|
Juan María Vianney, Santo |
El Cura de Ars
Martirologio Romano: Memoria de san Juan María
Vianney, presbítero, que durante más de cuarenta años se entregó
de una manera admirable al servicio de la parroquia que
le fue encomendada en la aldea de Ars, cerca de
Belley, en Francia, con una intensa predicación, oración y ejemplos
de penitencia. Diariamente catequizaba a niños y adultos, reconciliaba a
los arrepentidos y con su ardiente caridad, alimentada en la
fuente de la Eucaristía, brilló de tal modo, que difundió
sus consejos a lo largo y a lo ancho de
toda Europa y con su sabiduría llevó a Dios a
muchísimas almas (1859).
Uno de los santos más populares en
los últimos tiempos ha sido San Juan Vianey, llamado el
santo Cura de Ars. En él se ha cumplido lo
que dijo San Pablo: "Dios ha escogido lo que no
vale a los ojos del mundo, para confundir a los
grandes".
Era un campesino de mente rústica, nacido en Dardilly,
Francia, el 8 de mayo de 1786. Durante su infancia
estalló la Revolución Francesa que persiguió ferozmente a la religión
católica. Así que él y su familia, para poder asistir
a misa tenían que hacerlo en celebraciones hechas a escondidas,
donde los agentes del gobierno no se dieran cuenta, porque
había pena de muerte para los que se atrevieran a
practicar en público sulreligión. La primera comunión la hizo Juan
María a los 13 años, en una celebración nocturna, a
escondidas, en un pajar, a donde los campesinos llegaban con
bultos de pasto, simulando que iban a alimentar sus ganados,
pero el objeto de su viaje era asistir a la
Santa Misa que celebraba un sacerdote, con grave peligro de
muerte, si los sorprendían las autoridades.
Juan María deseaba ser sacerdote,
pero a su padre no le interesaba perder este buen
obrero que le cuidaba sus ovejas y le trabajaba en
el campo. Además no era fácil conseguir seminarios en esos
tiempos tan difíciles. Y como estaban en guerra, Napoléon mandó
reclutar todos los muchachos mayores de 17 años y llevarlos
al ejército. Y uno de los reclutados fue nuestro biografiado.
Se lo llevaron para el cuartel, pero por el camino,
por entrar a una iglesia a rezar, se perdió del
gurpo. Volvió a presentarse, pero en el viaje se enfermó
y lo llevaron una noche al hospital y cuando al
día siguiente se repuso ya los demás se habían ido.
Las autoridades le ordenaron que se fuera por su cuenta
a alcanzar a los otros, pero se encontró con un
hombre que le dijo. "Sígame, que yo lo llevaré a
donde debe ir". Lo siguió y después de mucho caminar
se dio cuenta de que el otro era un desertor
que huía del ejército, y que se encontraban totalmente lejos
del batallón.
Y al llegar a un pueblo, Juan María se
fue a donde el alcalde a contarle su caso. La
ley ordenaba pena de muerte a quien desertara del ejército.
Pero el alcalde que era muy bondadoso escondió al joven
en su casa, y lo puso a dormir en un
pajar, y así estuvo trabajando escondido por bastante tiempo, cambiándose
de nombre, y escondiéndose muy hondo entre el pasto seco,
cada vez que pasaban por allí grupos del ejército. Al
fin en 1810, cuando Juan llevaba 14 meses de desertor
el emperador Napoleón dio un decreto perdonando la culpa a
todos los que se habían fugado del ejército, y Vianey
pudo volver otra vez a su hogar.
Trató de ir
a estudiar al seminario pero su intelecto era romo y
duro, y no lograba aprender nada. Los profesores exclamaban: "Es
muy buena persona, pero no sirve para estudiante No se
le queda nada". Y lo echaron.
Se fue en peregrinación de
muchos días hasta la tumba de San Francisco Regis, viajando
de limosna, para pedirle a ese santo su ayuda para
poder estudiar. Con la peregrinación no logró volverse más inteligente,
pero adquirió valor para no dejarse desanimar por las dificultades.
El
Padre Balley había fundado por su cuenta un pequeño seminario
y allí recibió a Vianey. Al principio el sacerdote se
desanimaba al ver que a este pobre muchacho no se
le quedaba nada de lo que él le enseñaba Pero
su conducta era tan excelente, y su criterio y su
buena voluntad tan admirables que el buen Padre Balley dispuso
hacer lo posible y lo imposible por hacerlo llegar al
sacerdocio.
Después de prepararlo por tres años, dándole clases todos los
días, el Padre Balley lo presentó a exámenes en el
seminario. Fracaso total. No fue capaz de responder a las
preguntas que esos profesores tan sabios le iban haciendo. Resultado:
negativa total a que fuera ordenado de sacerdote.
Su gran benefactor,
el Padre Balley, lo siguió instruyendo y lo llevó a
donde sacerdotes santos y les pidió que examinaran si este
joven estaba preparado para ser un buen sacerdote. Ellos se
dieron cuenta de que tenía buen criterio, que sabía resolver
problemas de conciencia, y que era seguro en sus apreciaciones
en lo moral, y varios de ellos se fueron a
recomendarlo al Sr. Obispo. El prelado al oír todas estas
cosas les preguntó: ¿El joven Vianey es de buena conducta?
- Ellos le repondieron: "Es excelente persona. Es un modelo
de comportamiento. Es el seminarista menos sabio, pero el más
santo" "Pues si así es - añadió el prelado -
que sea ordenado de sacerdote, pues aunque le falte ciencia,
con tal de que tenga santidad, Dios suplirá lo demás".
Y
así el 12 de agosto de 1815, fue ordenado sacerdote,
este joven que parecía tener menos inteligencia de la necesaria
para este oficio, y que luego llegó a ser el
más famoso párroco de su siglo (4 días después de
su ordenación, nació San Juan Bosco). Los primeros tres años
los pasó como vicepárroco del Padre Balley, su gran amigo
y admirador.
Unos curitas muy sabios habían dicho por burla: "El
Sr. Obispo lo ordenó de sacerdote, pero ahora se va
a encartar con él, porque ¿a dónde lo va a
enviar, que haga un buen papel?".
Y el 9 de febrero
de 1818 fue envaido a la parroquia más pobre e
infeliz. Se llamaba Ars. Tenía 370 habitantes. A misa los
domingos no asistían sino un hombre y algunas mujeres. Su
antecesor dejó escrito: "Las gentes de esta parroquia en lo
único en que se diferecian de los ancianos, es en
que ... están bautizadas". El pueblucho estaba lleno de cantinas
y de bailaderos. Allí estará Juan Vianey de párroco durante
41 años, hasta su muerte, y lo transformará todo.
El nuevo
Cura Párroco de Ars se propuso un método triple para
cambiar a las gentes de su desarrapada parroquia. Rezar mucho.
Sacrificarse lo más posible, y hablar fuerte y duro. ¿Qué
en Ars casi nadie iba a la Misa? Pues él
reemplazaba esa falta de asistencia, dedicando horas y más horas
a la oración ante el Santísimo Sacramento en el altar.
¿Qué el pueblo estaba lleno de cantinas y bailaderos? Pues
el párroco se dedicó a las más impresionantes penitencias para
convertirlos. Durante años solamente se alimentará cada día con unas
pocas papas cocinadas. Los lunes cocina una docena y media
de papas, que le duran hasta el jueves. Y en
ese día hará otro cocinado igual con lo cual se
alimentará hasta el domingo. Es verdad que por las noches
las cantinas y los bailaderos están repletos de gentes de
su parroquia, pero también es verdad que él pasa muchas
horas de cada noche rezando por ellos. ¿Y sus sermones?
Ah, ahí si que enfoca toda la artillería de sus
palabras contra los vicios de sus feligreses, y va demoliendo
sin compasión todas las trampas con las que el diablo
quiere perderlos.
Cuando el Padre Vianey empieza a volverse famoso muchas
gentes se dedican a criticarlo. El Sr. Obispo envía un
visitador a que oiga sus sermones, y le diga que
cualidades y defectos tiene este predicador. El enviado vuelve trayendo
noticias malas y buenas.
El prelado le pregunta: "¿Tienen algún defecto
los sermones del Padre Vianey? - Sí, Monseñor: Tiene tres
defectos. Primero, son muy largos. Segundo, son muy duros y
fuertes. Tercero, siempre habla de los mismos temas: los pecados,
los vicios, la muerte, el juicio, el infierno y el
cielo". - ¿Y tienen también alguna cualidad estos sermones? -
pregunta Monseñor-. "Si, tienen una cualidad, y es que los
oyentes se conmueven, se convierten y empiezan una vida más
santa de la que llevaban antes".
El Obispo satisfecho y sonriente
exclamó: "Por esa última cualidad se le pueden perdonar al
Párroco de Ars los otros tres defectos".
Los primeros años de
su sacerdocio, duraba tres o más horas leyendo y estudiando,
para preparar su sermón del domingo. Luego escribía. Durante otras
tres o más horas paseaba por el campo recitándole su
sermón a los árboles y al ganado, para tratar de
aprenderlo. Después se arrodillaba por horas y horas ante el
Santísimo Sacramento en el altar, encomendándo al Señor lo que
iba decir al pueblo. Y sucedió muchas veces que al
empezar a predicar se le olvidaba todo lo que había
preparado, pero lo que le decía al pueblo causaba impresionantes
conversiones. Es que se había preparado bien antes de predicar.
Pocos
santos han tenido que entablar luchas tan tremendas contra el
demonio como San Juan Vianey. El diablo no podía ocultar
su canalla rabia al ver cuantas almas le quitaba este
curita tan sencillo. Y lo atacaba sin compasión. Lo derribaba
de la cama. Y hasta trató de prenderle fuego a
su habitación . Lo despertaba con ruidos espantosos. Una vez
le gritó: "Faldinegro odiado. Agradézcale a esa que llaman Virgen
María, y si no ya me lo habría llevado al
abismo".
Un día en una misión en un pueblo, varios sacerdotes
jovenes dijeron que eso de las apariciones del demonio eran
puros cuentos del Padre Vianey. El párroco los invitó a
que fueran a dormir en el dormitorio donde iba a
pasar la noche el famoso padrecito. Y cuando empezaron los
tremendos ruidos y los espantos diabólicos, salieron todos huyendo en
pijama hacia el patio y no se atrevieron a volver
a entrar al dormitorio ni a volver a burlarse del
santo cura. Pero él lo tomaba con toda calma y
con humor y decía: "Con el patas hemos tenido ya
tantos encuentros que ahora parecemos dos compinches". Pero no dejaba
de quitarle almas y más almas al maldito Satanás.
Cuando concedieron
el permiso para que lo ordenaran sacerdote, escribieron: "Que sea
sacerdote, pero que no lo pongan a confesar, porque no
tiene ciencia para ese oficio". Pues bien: ese fue su
oficio durante toda la vida, y lo hizo mejor que
los que sí tenían mucha ciencia e inteligencia. Porque en
esto lo que vale son las iluminaciones del Espíritu Santo,
y no nuestra vana ciencia que nos infla y nos
llena de tonto orgullo.
Tenía que pasar 12 horas diarias en
el confesionario durante el invierno y 16 durante el verano.
Para confesarse con él había que apartar turno con tres
días de anticipación. Y en el confesionario conseguía conversiones impresionantes.
Desde
1830 hasta 1845 llegaron 300 personas cada día a Ars,
de distintas regiones de Francia a confesarse con el humilde
sacerdote Vianey. El último año de su vida los peregrinos
que llegaron a Ars fueron 100 mil. Junto a la
casa cural había varios hoteles donde se hospedaban los que
iban a confesarse.
A las 12 de la noche se
levantaba el santo sacerdote. Luego hacía sonar la campana de
la torre, abría la iglesia y empezaba a confesar. A
esa hora ya la fila de penitentes era de más
de una cuadra de larga. Confesaba hombres hasta las seis
de la mañana. Poco después de las seis empezaba a
rezar los salmos de su devocionario y a prepararse a
la Santa Misa. A las siete celebraba el santo oficio.
En los últimos años el Obispo logró que a las
ocho de la mañana se tomara una taza de leche.
De
ocho a once confesaba mujeres. A las 11 daba una
clase de catecismo para todas las personas que estuvieran ahí
en el templo. Eran palabras muy sencillas que le hacían
inmenso bien a los oyentes.
A las doce iba a tomarse
un ligerísimo almuerzo. Se bañaba, se afeitaba, y se iba
a visitar un instituto para jóvenes pobres que él costeaba
con las limosnas que la gente había traido. Por la
calle la gente lo rodeaba con gran veneración y le
hacían consultas.
De una y media hasta las seis seguía confesando.
Sus consejos en la confesión eran muy breves. Pero a
muchos les leía los pecados en su pensamiento y les
decía los pecados que se les habían quedado sin decir.
Era fuerte en combatir la borrachera y otros vicios.
En el
confesionario sufría mareos y a ratos le parecía que se
iba a congelar de frío en el invierno y en
verano sudaba copiosamente. Pero seguía confesando como si nada estuviera
sufriendo. Decía: "El confesionario es el ataúd donde me han
sepultado estando todavía vivo". Pero ahí era donde conseguía sus
grandes triunfos en favor de las almas.
Por la noche leía
un rato, y a las ocho se acostaba, para de
nuevo levantarse a las doce de la noche y seguir
confesando.
Cuando llegó a Ars solamente iba un hombre a
misa. Cuando murió solamente había un hombre en Ars que
no iba a misa. Se cerraron muchas cantinas y bailaderos.
En Ars todos se sentían santamente orgullosos de tener un
párroco tan santo. Cuando él llegó a esa parroquia la
gente trabajaba en domingo y cosechaba poco. Logró poco a
poco que nadie trabajara en los campos los domingos y
las cosechas se volvieron mucho mejores.
Siempre se creía un miserable
pecador. Jamás hablaba de sus obras o éxitos obtenidos. A
un hombre que lo insultó en la calle le escribió
una carta humildísima pidiendole perdón por todo, como si el
hubiera sido quién hubiera ofendido al otro. El obispo le
envió un distintivo elegante de canónigo y nunca se lo
quiso poner. El gobierno nacional le concedió una condecoración y
él no se la quiso colocar. Decía con humor: "Es
el colmo: el gobierno condecorando a un cobarde que desertó
del ejército". Y Dios premió su humildad con admirables milagros.
El
4 de agosto de 1859 pasó a recibir su premio
en la eternidad.
Fue beatificado el 8 de enero de 1905
por el Papa San Pío X, y canonizado por S.S.
Pío XI el 31 de mayo de 1925.
San Juan María Vianney, Modelo de Perseverancia por Xhonané Olivas ¿Alguna vez te has sentido desanimado por no lograr lo que quieres?... O ¿has pensado que lo que necesitas hacer es casi imposible?... ¿Qué sentirías después de reprobar dos veces el mismo examen?... o ¿hablarle de Dios a un amigo al que no le interesa saber nada de Él? Esas cosas que nos parecen imposibles de hacer, nos retan a “perseverar” para lograrlas. Y eso es lo que hizo San Juan María Vianney, también conocido como el Cura de Ars. San Juan María tuvo que superar muchos obstáculos antes de ser ordenado sacerdote. También tuvo que orar muchísimo antes de ver que el pueblo de Ars regresara a Misa… y por si esto fuera poco, llegó a estar hasta 16 horas diarias sentado, ¡confesando a miles de peregrinos! Bueno, y ¿cómo fue que San Juan María pudo lograr estas cosas tan extraordinarias? Déjame contarte su historia… Juan María Vianney nació en Dardilly, Francia, el 8 de mayo de 1786. Su familia era campesina, así que Juan María creció trabajando en el campo y cuidando rebaños. Cuando él era niño, empezó la Revolución Francesa; y pocos años más tarde, los católicos practicantes eran perseguidos y amenazados con la pena de muerte. Muchos tenían que ir a Misa a escondidas y los sacerdotes tenían que disfrazarse para que no los reconocieran. Por esta razón, Juan María tuvo que hacer su Primera Comunión en su casa. Su familia y amigos simularon que descargaban bultos de heno para alimentar al ganado, tapando las ventanas de la casa para que nadie se diera cuenta. ¡Qué valiente el sacerdote que arriesgó su vida para traerles a Jesús Eucaristía! ¡Qué impacto tan grande habrá tenido este testimonio en el pequeño Juan María! Juan María se conmovió tanto ese día, que no pudo evitar llorar de la emoción, pues amaba mucho a nuestro Señor Jesús… Cuando cumplió los diecisiete años, su gran deseo era ser sacerdote… a su madre le llegó a decir: “Si soy sacerdote, podría ganar muchas almas para Dios”. © 2009, www.familiacatolica.org. Todos los derechos reservados. La reproducción y distribución de estas páginas es expresamente permitida sólo para uso personal y sin fines de lucro. Pedimos: (1) ofrecer oraciones por todas las familias usuarias y voluntarias, y (2) dar crédito al sitio de Internet como fuente del material. ¡Espera próximamente la edición con dibujos y música según el método Kamishibai! 2 Pero aquí es donde empezaron sus problemas. A su papá no le gustó nada la idea de que fuera sacerdote, pues necesitaba su ayuda en el campo… Juan María tuvo que esperar pacientemente dos años antes de que su papá lo apoyara. Por fin, a los veinte años, Juan María empezó sus estudios para sacerdote en la escuela de la ciudad de Ecculy, a cargo del Padre Balley. Estando en la escuela, a Juan María se le hizo muy difícil estudiar. Sus maestros decían: “Es muy buena persona, pero no sirve para estudiante ¡no se le queda nada!” ¡Pobre Juan María! ¡Qué desanimado se habrá sentido! “No logro guardar nada en esta mala cabeza”- él mismo decía. Con mucha tristeza, decidió regresar a su casa… pero Dios tenía otro plan para él… el Padre Balley, vio su gran vocación y se ofreció a ayudarle. Juan María estudió con el Padre Balley por tres años para prepararse para el examen que tenía que presentar en el seminario….y cuando todo parecía que iba muy bien, le dieron la noticia de que ¡no había pasado el examen! ... En ese tiempo era requisito saber Latín para ser sacerdote y Juan María, desafortunadamente, no logró aprenderlo…¿Qué harías tú si te pasara algo así?... ¿Lo intentarías de nuevo?... ¿Crees que Juan María se rindió?... El Padre Balley se dio cuenta del gran amor a Dios y del gran deseo de ser sacerdote que Juan María tenía, que hizo todo lo posible para recomendarlo con el Sr. Obispo, el cual, finalmente dijo – ”…que sea ordenado sacerdote, pues aunque le falten conocimientos, con tal de que tenga santidad, Dios suplirá lo demás”. ¡Por fin! Juan María fue ordenado sacerdote el 13 de agosto de 1815. Había logrado su mayor anhelo: ¡ser un sacerdote de Dios! Este gran deseo y su gran amor a Jesús Eucaristía, le ayudó a perseverar y a salir adelante a pesar de sus dificultades para el estudio y los obstáculos que se le presentaban…y ¡quién iba a decir que él, sería más tarde, el sacerdote más conocido de su tiempo!! Después de trabajar tres años con el Padre Balley como su asistente, lo mandaron al pueblo más pobre y aislado de Francia: Ars. El Padre Vianney tuvo que caminar 38 km desde Ecculy para llegar ahí…¡es como si tú caminaras 95 canchas de futbol, una tras otra! © 2009, www.familiacatolica.org. Todos los derechos reservados. La reproducción y distribución de estas páginas es expresamente permitida sólo para uso personal y sin fines de lucro. Pedimos: (1) ofrecer oraciones por todas las familias usuarias y voluntarias, y (2) dar crédito al sitio de Internet como fuente del material. ¡Espera próximamente la edición con dibujos y música según el método Kamishibai! 3 En su viaje, como no sabía como llegar, le pidió a un pastorcito que se encontró por el camino que le indicara dónde estaba Ars. Después de mostrárselo, el Padre Vianney le dijo: "Tú me has enseñado el camino a Ars, y yo te enseñaré el camino al cielo"… ¡Qué hermosas palabras tan alentadoras!... Hoy, en Ars, hay una estatua que recuerda este momento tan especial. Cuando llegó al pueblo de Ars, ¿qué crees que encontró?... Vio que a la mayoría de la gente le gustaba divertirse bailando y tomando y que no se acercaban a las cosas de Dios. A Misa sólo asistía un hombre y algunas mujeres. ¿Tu crees que un sacerdote con poca experiencia y con poca capacidad para el estudio pudiera ayudar a este pueblo tan indiferente a Dios?... Pues el santo Cura de Ars no se dejó desanimar por eso; más bien, se decidió a entregar su vida, por completo, por la conversión de todos ellos. La forma en que lo hizo fue: mucha oración, mucho sacrificio, y sermones muy directos que ayudaran a evitar el pecado. El Padre Vianney pasaba horas en oración, pues decía: "Hemos de orar con frecuencia, pero debemos redoblar nuestras oraciones en las horas de prueba”… y sin duda, buscar la conversión del pueblo de Ars, ¡era una gran prueba para él! Pero el amor a Dios y a su pueblo era mayor; a Dios le decía: “¡Te amo, oh Dios mío! Mi único desea es amarte hasta el último suspiro de mi vida.” También dedicaba muchas horas a la preparación de sus sermones y otras tantas frente al Santísimo para encomendarse al Señor. Y aún así, varias veces, al empezar a predicar en Misa… ¡se le olvidaba lo que había preparado!… Esto puede desanimar a muchos, pero no al Padre Vianney, no al santo Cura de Ars. San Juan María, buscaba cualquier oportunidad para ofrecer sacrificios. Por ejemplo, dormía muy poco; a veces apenas dormía 3 horas al día… y muy seguido comía sólo papas cocidas… Lo poco que él tenía, se lo daba a los pobres… su hermana Margarita, contó de él esta anécdota: “Un día de invierno, el señor Balley, dijo a mi hermano: „Vé a Lyon a visitar a esta señora. Es importante que te arregles bien y que te pongas los mejores pantalones. Al regresar, llevaba unos calzones destrozados. Entonces el señor Balley le preguntó qué había pasado, y contestó que había encontrado en su camino a un pobre medio muerto de © 2009, www.familiacatolica.org. Todos los derechos reservados. La reproducción y distribución de estas páginas es expresamente permitida sólo para uso personal y sin fines de lucro. Pedimos: (1) ofrecer oraciones por todas las familias usuarias y voluntarias, y (2) dar crédito al sitio de Internet como fuente del material. ¡Espera próximamente la edición con dibujos y música según el método Kamishibai! 4 frío, y movido por la compasión, le había cambiado los pantalones nuevos por sus calzones viejos y rotos" ¿Cuántos de nosotros seríamos capaces de hacer algo así? La gente empezó a ver todo lo que el Santo Cura de Ars hacía…y así, ¡empezó a hacerse popular! Tan buscado era, que hasta venían personas de otros lugares para escuchar sus sermones y confesarse con él. La gente empezó a decir que él era un santo; cosa que a él no le gustaba, porque se consideraba un pobre pecador. Cuando el Obispo se dio cuenta de esto, mandó a un mensajero para que escuchara sus sermones y le trajera un reporte de lo que estaba pasando. Al regreso, el Obispo le preguntó: -“¿Y bien, tienen algún defecto los sermones del Padre Vianney? – Sí, Monseñor, dijo el mensajero, tienen tres defectos. Primero, son muy largos. Segundo, son muy duros y fuertes. Tercero, siempre hablan de los mismos temas: los pecados, los vicios, la muerte, el juicio, el infierno y el cielo”. – “Bueno, ¿y tienen también alguna cualidad? preguntó el señor obispo. El mensajero contestó: -“Sí, tienen una cualidad: las personas se conmueven, se convierten y empiezan una vida más santa de la que llevaban antes”. Entonces el Obispo dijo: -“Pues si es así, por esta última cualidad, creo que se le puede perdonar al Cura de Ars los otros tres defectos”. Con la visita de tantas personas, entre 300 y 400 por día, tenía que confesar durante largos ratos. Llegó a estar en el confesionario ¡hasta por 16 horas diarias! ¡En su último año de vida, se dice que llegaron a visitarle cien mil peregrinos! Estando en el confesionario, a veces sufría mareos y se le entumían las piernas. Sentía que se congelaba en el invierno y que se deshidrataba en el verano… pero nada detenía su celo por la salvación de las almas. Él quería que todos supieran que ¡Dios nos ama! Podemos decir que San Juan María, de modo heroico, ¡entregó su vida por amor, en el confesionario! © 2009, www.familiacatolica.org. Todos los derechos reservados. La reproducción y distribución de estas páginas es expresamente permitida sólo para uso personal y sin fines de lucro. Pedimos: (1) ofrecer oraciones por todas las familias usuarias y voluntarias, y (2) dar crédito al sitio de Internet como fuente del material. ¡Espera próximamente la edición con dibujos y música según el método Kamishibai! 5 Muchas personas hicieron peregrinaciones a Ars, en vida de este santo … En esa época se hablaba de él, como nosotros hablábamos de su Santidad Juan Pablo II, el Padre Pío o la Madre Teresa de Calcuta, cuando todavía vivían. A él venían todo tipo de personas: obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes, enfermos…Todos ellos querían conocerlo…con algunos de ellos, Dios le dio el don de ver sus pecados, y, a muchos les llegó a decir los pecados que no confesaban…¡qué tranquilos y agradecidos se habrán sentido después de reconciliarse con Dios! Y así vivió 45 años como cura de Ars. El secreto de San Juan María era “darlo todo y no conservar nada” … darlo todo por amor a Dios, su oración era: "Dios mío, concédeme la gracia de amarte tanto cuanto yo sea capaz". Ojalá que puedas recordar estas palabras para que tú también le puedas decir a Dios, “Dios mío, concédeme la gracia de amarte tanto como sea capaz”. Imagínate, este hombre al que no aceptaban para ser sacerdote, fue declarado “patrono de los sacerdotes de Francia” en 1925… y en 1929, cuatro años más tarde, fue declarado «patrono de los sacerdotes del mundo» por el papa Pío XI … A San Juan María, nunca lo dejaron salir de Ars y él obedeció. Pero ahora, Dios quiere que todo el mundo sepa de él; Dios quiere que imitemos sus virtudes y que nos sintamos inspirados por su ejemplo. Por eso, del 19 julio del 2009 al 19 de julio del 2010, el papa Benedicto XVI declaró el “Año Sacerdotal” y escogió a San Juan María como modelo a seguir para los sacerdotes de hoy. Recuerda la vida de San Juan María Vianney y pide su intercesión cuando sientas que no puedes lograr lo que te piden en la escuela, en tu familia o en cualquier otra circunstancia. ¡No tengas duda de que Dios, también a ti, te dará la perseverancia que necesites! San Juan María Vianney, ¡¡ruega por nosotros
Juan María Vianney
San Juan Bautista María Vianney (* Dardilly, 8 de mayo de 1786 – † Ars-sur-Formans, 4 de agosto de 1859), el Santo Cura de Ars, proclamado patrono de los sacerdotes católicos, especialmente de los que tienen cura de almas (párrocos).
Biografía
Nació en Dardilly, al noroeste de Lyon, Francia. Hijo de Matthieu Vianney y Marie Beluze, fue el tercero de seis hermanos, de una familia campesina.
Después de una breve estadía en la escuela comunal, en 1806, el cura
de Ecully, M. Balley, abrió una escuela para aspirantes a eclesiásticos,
y Juan María fue enviado a ella. Aunque era de inteligencia mediana y
sus maestros nunca parecen haber dudado de su vocación, sus
conocimientos eran extremadamente limitados, limitándose a un poco de
aritmética, historia, y geografía, y encontró el aprendizaje,
especialmente el estudio del latín, excesivamente difícil. Uno de sus
compañeros, Matthias Loras, después primer obispo de Dubuque, le ayudaba
en sus lecciones de latín. Como otros muchos seminaristas, hizo una
peregrinación al santuario de San Juan Francisco Régis en Lalouvesc ( 1806). Ese mismo año es dispensado del servicio militar en su calidad de aspirante al sacerdocio.
Sin embargo, es llamado a filas en 1809, y el 26 de octubre, el joven recluta ingresa al cuartel de Lyon para ser enviado al ejército napoleónico que invadía España, vía Roanne.
El 6 de enero de 1810, Juan María deserta, y con la falsa identidad
de Jerónimo Vincent, se oculta en los bosques del Forez, en los
alrededores de Noes. Liberado del servicio militar y de su situación
irregular por el enrolamineto anticipado de su hermano menor, el
desertor regresa en octubre de 1810 a casa del párroco Balley. Recibe la tonsura el 28 de mayo siguiente.
Ingresa finalmente al Seminario Menor de Verriéres a los 26 años, para cursar filosofía en francés pues su «debilidad -en los estudios- es extrema». Allí fue compañero de curso de otro santo, San Marcelino Champagnat, fundador de los Hermanos Maristas.
El 13 de agosto de 1815 fue ordenado sacerdote por Monseñor Simon, obispo de Grenoble.
Fue enviado a Ecully como ayudante de M. Balley, quien fue el primero
en reconocer y animar su vocación, que había intercedido ante los
examinadores cuando suspendió el ingreso en el seminario mayor, y que
era su modelo tanto como su preceptor y protector.
En 1818, tras la muerte de M. Balley, Vianney fue hecho párroco de
Ars, una aldea no muy lejos de Lyon. Fue en el ejercicio de las
funciones de párroco en esta remota aldea francesa en las que se hizo
conocido en toda Francia y el mundo cristiano. Algunos años después de
llegar a Ars, fundó una especie de orfanato para jóvenes desamparadas.
Se le llamó "La Providencia" y fue el modelo de instituciones similares
establecidas más tarde por toda Francia. El propio Vianney instruía a
las niñas de "La Providencia" en el catecismo, y estas enseñanzas
llegaron a ser tan populares, que se daban todos los días en la iglesia
ante grandes multitudes.
Vista de la localidad de Ars, con la Basílica en la que se venera el cuerpo de san Juan María.
"La Providencia", aunque tuvo éxito, fue cerrada en 1847, porque Juan
María pensaba que no estaba justificado mantenerla frente a la
oposición de mucha buena gente.
Pero la principal labor del Cura de Ars fue la dirección de
almas. No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a acudir a
él de otras parroquias, luego de lugares distantes, más tarde de todas
partes de Francia, y finalmente de otros países.
Ya en 1835, su obispo le prohibió asistir a los retiros anuales del
clero diocesano porque "las almas le esperaban allí". Durante los
últimos diez años de su vida, pasó de dieciséis a dieciocho horas
diarias en el confesionario. Su consejo era buscado por obispos,
sacerdotes, religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su vocación,
pecadores, personas con toda clase de dificultades y enfermos. En 1855,
el número de peregrinos había alcanzado los veinte mil al año. Las
personas más distinguidas visitaban Ars con la finalidad de ver al cura y
oír su enseñanza cotidiana.
Murió el 4 de agosto de 1859. Sus restos mortales se conservan
incorruptos en el gran santuario dedicado a él en Ars, el pequeño lugar
al que dedicó su vida como sacerdote y donde falleció.
El magisterio de la Iglesia
Cuerpo incorrupto de san Juan María Vianney en el santuario de Ars.
El 3 de octubre de 1874 Juan Bautista María Vianney fue proclamado venerable por Pío IX y beatificado el 8 de enero de 1905. El papa Pío X lo propuso como modelo para el clero parroquial. En 1925, el papa Pío XI lo canonizó. Su fiesta se celebra el 4 de agosto.
El papa Juan XXIII escribe en 1959 la encíclica Sacerdotii nostri primordia,
en la cual realza, en el centenario de la muerte del Santo, las
virtudes primordiales de todo sacerdote: el sacerdocio, la oración, la
eucaristía y el celo apostólico.
Cincuenta años más tarde, el papa Benedicto XVI
proclamó un año completo conmemorando los 150 años de san Juan María:
del 19 de junio de 2009 al 11 de junio de 2010. Nombrado patrono de
todos los sacerdotes católicos, este año fue llamado el Año sacerdotal. 1
Referencias
- ↑ Carta del papa Benedicto XVI proclamando el Año sacerdotal [1]
Bibliografía
Enlaces externos
INTRODUCCIÓN
En el siglo pasado, Ars,
una pequeña villa francesa fue por muchos años el hogar de la vida
religiosa de todo el país. Entre el año de 1818 y el 1859, su nombre
estuvo en los labios de miles de personas, y tan grande era la afluencia
de peregrinos, que la compañía de trenes que servía el distrito, tuvo
que abrir una oficina especial en la ciudad de Lyons, para poder lidiar
con el tráfico entre esta gran ciudad y el pequeño pueblo de Ars. ¿El
causante de todo esto?, un sencillo y sin embargo incomparable
sacerdote, de quien hablaremos brevemente en esta historia: San Juan
Bautista Vianney.
Nació
cerca de Lyon el año 1786. Tuvo que superar muchas dificultades para
llegar por fin a ordenarse sacerdote. Se le confió la parroquia de Ars,
en la diócesis de Belley, y el santo, con una activa predicación, con la
mortificación, la oración y la caridad, la gobernó, y promovió de un
modo admirable su adelanto espiritual. Estaba dotado de unas cualidades
extraordinarias como confesor, lo cual hacía que los fieles acudiesen a
él de todas partes, para escuchar sus santos consejos. Murió el año
1859.
INFANCIA
San
Juan Bautista Vianney nació el 8 de Mayo de 1786 y fue Bautizado el
mismo día. Era el cuarto de ocho hermanos. Como muchos otros santos,
nuestro santo disfrutó de la preciosa ventaja de haber nacido de padres
verdaderamente cristianos.
Su
padre era el dueño de una finca y su madre era nativa del pueblo de
Ecully, el cual como Dardilly, el lugar donde nació el santo, estaban
cerca de la ciudad de Lyons.
Sería
un error contemplar a la familia Vianney como ignorantes . Sin duda
alguna ambos padres y los niños pasaban días arduos en los campos y
viñedos, pero la conciencia de que por varios siglos esta tierra había
pertenecido a los Vianneys , inspiraba a la familia con un legítimo
orgullo y disfrutaban de la estima de todos aquellos que les conocían.
La
amabilidad hacia los pobres y necesitados era una virtud familiar;
ningún mendigo fue nunca arrojado de sus puertas. Así fue como un día
fueron privilegiados de dar hospitalidad a San Benito Labre, cuando el
patrono de los mendigos pasó por el pueblo de Dardilly en uno de sus
peregrinajes a Roma.
Desde
muy niño sus padres lo llevaban a los campos, donde aprendió a ser
pastor y, cuando era mayorcito se iba a cuidar los rebaños. El campo era
su lugar preferido, las flores, los árboles, toda la naturaleza le
hablaba de Dios, en quien encontraba el descanso de su corazón.
Con
frecuencia se iba bajo la sombra de un árbol grande y allí, hacía como
un pequeño altar donde ponía la imagen de la Virgen Santísima, que
siempre llevaba y llevaría toda su vida junto a él; y a los pies de la
Madre, descargaba su corazón con la confianza de un niño pequeño.
En
otras ocasiones llamaría a sus otros compañeros pastores y les
compartiría las cosas del Señor que aprendía de su mamá, siendo éstas
sus primeras clases de catecismo que luego, diariamente compartiría con
los habitantes de Ars, siendo este uno de sus mas grandes ministerios
como sacerdote. Tenía la costumbre de hacer la señal de la cruz, cada
vez que sonaba el reloj.
Francia
en esta época de 1790, estaba pasando una gran crisis -La Revolución
Francesa- que con el pretexto de implantar "Libertad, igualdad y
fraternidad" desató una masiva persecución que llevó a la guillotina a
muchos hombres y mujeres, incluyendo a muchos sacerdotes y religiosas.
Los
sacerdotes tenían que disfrazarse, cambiando constantemente de
domicilio, para poder ministrar al pueblo de Dios, que permanecía fiel.
Entre estos sacerdotes se encuentran dos que serán muy importantes en la
vocación de San Juan: el Padre Balley y el Padre Groboz, quienes
trabajaban ambos en Ecculy. Uno hacía de panadero y el otro de cocinero.
Es
en este tiempo en el que Juan Bautista hace su Primera Comunión en
Ecculy, en la casa de su mamá. Buscando no llamar la atención de las
autoridades, trajeron carros de heno y los pusieron frente a las
ventanas y comenzaron a descargarlos durante la ceremonia para evitar
conflicto. Juan Bautista tenía 13 años, y aún siendo tan mayorsito
lágrimas corrieron por sus mejillas al recibir al Señor, y durante toda
su vida hablará siempre de este día y atesoraría el rosario que su madre
le regaló en esta ocasión.
ESTUDIANTE
Al subir al poder Napoleón Bonaparte, gradualmente, la Iglesia obtuvo cierta libertad.
Por
corto tiempo Juan Bautista asistió a una escuela de su pueblo, pero
ahora que estaba creciendo, cada vez más los campos exigían de su
trabajo. Fue en estas largas horas de faena en las que su convicción de
ser sacerdote creció en su mente. Se decía: "Si soy sacerdote podría
ganar muchas almas para Dios", y este pensamiento lo compartía con su
madre, en quien encontraba apoyo, pero su padre le dio gran lucha.
Tuvieron que pasar dos años para que el padre aceptase las aspiraciones
de su hijo de ser sacerdote.
El
Arzobispo de Lyons, quien era tío de Napoleón, sabía que su primer
deber era buscar candidatos para el sacerdocio y así cada parroquia fue
instruida para que se iniciase una campaña para promover las vocaciones
al sacerdocio. El Padre Balley, párroco de Ecculy, abrió en la rectoría
una pequeña escuela para formar aquellos jóvenes que sintiesen la
vocación. Era la oportunidad para Juan Bautista; podía ir a la escuela
del Padre Balley y quedarse en la casa de su tía. Hasta su padre vio las
ventajas de esta oportunidad y le dio el permiso para irse. Juan
Bautista tenía 20 años.
Muchos
dicen que era torpe, para no decir estúpido. Sin embargo no puede haber
algo mas lejos de la realidad. Su juicio nunca estuvo errado, pero su
memoria era pobre. El mismo decía : "Que no podía guardar nada en su
mala cabeza".
Al
ver que le era tan difícil retener especialmente la gramática del
Latín, en un momento de desesperación casi se regresa a su casa, pero
felizmente el Padre Balley captó el peligro en el que se hallaba su
estudiante, y le pidió hiciese un peregrinaje al Santuario de San
Francisco Regis, en Louvesc. El peregrinaje logró un cambio en él , lo
que hizo que su progreso fuese por lo menos lo suficiente para salvarlo
del sentimiento de desaliento que casi logra apartarlo de sus estudios.
DESERTOR INVOLUNTARIO
El
apetito de poder de Napoleón era insaciable. Se había lanzado a la
conquista de Europa, lo que provocó que muchos muriesen en su ejército.
La falta de soldados lo llevó a reclutar más aun y en el 1806 la clase
de Juan Bautista fue llamada a enlistarse. Pasaron dos años, pero en el
otoño de 1809, Juan Bautista, a pesar de estar exento por ser
seminarista, fue llamado para el ejército. Parece que el nombre de
nuestro santo no estaba escrito en las listas oficiales de los
estudiantes de la Iglesia que las diócesis proveían a las autoridades.
El joven Vianney fue mandado a los regimientos de España. Sus padres
trataron de encontrar un substituto y por la suma de 3,000 francos un
joven se voluntarizó para ir en su lugar pero se arrepintió al último
minuto.
El
26 de Octubre Juan Bautista entró en las barracas de Lyons solo para
enfermarse. De aquí lo enviaron al hospital de Roanne donde la enfermera
encargada lo ayudó a volver a tener el aspecto de buena salud. Enero 6,
1810, Juan Bautista dejó el hospital, para encontrarse con la noticia
de que su compañía se había marchado hacía mucho tiempo. Solo quedaba el
tratar de alcanzarles.
El
invierno era recio y una fiebre altísima lo atacó lo que provocó que
muy pronto no pudiese seguir avanzando. Entrando, en un cobertizo que le
dio cobijo, se sentó sobre su bolsa y comenzó a rezar el Rosario. Dijo
tiempo después que "Quizás nunca lo recé con tanta confianza". De pronto
un extraño se le presentó frente a él y le preguntó: "¿qué estás
haciendo aquí?". Juan Bautista le contó lo que le había pasado y desde
ese momento el extraño cargó su pesada bolsa y le dijo que le siguiese.
Llegaron a la casa de un labrador y allí estuvo por varios días hasta
que se le pasó la fiebre. Mientras estaba en cama por primera vez pasó
por su mente la realidad de que sin haber sido culpa suya, el era ahora
un desertor.
Conocía
al Mayor Paul Fayot, quién se dedicaba a esconder desertores y acudió a
el, pero no tenía lugar y le recomendó quedarse en la casa de su prima
Caludine Fayot, una viuda con cuatro niños. Desde ese momento Vianney
adoptó el nombre de Jerome Vincent. Bajo ese nombre llegó hasta abrir
una escuela para los niños de la villa.
En
el 1810 un decreto imperial concedió amnistía a todos los desertores de
los años 1806 a 1810. Juan Bautista estaba cubierto por este decreto
así que era libre de regresar a casa y terminar sus estudios. La Divina
Providencia y la asistencia de la Virgen lo habían salvado.
Su
madre murió poco después de esta feliz reunión. Ahora tenía 24 años y
el tiempo apremiaba. El 28 de Mayo de 1811 recibió la tonsura. El Padre
Balley, viendo esencial que fuese a tomar estudios regulares lo mandó al
Seminario Menor de Verrieres. Aquí el joven Vianney sufrió y tuvo gran
faena, pero nunca brilló como un filósofo.
DIFICULTAD CON LOS ESTUDIOS
En
Octubre 1813, entró en el Seminario Mayor de Lyons. Su inadecuado
conocimiento del latín le hizo imposible captar lo que los profesores
decían o responder a las preguntas que le eran hechas. Al final de su
primer término le pidieron que se marchara, y su dolor y desaliento eran
inmensos. Por algún tiempo pensó en irse a una de tantas congregaciones
de hermanos religiosos; sin embargo una vez más el Padre Balley vino en
su rescate y sus estudios le fueron dados en privado en Ecculy. Pero no
pasó el examen previo a la ordenación. Un examen privado en la rectoría
de Ecculy probó ser más satisfactorio y fue tomado como suficiente,
siendo juzgadas justamente sus cualidades morales que sobrepasaban
cualquier falta académica.
En
Agosto 13, 1815, Juan Bautista Vianney fue elevado al sacerdocio, a esa
inefable dignidad de la que tan frecuentemente hablaba diciendo: "El
Sacerdote solo será entendido en el cielo"; tenía 29 años de edad.
Su primera Misa la dijo en la capilla de Seminario en Grenoble.
En
su regreso a Ecculy la copa de felicidad rebosó cuando se enteró que
sería ayudante de su santo amigo y maestro, el Padre Balley. Pero las
autoridades diocesanas determinaron que por un tiempo, el que luego
pasaría gran parte de su vida en un confesionario, no debía tener las
facultades para confesar. Mas tarde, el Padre Balley habló con las
autoridades eclesiásticas y el fue su primer penitente.
Su hermana Margarita decía: "él no predicaba muy bien todavía, pero la gente acudía en masa cuando le tocaba a él predicar".
En
Diciembre 17, 1817, murió en sus brazos su querido amigo el Padre
Balley, a quien lloró como si hubiese sido su padre. El, que era tan
desprendido de las cosas materiales, hasta el fin de su vida tendría un
pequeño espejo de mano que perteneció a su maestro y padre, porque él
decía que "Había reflejado su rostro". Poco tiempo de la muerte del
Padre Balley, M. Vianney fue asignado al pueblo de Ars, un pequeño y
aislado pueblo donde se pensó que sus limitaciones intelectuales no
podrían hacer mucho daño..
PÁRROCO DE ARS: 1818-1859
El
pueblecito de Ars se encuentra en una planicie ondulada, que tiene en
su centro una pequeña colina donde se encuentra la Iglesia, sirviéndole
como de plataforma. En el 1815 consistía de unas 40 casas. Su iglesia
estaba extremadamente dañada y de igual condición estaba la rectoría,
que se encontraba a un lado del valle.
En
los círculos clericales, Ars era mirado como un tipo de Siberia. El
distrito era torpe, la desolación espiritual era aún mayor que la
material. En los primeros días de Febrero de 1818, que el Abbe Vianney
recibió la notificación oficial de su traslado a Ars. El Vicario General
le dijo: "No hay mucho amor en esa parroquia, tu le infundirás un
poco". El 9 de febrero, M. Vianney se dirigió hacia el lugar que sería
por los siguientes 41 años el lugar de su sorprendente y sin precedente
actividad. Caminó 38 Km. desde Ecculy hasta Ars. Le seguían en un
carretón una cama de madera, un poco de ropa y los libros que le dejó el
Padre Balley. Cuando pudo divisar la pequeña villa, hizo un comentario
de su pequeñez y al mismo tiempo hizo una profecía: "La parroquia no
será capaz de contener a las multitudes que vendrán hacia aquí".
Los
habitantes del pueblo en su mayoría buscaban los placeres del mundo y
no tenían mucha fe, aunque quedaba un pequeño núcleo de personas que
permanecían fervorosas, entre las cuales estaba la señora de la casa más
grande de Ars, Mlle. des Garets, quien dividía su tiempo entre la
oración y las obras de caridad.
Al
llegar, su primera preocupación era la de establecer contacto con su
rebaño. Visitó cada casa de la parroquia. En estos primeros días todavía
encontraba tiempo para caminar por las praderas, con su breviario
(libro de oración) en las manos, y su sombrero de tres esquinas debajo
de su brazo, ya que rara vez se lo ponía. Para ganar la amistad de los
habitantes les hablaba del estado de las cosechas, del tiempo, de sus
familias etc.
Sobre
todo el oraba y añadía a la oración las más austeras penitencias. Hizo
sus propios instrumentos de penitencia. Su cama era el piso ya que la
cama que trajo de Ecculy la regaló.
Pasaría
sin comer varios días. Hasta el 1827 no había nadie que hiciese las
labores domésticas en la rectoría. Su plato principal eran papas y en
ocasiones hervía un huevo. Hubo una ocasión en la que trató de vivir de
hierba, pero luego confesó que tal dieta era imposible.
El
decía: "El demonio no le teme tanto a la disciplina y a las camisas de
pelo; lo que realmente teme es a la reducción de comida, bebida y
sueño".
El
Santo Cura gozaba de la belleza de las praderas y los árboles, pero
amaba mucho más la belleza de la Casa de Dios y las solemnidades de la
Iglesia. Empezó por comprar un altar nuevo, con sus propios ahorros, y
el mismo pintó el trabajo de madera con el que las paredes estaban
adornadas.
Se
hizo el propósito de restaurar y dar mayor esplendor a lo que el
llamaba: "Los muebles de la Casa de Dios". Para el Señor compró lo mejor
en encajes , telas, tejidos para hacer las vestimentas sacerdotales,
que aun se pueden admirar en Ars.
TRABAJO PASTORAL
La
secuela más desastrosa de la revolución era la ignorancia religiosa de
las personas. El santo cura resolvió hacer todo lo posible para remediar
el estado deplorable de los corazones.
Sin
embargo sus sermones e instrucciones le costaban un dolor enorme: su
memoria no le permitía retener, así que pasaba noches enteras en la
pequeña sacristía, en la composición y memorización de sus sermones de
Domingo; en muchas ocasiones trabajaba 7 horas corridas en sus sermones.
Un
parroquiano le preguntó una vez, porqué cuando predicaba hablaba tan
alto y cuando oraba tan bajo, y él le dijo: "Ah, cuando predico le hablo
a personas que están aparentemente sordas o dormidas, pero en oración
le hablo a Dios que no es sordo" .
Los
niños le daban aún más lástima que los adultos y comenzó a agruparlos
en la rectoría y luego en la iglesia, tan temprano como las 6 de la
mañana, porque en el campo el trabajo se inicia al amanecer. Era bien
disciplinado y les demandaba que se supiesen el catecismo palabra por
palabra.
En
esos días la profanación del Domingo era común y los hombres pasaban la
mañana trabajando en el campo y las tardes y noches en los bailes o en
las tabernas. San Juan luchó en contra de estos males con gran
vehemencia.
"La
taberna, declaró el santo en uno de sus sermones, es la tienda del
demonio, el mercado donde las almas se pierden, donde se rompe la
armonía familiar, donde comienzan las peleas y los asesinatos se
cometen. En cuanto a los dueños de las tabernas, el demonio no les
molesta tanto, sino que los desprecia y les escupe".
Tan
grande fue la influencia del Cura de Ars, que llegó una época donde
toda taberna de Ars tuvo que cerrar sus puertas por la falta de
personas. En tiempos subsecuentes, modestos hoteles se abrieron para
acomodar a los extraños, y a estos el Santo Cura no se opuso.
Con
mucho más ahínco se propuso eliminar la costumbre de los bailes como
distracción, porque bien sabía que eran fuente de caer en pecado grave.
Para esto, revivió la costumbre de rezar las Vísperas del Domingo. Era
tan estricto en contra de esto que hasta llegaba a negar la absolución a
las personas que no desistían de tal costumbre.
Por
esta razón se ganó muchos enemigos, que decían grandes calumnias en su
contra sin embargo él las tomaba ligeramente y no ponía su corazón en
esto.
TRIUNFO
Pasaron
dos años cuando llegó la noticia de que M. Vianney sería el Cura de
Salles, en Beaujolais. Todo el pueblo de Ars estaba consternado con la
noticia. Una señora de Ars, en una carta, habló de estrangular al
Vicario General.
Para
asegurar su futuro, el pueblo pidió que su villa fuese erigida en
parroquia regular y que su párroco fuese el Cura de Ars. El Padre
Vianney fue puesto como párroco, ya que hasta ese momento solo había
sido capellán (los capellanes son mas faciles de trasladar que los
párrocos).
Ese
mismo año el Santo Cura de Ars inició los trabajos en la Iglesia. Se
construyó una torre, y varias capillas laterales, entre ellas una
dedicada a la Santísima Virgen, donde por 40 años todos los sábados
diría Misa el santo cura. La Iglesia fue además enriquecida con muchas
estatuas y cuadros.
Quería
tener buenas escuelas en el pueblo y para comenzar abrió una escuela
gratis para niñas a la que llamó "Providencia". Desde 1827 recibió como
internas solo a niñas destituidas. Para ellas tenía que encontrar comida
y más de una vez intervino el Señor milagrosamente, multiplicando el
grano o la harina. Durante 20 años iba todos los días a cenar a esta
casa.
Después
de 2 años y medio, el Domingo se respetaba como el día del Señor. Todo
el pueblo iba a Vísperas. El Cura de Ars amaba las ceremonias de la
Iglesia. Personalmente entrenaba a sus servidores del altar. Su fiesta
favorita era Corpus Christi. En este día dejaba un poco el confesionario
e iba por el pueblo admirando las decoraciones; él mismo llevaba el
Santísimo.
El
último día de esta fiesta que celebró fue 40 días antes de su muerte y
sin el saberlo el mayor del pueblo contrató una banda de música. Al
primer sonido de la música se estremeció nuestro santo de alegría, y
cuando todo hubo terminado no encontraba palabras suficientes para
agradecer este regalo para el Señor.
Su
tierno amor por la Virgen Santísima lo movió a consagrar su Parroquia a
la Reina del Cielo. Sobre la entrada de la pequeña Iglesia puso una
estatua de la Virgen que aún se encuentra en el mismo lugar.
Cuando
el Papa Pío IX definió el Dogma de la Inmaculada Concepción, nuestro
santo pidió a los habitantes del pueblo que iluminasen sus casas de
noche, y las campanas de la iglesia resonaron por horas de horas. Al ver
esta luminosidad desde los pueblos cercanos, pensaron que el pueblo
estaba en llamas, y acudieron a apagar el supuesto fuego. Hasta el día
de hoy existe un sombrero de plata cerca de la estatua de la Virgen
donde están escritos los nombres de todos los parroquianos de Ars.
ATACADO POR LAS FUERZAS DEL INFIERNO
Era
de esperarse que un triunfo tan grande de la religión así como la
santidad del instrumento que Dios usó con este fin, trajese la furia del
infierno. Por un periodo de 35 años el santo Cura de Ars fue asaltado y
molestado, de una manera física y tangible, por el demonio.
La
ocupación ordinaria del demonio, permitida por Dios hacia nosotros, es
la tentación. El demonio también puede asechar las almas de diversas
maneras.
a) Asedio: acción extraordinaria del demonio, cuando busca aterrorizar por medio de apariciones horribles o por medio de ruidos.
b)
La Obsesión: va más allá. Puede ser externa cuando el demonio actúa en
los sentidos externos del cuerpo o interna cuando influencia la
imaginación o la memoria.
c) Posesión: cuando el demonio toma control de todo el organismo.
El
Cura de Ars sufrió de la primera, asedio. Los ataques del demonio
comenzaron en el invierno de 1824. Ruidos horribles y gritos
estrepitosos se oían fuera de la puerta del presbíterio, viniendo
aparentemente del pequeño jardín de enfrente. Al principio el Padre
Vianney pensó que eran salteadores que venían a robar, y a la siguiente
noche le pidió a un señor que se quedase con él. Después de medianoche
se comenzó a escuchar grandes ruidos y golpes contra la puerta de
enfrente, parecía como si varios carros pesados estaban siendo llevados
por los cuartos. El señor André buscó su pistola, miró por la ventana,
pero no vio nada, solo la luz de la luna. Decía: "por 15 minutos la casa
retembló y mis piernas también", nunca más quiso quedarse en la casa.
Esto
ocurría casi todas las noches. Aún ocurría cuando el santo cura no
estaba en el pueblo. Una mañana el demonio incendió su cama. El santo se
disponía a revestirse para la Santa Misa cuando se oyó el grito de
"fuego, fuego". El solo le dio las llaves del cuarto a aquellos que iban
a apagar el fuego. Sabía que el demonio quería parar la Santa Misa y no
se lo permitió.
Lo
único que dijo fue "El villano, al no poder atrapar al pájaro le prende
fuego a su jaula". Hasta el día de hoy los peregrinos pueden ver, sobre
la cabecera de la cama, un cuadro con su cristal con las marcas de las
llamas de fuego.
El
demonio por espacio de horas haría ruidos como de cristal, o silbidos o
ruidos de caballo y hasta gritaba debajo de la ventana del santo:
"Vianney, Vianney, come papas".
El
propósito de todo esto era el de no dejar dormir al Santo Cura para que
se cansara y no pudiese estar horas en el confesionario, donde le
arrancaba muchas almas de sus garras. Pero
para el 1845 estos ataques cesaron casi por completo. La constancia de
nuestro santo ante estas pruebas fue recompensada por el Señor con un
poder extraordinario que le concedió de expulsar demonios de las
personas poseídas.
El
santo sacerdote se puede decir que pasó su vida en una continua batalla
con el pecado a través de su trabajo en el confesionario. El gran
milagro de Ars era el confesionario.
Miles de personas acudían al pueblo de Ars para ver al Santo Cura, pero especialmente para confesarse con él.
PEREGRINACIONES A ARS
La afluencia de peregrinos se inició en el año 1827. A partir del 1828 el Santo Cura no podía irse ni siquiera por un día.
Sin
embargo, no fue exento de críticas y su práctica y amor por los pobres
se le atribuyó a avaricia. Algunos críticos decían que podían ver en él
rasgos de hipocresía o un deseo secreto de sobresalir. Su mansedumbre y
humildad terminaron por vencer sobre sus críticos.
En
una ocasión cuando su competencia profesional fue puesta en duda por
algunos de sus hermanos sacerdotes, el obispo de la diócesis mandó a su
Vicario General para que averiguase y diese un reporte sobre el asunto.
El reporte recibido por el obispo fue más que favorable. Aquello sirvió
para que quedase constancia de su vida. Se puede decir que el
confesionario era su morada habitual, pasaba de 11 a 12 horas en el
confesionario.
El
cúlmen de los peregrinajes se alcanzó en 1845, llegaban de 300 a 400
visitantes todos los días. En el último año de la vida del Santo Cura el
número de peregrinos alcanzó el asombroso número de 100 a 120 mil
personas.
Ningún ministerio sacerdotal es tan agotador para la carne y el espíritu como el estar sentado en el confesionario.
Solo
Dios sabe los milagros de gracia ocurridos en ese confesionario, que
hasta hoy se mantiene en pie, en el mismo lugar dónde el lo puso, en la
capilla de Santa Catalina, o en la sacristía donde usualmente escuchaba
las confesiones. En su manera de lidiar con las almas era infinitamente
gentil y al mismo tiempo decía la verdad que el alma necesitaba escuchar
para su bien. Sus exhortaciones eran breves y dirigidas al punto
necesario.
El
cura de Ars tenía también el don de profecía. En mayo 14 de 1854, el
Obispo de Ullathorne llamó a nuestro santo y le pidió que orase por
Inglaterra. El Obispo de Birmingham cuenta que el hombre de Dios dijo,
con convicción extraordinaria: "Monseigneur, creo que la Iglesia en
Inglaterra será restaurada a su esplendor".
También tenía una gran devoción a Santa Filomena.
La llamaba "mi agente con Dios". Le construyó una capilla en su honor y
también un santuario. (Vea su conección con las apariciones de La
Salette>>>)
En
una ocasión cayó tan enfermo, que parecía ser su final y prometió a la
santa ofrecer 100 misas en su honor en su santuario. Cuando la primera
Misa estaba siendo ofrecida, entró en éxtasis, durante el cual se le
escuchaba murmurar: "Filomena", repetidas veces. Cuando salió de su
éxtasis exclamó: "estoy sanado" , y le atribuyó su sanación a Santa
Filomena.
HUIDA DE ARS
Una
tentación le persiguió casi por toda su vida en Ars, y esta era el
deseo de la soledad. Con toda sinceridad, M. Vianney se sentía incapaz
para su oficio en Ars. El año anterior a su muerte le dijo a un
misionero: "Tú no sabes lo que es pasar del cura de almas al tribunal de
Dios". En el 1851 le rogó a su obispo que lo dejase renunciar. En tres
ocasiones llegó hasta irse del pueblo, pero siempre regresó.
CONSUMACIÓN
Pasaron
41 años desde el primer día en el que el Cura llegó a Ars, fueron años
de actividad indescriptible. Después de 1858 decía con frecuencia: "Ya
nos vamos; debemos morir; y muy pronto". No cabe duda de que él sabía
que su fin estaba cerca. En Julio de 1859, una señora muy devota de San
Etienne vino para confesarse. Cuando se despedía de él le dijo: "Nos
veremos de nuevo en tres semanas", ambos murieron en ese tiempo, y se
encontraron en un mundo mucho más feliz.
El
mes de Julio de 1859 fue extremadamente caluroso, los peregrinos se
desmayaban en grandes cantidades, pero el santo permanecía en el
confesionario. El viernes 29 de Julio, fue el último en el que apareció
en la iglesia. Esa mañana entró en el confesionario como a la 1:00 a.m.
Pero después de haberse desmayado en varias ocasiones, le pidieron que
descansara. A la 11:00 dio catecismo por última vez. Esa noche con mucha
dificultad pudo arrastrarse hasta su cuarto. Uno de los Hermanos
Cristianos le ayudó a subirse a su cama, pero el santo le pidió que le
dejase solo.
Una
hora después de medianoche, aproximadamente, pidió ayuda: "Es mi pobre
fin, llamen a mi confesor". La enfermedad progresó rápidamente. En la
tarde del 2 de Agosto recibió los últimos sacramentos: "Qué bueno es
Dios; cuando ya nosotros no podemos ir más hacia El, El viene a
nosotros" .
Veinte
sacerdotes con velas encendidas escoltaron al Santísimo Sacramento,
pero el calor era tan sofocante que tuvieron que apagarlas. Con lágrimas
en los ojos dijo: "Oh, que triste es recibir la Comunión por última
vez".
En
la noche del 3 de Agosto llegó su obispo. El santo lo reconoció pero no
pudo decir palabra alguna. Hacia la medianoche el fin era inminente. A
las 2:00 a.m. del Sábado 4 de Agosto de 1859, cuando una tormenta
azotaba el pueblo de Ars, el Obispo M.Monnin leía estas palabras: "Que
los santos ángeles de Dios vengan a su encuentro y lo conduzcan a la
Jerusalén celestial", el Cura de Ars encomendó su alma a Dios.
Su cuerpo permanece incorrupto en la iglesia de Ars
El
8 de Enero de 1905, el Papa Pío X, Beatificó al Cura de Ars; y en la
fiesta de Pentecostés Mayo 31 de 1925, en presencia de una gran
multitud, el Papa Pío XI pronunció la solemne sentencia: "Nosotros
declaramos a Juan María Bautista Vianney que sea santo y sea inscrito en
el catálogo de los santos".
" TE AMO, OH MI DIOS "Autor: San Juan María Vianney Te amo, Oh mi Dios. Mi único deseo es amarte Hasta el último suspiro de mi vida. Te amo, Oh infinitamente amoroso Dios, Y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti. Te amo, oh mi Dios, y mi único temor es ir al infierno Porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu amor, Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo, por lo menos quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro. Ah, dame la gracia de sufrir mientras que te amo, Y de amarte mientras que sufro, y el día que me muera No solo amarte pero sentir que te amo. Te suplico que mientras más cerca estés de mi hora Final aumentes y perfecciones mi amor por Ti. Amén.
LA ORACIÓN
SEGÚN EL SANTO CURA DE ARS Hermosa obligación del hombre: orar y amar
Consideradlo,
hijos míos: el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino
en el cielo. Por esto, nuestro pensamiento debe estar siempre orientado
hacia allí donde está nuestro tesoro.
El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo.
La
oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo aquel que tiene el
corazón puro y unido a Dios experimenta en sí mismo como una suavidad y
dulzura que lo embriaga, se siente como rodeado de una luz admirable.
En
esta íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos
en uno solo, que ya nadie puede separar. Es algo muy hermoso esta unión
de Dios con su pobre criatura; es una felicidad que supera nuestra
comprensión.
Nosotros nos habíamos hecho indignos de orar, pero
Dios, por su bondad, nos ha permitido hablar con él. Nuestra oración es
el incienso que más le agrada.
Hijos míos, vuestro corazón es
pequeño, pero la oración lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios. La
oración es una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del
paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es como una
miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo.
En la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol.
Otro
beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan aprisa
y con tanto deleite, que ni se percibe su duración. Mirad: cuando era
párroco en Bresse, en cierta ocasión, en que casi todos mis colegas
habían caído enfermos, tuve que hacer largas caminatas, durante las
cuales oraba al buen Dios, y creedme, que el tiempo se me hacía corto.
Hay
personas que se sumergen totalmente en la oración como los peces en eI
agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no
esta dividido. ¡Cuánto amo a estas almas generosas! San Francisco de
Asís y santa Coleta veían a nuestro Señor y hablaban con del mismo modo
que hablamos entre nosotros.
Nosotros, por el contrario, ¡cuántas veces venimos a la Iglesia sin saber lo que hemos de hacer o pedir! Y, sin embargo, cuando
vamos a casa de cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos. Hay
algunos que incluso parece como si le dijeran al buen Dios: "Sólo dos
palabras, para deshacerme de ti..." Muchas veces pienso que cuando
venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le pedimos si se lo
pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro.
Juan Maria Vianney (Cura de Ars)
|
DÍA PRIMERO
Fe
ardiente. San Juan María Bautista Vianney tu naciste de una madre
profundamente religiosa; de ella recibiste la santa Fe, aprendiendo a
amar a Dios y a rezar. Ya a temprana edad se te pudo ver arrodillado
delante de una estatua de María. Tu alma fue arrebatada de forma
sobrenatural hacia las cosas más elevadas. A pesar del alto coste
respondiste a tu vocación.
Contra
muchos obstáculos y contradicciones tuviste que luchar y sufrir para
llegar a ser el perfecto cura que fuiste. Pero tu espíritu de profunda
fe te sostuvo en todas estas batallas. Oh gran santo, tu conoces el
deseo de mi alma. Quisiera servir a Dios mejor. De El he recibido muchas
buenas cosas. Por esto, obtén para mi más valor y especialmente una
profunda fe.
Muchos
de mis pensamientos, palabras y acciones son inútiles para mi
santificación y mi salvación porque ese espíritu sobrenatural no impulsa
mi vida. Ayúdame a ser mejor en el futuro.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÍA SEGUNDO
Completa
confianza en Dios. San Juan María Bautista Vianney, ¡cuanta confianza
tenía la gente en tus oraciones! No podías abandonar tu vieja rectoría o
tu humilde iglesia sin verte rodeado por almas implorantes, que
recurrían a ti al igual que hicieron al mismo Jesús durante su vida
terrenal. Y tu, oh buen santo, les dabas esperanza con tus palabras que
estaban llenas de amor para Dios.
Tu,
que siempre confiabas enteramente en el corazón de Dios, obtén para mi
una confianza filial y profunda en su Providencia. Así como la esperanza
de bienes divinos llena mi corazón, dame valor y ayúdame a obedecer
siempre los mandamientos de Dios.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÍA TERCERO
Amor
verdadero al prójimo. San Juan María Bautista Vianney, por causa de tu
amor a Dios mostraste una gran caridad hacia tu prójimo. No podías
predicar el amor de Dios sin derramar lágrimas de amor. Durante tus
últimos años parecía como si no pudieras hablar acerca de otra cosa o
vivir para cualquier otra cosa. Así te sacrificaste a ti mismo por tu
prójimo mediante el consuelo, la absolución y santificándoles hasta el
límite de tus fuerzas.
Tu
caridad me inspira a un mayor amor a Dios, un amor que se muestra más
por los hechos que por las palabras. Ayúdame a amar a mi prójimo con
igual generosidad a como Cristo los ama.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÍA CUARTO
Horror
al pecado. San Juan María Bautista Vianney, tu fuiste tan inflexible
contra el pecado, y sin embargo, tan amable y dispuesto a acoger al
pecador. Acudo a ti hoy como si aún estuvieras vivo, como si estuviera
arrodillado ante tus pies y pudieras oírme. Inclínate hacia mí, escucha
al confidente arrepentido por las debilidades y acciones miserables.
Cura
del Señor, infatigable confesor, obtén para mi el horror al pecado. Tu
quisiste sobre todo que evitáramos la ocasión de pecar. Quiero tomar tu
consejo y hacer la resolución de romper con los malos hábitos y evitar
las ocasiones peligrosas de pecar. Ayúdame hoy a examinar mi conciencia.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÍA QUINTO
Confesor
de almas. Oh Santo Cura de Ars, tu sabías cuan importante era una buena
confesión para la vida cristiana. Para procurar felices frutos a
millones de almas era por lo que tu aceptabas estar en un incómodo
confesionario, que era como una prisión, hasta 15 y 16 horas en ciertos
días.
Voy
a intentar a desarrollar el hábito de la confesión frecuente, a
prepararme adecuadamente cada vez y a tener siempre arrepentimiento de
mis pecados, para que así la gracia de la final perseverancia y también
la santificación de mi alma sean aseguradas. Pide por mi este gracia.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÍA SEXTO
Presencia
real. Oh Santo Cura de Ars, cuyo único consuelo en este mundo era la
presencia real de Jesús en el tabernáculo, ¿acaso no era tu gran
felicidad distribuir la comunión a los peregrinos que te visitaban?. Tu
negabas la comunión a las almas que se negaban a reformarse, pero a las
almas de buena voluntad les abrías de par en par las puertas de la
fiesta de la eucaristía.
Tu,
que cada día en la Santa Misa recibías la Santa Comunión con gran amor,
dame algo de tu fervor. Libre de pecado mortal, obtén para mi un
sincero deseo de beneficiarme al recibir la Santa Comunión.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÍA SÉPTIMO
Ahuyentador
del demonio. Oh Santo Cura de Ars, los infames ataques del demonio que
tuviste que sufrir y las pruebas que te desalentaban hasta la fatiga no
te hicieron abandonar la sublime tarea de convertir las almas. Durante
muchos años el demonio vino a interrumpir tu corto descanso pero tu
ganaste gracias a la mortificación y las oraciones.
Poderoso
protector, tu conoces bien el deseo del tentador por dañar mi alma
bautizada y creyente. El quisiera verme pecar rechazando los Santos
Sacramentos y la vida de virtud. Buen santo de Ars ahuyenta de mi toda
traza del enemigo.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÍA OCTAVO
Pureza
exquisita. Oh Santo Cura de Ars, de ti un testigo de tu vida dijo esta
frase: "Le hubiéramos tomado por un ángel en un cuerpo mortal".
Tu
edificaste a tantos otros: la modestia y la exquisita pureza radiaban
de tu cuerpo. Con ese encanto y con ese entusiasmo predicaste a otros
acerca de esas bellas virtudes que tu decías se asemejaban al perfume de
un viñedo en flor.
Por
favor yo te imploro que unas tus súplicas a las de María Inmaculada y
Santa Filomena para que siempre guarde, tal y como Dios me pide, la
pureza de mi corazón. Tu, que has dirigido a tantas almas hacia las
alturas de la virtud, defiéndeme en las tentaciones y obtén para mí la
fortaleza para conquistarlas.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
DÍA NOVENO
Deseo
de cielo. Oh Santo Cura de Ars, tus restos preciosos están guardados en
un magnífico relicario, donación de los sacerdotes de Francia. Pero
esta gloria terrena es sólo una pálida imagen de la gloria
indescriptible que estas disfrutando con Dios. Durante el tiempo que
permaneciste en la tierra solías repetir en tus horas de abatimiento:
"ya descansaré en la otra vida". Ahora ya esta hecho: ya estás en la paz
y felicidad eternas.
Deseo
seguirte algún día. Pero hasta entonces te oigo diciéndome: "debes
trabajar y luchar mientras estés en el mundo". Enséñame entonces a
trabajar por la salvación de mi alma, a difundir la buena nueva, el buen
ejemplo y a hacer el bien a los que me rodean y así poder recibir la
felicidad de los elegidos contigo.
Santo
Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante
esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus
especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
¡Oh San Juan Vianney, patrón de los curas, ruega por nosotros y por todos los curas!
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario