Pentecostés representa para la Iglesia católica el momento más importante de su misión y esencia para la que fue fundada por Cristo Jesús, es la entrega del acta de nacimiento de la Iglesia registrada ante los hombres y es una gran fiesta, única en su valor de fe, formación y experiencias con el mismo Jesús cfr. Jn 14, 17. Pentecostés para el mundo judío sólo representaba una fiesta que obligaba al judío subir en peregrinación a Jerusalén y acudir al templo, ahora según datos de blogs judíos, pentecostés lo conmemoran por el día que en el Sinaí Dios les dio la Toráh; algunos estudiosos dicen que no es acertado enlazar está fiesta con el regalo o “Don” de la Toráh ya que incluso el nacimiento del judaísmo como tal, marcaba la autoridad de la Toráh sobre todo.
En el antiguo Israel antes de Jesús, está fiesta se celebraba llevando los panes al templo, una fiesta agraria, que representa la culminación de la cosecha iniciada en la pascua. Los israelitas llevaban al templo las primicias del trigo, de la vid, las aceitunas, de las granadas y dátiles. Estos ritos agrícolas desaparecen cuando ya se construye el templo con materiales sólidos, estructuras fijas. Pentecostés significa: “semanas”, ya en el idioma griego significa: “el cincuentavo día”, ya que se celebra después de 50 días, en este caso de la fiesta de la pascua. Siempre es apasionante penetrara más en las costumbres judías sin embargo hay algo más importante que conocer las raíces judías, más importante es conocer nuestra Iglesia, nuestra raíz propia.
Jesús utilizó las mismas fiestas judías para cimentar su Iglesia con una nueva plenitud, la asamblea de Dios de los judíos había perdido en gran cantidad su esencia; Jesús denunció fuertemente la actitud de los encargados de la enseñanza judía porque estaban llevando a su ruina al pueblo cfr. Mt 23, 1-3. La celebración de la pascua ha quedado bien grabada en la mente de la Iglesia (misterio pascual de Cristo Jesús), ahora pentecostés va a quedar grabado como el momento más solemne de las promesas del Padre y del Hijo cfr. Lc 24, 49, seguramente para los discípulos era momento de incertidumbre: ¿cómo va a llegar a nosotros la promesa del Padre?; hechos de los apóstoles nos indica que estaban juntos todos en un mismo lugar, muy probablemente fue el lugar donde se llevó a cabo la cena pascual; algunos estudiosos de las santas escrituras comentan que solamente a estaban reunidos los doce discípulos pues ya se había elegido a Matías, para otros más eran 120 gentes reunidas y entre esas gentes estaba la virgen María; independientemente de cuantos estaban reunidos ahí se derramo el amor de Dios: Rm 5, 5 porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.
Aquel hombre, aquella mujer que se siente amada es feliz y no sabe como demostrarlo y lo hace según lo inspira la personalidad, su vida, vivencias, experiencias, lo hace demostrándolo con alegría, gozo, caricias, cantos, bailando, gritando, parece como se dice u loco; para los apóstoles al irrumpir el Espíritu santo en la vida de ellos, transformó definitivamente su vida: Hch 2:2 De repente vino del cielo un ruido como una impetuosa ráfaga de viento, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Ellos estaban siendo llenados del Espíritu santo, estaba cristificandolos Jesús mediante el Espíritu santo y el Espíritu santo actuó de una forma portentosa: Hch 2:3 Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Los dones del Espíritu santo, la acción de la tercera persona de la santísima trinidad, los estaba extasiando de amor el Padre y el hijo y ante ese amor inmediatamente respondieron a él: Hch 2:4 se llenaron todos de Espíritu Santo y se pusieron a hablar en diversas lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Muchas mujeres que son amadas hermosamente por un varón de manera integral dicen: “no sé que hice para merecer a este hombre”. Los discípulos se manifestaron hablando lenguas, euforia, profetizando, proclamando a Jesús, era como se dice coloquialmente: “era la locura”, pero para unos presentes que veían como estaban aquellos hombres solo eran que andaban borrachos: Hch 2:13 Otros, en cambio, decían riéndose: “¡Están llenos de mosto!”
El Padre y el Hijo habían congregado a todo el mundo para que fueran testigos oculares de la acción del Espíritu santo, la fundación del cristianismo, el nacimiento de la Iglesia, pero sobre todo: “ser testigos del amor de Dios” que ahora en adelante habita entre los hombres, el reino de Dios habita ya en la tierra y como si sonaran las trompetas para reunir a un pueblo, Dios reúne a los hombre para que sean testigos: Hch 2:5 Residían en Jerusalén hombres piadosos, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Hch 2:9 Partos, medos y elamitas; los que habitamos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Hch 2:10 Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene; los romanos residentes aquí, Hch 2:11 tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios?
Los católicos, debemos de estar felices, contentos, llenos del Espíritu santo, la vigilia de pentecostés ha sido extraordinaria y nuevamente Dios confirma su amor derramando día a día en los fieles, dones, carismas, virtudes, milagros toda clase de manifestación está en el hombre presente mediante el Espíritu santo, ahora será el gran reto caminar según el Espíritu santo y abandonar el hombre carnal para que el Espíritu santo reine en el corazón: Rom 8:5 Efectivamente, los que viven según la carne, desean lo carnal; mas los que viven según el espíritu, lo espiritual.
Sí pentecostés no reina en nuestro corazón de nada sirve estar diciendo que el Espíritu santo se ha derramado en nosotros, creemos en el amor de Dios y que por amor somos hijos adoptivos de Dios y que el Espíritu santo guía nuestras vidas: Rom 8:14 En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Entonces, en adelante vivamos según el Espíritu santo y con nuestra vida llena del Espíritu santo demos testimonio de Cristo Jesús: Rom 8:16 El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Rom 8:17 Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados. No es solo una fecha, es la confianza de la acción de la tercera persona de la santísima trinidad, no es sólo la fuerza de Dios es la acción de una persona, la tercera persona de la santísima trinidad y por ello confiemos y manifestemos lo que profesamos que Jesucristo es nuestro Señor, nuestro Dios nuestro todo. El amor de Dios no solo ha quedado de palabra sino de manera total en la acción del Espíritu santo.
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