![15. Cuando queremos aceptar la voluntad de Dios](https://lh3.googleusercontent.com/blogger_img_proxy/AEn0k_syk5LEBT0BsNhBJ7ompQ4m6QmRUasrI6xGjhE3eB70jUusVv97OzhzHoIXaY7S2VFtr72J7UA-Ny_6lQQXQ4C5l-s4Iy7l18rLTQnCRioGYwbBOFswfHhRbqRMgl6W3h5UTAYp4lShAw=s0-d) |
Cuando queremos aceptar la voluntad de Dios |
He aquí la esclava del Señor, hágase en
mi según tu palabra Lucas 1, 38
PALABRA DE DIOS
Jesús
nos enseña a abrazar la voluntad del Padre
“Entonces va
Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice
a los discípulos: «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»
Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos
de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les
dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir;
quedaos aquí y velad conmigo.» Y adelantándose un poco, cayó
rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es
posible, que pase de mí esta copa, pero no sea
como yo quiero, sino como quieres tú.» Viene entonces a
los discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro:
«¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo? Velad y
orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu
está pronto, pero la carne es débil.» Y alejándose de
nuevo, por segunda vez oró así: «Padre mío, si esta
copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase
tu voluntad.»” Mateo 26, 36-42
Dejarnos “hacer” por Dios
“Palabra que Yahvé
dirigió a Jeremías: Levántate y baja a la alfarería, que
allí mismo te haré oír mis palabras. Bajé a la
alfarería, y resulta que el alfarero estaba haciendo un trabajo
al torno. El cacharro que estaba haciendo se estropeó como
barro en manos del alfarero, y éste volvió a empezar,
trasformándolo en otro cacharro diferente, como mejor le pareció
al alfarero. Entonces me dirigió Yahvé la palabra en estos
términos: ¿No puedo hacer yo con vosotros, casa de Israel,
lo mismo que este alfarero? -oráculo de Yahvé-. Lo mismo
que el barro en la mano del alfarero, así sois
vosotros en mi mano, casa de Israel.”
Jeremías 18, 1-6
“Mantente firme en el consejo de
tu corazón, que nadie te será más fiel que él.
Pues el corazón del hombre puede a veces advertir más
que siete centinelas sentados en su torre de vigilancia. Pero
por encima de todo suplica al Altísimo, para que dirija
tus pasos en la verdad.” Eclesiástico 37, 13-15
“¡Qué hermosas son todas
las obras del Señor!, todas sus órdenes se cumplen a
su tiempo. No hay por qué decir: ¿Qué es esto?
Y esto ¿para qué sirve? Todo se indagará a su
tiempo. A su palabra el agua se detuvo como una
masa, a su voz se formaron los depósitos de las
aguas. A una orden suya se cumple todo cuanto desea,
y nadie puede impedir su salvación. Todas las acciones de
los hombres están ante él, y nada puede ocultarse a
sus ojos. Su mirada abarca toda la eternidad, y nada
le causa admiración. No hay por qué decir: ¿Qué es
esto? Y esto ¿para qué sirve?, pues todo ha sido
creado con un fin. Para los fieles son llanos sus
caminos, para los malvados son piedras de tropiezo. «Las obras del
Señor son todas buenas, y él provee oportunamente a cualquier
necesidad. No hay por qué decir: Esto es peor que
aquello, porque todo será reconocido en su momento. Y ahora
con todo el corazón y a plena voz cantad himnos,
y bendecid el nombre del Señor.»” Eclesiástico 39, 16-21. 24. 33-35
Súplica
humilde
“Escucha, Dios mío, mi oración, y presta oído a
mi súplica; respóndeme leal, por tu justicia. Ya se apaga el
aliento en mí, mi corazón por dentro enmudece. Recuerdo los días
de antaño, medito todas tus acciones, pondero las obras de
tus manos; hacia ti tiendo mis manos, como tierra sedienta de
ti. ¡Respóndeme pronto, Dios mío, que ya me falta el
aliento; no escondas tu rostro lejos de mí, pues sería
como los que bajan a la fosa! Hazme sentir tu amor
por la mañana, pues yo cuento contigo; muéstrame el camino
que he de seguir, pues estoy pendiente de ti. Líbrame de
mis enemigos, Señor, pues busco refugio en ti; enséñame a cumplir
tu voluntad, tú, que eres mi Dios; tu espíritu, que
es bueno, me guíe por una tierra llana. Por tu nombre,
Dios, dame la vida, por tu justicia, líbrame de la
angustia;”. Salmo 142, 1. 4-11
“Dichosos los que escuchan la Palabra de
Dios y la guardan” Lucas 11,28
“Dichosos los que caminan rectamente,
los que proceden en la ley de Yahvé. Dichosos los que
guardan sus preceptos, los que lo buscan de todo corazón; los
que, sin cometer iniquidad, andan por sus caminos. Mi porción es
Yahvé. He decidido guardar tus palabras. Busco con anhelo tu favor,
tenme piedad por tu promesa. He examinado mis caminos y vuelvo
mis pasos a tus dictámenes. Me doy prisa, sin tardar, en
observar tus mandamientos. Tu palabra es antorcha para mis pasos, luz
para mi sendero. Lo he jurado y he de cumplirlo: guardar
tus justas disposiciones. Estoy sobremanera humillado, Yahvé, dame la vida conforme
a tu palabra. Acepta, Yahvé, los votos de mi boca, y
hazme ver tu voluntad. Mi vida está en mis manos
sin cesar, pero no olvido tu ley. Me tienden lazos los
malvados, pero no me desvío de tus ordenanzas. Tus dictámenes son
mi herencia perpetua, ellos son la alegría de mi corazón. Inclino mi
corazón a cumplir tus preceptos, que son recompensa para siempre. Aborrezco
la doblez y amo en cambio tu ley. Tú eres mi
escudo y mi refugio, yo espero en tu palabra. ¡Apartaos de
mí, malvados, quiero guardar los mandamientos de mi Dios! Sostenme con
tu promesa y viviré, no defraudes mi esperanza. Sé tú mi
apoyo y estaré a salvo, y sin cesar me fijaré
en tus preceptos. Rebosan paz los que aman tu ley, ningún
contratiempo los hace tropezar. Espero tu salvación, Yahvé, y cumplo tus
mandamientos. Aspiro a guardar tus dictámenes, los amo sobremanera. Guardo tus ordenanzas
y dictámenes, tienes presente todos mis caminos. Llegue mi grito
ante ti, Yahvé, por tu palabra hazme comprender. Llegue mi súplica
a tu presencia, líbrame por tu promesa. Mis labios proclaman tu
alabanza, pues tú me enseñas tus preceptos. Mi lengua proclama tu
promesa, pues justos son tus mandamientos. Acuda tu mano en mi
socorro, pues he elegido tus ordenanzas. Anhelo tu salvación, Yahvé, tu
ley hace mis delicias. Que mi ser viva para alabarte, que
tus disposiciones me ayuden. Me he descarriado como oveja, ven en
busca de tu siervo. No, no olvido tus mandamientos.” Del Salmo
118
ORACIONES
Padre nuestro
Padre nuestro, que estás en
el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu
reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el
cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras
ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación y líbranos del
mal. Amén.
Consagración al Espíritu Santo
¡Oh Espíritu Santo! Recibe la consagración perfecta
y absoluta de todo mi ser. Dígnate ser en adelante,
en cada uno de los instantes de mi vida y
en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz,
mi Guía y mi Fuerza. Yo me abandono sin reserva a
tus operaciones divinas y quiero ser siempre dócil a tus
inspiraciones. ¡Oh, Espíritu Santo! Transfórmame con María y en María,
en Cristo Jesús, para gloria del Padre y salvación del
mundo. Amén.
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