LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Agosto 15
Debemos brindar nuestro afecto y nuestra ayuda a todos.
A todo hombre: al que está en buena posición económica y al que se ve privado hasta de las cosas más necesarias.
Al que goza de salud, pero también al enfermo.
Al que come todos los días y al que sólo puede hacerlo día por medio.
Al que piensa como nosotros y al que discrepa de nuestras opiniones, sean éstas sociales, políticas o religiosas.
Al que está cerca de nosotros y al que vive muy alejado.
A todos sin excepción: la dama que firma con dos apellidos es tan hermana nuestra como la joven de servicio doméstico.
Todos somos hermanos; ayudémonos como hermanos. La vida será distinta.
Sólo entonces es cuando estaremos capacitados para poder rezar el Padre Nuestro, para poder decir a Dios que es nuestro Padre; solamente entonces, cuando logremos tratarnos unos a otros como hermanos y lo hagamos con entera sinceridad.
“Es completamente claro que todos los fieles, de cualquier estado y condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, y esta santidad suscita un nivel de vida más humano, incluso en la sociedad terrena” (LG 40)
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