Cuando pensamos en que tenemos que ser santos, se nos vienen a la mente quizás grandes sacrificios y penitencias, largas oraciones, ayunos y mortificaciones. Y si bien muchos santos se santificaron con estos medios, es cierto también que nosotros, quizás grandes pecadores, no tenemos suficiente fuerza para emplear estos medios.
Por eso debemos entrar por el caminito que trazó santa Teresita del Niño Jesús, con los pequeños sacrificios, es decir, hacer pequeñas cosas, pequeñas renuncias, pero por amor a Dios y a los hermanos.
Este camino lo podemos recorrer todos, y es el camino del amor, porque ya nos ha dicho el Señor en su Evangelio que quien sea fiel en lo pequeño, también será fiel en lo grande.
Así, si somos fieles en estas cosas pequeñas de todos los días, seremos también fieles si el Señor nos pide alguna vez una renuncia mayor o un sacrificio más grande, e incluso estaremos mejor preparados hasta para dar la vida por Cristo.
Y lo bueno de este “caminito” es que como son todas cosas pequeñas, hechas con amor pero pequeñas, entonces el diablo no nos puede inspirar ningún orgullo ni soberbia porque las hacemos, y así estamos preservados de la vanagloria y la falta de humildad, pues no hacemos nada grandioso como para ensoberbecernos.
Entremos por este caminito de amor, pues ya ha dicho el Señor que se perdona mucho a quien mucho ama; y se perdona todo a quien ama completamente.
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