Complicado y doloroso: el suicidio siempre plantea grandes interrogantes y un profundo pesar. ¿Qué ocurre con el alma de quienes se suicidan?
El suicidio: Lo humano nos confunde, lo sobrenatural nos afianza
“No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que El sólo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida.” Catecismo de la Iglesia Católica, no. 2283.
El suicidio
El suicidio es una realidad terrible de la cual el mundo parece no poder escapar; en los últimos años se ha incrementado de una manera alarmante; sin embargo, poco sabemos acerca de este fenómeno que tanto aqueja a la sociedad y que tanto dolor produce.
El suicidio es causado por dolor y causa dolor, es buscar una salida equivocada a los problemas que uno pueda tener sean de la gravedad que sean. Es un hecho que nace de la desesperación en un ser humano y que puede llevar a la desesperación a los que le rodean después del terrible acto.
Nuestro corazón y nuestra mente se inquietan ante la noticia de un suicidio, aún más, sin duda, si se trata de un ser cercano, querido. Un dolor profundo, muchos sentimientos de impotencia y desolación se apoderan de nuestra persona y muchas dudas asaltan a nuestra mente ¿Porqué lo hizo? ¿Cómo no me di cuenta? ¿Ya no hay esperanza, se condenó?
La muerte humanamente nos duele
La muerte es sin duda un hecho inevitable. Hay muchas formas de concebirla. La muerte es el último hito, el final de la vida que conocemos. “La vida es corta. Más corta para algunos que para otros”, observó Gus, uno de los personajes centrales de la película de televisión Lonesome Dove.
“Desde el punto de vista fisiológico, la muerte es la terminación irrevocable de las funciones vitales. Morir significa dejar de sentir, abandonar a los seres queridos, dejar cosas inconclusas y entrar en lo desconocido (Kalish, 1987). Pero conviene recordar que la muerte es un proceso natural, no importa si ocurre en forma prematura por una enfermedad o un accidente o al final de una vida plena y rica. Todas las criaturas mueren, la muerte forma parte esencial del desarrollo tanto como la vida.” Craig.
La muerte en sí de un ser cercano y querido estremece, deja un vacío, aunque uno entienda que es parte de un proceso natural. Aún es más difícil cuando la muerte no sobreviene como una cuestión natural sino que se muestra como una decisión personal así como lo significa el suicidio, viene un dolor y un desconsuelo terrible porque taladra el alma saber que una persona perdió la esperanza, el sentido de su vida, que no encontró una salida para la solución de sus problemas, que se sentía solo, desconsolado, deprimido y defraudado de sí mismo y de la vida misma. Duele sobremanera imaginar lo que pudo pasar por su mente y por su corazón cada día, duele saber que no pudo más y prefirió dejar de existir.
El duelo por la pérdida del ser amado
Sin embargo, el dolor, no debe cegarnos, ante la muerte de un ser querido nos enfrentamos a un duelo. El término duelo procede etimológicamente del vocablo latino dolium, que a su vez se deriva del verbo, doleo (dolerse). El duelo es la actividad y actitud de la persona ante la reacción emocional, espontánea y natural del sufrimiento producido por la pérdida de la persona que ama; la omisión de lo que no se pudo hacer o amar.
Fases del duelo
La simple observación de un alma en duelo, así como la literatura de siglos y recientemente algunos estudios de especialistas, constata etapas por las que se suele pasar en el proceso de elaboración del sufrimiento:
Se pasa por un aturdimiento inicial: el sufrimiento puede dejar anestesiado, perturbado, mudo, incluso privado de autonomía de pensamiento, palabra y acción; la lamentación: surgen las primeras expresiones inarticuladas, las exclamaciones, abundan los gestos, viene la queja: "¡No lo puedo creer!"; la negación: "¡No, no es cierto!", el rechazo: ¡No, no lo acepto!, el miedo y ansiedad: "¡ Y si me sucediera…!", la culpa: "¡Si yo no hubiese…!" , el enojo: "¿Por qué?" "¿Por qué lo hizo?", la tristeza profunda "¿Qué sentido tiene ya…?", la resignación: “¡Me tocó a mi. Esta fatalidad!", el recobrar la serenidad interior: "¡Después de tanto sufrimiento, estoy recobrando la paz!" y la integración y resignificación: "¡Hay que volver a vivir. Mi ser querido me quiere feliz!"
La sabia psicología humana necesita de estas fases para encajar un golpe tan fuerte. Lo preocupante es estancarse en una de ellas y no llegar a la aceptación y superación. Estas etapas son un proceso natural ante una pérdida; sin embargo, el hombre es una unidad y las diferentes dimensiones de su persona en este caso la espiritual y la psicológica se encuentran muy unidas, por lo que la oración, la fe y la resignación y el consuelo ante Cristo Jesús pueden ayudar de sobremanera a superar poco a poco a través de la gracia sobrenatural el dolor humano y natural.
Causas del suicidio: Turbulencia interior
Como se mencionó en párrafos anteriores, el suicidio es un hecho que se ha incrementado en los últimos tiempos, especialmente entre la juventud. Sin duda la falta de valores, de límites, de cimientos que estabilicen a la personalidad están afectando la vida de muchos niños, jóvenes y adultos. La institución familiar parece desintegrarse cada vez más pronto y se tambalea frente a tantos ataques de la sociedad sin que ésta se dé cuenta de que al terminar con la familia, se aniquila a sí misma, pues termina con su inicio la sociedad doméstica y con el ser humano.
“Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. El sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella.” CIC, no. 2280.
“El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y perpetuar su vida. Es gravemente contrario al justo amor de sí mismo. Ofende también al amor del prójimo porque rompe injustamente los lazos de solidaridad familiar, nacional y humana con las cuales estamos obligados. El suicidio es contrario al amor del Dios vivo.” CIC, no. 2281.
Además tanto la persona, como la familia y la sociedad, todos, somos responsables de todos, estos problemas que afectan a los jóvenes, son problemas de interés social, no podemos deslindar la responsabilidad que se tiene ante cada muerte, ante cada suicidio. Todos somos responsables, de nuestra propia vida y también, de la vida de los que nos rodean, por lo que en la medida de nuestro alcance debemos luchar por ser mejores personas, establecer mejores familias y crear una mejor sociedad donde los jóvenes aprendan a amar su vida y no a vivir confundidos a tal grado de tomar decisiones tan equivocadas como quitarse la vida.
Los problemas sociales y psicológicos funcionan como detonantes de acciones como el suicidio, son hechos que impiden tomar decisiones adecuadas y verdaderamente libres.
Factores de riesgo
Los factores de riesgo que se han encontrado en el suicidio de adolescentes son: Una tentativa anterior de suicidio (el mejor indicador de todos); depresión, incluidos fuertes sentimientos de impotencia y desesperación (quizá el segundo mejor indicador); soledad; otros problemas psiquiátricos (algún trastorno conductual o personalidad antisocial); abuso de alcohol y de otras sustancias por parte del adolescente o de alguno de sus padres; sucesos estresantes (algún problema familiar serio, divorcio o separación); acceso y uso de armas de fuego; desintegración familiar; divorcio; violencia intrafamiliar; desilusiones amorosas; expectativas y presiones demasiado fuertes; baja autoestima, entre otros.
Aunque muchas personas que muestran estos factores no contemplan el suicidio ni lo intentan, estos factores proporcionan una advertencia oportuna de la posibilidad de que lo cometan.
En general, los adolescentes y adultos que tratan de suicidarse no están reaccionando ante un hecho negativo en particular. Por el contrario, el suicidio casi siempre se da dentro del contexto de problemas personales o familiares prolongados, pese a que el intento obedece algunas veces a un impulso momentáneo (Currant, 1987)
Esperar en la Misericordia Divina
La siguiente es un historia real, de la cual podemos reflexionar en el Amor Infinito de Dios y en Su Misericordia.
En Francia, un pueblito llamado Ars, que era hace mucho tiempo como un ranchito, un lugar pequeño y sencillo, creció mucho y se convirtió en una gran ciudad, pues entre otras cosas, vivía ahí un Cura, ahora el renombrado y conocido “Cura de Ars”.
Este Cura, no era un Cura común y corriente, era un Cura al que Dios le concedió tener visiones, incluso conocer los pecados de las personas antes de que ellos los expresaran, por lo cual se hizo famoso y mucha gente empezó a ir a confesarse con él. En una ocasión, una mujer humilde, llegó con lágrimas en los ojos, angustiada y desolada a buscar al Cura, ella, se sentía abrumada por su pena ya que su marido se tiró de un puente, se había suicidado. Al lograr ver al Cura, le contó su dolor y su angustia, le dijo que su esposo se había suicidado y que los que se suicidan ofenden gravemente a Dios y se condenan.
El Cura, con voz firme y tierna a la vez, le dice a la mujer: “No temas, tu marido no se condenó”. La mujer asombrada, perpleja, confundida, le dice al Cura incrédula: “Pero mi marido se suicidó, se quitó la vida y sabemos que solo Dios es Dueño y Señor, él lo ofendió gravemente y murió cometiendo pecado”.
El Cura, tomó su mano, la miró a los ojos y le dijo: “En verdad no temas, tu marido no se condenó. Entre el puente y el río cabe la Misericordia de Dios”. La mujer, después de estas palabras, se fue tranquila, dando gracias a Dios por el milagro de amor que había realizado en su esposo, pues en verdad, que su Misericordia es infinita.
¡Que historia tan maravillosa! No cabe duda que el Amor de Dios es infinito, es inmenso y que su misericordia tiene sus caminos, no podemos querer aplicar nuestros criterios humanos pues para Dios no hay tiempo, ni hay imposibles y El lo que quiere es que toda alma se salve.
Y es que, objetivamente el suicidio es el acto voluntario de matarse directamente. De acuerdo al 5to. Mandamiento: “No matarás”, es un grave pecado contra la ley natural y la ley revelada. El suicidio viola el derecho de Dios quien es el dueño exclusivo de la vida humana. Solo Dios puede dar y quitar la vida.
Sin embargo, para que un acto sea pecado requiere, además de materia de pecado, que se tenga conocimiento de lo que se hace e intención de hacerlo. No podemos juzgar a ciencia cierta la condición mental de quien se suicida. Tampoco sabemos cual fue su último pensamiento, pues el interior de la persona nadie lo conoce ¿se habrá arrepentido mientras estaba moribundo en el último instante de su vida? Recordemos que “entre el puente y el río cabe la Misericordia de Dios”, así, entre el gatillo de una pistola y la persona, entre la soga y el banco, entre las pastillas y la persona… Dios nunca deja solo a nadie.
La condenación de un alma se da por el desprecio a Dios, por el rechazo a Dios; el que se suicida en general no rechaza a Dios, sino que busca erróneamente la muerte como un medio para liberarse de un mal que le aqueja y en medio de su angustia y confusión toma una decisión con una libertad limitada que no le permite ver con claridad la verdadera dimensión de ese acto, es decir, ve el suicidio como la única manera de liberarse de ese mal que tanto le lacera. El suicida, por tanto, comete un acto grave, pero al no ejercer su plena libertad los elementos que constituirían una culpa grave se ven disminuidos, por tanto, no tiene una culpa grave.
Es por eso que debemos orar por los que se suicidan y encomendarlos a la infinita misericordia de Dios.
Con el paso del tiempo se ha estudiado y profundizado cada vez más en como la libertad se ve afectada gravemente por dramas y crisis emocionales, hechos como la depresión, la angustia, la soledad, la violencia, el dolor, la frustración, y demás (mencionados anteriormente) afectan los actos libres.
“…Trastornos psíquicos graves, la angustia, o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura, pueden disminuir la responsabilidad del suicida.” CIC, no. 2282.
Cuestiones fundamentales
El suicidio objetivamente es quitarse la vida, es un acto contrario al quinto mandamiento que dicta “No matarás”, es gravemente opuesto a la justicia, a la esperanza y a la caridad.
Sin embargo, desde el punto de vista antropológico, no hay fatalidad en el suicidio que signifique condenación eterna porque no hay acto libre totalmente sino que este acto se ve atenuado por cuestiones psicológicas graves, el suicidio no es una decisión plenamente libre, racional, ya que el juicio valorativo de la vida está alterado, transformándose en impulso descontrolado y autodestructivo.
Desde el punto de vista psicológico, la familia bien constituida, la comunicación y diálogo, atención, establecimiento de reglas y límites, amor incondicional, refuerzo de la autoestima, dedicación de tiempo, conocimiento de los amigos y lugares que se frecuentan, aceptación incondicional, expectativas reales, la fe y la oración son puntos clave que debemos cuidar para propiciar que las personas se desarrollen sanas, felices y que busquen soluciones reales a sus problemas, el suicidio nunca será una solución ¡nunca! Y nunca lo parecerá para un joven o adulto que crece en un ambiente como el descrito.
Desde el punto de vista de la fe, la Misericordia de Dios tiene sus caminos, no podemos querer aplicar criterios humanos. Para Dios no hay tiempo y El sabe que una persona puede encontrarse con la Salvación en cualquier momento, incluso en el lapso de tiempo en el que “cae del puente”. Por lo que los que nos quedamos aquí, sufriendo la pérdida del ser amado, no debemos perder la fe, ni la esperanza y debemos orar y ofrecer el inmenso dolor de la pérdida porque Dios manifieste Su Misericordia.
“Para Dios no existe pasado, presente ni futuro, pues está al margen del tiempo. Para Dios todo es un presente continuo. Eso quiere decir que las oraciones que ofrecemos hoy por alguien que se suicidó contribuyen de manera efectiva para su arrepentimiento y reconciliación final, de modo que lo que rezamos en el presente, se actualiza en el pasado pues nuestra petición la escucha Dios en su continuo presente, y el Espíritu Santo puede mover el corazón de la persona que está a punto de suicidarse para que, aunque haya cometido un pecado mortal en el momento mismo de procurar quitarse la vida, se arrepienta y reconcilie con Dios antes de morir”, (Colorado, 2003).
El suicidio: Lo humano nos confunde, lo sobrenatural nos afianza
“No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que El sólo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida.” Catecismo de la Iglesia Católica, no. 2283.
El suicidio
El suicidio es una realidad terrible de la cual el mundo parece no poder escapar; en los últimos años se ha incrementado de una manera alarmante; sin embargo, poco sabemos acerca de este fenómeno que tanto aqueja a la sociedad y que tanto dolor produce.
El suicidio es causado por dolor y causa dolor, es buscar una salida equivocada a los problemas que uno pueda tener sean de la gravedad que sean. Es un hecho que nace de la desesperación en un ser humano y que puede llevar a la desesperación a los que le rodean después del terrible acto.
Nuestro corazón y nuestra mente se inquietan ante la noticia de un suicidio, aún más, sin duda, si se trata de un ser cercano, querido. Un dolor profundo, muchos sentimientos de impotencia y desolación se apoderan de nuestra persona y muchas dudas asaltan a nuestra mente ¿Porqué lo hizo? ¿Cómo no me di cuenta? ¿Ya no hay esperanza, se condenó?
La muerte humanamente nos duele
La muerte es sin duda un hecho inevitable. Hay muchas formas de concebirla. La muerte es el último hito, el final de la vida que conocemos. “La vida es corta. Más corta para algunos que para otros”, observó Gus, uno de los personajes centrales de la película de televisión Lonesome Dove.
“Desde el punto de vista fisiológico, la muerte es la terminación irrevocable de las funciones vitales. Morir significa dejar de sentir, abandonar a los seres queridos, dejar cosas inconclusas y entrar en lo desconocido (Kalish, 1987). Pero conviene recordar que la muerte es un proceso natural, no importa si ocurre en forma prematura por una enfermedad o un accidente o al final de una vida plena y rica. Todas las criaturas mueren, la muerte forma parte esencial del desarrollo tanto como la vida.” Craig.
La muerte en sí de un ser cercano y querido estremece, deja un vacío, aunque uno entienda que es parte de un proceso natural. Aún es más difícil cuando la muerte no sobreviene como una cuestión natural sino que se muestra como una decisión personal así como lo significa el suicidio, viene un dolor y un desconsuelo terrible porque taladra el alma saber que una persona perdió la esperanza, el sentido de su vida, que no encontró una salida para la solución de sus problemas, que se sentía solo, desconsolado, deprimido y defraudado de sí mismo y de la vida misma. Duele sobremanera imaginar lo que pudo pasar por su mente y por su corazón cada día, duele saber que no pudo más y prefirió dejar de existir.
El duelo por la pérdida del ser amado
Sin embargo, el dolor, no debe cegarnos, ante la muerte de un ser querido nos enfrentamos a un duelo. El término duelo procede etimológicamente del vocablo latino dolium, que a su vez se deriva del verbo, doleo (dolerse). El duelo es la actividad y actitud de la persona ante la reacción emocional, espontánea y natural del sufrimiento producido por la pérdida de la persona que ama; la omisión de lo que no se pudo hacer o amar.
Fases del duelo
La simple observación de un alma en duelo, así como la literatura de siglos y recientemente algunos estudios de especialistas, constata etapas por las que se suele pasar en el proceso de elaboración del sufrimiento:
Se pasa por un aturdimiento inicial: el sufrimiento puede dejar anestesiado, perturbado, mudo, incluso privado de autonomía de pensamiento, palabra y acción; la lamentación: surgen las primeras expresiones inarticuladas, las exclamaciones, abundan los gestos, viene la queja: "¡No lo puedo creer!"; la negación: "¡No, no es cierto!", el rechazo: ¡No, no lo acepto!, el miedo y ansiedad: "¡ Y si me sucediera…!", la culpa: "¡Si yo no hubiese…!" , el enojo: "¿Por qué?" "¿Por qué lo hizo?", la tristeza profunda "¿Qué sentido tiene ya…?", la resignación: “¡Me tocó a mi. Esta fatalidad!", el recobrar la serenidad interior: "¡Después de tanto sufrimiento, estoy recobrando la paz!" y la integración y resignificación: "¡Hay que volver a vivir. Mi ser querido me quiere feliz!"
La sabia psicología humana necesita de estas fases para encajar un golpe tan fuerte. Lo preocupante es estancarse en una de ellas y no llegar a la aceptación y superación. Estas etapas son un proceso natural ante una pérdida; sin embargo, el hombre es una unidad y las diferentes dimensiones de su persona en este caso la espiritual y la psicológica se encuentran muy unidas, por lo que la oración, la fe y la resignación y el consuelo ante Cristo Jesús pueden ayudar de sobremanera a superar poco a poco a través de la gracia sobrenatural el dolor humano y natural.
Causas del suicidio: Turbulencia interior
Como se mencionó en párrafos anteriores, el suicidio es un hecho que se ha incrementado en los últimos tiempos, especialmente entre la juventud. Sin duda la falta de valores, de límites, de cimientos que estabilicen a la personalidad están afectando la vida de muchos niños, jóvenes y adultos. La institución familiar parece desintegrarse cada vez más pronto y se tambalea frente a tantos ataques de la sociedad sin que ésta se dé cuenta de que al terminar con la familia, se aniquila a sí misma, pues termina con su inicio la sociedad doméstica y con el ser humano.
“Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. El sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella.” CIC, no. 2280.
“El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y perpetuar su vida. Es gravemente contrario al justo amor de sí mismo. Ofende también al amor del prójimo porque rompe injustamente los lazos de solidaridad familiar, nacional y humana con las cuales estamos obligados. El suicidio es contrario al amor del Dios vivo.” CIC, no. 2281.
Además tanto la persona, como la familia y la sociedad, todos, somos responsables de todos, estos problemas que afectan a los jóvenes, son problemas de interés social, no podemos deslindar la responsabilidad que se tiene ante cada muerte, ante cada suicidio. Todos somos responsables, de nuestra propia vida y también, de la vida de los que nos rodean, por lo que en la medida de nuestro alcance debemos luchar por ser mejores personas, establecer mejores familias y crear una mejor sociedad donde los jóvenes aprendan a amar su vida y no a vivir confundidos a tal grado de tomar decisiones tan equivocadas como quitarse la vida.
Los problemas sociales y psicológicos funcionan como detonantes de acciones como el suicidio, son hechos que impiden tomar decisiones adecuadas y verdaderamente libres.
Factores de riesgo
Los factores de riesgo que se han encontrado en el suicidio de adolescentes son: Una tentativa anterior de suicidio (el mejor indicador de todos); depresión, incluidos fuertes sentimientos de impotencia y desesperación (quizá el segundo mejor indicador); soledad; otros problemas psiquiátricos (algún trastorno conductual o personalidad antisocial); abuso de alcohol y de otras sustancias por parte del adolescente o de alguno de sus padres; sucesos estresantes (algún problema familiar serio, divorcio o separación); acceso y uso de armas de fuego; desintegración familiar; divorcio; violencia intrafamiliar; desilusiones amorosas; expectativas y presiones demasiado fuertes; baja autoestima, entre otros.
Aunque muchas personas que muestran estos factores no contemplan el suicidio ni lo intentan, estos factores proporcionan una advertencia oportuna de la posibilidad de que lo cometan.
En general, los adolescentes y adultos que tratan de suicidarse no están reaccionando ante un hecho negativo en particular. Por el contrario, el suicidio casi siempre se da dentro del contexto de problemas personales o familiares prolongados, pese a que el intento obedece algunas veces a un impulso momentáneo (Currant, 1987)
Esperar en la Misericordia Divina
La siguiente es un historia real, de la cual podemos reflexionar en el Amor Infinito de Dios y en Su Misericordia.
En Francia, un pueblito llamado Ars, que era hace mucho tiempo como un ranchito, un lugar pequeño y sencillo, creció mucho y se convirtió en una gran ciudad, pues entre otras cosas, vivía ahí un Cura, ahora el renombrado y conocido “Cura de Ars”.
Este Cura, no era un Cura común y corriente, era un Cura al que Dios le concedió tener visiones, incluso conocer los pecados de las personas antes de que ellos los expresaran, por lo cual se hizo famoso y mucha gente empezó a ir a confesarse con él. En una ocasión, una mujer humilde, llegó con lágrimas en los ojos, angustiada y desolada a buscar al Cura, ella, se sentía abrumada por su pena ya que su marido se tiró de un puente, se había suicidado. Al lograr ver al Cura, le contó su dolor y su angustia, le dijo que su esposo se había suicidado y que los que se suicidan ofenden gravemente a Dios y se condenan.
El Cura, con voz firme y tierna a la vez, le dice a la mujer: “No temas, tu marido no se condenó”. La mujer asombrada, perpleja, confundida, le dice al Cura incrédula: “Pero mi marido se suicidó, se quitó la vida y sabemos que solo Dios es Dueño y Señor, él lo ofendió gravemente y murió cometiendo pecado”.
El Cura, tomó su mano, la miró a los ojos y le dijo: “En verdad no temas, tu marido no se condenó. Entre el puente y el río cabe la Misericordia de Dios”. La mujer, después de estas palabras, se fue tranquila, dando gracias a Dios por el milagro de amor que había realizado en su esposo, pues en verdad, que su Misericordia es infinita.
¡Que historia tan maravillosa! No cabe duda que el Amor de Dios es infinito, es inmenso y que su misericordia tiene sus caminos, no podemos querer aplicar nuestros criterios humanos pues para Dios no hay tiempo, ni hay imposibles y El lo que quiere es que toda alma se salve.
Y es que, objetivamente el suicidio es el acto voluntario de matarse directamente. De acuerdo al 5to. Mandamiento: “No matarás”, es un grave pecado contra la ley natural y la ley revelada. El suicidio viola el derecho de Dios quien es el dueño exclusivo de la vida humana. Solo Dios puede dar y quitar la vida.
Sin embargo, para que un acto sea pecado requiere, además de materia de pecado, que se tenga conocimiento de lo que se hace e intención de hacerlo. No podemos juzgar a ciencia cierta la condición mental de quien se suicida. Tampoco sabemos cual fue su último pensamiento, pues el interior de la persona nadie lo conoce ¿se habrá arrepentido mientras estaba moribundo en el último instante de su vida? Recordemos que “entre el puente y el río cabe la Misericordia de Dios”, así, entre el gatillo de una pistola y la persona, entre la soga y el banco, entre las pastillas y la persona… Dios nunca deja solo a nadie.
La condenación de un alma se da por el desprecio a Dios, por el rechazo a Dios; el que se suicida en general no rechaza a Dios, sino que busca erróneamente la muerte como un medio para liberarse de un mal que le aqueja y en medio de su angustia y confusión toma una decisión con una libertad limitada que no le permite ver con claridad la verdadera dimensión de ese acto, es decir, ve el suicidio como la única manera de liberarse de ese mal que tanto le lacera. El suicida, por tanto, comete un acto grave, pero al no ejercer su plena libertad los elementos que constituirían una culpa grave se ven disminuidos, por tanto, no tiene una culpa grave.
Es por eso que debemos orar por los que se suicidan y encomendarlos a la infinita misericordia de Dios.
Con el paso del tiempo se ha estudiado y profundizado cada vez más en como la libertad se ve afectada gravemente por dramas y crisis emocionales, hechos como la depresión, la angustia, la soledad, la violencia, el dolor, la frustración, y demás (mencionados anteriormente) afectan los actos libres.
“…Trastornos psíquicos graves, la angustia, o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura, pueden disminuir la responsabilidad del suicida.” CIC, no. 2282.
Cuestiones fundamentales
El suicidio objetivamente es quitarse la vida, es un acto contrario al quinto mandamiento que dicta “No matarás”, es gravemente opuesto a la justicia, a la esperanza y a la caridad.
Sin embargo, desde el punto de vista antropológico, no hay fatalidad en el suicidio que signifique condenación eterna porque no hay acto libre totalmente sino que este acto se ve atenuado por cuestiones psicológicas graves, el suicidio no es una decisión plenamente libre, racional, ya que el juicio valorativo de la vida está alterado, transformándose en impulso descontrolado y autodestructivo.
Desde el punto de vista psicológico, la familia bien constituida, la comunicación y diálogo, atención, establecimiento de reglas y límites, amor incondicional, refuerzo de la autoestima, dedicación de tiempo, conocimiento de los amigos y lugares que se frecuentan, aceptación incondicional, expectativas reales, la fe y la oración son puntos clave que debemos cuidar para propiciar que las personas se desarrollen sanas, felices y que busquen soluciones reales a sus problemas, el suicidio nunca será una solución ¡nunca! Y nunca lo parecerá para un joven o adulto que crece en un ambiente como el descrito.
Desde el punto de vista de la fe, la Misericordia de Dios tiene sus caminos, no podemos querer aplicar criterios humanos. Para Dios no hay tiempo y El sabe que una persona puede encontrarse con la Salvación en cualquier momento, incluso en el lapso de tiempo en el que “cae del puente”. Por lo que los que nos quedamos aquí, sufriendo la pérdida del ser amado, no debemos perder la fe, ni la esperanza y debemos orar y ofrecer el inmenso dolor de la pérdida porque Dios manifieste Su Misericordia.
“Para Dios no existe pasado, presente ni futuro, pues está al margen del tiempo. Para Dios todo es un presente continuo. Eso quiere decir que las oraciones que ofrecemos hoy por alguien que se suicidó contribuyen de manera efectiva para su arrepentimiento y reconciliación final, de modo que lo que rezamos en el presente, se actualiza en el pasado pues nuestra petición la escucha Dios en su continuo presente, y el Espíritu Santo puede mover el corazón de la persona que está a punto de suicidarse para que, aunque haya cometido un pecado mortal en el momento mismo de procurar quitarse la vida, se arrepienta y reconcilie con Dios antes de morir”, (Colorado, 2003).
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