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martes, 16 de octubre de 2012

Biblia y Tradición

La Biblia en su contexto
Análisis del contexto histórico y literario del Evangelio Dominical.
 
La Biblia en su contexto
La Biblia en su contexto
Muchos católicos solemos leer la Biblia sin ningún conocimiento y de ahi que poco entendamos los pasajes bíblicos.

Es muy difícil ver en las homilías y en los comentarios bíblicos, información histórica o literaria ya que es más fácil analizar la Biblia sin tomar en cuenta el contexto que en muchas ocasiones nos ayuda a entender el verdadero sentido o significado de lo que está escrito.

La BIBLIA EN SU CONTEXTO quiere llenar ese espacio y les invita a conocer en profundidad las Sagradas Escrituras. Presentamos un análisis del contexto histórico del Evangelio dominical, traducción del griego de algunas palabras, datos bíblicos, concordancia bíblica y la actualización del mensaje para la vida y mucho más.


El Licdo Orlando Carmona, Ministro de la Palabra, ha elaborado y diseñado una hoja La Biblia en su Contexto con el análisis histórico y literario del EVANGELIO dominical de una manera muy clara. Podemos imprimirla y repartirla a nuestras comunidades.

Puedes suscribirte aquí (en el apartado de Conoce tu fe) y recibiras semanalmente en tu correo: La Biblia en su Contexto, así como diferentes temas para "Conocer tu fe".



Hoy iniciamos la primera semana de la Biblia en su contexto, ¡seguro no podrás dejar de leerla!

TIEMPO ORDINARIO

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B Domingo 14 de Octubre 2012
 
 
La Tradición
Los apóstoles, encargados de transmitir el mensaje que Cristo nos dejó
 
La Tradición
La Tradición
La palabra "viejo" cambia de significado casi cada vez que la usamos. Las hojas del calendario se hacen "viejas" en un día. Una revista es "vieja" cuando lleva varios meses en la sala, los periódicos se hacen "viejos" al día siguiente, la ropa “vieja” tiene varios años de uso, pero un país no se vuelve "viejo" en centenares de años. Y las viejas historias, las viejas recetas que se han transmitido de generación a generación… ¿Son realmente "viejas"?

La "receta" de Dios

Dios quiere que todos los hombres se salven y alcancen la felicidad eterna. Por esta razón nos mandó a su Hijo Jesucristo para que nos enseñara el camino correcto, la "receta" para alcanzar la salvación.
Jesucristo nos enseñó la totalidad de este mensaje, de esta "receta" de Dios, con su vida, obras y palabras, y al final les encargó a los Apóstoles que lo transmitieran íntegramente a todos los hombres.

“Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros. Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a cumplir todo lo que yo os he enseñado.” (Jn. 20, 21;Mt. 28, 19-20)

Jesús quería que su mensaje se conservara íntegro para siempre. Por eso no se lo encargó a cualquier hombre, sino a sus Apóstoles sobre los que había fundado la Iglesia.

Los Apóstoles eran los mejores candidatos para recibir, conservar y transmitir el mensaje, porque ellos recibirían al Espíritu Santo y Él les ayudaría a no olvidar, cambiar o distorsionar el mensaje enviado por Dios.

Los Apóstoles se ponen "manos a la obra"

Cuando recibieron el mandato de Jesús, los Apóstoles se lanzaron a la predicación del mensaje a todos los hombres.

Si tuvieras que transmitir algo a todo el mundo, seguramente usarías todos los medios a tu alcance: periódicos, revistas, anuncios televisivos, programas de radio y tal vez abrirías una página en Internet con tu mensaje.

Los Apóstoles también usaron todos los medios que tenían y se pusieron a predicar en las plazas, a escribir cartas y a viajar por todo el mundo entonces conocido, para anunciar la Buena Nueva de Cristo a la humanidad.

Predicaron el mensaje de Jesús de dos formas diferentes: oralmente, con su predicación, con su ejemplo y sus instituciones, y por escrito, con los Evangelios y sus cartas apostólicas.


¿Por qué no escribieron todo?

En tiempos de los Apóstoles no era nada fácil escribir un libro, ya que no existían computadoras, máquinas de escribir o imprentas, ni siquiera bolígrafos. Es más, no existían hojas de papel. Todo tenía que ser cuidadosamente manuscrito con plumas de ave sobre pergaminos hechos de piel de animales.

Además de estas dificultades prácticas, el mensaje que tenían que transmitir venía del mismo Dios: Omnipotente, Infinito, Omnipresente… ¿Cómo poder contener a todo un Dios en unas cuántas palabras escritas?

San Juan nos da una sencilla explicación:
"Muchas cosas más hizo Jesucristo, que si se escribieran todas, no podrían contenerlas todos los libros del mundo”

Toda receta tiene sus "secretos" como por ejemplo: "para que esponje debes tocar la masa sólo con las yemas de los dedos". Generalmente hay que conocer estos trucos para que el platillo salga perfecto, pero éstos raramente vienen escritos en los recetarios porque son difíciles de expresar, y sólamente se aprenden en la práctica viendo cómo lo realiza alguien que ya los conoce.

Hay otras cosas que no se pueden expresar por escrito por más que se quiera: la bondad en la mirada, los sentimientos, las reacciones ante determinadas situaciones, el tono de voz…

Todas estas cualidades y gestos las tuvo Jesucristo y los apóstoles las vieron, las disfrutaron, quedaron asombrados con ellas, las imitaron, las meditaron, pero no las escribieron.

Ellos se limitaron a escribir todo lo que el Espíritu Santo les dictó y sólo lo que Él mismo les dijo que escribieran.

El resto del mensaje lo transmitieron con palabras, con su ejemplo y con las instituciones que fundaron. Este "resto del mensaje", los "secretos de la receta" , es lo que conocemos en la Iglesia como la Tradición.


Cuando los Apóstoles murieron…

Para que el mensaje de Dios en la Tradición se conservara vivo e íntegro, los Apóstoles se aseguraron de no dejarlo en manos de alguien que perdiera el mensaje.

Los Apóstoles dejaron el mensaje de la Tradición en manos de los obispos, que fueron sus sucesores en la Iglesia. Ellos también tendrían siempre la ayuda del Espíritu Santo para transmitir el mensaje íntegro y sin modificaciones.

Desde entonces, los obispos han sido los encargados de conservar el mensaje y transmitirlo íntegramentez a sus sucesores, y de adaptarlo sin cambiarlo, con la ayuda del Espíritu Santo, a las diversas épocas de la historia.

Así, la riqueza de la Tradición ha pasado de generación en generación a la práctica y a la vida de toda la Iglesia.

En la transmisión de este mensaje, Dios sigue en comunicación de forma presente y viva con su Iglesia por medio del Espíritu Santo que es quien introduce a los fieles en la verdad plena y hace que la Palabra de Cristo habite en ellos intensamente.

El mensaje de la Revelación no pertenece a una persona o a un grupo de personas, sino al Espíritu Santo que habita en la Iglesia transmisora de la Verdad a través de sus representantes elegidos por Dios.


¿Qué relación hay entre la Tradición y la Sagrada Escritura?

Tanto la Sagrada Escritura como la Tradición, tienen una misma fuente: las dos vienen de Dios, ambas son mensajes que Dios ha dado para el hombre.

También las dos tienen una misma finalidad: que los hombres alcancen la salvación.

En la vida diaria de la Iglesia, ambas cumplen con una misma función: hacer presente a Cristo, el Verbo, la Palabra de Dios entre los hombres.

Son dos formas diferentes de transmisión de la Verdad: la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo, mientras que la Tradición recibe la Palabra de Dios, encomendada por Cristo a los Apóstoles, y la transmite íntegra a sus sucesores para que ellos, con la ayuda del Espíritu Santo, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación.

La Sagrada Escritura y la Tradición son importantes, se complementan y juntas forman la verdad.


Los nacimientos, las pastorelas y las peregrinaciones… ¿son la Tradición?

En el transcurso de la historia de la Iglesia en los diferentes países han surgido pequeñas tradiciones que manifiestan formas locales y temporales de vivir la Tradición, pero no son propiamente la Tradición.

Estas tradiciones particulares son manifestaciones, expresiones que sirven en un momento determinado de la historia, para que las personas de cierto lugar se acerquen más fácilmente a Dios.

Estas tradiciones tienen un gran valor en un momento, lugar y situación determinados, pero siempre tienen que revisarse a la luz de las enseñanzas de la Iglesia, para ver si siguen teniendo validez o si hay que modificarlas, adaptarlas, mantenerlas o suprimirlas, dependiendo de las nuevas costumbres de los pueblos.
 
 
El Magisterio de la Iglesia, su infalibilidad
La Iglesia, por especial asistencia de Dios, es infalible, sin posibilidad de error en su enseñanza.
 
El Magisterio de la Iglesia, su infalibilidad
El Magisterio de la Iglesia, su infalibilidad


El Magisterio

“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella. Lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.” (Mt 16,18)

En busca de la verdad

John Douglas, antropólogo, es director de la Unidad de Ciencias de la Arqueología, Antropología y Paleontología que él mismo fundó, revolucionando estas ramas de la ciencia. Su trabajo consiste nada menos que en leer el pensamiento de nuestros antepasados muertos hace miles de años, para lograr un mayor conocimiento de su cultura y costumbres.

Pero Douglas no puede inventar que existió una civilización, si no tiene al menos una prueba de ello. Cuando los arqueólogos encuentran una prueba y se la entregan, Douglas la ve con detenimiento, la cuida para que nadie la toque o la destruya, la analiza detalladamente y de ella saca las conclusiones que luego da a conocer al mundo entero.

Douglas es el encargado oficial de descubrir la verdad en los casos de hallazgos arqueológicos, en cualquier parte del mundo. Su labor ha ayudado a descubrir las verdaderas razones del actuar del hombre moderno, partiendo de la forma como actuaban y pensaban sus antepasados.


Pedro, custodio de la Verdad

Del mismo modo que los arqueólogos llaman a Douglas para que les ayude a descubrir la verdad acerca de los hallazgos que encuentran en sus excavaciones, Dios también quiso nombrar un experto para la custodia de la Verdad. Este experto debía ser capaz de recibir la Verdad, conservarla, descubrirla en la Revelación y transmitirla a todos los hombres.

Fue entonces cuando Dios fundó la Iglesia sobre un hombre llamado Pedro y sobre los Apóstoles, y les dio al Espíritu Santo, experto en la Verdad, para que les ayudara a descubrirla, interpretarla, transmitirla y mantenerla intacta, sin invenciones o suposiciones erróneas.

Pedro y los Apóstoles recibieron de Cristo esta tarea y la extendieron a sus sucesores, el Papa y los obispos en comunión con él, quienes también tienen el auxilio del Espíritu Santo para garantizar que no se van a equivocar en sus interpretaciones.

El Papa y los obispos tienen la autoridad y la gracia para conservar, predicar e interpretar la Palabra de Dios. A esta tarea, exclusiva del Papa y los obispos, se le llama Magisterio de la Iglesia.

La palabra Magisterio se deriva de la misión que tiene la Iglesia de ser Maestra de los hombres. La Iglesia es la encargada de proteger a todo el Pueblo de Dios de las desviaciones y de los fallos, y de garantizarle una profesión sin error de la fe auténtica. El oficio del Magisterio está encaminado a velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la Verdad.

Para cumplir este servicio, Cristo les ha dado a los pastores el carisma de infalibilidad en cuestiones de fe y de costumbres. Esto significa que, por la ayuda especial que tienen del Espíritu Santo, el Papa y los obispos en comunión con él, no pueden equivocarse cuando dicen algo en materia de fe o de moral. Más adelante explicaremos las diversas modalidades como se ejerce esta infalibilidad.


Las evidencias para conocer la Verdad

De la misma manera que Douglas no puede inventar que existió una civilización sin tener pruebas, la Iglesia no puede inventar verdades que no hayan sido reveladas por Dios, pues el Magisterio de la Iglesia está al servicio de la Palabra de Dios y de ella saca todas sus enseñanzas.

Las pruebas de la Verdad que transmite la Iglesia están en la Revelación, conformada por las Sagradas Escrituras y la Tradición.

Al igual que Douglas con sus evidencias, la Iglesia escucha la Palabra devotamente, la custodia de manera celosa, la explica fielmente y de esta única fuente saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído.

Los cristianos, sabiendo que Cristo dejó la Verdad en manos de la Iglesia, recibimos con docilidad las indicaciones que nos dan nuestros pastores en nombre del mismo Cristo.
“El que os escucha a vosotros, a Mí mismo me escucha.” (Lc 10,16)



La Iglesia formada por todos los bautizados

El trabajo de Douglas se facilita cuando los arqueólogos que encuentran los restos son expertos también, ya que ellos adelantan las conclusiones. En la Iglesia, a veces sucede lo mismo. La Iglesia no es sólo la jerarquía: el Papa, los obispos y los sacerdotes, sino que está integrada por todos los bautizados que formamos una comunidad universal de salvación unida por el mismo Jesús.

Los bautizados que conformamos la Iglesia también contamos con el Espíritu Santo como guía por lo que hay verdades que nosotros mismos descubrimos con certeza.

Cuando desde los obispos hasta el último de los laicos cristianos afirman estar completamente de acuerdo en cuestiones de fe y moral por el sentido sobrenatural de la fe que les da el Espíritu Santo, entonces podemos estar seguros que esa verdad es parte de la Verdad revelada por Dios.


Dogma

Es una verdad contundente, coherente y vinculada con las otras verdades de la revelación, confirmada por el Magisterio de la Iglesia, que obliga a ser creída y aceptada por todos los cristianos.

Se define un dogma, cuando la totalidad del Pueblo de Dios (fieles, sacerdotes y obispos) cree con firmeza en una verdad esencial de nuestra fe, siempre y cuando el Magisterio de la Iglesia la confirme, iluminado por el Espíritu Santo, como una verdad contundente, coherente y vinculada con las otras verdades de la Revelación.

Algunos dogmas en los que creemos como verdad revelada por Dios son la Inmaculada Concepción de María y la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.

Los dogmas son luces en el camino de nuestra fe, lo iluminan y lo hacen seguro. Si tenemos una vida recta, cercana a Dios, nuestro corazón y nuestra inteligencia estarán abiertos a aceptar estos dogmas de fe y nos adheriremos a ellos con gusto.

Se pueden presentar problemas nuevos y situaciones difíciles, pero la Iglesia siempre encontrará una respuesta en su tesoro de sabiduría divina.


¿Puede equivocarse el Magisterio?

Como ya dijimos, la Iglesia, por especial asistencia de Dios, es infalible, sin posibilidad de error en su enseñanza cuando proclama solemne y universalmente la verdad en materia de fe y moral, ya que tiene asegurada la presencia y asistencia del Espíritu Santo.

Esta infalibilidad se ejerce de varias maneras:
  • El Papa goza de esta infalibilidad cuando, como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles, proclama en forma solemne y definitiva una verdad de fe o de moral. Entonces decimos que el Papa habla ex-cáthedra.
  • El Colegio episcopal, integrado por los obispos, también goza del carisma de infalibilidad cuando ejerce su magisterio en unión con el Papa, sobre todo cuando participa en un concilio ecuménico.
  • El carisma de infalibilidad también se ejerce cuando la Iglesia propone por medio de su Magisterio supremo un dogma, algo que se debe aceptar como revelado por Dios para ser creído. Esta infalibilidad abarca todo el depósito de la Revelación.
  • Cuando los obispos enseñan en comunión con el Papa, proponiendo enseñanzas que conducen a un mejor entendimiento de la Revelación dentro del magisterio ordinario, no son infalibles pero los fieles debemos adherirnos a sus enseñanzas con obediencia y docilidad.


    El Espíritu Santo ayuda a encontrar la verdad


    En la vida de la Iglesia, gracias a la ayuda del Espíritu Santo, también se ha ido comprendiendo cada vez mejor la verdad revelada por Dios.

    Sin embargo, esta mayor comprensión sirve de muy poco en la vida de la Iglesia, si los únicos que la ven con claridad son el Papa y los obispos.

    Todos los fieles cristianos debemos trabajar para comprender la Verdad y aplicarla en nuestras vidas. ¿Cómo?
  • Recopilando las pruebas que esconden la Verdad.
  • Leyendo y estudiando la Sagrada Escritura y la Tradición.
  • Tratando de descubrir lo que Dios te dice en ellas.
  • Analizando con detenimiento estas pruebas, pensando cuál puede ser su significado. Esto lo lograrás repasando en tu corazón las verdades que conoces desde siempre y que, tal vez, no has asimiliado en toda su extensión. Por ejemplo, sabes desde niño que Dios es tu Padre, pero tal vez no has pensado en lo que significa en tu vida tener un Padre Omnipresente, Omnipotente… El día que esta verdad se meta en tu corazón, entonces toda tu vida cambiará.
  • Escuchando y obedeciendo los consejos de los expertos. Es decir, escuchando la palabra del Papa y los obispos que son los expertos autorizados por Dios para interpretar la verdad contenida en la Revelación. La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia están unidos y ligados, de tal modo que ninguno puede subsistir sin los otros.

    “Si os mantenéis fieles a mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; así conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.” (Jn 8,31-32)


  • El Catecismo, una joya inestimable
    Responde enteramente a una verdadera necesidad de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares
     
    El Catecismo, una joya inestimable
    El Catecismo, una joya inestimable
    Creemos, sinceramente, que uno de los mayores regalos que Dios ha hecho a la Iglesia en nuestros días es el Catecismo de la Iglesia Católica. Había pasado el Concilio, que nos ofreció unos documentos de Doctrina insuperables. Después, el Sínodo de los Obispos le proponía al Papa: ¿Y por qué no se confecciona un Catecismo para toda la Iglesia, que nos ofrezca sistematizada tanta doctrina, expuesta y adaptada para el hombre de hoy?...

    El Papa adivinó todo el alcance de la propuesta, y contestó decidido:
    - Sí, lo haremos. Porque responde enteramente a una verdadera necesidad de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares.

    Y salió el anhelado Catecismo, cuya difusión asombró a todos. ¿Cómo es posible que ese respetable volumen se convierta desde el primer día en un best seller arrollador? ¿Cómo en los primeros días llegan a venderse en tantas lenguas muchos centenares de miles de ejemplares?...

    Esto demostraba que el mundo cristiano está hambriento de la Verdad; que todavía le interesa Dios; que Jesucristo y su doctrina son la esperanza de la sociedad moderna; que el error debe ir cediendo el puesto a la luz del Evangelio, confiada por Jesucristo a su Iglesia.

    Naturalmente, que esta Doctrina de la Iglesia no va a estar ausente en nuestros mensajes. Muy al contrario, ella los va a iluminar todos, y muchos serán, con frecuencia, un comentario franco de puntos escogidos del Catecismo de la Iglesia Católica.

    Así haremos lo de los primeros cristianos, que perseveraban unánimes en la escucha de la doctrina de los apóstoles.

    ¿Cuál es el valor del Catecismo católico? Un racionalista francés, descreído, hizo del Catecismo un elogio único. Por ser palabras de un enemigo, tienen un valor muy grande:
    - Existe un libro pequeño, que se hace aprender a los niños. Léanlo, es el Catecismo. En él encontraréis la solución a todos los problemas sin excepción. Pregúntenle al cristiano de dónde viene el hombre, y lo sabe. A dónde se dirige, y lo sabe. Cómo se llega, y lo sabe. Pregúntenle a ese niño por qué está en el mundo y qué habrá después de la muerte, y os dará la respuesta más profunda, aunque de momento no la entienda. Hecho mayor, os explicará el destino del hombre en esta vida y en la otra, los deberes del hombre para con Dios y para con sus semejantes. La religión católica, en el Catecismo, no deja sin respuesta ninguna de las grandes cuestiones que interesan a la humanidad.

    Mientras ese sabio descreído, pero leal, escribía estas palabras, otro compatriota suyo, un convertido y católico ferviente, escribía también: El puñal más agudo, el veneno más nocivo y más duradero, es la pluma en manos sucias.

    Nosotros vamos a volver esta sentencia al revés, y nos preguntamos:
    Si el libro malo es un puñal asesino, si es un veneno mortal, ¿qué es el libro bueno, sino un portador de vida?
    ¿Y qué decir si ese libro bueno fuese el mejor de todos los libros, el Catecismo, escrito por las manos limpias de la Iglesia?...

    Pues, esto es el Catecismo. Después de la Biblia, y junto con la Biblia, no busquemos nada mejor que el Catecismo. ir a este documento

    Agonizaba un gran pensador francés. A su lado estaba el sacerdote para administrarle los auxilios de la Iglesia, y allí se encontraban también, como es natural, todos los miembros de la familia.
    - Y bien, ¿Qué recuerdo especial quiere dejar a los suyos antes de partir para siempre?
    El interpelado no lo duda un instante, y responde sin más:
    - Padre, lo único que le encargo a mi hijo es que aprenda bien el Catecismo. He leído mucho en mi vida, pero le aseguro que no he encontrado nada que valga tanto como una página del Catecismo.

    El Catecismo lo aprenden los niños y lo estudiamos los mayores. Los niños reciben con él la semilla de la Doctrina en el corazón. Los mayores, la hacemos crecer hasta su pleno desarrollo, hasta conocer y entender bien el misterio de Dios y de Jesucristo.

    Es conocida la pedagogía de aquel papá cristiano. La niña, al regresar del huerto al que ha ido con la mamá, entra loca de alegría en la casa, gritando:
    - ¡Papá, papá! ¡Hemos visto escrito en la tierra del huerto el nombre de DIOS! ¿Y cómo ha salido sólo?...
    El papá, que esperaba un día u otro esta sorpresa de la niña, le dice cariñoso:
    - ¡No, mi hijita, no! El nombre de Dios no ha salido por sí solo en la tierra. Papá fue un día al huerto, sembró la semilla en esa forma, y ahora tienes en el huerto el nombre de Dios. ¿Ves, ves ahora por qué papá y mamá te mandan estudiar el Catecismo? Estás sembrando a Dios en tu alma. De este modo, cuando seas mayor, llevarás siempre a Dios en el jardín de tu corazón. Si no lo siem-bras ahora, Dios no crecerá nunca en ti.

    Niños o grandes, para todos es el Catecismo. El niño lo recibe siempre en tierra buena. Y nosotros los mayores, que sabemos hacernos niños ante la Palabra de Dios, lo escuchamos, lo estudiamos, y hacemos que la Verdad de Jesucristo, la Doctrina de los Apóstoles, sea el riego más fecundo de nuestra fe cristiana y católica....


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