Argentina y Chile comparten más de 5.000 kilómetros de frontera común. Tras casi un siglo de conflicto por la soberanía de las islas Picton, Lennox y Nueva, en la zona del Canal de Beagle, estos dos países estuvieron muy cerca de comenzar una guerra en diciembre de 1978.
En aquel momento, en Chile gobernaba Augusto Pinochet, y en Argentina, Jorge Rafael Videla. Con esos gobernantes, la frontera helada del sur, habitualmente en calma y desierta, no tardó en devenir en escenario de batalla. Simulacros, envíos de tropas, cierre de fronteras, etc. Todo hacía suponer que el tiempo de la paz había cesado. La crisis había escalado poco antes cuando un tribunal internacional estableció los límites entre ambos países. Mientras Chile aceptó el laudo, Argentina lo declaró nulo y amenazó con ir a la guerra. Fue ahí que surgió la mediación de la Santa Sede. Los presidentes no podían negarse y recibieron los oficios del cardenal Antonio Samoré, enviado del papa Juan Pablo II.
La propuesta del cardenal fue aceptada por Chile pero no por Argentina. Hubo que esperar hasta 1984 cuando, ya en democracia, la iniciativa fue refrendada en una consulta popular realizada por Raúl Alfonsín, por más del 80% de argentinos, deseosos de paz tras el fracaso en la guerra contra Reino Unido por las Malvinas.
Los dos países firmaron en 1984 el Tratado de Paz y Amistad que otorgó todas las islas al sur de la isla Grande de Tierra de Fuego a Chile y las del lado norte del canal a Argentina, que renunció a sus aspiraciones en el estrecho de Magallanes. El cardenal Samoré no llegó a verlo, pues murió un año antes. Pero su nombre fue utilizado para rebautizar un bellísimo paso en la cordillera de los Andes, que conecta ambos países. El cardenal Samoré tiene además una estatua en el sur chileno.
Treinta años después, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, y su homóloga chilena, Michelle Bachelet, dejaron constancia de su gratitud a la gestión vaticana con la colocación de la primera piedra de un monumento a Juan Pablo II en Punta Arenas.
En aquel momento, en Chile gobernaba Augusto Pinochet, y en Argentina, Jorge Rafael Videla. Con esos gobernantes, la frontera helada del sur, habitualmente en calma y desierta, no tardó en devenir en escenario de batalla. Simulacros, envíos de tropas, cierre de fronteras, etc. Todo hacía suponer que el tiempo de la paz había cesado. La crisis había escalado poco antes cuando un tribunal internacional estableció los límites entre ambos países. Mientras Chile aceptó el laudo, Argentina lo declaró nulo y amenazó con ir a la guerra. Fue ahí que surgió la mediación de la Santa Sede. Los presidentes no podían negarse y recibieron los oficios del cardenal Antonio Samoré, enviado del papa Juan Pablo II.
La propuesta del cardenal fue aceptada por Chile pero no por Argentina. Hubo que esperar hasta 1984 cuando, ya en democracia, la iniciativa fue refrendada en una consulta popular realizada por Raúl Alfonsín, por más del 80% de argentinos, deseosos de paz tras el fracaso en la guerra contra Reino Unido por las Malvinas.
Los dos países firmaron en 1984 el Tratado de Paz y Amistad que otorgó todas las islas al sur de la isla Grande de Tierra de Fuego a Chile y las del lado norte del canal a Argentina, que renunció a sus aspiraciones en el estrecho de Magallanes. El cardenal Samoré no llegó a verlo, pues murió un año antes. Pero su nombre fue utilizado para rebautizar un bellísimo paso en la cordillera de los Andes, que conecta ambos países. El cardenal Samoré tiene además una estatua en el sur chileno.
Treinta años después, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, y su homóloga chilena, Michelle Bachelet, dejaron constancia de su gratitud a la gestión vaticana con la colocación de la primera piedra de un monumento a Juan Pablo II en Punta Arenas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario