martes, 13 de noviembre de 2012

BENDICIONES.

 
PRESENTACIÓN.

Hablar de la “bendición o bendiciones” es tratar un tema religioso muy popular en nuestros
países de sustrato católico. Y a pesar de los grandes cambios que nos trae el impacto de un mundo que
se seculariza, todavía se puede “tocar con la mano” la rica experiencia religiosa del pueblo creyente, a
través de la práctica de la bendición.
Casi en todos los niveles sociales y en muchas situaciones de la vida, hay quienes acuden a los
pastores de la Iglesia para solicitar la bendición. Pedirla sobre alguna persona, sobre un lugar o sobre
objetos que tienen un especial valor y un profundo sentido.
No hay duda de que la bendición, como experiencia de oración, hace posible un significativo
encuentro entre Dios y el ser humano. El Catecismo de la Iglesia Católica lo expresa hermosamente
cuando dice que “es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del
hombre puede bendecir a su vez a Aquel que es la fuente de toda bendición” (n. 2626)
Este valioso trabajo del P. Félix Malaxechevarría A., carmelita, actual rector del Santuario de
Santa Teresa de los Andes en Auco, viene a ser una gran ayuda para conocer y valorar debidamente
la bendición tal como la entiende y practica la Iglesia.
A través de sus diversos apartados el autor nos va explicando en forma gradual y clara qué es
bendecir, lo que de ella se dice en la Biblia, lo que significa para la Iglesia y lo que constituye su
sentido teológico y antropológico. Una sección pastoralmente interesante de esta publicación es la que
ofrece algunas formas de bendecir, y los sujetos y objetos que pueden ser parte del rito bendicional.
Para quienes lean y reflexionen el contenido de este estudio les será fácil darse cuenta de que
las bendiciones son de hecho un acto de mucho significado por su capacidad de evocar y unir la fe y
la vida humana. En cada bendición, vivida y realizada desde la Palabra santificadora y liberadora de
Dios, es posible vivir la victoria de Cristo sobre todo mal y adherirse más profundamente a la fe de la
Iglesia.
Los agentes pastorales, a través de estas páginas, se darán cuenta de que hay una tarea
pendiente en cuanto a purificar la religiosidad popular de desviaciones que pueden afectarla: la
superstición, la magia, el fetichismo o el simple ritualismo.
Esta nueva publicación de la Comisión Nacional de Pastoral de Santuarios y de la Piedad
Popular, nos viene a demostrar que vale la pena seguir trabajando en este campo de la evangelización.
Juan Pablo II nos ha dicho que esta piedad de nuestro pueblo reviste “una especial importancia como
lugar de encuentro con Cristo para todos aquellos que con espíritu de pobreza y humildad de corazón
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buscan sinceramente a Dios” ( Exhortación Apostólica “La Iglesia en América”, n. 16).
Que la bendición, asumida según el espíritu de la Iglesia, nos ayude a ver que, en verdad, todo
lo que Dios ha hecho es bueno (Gen 1, 31).
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I. INTRODUCCIÓN.

A raíz de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, algunos especialistas hablaban de un sólo
doble movimiento bendicional: ascendente y descendente. Es decir, nosotros bendecimos a Dios y Dios
nos bendice a nosotros. Las cosas no se bendicen, pues están bendecidas por Dios desde el principio, al
decir que "Dios vio que todas eran muy buenas" (Gn 1, 31). Y no faltaba quien añadía que la bendición
de las cosas rayaba con la magia.
En todo caso, se decía, nosotros bendecimos a Dios por las cosas. Y en esta línea está formulada
la doble bendición del pan y del vino, en el "ofertorio" de la Misa: "Bendito seas, Señor Dios del
universo, por este pan". Y en esa misma línea están presentadas las bendiciones del apéndice del
calendario litúrgico de cada año en Ediciones San Pablo.
Por otra parte, en una línea opcional o de compromiso, el día de Ceniza y el día de Ramos se han
añadido dos fórmulas nuevas, conservando las anteriores. Es decir, fórmula tradicional existente:
"Bendice estos ramos"; fórmula renovada: "Te bendecimos por estos ramos".
Como en otras muchas ocasiones, creo que es cuestión de entenderse; se puede tratar, más bien,
de una manera diferente de enfocar las cosas. En todo caso, unas reflexiones aclaratorias nos pueden
hacer bastante luz. Veamos.
1. Fuentes
Como fuente primordial y oficial, contamos con la publicación del Bendicional, traducido a la
lengua castellana y publicado en 1986, aceptado en los países de dicha habla. Su presentación, a pesar de
las deficiencias que en él han encontrado algunos especialistas, es un gran servicio para la pastoral.
Las obras escritas más cercanas y asequibles a nosotros pueden ser: "Nuevo Diccionario de
Liturgia" (NDL), de Ediciones Paulinas, "Sentido teológico y pastoral de las bendiciones" (sección
Phase) y "Bendiciones"; estas dos últimas están editadas por el Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona
(CPL). Aparte de la experiencia de la pastoral general y de los santuarios, nuestro estudio ha tenido
principalmente en cuenta las fuentes citadas.
Por otro lado, este escrito no quiere ser completo en el tema de bendiciones, pues sólo pretende
prestar un servicio práctico y pastoral a los Rectores y demás agentes de pastoral de nuestros santuarios.
2. Su actualidad
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Después del Concilio Vaticano II, hubo un momento algo iconoclasta respecto a muchos aspectos
de la piedad popular. Y también a las bendiciones les tocó su turno. Luego, en un segundo momento,
vino la reflexión serena y la valoración ponderada. Entre otros motivos iconoclastas, se aducía el valor
intrínseco de las cosas de este mundo.
Sin embargo, "las bendiciones pueden resultar también actos significativos, llenos de capacidad
evocadora de la fe y de la vida humana: signos de la presencia de Dios en todas las realidades de la vida,
signos de la victoria de Cristo sobre todo mal, signos también de la fe de la comunidad cristiana. Y serán
actos valiosos, a condición de que se entiendan así y se logren evitar visiones más o menos supersticiosas
del mundo o que inciten a pensar en la existencia de poderes religiosos capaces de lograr fácilmente
determinados efectos benefactores" (Phase 17,63).
II. QUÉ ES BENDECIR
1. Bendecir
En las raíces de las bendiciones nos encontramos con la etimología de "bene dicere" (bien-decir).
Es una expresión presente en la cultura latina y griega, con sus múltiples connotaciones.
Por eso, bendecir es, ante todo, "decir bien": decir buenas palabras, hablar bien de alguien,
exaltarlo, alabarlo, agradecer un bien recibido, manifestar gratitud y reconocimiento por las personas, las
cosas y los acontecimientos.
De esos significados arcaicos, trasvasados al lenguaje de la fe, podemos decir que bendecir es
"decir bien" de Dios o "decir bien" a Dios.
2. Desear el bien
Un segundo significado originario, que luego pasará al cristianismo, es augurar o desear cosas
buenas y favorables, saludar. Indica también invocar el favor del hombre y, preferentemente, de Dios
para el bien de los humanos.
También podemos precisar su significado desde la antropología o el habla corriente. En efecto, en
nuestra cultura todo el mundo está "bendiciendo" a cada paso, sin pretenderlo mayoritariamente, cuando
decimos: "Que te vaya bien", "que tengas un buen viaje", "que te salgan bien tus estudios", "que te vaya
bien en tu negocio".
Estas expresiones son unas bendiciones formuladas desde la orilla humana. Pues bien, todo eso,
dicho desde la orilla de la fe, es bendecir. Pero una mirada a la Biblia y a la práctica de la Iglesia nos
puede completar el significado de las bendiciones. En ellas encontraremos qué es bendecir.
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III. EN LA BIBLIA
1. Antigua Alianza
La lengua hebrea de la Antigua Alianza usará la raíz "barak", con sus derivaciones "berakâ"
(singular) y berakôth (plural), para indicar la bendición. Y tendrá dos significados: bendición que sube
(ascendente) y bendición que baja (descendente).
a) Bendición ascendente
El término hebreo "berakâ" tiene, ante todo, el significado de bendecir a Dios por parte de los
humanos (hombres y mujeres), que dicen bien de Dios o a Dios. En efecto, ante la bondad de un Dios que
bendice, el piadoso israelita se ve impulsado a manifestar su estado anímico a Dios y responder al amor
"benedicente" de Dios con otra bendición, la suya propia, de hombre.
Baste abrir el libro de los salmos para encontrarnos con este género de bendiciones. Pero la mejor
pieza ascendente de bendiciones la encontramos en el libro de Daniel (Dn 3, 26-27. 52-90). Es un gesto
desbordante de alabanza a Dios, con sus resonancias de alabar, ensalzar, engrandecer a un Dios creador,
benigno, misericordioso, justo, "digno de toda bendición", como diría Francisco de Asís.
Se bendice a Dios en toda ocasión. Pero, sobre todo, en algunas circunstancias especiales, como
son las comidas; pues "bendecir a Dios es glorificarle en todas y por todas sus obras; es agradecerle y
darle gloria, mediante la propia vida, sea con el culto, sea con la oración personal, sea en la familia. Y
todo ello se convierte así en una actitud constante: lo que cambia son las ocasiones y las circunstancias
que provocan tal alabanza" (NDL).
b) Bendición descendente
Es la bendición que baja, desciende, de Dios. La iniciativa de bendecirnos puede venir
directamente de Dios o también puede ser pedida por el hombre.
> Dios bendice
Primero será Dios mismo quien bendice. Él aparece desde el principio como el gran depositario y
dispensador de toda bendición, de todo bien. Él es el que mira con amor ("ilumina su rostro") y colma de
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bienes a los humanos.
En la creación, el mundo material recibe la primera bendición repetitiva con una fórmula especial:
"Vio Dios que todo era muy bueno" (Gn 1,31). La creación salió "bendecida", amada, bien hecha. Al
crear a los humanos, aparece la primera fórmula bendicional "alargada": "Los bendijo, diciéndoles:
'Crezcan y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen sobre los peces del mar, las aves del
cielo y todos los animales que se mueven por la tierra'". Luego "les entregó las plantas de la tierra" (Gn
1,28-31). Es la primera fórmula bendicional de la Biblia.
Con Noé se repite la bendición divina con la misma dinámica, añadiendo la alianza con los
humanos, extensiva a los animales y a la creación material (Gn 9, 1-17). Las bendiciones se irán
repitiendo en los patriarcas, en Moisés, con todos los que guardan su alianza, con "aquel que tiene manos
inocentes y puro corazón" (Sal 24 [23], 4-5).
> El hombre bendice pidiendo que Dios bendiga
Junto a Dios, aparecerán los hombres pidiendo la bendición de Dios. Y por concomitancia, a esta
bendición se le llamará también la bendición de una persona a otra persona o a otras personas (Gn 27,41).
Como bendiciones típicas de este género, tenemos las de Isaac a Jacob (Gn 48, 15-16), y la de Jacob a
José (Gn 49,25-26).
En un principio, todos están autorizados para impartir bendiciones: patriarcas, reyes, sacerdotes.
Pero, poco a poco las bendiciones se van centrando en los lugares del culto y en los descendientes de la
tribu sacerdotal de Leví. El pueblo responde "Amén" ("Así es"). El ejemplo mejor, que ahora ha pasado a
nuestros misales, es la bendición de Aarón (Num 6, 23-27).
En la bendición sacerdotal distinguimos la palabra y el gesto. Palabra que se pronuncia con fuerte
carga divina y el gesto de imponer las manos, que quiere comunicar o transmitir lo que se desea.
2. Nueva Alianza
a) Bendecir a Dios
La Nueva Alianza asume la línea bendicional de la Antigua. Bendecir a Dios es loarlo por todo
cuanto acontece, sobre todo por su misericordia y su bondad.
Los primeros cristianos, de la Nueva Alianza, usan la traducción griega de la antigua Biblia,
llamada de los "Setenta". Y asumen tres palabras griegas para traducir "berakâ": "euloguein" (loar,
ensalzar, glorificar); "exomologuein" (proclamar las obras de Dios, ensalzar en sumo grado, alabar, confesar/
reconocer, dar gracias); "eujaristein" (agradecimiento a Dios, como actitud básica y constante de la
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vida cristiana).
b) Jesús bendice
Como todo israelita, Jesús "bendice" a Dios y a algunas personas, como los niños, los enfermos,
los discípulos, con el gesto de imponer o elevar las manos (Mc 10,16; Lc 24, 51).
"Al despedirse, el Señor comunica a su comunidad la fuerza de su bendición, en virtud de la cual
queda él unido a la comunidad misma. El contenido de la bendición es la presencia del Señor ensalzado
por su comunidad" (NDL 217).
Jesús también bendice, da gracias, a su Padre, a Abbá (Jn 11,41; Lc 10,21). Como lo hacía el
padre de familia, Jesús toma el pan y bendice (alaba y da gracias), lo parte y lo distribuye en las dos multiplicaciones
de los panes y, sobre todo, en la cena pascual.
Aquí aparece perfectamente la doble bendición: la descendente de Dios, que da alimento, y la
ascendente del hombre, que da gracias a Dios por el don del alimento recibido. De ahí que la palabra
"eucaristía" (eujaristía) haya pasado al lenguaje cristiano como la bendición más querida, hasta igualarla
con la bendición recibida en el Cristo,
que se nos da. En efecto, el "Tomen, esto es mi cuerpo, que se entrega" es un aramaísmo para decir: "Esto
soy yo dado a ustedes".
c) El nuevo Israel bendice
> Zacarías y Simeón bendicen (Lc 1,68s).
> María, la "bendita", bendice. Bendecida, como Abraham, por su fecundidad. Ella es la
"bendita" que bendice.
> Los discípulos "estaban continuamente en el templo bendiciendo a Dios" (Lc 24,53). Y a ellos
Cristo ordena que bendigan a los que los maldicen" (Lc 6,28), para así recibir la bendición de Dios (1 Pe
3,9). > Pablo bendice en sus cartas: "Bendito sea Dios, que nos bendijo en Cristo con toda suerte de
bendiciones espirituales" (Ef 1,3-4; ver Rm 1,25; 2 Cor 1,3; Ef 1,3).
IV. EN LA IGLESIA
1. Evolución y transformación
Partiendo de la práctica de Jesús y de sus primeros seguidores, observamos una evolución, que,
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en concreto, va a terminar en una verdadera transformación bendicional. Inicialmente hay una
exuberancia de bendiciones ascendentes.
En cuanto se refiere a las bendiciones descendentes, con que Dios bendice a los humanos y las
realidades creadas, va tomando un papel importante la comunidad eclesial, que pide esa bendición
descendente sobre las personas (1 Cor 4,12; Rom 12,14).
Dando un paso más, cuando la Iglesia bendice a alguien o a algo, lo hace en nombre de Dios, el
único que puede bendecir, es decir, insertar en el flujo de la propia vida. Esta praxis ha tenido, a lo largo
de los siglos, un extraordinario desarrollo en la vida de la Iglesia. Tanto es así, que el término "bendición"
aparece con el casi exclusivo sentido de "acción realizada por el hombre, a quien la Iglesia ha conferido
un poder divino, con el fin de invocar, mediante la oración, el favor divino sobre personas y cosas" (NDL
219).
2. División
Righetti, autor italiano especialista en la materia, escribe: "La bendición, en sentido litúrgico, es el
rito realizado por un ministro sagrado y por el que se invoca a Dios, para que derrame su favor sobre
alguna persona o cosa, la cual adquiere por esto una especie de carácter sagrado, o bien se pide un
beneficio material o espiritual" (NDL). Según ese principio tenemos dos clases de bendiciones:
a) Bendiciones constitutivas
Se llaman también "consacrativas”, porque dan a la persona o al objeto un carácter sagrado que
los arranca de todo uso puramente común (consagración de las vírgenes, bendición de los vasos sagrados
o de una iglesia, etc.). Su eficacia queda siempre asegurada por la oración de la Iglesia.
b) Bendiciones invocativas
Éstas no cambian de naturaleza o finalidad de un objeto (pan, persona), sino que piden solamente
un particular bien espiritual o temporal. Ordinariamente, el efecto temporal o espiritual que se sigue de la
bendición, depende de las disposiciones del sujeto y de la oración de la Iglesia. Ella introduce, cada vez
más, la vida del hombre y de la mujer en el misterio de Cristo, recordando la afirmación de Pablo: "Todo
es para ustedes: el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es de ustedes, ustedes de Cristo y
Cristo de Dios" (1 Cor 3,21-23). "Den gracias a Dios continuamente por todas las cosas en nombre de
nuestro Señor Jesucristo" (Ef 5,20; ver Col 3,17).
3. Lista de bendiciones
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En los libros litúrgicos encontramos "una amplísima gama de bendiciones que, principalmente en
el medievo, alcanzaron su mayor desarrollo. La vida cristiana en su conjunto aparece impregnada de
bendiciones, cuyo uso, iniciado en los monasterios, se había de propagar después entre todas las clases
sociales" (NDL 220).
a) De personas: Bendiciones de obispos, presbíteros, abades, abadesas, penitentes, catecúmenos,
enfermos, etc.
b) De objetos de culto divino: basílicas, altares, cálices, patenas, baptisterios, fuentes, óleos,
ceras, agua, sal, cruz, incienso, etc.
c) Elementos que ayudan a la vida humana: semillas, mieses, lluvia, primicias, animales, casa,
pozo, vestido, etc.
4. Otra lista
Un autor prestigioso de temas litúrgicos nos da esta larga lista:
a) Elementos y frutos: agua bendita, sal, pan, vino, aceite, frutos del campo y las hierbas (como
achicoria, ruda, hierbas medicinales, etc.).
b) Bendiciones en días especiales: día de la Epifanía (oro, incienso, mira, piedras preciosas); día
2 de febrero (candelas); día de san Blas, 3 de febrero (velas, cordones para la garganta); bendiciones de
cuaresma y tiempo pascual (ceniza, palmas, fuego, cirio pascual, "agnus Dei", alimentos el día de
pascua).
c) Bendiciones "domésticas": casa, granja, oficios, fuentes nuevas o contaminadas, recipientes,
objetos para los oficios de trabajo; bendiciones conventuales.
d) Bendiciones del campo: fenómenos de la naturaleza (lluvia y sequía, temporales y demonios);
para tener buen tiempo o evitar el malo; animales como ayuda, protección, defensa, etc.
e) Bendiciones "familiares": matrimonio, madre y niño (matrimonio y fertilidad; antes, durante
y después del parto; en la niñez y la juventud; en la escuela, etc.).
f) Bendiciones ante el peligro: viajes, peregrinaciones, batallas, juicios de Dios, ordalías,
enfermedades (fiebres, mal de ojo); posesiones diabólicas.
V. SU TEOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA
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1. Dios es bendición
En la realidad de los santuarios, sin quitar lo mínimo de importancia a la "bendición ascendente",
los peregrinos buscan las bendiciones descendentes. Por eso, aquí vamos a referirnos preferentemente a
estas últimas. El peregrino busca la bendición de Dios. Y aquí hace falta mucha catequesis. Nosotros
tenemos que decirles que esa bendición divina viene, a través de Cristo y de la Iglesia, sobre las personas
y las cosas.
En efecto, el Dios que creó el universo y a los humanos, lo primero que hace es bendecirlos. A
todos los hizo "bonitos". Juan de la Cruz cantaría así esa bendición creacional: "Mil gracias derramando, /
pasó por estos sotos con presura. / Y, yéndolos mirando, / con sola su figura / vestidos los dejó de
hermosura".
Y Dios continuará bendiciendo a Abraham y al pueblo nacido de él. Aquí la bendición de Dios es
invitación, es liberación, cercanía diaria, compañero de viaje.
2. Jesús es bendición
Cristo es la mejor bendición. Y Cristo provoca en nosotros la mejor bendición a Dios: "Todas las
promesas hechas por Dios han tenido su sí en él, y por eso decimos por él "amén" ["así es"] a la gloria de
Dios (2 Cor 1,20). Amén es "sí" y "gloria"; es amor declarado. "Los que viven de la fe son bendecidos
con Abraham el creyente" (Gal 3,9), "con la plenitud de las bendiciones de Cristo" (Rom 15,29).
Jesús bendice a los niños, bendice el pan, bendice a los suyos antes de subir a los cielos (Lc
24,50-51). Y, por medio del Espíritu Santo, esa bendición de Jesús pasa en plenitud a los suyos, a la
Iglesia: "Bendito sea Dios, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos,
en Cristo" (Ef 1,3).
3. El Espíritu Santo es bendición
Muy bien se pueden colocar en esa clave bendicional bastantes textos del Nuevo
Testamento. Son realmente bendiciones del Espíritu Santo. He aquí unos ejemplos:
> "Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el
Espíritu Santo los movía a expresarse" (Hch 2,4).
> "El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad... Y es el mismo Espíritu que intercede por
nosotros con gemidos que no se pueden expresar" (Rom 8,26).
> Todos los carismas que aparecen en la Iglesia son bendiciones que da "el mismo y único
Espíritu, que reparte a cada uno sus dones como él quiere" (1 Cor 12,11).
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4. La Iglesia es bendición
La Iglesia bendice, es bendición. Ella recuerda que en el antiguo Israel bendecían los personajes
dirigentes; y que el mismo Israel, a su vez, era la bendición de los pueblos del mundo (Gn 22,18). Y por
eso los seguidores de Cristo se saben portadores y benefactores de la humanidad, sus bendecidores (Mt
10, 12; Lc 10,5).
De ese modo la Iglesia participa en la tarea salvadora, benefactora y bendecidora de Dios y de
Jesús, que pasó bendiciendo y bienhaciendo (Hch 10,38) a las personas, y poniendo las cosas a su
servicio, por ejemplo, al multiplicar los panes, al sanar, al consolar a los tristes, al resucitar a los muertos.
Las bendiciones de Jesús son bendiciones de la Iglesia.
Y la Iglesia bendice también las cosas. Y ese bendecir es siempre un pedir a Dios que realice su
plan de salvación, su proyecto o "logos" para toda la creación, también a través de los elementos que
están al servicio de los humanos. Las cosas, el cosmos, en boca de Juan de la Cruz, están a nuestro
servicio; son como el "palacio de la esposa, / hecho en gran sabiduría, / de admirable pedrería, / porque
conozca la esposa / el Esposo que tenía" (Romance 4). Con la bendición del mundo cósmico y ecológico,
empalmamos de nuevo a toda la creación con Dios, proclamamos, de nuevo y hasta continuamente, que
son "muy buenas" y "para nosotros" ahora y aquí (Gn 1, 29-31). Dios bendice a los humanos y a su
mundo circundante.
La Iglesia, al impartir bendiciones descendentes sobre las cosas, en el fondo tiene una visión
optimista de la creación, y sabe que toda ella está al servicio de los humanos, porque "Dios en todas las
cosas interviene para bien de los que le aman" (Rom 8,28).
Sin menoscabar, pues, la autonomía de las cosas, con la bendición que damos, invocando su
beneplácito, relacionamos continuamente todos los seres (animados e inanimados) con Dios; recordamos
el "territorio divino" donde están insertados todos ellos desde el principio o los imaginamos en su eterno
girar en la órbita de Dios.
4. A nuestro modo
"Los hombres no sólo expresamos nuestros buenos o malos deseos (ben-diciones y mal-diciones)
con palabras. Empleamos instintivamente los gestos y los símbolos. Nos expresamos con acciones
visuales, con el lenguaje de nuestra corporeidad" (Phase 17, 14).
Así también ocurre en las bendiciones. Los sacramentos y los sacramentales (donde se insertan
las bendiciones) son un encuentro con Dios mediante los signos, las palabras y los gestos. Por eso,
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podemos decir que las bendiciones no son otra cosa que oraciones "significativas", es decir, dosificadas
con signos y símbolos, con palabras y gestos.
Por nuestra oración "significada", Dios bendice de nuevo las cosas de nuestro uso o para nuestro
servicio, hace una fiesta alegre, recordando, una y otra vez, que nosotros y nuestro mundo salió “muy
bueno” de sus manos, para nuestro bien. "Siempre son las personas las últimas destinatarias de la
bendición, para que entren, junto con los demás elementos de su vida, en la dirección querida por Dios"
(Phase 17, 16).
En las bendiciones (como en todo sacramento y sacramental), los humanos hemos echado mano
de signos sensibles, que "significan” y, cada uno a su modo, realizan la santificación y el provecho de los
hombres, junto con la glorificación (culto) de Dios. De ese modo se visibiliza la presencia benefactora de
Dios en todas las realidades del mundo, así como la mediación de la Iglesia en la santificación de los
humanos.
No nos basta leer y decir: "Vio que todas eran buenas". Necesitamos de nuevo contemplar las
cosas, como Dios, con ojos de admiración y amor, en nuestro mundo y a nuestro modo: verlas salir de su
mano y de su corazón, siete veces bendecidas, buenas, agradables, amadas y amables, puestas a nuestro
servicio.
Cada bendición nos tiene que hacer vibrar en lirismo amoroso y cantar con Juan de la Cruz: "Mi
amado: las montañas, / los valles solitarios nemorosos, / las ínsulas extrañas, / los ríos sonorosos / y el
silbo de los aires amorosos".
5. Su importancia
Las bendiciones no son ciertamente lo más importante de la vida cristiana, pero tampoco se
pueden despreciar. Tienen su fuerza pedagógica y profética: nos conducen a una visión cercana de Dios
y a una concepción más unitaria de lo creado en el plan salvífico de Dios. Es verdad que hay que superar
las tentaciones de una religiosidad demasiado utilitaria y hasta supersticiosa.
Pero nadie niega su valor vivencial, formativo, catequético y evangelizador. Aquí, todo el proceso
bendicional puede hacer fácilmente comprensible que Dios es la fuente de todo bien y que no podemos
realizar nuestros deseos con solas nuestras fuerzas.
Tal vez estamos asistiendo a un fenómenos sociológico "significativo": en lugares donde lo
bendicional, tal vez, se va apagado, su necesidad se ha evidenciado en gestos de sustitución. Baste
recordar el "bautizo" de los barcos con una botella de champán o el corte de una bandera o cinta
simbólica para inaugurar bastantes cosas o acontecimientos.
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VI. CÓMO BENDECIR
1. Consignas conciliares
El Bendicional comienza recordando las pistas que el Concilio Vaticano II marcó, para hacer de
las bendiciones una vivencia, alejándose de toda especie de magia: "Revísense los sacramentales [léase,
bendiciones], teniendo en cuenta la norma fundamental de la participación consciente, activa y fácil de
los fieles, y atendiendo a las necesidades de nuestros tiempos" (SC 79).
A la hora de llevar a cabo esas consignas, el Bendicional ha potenciado los siguientes criterios:
a) La participación activa y consciente de los fieles: Son más importantes las personas y su actitud
de fe que los objetos y los lugares que se bendicen.
b) El tono celebrativo: Evitando toda fórmula aislada de un contexto de fe. Se trata de una especie
de "celebración de la Palabra" o una paraliturgia, con asistencia de personas, en clima de fe y oración,
realzando el papel de Dios y de la Iglesia.
c) Prioridad de la Palabra de Dios: Hay que evitar todo automatismo o peligro de olor mágico en
torno a un gesto (cruz) o una palabra humana. La bendición es un encuentro dialogal entre Dios y los
humanos.
d) Importancia de las personas: Son ellas las que entran en una doble dirección: un Dios que
bendice al ser humano (junto con su mundo material), y el ser humano que, dentro de su mundo
cósmico, bendice a Dios y entra en su órbita.
e) El papel de los laicos. Quedan algunas "bendiciones reservadas", pero no por criterios de
clérigos y laicos, sino por criterios de "territorio": diocesano, parroquial (donde actúa el obispo o el
párroco), familiar y otros afines (donde un laico puede realizar la bendición, como miembro del pueblo
sacerdotal de Cristo).
2. Bendecir evangelizando
En el número 19 del Bendicional se habla de la "importancia de las bendiciones", su "significado
y eficacia", el "verdadero significado de los ritos y preces que emplea la Iglesia en las bendiciones". Entre
los medios se cuentan: la misma celebración, la catequesis y la predicación.
Pero hay que añadir otro aspecto importantísimo: la dimensión evangelizadora de las bendiciones.
Es algo que recordaron con fuerza los documentos de Medellín y de Puebla a propósito de las
celebraciones litúrgicas. Esta dimensión y eficacia evangelizadora se realiza por la Palabra proclamada, la
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oración de la Iglesia, los signos y los gestos que acompañan a la bendición. El signo de la cruz es el más
importante de cara a la evangelización, por su referencia al Misterio Pascual, pero debe ir siempre
acompañado de la palabra, "para hacer más activa la participación y evitar el peligro de superstición"
(Bendicional 27).
3. Bendecir en comunidad
Las "orientaciones" del Bendicional quieren asegurar la eficacia de las bendiciones. Por eso piden
moverse en criterios de la pastoral, sopesar las circunstancias de las cosas y los asistentes, prestar
atención a la recta disposición de ánimo de los que las piden. Para eso se prefieren las bendiciones en
plan celebrativo de la Palabra, algo diferente de una bendición breve, rápida y particular.
De ese modo se pasa a otro criterio importante, que es la participación de los fieles. Por eso se ha
de preferir la celebración comunitaria de las bendiciones a la individual. Y, en las individuales o
particulares, se ha de asegurar la presencia de algún fiel.
Conviene que en la celebración de las bendiciones actúen varias personas con papeles y
ministerios diferentes (diácono, lector, salmista, coro). Se indica también la conveniencia y la posibilidad
de unir las bendiciones con otra celebración, favoreciendo todo cuanto pueda aprovechar para una
participación bendicional consciente, activa y adecuada de los asistentes.
4. Bendecir con la Palabra y el gesto
La lectura de la Palabra de Dios y la oración de la Iglesia nunca se han de omitir. Y pueden
mejorar mucho si se tiene en cuenta el tiempo litúrgico. Aquí se puede hablar de elementos principales,
que serían: la proclamación de la Palabra, la inserción de salmos o cánticos, y la plegaria común. Los
otros elementos son considerados como menos importantes: las moniciones, la exhortación, la homilía.
Respecto a los gestos posibles, las citadas "orientaciones" mencionan expresamente cinco: las
manos alzadas y abiertas para orar, la imposición de manos, el signo de la cruz, la aspersión con el agua
bendita y la incensación. También las vestiduras pueden considerarse como signos, según el rango del
ministro y las disposiciones pertinentes.
5. Esquemas bendicionales
a) Esquema normal
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- Lectura bíblica
- Plegarias
- Padrenuestro (y/o Avemaría)
- Oración final
b) Esquema ampliado
- Señal de la cruz
- Canto
- Lectura bíblica
- Comentario u homilía
- Plegarias con respuesta; mejor, si es cantada.
- Padrenuestro (y/o avemaría)
- Oración final
- Canto final
c) Esquema breve
- Lectura bíblica
- Padrenuestro
- Oración bendicional
VII. QUIÉN BENDICE
El ministerio de la bendición está unido a un peculiar ejercicio del sacerdocio de Cristo, "por
medio del hombre, aunque no desde el hombre" (Bendicional). Por eso, según el lugar y el oficio propio
de cada cual en el pueblo de Dios, los creyentes en Cristo ejercen ese sacerdocio en las bendiciones del
modo siguiente:
1. El obispo
Compete al obispo principalmente presidir aquellas celebraciones que atañen a toda la comunidad
diocesana y se hacen con particular solemnidad y gran concurrencia del pueblo. Por eso, el obispo puede
reservarse algunas celebraciones, principalmente cuando se realizan de forma más solemne.
2. Los presbíteros
Compete a los presbíteros, como requiere la naturaleza de su servicio al pueblo de Dios, presidir
las bendiciones, sobre todo aquellas que se refieren a la comunidad, a cuyo servicio están destinados. Por
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tanto, pueden celebrar todas las bendiciones contenidas en el Bendicional, con tal de que no esté presente
un obispo que las presida.
3. Los diáconos
Compete a los diáconos, en cuanto que prestan su ayuda al obispo y a su presbiterio en calidad de
ministros de la Palabra, de la eucaristía y de la caridad, presidir algunas celebraciones bendicionales,
como se indica en su lugar correspondiente. Pero cuando esté presente algún sacerdote (obispo o
presbítero), es mejor que se le ceda a él la presidencia, y que el diácono le sirva en la acción litúrgica,
ejerciendo sus funciones propias de diaconía (servicio).
4. Los laicos
También los laicos, hombres y mujeres, por su sacerdocio común del pueblo de Dios que
recibieron en el bautismo, pueden realizar algunas bendiciones. Esto vale, sobre todo, para personas
laicas que tienen un cargo propio (padres de familia), o un ministerio recibido (lector, acólito, ministro
extraordinario de comunión), o una función especial que desempeñan en la Iglesia (religiosos,
catequistas), o han sido comisionados para el caso.
Con miras a los efectos prácticos, presentamos aquí dos listas de bendiciones que pueden impartir
los laicos, de acuerdo con dos libros arriba señalados:
a) El Bendicional
Bendición de las familias y sus miembros.
Bendición de los esposos.
Bendición de los niños.
Bendición de los hijos.
Bendición de los prometidos.
Bendición de la mujer antes y después del parto.
Bendición de los ancianos que no salen de casa.
Bendición de los enfermos.
Bendición de los que van a emprender un viaje.
Bendición de una nueva casa.
Bendición de todo lo relacionado con los desplazamientos humanos.
Bendición de algunos instrumentos técnicos.
Bendición de algunos instrumentos de trabajo.
Bendición de los animales.
Bendición de campos, tierras de cultivo y de pasto.
Bendición de los términos de una población.
Bendiciòn en la presentación de los nuevos frutos.
Bendición de la mesa.
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Bendición de la bandera.
Bendición en la acción de gracias por los beneficios recibidos.
Bendición para diversas ocasiones.
b) Bendiciones de CPL
Bendición de la madre antes del parto.
Bendición de un recién nacido.
Bendición de un enfermo.
Bendición de una vivienda.
Bendición de las dependencias parroquiales u organismos de la iglesia.
Bendición de cruces, imágenes, via crucis, rosario.
Bendición de edificios de servicios públicos.
Bendición de un hospital o instalaciones sanitarias o de ambulancias.
Bendición de una escuela y de una biblioteca.
Bendición de una guardería.
Bendición de un local para actividades juveniles, colonias y deportes.
Bendición de una residencia o local para ancianos.
Bendición de tiendas, talleres, oficinas.
Bendición de un campo.
Bendición de máquinas y herramientas.
Bendición de un auto u otros vehículos.
Bendición de animales.
Bendición de todo tipo de cosas.
VIII. QUÉ SE BENDICE
Se bendice todo y por todo. Nuestra bendición sube y baja. Sube a Dios y baja de Dios, como en
la visión de los ángeles de la escalera de Jacob (Cf Gn 28, 12-15). Sin embargo, podemos hablar de
bendiciones especificadas y bendiciones posibles.
1. Bendiciones especificadas
Para efectos prácticos, hemos señalado arriba las bendiciones que pueden impartir los laicos,
según el Bendicional y según la publicación "Bendiciones" de CPL.
Pero en el Bendicional encontramos, además, una larga lista de capítulos de posibles bendiciones,
que pueden impartir los sacerdotes (obispos y presbíteros) y los diáconos. Con su lectura podemos
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hacernos una idea de la amplitud numérica de las bendiciones especificadas.
2. Bendiciones posibles
El número de bendiciones puede ser, prácticamente, innumerable, si echamos a andar la
imaginación ante todo lo creado e increado: Dios, las personas, su situaciones, su mundo circundante, el
cosmos.
a) Bendiciones descendentes
Resumiendo todo lo dicho y todo lo imaginable, se puede bendecir el inmenso campo de las
personas y sus infinitas situaciones vitales, ambientales, sociales, laborales, ocasionales. Se puede
bendecir el innumerable mundo de la vida vegetal y animal. Se pueden bendecir la innumerable gama de
objetos y sus variedades cósmicas y terrestres.
b) Bendiciones ascendentes
Se puede bendecir a Dios por la creación, con su maravillosa y admirable programación, con su
nacer, florecer y terminar. Se puede bendecir a Dios por el asombroso ingenio dado a los humanos y por
las obras que el hombre produce en todos los ramos del saber y del pensar. Se puede bendecir a Dios por
el devenir de las estaciones, por la psicología de los vivientes, a todos sus niveles, y por su bondad. Los
humanos podemos pedir bendiciones de Dios por la convivencia humana, por nuestros problemas, gozos
y tristezas.
3. Bendiciones imposibles
No hay que olvidar que se bendice sólo lo que va en bien de los humanos o en alabanza de Dios.
De ese principio se deduce una lógica excepción en la celebración o impartición de las bendiciones:
Nada de lo que puede dañar a los humanos es bendecible. Ni por nada de lo que los puede dañar
podemos bendecir a Dios. Por ejemplo, una guerra, unas armas, un negocio sucio, un lugar dañino, unas
muertes violentas, una venganza.
También conviene añadir a esta lista la imposibilidad o la no conveniencia de bendecir cosas o
situaciones rayanas en la magia, como sería el bendecir un boleto de lotería y cosas semejantes. Las bendiciones
suponen un ámbito de fe, no de superstición.
Por eso, conviene recordar a los destinatarios, que las bendiciones no pueden garantizar la incuria
ni hacer inmunes a nadie ni a nada, sin la colaboración humana. Recuérdese, por ejemplo, que la
bendición de los vehículos no puede subsanar los efectos negativos del alcohol o las imprudencias en su
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conducción.
Tampoco estaría de más aquí pensar en la ampliación del campo dañino no bendecible. Porque
podemos preguntarnos, por ejemplo, si estaría bien o mal el hecho de bendecir elementos perjudiciales
para los animales. Pero creo que sería mejor no meter las bendiciones en este terreno, pues no nos
imaginamos a un científico bendiciendo la experimentación de "conejocidas" para Australia, donde los
conejos son una plaga.
4. Conclusión
De este modo la gama de las bendiciones ascendentes y descendentes no termina. Esa es la
bendición que nos da Dios, abundante, como "las arenas del mar y las estrellas del cielo" (Gn 22, 17-18).
Pero también quienes piden las bendiciones pueden ser innumerables. En efecto, luego de
celebrar unas bendiciones comunitarias con los criterios arriba indicados, los peregrinos de nuestros
santuarios pueden seguir pidiéndonos bendiciones particulares.
¿Qué hacer? Hacerse de paciencia infinita, alejar toda prisa, acordarse de Jesús y los suyos, "que
no tenían ni tiempo para comer" (Mc 6,31). Todo, menos maltratarlos. Y tener en cuenta la consigna del
turismo: Un turista bien tratado, trae tres más; un turista mal tratado espanta tres más.
Luego, aunque sea sobre la marcha, tratar de hacer el gesto bendicional (cruz o imposición de
manos), con una oración de contenido bíblico, despacio, con claridad evangelizadora. Por ejemplo:
"Alaben al Señor, todas las naciones; aclámenlo, todos los pueblos. Y la bendición de Dios todopoderoso
Padre, Hijo y Espíritu Santa descienda sobre ...... y permanezca siempre. Amén".
Y, después de tanta bendición breve de emergencia, no estará mal dársela uno mismo,
santiguándose: "La paciencia de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre mí y
me acompañe siempre".
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