consistirán en el perfecto cumplimiento de las rúbricas
y ceremonias que la Iglesia señala. Para los fieles respeto,
modestia y atención para participar activamente.
Internas: Identificarse con Cristo. Ofrecerle
al Padre y ofrecerse a sí mismo en Él, con
Él y por Él.
Profunda: entrega total.
Vital - Existencial: no de
palabras solamente, sino de todos y cada uno de mis
actos de mi vida.
Confianza ilimitada: tener confianza en la Bondad
y Misericordia de Dios.
Hambre y sed de comulgar: Esta es
la que más afecta a la eficacia santificadora de la
gracia, ensancha nuestra capacidad del alma y la dispone a
recibir la gracia sacramental en proporciones enormes. La cantidad de
agua que se coge de la fuente depende del tamaño
de la vasija.
Para recibir a Jesús
Cuántas veces nos acercamos a
comulgar, sin siquiera habernos preparado!, o lo que es peor
¡sin poner atención!
Esta meditación nos puede ayudar a lograr una
verdadera preparación, haz click
Meditación para recibir el
Santísimo Sacramento
|
|
Los efectos y frutos de la Eucaristía |
Los efectos que produce la Eucaristía en el alma son consecuencia de la unión con Cristo. |
|
Efectos
Cuando recibimos la Eucaristía, son varios los efectos que
se producen en nuestra alma. Estos efectos son consecuencia de
la unión íntima con Cristo. Él se ofrece en
la Misa al Padre para obtenernos por su sacrificio todas
las gracias necesarias para los hombres, pero la efectividad de
esas gracias se mide por el grado de las disposiciones
de quienes lo reciben, y pueden llegar a
frustrarse al poner obstáculos voluntarios al recibir el sacramento.
Por medio
de este sacramento, se nos aumenta la gracia santificante. Para
poder comulgar, ya debemos de estar en gracia, no podemos
estar en estado de pecado grave, y al recibir la
comunión esta gracia se nos acrecienta, toma mayor vitalidad. Nos
hace más santos y nos une más con Cristo. Todo
esto es posible porque se recibe a Cristo mismo, que
es el autor de la gracia.
Nos otorga la
gracia sacramental propia de este sacramento, llamada nutritiva, porque es
el alimento de nuestra alma que conforta y vigoriza en
ella la vida sobrenatural.
Por otro lado, nos otorga el
perdón de los pecados veniales. Se nos perdonan los pecados
veniales, lo que hace que el alma se aleje de
la debilidad espiritual.
Necesidad
Para todos los bautizados que hayan llegado al
uso de razón este sacramento es indispensable. Sería ilógico, que
alguien que quiera obtener la salvación, que es alcanzar la
verdadera unión íntima con Cristo, no tuviera cuando menos el
deseo de obtener aquí en la tierra esa unión que
se logra por medio de la Eucaristía.
Es por esto
que la Iglesia nos manda a recibir este sacramento cuando
menos una vez al año como preparación para la vida
eterna. Aunque, este mandato es lo menos que podemos hacer,
se recomienda comulgar con mucha frecuencia, si es posible diariamente.
Ministro
y Sujeto
Únicamente el sacerdote ordenado puede consagrar, convertir el pan
el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo,
sólo él está autorizado para actuar en nombre de Cristo.
Fue a los Apóstoles a quienes Cristo les dió el
mandato de “Hacer esto en memoria mía”, no se lo
dió a todos los discípulos. (Cfr. Lc. 22,).
Esto fue declarado
en el Concilio de Letrán, en respuesta a la herejía
de los valdenses que no aceptaban la jerarquía y pensaban
que todos los fieles tenían los mismos poderes. Fue reiterado
en Trento, al condenar la doctrina protestante que no hacía
ninguna diferencia entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio de
los fieles.
Los que han sido ordenados diáconos, entre sus funciones,
está la de distribuir las hostias consagradas, pero no pueden
consagrar. Actualmente, por la escasez de sacerdotes, la Iglesia ha
visto la necesidad de que existan los llamados, ministros extraordinarios
de la Eucaristía. La función de estos ministros es de
ayudar a los sacerdotes a llevar la comunión a los
enfermos y a distribuir la comunión en la Misa.
Todo bautizado
puede recibir la Eucaristía, siempre que se encuentre en estado
de gracia, es decir, sin pecado mortal. Haya tenido la
preparación necesaria y tenga una recta intención, que no es
otra cosa que, tener el deseo de entrar en
unión con Cristo, no comulgar por rutina, vanidad, compromiso, sino
por agradar a Dios.
Los pecados veniales no son un
impedimento para recibir la Eucaristía. Ahora bien, es conveniente tomar
conciencia de ellos y arrepentirse. Si es a Cristo al
que vamos a recibir, debemos tener la delicadeza de estar
lo más limpios posibles.
En virtud de que la gracia producida,
“ex opere operato”, depende de las disposiciones del sujeto que
la va a recibir, es necesaria una buena preparación antes
de la comunión y una acción de gracias después de
haberla recibido. Además del ayuno eucarístico, una hora antes de
comulgar, la manera de vestir, la postura, etc. en señal
de respeto a lo que va a suceder.
Frutos de la
Eucaristía
El sacramento de la Eucaristía, como todo sacramento, es eficaz.
Al recibirlo hay cambios reales en la persona que lo
recibe y en toda la Iglesia aunque los cambios no
se puedan palpar:
Acrecienta nuestra unión con Jesucristo. Al comulgar
recibimos a Jesucristo de una manera real y substancial. Es
una unión real, no es un buen deseo o un
símbolo. El sacramento de la Eucaristía es una unión íntima
con Dios que nos llena de su Gracia.
"Quien come mi
carne y bebe mi sangre está en mí y yo
en él" (Jn, 6,56).
Nos perdona los pecados veniales. Para
recibir a Jesús, es indispensable estar en estado de gracia
y al recibirlo, la presencia de Dios dentro de nosotros
hace que se borren las pequeñas faltas que hayamos tenido
contra Él y recibimos la gracia para alejarnos del pecado
mortal.
Fortalece la caridad, que en la vida diaria tiende
a debilitarse. El pecado debilita la caridad y puede
hacernos creer que vivir el amor como Jesús nos lo
pide es muy difícil, casi inalcanzable.
Sin embargo, Jesús ya sabía
que nos costaría trabajo y que nos sentiríamos sin fuerzas
para lograrlo, por eso quiso quedarse con nosotros en la
Eucaristía para alimentarnos y ayudarnos fortaleciendo nuestra caridad.
La Eucaristía, siendo
el mayor ejemplo de amor que podemos tener, transforma el
corazón llenándolo de amor, de tal manera que quien la
recibe es capaz de vivir la caridad en cada momento
de su vida.
"Que nunca os falte, queridos jóvenes, el Pan
eucarístico en las mesas de vuestra existencia. ¡De este pan
podréis sacar fuerza para dar testimonio de vuestra fe!" (Juan Pablo
II. Queridísimos jóvenes)
Nos preserva de futuros pecados mortales. Una persona
que vive de acuerdo a la caridad, difícilmente cometerá faltas
graves de amor a Dios.
Da unidad al Cuerpo Místico
de Cristo que es la Iglesia. Cada persona que recibe a
Jesús en la Eucaristía se une íntimamente a Él, que
es la cabeza de su Cuerpo Místico del que todos
los cristianos formamos parte. De esta manera, el cristiano que
se une a Cristo en la Eucaristía, se une al
mismo tiempo al resto de los cristianos miembros de su
Cuerpo Místico. Por ésta razón, a la recepción de la
hostia consagrada se le llama comunión, que significa común-unión o
unión de toda la comunidad.
"Te pido que todos sean uno.
Padre, lo mismo que tú estás en mí y yo
en ti, que también ellos estén unidos a nosotros; de
este modo, el mundo podrá creer que tú me has
enviado. Yo les he dado a ellos la gloria que
tú me diste a mí, de tal manera que puedan
ser uno, como lo somos nosotros". (Juan 17, 21-22.)
Fortalece
a toda la Iglesia. Por la misma unidad de los
cristianos en el Cuerpo Místico de Cristo sucede que al
fortalecerse uno de sus miembros con las gracias de la
Eucaristía, se fortalece la Iglesia entera.
Entraña un compromiso en
favor de los demás. Al estar más unido al Cuerpo Místico
de Cristo, aquél que recibe la Eucaristía, se hará más
consciente de las necesidades de los otros miembros. Se identificará
con los intereses de Cristo, sentirá el compromiso de ser
apóstol, de llevar a Cristo a todos los hombres sin
distinción y de ayudar en sus necesidades espirituales y materiales
a los pobres, los enfermos y todos los que sufren.
|
|
El signo, ministros y sujetos de la Eucaristía |
El pan y el vino son los signos externos, unido a las palabras pronunciadas por el ministro. |
|
Signo: Materia y Forma
Como en todos los sacramentos, la Eucaristía,
también, tiene un signo externo que unido a las palabras
pronunciadas por el ministro, confiere la gracia. Cristo en la
Última Cena utilizó dos elementos muy sencillos, pan y vino.
Estos dos elementos son los que constituyen la materia. El
pan debe de ser de trigo y el vino de
la vid, esto fue declarado en Trento, ya que existe
la seguridad que fueron estos los elementos utilizados por Cristo.
(Cfr. CIC n. 924, 2-3).
Para que el sacramento sea tiene
que ser de trigo y no puede estar amasado con
otra cosa que no sea agua natural y cocido al
fuego. Dicho de otra manera, no se puede utilizar aceite,
mantequilla o cualquier otra sustancia para amasarlo, ni el pan
puede ser de cebada, de arroz, u otro tipo de
pan, pues entonces la materia sería inválida. El vino tiene
que ser del que se obtiene de uvas machacadas
y fermentado naturalmente, no se puede utilizar vinagre, ni un
vino elaborado a base de químicos. (Cfr. CIC 924)
En cuanto
a la licitud, el pan debe ser ázimo, es decir,
sin levadura, sin fermentar También debe haber sido hecho recientemente,
para evitar cualquier posibilidad de corrupción y al vino
se le deben de añadir unas gotas de agua, pues
al ser esta una práctica judía, se puede suponer que
fue lo que Cristo hizo. (Cfr. CIC 924; 926;
La
forma son las palabras que utilizó Cristo al instituir el
sacramento: “Esto es mi Cuerpo ….. Esta es mi Sangre”.
|
|
La Misa, la oración suprema del cristiano |
Libro. Es la oración más importante, es Cristo quien nos espera. |
|
|
La Misa, la oración suprema del cristiano |
¿Qué es, por tanto, la Eucaristía? El amor
de Cristo hasta el extremo, para ti, para mí, durante
toda la vida. Porque la Eucaristía significa poner
a tu disposición toda la omnipotencia, toda la bondad, todo
el amor y la misericordia de Dios, todos los días,
todas las horas, de tu vida. Y así,
en cada Sagrario del mundo, en cada Misa, se está,
por así decir, creando un incendio, una hoguera de amor;
pero, ¿quién se calienta?, ¿quién se quema?, el que se
acerca.
Él dijo: ‘Yo estaré con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo’. La Eucaristía
es ese lugar, es esa manera misteriosa pero real, con
la que Cristo se queda a lo largo de toda
nuestra vida, con cada uno de nosotros.
Y el decir:
‘con vosotros’, es decir contigo. Les pongo un
ejemplo que nos puede ayudar en este caso: Si un
día de sol, tú eres la única persona que sales
a tomar ese sol, puedes decir: ‘Todo el sol fue
para mí esta mañana’. Si salen dos personas,
no se reparten el sol, sino que las dos pueden
decir: ‘Todos sus rayos, toda su luz, la disfruté
yo solo’. Pero, si sale un millón de
personas al sol, o dos millones, nuevamente no se
reparte el sol, sino que cada uno dice: ‘Todo
el sol fue para mí’, y es cierto; el hecho
de que esté solo, o haya millones, no disminuye el
sol. La Eucaristía es como el sol: aunque
participen en Ella millones, ese sol, esa Eucaristía, ese amor
de Dios, es para mí solo; en realidad, si yo
fuera la única persona que comulgo, que voy a Misa,
no recibiría más de lo que recibo yendo con otros.
Ahí
está, pues, Cristo, medicina de mis males, el gran amigo,
en todos los Sagrarios, en todas las Misas.
Si yo me reconozco enfermo, necesitado de redención, no hace
falta recordarme que tengo que ir, de la misma manera
que cuando a uno le duele una muela, piensa en
el dentista; cuando a uno le duele otra parte del
cuerpo, enseguida: hospital, medicinas, tengo que curarme porque estoy enfermo.....
¡Qué lástima que no sintamos eso mismo hacia
la Eucaristía, que es el remedio de todos nuestros males
espirituales! Ahí está, a todas horas, para ti,
el único Bien verdadero, subrayándolo, el único Bien perdurable, que
dura toda la vida; el único Amigo sincero, el único
Amigo fiel que nos tiende la mano, y que nos
ama en la juventud, en la edad adulta, en la
ancianidad, en la tumba, y en la eternidad.
INDICE
Capítulo
1 La oración más importante
Capítulo
2 De qué forma Jesucristo está en la Eucaristía
Capítulo 3 1a. Presencia: Cristo se nos da
como víctima
Capítulo 4 2a. Presencia: Cristo
se nos da como Pan de Vida
Capítulo 5
3a. Presencia: Cristo se nos da como compañero
de camino
Capítulo 6 En Resúmen
|
|
La Santa Misa |
Explicación detallada de las partes de la Misa. |
|
|
La Santa Misa |
Cuando se asiste a Misa, lo primero que se hace
es, la Reunión, que significa IGLESIA - ECLESIA - del
griego = Asamblea Reunida. Todos se reúnen. Antiguamente, la preparación
para la reunión de todos los que se congregaban para
una celebración, se hacía con una procesión solemne.
La Santa Misa
es la celebración dentro de la cual se lleva a
cabo el sacramento de la Eucaristía.
Su origen se remonta
a los primeros tiempos de la Iglesia, en donde los
apóstoles y los primeros discípulos se reunían el primer día
de la semana, recordando la Resurrección de Cristo, para estudiar
las Escrituras y compartir el pan de la Eucaristía.
En la
Misa nos reunimos para celebrar recordando y viviendo la Última
Cena y el sacrificio de Jesús en la cruz. Nosotros
debemos escuchar con atención lo que Dios nos quiere decir
cada domingo en la Misa.
En ésta podemos participar en Jesucristo
de la siguiente manera: podemos ofrecer a Dios nuestra vida,
nuestras obras, pedir perdón por nuestros pecados y unimos a
Jesús por medio de la Comunión.
En la Misa va a
suceder un milagro: Dios se va a hacer presente y
se va a quedar con nosotros.
El nombre de “Misa”
se debe a que al terminar la celebración, el sacerdote
nos dice que vayamos a cumplir con la “misión” de
ser testigos de Cristo ante los hombres.
¿Cómo debemos vivir la
Misa? En la Misa debemos poner atención durante las lecturas y
la homilía; devoción y adoración durante la consagración; y disposición
a cumplir la voluntad de Dios durante el Ofertorio y
la Comunión.
¿Qué posturas debemos tener en la Misa? En la
Misa tenemos tres posturas diferentes: sentados, de pie y de
rodillas. Cuando estamos sentados estamos en actitud de escuchar con
atención, como lo hacían los amigos de Jesús. Cuando estamos
de pie estamos en actitud de estar listos y disponibles
para la llamada de Dios. Cuando estamos de rodillas estamos
en actitud de adoración a nuestro Dios y Salvador.
Cuando vivimos
la Misa correctamente obtenemos varios frutos: Entendemos la palabra de
Dios, crecemos en nuestra fe para reconocer a Jesús, nos
llenamos de alegría y paz interior; tenemos a Jesús presente
en nuestra alma y las fuerzas necesarias para cumplir con
nuestra misión.
Explicación detallada de la Misa
Entrada del sacerdote: Entra
el sacerdote quién hace unos gestos que pasan desapercibidos; tales
como, una genuflexión y un beso ante el altar. Estos
gestos tienen un sentido muy importante y relevante. La Misa
se celebra en un altar = alto, presidido por un
crucifijo que es imprescindible, ya que ahí se va
a llevar a cabo el sacrificio incruento de la Cruz,
por lo tanto, es un recordatorio para el sacerdote y
los fieles, de lo que ahí va a suceder. La
inclinación del sacerdote es el primer acto de adoración y
reverencia. El beso al altar significa el beso a la
Iglesia.
Rito introductorio: La misa comienza con la señal de la
cruz, símbolo del cristiano que indica nuestra fe en la
Trinidad, la cual debe de ir acompañada internamente de la
deliberada y consciente confesión de nuestra fe. Después, el sacerdote
abre los brazos en señal de saludo, con uno saluda
a Dios y con otro al pueblo. Las frases que
pronuncia significan la unión entre el sacerdote y el pueblo:
“El Señor .... Y con tu espíritu”.
Actos penitenciales: El sacerdote
junta las manos en señal de humildad, se hace el
primer silencio de la Misa, silencio de reflexión ante la
invitación del sacerdote a arrepentirnos. Estos actos concluyen después de
haber manifestado una actitud de humildad, un reconocimiento de nuestra
condición de pecadores y de haber pedido misericordia con la
absolución del sacerdote, pero, no para pecados graves. Sigue el
Gloria, canto de alabanza todos los domingos excepto los de
la Cuaresma y Adviento. Además de los días señalados como
fiestas.
Oración colecta: Petición a Dios. Antes de rezarla se hace
el segundo silencio, silencio de petición comunitaria. Oración principal de
la Misa y dirigida al Padre, donde se pide un
bien espiritual, se acomoda a los tiempos litúrgicos y finaliza
con una invocación a la Santísima Trinidad. Con esto, termina
el rito introductorio.
La primera parte esencial de la Misa:
La Liturgia
de la Palabra: Se lleva a cabo en el ambón.
Es una de las partes más importantes de la Misa.
En la Misa diaria, hay una sola lectura. Los domingos
y días de fiestas hay dos lecturas, siendo la primera,
generalmente, del Antiguo Testamento, la segunda, es tomada generalmente, de
Hechos, Cartas, Nuevo Testamento.
Entre la primera y la segunda,
se recita el Salmo Responsorial, parte de canto y parte
de meditación. La respuesta al Salmo es para favorecer la
meditación. En esta parte, los fieles permanecen sentados con una
actitud de atención, para que la Palabra los alimente y
fortalezca. Dios habla, hay que escuchar con veneración.
Sigue el
Aleluya, canto de alegría, preparación para el Evangelio; hay movimiento
en el altar, el sacerdote va al ambón.
La Misa
continúa con el Evangelio. Antes de su lectura, el sacerdote
junta las manos y con gran recogimiento, dice: “Purifica Señor
mi corazón y mis labios para que pueda anunciar dignamente
tu Evangelio”. Éste debe ser leído por el ministro, en
caso de que sea un diácono quien lo lea, debe
pedirle su bendición al sacerdote. Un sacerdote no le pide
la bendición a otro, sólo al Obispo. Si se escucha
con atención y con las debidas disposiciones: humildad, atención y
piedad, se depositará en el interior de cada fiel, una
nueva semilla, sin importar cuántas veces se ha escuchado el
mismo Evangelio, siempre habrá algo nuevo. Al finalizar el sacerdote
dice: “Esta es Palabra de Dios” y besa el Evangelio
diciendo: “Por lo leído se purifiquen nuestros pecados”.
La Homilía,
momento muy importante para la vida práctica de los fieles;
no se puede omitir en domingos y días festivos. En
la lectura de la Sagrada Escritura, habla Dios; en la
Homilía, habla la Iglesia, depositaria de la Revelación, con la
asistencia del Espíritu Santo para que se interprete rectamente la
Escritura. Hay que escuchar con una actitud activa lo que
la Iglesia quiere decir por medio del sacerdote, no hay
que juzgarlo. La Homilía es una catequesis, no debe hablarse
de otros temas que no sean referentes a la fe
y a la salvación. Si no hay homilía, debe haber
un silencio meditativo después del Evangelio. El Obispo predica sentado
con báculo y mitra.
El Credo, nuestra profesión de fe. Se
profesan doce artículos, manifestando la fe en Dios, Sólo se
reza en domingos y días festivos. En Navidad y en
el día de la Encarnación, se arrodilla cuando se dice:
“... Se encarnó de María, la Virgen”.
La Oración de los
fieles: Todas estas oraciones son de petición. Los fieles ofrecen
sus peticiones al Señor. Pueden ser hechas por los fieles.
Su finalidad es pedir a Dios por las necesidades de
la Iglesia:
Una debe ser por toda la Iglesia Universal.
Otra por
la jerarquía, el Papa y los Obispos.
Por los gobernantes.
Por los
pobres y necesitados.
Por la Iglesia particular o local.
Pueden haber más,
pero no demasiadas. La introducción y la conclusión debe hacerla
el sacerdote.
La preparación de las Ofrendas: Se llevan las
ofrendas al altar, lo más conveniente es que los fieles
las lleven. Estas son el vino y el pan. Se
recoge la limosna, la cual es también una ofrenda. El
sacerdote prepara el altar, extiende el corporal, si tiene copón
lo destapa. El sacerdote recibe las ofrendas del pueblo. Con
las ofrendas, la asamblea no sólo ofrece lo material, sino
que simboliza la entrega del cristiano, su total disponibilidad a
lo que Dios le tiene señalado. Se entregan los dones
que Dios ha dado a cada quien, todo se pone
a su disposición.
Ofrecimiento del pan y del vino: El pan
y el vino se ofrecen por separado. El vino es
preparado por el sacerdote que le añade unas gotas de
agua diciendo: “Que así como el agua se mezcla con
el vino, participemos de la divinidad de Aquél, que quizó
compartir nuestra humanidad”. Existe un simbolismo entre el pan y
el trabajo, además de que, en el pan hay muchos
granos de trigo. Y como dice San Pablo: “Porque el
pan es uno, somos muchos un sólo cuerpo, pues todos
participamos de ese único pan” (1 Cor 10, 17). El
vino se obtiene de la vid, machacando y pisando, símbolo
de dolor, de sufrimiento y se ofrece para convertirlo en
la Sangre de Cristo por un deseo de expiación. Con
el pan y el vino se ofrece el trabajo, el
descanso, las alegrías, las contrariedades; pero sobre todo, el deseo
de que Dios acepte a cada quien con sus miserias,
y los transforme con su Gracia hasta asemejarlos a su
Hijo.
El lavatorio de manos: Con este gesto el sacerdote, una
vez más, expresa su deseo de purificación y limpieza interior.
Esta acción indica que se debe estar puro de
todo pecado, lava las manos para purificarlas. El sacerdote dice:
“Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado”.
Oración sobre
las ofrendas: El sacerdote abre los brazos y dice: ”Orad
hermanos...”, recordando a los fieles que también ellos ofrecen junto
con él, el sacrificio, que no deben ni pueden quedar
al margen. Se lee la oración de las ofrendas que
expresan a Dios, de modo oficial, los sentimientos y deseos
de los fieles, de la Iglesia en relación a las
ofrendas, suplicando que las reciba y después de santificarlas, conceda
los bienes espirituales que emanan del sacrificio.
La segunda parte esencial
de la Misa:
Liturgia Eucarística: Suele llamarse canon = regla. Comienza
con el Prefacio, que es un canto. Hay diferentes prefacios,
unos provienen de la Iglesia oriental, otros de la romana,
esto es con el fin de unificar a la Iglesia.
Es una exhortación a elevar los corazones dejando todo lo
mundano porque en unos momentos Dios se va a hacer
presente. Se agradece a Dios su preocupación por los fieles,
dando gracias según la fiesta. No se da gracias por
cosas materiales en este momento, sino porque fortaleció la debilidad
humana y porque con la muerte no se pierde la
vida. Luego, el sacerdote nos invita a alabar (Hosanna), junto
con los ángeles y arcángeles, y a dar la bienvenida
a Cristo que está por venir.
Sigue con la Anámnesis,
para recordar la conmemoración del misterio pascual. Ofrecimiento de la
Víctima Divina. Después viene la invocación del Espíritu Santo o
Epíclesis, al poner el sacerdote las manos sobre el cáliz,
es el momento para que los fieles se arrodillen. Narración
de la institución de la Eucaristía: El canon puede variar,
pero, las palabras no varían en la narración. Al terminar
la narración, y antes de formular las palabras de la
Consagración, el sacerdote se inclina sobre el altar con el
fin de separar lo que era una narración y lo
que ahí va a suceder.
El sacerdote eleva primero el
pan diciendo las palabras de la Consagración, hace una genuflexión,
eleva el vino diciendo las palabras correspondientes y vuelve a
hacer una genuflexión. La Consagración es el punto central de
la Misa, la parte más importante, porque se vuelve a
celebrar el sacrificio incruento de la Cruz. Al terminar el
sacerdote dice: “Este es el misterio de nuestra fe”, como
invitación a los fieles a que se adhieran conscientemente al
misterio de la Iglesia. En esta parte se pide por
los vivos, por los santos, se conmemoran a los difuntos
y el sacerdote hace su petición personal. El rito de
la consagración termina con las palabras: “Por Él, con Él
y en Él, al Padre en unidad con el Espíritu
Santo, todo honor y toda Gloria por los siglos de
los siglos”, es la glorificación de la Trinidad (doxología). Si
se analiza éste es el objeto de la creación: la
Gloria de Dios.
Rito de la Comunión o Plegaria Eucarística: La
consumación del sacrificio, el banquete. Comienza con el Padre Nuestro.
La oración por excelencia que nos enseñó Jesús. Sus siete
peticiones toman un sentido especial cuando se recita, poder sentirse
hijos de Dios, contiene todo lo que se da en
el sacrificio de la Misa.
Oraciones por la paz: Se
pide la paz en la oración que enlaza con el
Padre Nuestro y la que enseguida se dirige a Cristo.
No se pide una paz externa, sino interna. Una paz
que exige valor, que es una lucha contra el pecado.
Se puede resumir en el encuentro de la Salvación. Cuando
se da la paz, se debe de tener una verdadera
disposición a ello, ninguna palabra mencionada en la Misa es
formulario.
La Fracción del pan: el sacerdote parte la hostia
consagrada en tres. La más pequeña la junta con las
demás. Se invoca al Cordero de Dios, que es el
que quita el pecado, lo destruye y que por su
sacrificio es el que da la posibilidad del desprendimiento de
los pecados. El sacerdote dice una oración con sentimiento de
humildad, pidiendo que lo libre de cualquier falta y que
cumpla sus mandamientos.
La recepción del sacramento,la Comunión: Si no
hubiera comunión, la Misa sería incompleta, no hay que olvidar
que Cristo, en la Última Cena, nos exhorta a ello.
El sacerdote comulga primero, luego la distribuye a los fieles,
quienes deben de estar conscientes de lo que van a
hacer.
Rito de purificación: Luego de haber distribuido la Comunión,
se limpian o purifican los objetos sagrados, con el fin
de que el cuerpo y la sangre de Cristo no
sean mal utilizados o sin la reverencia que se merecen.
La acción de gracias: Es elemental detenerse un momento para
dar gracias a Dios, que está dentro de los que
lo han recibido, y agradecerle todo los beneficios recibidos. Debe
de haber una postura de recogimiento.
La oración post comunión:
Se recita y relaciona la liturgia con la Comunión. Luego,
el sacerdote despide a los fieles y les da su
bendición, indicándoles, que han de seguir viviendo la Misa.
|
|
La alegría de asistir a Misa |
Breve y motivante explicación de las diferentes partes de la Misa |
|
LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
Introducción
La intención de dar una breve y motivante
explicación de las diferentes partes de la Misa es lograr
que al menos algunos de los que lean comprendan, se
sientan profundamente motivados a asistir a la celebración eucarística de
los domingos y fiestas y que no vuelvan a decir:
“Me aburro en Misa”.
La Celebración Eucarística tiene en su textura
una introducción que va desde el inicio hasta la primera
oración hecha por el sacerdote. Luego siguen las dos partes
principales:
Primera: La Liturgia de la Palabra, que comienza con
la primera lectura y concluye con la oración universal de
los fieles.
Segunda: La Liturgia Eucarística que comienza desde el ofrecimiento
del pan y el vino hasta la oración que dirige
el sacerdote después de la comunión.
Por último una conclusión que
consiste en el último saludo, bendición y despedida. Me propongo como
metodología el ir explicando parte por parte de la Celebración
Eucarística:
INTRODUCCIÓN
Consta de las siguientes partes:
Saludo
Rito penitencial
Gloria y
primera oración.
Oración
Se comienza todo con estas solemnes palabras: “En el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Algo
muy importante va a ser, pues se realiza en el
nombre de la Santísima Trinidad. Efectivamente la Celebración Eucarística es la
actualización sacramental de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo,
consiste en hacer presente la Última Cena y la pasión,
muerte y resurrección de Jesús en forma sacramental, es decir
de una manera representada por signos y señales, y al
mismo tiempo realizada de verdad.
La redención que Jesús realizó
en Calvario y el domingo de Pascua con la resurrección
se repite, se actualiza en cada Eucaristía. Jesús dijo a los
apóstoles en la última cena: “Este es mi cuerpo que
se entrega por vosotros. Éste es el cáliz de mi
sangre derramada por vosotros y por todos los hombres.” Y
añadió: “haced esto en memoria mía, en recuerdo mío”. Entonces,
cada sacerdote, cuando celebra, repite lo que Jesús hizo en
la Última Cena: convertir el pan en su cuerpo, cuerpo
que se sigue entregando por los hombres, y el vino
en su sangre, sangre derramada por los hombres. Y esto
en obediencia al mandato de Cristo: “Haced esto en
memoria mía.” Al mismo tiempo que les ordenaba repetir lo
que Él acababa de hacer, les daba el poder de
realizarlo, convirtiéndolos en sacerdotes de la Nueva y Eterna Alanza.
Jesús, en efecto, dijo: “Éste es el cáliz de mi
sangre, sangre de la Nueva y Eterna Alianza”. Con esto
queda claro que nosotros no inventamos la Misa, sino Jesús
mismo, y Él quiso con su poder divino que sus
sacerdotes realizaran la misma consagración del pan y del vino
que Él había hecho. Por eso el pan consagrado y
el vino consagrado contienen el Cuerpo y la sangre de
Jesús, contienen a Jesús mismo. Por eso, adorar la Eucaristía
es un acto de amor y reverencia debidos a Dios.
Nosotros adoramos, no las especies de pan y vino sino
al Dios que está presente en ellas.
Suele leerse o cantarse
la antífona de entrada, que es una píldora breve de
lo que va a ser la misa.
Saludo
“La gracia de Nuestro
señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del
Espíritu Santo estén con todos vosotros”
Es un saludo muy cordial,
pero muy profundo, nada superficial. No es el simple ¡Hola,
¿cómo están?! Significa que estén con cada uno estas tres
cosas
- La gracia de nuestro Señor Jesucristo: Que vivas en
gracia, con todos los elementos maravillosos que conlleva: ser hijo
de Dios, heredero del cielo, capaz de ganar méritos etc.
-
El amor del Padre : Que tengas, que sientas el
amor del Padre, como hijo, hija de Dios. Según la
expresión hermosa de san Juan: “Ved qué amor nos ha
tenido el Padre que no sólo nos llamamos sino que
somos hijos de Dios”.
- Y la comunión del Espíritu Santo.
Que el Espíritu santo viva en ti como en su
templo.
La respuesta: “Y con tu espíritu”. Que también tú, sacerdote
del Señor, lo tengas.
Acto penitencial
¿Por qué un rito penitencial, de
arrepentimiento de los pecados? Porque vamos a asistir al sacramento,
a la actividad litúrgica que realiza nuestra redención; la liberación
de nuestros pecados. Debemos reconocerlos. Pero, además, de forma pública.
En voz alta digo y aseguro que soy un pecador.
Por eso me arrepiento de mis pecados también públicamente.
Igual que
si alguien va a un hospital o al doctor es
porque está enfermo y quiere curarse, vamos a la misa
como pecadores que necesitamos ser perdonados. La fórmula que se
utiliza es la siguiente:
-Yo (se podría decir Fulanito
de Tal) -confieso (declaro, acepto) -ante Dios todopoderoso (reconozco
ser un hijo pródigo ante Él) -y ante vosotros, hermanos
(fíjate en lo que vas a decir y delante de
quién, delante de todos los que asisten a la Celebración
Eucarística) -que he pecado mucho (aquellas personas que piensan y
dicen que comente pecadillos y faltas chiquitas no saben lo
que dicen. Podrían ser de la clase del fariseo que
rezaba así: “Te doy gracias, porque no soy como los
demás hombres: adúlteros, ladrones…”) -de pensamiento, palabra, obra y omisión
(se especifica en qué soy un gran pecador. Si uno
pudiera ver, medir y pesar todo lo que ha pecado
en su vida con el pensamiento, la lengua y las
obras, quedaría abrumado. Se añade: Y de omisión. Antiguamente no
salía esta expresión. Pero se vio la necesidad de añadirla
porque por la omisión cometemos miles de faltas y pecados.
Omisión es igual a no hacer lo que debo. Omitir
actos de cariadad, de bondad, omitir hacer apostolado, omitir el
buen ejemplo a los hijos, omitir tantas y tantas cosas.) -Por
mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa (Tres
veces y en ascenso “mi gran culpa”. Y golpeándose el
pecho en señal de arrepentimiento. Ya sólo falta decir la
clase de pecados que he hecho. Imagínate que dices esto
en un supermercado…Bien no lo dices en el supermercado, pero
lo dices…en la Iglesia.) -Por eso ruego… (que interceda por
mí) -a Santa María siempre Virgen (que ruegue por mí
a Dios. Cierto que lo hará con mucho gusto por
tratarse de su hijo) -A los ángeles (a nuestro
ángel de la guarda, a los arcángeles, como san Miguel,
san Gabriel y san Rafael y a todos los ángeles
que son muchos y muy buenos.) -A los santos (a todos,
a tu santo patrón o patrona y a todos: A
san Pablo, san, Pedro, san Pío, santa María Madgdalena…) -Y a
vosotros, hermanos (estoy solicitando muy en serio, porque la
necesito, la oración de mis hermanos...A todos los que están
en la Iglesia) -Que intercedáis por mí ante Dios nuestro
Señor (cuando uno pide sólo por sí, su oración des
de corto alcance. Pero cuando todos piden por todos esa
plegaria es infinitamente más rica)
Como conclusión. El sacerdote refuerza este
acto de penitencia, con estas palabras. Pide tres cosas:
Que
Dios Todopoderoso:
Primero: Tenga misericordia de nosotros, según la petición de
Jesús: "Perdónales, Padre, porque no saben lo que hacen.
Segundo: Que
perdone nuestros pecados. Esos muchos pecados que he cometido por
mi gran culpa.
Tercero: y nos lleve a la vida eterna.
En
realidad a eso venimos a la celebración Eucarística. No a
fijarnos en cómo va vestida tal persona, no a murmurar
de algo que no salió tan bien, ni siquiera a
poner peros p.e. a la predicación del sacerdote. Yo no
voy a eso a la misa. Tengo tanto de qué
arrepentirme que no me animo a tirar piedras a mi
prójimo, como un fariseo más. Sí vengo a esto, a pedir
misericordia a Dios, a que me perdone mis pecados y
los de mi familia y a que me lleve y
nos lleve a la vida eterna. Claro, no asistir a
la Celebración Eucarística casi nunca o enojarse si alguien amablemente
te invita, significaría que no me interesa mi salvación eterna,
que me vale, que ni el cielo me apasiona ni
el infierno me asusta.
Se termina el acto penitencial diciendo en
voz alta, tres veces, alternando con el sacerdote:
“Señor, ten piedad” “Cristo,
ten piedad” “Señor, ten piedad”
Tres gritos del corazón dirigidos a Cristo,
el Señor. Deberíamos decirlos con la emoción con que se
lo decían lo pobres enfermos y pecadores del Evangelio, Como
el ciego Bartimeo: “Jesús, Hijo de David, ten compasión de
mí” Como la sirofenicia, como el leproso, como Jairo, porque
estamos ciegos, leprosos, enfermos del alma.
El gloria a Dios en
el cielo
Se suele decir o cantar (Si se canta mucho
mejor) En realidad está hecho para cantarse. Y ojalá que
no sólo por un coro, sino por todo el pueblo
o alternando coro y pueblo porque es un himno muy
hermoso y muy rico. Es oración de alabanza, de agradecimiento,
de petición de perdón y de petición de gracias. Tenemos
que recordar que hay cuatro clases o formas de hacer
oración: En el gloria se dan las cuatro:
- Alabanza: Gloria
a Dios en el cielo - Pedir perdón: Ten piedad de
nosotros. - Acción de gracias: Te damos gracias… - Petición de dones:
Atiende a nuestra súplica.
El inicio del gloria lo cantaron los
ángeles en el nacimiento de Jesús, cuando se aparecieron a
los pastores, cuando se daba el inicio de la redención
con el nacimiento del Redentor. El gloria, por tanto, nos
recuerda la encarnación y el nacimiento de Jesús. Si en
la misa se realiza la redención, viene al caso ese
recuerdo del momento en que el Verbo se hizo carne
y nació en Belén.
¿Cómo hay que cantarlo? Con el mismo
entusiasmo y amor con que los ángeles lo cantaron la
primera vez. Digresión: ¿Aburrirse en misa? Si uno llega a tiempo
y vive profundamente estos primeros momentos, comprenderá que no es
posible aburrirse. El gloria suele cantarse en los domingos, fiestas. Se
omite en las épocas de penitencia como Cuaresma y Adviento.
Oración
Sigue
la primera oración formal, que reza el sacerdote. Hay tres
oraciones especiales, con el mismo esquema: Una invocación al Padre,
una petición, una conclusión: Por nuestro Señor Jesucristo….
¿Qué es lo
que se pide? Casi siempre es lo mismo: Lo único
necesario, la salvación eterna o cosas relacionadas con ella. También
se pueden pedir cosas humanas necesarias: la lluvia, la fidelidad
al amor humano, la salud, la paz etc. Las tres oraciones
tienen lugar ahora, justo antes de la primera lectura antes
del prefacio y antes de la bendición final. Las tres
se dirigen casi siempre al Padre, pocas a Jesucristo o
al Espíritu Santo. Concluye casi siempre así: Por nuestro Señor
Jesucristo, Por Cristo Nuestro Señor”. No es por casualidad. Estamos
pidiendo al Padre que nos obtenga la redención, el perdón
de los pecados, el cielo. ¿Quién nos ha conseguido la
redención? Jesús. Lo lógico es, pues, pedirla al Padre por
medio de Jesucristo, su Hijo muy amado en quien tiene
todas sus complacencias.
LITURGIA DE LA PALABRA
Suelen ser tres lecturas
en los domingos y fiestas. Las dos primeras del antiguo
y del nuevo testamento y la tercera del Evangelio. Conviene leerlas
con claridad y entonación, pero sin rebuscamiento. En señal de
respeto y aceptación.
La intervención de la gente: El pueblo interviene
en el salmo responsorial que es alternado por un lector
y la gente. Se debe intervenir con la palabra y
el corazón. Es una oración, no un rollo. El salmo
responsorial es como una respuesta a la palabra de Dios:
una frase de alabanza, de petición, de acción de gracias.. Aleluya:
Alegría. Decirlo, cantarlo con su pequeño texto.
Aquí como en otras
oraciones podemos hablar o cantar distraídos o enriquecer el alma;
hablar y cantar con el corazón.
Lecturas
Esas lecturas narran algún
pasaje de la Escritura o también ofrecen algún texto explicativo
o de la palabra de Dios en sus más variadas
formas. Hay que leerlo como parte de una carta
larga, hermosa, escrita con amor por Dios para cada uno
de nosotros, pues eso es la Biblia.
Evangelio
El Evangelio es leído
por el diácono o por el sacerdote para darle realce.
De hecho el Libro de los Evangelios es llevado en
procesión por un diácono o por un seglar elegido en
la procesión de entrada. Y el sacerdote o diácono lo
lleva del altar al ambón antes de leerlo. La
parte más importante de la Biblia son los cuatro Evangelios.
¿Por qué? Porque nos cuentan los hechos y enseñanzas
del Hijo de Dios, de Jesucristo.
Homilía
Ojalá que siga una buena
homilía, una buena explicación, clara, jugosa, motivante, aplicada a la
vida de los fieles, de esa palabra de Dios.
Credo
Los
domingos y fiestas suele decirse o cantarse el credo. Es
el resumen de nuestra fe. Se está de pie en
señal de aceptación. ¿Cómo se debe rezar? Con la mente
y el corazón, es decir con atención y adhesión.
Oración universal
de los fieles
Sobre todo en domingos y fiestas. Ningún momento
mejor que la Misa para orar por el mundo
y por todas las necesidades de la Iglesia. Es una
oración universal, prevalece, por tanto las peticiones generales por la
Iglesia y el mundo: Papa, familias, vocaciones, los enfermos, inmigrantes,
gobernantes… Pedir con el corazón.
LITURGIA EUCARÍSTICA
Consiste en
La ofrenda
del pan y el vino
La plegaria eucarística: Desde el
prefacio hasta antes del padre nuestro
Rito de la comunión
Ofrecimiento
del pan y el vino
Se ofrecen pan y vino
que se convertirán en el cuerpo y sangre de Jesucristo.
La
gota de agua unida al vino: representa nuestra participación, nuestra
ofrenda. Sola no sirve de nada. Unida a la ofrenda
de Cristo, sí vale.
Debemos colaborar con nuestro ofrecimiento: la vida,
los buenos propósitos, los sacrificios, oraciones, actos de caridad..." Lo
que falta a la Pasión de Cristo."
El sacerdote, inclinado, dice
en privado : “Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que
sea agradable en tu presencia”.
Lava las manos, diciendo en
secreto: “Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado”.
Todos deberían tener esta misma actitud. Por eso, el sacerdote invita
al pueblo con estas palabras: “Orad, hermanos, para que este
sacrificio mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre Todopoderoso”. Respuesta:
El Señor reciba de tus manos…”
Oración sobre las ofrendas:
Es la segunda oración formal que se hace. Se pide
específicamente que Dios Padre acepte las ofrendas: pan y vino
y nuestras oraciones, sacrificios… Por Cristo, Nuestro Señor. Dios lo acepta
sin duda. “Este es mi hijo muy amado en quien
tengo todas mis complacencias”.
La Plegaria Eucarística
El prefacio: Es
un himno de alabanza con un inicio y una conclusión
dialogada del pueblo con el sacerdote. Hace alusión a la
fiesta o al tiempo litúrgico: cuaresma, Pascua, adviento etc. Termina con
el Sanctus: un pequeño himno de alabanza al tres veces
Santo.
Recuerdo de la última Cena Y consagración del pan y
el vino. Con las mismas palabras de Jesús. Es lo
más importante. La esencia de la Misa. “Tomad y comed todos”:
Debieran todos. Pero no hay que tomarlo en otro sentido:
Como Dios N. S. manda a todos, voy a comulgar.
Debe uno preguntarse humildemente: ¿Estoy preparado, en gracia de Dios?
Esto
es mi cuerpo que será entregado por vosotros: Donación, regalo;
entrega en forma de alimento del alma. Será entregado a la
muerte, al dolor, a la cruz por amor a cada
uno de nosotros. La Eucaristía es el darse de Dios
a cada hombre.
“Tomad y bebed todos”: El hecho de que
se dé materialmente a beber el cáliz no es
necesario. Porque en cualquiera de las dos especies está Cristo
entero. El que comulga bajo las dos especies no recibe
más a Cristo que el que lo recibe sólo bajo
una. Sangre derramada: Sangre que será extraída violentamente de su cauce
normal: las venas. Implica desangramiento, tortura, muerte. Por vosotros: Por cada
uno. Por mí. Por ti. “Cristo me amó y se
entregó a la muerte por mí”.
Razón: Para el perdón de
los pecados. Derramar la sangre es una acción impresionantepara borrar
los pecados.
Este es el sacramento de nuestra fe. Recalcar
ente el pueblo qué es lo que se está realizando
en el altar: la pasión, muerte y resurrección de Jesús
de forma incruenta. Por eso, asistir a Misa es asistir
a lo esencial de la religión católica, a lo más
importante.
Respuesta: Sí lo sabemos “Anunciamos tu muerte… proclamamos tu
resurrección…Ven, Señor, Jesús. Ven, Señor Jesús, A mi vida, a
mi familia…” No es necesario decir en voz alta
“Señor y Dios mío”, pero sí con el corazón; con
la fuerza del primero que lo dijo: Santo Tomás. Contarlo…
Luego se ofrece al Padre el cuerpo y la sangre
de Cristo: Te ofrecemos el pan de vida y el
cáliz de salvación. En plural: lo ofrece toda la Iglesia:
sacerdote y pueblo de Dios.
Se piden cosas muy importantes - La
unidad de todos los que comen y beben la
Eucaristía. Hermanos separados. “Que todos sean uno”. - Se pide por
toda la Iglesia, hoy tan necesitada: Unidad, fe, fidelidad, obediencia,
vocaciones, santidad, almas apóstoles… - Por el Papa. Ha pedido oración
por él mismo. Por el obispo del lugar y por
todos los demás obispos y sacerdotes. - Se pide que la
Iglesia vida la caridad, la esencia del cristianismo, el mandato
de Cristo. Estas peticiones están en la narración
de la Ultima Cena por san Juan. - Se pide por
la Iglesia purgante, por los difuntos que están en el
purgatorio en espera de ir al cielo. - Por último, se
pide por nosotros. Ten misericordia de todos nosotros…Por intercesión de
María, los apóstoles y todos los santos, pero sobre todo
por medio de Jesucristo, la vida eterna.
Se levanta la
patena con la hostia y el cáliz diciendo esto:
Por Cristo Con
Cristo En Cristo
Y en la unidad del Espíritu Santo todo honor y
toda gloria por los siglos de los siglos. Por siempre.
Respuesta: Amén. Sí. Responde todo el pueblo.
Rito de la comunión
Se
introduce la oración de Jesús Enséñanos a orar, Padre nuestro. El sacerdote
y los fieles lo recitan juntos. Hay la costumbre de
extender las manos, de juntar las manos. Creo que puede
ayudar este gesto si se hace con devoción. - Padre nuestro:
(No padre mío. Sin dejar de ser mi padre, es
también tu padre y de todos los hermanos. En ese momento
todos deberían sentirse eso, hermanos, y rezar juntos a nuestro
Padre celestial como nos enseñó nuestro Hermano mayor, Jesús.) - Santificado
sea tu nombre: (El nombre es la persona misma. Él
ya es santo. Significado: Que todos los hombres reconozcan, acepten
y alaben tu santidad, te alaben a Ti, Dios santísimo.) -
Venga a nosotros tu Reino: (Venga a mi corazón, a
mi alma tu gracia, tu vida divina, los frutos de
tu Pasión y resurrección. Sé nuestro Rey y nosotros tus
soldados, por la gracia, y tus apóstoles.) - Hágase tu voluntad:
(En el cielo, perfecto En la tierra no tanto. En mi
vida cristiana ¡quién sabe! Lo más importante que tenemos que
hacer es cumplir la voluntad de Dios) -Danos hoy nuestro pan
de cada día. (Con el pan, todo lo humano y material:
sustento, casa, vestido, transporte, salud, etc.…) -Perdona nuestras ofensas así como…:
(Ésta es la expresión más difícil.) - No nos dejes
caer en la tentación (Tentaciones tendremos y tenemos. Son necesarias, útiles.
Que no caigamos. No es lo mismo sentir que consentir.) -
Y líbranos del mal: (Todo mal: físico, sobre todo moral.
El pecado. Y líbranos del padre de la mentira.)
Sigue una
oración que amplía la petición de “Líbranos del mal”. Y
aprovechando el momento se pide por la paz y unidad
en la Iglesia.
Y en este contexto se desea la paz
a los presentes. “La paz del Señor” esté siempre con
vosotros”…Daos fraternalmente la paz. Sin aspavientos, de forma sencilla y sincera.
Sabiendo que nadie da lo que no tiene. Tampoco es necesario
querer dar la paz a todo el mundo: a los
de mi alrededor es suficiente.
Se parte un pedacito de
la hostia en el cáliz. Significado: la resurrección.
Cordero de Dios:
Un acto de humildad repetido tres veces. No somos dignos.
El
sacerdote hace en privado una oración humilde de preparación. Luego
levanta la Hostia y hace la invitación de San Juan
Bautista a sus discípulos, en particular a Andrés y a
Juan Evangelista. Y lo siguieron. Dichosos los invitados. Son
todos. Pero dichosos los que pueden recibirlo. Debería doler tanto…
que todos entonces irían a la misa confesados, en gracia
de Dios.
Señor, yo no soy digno… ¿Quién dijo estas hermosas palabras?
Un pagano, un centurión romano que tenía tanta fe que
Jesús dijo de Él: “No he encontrado tanta fe en
Israel”.
Comulga primero el sacerdote. Luego el sacerdote y diácono dan
la comunión. Si es mucha gente, y de ordinario suele
estar llena la Iglesia, es muy conveniente que ayuden algunos
ministros extraordinarios de la Eucaristía. Mientras se canta o se
lee la antífona de la comunión que es una píldora
breve sobre la Eucaristía.
“El cuerpo de Cristo”. Amén.: Creo. ¿En la
boca o en la mano? Según lo determine el obispo
del lugar. Ambos están permitidos. No importa si es en
la boca o es en las manos. Lo que importa
es el respeto y el amor.
Tercera oración: Alude a la
misa celebrada, a la comunión recibida y pide que mantengamos
los frutos para el futuro.
Rito de conclusión
El Señor esté con
vosotros: Un saludo final, semejante al del principio. Y se
da la bendición en nombre de la santísima Trinidad. Se cierra
esta acción litúrgica con solemnidad: Como si uno entrara a
través de un gran arco a la Misa y saliera
por otro arco hermoso.
Podéis ir en paz.
Ojalá sea cierto. Razones
tienen porque han estado en una convivencia de
hermanos, han escuchado la palabra de Dios, han recibido a
Dios mismo en su alma. Han rezado y cantado juntos
las alabanzas de Dios. Debieran salir con otra cara y
otra alma de aquella que con la que entraron.
Sentido de la Misa del domingo |
¿Qué pasa en la Misa, que sea tan importante? Catequesis y explicación acerca de la Misa. |
|
Sentido de la Misa del domingo
La gente va menos a
Misa que hace unos años. ¿Por qué? "Creo que depende
mucho de la experiencia y tradición familiar y social de
la que participa cada persona", dice una mujer que comenzó
a ir con sus padres a Misa y que después,
al profundizar en la fe, vio que "empezaba a tener
otro sentido, un sentido de compromiso, me sentí más implicada...
descubrí el valor de la Eucaristía como un encuentro con
Cristo..."
En nuestra sociedad, cuando ya no hay quien controle
quien va a Misa y quien no, la asistencia a
Misa: ¿depende de la costumbre del entorno familiar, o de
estas motivaciones de fe? Lo cierto es que, al no
ir a Misa las familias, los hijos pierden la oportunidad
de participar en estas motivaciones de fe. Y, cuando se
asiste a Misa -en acontecimientos sociales o fiestas principales- al
no saber "qué pasa ahí" se convierte en algo que
se ve desde fuera, no se ahonda en su sentido
profundo de memorial de Jesús resucitado, la fiesta de
los cristianos, y entonces la gente se viste de fiesta
sin saber celebrar la fiesta, así como no puede saborear
un plato exquisito quien tiene el gusto estragado, al no
poder gustar del misterio cristiano no puede desearlo y amarlo.
Por eso, no puede participar en la Misa plenamente quien
no sabe realmente que por la fe tenemos una relación
viva y personal, maravillosa, con Jesús. Qué lástima, ver a
tantos y tantos que escuchan palabras y cantos, prueban emociones
estéticas en la música o en la belleza de alguna
de las celebraciones, pero se quedan en unos signos externos,
no viven la esencia de la Misa y de la
comunión...
a) Hemos de conocer lo esencial de la vida.
Muchas
veces vamos por la vida buscando la felicidad, y no
la encontramos... más tarde, nos damos cuenta de que estaba
allí al lado, en las cosas pequeñas de cada día,
en las cosas obvias (que son las que olvidamos más
facilmente, y así nos va...) como el sentido religioso, su
sentido trascendente (olvidamos las cosas que no tienen sentido de
beneficio práctico con la excusa de que "no sirven para
nada", cuando son las que más sirven). Cuentan de una
araña que se dejó caer por uno de sus hilos
desde un árbol, para echar los soportes alrededor de un
árbol y tejer su telaraña, esa malla que va engrandeciéndose
con sucesivas vueltas, hasta completar su obra. Entonces, paseándose por
su territorio, orgullosa de su realización, mira el hilo de
arriba y dice: "éste es feo, vamos a cortarlo", olvidando
que era el hilo por donde empezó todo, el que
sustentaba todo. Al cortarlo, la araña desmemoriada cayó enredada en
su red, prisionera de su obra. Así nosotros, encerrados en
la obra de nuestra inteligencia o en el cuidado de
tantas cosas... podemos olvidar la esencial, cuando cortamos el hilo
de soporte. ¡No prescindamos de Dios! Es el soporte de
todo lo invisible que son los valores de amor y
respeto a los demás, en definitiva de felicidad. Esta dimensión
invisible de la vida.
b) La necesidad de dar culto a
Dios está en lo más profundo de nuestro interior
Cuando
no le damos salida religiosa, se proyecta en formas de
supersticiones varias, idolatrías de todo tipo, sectas variopintas pero peligrosas
algunas de ellas, o una apatía brutal por la que
no se ve sentido a nada...). Estamos en una época
de "complejidad", en la que hay avances técnicos de todo
tipo (nuclear, genético, informática...) y en medio del estado de
bienestar, muchos de nuestros compañeros de viaje están prisioneros de
la angustia ante el futuro, tienen miedos, incluso miedo a
vivir. ¿Por qué tanta inseguridad? Porque todo el bienestar
no da respuesta al sentido de la vida, se pierden
en un "todo es relativo" que impide volar hacia arriba,
mirar el cielo, en su horizonte no hay Dios; el
gran ausente (todo ello causa el sentimiento de "insoportable ligereza
del ser", en medio del pensamiento moderno, con un sentido
de frustración y un deseo de búsqueda de Dios, de
ahí las profecías del siglo XXI como "místico" porque es
la única forma de recuperar el norte).
¿Cómo recuperar a
Dios, en esta "lucha por la religión" del mundo de
hoy? Cultos e ignorantes, enfermos y sanos, pobres y ricos...
para hallar a Dios hay que tratarle, darle culto (pero
no externo, sino que implique la conciencia, un trato de
corazón a corazón, fruto del amor y no de la
costumbre, creando un "espacio interior" en nuestra conciencia, solos ante
el espejo de la cual encontramos el sentido de la
vida, la seguridad que nos falta). La religión pertenece a las
cosas importantes de la vida. Cuentan de un barquero que
llevaba gente de un lado a otro de un gran
río, y un día subió un sabiondo que empezó a
increparle diciéndole: "¿conoces las matemáticas?" -"no", contestó el barquero. -"Has
perdido una cuarta parte de tu vida. ¿Y la astronomía?"
-"¿Esto se come o que?", contestó el pobre. "-Has perdido
dos cuartas partes de tu vida". -"¿Y la astrología?" -"Tampoco",
dijo el barquero. "-¡Desgraciado, has perdido tres cuartas partes de
tu vida!". En aquel momento la barca se hundió, y
viéndolo que se lo llevaba la corriente, le dijo el
barquero: -"¡Eh, sabio!, ¿sabes nadar?" -"¡No!", contestó desesperado. -"Pues has
perdido las cuatro cuartas partes de tu vida, ¡toda tu
vida!" Pues para quien va por un río, lo importante
no es saber tantas cosas sino saber nadar. Así las
cosas esenciales de la vida, muchas veces olvidadas, son saber
quién soy, de donde vengo y a donde voy, y
descubrir el sentido religioso y -como dice el viejo refrán-
al final de la vida el que se salva sabe
y el que no no sabe nada. Los peces se
ahogan sin agua y los hombres se asfixian sin aire,
así nuestra alma sufre asfixia si no tiene saciada esta
sed de Dios, pues el corazón del hombre está inquieto
y sin paz hasta que reposa en Él. Siendo la
religión una experiencia personal -de la que no podemos prescindir,
es una necesidad-, también es social, constituye una de las
tradiciones no sólo culturales sino también basilares de la misma
familia (la familia que reza unida permanece unida, reza el
refrán), y ante una crisis familiar (por no resistir ante
las dificultades, muchas familias quedan deshechas, por no ver el
cielo, por dejarse desanimar por los problemas) es especialmente importante
recordar el sentido divino del contemplar el cielo. La Biblia,
al relatarnos el Génesis, nos dice que Dios creó el
mundo (sentido del trabajo) y luego descansó (con una mirada
llena de gozosa complacencia). La celebración de este día del
Señor ayuda a tener la mirada contemplativa, luz sobre todas
las cosas (si nuestra mirada está sin esta luz, todo
nuestro ser anda entre tinieblas). Jesús nos hace ver que
ese día "se hizo para el hombre", no es un
peso el descanso dominical, sino que perfecciona la persona, lo
necesitamos, es recordar la necesidad de humanizar el descanso, de
hacer fiesta, de libertad. Parte esencial de este "hacer fiesta"
es el culto a Dios que desde los primeros hombres
se ha dado al creador (ofreciéndole sacrificios, para mostrar la
dependencia de creaturas, como reconociendo agradecimiento por los favores recibidos
o pidiendo perdón). Como vemos en el relato de Caín
y Abel (y nos cuentan los historiadores de los primeros
pueblos) a veces quemaban parte de la cosecha, o algún
animal, y con esto dedicaban a Dios una cosa, la
hacían "sagrada". Pero Dios dijo que no deseaba tanto estos
sacrificios como algo externo sino venido de un corazón que
ama y pide perdón (que tiene misericordia). De ahí surgen
las ceremonias, y el "domingo" significa "el día del Señor"
porque es por excelencia el día de esta relación con
Dios en la que el hombre dedica un tiempo explícito
a cantar esta adoración.
c) Redescubrir el domingo es
algo vital
Una educación que para muchos viene desde la infancia:
"para mí, ir a Misa es una cosa tan natural
como el respirar o el querer. Desde pequeños nos acostumbramos,
y la Misa del domingo formaba parte de nuestra vida.
Unos días íbamos más a gusto y otros no, pero
no lo dejábamos". Mucho más teniendo en cuenta que la
"motivación sociológica" cuenta mucho, y se encontrarán los hijos en
una sociedad en la que hay unas modas -verdaderas dictaduras
culturales- en la que ir a Misa "no está bien
visto", y el adolescente queda coaccionado por el "qué dirán",
"no van los jóvenes".
Las motivaciones han de ser profundas,
para no actuar por lo que hacen muchos sino conforme
a la conciencia. Es cierto que en los años de
adolescencia puede haber una ruptura (una decisión personal del hijo
de dejar de ir a Misa), pero lo que se
ha sembrado vivificará más tarde, como muchas veces pasa con
la vuelta a la responsabilidad al ser padres: "vinieron los
hijos... y todo fue cambiando. Siempre fui una persona inquieta,
y me iba preguntando: ¿me escuchará el Señor?" y quizá
cuando los hijos se preparan para hacer la primera comunión
-en la edad que formulan a los padres las grandes
preguntas- sienten la llamada a volver, "a través de la
catequesis de padres pude expresar los sentimientos que tenía guardados
durante algunos años..." y hay esta vuelta a los sacramentos,
con la seguridad que esto conlleva: "he pasado momentos difíciles
en mi vida, pero entre mi fe cristiana y la
Misa del domingo he encontrado la fuerza para seguir adelante.
Ahora entiendo mucho mejor el Evangelio...".
Y otro: "fue cuando
mi hijo comenzó a frecuentar la catequesis cuando volví a
ir a la parroquia. Hice la catequesis con los otros
padres y a través de todo esto me incorporé nuevamente
en la Iglesia". En otros casos, esta vuelta es cuando
los padres -las madres, más- tienen ya colocados los hijos
y tienen menos obligaciones. Estos testimonios pueden recordarnos esos momentos
que bien conocemos, cuando más que una obligación el trato
con Dios se convierte en una necesidad, pues ya no
podemos más, estamos "ahogados" y queremos "hacer algo".
Pero todo
ello se pierde si no hay una experiencia previa de
ir a Misa, si no hay un "antes", pues entonces
ya no se trata de "volver" sino de "descubrir". En
cualquier caso, lo que está claro es que, a las
puertas del tercer milenio, la celebración del domingo cristiano, por
los significados que evoca y las dimensiones que implica en
relación con los fundamentos mismos de la fe, continúa siendo
un elemento característico de la identidad cristiana. Veamos las pegas: "La
Misa es aburrida", "no me dice nada", "siempre se hace
lo mismo", "no voy porque no siento la necesidad, y
para hacer una cosa que no siento mejor no hacerla..."
son algunas de las que hemos oído y que dirigen
nuestra mirada hacia el "¿qué pasa en la Misa, que
sea tan importante?" Preguntemos al chico que el día de
Sant Jordi lleva la rosa a la chica que ama,
si encuentra aburrido este gesto repetido año tras año; o
a los que se aman si se cansan de ver
las mismas caras.
En la Misa disfrutamos saboreando una y
otra vez antiguas palabras con las que han rezado tantas
generaciones de cristianos, y pronunciadas por primera vez por Jesús.
No hay rutina si hay amor. Nuestra vida es como
una canción, que tiene letra y música. La letra consiste
en todo lo que hacemos, nuestras acciones, y la música
es la voz del corazón, el amor que ponemos en
todo. De manera que la vida es aburrida o entusiasmante,
dependiendo del amor que ponemos. ¿Aburrido?: te falta amor.
¿Procuras
entusiasmarte haciendo las cosas porque te da la gana (aunque
en algún momento no tengas ganas? Entonces lo quieres de
verdad, hay amor. La Misa es sumergirse en una corriente
de vida y de amor. Si hay aburrimiento puede que
no hayamos conseguido aún una conexión con Él: sólo el
sentimiento de la persona viva del Señor asegura una participación
madura, a prueba de los diversos talantes de los celebrantes,
de los cambios en los gustos musicales, del adormecimiento o
de la euforia del ambiente. "Ven conmigo", nos dice Jesús.
Es fácil de entender y aceptar, y con los años
nos vamos dando cuenta del contenido profundo y totalizante de
esta invitación. Jesús poco a poco va radicalizando su propuesta,
y nos pide más. Lo descubrimos como un maestro bueno,
justo y merecedor de toda nuestra confianza, y nos pide
un paso más: renunciar a nosotros mismos, como Él, darnos
a los demás.
1. La Misa: fiesta
del amor
2. ¿Por qué ir a Misa?
3. ¿Qué es la Misa?
4.
Cómo vivir mejor la Misa
5. Conclusión: el
domingo, la gran fiesta
|
|
La Hora que da sentido a mi día |
El objetivo de la HORA SANTA es fomentar un encuentro personal y profundo con Jesucristo. |
|
En el día de mi Ordenación, tomé dos decisiones:
1. Que
ofrecería la Sagrada Eucaristía todos los sábados,
en honor a la Santa Madre, para implorar su
protección sobre mi sacerdocio.
(La Epístola a los Hebreos
ordena al sacerdote ofrecer sacrificios no sólo por los demás,
sino también por sí mismo, ya que sus pecados son
mayores debido a la dignidad de su oficio).
2. Resolví también que
todos los días pasaría una HORA SANTA en presencia
de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento.
He mantenido
ambas decisiones en el curso de mi sacerdocio.
La HORA SANTA se originó en una práctica
que desarrollé un año antes de ser ordenado.
La capilla grande del Seminario de San
Pablo cerraba a las seis de la tarde; todavía
había capillas privadas disponibles para devociones privadas y oraciones nocturnas.
Esa tarde en particular, durante el recreo,
caminé durante casi una hora, de un lado a
otro, por la parte de afuera de la capilla
mayor. Un pensamiento me surgió –¿Por qué no
hacer una HORA SANTA de adoración en presencia del Santísimo
Sacramento?- Empecé al día siguiente, hoy la práctica ya
lleva más de sesenta años.
Expondré brevemente algunas razones por las
que he mantenido esta práctica, y por lo que
la he fomentado en los demás.
Primero, LA HORA SANTA
NO ES UNA DEVOCIÓN; es una participación en la obra
de la Redención.
En el Evangelio de san Juan, Nuestro
Santísimo Señor usó las palabras hora
y día en dos connotaciones totalmente diferentes.
Día pertenece a Dios; la hora pertenece
al maligno. Siete veces en el Evangelio
de san Juan, se usa la palabra hora, y
en cada instancia se refiere al demonio, y a
los momentos en los que Cristo ya no
está en las Manos del Padre, sino en las
manos de los hombres. En el huerto de Getsemaní,
Nuestro Señor contrastó dos horas –una
era la hora del mal esta es vuestra hora–
con la que Judas pudo apagar las luces del
mundo. En contraste, Nuestro Señor preguntó: ¿No pueden
velar una hora Conmigo? En otras palabras,
Él pidió una hora de reparación para combatir la hora
del mal; una hora de unión víctima con la
Cruz para sobreponernos al anti-amor del pecado.
En segundo
lugar, la única vez que Nuestro Señor les pidió
algo a sus Apóstoles, fue la noche de su agonía.
No se lo pidió a todos... tal vez
porque sabía que no podía contar con su fidelidad.
Pero al menos esperaba que tres le fueran fieles,
Pedro, Santiago y Juan. Desde ese momento, y
muy seguido en la historia de la Iglesia, el
mal está despierto, pero los discípulos están durmiendo. Es por
eso que de Su angustiado y solitario Corazón salió el
suspiro: ¿No pueden velar tan solo una hora
Conmigo?.
ÉL NO ROGABA POR UNA HORA DE ACTIVIDAD, SINO
POR UNA HORA DE COMPAÑÍA.
La tercera razón por la
que mantengo la HORA SANTA es para crecer
más y más a semejanza de Él. Como lo
plantea san Pablo: Nos transformamos en aquello en lo que
fijamos nuestra mirada. Al contemplar el atardecer,
la cara toma un resplandor dorado. Al contemplar al Señor
Eucarístico una hora, transforma el corazón de un modo misterioso,
así como el rostro de Moisés se transformó luego de
Su compañía con Dios en la montaña. Nos pasa
algo parecido a lo que les pasó a los discípulos
de Emaus, el domingo de Pascua por la tarde, cuando
el Señor los encontró. Él les preguntó por qué
estaban tan tristes, y después de pasar algún tiempo en
Su presencia, y oír nuevamente el secreto de la espiritualidad
–El Hijo del Hombre debe sufrir para entrar en Su
Gloria– el tiempo de estar con Él terminó,
y sus corazones ardían.
La HORA SANTA ¿Es
difícil? Algunas veces parecería ser difícil; podría
significar tener que sacrificar un compromiso social, o levantarse una
hora más temprano, pero en el fondo nunca ha sido
una carga, sólo una alegría. No quiero
decir que todas las HORAS SANTAS hayan sido edificantes como,
por ejemplo, aquella en la Iglesia de
San Roch en París. Entré en
la Iglesia alrededor de las tres de la tarde,
sabiendo que tenía que tomar un tren a Lourdes dos
horas más tarde. Sólo hay unos diez días al
año en los que puedo dormir durante el día; y
este era uno de esos. Me arrodillé, y recé
una oración de adoración, y luego me senté a meditar
e inmediatamente me quedé dormido. Al despertar le dije
al Buen Señor:¿Habré hecho una HORA SANTA? Pensé
que Su ángel me decía: Bueno, esa es la forma
en la que los Apóstoles hicieron su primera HORA SANTA
en el huerto de Getsemaní, pero no lo hagas otra
vez.
Una HORA SANTA difícil que recuerdo fue cuando tomé un
tren de Jerusalén a El Cairo. El tren
partió a las cuatro de la mañana; eso significó
levantarse muy temprano. En otra ocasión en
Chicago, una tarde a las siete, le pedí permiso
al párroco para entrar a su iglesia para hacer una
HORA SANTA, ya que la iglesia estaba cerrada.
Más tarde él se olvidó de que me había dejado
entrar, y me pasé alrededor de dos horas tratando
de encontrar una manera de escapar. Finalmente salté
por una pequeña ventana y aterricé en la carbonera.
Esto asustó al casero, que vino en mi
auxilio.
Al principio de mi sacerdocio hacía la HORA
SANTA durante el día o a la tarde. Al
acumularse los años, me volví más ocupado, y hacía la
Hora temprano a la mañana, generalmente antes de la Santa
Misa. Los sacerdotes, como todas las personas,
se dividen en dos clases: gallos y búhos.
Algunos trabajan mejor por la mañana, otros
durante la noche. El objetivo de la HORA
SANTA es fomentar un encuentro personal y profundo con
Jesucristo. El santo y glorioso Dios nos invita
constantemente a acercarnos a Él, conversar con Él, para
pedirle las cosas que necesitamos y para experimentar
la bendición de la amistad con Él.
Cuando recién nos ordenamos, es fácil darnos por entero a
Cristo, porque el Señor nos llena entonces de dulzura, de
la misma manera en que una madre le da un
caramelo a su bebe para animar su primer paso.
El entusiasmo, sin embargo, no dura mucho; rápidamente aprendemos
el costo del apostolado, que significa dejar redes y barcos,
y contar mesas. La luna de miel termina pronto,
como también el engreimiento de oír por primera vez aquel
estimulante título de Padre.
El amor sensible o amor humano disminuye
con el tiempo, pero el Amor Divino no.
El primero concierne al cuerpo, que responde cada vez menos
a los estímulos, pero en el orden de la gracia,
la respuesta de lo Divino, a lo pequeño,
los actos humanos de amor se intensifican.
NI EL CONOCIMIENTO
TEOLÓGICO, NI LA ACCIÓN SOCIAL SOLA, SON SUFICIENTES PARA MANTENERNOS
EN AMOR CON JESUCRISTO, A MENOS QUE AMBOS ESTÉN PRECEDIDOS
POR UN ENCUENTRO PERSONAL CON ÉL.
Moisés vio la
zarza ardiendo en el desierto que no se alimentaba de
ningún combustible. La llama, sin alimentarse de nada visible,
continuaba existiendo sin destruir la madera. Una dedicación
tan personal a Cristo no deforma ninguno de nuestros dones
naturales, disposiciones o carácter; sólo renueva sin matar. Como
la madera se transforma en fuego, y el fuego perdura,
así nos transformamos en Cristo y
Cristo perdura.
He descubierto que lleva algún tiempo enfervorizarse rezando.
Esta ha sido una de las ventajas de la
Hora diaria. No es tan corta como para no
permitir al alma abismarse, y sacudirse las múltiples distracciones del
mundo. Sentarse ante Su Presencia
es como exponer el cuerpo al sol para
absorber sus rayos. El silencio en
la HORA es como un tête-à-tête con
el Señor. En esos momentos, uno no saca tanto
oraciones escritas, sino que escucha más. No decimos:
Oye, Señor, porque Tu siervo habla, sino Habla,
Señor, que Tu siervo escucha.
He buscado muchas veces una
manera de explicar el hecho de que nosotros los sacerdotes
debemos conocer más a Jesucristo, que más sobre Jesucristo.
Muchas traducciones de la Biblia usan la
palabra conocer para indicar la unión carnal de
dos-en-uno. Por ejemplo: Salomón no la conocía, lo
que significaba que no había tenido relaciones carnales con ella.
La Santa Madre
le dijo al Ángel en la Anunciación: No conozco ningún
hombre. San Pablo exhorta a los maridos a poseer a
sus mujeres en conocimiento. La palabra conocer aquí
indica unidad carnal de dos-en-uno. La cercanía de
esa identidad proviene de la cercanía de la mente con
cualquier objeto que conozca. Ningún cuchillo podría separar
mi mente de la idea que ella tiene de una
manzana. La unión extática de marido y mujer descrita
como conocimiento debe ser el fundamento de ese
Amor por el cual el sacerdote ama a Cristo.
Intimidad es...
apertura sin reservas, que no guarda ningún secreto, y
revela el corazón abierto a Cristo. Demasiadas veces los
amigos son sólo dos barcos que pasan en la
noche. El amor carnal, a pesar de que
parece íntimo, a menudo puede ser un intercambio de egoísmos.
El ego se proyecta en la otra persona, y
lo que se ama no es la otra persona, sino
el placer que la otra persona brinda. He notado a
lo largo de mi vida que cuando yo retrocedía ante
las demandas que el encuentro me había impuesto, me volvía
más ocupado, y más preocupado con actividades.
Esto me daba una excusa para decir: No tengo
tiempo, como un marido que puede absorberse en el
trabajo, y olvidarse del amor de su mujer.
Es imposible
para mí explicar lo útil que fue la HORA SANTA
para preservar mi vocación. La Escritura brinda
una considerable evidencia para probar que un sacerdote comienza a
fallar en su sacerdocio cuando falla en el amor
a la Eucaristía. Demasiado seguido se asume que Judas
cayó porque amaba el dinero. La avaricia
es rara vez el principio del error, y la
caída de un embajador. La historia de la Iglesia
prueba que hay muchos con dinero que se han quedado
en ella. El principio de la caída de Judas,
y el fin de Judas, ambos giran en torno a
la Eucaristía. La primera vez que se menciona
que Nuestro Señor sabía quién era el que lo iba
a traicionar, es al final del capítulo seis de san
Juan, que es la anunciación de la Eucaristía. La
caída de Judas llegó la noche que Nuestro Señor instituyó
la Eucaristía, la noche de la Ultima Cena.
La Eucaristía
es tan esencial para nuestra unión con Cristo, que ni
bien Nuestro Señor la anunció en el Evangelio, comenzó
a ser la prueba de fidelidad de Sus seguidores.
Primero, perdió las masas, porque era muy
duro en sus palabras, y ya no lo siguieron.
En segundo lugar, perdió algunos de sus discípulos:
Ellos ya no caminaron más con Él. Tercero, dividió
su grupo de apóstoles, ya que aquí, Judas es anunciado
como el traidor.
Por lo tanto, la HORA SANTA, más allá
de sus beneficios espirituales, previno mis pies de deambular muy
lejos. Estar atado a un Sagrario, la propia soga
no es tan larga para encontrar otras pasturas. Esa
tenue lámpara del tabernáculo, aunque pálida y difusa, tiene una
misteriosa luminosidad para oscurecer el brillo de las luces brillantes.
La HORA SANTA se volvió como un tanque de
oxígeno para revivir el soplo del Espíritu Santo en el
medio de la sucia y hedionda atmósfera del mundo.
Aún cuando parecía tan poco provechoso, y carente de
intimidad espiritual, todavía tenía la sensación de ser al menos
como un perro en la puerta de su amo, listo
en caso de que me llamase.
La Hora, también, se volvió
un magisterio, y una maestra, ya que aunque antes de
amar a alguien debemos conocer a esa persona, sin embargo,
después sabemos, que es el Amor el que aumenta el
conocimiento. Las convicciones teológicas no sólo se obtienen
de las dos coberturas de un libro formal, sino
de dos rodillas sobre un reclinatorio ante un Sagrario.
Finalmente,
haciendo una HORA SANTA cada día constituía para
mí un área de la vida en la que podía
predicar lo que practicaba. Muy pocas veces en mi
vida prediqué ayunar en una manera muy rigurosa, ya
que siempre el ayuno me pareció extremadamente difícil; pero podía
pedirle a otros que hagan la Hora Santa, porque
yo lo hacía.
Algunas veces me hubiera gustado haber llevado un
registro de las miles de cartas que he recibido de
sacerdotes y laicos contándome cómo había sido la práctica de
la HORA SANTA. Cada retiro para sacerdotes que
predicaba tenía la HORA SANTA como resolución práctica.
Demasiadas veces los retiros son como las conferencias sobre salud.
Hay un acuerdo general sobre la necesidad de salud,
pero falta una recomendación específica sobre cómo ser saludable.
La HORA SANTA se transformó en un desafío para los
sacerdotes del retiro, y después cuando los videos de mis
retiros estaban disponibles para los laicos, era edificante leer sobre
los que respondían a la gracia, cumpliendo una hora diaria
frente al Señor. Un monseñor, por debilidad ante el
alcohol, y el consecuente escándalo, se le ordena dejar su
parroquia, y fue puesto a prueba en otra diócesis,
de donde vino a mi retiro. Respondiendo a
la Gracia de Dios, dejó el alcohol, fue restituido efectivamente
en su sacerdocio, siguió haciendo la HORA SANTA todos los
días, y murió en Presencia del Santísimo
Sacramento.
Como ejemplo de la gran amplitud de efectos de
la HORA SANTA, una vez recibí una carta de un
sacerdote en Inglaterra que decía, son sus propias palabras:“Dejé el
sacerdocio, y caí en un estado de degradación.” Un
sacerdote amigo lo invitó a oír el cassette sobre
la HORA SANTA de un retiro que había predicado.
Respondiendo a la Gracia, fue restituido nuevamente al sacerdocio, y
se le confió el cuidado de una parroquia. La Divina
Misericordia produjo en él, un cambio, y recibí esta
carta: La semana pasada tuvimos nuestra Solemne Exposición
anual del Santísimo Sacramento. Animé a bastantes personas
a venir y velar todo el día, y todos los
días, y así no teníamos que reservar el Santísimo Sacramento
por la falta de personas para velar. La
ultima tarde,organicé una procesión con los Primeros Comulgantes, tirando pétalos
de rosas delante del Señor. Los hombres de la
parroquia formaron una Guardia de Honor. El resultado fue
sorprendente: había más de 250 personas presentes para la procesión
fina, y la HORA SANTA. Estoy convencido de
que nuestra gente está buscando muchas de las viejas devociones
que muchas de las parroquias han sacado, y esto pasa
porque nosotros los sacerdotes no podemos ser molestados con incomodidades.
El año que viene espero que la Exposición
Solemne sea aun con más cantidad de gente ya que
ahora se está conociendo la noticia. El último par
de semanas he empezado un grupo de estudio de la
Biblia; esto es para animar a nuestra gente a leer
la Palabra de Dios. Comienzo con la lectura de
las Escrituras que meditamos esa tarde; luego tenemos una breve
exposición del Santísimo Sacramento, y meditación hasta el momento de
la Bendición. He empezado también a recorrer las calles
alrededor de la parroquia, y rezo Misa cada semana en
una casa de cada cuadra, e invito a toda
la gente de esa calle a venir y participar. La
respuesta ha sido bastante buena, teniendo en cuenta que recién
empiezo. No me quiero convertir en un sacerdote
activista, así que me levanto temprano hago mi HORA SANTA.
Aun tengo mis problemas personales para controlar, pero he
tomado coraje de sus palabras: tendrás que combatir muchas batallas,
pero no te preocupes porque al final ganarás la guerra
ante el Santísimo Sacramento.
Muchos laicos que han leído los libros
u oído los casettes, también están haciendo la HORA SANTA.
Otro
de los frutos de la HORA SANTA es la sensibilidad
a la Presencia Eucarística de Nuestro Divino Señor.
Me acuerdo de haber leído en Lacordaire, el
famoso orador de la Catedral de Notre Dame en
París: dame un joven que pueda atesorar por días,
semanas y años, el regalo de una rosa, o
el apretón de la mano de un amigo.
Viendo
al principio de mi sacerdocio que cuando la sensibilidad y
la delicadeza se pierden, los matrimonios se destruyen y los
amigos se separan, tome varias medidas para conservar
esa responsabilidad. Recién ordenado, y
como estudiante en la Universidad Católica de Washington, nunca
entraba a clase, sin antes subir la escalera hasta la
capilla en Caldwell Hall para hacer un pequeño acto de
amor a Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento.
Mas tarde en la Universidad de Louvain en Bélgica,
entraba a visitar a Nuestro Santísimo Señor en cada una
de las iglesias por las que pasaba para llegar a
clase. Cuando seguí el trabajo de graduación en Roma,
y fui a la Angelicum y Gregoriana, visitaba cada iglesia
en el camino desde la zona del Trastevere donde vivía.
Esto no es nada fácil en Roma, porque hay
iglesias en casi todas las esquinas. Fred Allen dijo
una vez que Roma tiene una iglesia en una esquina,
para que se pueda rezar antes de cruzar la calle,
y la iglesia en la otra esquina, para agradecer a
Dios de haberlo logrado.
Tiempo después como profesor
en la Universidad Católica en Washington, arreglé para poner
una capilla al frente de mi casa. Esto
es para que siempre pudiera, antes y después de salir,
ver la lámpara del Sagrario como una señal para ir
a adorar el Corazón de Jesucristo por lo menos por
unos pocos segundos. He tratado de ser fiel a
esta practica durante toda mi vida, y aun ahora,
en el departamento en New York donde vivo, la capilla
está entre mi estudio y mi dormitorio. Esto quiere
decir que no me puedo mover de un área, de
mi pequeño departamento, a la otra sin al menos una
genuflexión, y una pequeña jaculatoria a nuestro Señor en el
Santísimo Sacramento.
______________________________
El 3 de Octubre de
1979 fue un momento muy especial para el arzobispo
Fulton J. Sheen. El Papa Juan Pablo
II lo abrazó en la Catedral de San Patricio, New
York, y le dijo: “¡Has escrito y hablado
bien de nuestro Señor Jesucristo. Eres un hijo leal de
la Iglesia!".
Tres meses más tarde,
el 9 de diciembre de 1979, el Señor se llevó
al buen obispo al cielo.
Su único deseo desde entonces sería, atraer el
mundo al Corazón ardiente de Jesús en el Santísimo Sacramento.
La pequeña le enseñó el verdadero valor
y celo que se debe tener por la Eucaristía; como
la fe puede sobreponerse a todo miedo, y como el
verdadero amor a Jesús en la Eucaristía debe trascender a
la vida misma. Lo que se esconde en
la Hostia Sagrada es la gloria de Su Amor.
Todo lo creado es un reflejo de la realidad
suprema que es Jesucristo. El sol en el
cielo es tan solo un símbolo del Hijo de Dios
en el Santísimo Sacramento. Por eso es que
muchas custodias imitan los rayos de sol. Como el
sol es la fuente natural de toda energía, el Santísimo
Sacramento es la fuente sobrenatural de toda gracia y amor.
_____________________________
Unos meses antes de
su muerte el arzobispo Fulton J. Sheen fue entrevistado por
la televisión: "Su Eminencia, usted ha inspirado a millones de
personas en todo el mundo. ¿Quien lo inspiró a
usted? ¿Fue acaso un Papa?".
Monseñor
Sheen respondió que su mayor inspiración no fue un Papa,
ni un Cardenal, ni otro obispo, ni siquiera fue un
sacerdote o monja.
Fue una niña china de once años
de edad. Explicó que cuando los comunistas
se apoderaron de China, encarcelaron a un sacerdote en su
propia rectoría cerca de la Iglesia. El sacerdote observó
aterrado desde su ventana como los comunistas penetraban en el
templo y se dirigían al Sagrario. Profanaron el tabernáculo,
tomaron el copón y lo tiraron al piso, esparciendo las
hostias consagradas. Eran tiempos de persecución y el sacerdote sabía
exactamente cuantas hostias contenía el copón: treinta y dos.
Cuando los comunistas se retiraron, tal vez no
se dieron cuenta, o no prestaron atención a una niñita
que rezaba en la parte de atrás de la iglesia,
la cual vio todo lo sucedido. Esa noche
la pequeña regresó y, evadiendo la guardia apostada en la
rectoría, entró al templo. Allí hizo una hora
santa de oración, un acto de amor para reparar.
Después de su hora santa, entró en el santuario,
se arrodilló, e inclinándose hacia delante, con su recibió a
Jesús en la Sagrada Comunión. (En aquel tiempo no se
permitía a los laicos tocar la Eucaristía con sus manos).
La pequeña continuó regresando cada noche,
haciendo su hora santa y recibiendo a Jesús Eucarístico en
su lengua. En la trigésima segunda noche, después
de haber consumido la última hostia, accidentalmente hizo un ruido
que despertó al guardia. Este corrió detrás de
ella, la agarró, y la golpeó hasta matarla con la
culata de su rifle. Este acto de
martirio heroico fue presenciado por el sacerdote mientras, sumamente abatido,
miraba desde la ventana de su cuarto convertido en celda.
Cuando Fulton Sheen escuchó el relato, se inspiró
a tal grado que prometió a Dios que haría una
hora santa frente a Jesús Sacramentado todos los días por
el resto de su vida. Si
aquella pequeña pudo dar testimonio con su vida de la
real Presencia de su Salvador en el Santísimo Sacramento, entonces
el obispo se veía obligado a lo mismo.
|
|
La Santa Misa |
Explicación de la misa. Carta del Cardenal Norberto Rivera. |
|
Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de
gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y
¡ay de mí si no predicara el Evangelio! Si lo
hiciera por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una recompensa.
Mas si lo hago forzado, es una misión que se
me ha confiado. Ahora bien, ¿cuál es mi recompensa? Predicar
el Evangelio entregándolo gratuitamente, renunciando al derecho que me confiere
el Evangelio. Efectivamente, siendo libre de todos, me he hecho
esclavo de todos para ganar a los más que pueda
(I Corintios 9, 16-19).
Estas frases de san Pablo podrían aplicarse
a toda la Iglesia. Esto es lo que ha hecho
la Iglesia desde sus orígenes: proclamar el Evangelio. Siendo libre,
se ha hecho esclava de muchos, servidora abnegada, para ganar
para el Evangelio a la mayoría, a los más que
ha podido y puede, para entregarles la revelación de Jesucristo
que nos descubre el amor y nos abre las puertas
de la salvación. El Evangelio es el centro de la
primera parte de la Misa: la liturgia de la palabra.
La Iglesia proclama solemnemente la Buena Nueva (Eu-angelion: Evangelio) de
Jesucristo en la liturgia eucarística.
La Eucaristía es el misterio de
la fe y, por tanto, es necesario que la asamblea
cristiana de los fieles alimente su fe escuchando la palabra
de Dios antes de acercarse a su mesa. Seguimos así
una tradición que nace con la Iglesia (Cf Hechos 20,
7-11). El mismo Jesús en la Última Cena enseñó el
mandamiento del amor antes de partir el pan con sus
apóstoles (Cf Juan 13) o leyó y explicó la palabra
de Dios en la Sinagoga (Cf Lucas 4, 16), tal
como hacemos hoy en todas las misas del mundo. El
Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña:
La liturgia de la
Eucaristía se desarrolla conforme a una estructura fundamental que se
ha conservado a través de los siglos hasta nosotros. Comprende
dos grandes momentos que forman una unidad básica:
- la reunión,
la liturgia de la Palabra, con las lecturas, la homilía
y la oración universal; - la liturgia eucarística, con la presentación
del pan y del vino, la acción de gracias consecratoria
y la comunión.
Liturgia de la Palabra y liturgia eucarística constituyen
juntas "un solo acto de culto" (Cf Concilio Vaticano II,
Sacrosanctum Concilium 56); en efecto, la mesa preparada para nosotros
en la Eucaristía es a la vez la de la
Palabra de Dios y la del Cuerpo del Señor (Cf
Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Dei Verbum 21) (Catecismo de
la Iglesia Católica 1346).
La liturgia de la Palabra comprende "los
escritos de los profetas", es decir, el Antiguo Testamento, y
"las memorias de los apóstoles", es decir, sus cartas y
los Evangelios; después, la homilía que exhorta a acoger esta
palabra como lo que "es verdaderamente, Palabra de Dios" (I
Tesalonicenses 2,13), y a ponerla en práctica; vienen luego las
intercesiones por todos los hombres, según la palabra del apóstol:
"Ante todo, recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y
acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes
y por todos los constitui-dos en autoridad" (I Timoteo 2,1-2).
(Catecismo de la Iglesia Católica 1349).
La lectura se hace desde
un lugar destacado, el “ambón”, un puesto algo elevado y
bien visible. Cualquier bautizado puede realizar este ministerio litúrgico, pero
debe prepararse para hacerlo digna y eficazmente.
La primera lectura casi
siempre se toma del Antiguo Testamento. Puede ser un libro
histórico, de la ley, de los profetas o de los
escritros sapienciales. La Iglesia ha distribuido los principales textos del
Antiguo Testamento a lo largo de todo el Año Litúrgico
estableciendo así un ciclo catequético que ayuda a conocer a
fondo las Sagradas Escrituras. El salmo responsorial, tomado del libro
bíblico de los Salmos, reaviva en nosotros sentimientos del salmista
y ofrece un versículo que repite toda la asamblea y
que, generalmente, ofrece la interpretación cristiana del salmo. Desde la
venida de Jesucristo, leemos el Antiguo Testamento a la luz
de Cristo, como una profecía ya cumplida. Con el Salmo
Responsorial se cierra lo que nos refiere San Lucas en
su evangelio: Después les dijo: “Estas son aquellas palabras mías
que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: ‘Es necesario
que se cumpla todo lo que está escrito acerca de
mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y
en los Salmos’.” Y, entonces, abrió sus inteligencias para que
comprendieran las Escrituras (Lucas 24, 44-45). El Nuevo Testamento que
vamos a leer a continuación nos va a mostrar el
cumplimiento de todo lo anunciado en el Antiguo. Jesucristo, en
la liturgia, vuelve a abrir nuestras inteligencias para que comprendamos
desde el amor las Sagradas Escrituras. La actitud del cristiano
debe ser la de poner atención a las lecturas para
captar y penetrar las luces y gracias que el Espíritu
Santo le quiere ofrecer en la escucha atenta de la
palabra de Dios. Por eso, hay que dar lugar en
nuestras vidas a la meditación de las lecturas de la
liturgia, siguiendo el ejemplo de la Santísima Virgen que “conservaba
todas las cosas en su corazón” (Cf Lucas 2, 19;
2, 51).
Con la lectura del Nuevo Testamento entramos en contacto
con la doctrina de los Apóstoles que construyeron los cimientos
de la Iglesia, siempre fieles a lo que habían visto
y escuchado del Señor. Por tanto, son el vehículo más
autorizado para entrar en contacto con la vida y las
enseñanzas del Maestro. Por eso, en el tiempo Pascual, los
cincuenta días después de la Solemnidad de la Resurrección, la
primera lectura se toma del Apocalipsis o de los Hechos
de los Apóstoles en lugar del Antiguo Testamento; así se
acentúa la importancia determinante que tuvo en la vida de
la Iglesia lo que los apóstoles hacían y enseñaban después
de la Resurrección de Jesucristo. Las lecturas de las cartas
de los apóstoles nos enseñan cómo su doctrina sigue guiando
a la Iglesia a través de los tiempos y continúa
siendo punto de referen-cia obligado para todo el que quiera
ser un buen seguidor de Jesucristo. Los apóstoles son los
pilares de la Iglesia y, por ello, decimos que la
Iglesia es apostólica (Cf Efesios 2, 20; Apocalipsis 21, 14).
El Catecismo de la Iglesia Católica lo explica en el
número 857:
La Iglesia es apostólica porque está fundada sobre los
apóstoles, y esto en un triple sentido: - Fue y permanece
edificada sobre "el fundamento de los apósto-les" (Ef 2,20), testigos
escogidos y enviados en misión por el mismo Cristo. - Guarda
y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita
en ella, la enseñanza, el buen depósito, las sanas palabras
oídas a los apóstoles. - Sigue siendo enseñada, santificada y dirigida
por los apóstoles hasta la vuelta de Cristo gracias a
aquellos que les suceden en su ministerio pastoral: el colegio
de los obispos, "a los que asisten los presbíteros, juntamente
con el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la
Iglesia": “Porque no abandonas nunca a tu rebaño, sino que,
por medio de los santos pastores, lo proteges y conservas,
y quieres que tenga siempre por guía la palabra de
aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión
de anunciar el Evangelio” (Misal Romano).
El segundo sentido de la
apostolicidad que anuncia este número del Catecismo tiene un cumplimiento
especial en la lectura de las epístolas apostólicas durante la
liturgia eucarística: la liturgia guarda y transmite la enseñanza de
los apóstoles.
El “Aleluya” es la aclamación de la ciudad futura,
Jerusalén (Cf Tobías 13, 16-17), con la que se saluda
a Cristo como vencedor de la antigua Babel (Cf Apocalipsis
19, 1-9). El “aleluya” resuena en el rito cristiano mientras
el Evangeliario (libro de los santos Evangelios) es llevado al
ambón acompañado de los cirios y el incienso. En ese
momento, la asamblea se levanta y saluda al Señor que
se dirige a nosotros, a cada uno en particular y
a toda la Iglesia, con las palabras del Evangelio. El
aleluya suele ser cantado, no desde el ambón, como el
Salmo, y es repetido por toda la asamblea. Después se
canta el versículo señalado por el leccionario y luego se
repite el “alelu-ya”. Después de la lectura del Evangelio se
puede repetir el “aleluya” cantado por toda la asamblea. Durante
la Cuaresma, la Iglesia, peregrina en el desierto en prepara-ción
para la Pascua del Señor, renuncia al “aleluya”, canto de
la tierra prometida, y entona antes del Evangelio otra alabanza
a Cristo adecuada al momento. El día de Pascua, la
Iglesia saluda de nuevo con el “aleluya” la resurrección del
Señor.
La proclamación del Evangelio. Este momento es uno de los
ejes centrales de la Misa, el culmen de la liturgia
de la palabra y, por ello, se reviste con una
solemnidad especial. El lector del Evangelio, un diácono o un
presbítero, se preparan de distinta forma para leer el Evangelio:
el presbítero con una oración en secreto que dice mientras
hace una reverencia al altar: “purifica, Señor, mis labios y
mi corazón, para que anuncie dignamente el Evangelio”; el diácono,
sin embargo, recibe la bendición del celebrante principal y se
dirige en procesión hasta el ambón. Desde allí proclama el
Evangelio, que es siempre un texto (en griego, “perícopa”) tomado
de uno de los cuatro evangelios. Comienza con el saludo
a la asamblea: “el Señor esté con ustedes” que hace
patente la presencia de Cristo en la palabra del Evangelio.
Todo el pueblo se pone de pie mirando hacia el
ambón. Después, el lector del Evangelio hace la señal de
la cruz sobre el Evangelio, la mente, la boca y
el corazón. La asamblea se signa con la cruz triple.
Al final de la lectura, después de la aclamación a
Cristo de todo el pueblo presente (“Gloria a ti, Señor
Jesús”), besa el libro en señal de reverencia, igual que
se besa el altar al inicio y al final de
la Misa.
La homilía. La homilía busca explicar y actualizar los
textos sagrados durante la liturgia, pero el hecho de que
sea explicación o actualización no quita que lleve una fuerte
carga de motivación y de persuasión buscando guiar a los
fieles en el mejor seguimiento de Cristo. La deben decir
sólo los obispos, los sacerdotes o los diáconos, que son
ministros ordenados y, por tanto, representan oficialmente a Cristo presente
entre nosotros. Ellos presiden la Liturgia de la Palabra en
la Misa. Es obligatoria en todas las misas de domingo
y de días festivos y en todas las celebraciones del
Bautismo, la Confirmación, el Matrimonio y las Sagradas Órdenes. Se
recomienda en los días feriales del tiempo de Adviento, de
Cuaresma y de Pascua. Debe ayudar a profundizar la liturgia
y, por ello, no puede ser superficial ni quedarse en
aspectos puramente sociológicos o políticos. No hay que olvidar que
la homilía está incluida en un acto litúrgico, de culto,
de oración, y por tanto, no hay que perder ese
ambiente espiritual de diálogo con Dios sobre lo que el
sacerdote nos está diciendo.
La profesión de fe. Los domingos o
los días de las grandes solemnidades, toda la asamblea reunida
para celebrar la Eucaristía recita o canta el Credo como
profesión de fe después de la homilía. Decir el Credo
es renovar el Bautismo, gracias al cual podemos presentarnos ante
el altar para participar en el sacrificio eucarístico. El rezo
del Credo representa la comunión de fe que existe entre
todos los miembros de la Iglesia, todos participan en la
Eucaristía porque creen en la misma revelación de Jesucristo. Esta
comunión de fe es, al mismo tiempo, comunión con todos
los miem-bros del mismo cuerpo.
La oración de los fieles u
oración universal cierra la Liturgia de la Palabra. Siguiendo las
enseñanzas de san Pablo: Ante todo recomiendo que se hagan
plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los
hombres; por los reyes y por todos los constituidos en
autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible
con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable
a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres
se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad
(I Timoteo 2, 1-4). La asamblea reunida ora por toda
la humanidad, por todos los que gobiernan y tienen autoridad,
por la paz en el mundo y por las necesidades
de la Iglesia. Es un momento importante de la liturgia
en que todos los presentes se hacen solidarios con los
hombres que padecen necesidad. La oración de los fieles es
introducida y concluida por el sacerdote, mientras que las peticiones
pueden ser leídas por los miembros de la asamblea. El
orden normal de las peticiones suele ser el siguiente: primero
se pide por las intenciones de la Iglesia, luego por
los gobernan-tes y por la salvación del mundo, después por
las personas que tienen especiales necesidades y, finalmente, por la
comunidad local reunida en asamblea. En algunas ocasiones especiales, como
en los matrimonios, las primeras comuniones, las confir-maciones o las
ordenaciones sacerdotales, es aconsejable que los que reciben los sacramentos
preparen las peticiones incluyendo en ellas las intenciones que lleven
en su corazón sin dejar de lado las intenciones universales.
Siempre son oraciones, no interpelaciones morales o momentos de diálogo.
La asamblea eucarística siempre acoge las peticiones como un acto
de culto pronunciando alguna invocación como: “escúchanos, Señor”, “te rogamos,
óyenos”, “Señor, ten piedad de nosotros”, etc.
|
|
|
|
|
|
|
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario