«No se dirá más tu
nombre Jacob, sino Israel (príncipe de
Dios) porque has luchado con Dios y con
los hombres y has vencido» (Gén.
32:28).
Después que Jacob
había prevalecido con Dios no tenía
razón alguna para temer a Esaú. Y era
el poder de un solo individuo, puesto en
juego en una ocasión de gran apuro. ¡Cuánto
más poder puede encontrarse cuando dos
o tres personas se juntan para orar!
I. LO QUE NO
ES ESTE PODER.
No puede ser mágico.
Algunos parecen tener ilusión de que
las oraciones son una especie de ritos mágicos,
pero esto es una tontería (Mat. 6:7).
No puede ser
meritorio.
No puede ser propio.
Tiene que ser dado por el Señor.
II. DE DÓNDE
PROCEDE ESTE PODER.
1. Viene de la
misma naturaleza del Señor. Su bondad y
ternura son movidos a la vista de
nuestra tristeza y debilidad. Un soldado
que iba a matar a un niño, detuvo su
arma cuando el pequeño clamó: «¡No
me mates; soy tan pequeño!»
2. Viene de la
promesa de Dios. Por su pacto del
Evangelio y por su Palabra, el Señor
se sujeta a los que saben como apelar a
su verdad y fidelidad.
3. Procede de
las relaciones de la gracia. Con toda
seguridad, un padre escuchará a sus
propios hijos.
4. Procede de
actos anteriores del Señor. Su elección
es un poder en sí mismo, ya que es un
Dios inmutable.
III. CÓMO
PUEDE SER EJERCIDO.
1. Debe haber
un profundo sentimiento de debilidad (2ª
Corintios 12:10).
2. Debe haber
fe sencilla en la bondad del Señor
(Juan 14:12).
«La fe domina el mundo y
el infierno, Conquista a la
muerte y el temor; Y lo que es todavía
más extraño: Vence en el Cielo,
mediante la oración.»
3. Debe haber
pronta obediencia a su voluntad (Juan
9:31).
4.
Un derramamiento del corazón entero (Oseas
12:4).
IV. PARA QUIÉN
PUEDE SER UTILIZADO ESTE PODER.
1.
En favor de nosotros mismos.
Para nuestra
propia liberación de pruebas
especiales. Para nuestra futura
fortaleza y crecimiento, cuando, como
Jacob, somos llamados a enfrentarnos con
tribulaciones sucesivas.
2. En favor de
otros.
Las mujeres y los niños
de Jacob fueron preservados y el corazón
de Esaú ablandado.
Véanse otros
ejemplos de Abraham, Job, Moisés,
Samuel, Pablo, etc., en que se ejerció
este poder para bien de otras personas.
¡Cuán terrible es
no tener poder con Dios sino luchar
contra El con nuestro débil brazo!
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Aunque Jacob era un
simple peregrino cansado, prácticamente
un gusano que podía ser fácilmente
aplastado y pisoteado (Is. 41:14), sin
embargo, por medio de la oración es tan
poderoso que vence al mismo Dios
Omnipotente.
Cuán a menudo he
visto a un niño pequeño rodear el
cuello de su padre con sus brazos y
ganar con besos, ruegos y lágrimas lo
que le habla sido rehusado. ¿Quién no
se ha sentido movido a compasión por su
importunidad cuando un animal mudo nos
ha mirado con ojos suplicantes pidiéndonos
comida? ¿Es Dios menos compasivo que
nosotros?
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