![4. Cuando has pecado](https://lh3.googleusercontent.com/blogger_img_proxy/AEn0k_tR7lPS5cvFCFBKTbGrR8AL7i0eizPQdGJpfWTBuBXiHDqvxMSG5yZwhQ5jX7Y89etu7kKDY4gTw8ZFLr8nm6sgMLSZLf4CH01bEx6xTby4CsnjA55sENQ8DYPOSkinJX6AEyowkjK6FiB6fXTPV-dksA=s0-d) |
Cuando has pecado |
¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si
pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve
en el desierto y va a buscar la que se
perdió, hasta que la encuntra? Lucas 15,4
PALABRA DE DIOS
Dios nos busca
“¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde
una de ellas, no deja las noventa y nueve en
el desierto y va a buscar la que se perdió,
hasta que la encuentra? Cuando la encuentra, se la pone
muy contento sobre los hombros y, llegando a casa,
convoca a los amigos y vecinos y les dice: «Alegraos
conmigo, porque he hallado la oveja que se me había
perdido.» Os digo que, de igual modo, habrá más alegría
en el cielo por un solo pecador que se convierta
que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad
de conversión.” Lucas 15, 1-7
Dios nos espera
“Jesús les dijo:
«Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo
al padre: `Padre, dame la parte de la hacienda que
me corresponde.´ Y él les repartió la hacienda. Pocos días
después, el hijo menor lo reunió todo y se marchó
a un país lejano, donde malgastó su hacienda viviendo como
un libertino. Cuando se lo había gastado todo, sobrevino un hambre
extrema en aquel país y comenzó a pasar necesidad. Entonces
fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de
aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar
puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que
comían los puercos, pues nadie le daba nada. Y entrando
en sí mismo, dijo: `¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen
pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de
hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré:
Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no
merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de
tus jornaleros.´ Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él
todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se
echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo
le dijo: `Padre, pequé contra el cielo y ante ti;
ya no merezco ser llamado hijo tuyo.´ Pero el
padre dijo a sus siervos: `Daos prisa; traed el mejor
vestido y vestidle, ponedle un anillo en la mano y
unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo,
y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío
había muerto y ha vuelto a la vida; se había
perdido y ha sido hallado.´ Y comenzaron la fiesta.” Lucas 15,
11-24
Jesús no viene a condenar, sino a salvar
“Jesús se
fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se
presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo
acudía a él. Entonces se sentó y se puso a
enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida
en adulterio, la ponen en medio y le dicen:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés
nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú
qué dices?» Esto lo decían para tentarle, para tener de
qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con
el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en
preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que
esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.» E
inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír
estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por
los más viejos; y se quedó solo Jesús con la
mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer,
¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?» Ella respondió: «Nadie, Señor.»
Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en
adelante no peques más.»” Juan 8, 1-11
Miserere (Salmo 50)
“Piedad de
mí, oh Dios, por tu bondad, por tu inmensa ternura borra
mi delito, lávame a fondo de mi culpa, purifícame de mi pecado. Pues
yo reconozco mi delito, mi pecado está siempre ante mí; contra ti,
contra ti solo pequé, lo malo a tus ojos cometí. Por que
seas justo cuando hablas e irreprochable cuando juzgas. Mira que nací culpable, pecador
me concibió mi madre. Y tú amas la verdad en lo
íntimo del ser, en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con hisopo
hasta quedar limpio, lávame hasta blanquear más que la nieve. Devuélveme el
son del gozo y la alegría, se alegren los huesos que
tú machacaste. Aparta tu vista de mis yerros y borra todas mis
culpas. Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi
interior un espíritu firme; no me rechaces lejos de tu rostro, no
retires de mí tu santo espíritu. Devuélveme el gozo de tu
salvación, afiánzame con espíritu generoso; enseñaré a los rebeldes tus caminos y los
pecadores volverán a ti. Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios salvador
mío, y aclamará mi lengua tu justicia; abre, Señor, mis labios, y publicará
mi boca tu alabanza. Pues no te complaces en sacrificios, si ofrezco
un holocausto, no lo aceptas. Dios quiere el sacrificio de un
espíritu contrito, un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo
desprecias ¡Sé benévolo y favorece a Sión, reconstruye los muros de Jerusalén!
Entonces te agradarán los sacrificios legítimos -holocausto y oblación entera- entonces se
ofrecerán novillos en tu altar.”
Pedagogía paternal de Dios
“Habéis
echado en olvido la exhortación que como a hijos se
os dirige: Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor;
ni te desanimes al ser reprendido por él. Pues a
quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos
los hijos que reconoce. Sufrís para corrección vuestra. Como
a hijos os trata Dios, y ¿qué hijo hay
a quien su padre no corrige? Más si quedáis sin
la corrección, que a todos toca, señal de que sois
bastardos y no hijos. Además, teníamos a nuestros padres terrestres,
que nos corregían, y les respetábamos. ¿No nos someteremos mejor
al Padre de los espíritus para vivir? ¡Eso que ellos
nos corregían según sus luces y para poco tiempo! Más
él, para provecho nuestro, y para hacernos partícipes de su
santidad. Cierto que ninguna corrección es, a su tiempo, agradable,
sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a
los ejercitados en ella. Por tanto, robusteced las manos caídas
y las rodillas vacilantes" Hebreos 12, 5-12
ORACION
Te pido perdón, Señor, por mis pecados…
Por los pecados
de toda una vida que en el amanecer de cada
día dejo atrás. La mañana llega, y tú, amor Divino,
me perdonas. Cada día lo haces, cada día esperas ese poco
de mí que puedo dar. La pequeñez, que preñada de
vida, de tu vida, sin duda va a florecer.
Mientras tanto, mientras ese momento
llega, te vienes junto a mí y me esperas.
Te vienes conmigo nada más levantarme. No apartas de mí
tus ojos cuando el pecado llega. Sostienes a mi alma;
le imprimes aliento; susurras a mi corazón que se pierda
en el tuyo. Pero... a menudo, no te oigo. No,
de mí sólo te llega un lamento: no puedo más... De
tu corazón un rayo brota hasta el fondo de mi
pecho. Y entre tus brasas y mi lamento, se forma
un ruego, una palabra, una oración que transforma mi ser
y lo acerca, de nuevo, a ti.
ORIENTACION
Cuando se recibe el Sacramento de la Reconciliación o
Confesión con un corazón contrito y con una disposición religiosa,
se obtiene como resultado la paz y la tranquilidad de
la conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual.
El Sacramento de la Reconciliación con Dios produce una verdadera
“resurrección espiritual”, una restitución de la dignidad y de los
bienes de la vida de los hijos de Dios, el
más precioso de los cuales es la amistad de Dios. Cf.
Catecismo de la Iglesia Católica 1468
REFLEXION
“Cuando la conversión personal madura
en el interior de la persona entonces en el interior
del creyente se consolida una atmósfera descansada, serena, luminosa, limpia
y fuerte. Una atmósfera al revés de la que
deja el pecado”.
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