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La Biblia en su contexto |
Muchos católicos solemos leer la Biblia sin ningún conocimiento y
de ahi que poco entendamos los pasajes bíblicos.
Es muy
difícil ver en las homilías y en los comentarios bíblicos,
información histórica o literaria ya que es más fácil analizar
la Biblia sin tomar en cuenta el contexto que en
muchas ocasiones nos ayuda a entender el verdadero sentido
o significado de lo que está escrito.
La BIBLIA EN SU
CONTEXTO quiere llenar ese espacio y les invita a conocer
en profundidad las Sagradas Escrituras. Presentamos un análisis del contexto
histórico del Evangelio dominical, traducción del griego de algunas palabras,
datos bíblicos, concordancia bíblica y la actualización del mensaje para
la vida y mucho más.
El Licdo Orlando Carmona, Ministro
de la Palabra, ha elaborado y diseñado una hoja
La Biblia en su Contexto con el análisis histórico y
literario del EVANGELIO dominical de una manera muy clara. Podemos
imprimirla y repartirla a nuestras comunidades.
Puedes
suscribirte aquí (en el apartado de Conoce tu fe) y
recibiras semanalmente en tu correo: La Biblia en su Contexto,
así como diferentes temas para "Conocer tu fe".
Hoy iniciamos la primera semana
de la Biblia en su contexto, ¡seguro no podrás dejar
de leerla!
TIEMPO ORDINARIO
XXVIII Domingo del Tiempo
Ordinario. Ciclo B Domingo 14 de Octubre 2012
La Tradición |
Los apóstoles, encargados de transmitir el mensaje que Cristo nos dejó |
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La Tradición |
La palabra "viejo" cambia de significado casi cada vez
que la usamos. Las hojas del calendario se hacen "viejas"
en un día. Una revista es "vieja" cuando lleva varios
meses en la sala, los periódicos se hacen "viejos" al
día siguiente, la ropa “vieja” tiene varios años de uso,
pero un país no se vuelve "viejo" en centenares de
años. Y las viejas historias, las viejas recetas que se
han transmitido de generación a generación… ¿Son realmente "viejas"?
La "receta"
de Dios
Dios quiere que todos los hombres se salven y
alcancen la felicidad eterna. Por esta razón nos mandó
a su Hijo Jesucristo para que nos enseñara el camino
correcto, la "receta" para alcanzar la salvación. Jesucristo nos enseñó la
totalidad de este mensaje, de esta "receta" de Dios, con
su vida, obras y palabras, y al final les encargó
a los Apóstoles que lo transmitieran íntegramente a todos los
hombres.
“Como el Padre me envió, así os envío yo a
vosotros. Id por todo el mundo y predicad el Evangelio
a toda criatura, bautizándolas en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a cumplir
todo lo que yo os he enseñado.” (Jn. 20, 21;Mt.
28, 19-20)
Jesús quería que su mensaje se conservara íntegro para
siempre. Por eso no se lo encargó a cualquier hombre,
sino a sus Apóstoles sobre los que había fundado la
Iglesia.
Los Apóstoles eran los mejores candidatos para recibir, conservar
y transmitir el mensaje, porque ellos recibirían al Espíritu Santo
y Él les ayudaría a no olvidar, cambiar
o distorsionar el mensaje enviado por Dios.
Los Apóstoles se ponen
"manos a la obra"
Cuando recibieron el mandato de Jesús, los
Apóstoles se lanzaron a la predicación del mensaje a todos
los hombres.
Si tuvieras que transmitir algo a todo el mundo,
seguramente usarías todos los medios a tu alcance: periódicos, revistas,
anuncios televisivos, programas de radio y tal vez abrirías una
página en Internet con tu mensaje.
Los Apóstoles también usaron todos
los medios que tenían y se pusieron a predicar en
las plazas, a escribir cartas y a viajar por todo
el mundo entonces conocido, para anunciar la Buena Nueva de
Cristo a la humanidad.
Predicaron el mensaje de Jesús de dos
formas diferentes: oralmente, con su predicación, con su ejemplo y
sus instituciones, y por escrito, con los Evangelios y sus
cartas apostólicas.
¿Por qué no escribieron todo?
En tiempos de los Apóstoles
no era nada fácil escribir un libro, ya que no
existían computadoras, máquinas de escribir o imprentas, ni siquiera bolígrafos.
Es más, no existían hojas de papel. Todo tenía
que ser cuidadosamente manuscrito con plumas de ave sobre pergaminos
hechos de piel de animales.
Además de estas dificultades prácticas, el
mensaje que tenían que transmitir venía del mismo Dios: Omnipotente,
Infinito, Omnipresente… ¿Cómo poder contener a todo un Dios en
unas cuántas palabras escritas?
San Juan nos da una sencilla explicación: "Muchas
cosas más hizo Jesucristo, que si se escribieran todas, no
podrían contenerlas todos los libros del mundo”
Toda receta tiene sus
"secretos" como por ejemplo: "para que esponje debes tocar la
masa sólo con las yemas de los dedos". Generalmente hay
que conocer estos trucos para que el platillo salga perfecto,
pero éstos raramente vienen escritos en los recetarios porque son
difíciles de expresar, y sólamente se aprenden en la práctica
viendo cómo lo realiza alguien que ya los conoce.
Hay
otras cosas que no se pueden expresar por escrito por
más que se quiera: la bondad en la mirada, los
sentimientos, las reacciones ante determinadas situaciones, el tono de voz…
Todas
estas cualidades y gestos las tuvo Jesucristo y los apóstoles
las vieron, las disfrutaron, quedaron asombrados con ellas, las imitaron,
las meditaron, pero no las escribieron.
Ellos se limitaron a escribir
todo lo que el Espíritu Santo les dictó y sólo
lo que Él mismo les dijo que escribieran.
El resto del
mensaje lo transmitieron con palabras, con su ejemplo y con
las instituciones que fundaron. Este "resto del mensaje", los "secretos
de la receta" , es lo que conocemos en la
Iglesia como la Tradición.
Cuando los Apóstoles murieron…
Para que el mensaje
de Dios en la Tradición se conservara vivo e íntegro,
los Apóstoles se aseguraron de no dejarlo en manos de
alguien que perdiera el mensaje.
Los Apóstoles dejaron el mensaje de
la Tradición en manos de los obispos, que fueron sus
sucesores en la Iglesia. Ellos también tendrían siempre la ayuda
del Espíritu Santo para transmitir el mensaje íntegro y sin
modificaciones.
Desde entonces, los obispos han sido los encargados de conservar
el mensaje y transmitirlo íntegramentez a sus sucesores, y de
adaptarlo sin cambiarlo, con la ayuda del Espíritu Santo, a
las diversas épocas de la historia.
Así, la riqueza de
la Tradición ha pasado de generación en generación a la
práctica y a la vida de toda la Iglesia.
En la
transmisión de este mensaje, Dios sigue en comunicación de forma
presente y viva con su Iglesia por medio del Espíritu
Santo que es quien introduce a los fieles en la
verdad plena y hace que la Palabra de Cristo habite
en ellos intensamente.
El mensaje de la Revelación no pertenece a
una persona o a un grupo de personas, sino al
Espíritu Santo que habita en la Iglesia transmisora de la
Verdad a través de sus representantes elegidos por Dios.
¿Qué relación
hay entre la Tradición y la Sagrada Escritura?
Tanto la Sagrada
Escritura como la Tradición, tienen una misma fuente: las dos
vienen de Dios, ambas son mensajes que Dios ha dado
para el hombre.
También las dos tienen una misma finalidad: que
los hombres alcancen la salvación.
En la vida diaria de la
Iglesia, ambas cumplen con una misma función: hacer presente a
Cristo, el Verbo, la Palabra de Dios entre los hombres.
Son
dos formas diferentes de transmisión de la Verdad: la Sagrada
Escritura es la Palabra de Dios escrita por inspiración del
Espíritu Santo, mientras que la Tradición recibe la Palabra de
Dios, encomendada por Cristo a los Apóstoles, y la transmite
íntegra a sus sucesores para que ellos, con la ayuda
del Espíritu Santo, la conserven, la expongan y la difundan
fielmente en su predicación.
La Sagrada Escritura y la Tradición son
importantes, se complementan y juntas forman la verdad.
Los nacimientos, las
pastorelas y las peregrinaciones… ¿son la Tradición?
En el transcurso
de la historia de la Iglesia en los diferentes países
han surgido pequeñas tradiciones que manifiestan formas locales y temporales
de vivir la Tradición, pero no son propiamente la Tradición.
Estas
tradiciones particulares son manifestaciones, expresiones que sirven en un momento
determinado de la historia, para que las personas de cierto
lugar se acerquen más fácilmente a Dios.
Estas tradiciones tienen un
gran valor en un momento, lugar y situación determinados, pero
siempre tienen que revisarse a la luz de las enseñanzas
de la Iglesia, para ver si siguen teniendo validez o
si hay que modificarlas, adaptarlas, mantenerlas o suprimirlas, dependiendo de
las nuevas costumbres de los pueblos.
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El Magisterio de la Iglesia, su infalibilidad |
La Iglesia, por especial asistencia de Dios, es infalible, sin posibilidad de error en su enseñanza. |
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El Magisterio de la Iglesia, su infalibilidad |
El Magisterio
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia. Y las puertas del infierno no prevalecerán sobre
ella. Lo que ates en la tierra quedará atado en
el Cielo, lo que desates en la tierra quedará desatado
en el Cielo.” (Mt 16,18)
En busca de la verdad
John Douglas,
antropólogo, es director de la Unidad de Ciencias de la
Arqueología, Antropología y Paleontología que él mismo fundó, revolucionando estas
ramas de la ciencia. Su trabajo consiste nada menos que
en leer el pensamiento de nuestros antepasados muertos hace miles
de años, para lograr un mayor conocimiento de su cultura
y costumbres.
Pero Douglas no puede inventar que existió una civilización,
si no tiene al menos una prueba de ello.
Cuando los arqueólogos encuentran una prueba y se la entregan,
Douglas la ve con detenimiento, la cuida para que nadie
la toque o la destruya, la analiza detalladamente y de
ella saca las conclusiones que luego da a conocer al
mundo entero.
Douglas es el encargado oficial de descubrir la
verdad en los casos de hallazgos arqueológicos, en cualquier parte
del mundo. Su labor ha ayudado a descubrir las verdaderas
razones del actuar del hombre moderno, partiendo de la forma
como actuaban y pensaban sus antepasados.
Pedro, custodio de la
Verdad
Del mismo modo que los arqueólogos llaman a Douglas para
que les ayude a descubrir la verdad acerca de los
hallazgos que encuentran en sus excavaciones, Dios también quiso nombrar
un experto para la custodia de la Verdad. Este experto
debía ser capaz de recibir la Verdad, conservarla, descubrirla en
la Revelación y transmitirla a todos los hombres.
Fue entonces cuando
Dios fundó la Iglesia sobre un hombre llamado Pedro y
sobre los Apóstoles, y les dio al Espíritu Santo, experto
en la Verdad, para que les ayudara a descubrirla, interpretarla,
transmitirla y mantenerla intacta, sin invenciones o suposiciones erróneas.
Pedro y
los Apóstoles recibieron de Cristo esta tarea y la extendieron
a sus sucesores, el Papa y los obispos en comunión
con él, quienes también tienen el auxilio del Espíritu Santo
para garantizar que no se van a equivocar en sus
interpretaciones.
El Papa y los obispos tienen la autoridad y la
gracia para conservar, predicar e interpretar la Palabra de Dios.
A esta tarea, exclusiva del Papa y los obispos, se
le llama Magisterio de la Iglesia.
La palabra Magisterio se deriva
de la misión que tiene la Iglesia de ser Maestra
de los hombres. La Iglesia es la encargada de proteger
a todo el Pueblo de Dios de las desviaciones y
de los fallos, y de garantizarle una profesión sin error
de la fe auténtica. El oficio del Magisterio está encaminado
a velar para que el Pueblo de Dios permanezca en
la Verdad.
Para cumplir este servicio, Cristo les ha dado a
los pastores el carisma de infalibilidad en cuestiones de fe
y de costumbres. Esto significa que, por la ayuda especial
que tienen del Espíritu Santo, el Papa y los obispos
en comunión con él, no pueden equivocarse cuando dicen algo
en materia de fe o de moral. Más adelante explicaremos
las diversas modalidades como se ejerce esta infalibilidad.
Las evidencias para
conocer la Verdad
De la misma manera que Douglas no puede
inventar que existió una civilización sin tener pruebas, la Iglesia
no puede inventar verdades que no hayan sido reveladas por
Dios, pues el Magisterio de la Iglesia está al servicio
de la Palabra de Dios y de ella saca todas
sus enseñanzas.
Las pruebas de la Verdad que transmite la
Iglesia están en la Revelación, conformada por las Sagradas Escrituras
y la Tradición.
Al igual que Douglas con sus evidencias, la
Iglesia escucha la Palabra devotamente, la custodia de manera celosa,
la explica fielmente y de esta única fuente saca todo
lo que propone como revelado por Dios para ser creído.
Los
cristianos, sabiendo que Cristo dejó la Verdad en manos de
la Iglesia, recibimos con docilidad las indicaciones que nos dan
nuestros pastores en nombre del mismo Cristo. “El que os escucha
a vosotros, a Mí mismo me escucha.” (Lc 10,16)
La Iglesia
formada por todos los bautizados
El trabajo de Douglas se facilita
cuando los arqueólogos que encuentran los restos son expertos también,
ya que ellos adelantan las conclusiones. En la Iglesia, a
veces sucede lo mismo. La Iglesia no es sólo la
jerarquía: el Papa, los obispos y los sacerdotes, sino que
está integrada por todos los bautizados que formamos una comunidad
universal de salvación unida por el mismo Jesús.
Los bautizados que
conformamos la Iglesia también contamos con el Espíritu Santo como
guía por lo que hay verdades que nosotros mismos descubrimos
con certeza.
Cuando desde los obispos hasta el último de los
laicos cristianos afirman estar completamente de acuerdo en cuestiones de
fe y moral por el sentido sobrenatural de la fe
que les da el Espíritu Santo, entonces podemos estar seguros
que esa verdad es parte de la Verdad revelada por
Dios.
Dogma
Es una verdad contundente, coherente y vinculada con las otras
verdades de la revelación, confirmada por el Magisterio de la
Iglesia, que obliga a ser creída y aceptada por todos
los cristianos.
Se define un dogma, cuando la totalidad del Pueblo
de Dios (fieles, sacerdotes y obispos) cree con firmeza en
una verdad esencial de nuestra fe, siempre y cuando el
Magisterio de la Iglesia la confirme, iluminado por el Espíritu
Santo, como una verdad contundente, coherente y vinculada con las
otras verdades de la Revelación.
Algunos dogmas en los que creemos
como verdad revelada por Dios son la Inmaculada Concepción de
María y la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.
Los
dogmas son luces en el camino de nuestra fe, lo
iluminan y lo hacen seguro. Si tenemos una vida recta,
cercana a Dios, nuestro corazón y nuestra inteligencia estarán abiertos
a aceptar estos dogmas de fe y nos adheriremos a
ellos con gusto.
Se pueden presentar problemas nuevos y situaciones difíciles,
pero la Iglesia siempre encontrará una respuesta en su
tesoro de sabiduría divina.
¿Puede equivocarse el Magisterio?
Como ya dijimos,
la Iglesia, por especial asistencia de Dios, es infalible, sin
posibilidad de error en su enseñanza cuando proclama solemne y
universalmente la verdad en materia de fe y moral,
ya que tiene asegurada la presencia y asistencia del Espíritu
Santo.
Esta infalibilidad se ejerce de varias maneras:
El Papa
goza de esta infalibilidad cuando, como Pastor y Maestro supremo
de todos los fieles, proclama en forma solemne y definitiva
una verdad de fe o de moral. Entonces decimos que
el Papa habla ex-cáthedra.
El Colegio episcopal, integrado por los
obispos, también goza del carisma de infalibilidad cuando ejerce su
magisterio en unión con el Papa, sobre todo cuando participa
en un concilio ecuménico.
El carisma de infalibilidad también se
ejerce cuando la Iglesia propone por medio de su Magisterio
supremo un dogma, algo que se debe aceptar como revelado
por Dios para ser creído. Esta infalibilidad abarca todo el
depósito de la Revelación.
Cuando los obispos enseñan en comunión
con el Papa, proponiendo enseñanzas que conducen a un mejor
entendimiento de la Revelación dentro del magisterio ordinario, no son
infalibles pero los fieles debemos adherirnos a sus enseñanzas con
obediencia y docilidad.
El Espíritu Santo ayuda a encontrar la verdad
En
la vida de la Iglesia, gracias a la ayuda del
Espíritu Santo, también se ha ido comprendiendo cada vez mejor
la verdad revelada por Dios.
Sin embargo, esta mayor comprensión sirve
de muy poco en la vida de la Iglesia, si
los únicos que la ven con claridad son el Papa
y los obispos.
Todos los fieles cristianos debemos trabajar para comprender
la Verdad y aplicarla en nuestras vidas. ¿Cómo?
Recopilando las pruebas
que esconden la Verdad.
Leyendo y estudiando la Sagrada Escritura
y la Tradición.
Tratando de descubrir lo que Dios te dice
en ellas.
Analizando con detenimiento estas pruebas, pensando cuál puede ser
su significado. Esto lo lograrás repasando en tu corazón las
verdades que conoces desde siempre y que, tal vez, no
has asimiliado en toda su extensión. Por ejemplo, sabes desde
niño que Dios es tu Padre, pero tal vez no
has pensado en lo que significa en tu vida tener
un Padre Omnipresente, Omnipotente… El día que esta verdad se
meta en tu corazón, entonces toda tu vida cambiará.
Escuchando y
obedeciendo los consejos de los expertos. Es decir, escuchando la
palabra del Papa y los obispos que son los expertos
autorizados por Dios para interpretar la verdad contenida en la
Revelación. La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la
Iglesia están unidos y ligados, de tal modo que ninguno
puede subsistir sin los otros.
“Si os mantenéis fieles a
mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; así conoceréis la verdad
y la verdad os hará libres.” (Jn 8,31-32)
El Catecismo, una joya inestimable |
Responde enteramente a una verdadera necesidad de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares |
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El Catecismo, una joya inestimable |
Creemos, sinceramente, que uno de los mayores regalos que Dios
ha hecho a la Iglesia en nuestros días es el
Catecismo de la Iglesia Católica. Había pasado el Concilio, que
nos ofreció unos documentos de Doctrina insuperables. Después, el Sínodo
de los Obispos le proponía al Papa: ¿Y por qué
no se confecciona un Catecismo para toda la Iglesia, que
nos ofrezca sistematizada tanta doctrina, expuesta y adaptada para el
hombre de hoy?...
El Papa adivinó todo el alcance de
la propuesta, y contestó decidido: - Sí, lo haremos.
Porque responde enteramente a una verdadera necesidad de la Iglesia
universal y de las Iglesias particulares.
Y salió el anhelado Catecismo,
cuya difusión asombró a todos. ¿Cómo es posible que ese
respetable volumen se convierta desde el primer día en un
best seller arrollador? ¿Cómo en los primeros días llegan a
venderse en tantas lenguas muchos centenares de miles de ejemplares?...
Esto demostraba que el mundo cristiano está hambriento de la
Verdad; que todavía le interesa Dios; que Jesucristo y su
doctrina son la esperanza de la sociedad moderna; que el
error debe ir cediendo el puesto a la luz del
Evangelio, confiada por Jesucristo a su Iglesia.
Naturalmente, que esta Doctrina
de la Iglesia no va a estar ausente en nuestros
mensajes. Muy al contrario, ella los va a iluminar todos,
y muchos serán, con frecuencia, un comentario franco de puntos
escogidos del Catecismo de la Iglesia Católica.
Así haremos lo
de los primeros cristianos, que perseveraban unánimes en la escucha
de la doctrina de los apóstoles.
¿Cuál es el valor
del Catecismo católico? Un racionalista francés, descreído, hizo del Catecismo
un elogio único. Por ser palabras de un enemigo, tienen
un valor muy grande: - Existe un libro pequeño, que
se hace aprender a los niños. Léanlo, es el Catecismo.
En él encontraréis la solución a todos los problemas sin
excepción. Pregúntenle al cristiano de dónde viene el hombre, y
lo sabe. A dónde se dirige, y lo sabe. Cómo
se llega, y lo sabe. Pregúntenle a ese niño por
qué está en el mundo y qué habrá después de
la muerte, y os dará la respuesta más profunda, aunque
de momento no la entienda. Hecho mayor, os explicará el
destino del hombre en esta vida y en la otra,
los deberes del hombre para con Dios y para con
sus semejantes. La religión católica, en el Catecismo, no deja
sin respuesta ninguna de las grandes cuestiones que interesan a
la humanidad.
Mientras ese sabio descreído, pero leal, escribía estas
palabras, otro compatriota suyo, un convertido y católico ferviente, escribía
también: El puñal más agudo, el veneno más nocivo y
más duradero, es la pluma en manos sucias.
Nosotros vamos
a volver esta sentencia al revés, y nos preguntamos: Si
el libro malo es un puñal asesino, si es un
veneno mortal, ¿qué es el libro bueno, sino un portador
de vida? ¿Y qué decir si ese libro bueno fuese
el mejor de todos los libros, el Catecismo, escrito por
las manos limpias de la Iglesia?...
Pues, esto es el
Catecismo. Después de la Biblia, y junto con la Biblia,
no busquemos nada mejor que el Catecismo. ir
a este documento
Agonizaba un gran pensador francés. A su lado
estaba el sacerdote para administrarle los auxilios de la Iglesia,
y allí se encontraban también, como es natural, todos los
miembros de la familia. - Y bien, ¿Qué recuerdo especial
quiere dejar a los suyos antes de partir para siempre? El
interpelado no lo duda un instante, y responde sin más: -
Padre, lo único que le encargo a mi hijo es
que aprenda bien el Catecismo. He leído mucho en mi
vida, pero le aseguro que no he encontrado nada que
valga tanto como una página del Catecismo.
El Catecismo lo
aprenden los niños y lo estudiamos los mayores. Los niños
reciben con él la semilla de la Doctrina en el
corazón. Los mayores, la hacemos crecer hasta su pleno desarrollo,
hasta conocer y entender bien el misterio de Dios y
de Jesucristo.
Es conocida la pedagogía de aquel papá cristiano.
La niña, al regresar del huerto al que ha ido
con la mamá, entra loca de alegría en la casa,
gritando: - ¡Papá, papá! ¡Hemos visto escrito en la tierra
del huerto el nombre de DIOS! ¿Y cómo ha
salido sólo?... El papá, que esperaba un día u otro esta
sorpresa de la niña, le dice cariñoso: - ¡No, mi hijita,
no! El nombre de Dios no ha salido por sí
solo en la tierra. Papá fue un día al huerto,
sembró la semilla en esa forma, y ahora tienes en
el huerto el nombre de Dios. ¿Ves, ves ahora por
qué papá y mamá te mandan estudiar el Catecismo? Estás
sembrando a Dios en tu alma. De este modo, cuando
seas mayor, llevarás siempre a Dios en el jardín de
tu corazón. Si no lo siem-bras ahora, Dios no crecerá
nunca en ti.
Niños o grandes, para todos es el
Catecismo. El niño lo recibe siempre en tierra buena. Y
nosotros los mayores, que sabemos hacernos niños ante la Palabra
de Dios, lo escuchamos, lo estudiamos, y hacemos que la
Verdad de Jesucristo, la Doctrina de los Apóstoles, sea el
riego más fecundo de nuestra fe cristiana y católica....
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