Obispo de Gubbio
Etimológicamente significa “lobo glorioso”. Viene de
la lengua alemana.
Algo sumamente importante para el creyente es tomar
conciencia de que la vida que lleva, la lleva en
vasos de barro, en los que va mezclada la gracia
divina.
Con esta realidad, más que hundirse y deprimirse, el creyente
sale a flote en la aventura a la que Dios
le llama.
Este joven nació en Gubbio en el año 1034
y murió en 1064. Una vida corta,30 años, vividos con
profunfidad de alma y de entrega a las cosas de
Dios.
Estuvo cinco años de obispo. A los 25 asistió
al Concilio Romano, celebrado el año 1059.
Tenemos la suerte de
saber su biografía gracias a su maestro san Pedro Damián,
una de las cinco personalidades más influyentes en el siglo
XI.
Fue el guía de los ermitaños de Fonte Avellana.
Aquí
estuvo Rodolfo con su hermano mayor Pedro.
De estos ermitaños vino
el “rinnovamento”.
Rodolfo llegó a ser obispo de Gubbio.
Hizo grandes obras y tenía en mente otras, pero murió
muy joven.
Todo lo que él no pudo hacer, lo
llevaría a cabo Juan de Lodi.
Pedro Damián le comunicó la
noticia de su muerte al Papa Alejandro II. Era una
carta en la que contaba al Pontífice la vida de
este joven.
Alababa su penitencia, su oración y celo pastoral.
Le
tenía gran estima por su cultura teológica.
El culto a san
Rodolfo fue grande una vez que todo el mundo se
enteró de cómo era y había muerto. Su cuerpo fue
enterrado en la catedral de Gubbio, pero, por desgracia, no
ha quedado ni rastro después de los trabajos del 1670.
¡Felicidades
a quien lleve este nombre!
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