martes, 16 de octubre de 2012

Mandamientos de la Ley de Dios

La Ley , una guía en nuestro camino
La Ley eterna, la Ley natural, la Ley Revelada y las Leyes Civiles en nuestra vida.
 
La Ley ,  una guía en nuestro camino
La Ley , una guía en nuestro camino

Vivimos en una época de grandes avances científicos y tecnológicos: la radio, el teléfono, la televisión, los aviones, etc. Todos estos avances que ha realizado el hombre los ha tenido que realizar respetando ciertas leyes que están inscritas en la naturaleza y por ello, alcanzaron el éxito.

El hombre, cuando respeta la naturaleza propia del ser humano, alcanza la felicidad y la plenitud. Cuando va en contra de su naturaleza, cae en el vacío. Su vida pierde sentido, como le sucede, por ejemplo, a una persona adicta a las drogas.

Pero, la pregunta es: ¿con respecto a qué? ¿Cuál es la norma o el criterio para saber si algo es bueno o malo?

La respuesta es el bien moral, que regula y mide los actos humanos en orden a su fin último. El bien moral es lo que mejora a toda la persona y no solo a una de sus partes, por ello es diferente al valor que sólo mejora alguna parte de la persona. Es el bien que está por encima de todos los demás bienes.

El bien moral" es el que le da valor a todos los actos del hombre.

La ley moral nos guía para conseguir el bien moral que abarca a todo el hombre, que hace que éste actúe de acuerdo a su dignidad y sea un reflejo de la bondad de Dios.


La Ley
Existen diferentes tipos de leyes:
  • La ley Moral
    Es una llamada divina a participar en la misma vida de Dios, un mandato que Dios da para indicar el camino que se debe seguir para alcanzar la vida eterna. Es una orientación para la propia libertad.

    La ley moral con principios generales y normas particulares, es percibida por la conciencia, aparece en la Sagrada Escritura o por medio de los hombres.


  • La Ley Eterna
    Cuando Dios creó el universo, le dio unas leyes concretas que garantizaban su perfecto funcionamiento y para que se cumpla su propio fin. Por eso, Santo Tomás define la ley divina como “el plan de la divina sabiduría que dirige todas las acciones y movimientos de las criaturas en orden del bien común de todo el universo”.

    Todo lo creado ha sido orientado hacia el hombre, que es el único ser libre que convive con todo lo creado, a pesar de ser criatura también. Al hombre, que por su libertad es el único ser que rompe la ley eterna, Dios le ha dado una ley de comportamiento, misma que se encuentra grabada en su corazón: la ley moral natural.


    La ley moral es eterna porque es anterior a la creación; es ley porque es una ordenación normativa que hace la inteligencia divina para el recto ser y obrar de todo lo que existe.
    Es inmutable y es universal porque es para siempre y abarca a todos los seres creados según su naturaleza.

  • La Ley Natural
    La ley natural es la ley eterna en lo que se refiere al hombre. Ley para orientar su libertad hacia su realización perfecta como seres espirituales. Se llama natural porque se refiere a la misma naturaleza del hombre. Es un designino amoroso de Dios.

    Existen ciertas leyes y normas que rigen el Universo. Son leyes que no han sido fabricadas por el hombre, sino que están inscritas en la naturaleza. Son tan “naturales” como la ley de gravedad, por medio de la cual sabemos que siempre que soltamos un objeto, éste caerá al suelo. Nosotros, sin necesidad de estudiar nada, sabemos que los objetos se caen, que el agua moja, que el fuego quema.

    Gracias a nuestra libertad, podemos elegir bañarnos o no bañarnos, pero si nos metemos a un chorro de agua, no podemos elegir mojarnos o no mojarnos, como tampoco podemos evitar caernos si sacamos todo nuestro cuerpo por la ventana desde el tercer piso de un edificio. No podemos evitar que la Tierra se mueva alrededor del sol, ni que cada día dure 24 horas. Estas leyes que rigen el universo son inmutables y universales y no queda más remedio que aceptarlas y adecuar nuestro comportamiento a ellas.

    De la misma manera en que hemos descubierto estas leyes que rigen el Universo sin que nadie tuviera que explicarnos el por qué son así, también podemos descubrir dentro de nosotros otras leyes que están ya inscritas dentro de nuestra naturaleza de hombre, compuesto de alma y cuerpo.

    Pensemos en nuestro cuerpo: si no comemos, nos da hambre; si no dormimos, sentimos sueño; si hacemos ejercicio nos da sed. Respiramos y nuestros pulmones purifican la sangre que el corazón bombea a todo nuestro cuerpo sin que podamos hacer nada para impedirlo. Son leyes que no podemos cambiar sin poner en serio peligro nuestra vida.

    En nuestra alma también encontramos una ley que nosotros no hemos escrito y que tampoco podemos cambiar sin hacernos daño. Esta ley nos dicta hacer siempre el bien y evitar el mal. La conocemos desde siempre. Nadie nos la tuvo que decir o explicar pues ya estaba dentro de nosotros.

    Esta Ley natural también es universal e inmutable, como la ley de la gravedad, es decir, es aplicable a todos los hombres y no cambia con el paso del tiempo.

    Dentro de esta Ley natural están todos los preceptos universalmente válidos, como el “no matarás”, “respeta a los otros y a sus bienes”, “defiende la verdad”, “lucha por la justicia”, etc.

    Toda ley está enfocada a buscar un bien, y así como la ley de la gravedad conserva el equilibrio en el universo, así también la Ley moral natural está encaminada a que todo lo que hay dentro de nosotros funcione correctamente y no se rompa el equilibrio planeado por Dios desde el principio.
  • La Ley Divina Revelada
    Parece increíble, pero Dios sabía que no era suficiente el habernos dado la luz de nuestra conciencia y la ley natural.

    Dios sabía que el hombre, al hacer uso de su libertad, iba a intentar violar aún estas leyes universales e inmutables, con el riesgo de hacerse un daño irreparable.

    Por esto, Él mismo se comunica con el hombre y le transmite “instructivos” exactos y precisos que debe respetar para llegar a su fin último, a encontrar el “tesoro escondido” que es la felicidad plena y eterna junto a Él.

    Este instructivo lo conocemos con el nombre de Ley Divina Revelada y está plasmado en la Sagrada Escritura. Dentro de ella están los Diez Mandamientos, el Mandamiento de Amor, las Bienaventuranzas y todas las normas de comportamiento que nos dio Jesucristo con sus palabras y su ejemplo.

    Si leemos el Evangelio, encontraremos en él cientos de consejos que te da Jesucristo:
    Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón.
    Al que te pida el manto, dale también la túnica.
    Ama a tus enemigos y ora por los que te persiguen.

    Todos estos consejos son "pistas” que Dios nos da para que realmente encontremos nuestro tesoro y no nos quedemos perdidos a la mitad del camino.
  • Las Leyes Civiles
    Aparte de las pistas, Dios ha querido escoger a ciertas personas como “guías”, conocedores del camino, y les ha dado la autoridad para guiarnos, para dictar leyes que nos indiquen con claridad el camino más seguro para llegar a nuestro fin.

    Las leyes civiles, dictadas por hombres con autoridad, son necesarias e indispensables para que podamos vivir en armonía. ¿Te imaginas el desastre que sería la vialidad, si no existieran leyes de tránsito y cada quien circulara por donde se le antojara?

    Todas estas leyes y normas, nacen de la razón humana y son dictadas por las autoridades para buscar el bien común.

    Estas leyes no son universales, pues están dictadas sólo para un grupo determinado de individuos, de un país, de un estado, de una determinada profesión, o que cumplen determinadas características. De esta manera, las leyes de tránsito sólo afectan a aquellas personas que manejan o transitan por la calle y el código civil mexicano no es válido para los que viven en otro país.
    Estas leyes tampoco son inmutables, pues están dictadas para un momento determinado y pueden cambiar cuando cambien las circunstancias actuales. Así, podemos ver que las leyes que existían en el siglo pasado para el tránsito de carretas y caballos por las calles, desaparecieron.

    Dado que son hombres los que dictan las leyes civiles, no son infalibles y pueden equivocarse voluntaria o involuntariamente.
    Es muy fácil descubrirlo, basta que siempre tengas en mente que las leyes positivas son obligatorias sólo cuando son legítimas y justas, es decir, cuando:

    A) Están dirigidas al bien común, al bien de la comunidad y sus individuos. Esto quiere decir que una ley no debe buscar solamente beneficiar a una persona o a un grupo determinado, sino a toda la sociedad por igual.

    B)Han sido dictadas por una autoridad legítima. Esto significa, por ejemplo, que nosotros, aunque tengamos autoridad sobre nuestros hijos, no podemos dictar una ley válida para todo el país, a menos que fuéramos el Presidente de la Nación. Tampoco serían válidas las leyes dictadas por alguien que haya alcanzado el puesto de autoridad por una vía ilícita, como podría ser el caso de un loco.

    C) Son buenas en sí mismas y en sus circunstancias. Esto significa que deben estar de acuerdo con la Ley eterna, la Ley natural y la Ley revelada. Así, no puede ser válida ninguna ley que vaya en contra del respeto a la vida o del respeto a los demás, pues sería tan ilógica como una ley que te obligara a desafiar la Ley de la gravedad.

    D) Son impuestas a cada individuo en las debidas proporciones. Una ley no puede ser válida si exige algo fuera de las posibilidades del individuo, como podría ser una ley que obligara a trabajar a niños o ancianos.

    Si una ley es injusta porque no cumple con alguna de las condiciones anteriores, no estamos obligados a obedecerla y si acaso una ley va en contra directamente de la ley natural, nuestra obligación es desobedecerla, pero tenemos que saber con claridad el porqué de las leyes, de este modo, siempre obedeceremos las leyes buenas y no seguiremos aquellas que por diferentes motivos puedan ir en contra de la dignidad de la persona humana.

    Algunas personas podrán decir que cada uno puede interpretar la Ley de Dios a su manera. Recordar que Dios dejó una Iglesia y un “instructivo” muy claro que son las Sagradas Escrituras en la cuales se encuentran los Diez Mandamientos, el Mandamiento de Amor, las Bienaventuranzas y todas las normas de comportamiento que nos dio Jesucristo con sus palabras y su ejemplo. En la Iglesia, Dios está presente en el Papa. Es el vicario de Cristo en la Tierra y está asistido por el Espíritu Santo.
    Para profundizar:
    Dios llama desde la ley moral natural , tomado del libro "La Moral .... una respuesta de amor", P. Gonzalo Miranda
Los Mandamientos, el camino que Dios nos muestra
Pequeño resumen que ayuda a saber si vamos por el camino correcto
 
Los Mandamientos, el camino que Dios nos muestra
Los Mandamientos, el camino que Dios nos muestra

Hoy en día, muchas personas han eliminado a Dios de su vida. Como que en ocasiones nos estorba y preferimos borrarlo, en vez de sentarnos a reflexionar por qué nos pide ciertas cosas. Unas de las cosas que Dios nos pide es cumplir con los mandamientos que Él nos entregó. Los Mandamientos son un camino para llegar al Cielo y ser felices. Cuando los cumplimos, vivimos en paz.

Los tres primeros mandamientos de la ley de Dios nos enseñan cómo debe de ser nuestra actitud para con Dios y los siete siguientes nos enseñan nuestra actitud hacia el prójimo, con los que nos rodean.


Los mandamientos de la ley de Dios son los siguientes:

1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.

Este mandamiento nos dice que Dios debe ser lo más importante en nuestras vidas, debemos amarlo, respetarlo y vivir cerca de Él. Esto lo podemos hacer a través de la oración y los sacramentos.

Debemos creer, confiar y amar a Dios sobre todas las cosas:

1. Creer en Dios que es mi Padre, me ha dado la vida y me ama.
2. Confiar en Dios porque es mi Padre y me ama infinitamente
3. Amar a Dios más que a nada y a nadie en el mundo.

Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos podemos preguntar:
• ¿Estoy amando a Dios como un hijo ama a un padre?
• ¿Vivo sólo para las cosas temporales, de la tierra?

2. No tomarás el nombre de Dios en vano.

Este mandamiento nos manda respetar el nombre de Dios y todas las cosas sagradas.
Para cumplir este mandamiento, debemos usar el nombre de Dios con mucho amor y respeto. Debemos de cuidar y respetar todas las cosas que tienen que ver con Dios, así como respetar al sacerdote y a las personas consagradas a su servicio.

Para saber si cumplimos con este mandamiento nos podemos preguntar:

• ¿Uso el nombre de Dios de una manera cariñosa y con respeto, sin jurar en vano el nombre de Dios?
• ¿Respeto las cosas de Dios (capilla, Biblia, rosario, etc.)?
• ¿Trato de manera respetuosa a los sacerdotes y personas consagradas al servicio de Dios?
• ¿He cumplido con las promesas que he hecho?
• ¿He jurado en falso?
• ¿He cumplido las promesas que he hecho a Dios?

3. Santificarás las fiestas.

Este mandamiento nos manda dedicar los domingos y los días de fiesta a alabar a Dios y a descansar sanamente.

Para cumplir con este mandamiento, debemos ir a Misa todos los domingos y fiestas que la Iglesia e indique y celebrar el amor de Dios y todo lo que ha hecho por nosotros. Debemos aprovechar los domingos para rezar más y estar cerca de Dios, así como para descansar sanamente y ayudar a que otros descansen. También, debemos dedicar este día a las cosas de Dios y a la familia.

Para saber si cumplimos bien con este mandamiento, podemos preguntarnos:
• ¿Voy a Misa los domingos y fiestas que manda la Iglesia?
• ¿Hago un esfuerzo por estar muy cerca de Dios durante la Misa y escuchar lo que me quiere decir?
• ¿Pienso en Dios los domingos?
• ¿Ayudo a los demás para que puedan descansar?

Los días en que se debe de asisitr a Misa, además de los domingos, son marcados por la Conferencia Episcopal de cada país.

4. Honrarás a tu padre y a tu madre

Este mandamiento nos manda honrar y respetar a nuestros padres y a quienes Dios le da autoridad para guiarnos y ciudarnos en nuestras vidas.

Para cumplir este mandamiento, debemos escuchar, respetar y amar a los padres y a aquellas personas que tengan autoridad sobre nosotros (abuelos, tíos, sacerdotes, maestros, autoridad civil).

Esto no quiere decir que los padres deben de olvidarse de sus deberes y obligaciones para con los hijos.

Para saber si cumplimos con este mandamiento podemos preguntarnos:
• ¿Ayudo material o espiritualmente a mis padres?
• ¿Soy agradecido con mis padres?
• ¿Los acompaño en su vejez?
• ¿Les demuestro amor?
• ¿Soy agradecido con ellos?
• ¿Los acompaño en sus enfermedades?

5. No matarás

Este mandamiento nos manda respetar nuestra propia vida y la del prójimo, cuidando de la propia salud, porque la vida humana es sagrada. Se trata de no lastimar ni atentar contra la vida propia o ajena, física o moral.

Para cumplir este mandamiento, debemos servir a la vida cuidando nuestra salud, para no caer en vicios como el alcoholismo o la drogadicción. El suicidio es un atentado contra la propia vida.

Con respecto a la vida de otros, debo evitar las críticas y el dar a conocer a todos los defectos ajenos, es decir, las calumnias. El maltratar físicamente a las personas, atenta contra la vida ajena. El aborto es dar muerte a una vida en el vientre de la madre.

Para saber si estoy cumpliendo con este mandamiento me puedo preguntar:
• ¿He hablado mal de los demás?
• ¿He maltratado a alguien físicamente?
• ¿He caído en algún vicio?
• ¿He atentado contra mi salud?

6. No cometerás actos impuros

Este mandamiento nos manda conservar la pureza del cuerpo y del alma.

Para cumplir con este mandamiento, debemos procurar la limpieza interior de nuestro cuerpo y de nuestra alma ya que es un tesoro muy grande que debemos conservar. Nuestro cuerpo es un templo del Espíritu Santo.

Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos podemos preguntar:
• ¿He cometido adulterio o fornicado?
• ¿He visto algún tipo de pornografía?
• ¿Me he permitido tener pensamientos y deseos morbosos? ¿He dominado mis pasiones?
• ¿He practicado la homosexualidad?
• ¿He practicado la masturbación?

7. No robarás

Este mandamiento nos manda respetar las cosas de los demás y utilizar las nuestras para hacer el bien. También, nos manda respetar y cuidar la Creación.

Para cumplir este mandamiento, no debemos apropiarnos de lo que no sea nuestro y debemos evitar causar daño a lo que tienen los demás. Respetar la Creación y usar las cosas para hacer el bien. Pagar lo justo a las personas que empleo y cuando soy empleado cumplir con el trabajo para el que fui contratado.

Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos preguntamos:
• ¿Devuelvo las cosas que encuentro y no son mías?
• ¿Cuido las cosas que me prestan?
• ¿Cuido las cosas que tengo?
• ¿Cuido y respeto la creación?
• ¿Comparto mis cosas con la gente necesitada?

8. No mentirás

Este mandamiento nos manda ser sinceros y no mentir. Nos pide decir siempre la verdad. Mentir es decir algo falso, es engañar.
Para cumplir este mandamiento, debemos decir la verdad y no engañar a los demás ni hablar mal de ellos.

Para saber si cumplimos con este mandamiento, me puedo preguntar:

• ¿Estoy acostumbrado a ser sincero?
• ¿Acostumbro resolver mis problemas sin mentir?
• ¿Hablo bien de las demás personas?

9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

Este mandamiento nos dice que no debemos pensar ni desear cosas inmorales. Nos pide pureza de corazón para ver todas las cosas con los ojos de Dios. Pureza de corazón, sea yo soltero(a) o casado(a).

Para poder vivir este mandamiento, necesitamos vivir la virtud de la pureza. Esta virtud nos lleva a respetar el orden establecido por Dios en el uso de la capacidad sexual a fin de vivir un amor humano más perfecto. Practicar la castidad, cuidando lo que vemos, lo que oímos, lo que decimos, etc. Cuidar el corazón de todo aquello que lo pueda manchar.

Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos podemos preguntar:
• ¿He tenido pensamientos inmorales?
• ¿He vivido la virtud de la castidad en mi vida?
• ¿He cuidado la pureza de mi corazón?
• ¿He propiciado situaciones que me pongan en peligro para tener pensamientos y deseos impuros?

10. No desearás los bienes ajenos

Este mandamiento nos manda ser generosos y no dejar lugar a la envidia en nuestros corazones.

Para poder cumplir este mandamiento debemos ser felices con las cosas que tenemos y no tener envidia si alguien tiene más que nosotros. Disfrutar y agradecer lo que tenemos.

Para saber si estamos cumpliendo con este mandamiento, nos podemos preguntar:
• ¿Soy feliz con las cosas que tengo?
• ¿Agradezco y cuido las cosas que tengo como un regalo de Dios?
• ¿Me pongo feliz por mis amigos cuando consiguen algo que yo no tengo?
• ¿Me pongo feliz cuando a los demás les pasan cosas buenas?

¡Al cumplir los mandamientos vamos a estar cerca de Dios y vamos a vivir más felices! Los Diez mandamientos son el mejor camino para llegar al Cielo.

Recuerda que para ser feliz nos conviene cumplir con los Diez Mandamientos que Dios le entregó a Moisés. No olvides que seguir las huellas de Cristo es imitarlo en su perfecto cumplimiento de las leyes de su Padre. Los católicos, además, seguimos el mandato de Cristo: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo y, predicar el Evangelio a todas las personas.

Para profundizar:

Para Salvarte 5° mandamiento Pág 435, num. 62.

I. Amarás a Dios sobre todas las cosas
Sólo Dios basta
 
I. Amarás a Dios sobre todas las cosas
I. Amarás a Dios sobre todas las cosas
El Decálogo

El pueblo de Israel vivió como esclavo en Egipto. Dios eligió a Moisés para liberarlo y llevarlo a la tierra prometida. En el camino, Moisés subió al Monte Sinaí y ahí Dios le dio dos tablas de piedra con diez mandamientos de la ley de Dios. En los mandamientos está escrito todo lo que debemos hacer para llegar al Cielo. Son un regalo que nos ha dado Dios para poder estar con Él.

El hombre tiene un fin, darle gloria a Dios su creador y obedeciéndolo en la tierra, para luego gozar en plenitud con Él en la gloria.

Dar gloria a Dios es la razón de nuestra existencia, cumpliendo en todo momento su voluntad. Para ello, hay que comenzar por cumplir los mandamientos. Con el fin de facilitarnos el conocer Su voluntad, Dios nos dio el Decálogo.

Recordemos este pasaje: “En esto se le acercó uno y le dijo: Maestro, ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?. Respondióle: Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. Mt. 19, 16-17

El joven en cuestión esperaba recibir un instructivo o un manual de procedimientos. Los fariseos por su parte, creían ventilar el asunto con dar diezmos de mostazas y cominos. (Mt. 23, 23) Todos erraban, porque a Dios se le alcanza mediante el cumplimiento amoroso de su voluntad, expresada en el Decálogo.

Como pertenece a la revelación divina, contiene una expresión privilegiada de la ley natural. Dios los escribió con su propio dedo. (Ex. 31, 18)

Tiene formas de normas concretas. No es sólo un conjunto de normas morales naturales. Sería reducirlo a un simple código civil. Es verdad que el Decálogo coincide con la ley natural, pero las normas del Decálogo no son simple fruto de la sabiduría humana, sino que tienen el valor de normas reveladas por Dios. Es comprensible que procediendo de Dios, coincida con las normas de la ley natural, que también proceden de Dios.

El Decálogo fue enriquecido por Jesucristo. No sólo fue aceptado por Él, sino que le dio una nueva dimensión. Superó la formulación anticotestamentaria, que según la mentalidad hebrea antigua tenía demasiados acentos exteriores. Jesucristo insistió en el aspecto interior. (Mateo, 5)

El Decálogo tiene forma negativa (no matarás, no …. ) porque así favorece la libertad. Deja libertad para hacer cuanto deseemos, mientras no hagamos lo que se prohibe. Es posible que sea mejor la educación en forma positiva hablando de la pedagogía infantil. Pero la formulación negativa es más oportuna en moral.

Los Diez Mandamientos que promueven los grandes valores humanos, obligan porque han sido promulgados por Dios. Son el camino necesario para llegar a nuestra meta. Son un excelente resumen de los deberes morales, si añadimos el mandamiento del amor dado por Jesucristo.

En el texto del Evangelio que mencionamos se nos recuerda que los mandamientos no son opcionales, son camino y condición de salvación. Por eso son definitivos, básicamente inmutables y su obligación vale siempre y en todas partes (Catesismo. 2072)
Los mandamientos resumen y enuncian todos los deberes del hombre para con Dios y a la vez, explican la respuesta de amor que el hombre está obligado a dar a Dios.

Finalmente hay que recordar que el Decálogo forma un todo en el que cada mandato remite a los demás y al conjunto. Eso quiere decir que se condicionan recíprocamente porque forman una unidad orgánica en la que transgredir un mandamiento es quebrantar toda la ley. (Catesismo. 2079)

Para poder vivir los mandamientos hay que conocerlos bien, y tenemos la posibilidad de vivirlos por medio de la gracia. Cuando el cumplir uno o varios mandamientos nos cuesta, seguramente, hemos dejado a un lado la oración, la vida sacramental, etc. Dios no nos pide imposibles. Bien decía San Agustín: “Dios no manda imposibles; te avisa que cumplas lo que puedas, y pidas lo que no puedas, y Él te dará la gracia para que puedas”.

Los tres primeros mandamientos de la ley de Dios nos enseñan cómo portarnos con Dios. Son los más importantes. Los siete siguientes nos enseñan cómo portarnos con el prójimo, con los que nos rodean.


La virtud de la religión

Bien conocido es el pasaje del Evangelio en el cual un doctor de la Ley le pregunta a Jesús sobre cuál es el principal mandamiento de la Ley y la respuesta: “Amarás a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y primer mandamiento”. (Mateo 22, 36-38).

Ya en el Antiguo Testamento, encontramos el mandato de Dios: “Yo, el Señor, soy tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de la servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí”. (Ex. 20, 2)

Este mandato lleva como consecuencia la necesidad de vivir la fe, la esperanza y la caridad. Así como la virtud de la religión.

La virtud de la religión es la virtud moral, por la cual el hombre tributa a Dios el culto que le es debido en justicia, como Creador y Ser Supremo.

Amar a Dios como al Ser supremo es una virtud. Podemos definir la virtud de la religión como el hábito de amar a Dios por encima de todo. Se exterioriza por medio de los actos de culto y por el cumplimiento de los Mandamientos.

El culto: son las acciones a través de las cuales el hombre expresa su relación de amor y respeto a Dios.

Existen diferentes tipos de culto:

Interno: culto que se rinde a Dios en la conciencia, en el corazón, en la inteligencia y la voluntad. Es el fundamento de la virtud. (Mateo 15, 8) Como pueden ser la devoción, es decir, la disponibilidad y la generosidad ante lo referente al servicio a Dios, y la oración.

Externo: manifestaciones externas en actos visibles, de la relación que se vive con Dios.

Hay diferentes categorías de culto:

Adoración: culto interno y externo que se tributa a Dios y que en sentido estricto solo se debe a Él, porque como criaturas sólo existimos por Él. Se llama de “latría”.

Veneración: culto que se tributa a los santos. A ellos nos encomendamos para que nos alcancen por su intercesión las gracias de Dios. Este culto se llama de “dulía”.

Una veneración especial: reservada a la Santísima Virgen por su dignidad de Madre de Dios. A este culto se le llama de "hiperdulía”.

El culto a las imágenes sagradas, fundado en el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios, no es contrario al primer mandamiento.

El que venera una imagen, venera en ella al modelo, a la persona que representa. Es una veneración respetuosa no una adoración que sólo corresponde a Dios.(Catesismo 2132, 2141)


El primero de los Diez Mandamientos es:

Amarás a Dios sobre todas las cosas.

Debemos creer, confiar y amar a Dios sobre todas las cosas.
Creer en Dios que es mi Padre, me ha dado la vida y me ama.
Confiar en Dios porque es mi Padre y me quiere mucho.
Amar a Dios más que a nada en el mundo.

Para saber si estoy cumpliendo con este mandamiento me puedo preguntar si estoy amando a Dios como un hijo ama a un padre o si vivo para las cosas del mundo..

El Primer Mandamiento responde a la necesidad que tiene el hombre de creer, de esperar, de amar. Saber que existe un Ser Supremo que lo ha creado, que le brinda seguridad, que lo ama desde siempre y para siempre.

El hombre es un ser que, así como necesita comer y dormir, también necesita creer en algo o en alguien superior que responda a sus interrogantes. A lo largo de la historia de la humanidad podemos constatarlo. No ha existido ninguna cultura en la que las divinidades no se hagan presentes: Zeus, Júpiter o Quetzalcóatl. El hombre es un ser religioso por naturaleza.

El Primer Mandamiento no lo inventó Dios cuando le entregó las tablas a Moisés. Está escrito en el corazón del hombre desde siempre. Dios puso esta necesidad en el hombre al crearlo a su imagen y semejanza y sabe que Él es la única respuesta. Por esto, le da un mandato al hombre: "Amarás a Dios sobre todas las cosas", no porque Dios necesite ser amado, sino porque el hombre necesita amar a Dios.

Entonces, ¿por qué existen los ateos?
El ateísmo es algo con lo que convivimos todos los días: Dios ha muerto para muchos hombres.

Si miramos a nuestro alrededor,¿cuántas de las personas que conocemos toman en cuenta a Dios antes de tomar una decisión? ¿Cuántas voltean hacia Él antes de iniciar una actividad? ¿Cuántas le agradecen el don de la vida, de la sonrisa, de la amistad?

La mayoría de la gente, aún algunos que se dicen creyentes, piensan, sueñan, sienten, viven "en ateo", es decir, al margen de Dios, olvidándose por completo de Él.

Pero esto no significa que el hombre haya dejado de ser un ente religioso. No significa que el hombre ya no sienta la necesidad de creer en algo, sino que ha sustituido a Dios queriendo llenar ese vacío con otras cosas.


¿En qué creen los hombres de hoy?

El hombre cree en el progreso, ha querido sustituir la fe por la ciencia y quiere encontrar en ella todas las respuestas a sus interrogantes.

El hombre cree en el bienestar, en la comodidad, deseando cambiar la esperanza por la seguridad que le dan las compañías aseguradoras o las cercas eléctricas. Cree en la diversión y en el placer, pensando que en ellos encontrará la felicidad que espera.
El hombre cree en la eficacia, en lo útil, en lo práctico; desea llenar sus deseos de paz y descanso, comprando aparatos electrodómesticos cada vez más sofisticados.

Por último, el hombre de este siglo, al igual que todos sus antepasados, ¡que poco original!, cree en el dinero: ante él se descubre, lucha por él, sueña con él, lo busca, lo ama.

El hombre ha sustituído muchas veces a Dios por el egoísmo, pone a su "yo" como centro, criterio y modelo de vida, y enfoca todos sus esfuerzos a: "yo quiero ser más inteligente"; "yo quiero tener más"; "yo quiero sentirme cómodo"; "yo quiero sentirme contento"; "yo quiero ser famoso".

Puedes encontrar cientos de revistas, libros y asociaciones que promueven el culto al "yo", haciendo creer a los hombres que en ello encontrarán la felicidad que buscan y que, en realidad, sólo Dios puede llenar.


¿Por qué los hombres han caído en el error de sustituir a Dios?


Encontramos cinco actitudes fundamentales en el mundo:

Los que viven como si Dios no existiera.

Son aquellos a los que la misma vida moderna no les deja tiempo para los problemas del espíritu y no les permite entrar en sí mismos, ni preguntarse sobre el sentido de la vida; ni mirar, cara a cara, a la muerte o a su destino eterno. Viven sumidos en la acción, la diversión, la música, el ruido y la distracción.

¿Qué sentido puede tener hablar de Dios en una vida de vértigo que no me permite siquiera darme cuenta que tengo necesidad de Dios? ¿Qué sentido puede tener darle respuesta a unas preguntas que el hombre no ha tenido tiempo de plantearse?

Este tipo de ateos viven sin creer en Dios, pero nunca han querido cuestionarse su existencia, ni siquiera han llegado a dudar… ¡porque no han tenido tiempo! Estos hombres viven la mitad de su vida, pues viven con el cuerpo, pero no se han dado cuenta de que tienen alma. Llenan su vacío de felicidad con cosas y afanes superficiales y esto acapara todo su tiempo.

Al final de su vida se darán cuenta de que vivieron sin creer en Dios, que fueron ateos, sin saber que lo eran.


Los que dicen que Dios no existe

Hay muchos que dicen no creer en Dios, pero si hablamos con ellos nos damos cuenta de que no es que no crean en Dios, sino que no creen en la idea que ellos tienen de Dios. Se hacen una imagen desfigurada de Dios por falta de formación religiosa o porque quienes los formaron no supieron explicarles la verdad.

Se les ha presentado la imagen de un dios aburrido, envuelto en largas ceremonias, letanías incomprensibles, los ojos en blanco, largos e incómodos ropajes y olor a incienso, sin explicarles la diferencia entre el fin y los medios. Se les ha presentado un dios justiciero, que está atento y vigilante para castigar al que ose ofenderle. Se les ha presentado un dios que se complace en el sufrimiento, con las rodillas sangrantes, silicios y torturas.
Se les ha presentado un dios demasiado pequeño, que llena sus aspiraciones más profundas y se niegan, con toda razón, a creer en él. ¡Si estos hombres conocieran al verdadero Dios! ¡Qué razón tienen para no creer en un dios tan extraño, irreal, lejano, deformado!


Los que buscan algo más…

En los últimos años se ha registrado un renacimiento del interés en la espiritualidad del hombre. Los mismos que unos años antes vivían tranquilos, como si no existiese nada más que lo material, ahora empiezan a escribir libros acerca de fenómenos espirituales y deseos de felicidad infinita.

Por desgracia, muchas de estas almas inquietas pueden buscar ese "algo" que les hacía falta en lugares incorrectos. Dan por hecho que en la religión no lo encontrarán y van a otros lugares a buscarlo. Así, vemos a jóvenes que se inscriben a escuelas de "meditación trascendental", porque ahí les prometen encontrar su propio "yo" en sintonía con el Universo. Vemos a otros que van buscando el camino a la felicidad y acuden a magos y adivinadores para que les lean la mano, el café, las cartas, la pupila o el aura. Encontramos a gente que duerme bajo una pirámide de cristal o sobre placas de un color determinado, o con cristales de cuarzo en la frente para llenarse de "energía positiva".

Otros más cuelgan ajos en la cocina, esconden papas debajo del colchón, lavan su casa con hojas de muérdago y traen en el cuello infinidad de objetos: semillas, amuletos, figuras de ángeles, de ojos, de manos…, porque "alguien" les ha dicho que eso les ayudará a alejar el mal de su vida.

Por último, hay otros que, buscando a Dios, sin saberlo ni quererlo, han caído en las manos del demonio. Empezaron jugando a la "quija" para invocar a los espíritus y han terminado afiliados a sectas satánicas.

El demonio no pierde la oportunidad y generalmente es el primero en asistir a estas sesiones de espiritismo para causar el mayor daño posible a las almas.

Todas estas prácticas: la superstición, la magia, la brujería, el espiritismo, son faltas graves al Primer Mandamiento.

Pretenden cambiar la fe y la esperanza en Dios... por la confianza en una semilla, en una hierba o en una piedra de cuarzo. Pretenden cambiar la voz de Dios que se manifiesta en la conciencia, por los consejos de la bruja o del horóscopo.


Los que si creen…

La cuarta actitud es la que distinguimos en aquellos que reconocen que todos los grandes dones que poseen: la vida, la fe, la salvación, los recibimos de la bondad de Dios. Sabemos que Dios quiere enriquecernos con su gracia y establecer con nosotros una relación personal y correspondemos a ella. Esta relación mutua de amor se llama religión.

La religión es la forma concreta de cumplir el Primer Mandamiento e incluye todas las virtudes teologales, pues nace de la confianza y el deseo vivo de agradecer y corresponder a Dios por todos los dones recibidos. La religión es un acto de justicia debido a Dios por su dignidad.
La virtud de la religión se expresa mediante actos internos y externos que, unidos, forman lo que se conoce con el nombre de culto.


Estos actos son:

Reconocer a Dios como Creador y Salvador; Señor y Dueño de todo lo que existe; reconocer con respeto y sumisión lo poco que somos junto a Él. Este acto es la adoración y por ella alabamos a Dios, lo exaltamos. Y, al hacerlo a Dios, nos liberamos del egoísmo, del pecado y de la idolatría del mundo, pues reconocemos que sólo Dios es la respuesta a todas nuestras aspiraciones y a todos los interrogantes de nuestras vidas.

Elevar el espíritu hacia Dios, platicar con Él para alabarlo, agradecerle o suplicarle en cada momento de nuestra vida. En la oración manifestamos a Dios que lo amamos.

Amar a Dios es tomarlo en cuenta en nuestras decisiones, proyectos y problemas.

Hacer sagrados (sacrum fácere) todos nuestros pensamientos, acciones y deseos, ofreciendo a Dios nuestro trabajo y nuestras diversiones; nuestros sufrimientos y alegrías; nuestro descanso y nuestras preocupaciones, para unir nuestro sacrificio al sacrificio de Cristo y a su misión salvadora.

Cumpliendo con las promesas y votos que le hayamos hecho. Nosotros hemos hecho promesas en el Bautismo y en la Confirmación. Los casados, en el matrimonio. También, puede ser que hayamos prometido algo por devoción: un acto, una oración, un sacrificio… La fidelidad a las promesas que le hayamos hecho a Dios son una manifestación de que reconocemos y respetamos su Majestad y de que lo amamos con un amor fiel.


Los que no creen porque no les permiten creer

Por último, nos encontramos con un grupo más o menos grande de personas que creen en Dios, pero las leyes de su país les prohiben rendir culto externo a Dios.

Estos hombres, por el hecho de obedecer las leyes de su país, no actúan necesariamente en contra del Primer Mandamiento, pues los actos propios de la religión, aunque se expresan externamente, siempre sobrepasan el espacio y el tiempo, pues van dirigidos a Dios. Por eso, ni los gobiernos ni las organizaciones políticas o sociales pueden impedir o eliminar el recto ejercicio de la religión. Aún cuando lograsen desterrar toda forma exterior de culto, el hombre seguirá viviendo, si él quiere, esa relación íntima de amor con Dios que es el fundamento de esta virtud.

Sin embargo, tales leyes son un obstáculo más en la vida de los cristianos. Todos los gobiernos deberían respetar el derecho a la libertad religiosa, sin ejercer ninguna coacción externa sobre los individuos.

Vale la pena aclarar que la libertad religiosa, no implica la libertad para adherirse al error. ¡Imagínate a alguien que diciendo que su religión se lo pide, ofreciera a su dios corazones humanos!

El derecho a la libertad religiosa existe pero debe estar regulado siempre por la justicia, en miras del bien común y siempre enfocado a la búsqueda de la Verdad, que es una sola.

Por eso, los católicos tenemos una forma más de expresarle nuestro amor a Dios y es "ser luz del mundo", mostrando a los demás el camino correcto a través de nuestras palabras y acciones, dándoles a conocer al único Dios Verdadero, Creador del Cielo y de la Tierra y la única solución a las cuestiones fundamentales de la vida.


Los pecados contra el primer mandamiento

Básicamente todos los pecados que atentan contra la fe, la esperanza, y la caridad son pecados contra este mandamiento. Así mismo, los pecados contra la virtud de la religión.
La superstición, es decir, dejarse llevar por la superstición. Que es tratar a una criatura natural elevándola al nivel sobrenatural, creer en poderes superiores de un objeto natural. Ej. Pata de conejo que libra de un accidente de coche. Es una desviación del sentimiento religioso y pérdida de la confianza en la divina providencia.Y más profundamente, atribuir eficacia a la sola materialidad de las oraciones y de los sacramentos, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen. Como si fueran mágicos.

Caer en idolatría: Dando culto a una criatura como si fuera Dios. Es divinizar lo que no es Dios. (Ej. La falsa concepción de la ecología extendida hoy día por el New Age, vuelta al panteísmo o divinización de las fuerzas de la naturaleza).

Guiarse por adivinos o magias, tratando de manejar alguna fuerza natural esperando que dé resultados sobrenaturales. La lectura de las cartas o del café para saber el futuro, confía en la supuesta capacidad de manejar poderes que superan la capacidad humana por encima de Dios y de la libertad del hombre.

Pecados de irreligión: Como el tentar a Dios poniendo a prueba su Bondad y su Omnipotencia, el sacrilegio que es profanar personas o cosas o lugares consagrados a Dios y la simonía o compraventa de cosas espirituales. Señor, si me curas te prometo…..

Ateísmo Vivir conscientemente a espaldas de Dios. Aquí encaja tanto el que niega a Dios (ateo teórico), como el que vive como si Dios no existiera (ateo práctico).

Lo que es un hecho es que cuando pecamos contra cualquiera de los otros mandamientos, es porque no estamos convencidos del primero. Si amáramos a Dios sobre todas las cosas, no pecaríamos.

Para profundizar:
Para Salvarte 1° mandamiento Pág 441, num. 63.

Dignitatis Humanae n.3

Sacrosantum Concilium nn 7, 47-48

Lumen Gentium n 11


II. No tomarás el nombre de Dios en vano
Manda a respetar el nombre de Dios, usándolo sólo para bendecirlo y alabarlo.
 
II. No tomarás el nombre de Dios en vano
II. No tomarás el nombre de Dios en vano
En ocasiones vemos como, para algunas personas, el segundo y tercer mandamiento son mandamientos de relleno, parecería que no tener importancia. Sin embargo, estos mandamientos poseen una gran riqueza moral. Nos enseñan el lugar que Dios debe de ocupar en nuestra vida.

El nombre de Dios

En el Antiguo Testamento vemos como el hombre tenía miedo de pronunciar el nombre de Dios y utilizaban los nombres de algunos atributos de Dios para mencionar a Dios. De ahí el escándalo de los judíos cuando Cristo llama a Dios “Padre”.

Para los judíos el conocer el nombre de alguien significaba tener dominio sobre él, conocerlo en su intimidad, pensaban que el nombre y la persona eran lo mismo. Cristo al decirle ”Padre” quería enseñarnos que Dios era nuestro Padre. No hay que evitar nombrar a Dios sino hay que respetarle y amarle como Padre. (Mateo 6, 7-15)

Siempre existe una relación entre el nombre y la persona que lo lleva. En la Biblia cuando Dios le da una misión especial a alguien, también le da o le cambia el nombre, Abram se convierte en Abraham, Saray en Sarah, Simón en Pedro, etc. Por lo tanto, debemos de ser siempre respetuosos cuando mencionamos el nombre de alguien.

Dios es santo, entonces su nombre también lo es. Cuando mencionamos la palabra Dios, no estamos repitiendo una palabra de cuatro letras, sino que estamos mencionando a Dios, Uno y Trino. El mismo Cristo nos lo dice cuando nos enseña a rezar el Padrenuestro: “.... Santificado sea tu nombre...”.

El mandamiento de “No tomar el Nombre de Dios en vano” pertenece a la virtud de la religión y regula el uso de la palabra respecto a las cosas santas. Manda a respetar el nombre de Dios, usándolo sólo para bendecirlo y alabarlo. Nos pide cultivar el sentido de lo sagrado. También nos manda, por lo tanto es un deber, dar gloria a Dios con todos los actos de la propia vida y expresar de pensamiento, palabra y con acciones, la alabanza debida a su nombre.

El invocar y anunciar el nombre de Dios es otro deber de este mandamiento que incluye formas externas de reverencia y formas de apostolado. Incluye el testimonio, la educación en la fe, la catequesis, etc. En el segundo mandamiento se nos exige que siempre respetemos el nombre de Dios, así como respetar todo aquello que está consagrado a Dios, como son:

Los lugares sagrados: iglesias y cementerios, las cuales siempre debemos de respetar y actuar dignamente.

Las cosas sagradas: cáliz, altar, patena, copón y otros objetos dedicados al culto.

Las personas sagradas: los ministros de Dios – sacerdotes y religiosos – que merecen todo nuestro respeto por lo que representan y por ende, nunca debemos hablar mal de ellos.


Así también hay que respetar los compromisos contraídos con Dios que pueden ser de diferentes formas:

Conjuro: consiste en apelar a la voluntad ajena, apoyándose en la autoridad de Dios (“no hagas tal o cual por Dios”). Puede ser negativo o positivo depende del carácter moral del acto. Debe de limitarse a situaciones excepcionales y acciones positivas. Tiene como fin tocar la conciencia del otro para ponerla ante Dios y su voluntad.

Voto: que es una promesa hecha libremente por la que una persona se obliga delante de Dios a hacer lo posible y mejor u omitir algo. Esta promesa tiene que ser formal: es decir el compromiso de cumplirlo se hace expresamente, considerando que hacemos un voto delante de Dios y no un mero propósito. Tiene que ser deliberado, no porque se me ocurrió de repente. También tiene que ser libre, no puede haber coacción ninguna. Y lo prometido tiene que ser posible y razonable, tiene que ser algo mejor que lo contrario. Dentro de los votos se encuentran los votos religiosos
Es más que una promesa es un compromiso con una valoración moral. (Código de Derecho Canónico c 1191)

Juramento: poner a Dios como testigo y garantía de veracidad de una afirmación.
Se puede jurar de varias maneras: invocando a Dios, a la Virgen, o algún santo, nombrando algo que denote perfección como el cielo, la Iglesia, etc. y jurando sin pronunciar palabra, poniendo la mano sobre la Biblia, etc. Para que un juramento sea lícito tiene que ser veraz, afirmando sólo lo que es verdad y prometiendo sólo lo que se tiene intención de cumplir, debe ser por necesidad, cuando es realmente importante que se crea, o cuando lo exige la autoridad civil o eclesiástica. También debe ser hecho con justicia, afirmando o prometiendo algo lícito, nunca algo ilícito.

De todos modos, es conveniente acostumbrarse a hacer propósitos que nos ayuden a mejorar y no a hacer votos o juramentos, a menos que sea por Voluntad de Dios o absolutamente necesario.


Pecados contra el segundo mandamiento:

Usar irreverentemente el nombre de Dios. Ej: bromas o chistes sobre cosas sagradas. Normalmente son veniales.


Blasfemia: palabras o gestos que injurien a Dios, la Virgen, los santos o la Iglesia. Estos pueden ser:

1. Directo, cuando se dirigen a Dios.
2. Indirecto, cuando se refiere a la Virgen, los santos o cosas sagradas.
3. Herético, cuando hay algún error contra la fe. Ej. ¡Dios es injusto conmigo!.
4. Execratoria, cuando hay odio a Dios.

La blasfemia siempre es pecado grave cuando va acompañada de pleno conocimiento, pleno consentimiento.

Perjurio: juramento falso para avalar una promesa que no se tiene intención de cumplir, una vez hecha no la mantiene o invocar a Dios como testigo de una mentira. Hay grave irreverencia en poner a Dios como testigo de una mentira.

Es grave ofensa utilizar el nombre de Dios al jurar algo que no es lícito, se falta a la justicia. No se puede jurar sin prudencia o por cosas sin importancia. Si hay escándalo o peligro de perjurio puede ser mortal, al igual que cuando la materia es grave.

Incumplimiento del voto emitido válidamente. Su gravedad depende del compromiso adquirido y de la actitud con que se quebranta.

Cuando es costumbre jurar por algo insignificante, hay que eliminar este vicio, aunque normalmente no pase de pecado venial.

Con este mandamiento, al igual que con el tercero, sucede que no nos damos cuenta de lo que implican, pero si son mandamientos que poseen muchas exigencias.

Además, aunque en el Antiguo Testamento la relación del hombre con Dios está caracterizado por el temor, en el Nuevo, Cristo nos enseña a amarle y respetarle como Padre.


Para Salvarte 2° mandamiento Pág 452, num. 64.


III. Santificarás las fiestas
Dedica por lo menos un día a la semana, al descanso, a la convivencia familiar y a ocuparse en las cosas de Dios.
 
III. Santificarás las fiestas
III. Santificarás las fiestas

Hoy en día hemos entendido el descanso como algo que no tiene nada que ver con Dios. Nuestras diversiones y pasatiempos en ocasiones están muy alejadas de Dios y de la convivencia familiar. A veces, incluso, no podemos asistir a Misa porque no nos dio tiempo sabiendo que el domingo es "día del Señor".

La Iglesia, en su esfuerzo por ayudar al hombre, establece un mínimo indispensable que consiste en asistir a Misa y no realizar trabajos que impidan el culto a Dios o el debido descanso. "Santificar las fiestas" es dar un sentido de unión con Dios al descanso merecido y a la necesaria convivencia familiar.

En tu tiempo de descanso debes tener siempre dos prioridades: la atención a tu familia y las cosas de Dios. La atención a la familia es importantísima, pues en los días de trabajo, hoy en día, sabes que es muy difícil que todos los miembros de la familia puedan estar reunidos, debido a los diferentes horarios de estudio y trabajo y a las diversas actividades que cada miembro debe realizar. Es necesario aprovechar los fines de semana para platicar, convivir y conocerse mutuamente.

El cultivo del espíritu, la atención a las cosas de Dios, se hace necesario, como ya dijimos, en un mundo en el que todo pasa de prisa. Los domingos y días de fiesta debemos aprovecharlos para conocer más a Dios y saber qué vamos a hacer para alcanzar la felicidad eterna.

Lo ideal es inventar actividades en las que se reúnan las dos prioridades, como puede ser ir al campo para admirar la Creación, leer juntos una frase del Evangelio, visitar en familia a alguna persona enferma o necesitada.


¿En qué consiste el descanso?

Descansar no significa estar sin hacer nada. La misma naturaleza del hombre se rebela en forma de aburrimiento cuando éste no realiza ninguna actividad.

Las actividades deportivas, recreativas, culturales y apostólicas en familia nos
darán más descanso corporal y espiritual que una mañana entera viendo televisión.
La ociosidad es la madre de todos los vicios. Si no ocupamos nuestra mente y
nuestro tiempo en cosas buenas, el demonio se encargará de llenarlos de cosas malas.

Lo mejor es programar nuestro descanso incluyendo momentos para recuperar el sueño, pero también con actividades que relajen la mente y el cuerpo: deporte, lectura, pintura, visitas turísticas, convivencia familiar, escuchar buena música, ver una buena película, etc.

Ahora bien, debemos de santificar toda la vida, sería incorrecto santificar las fiestas y vivir el resto de la vida alejados de la santidad.
Todas las cosa profanas pueden hacerse santas en el momento en que las utilizamos para dar gloria a Dios. Ej. El coser, el cocinar, etc. Es elevarlo todo al nivel de Dios. La vida del hombre puede santificarse o dejarse en el simple nivel natural. Dios nos pide que santifiquemos las fiestas en el tercer mandamiento. Y Cristo lo amplía pidiéndonos que santifiquemos todas las áreas de la vida. (Juan 4, 21-24)


Hay que alabar a Dios con culto exterior, visible y público.

La santificación del trabajo.

El trabajo es una actividad humana que se destina a la consecución de los medios de subsistencia y a la realización personal. Cuando el ser humano dedica su energía para lograr los bienes materiales que necesita para sí y para sus familiares, está realizando un acto de gran sentido cristiano. Cuando omite el trabajo para dedicarse a Dios (Misa) o por los demás (apostolado y caridad) está enriqueciendo su tiempo por una vía no material. Por eso el descanso dominical representa un modo de santificación de las fiestas, pues es dedicar el tiempo de trabajo a beneficios espirituales y caritativos, y no a beneficios materiales.

Esto no quiere decir que quien tiene la necesidad de trabajar en domingo, esté pecando. Siempre se puede ofrecer a Dios y cuando las razones son poderosas se puede trabajar. Esto no quiere decir que el asistir a Misa quede dispensado, hay diferentes horarios de Misas para poder hacer ambas cosas. Son los casos en que es por el bien común que se tiene que trabajar. Ej: policía, médicos, personas que laboran en los servicios públicos esenciales, etc.


Pecados contra el Tercer Mandamiento

Pueden existir actitudes internas que busquen un descanso inmoral, realizando
actividades peligrosas para el alma:

- Es importante distinguir el descanso como fin y no como medio, cayendo en el pecado de pereza o sensualidad.
- Si se dedica demasiado tiempo al trabajo, descuidamos a la familia, la salud física y mental, y a Dios.
- No debemos faltar a Misa el domingo o las fiestas de guardar.

El origen del domingo como día del Señor se encuentra en el Sabath judío, durante el cual ellos descansan recordando la Creación que, como seguramente recuerdas, terminó el séptimo día cuando Dios descansó.

Después de la Resurrección, los cristianos decidieron cambiar el sábado por el domingo, para recordar que ese día había resucitado Jesucristo.

Desde los primeros tiempos de la Iglesia, los cristianos se reunían el domingo para recordar todos juntos la Resurrección del Señor, como lo vemos en la primera carta de Pedro:
"En este día los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la Pasión, la Resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios, que los ha salvado por la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos. (I Pe 1-3)

El sentido de asistir a Misa es reunirnos con muchos otros cristianos para celebrar juntos la Resurrección de Jesús. Por esto, decimos que el domingo es día de fiesta.


¿Y si estoy enfermo?

Hay algunos casos en los que la Iglesia dispensa de la obligación de asistir a Misa el domingo, como puede ser la enfermedad, el estar de viaje en un lugar donde no hay iglesias o el no poder asistir por tener que cuidar a algún enfermo.
Sin embargo, es indispensable evitar sentirnos libres del compromiso con facilidad. Antes de ir a un lugar donde no hay iglesias, podemos planear nuestro
descanso asegurando que podremos ir a Misa en algún momento; antes de faltar a Misa por estar enfermos debemos ver si realmente nuestra enfermedad es tan grave, pues puede ser que nos sintamos bien para ir al cine y no para asistir a Misa; antes de faltar a Misa por tener que cuidar a alguien, debemos buscar a otra persona que nos pueda reemplazar durante una hora.

Para cumplir con este mandamiento debemos ir a Misa todos los domingos y fiestas que la Iglesia nos indique y celebrar el amor de Dios y todo lo que ha hecho por nosotros. Debemos aprovechar los domingos para rezar más y estar cerca de Dios, así como para descansar sanamente y ayudar a que otros descansen.

Para saber si estamos cumpliendo con este mandamiento debemos preguntarnos: ¿Voy
a Misa los domingos y fiestas que manda la Iglesia?; ¿Hago un esfuerzo por estar
muy cerca de Dios durante la Misa y escuchar lo que me quiere decir?; ¿Pienso en
Dios los domingos?; ¿Ayudo a los demás para que puedan descansar?

Para profundizar click aquí:

Domingo, día del Señor

Para Salvarte 3° mandamiento Pág 457, num. 65.
Laborem Exercens Carta encíclica de S.S. Juan Pablo II

IV. Honrarás a tu padre y a tu madre
El amor correspondido
 
IV. Honrarás a tu padre y a tu madre
IV. Honrarás a tu padre y a tu madre

El Cuarto Mandamiento contiene toda la riqueza de la familia cristiana. Es el primer mandamiento que se refiere al amor al prójimo. Su enunciado es positivo, no nos habla de no hacer algo, sino de vivir sus exigencias y deberes.

Para cumplir este mandamiento se debe escuchar, respetar y amar a los padres y a todas aquellas personas que tengan autoridad sobre uno, incluyendo la autoridad civil.


Vocación divina

El hombre normalmente nace en el seno de una familia. Es ahí donde recibe la educación en las virtudes y adquiere los diferentes comportamientos, se inicia en la fe, donde aprende sobre el amor. El hombre desde su nacimiento necesita vivir un clima de amor, un niño que crece en un ambiente de amor aprenderá a amar, si su infancia se desarrolla en un clima donde el amor no existe, no sabrá amar cuando sea adulto.

El fundamento de la familia es el “amor". Cuando un hombre y una mujer se aman construyen “una comunidad de amor”. Por medio de este amor colaboran con Dios dando vida y dándola en abundancia. No hay que olvidar que la familia es una comunidad de vida, tanto porque se da vida, como porque se entrega la propia vida al servicio de los demás miembros.

El matrimonio es la alianza por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación dignidad de sacramento entre bautizados. Matrimonio, Derecho Canónico y Derecho Civil Teniendo todas las características de una vocación divina, exige fidelidad, es un medio de santificación y requiere una entrega total para toda la vida.

Desde el principio Dios creó al hombre y a la mujer para amar y ser amado. El matrimonio es una institución natural que Jesucristo elevó a la dignidad de sacramento donde se reciben las gracias necesarias para llevar a cabo esta vocación. Concibiendo a la familia como el marco natural donde llevar a cabo ese amor, ésta debe estar basada en las características del amor; donación incondicional, diálogo, pensar en los intereses del otro ante que en los propios. Esto no será posible sino se pone a Dios en el centro de la relación, porque Dios es amor. (1Juan 4, 7-8)


El diálogo

El papel del diálogo es fundamental, no se puede hablar de un amor auténtico entre dos personas que no se conocen a través del diálogo, esta comunicación entre dos personas por medio de gestos y palabras, es donde se participa con toda la personalidad propia, con una actitud de entrega y de aceptación.

En el diálogo la persona es escuchada y a su vez escucha. Para que esto se logre es imprescindible el ejercicio de dos virtudes: la humildad y la caridad. Por la humildad se escucha al otro y por la caridad se aceptan otros puntos de vista, se acoge al otro tal cual es, respetándolo siempre.

Ahora bien, el diálogo no es fácil, muchas veces se interponen las pasiones o los resentimientos, lo que hace que surjan los conflictos. En el diálogo hay que buscar la verdad por encima de cualquier interés personal y buscar el bien del otro, dejando a un lado las pasiones, los sentimientos, etc.

La donación incondicional

La condición del verdadero amor es el desinterés, se ama sin buscar satisfacer un interés propio. Tiene que existir un amor de benevolencia, es decir, querer el bien del otro, olvidándose de sí mismo. Sólo de la donación mutua nace la comunión matrimonial, base de la familia. El amor mutuo es uno de los fines del matrimonio. El ejemplo de Cristo que se entregó por nosotros nos ha de motivar para alcanzar ese amor.

La ayuda mutua

La ayuda mutua es un elemento fundamental en la relación matrimonial que debe actualizarse en todos los momentos de la vida diaria, sin olvidar el campo espiritual, pues el hombre y la mujer se santifican juntos y colaboran en la salvación de sus almas. Los esposos viven juntos (Mateo 19,5) para ayudarse a cumplir mejor su misión y dar gloria a Dios.

Procreación y educación de los hijos

La fecundidad es una característica del amor conyugal. Con esto no queremos decir que el amor no exista entre aquellas personas donde el tener hijos ha sido un imposible, recordemos que la maternidad y la paternidad son un don de Dios, no un derecho. El matrimonio es la institución humana donde se acoge la vida, aquellos que ponen a Dios en el centro de su vida y viven guiados por el amor a Él, siempre estarán abiertos a la vida.

La procreación y educación de la prole es un deber que los casados contraen ante Dios y ante la Iglesia. Familiaris Consortio n. 28. Quedando obligados a los actos propios de la generación, ahora bien, esto no impide que de mutuo acuerdo se abstengan temporalmente de la actividad sexual por causas justificadas. Cuando esta situación se convierte en sistemática y no existen causas justificadas se va en contra del sentido de la vida conyugal y se opta por una actitud muy egoísta. El uso de métodos anticonceptivos es un acto ilícito siempre. Humanae Vitae n. 16, mientras que el uso de métodos naturales que se rigen por los períodos de fecundidad, son lícitos, siempre que exista una causa justificada.

El hombre vive del amor y no del instinto y comprende la responsabilidad que conlleva dar vida a un nuevo ser, no olvidemos que la unión produce el cuerpo, pero Dios crea el alma de cada quien. La fecundidad matrimonial es un modo de colaborar con Dios.

Sobre la educación podemos decir que es un deber fundamental del padre y de la madre, el cual se debe realizar en conjunto y no es materia que se puede delegar a otros, las instituciones educativas serán un apoyo para los padres, pero nunca llegarán a ser sustitutos. Para una recta educación se precisa ante todo de un clima familiar propicio, estable y donde reine el amor.

Los deberes de los hijos hacia sus padres

Hoy está muy difundida la idea de que los hijos tienen muchos derechos, pero ninguna obligación. Los hijos tienen grandes derechos, tales como; el derecho a la educación, a la vida, a la alimentación, etc, pero también tienen grandes deberes como son el amor, el respeto, la obediencia, la ayuda, etc.

El amor

La primera razón por la que hay que amar a los padres es por justicia, reconocer los beneficios que nos han alcanzado; la vida, la fe, el apoyo, sus sufrimientos y desvelos, etc.
Otro motivo es por agradecimiento. Los padres como intermediarios de Dios nos han dado grandes dones, los cuales hay que agradecer. Podemos constatar como existen en ciertos casos ancianos que son abandonados por los hijos, demostrando una gran falta de justicia, agradecimiento y sobre todo de amor.

El amor a los padres debe ser interno y externo, una actitud interna expresada en obras que pueden ser gestos cotidianos sin gran importancia, otras veces serán hechos más importantes y de gran trascendencia.

El odio interno, el trato duro, el desprecio, la falta de atención son pecados contra este deber.

El respeto

Es lo mínimo que se pide a un hijo. Si cualquier persona merece respeto, ¡cuánto más aquellos que nos han dado la vida! Aunque sean ancianos, débiles, con una conducta moral cuestionable, siempre existirá el lazo del amor, cuya expresión mínima es el respeto. Este debe ser también interior y exterior. Este respeto debe ser interno y externo. Las faltas de respeto internas dañan a la familia de igual manera que las externas y son un obstáculo para el desarrollo de todos sus miembros.

La obediencia

Los padres son responsables de sus hijos, pero no podrán llevar a cabo esta responsabilidad, si no existe una colaboración por parte de los hijos. Obedecer es difícil, mandar lo es todavía más porque no es fácil orientar a los hijos. De ahí la necesidad del diálogo, la comunicación continua para llegar a un sistema de “orientar o motivar – comprender” y no de “mandar – obedecer”. Así las órdenes serán sugerencias que buscan el bien del otro y obedecerlas será un acto de amor.

El obedecer nos identifica con Cristo, que pasó su vida obedeciendo la voluntad de su Padre, de ahí que la obediencia sea un medio de santificación.

Los padres tendrán que entender que según crece el hijo, hay que ir aflojando en el ejercicio de la autoridad, los hijos tienen que aprender hacer uso de su libertad.

Ayudarlos en sus necesidades
Los hijos tienen el deber de ayudar espiritual, económica y socialmente a sus padres en la medida que les sea posible. Esto implica darles tiempo, escucharlos, atenderlos, ayuda económica cuando sea posible y necesaria.

La ayuda espiritual se la podemos dar siempre, rezando por ellos.

Los deberes de los padres hacia los hijos

Es un hecho que los padres quisieran que los hijos fueran perfectos y los hijos que los padres fueran perfectos, lo cual es imposible, cada quien es cómo es. Esto pone en peligro la relación entre padres e hijos. Hay que entender que los hijos son cómo son, no se puede elegir el carácter que han de tener, ni su manera de ser. Lo que se necesita es estar abiertos para aceptarlos con sus cualidades y defectos, descubriendo todo lo que existe en su interior para poder educarlos y encauzarlos.

Amor

Considerando que el amor es buscar lo mejor para aquel a quien se ama, hay que eliminar todo egoísmo. Cuando los hijos son pequeños el amor es instintivo, pero según van creciendo, sin darse cuenta, se va buscando que devuelvan el amor que se les dio. Se trata de hacer de los hijos objetos de autosatisfacción. Inclusive, en ocasiones, sin darse cuenta los padres pretende que los hijos satisfagan todo aquello que ellos no alcanzaron o deseaban alcanzar. Un padre o una madre que ama a su hijo deberá tener la preocupación del bien espiritual y humano del hijo, tratando de encontrar lo que más le convenga, sin egoísmo alguno.

Formación

Los padres tienen el deber de proporcionarles a los hijos una educación
humana, corporal, intelectual, espiritual y social.

La formación humana debe abarcar muchos ámbitos, la conducta social, la conciencia, la voluntad, el temperamento, etc., tratando de lograr que el niño tenga una visión positiva de las cosas basada en la fe, enseñarlo a ser paciente y tener dominio de sí mismo desde pequeños; a ser sinceros ante todo, saber comunicarse, no dejarse llevar por los caprichos, saber tomar decisiones aceptando las consecuencias, etc.

Muy importante es saber educar a los hijos en el correcto uso de la libertad. Y la comunidad política tiene el deber de honrar a la familia, asisitirla y asegurarle la libertad en todos los ámbitos para un desarrollo correcto de la persona.

Dentro de la formación espiritual, que resulta la más importante, tenemos la formación moral, donde la conciencia es muy importante y el testimonio de los padres en este punto es de vital importancia. Aquí hay que tratar de introducir al niño en las virtudes fundamentales, en la autoconvicción, etc. Esta formación se puede resumir como enseñar el recto uso de la libertad, escogiendo los más altos valores.

La formación religiosa, parte de esta formación espiritual, es hacer que lo recibido en el Bautismo de frutos. Esto lo logramos enseñándoles a orar, presentándoles modelos de vida cristiana, el testimonio, la autenticidad, etc. Esta formación debe de llevarse a cabo desde los primeros años hasta la juventud. Sólo así se logrará que el hijo ame a Dios y al prójimo.

Asegurar su porvenir

Los padres tienen el deber moral de poner todos los medios necesarios para prepararles el mejor futuro posible en todos los campos. Siempre encauzar sus intereses respetándolos a toda costa. No nos referimos a un porvenir “económico” solamente, pues muchas veces se piensa que hay que darles a los hijos “cosas”, logrando con frecuencia que sea unos verdaderos inútiles, olvidando otras cosas más importantes como su relación con Dios. A pesar de ser una obligación de los padres, los hijos deberán de esforzarse por conseguir un buen porvenir.

Como vemos, este mandamiento obliga no sólo a los hijos, sino que obliga a los padres también. Además de que abarca la autoridad civil que ha de promover a la familia y por otro lado, las personas han de acatar las leyes justas promulgadas por la autoridad.

Para profundizar:

Para Salvarte 4° mandamiento Pág 462, num. 66.

Gaudium et Spes nn 47-52

Familiaris Consortio

Centesimus Annus n 39

V. Sí a la vida: No matarás
Por una cultura de la vida
 
V. Sí a la vida: No matarás
V. Sí a la vida: No matarás
Las personas tienden a celebrar, por lo general, su cumpleaños. ¿Por qué?. Porque es algo bueno, es un acontecimiento alegre, de felicidad, de acción de gracias. Entonces podemos deducir que el nacimiento de una persona es un bien. En el aniversario del nacimiento de una persona e celebra el inicio más pleno de la vida humana que comienza desde el momento de la concepción. Aunque siempre existirán personas que, en un momento dado, consideran la vida como un mal, pero son reacciones a un sentimiento, normalmente pasajero, a consecuencia de algo que no anda bien.

La vida es un bien y un derecho, y es el derecho más alto en el orden natural. Es un don de Dios, es decir, un regalo. Nadie es capaz de crear su propia vida. La vida no nos pertenece, al ser un don tenemos la obligación de cuidar de este regalo. Esto no se logra si no se aprecia la vida desde su comienzo, desde el momento de la concepción.

Sólo Dios da la vida, por consiguiente, sólo Dios puede quitarla. Quitarle la vida a un ser humano inocente no tiene privilegios ni excepciones.

Visión cristiana de la vida corporal

En el Quinto mandamiento el mandato de Dios es muy claro: No matarás.

El hombre ha sido creado por Dios. Todo lo que Dios ha creado es bueno. Luego el cuerpo es un valor. La dignidad del hombre radica en ser creado a imagen y semejanza de Dios. (Gn. 1, 26-28)

Dios ha puesto todo lo material bajo el dominio del ser humano. (Sal. 139) (Hech. 17, 24-28). Por eso, el hombre puede utilizar todo lo creado para fines buenos, para darle un correcto uso.

El hombre es una unidad de cuerpo y alma. Luego ambos aspectos - el material y el espiritual - son buenos, existiendo una jerarquía entre ellos donde el espiritual es prioritario. (Mt. 10, 24-28); (Rm 7, 22-24) No podemos perjudicar el alma en beneficio del cuerpo.

El hombre toma decisiones espirituales, pero las materializa en actos exteriores corporales. Por eso deben tenerse en cuenta ambos aspectos para juzgar la moralidad de un acto. (Gadium et spes 49) Dios se encarnó en un cuerpo, luego el cuerpo ha sido revalorizado por la acción de Dios. Más aún, Dios lo ha glorificado con la resurrección. De ahí, el cuerpo debe ser santificado como todo lo humano.

El alma fue creada por Dios por lo que es imposible aceptar la teoría de la evolución descrita por Darwin. El Papa Pío XII ya lo decía en (Humani Generis). La vida humana se transmite únicamente por la unión sexual del hombre y la mujer. Por lo tanto, los padres al unirse están cooperando con Dios que crea el alma en el momento de la concepción de una vida nueva.
En la actualidad a causa de la pérdida del sentido cristiano de la vida, se ha llegado a una mentalidad anti – vida, donde se niega el valor trascendente de la vida humana.

La vida corporal vista desde la ley natural

Los principios morales también se deben establecer a partir de los datos que nos ofrece la ley natural. De este modo tendremos una visión más completa de la correcta orientación que debe darse a la problemática ética de lo referente a la vida corporal y a la bioética.

La ciencia y la técnica están al servicio de la persona humana y deben orientarse a la mejora integral de la persona, tanto física, como espiritual o moralmente. El hombre debe de ser tratado como hombre, cuando es adulto y cuando es menor de edad. Si no admitimos manipulaciones en la vida de un adulto, tampoco debemos permitirlas en un menor de edad o minusválido.

La vida física es el valor fundamental de los valores corporales, pues sobre ella se apoyan y desarrollan los demás. Por eso no se puede subordinar la vida a otros aspectos (económicos, artísticos, científicos, etc.).

La vida física debe de ser respetada siempre, no sólo cuando –esta vida - es notable o importante. Desde el punto de vista del valor de la persona todos somos iguales. Y la vida no depende del desarrollo del ser humano, ni de sus capacidades. También un óvulo fecundado es vida humana iniciando su proceso de desarrollo. La vida del hombre es sagrada e inviolable porque desde un principio comporta la acción creadora de Dios. (Evangelium vitae n 53).

Hemos dicho que el hombre es una unidad de cuerpo y alma. Defender la vida es defender cuerpo y alma. No es lícito al hombre despreciar la vida corporal (Gadium et spes 14), como tampoco lo sería el desprecio de lo espiritual, se deben desarrollar todas las capacidades que tiene su alma: inteligencia, conciencia, vida espiritual, etc. ……

El hombre debe poner los medios ordinarios que estén a su alcance para su conservación: los accesibles económicamente, que no comporten sufrimientos excesivos, no degraden al cuerpo y tengan posibilidad de éxito. No hay obligación moral de sujetarse a medios extraordinarios que rebasen estas condiciones. (Catecismo n 2278). La salud es un gran valor, pero no el valor supremo. El uso de anestesia es válido porque está dirigido al bien de toda la persona y aunque priva temporalmente de la conciencia, es lícito porque aporta un bien mayor.


Abusos contra la integridad de la propia vida

Pecados contra la sobriedad:

La sobriedad es la virtud que tiene por objeto moderar, de acuerdo con la recta razón iluminada por la fe, el uso de la comida y las bebidas.

+ Drogas. La gravedad no está en la cantidad consumida sino en el daño grave que causa al individuo por sus efectos irreparables. Ocasionalmente se pueden utilizar para fines curativos bajo control y prescripción médica y si no conlleva a la adicción. El uso de cualquier tipo de droga es ilícito, sean drogas blandas o drogas duras.

+ Bebidas alcohólicas. El exceso no distingue lo bueno y lo malo, y lleva a graves pecados y males. Los pecados cometidos en estado de ebriedad, aunque en sí no llevan culpa por carecer de sano juicio, no se justifican, pues pudieron evitarse al eliminar la causa, es decir no bebiendo en exceso.

+ La gula. Exceso en el comer y en el beber - es normalmente pecado venial, pero puede causar graves estragos a la salud y entonces se convierte en pecado mortal.

+ Suicidio. Siempre es ilícito porque se atenta contra un derecho divino y se pone en juego la propia salvación. (Catecismo nn 2280 – 2283). Diferente es exponer la vida por una causa heróica y justificada. (Evangelium vitae n 66)

El suicidio puede ser + directo: cuando se busca esa finalidad, o +indirecto: cuando no se busca exactamente esa finalidad, pero se pone la vida en peligro por actuar imprudente y voluntariamente. Nunca será lícito exponer la vida sin una causa justificada.

+ Mutilación. Es ilícita porque el individuo no es dueño de su propio cuerpo. Solamente puede justificarse en función del todo por razones de salud. Ejemplo de ello sería la extirpación de un riñón porque de no hacerlo se pondría en peligro la vida de la persona. Eliminar un órgano enfermo para bien de toda la persona es válido por el principio de mal menor. Eliminar un órgano que deteriora a la persona (en su dimensión psíquica, física o personal) es inmoral, porque no beneficia a toda la persona. Tal es el caso de la ligadura de trompas o vasectomía. Aunque beneficia algunos sectores de la persona, perjudica a otros (priva de un bien como es la capacidad de procrear).

+ Eutanasia. ¿La muerte dulce? (Catecismo nn 2276 – 2279). Proceso que produce la muerte a alguien. Si se le quitan los medios extraordinarios que le mantenían con vida no es eutanasia pues nadie está obligado a los medios extraordinarios. Las personas enfermas o disminuidas deben de ser atendidas para que lleven una vida tan normal como sea posible. Son amorales los que inducen directamente por voluntad propia o ajena, la muerte del enfermo. (Evangelium vitae nn 64-67). El dominio que el hombre tiene sobre sí mismo no es absoluto, sino ministerial es administrador del plan establecido por Dios (Humanae vitae n 13).

Dios pide cuentas del hombre al hombre. (Gn 9,5), su vida es inviolable y el que la viola, viola los derechos de Dios.
Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferman no pueden ser legítimamente suspendidos.

+ Analgesia. El uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo, incluso con el riesgo de acortar su vida, puede ser moralmente conforme a la dignidad de la persona si la muerte no es pretendida, ni como fin, ni como medio, sino prevista y tolerada como inevitable, es una manera de eliminar dolores a quienes se encuentran en una fase terminal. Los cuidados paliativos son una manifestación de la caridad..
La eutanasia eugenésica que tiene por objeto eliminar a las personas con una vida sin valor, nunca es permitida.


Abusos contra la vida de los demás

+ Asesinato. Es producir deliberadamente la muerte a otra persona. Es una acción inmoral, porque se priva de la vida a una persona.

+ La esterilización. Es la intervención quirúrgica que suprime, en el hombre o en la mujer, la capacidad de procrear. Además de ser un caso de mutilación que implica atentar contra el propio cuerpo.

+ La Esterilización Terapéutica. Es la que se lleva a cabo cuando hay que salvar una vida o conservar la salud, es lícita porque su finalidad es el bien del todo. Siempre y cuando la enfermedad sea grave, sea el único remedio para recobrar la salud o conservar la vida, y que la intención sea la de curar.

La esterilización directa es cuando se tiene como único fin el hacer imposible la procreación, siempre es ilícita. Ligadura de trompas, vasectomía.

+ Aborto. Es la eliminación deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento. Tiene los agravantes de premeditación, ventaja y alevosía, contra una criatura débil, inocente que no puede defenderse y que está totalmente confiada a la protección de su madre (Evangelium vitae n 58)


Faltas contra la dignidad de las personas:

Son todas aquellas faltas, que aunque no atentan contra la vida ajena, dañan al otro en sus derechos fundamentales; el derecho a la vida, a una vida decorosa, a la fama, a la verdad, a la educación, al trabajo, al culto, a escoger el estado de vida, etc.
La muerte moral es el asesinato de la fama del otro. Este es un pecado que atenta gravemente contra la dignidad de la persona y no se le da mucha importancia. Aquí está considerada cualquier tipo de crítica: la difamación, calumnia, juicios temerarios e injustificados, etc. Siempre hay que hablar bien de los demás.

El escándalo es una falta de respeto al alma del prójimo. (Catecismo nn 2284-2287).

Existen otros pecados contra el quinto mandamiento, como son los pleitos, los ataques verbales o físicos, los insultos, las bromas pesadas. Es decir, todo lo que busca hacer un mal al otro, todo lo que va en contra de la caridad atenta contra la dignidad de la persona. También prohibe todo aquello que va en contra del respeto a la intimidad y a la vida privada.


Casos especiales

Legítima defensa: Siempre hay el deber de defenderse de la agresión violenta que pone en peligro la propia vida. Es lícito pero no siempre obligatorio. (Catecismo nn 2263-2276). Legítima defensa a veces puede ser un deber grave, para el que es responsable de la vida del otro, del bien común de la familia o de la sociedad.
En defensa propia puede ejercerse la violencia e, incluso quitar la vida a otro, siempre y cuando sea necesario recurrir a este medio. No se aproveche malintencionadamente para matar a otro.

Pena de muerte: Caso extremo aplicando el principio de la legítima defensa de la sociedad, y como último recurso. (Catecismo nn 2266 y 2267).

Guerra: Tiene que ser una legítima defensa de la acción militar. (Catecismo nn 2307-2317)



Respeto de la vida naciente

La vida nace naturalmente en el matrimonio según las leyes de la naturaleza. Buscarlo fuera del matrimonio es inmoral porque está fuera de la ley natural.

Son lícitas las intervenciones terapéuticas sobre embriones respetando su vida y su integridad, que no los expongan a riesgos desproporcionados y que vayan dirigidas hacia la mejora o curación. (Evangelium vitae n 63).

Los embriones obtenidos “in vitro” deben ser respetados desde el primer momento de su existencia.
Es inmoral producir embriones humanos destinados a ser explotados como material biológicos de pruebas experimentos o comercio.
Los intentos de fecundación entre gametos animales y humanos o la implantación de embriones humanos en animales son inmorales porque van en contra de la dignidad del hombre y lesiona su derecho a ser concebidos y nacer dentro del matrimonio humano.
La fecundación artificial entre gametos diferentes a alguno de los cónyuges es inmoral porque priva a los hijos del derecho a nacer en y del matrimonio.
La maternidad sustitutiva es contraria a la moral porque va contra la unidad del matrimonio.
La fecundación artificial de gametos de los mismos esposos y la inseminación artificial son inmorales porque separan la relación natural entre unión conyugal y procreación.



Sentido cristiano del dolor y el sufrimiento

El corazón del hombre se mide por la forma de acoger el sufrimiento. El sufrimiento, puede ablandarlo, purificarlo, mejorarlo, irritarlo, deteriorarlo. El dolor es inevitable, pero hay dos caminos, aceptarlo, creciendo en el amor o rechazarlo y crecer en la amargura.

Cristo lloró, padeció y murió por nosotros, a partir de entonces el hombre ve el sufrimiento como algo que lo asemeja a Cristo, le da un sentido diferente, se convierte en un paso hacia la salvación. Cuesta, pero la certeza de que Dios nos espera nos hace más fuertes para aceptarlo. El sufrimiento, el dolor y la muerte para un cristiano tiene un sentido de redención.



Para profundizar:

Gaudium et Spes nn 47-52

Catesismo de la Iglesia Católica

Salvicis Doloris Carta apostólica de S.S. Juan Pablo

Mater et Magistra nn 185 - 199 Carta encíclica de S.S. Juan XXIII


Para Salvarte 5° mandamiento Pág 549, num. 67.

VI. La maravilla del amor humano
Sube más alto y mira a la meta: No cometerás actos impuros.
 
VI. La maravilla del amor humano
VI. La maravilla del amor humano
En la encíclica Humanae vitae se estudian algunos problemas relacionados con la vida y la sexualidad humana. Este documento fue y sigue siendo objeto de muchas polémicas debido a una visión y una concepción errónea de la sexualidad y del hombre en sí. Por lo que debemos de ver lo que es la sexualidad humana.

Visión actual de la sexualidad

En la actualidad predomina una concepción prioritaria del sexo como placer. El sexo es trivializado y reducido a desahogo de un instinto de dominación. La sexualidad es algo que va junto con el automóvil, la casa, las vacaciones que hacen sentirse felices y realizados.

Ante esta visión deformada de la sexualidad el hombre se convierte en un animal, quizás en un animal superior. Su única directriz válida que guía su comportamiento es: disfrutar de lo agradable, huir de lo desagradable. El placer ante todo.

La sexualidad se ve reducida a su función fisiológica, desligada del amor, de la familia, y de las demás facetas de la personalidad como son sentimientos, voluntad, afectos. Es una búsqueda frenética del placer, un medio para realizarse.

El sexo no se ve como fruto o complemento de una relación personal: el otro cuenta como objeto que produce placer, a lo sumo como compañero de placer. No es esposo o esposa, sólo mi partner, mi pareja.

El uso del sexo afecta al cuerpo, como si fuera algo parecido al aparato digestivo o al aparato respiratorio, nada tiene que ver con el alma. Hay quienes dicen que abstenerse de tener relaciones sexuales, sea por la causa que sea, lastima al hombre, le ocasiona un sin fin de males.

Luego se piensa que el individuo es dueño de su cuerpo, nadie puede ponerle restricciones al uso de las facultades, nadie lo puede reprimir, u orientar, según las ideas más modernas. Lo que trae como consecuencia el pensar que cualquier tipo de relación sexual es correcta, incluso entre personas del mismo sexo.

Con esta visión de la sexualidad, el amor se reduce a la genitalidad, perdiendo los valores propiamente humanos de la sexualidad.


Dimensión antropológica de la sexualidad

El hombre está constituido por una unidad de dos elementos: cuerpo y alma, el cuerpo no es un añadido del alma. Esto hace que el cuerpo, al igual que el alma, tenga una dignidad especial. Cuando actúa el cuerpo, actúa el “yo”, la persona.

El hombre es una unidad bien estructurada

Gadium et spes n 14. El elemento exterior del hombre, el cuerpo es la expresión del elemento interno, el alma. es decir el cuerpo refleja la interioridad, el hombre manifiesta lo que hay en su interior por medio del cuerpo: miradas, gestos, palabras, expresa su personalidad. No se puede separar la psique del cuerpo; el cuerpo siempre debe de expresar la verdad y la dignidad humana. Esto es de gran importancia para fundamentar filosóficamente la visión cristiana de la sexualidad, pues la actividad sexual del cuerpo deberá ser reflejo de la interioridad; el amor, la responsabilidad, la entrega, el compromiso y no el egoísmo, las pasiones exaltadas o al simple placer.

La sexualidad del hombre involucra siempre a la totalidad del individuo; a todos los aspectos de su personalidad. La sexualidad humana está ordenada a la procreación responsable en función de la familia.

A diferencia de la sexualidad animal que está dirigida por un ciclo hormonal, la del hombre es siempre activa, regida por la razón y la voluntad. Su cauce es el amor no el instinto. La tendencia más común es equipararlas. La sexualidad humana sería una parte de su ser “animal”, no de su ser “racional”.

Lo específico del hombre es su alma, su espíritu. El cuerpo es común con el animal. Por lo tanto, la sexualidad es común con los animales. Este esquema es falso. El ser humano no es una simple suma o yuxtaposición de dos partes. Es una unidad. Su cuerpo y su espíritu están unidos de modo que no se pueden separar. Hay actividades que son sólo materiales (digestión) y actividades que son sólo espirituales (fama). Pero, muchas otras participan de ambas partes. Así es la sexualidad, que, tiene una parte corporal y otra psíco-espiritual. Esta afirmación tiene mucha importancia en la moral sexual. El sexo no es sólo algo animal. Hay una sexualidad humana. El sexo, tiene algo específico (espiritual) en el ser humano.

Por ello, en el trato hombre-mujer, hay dos tipos posibles de relación:

Relación sexual: Con actividad genital.

Relación sexual: Sin ejercicio de la acción genital, pero sin dejar de lado la estructura diferencial.

El plan de Dios sobre el hombre y la mujer desde el principio fue que fueran fecundos y poblasen la tierra. (Gn. 1, 26-28). Para ello instituye el matrimonio, por eso el uso de la sexualidad fuera del matrimonio, es ilícito.

Como el placer es parte de la sexualidad, Dios nos da dos mandamientos para poder orientar el instinto sexual.
Uno de ellos es el “sexto”, no cometerás actos impuros, que implica todos los pecados externos, y el “noveno”, no consentirás deseos impuros, que implica todo pecado interno.

Para facilitar el cumplimiento de el mandato divino de creced y multiplicaos, Dios asoció al acto sexual, el placer. Pero como buscar el placer por sí mismo, va contra el plan divino, se necesita vivir la virtud de la castidad.


La virtud de la castidad

La castidad es la virtud que modera el uso de la sexualidad según la razón y la fe. Cuando decimos moderar no nos referimos a “usarla un poco”, sino a encauzar, orientar su uso. No equivale, tampoco, a la supresión de la fuerza de la sexualidad (en ese caso los eunucos serían los más castos) sino que busca guardar su potencialidad para el momento oportuno. La castidad adopta diversas formas, tiene diversas exigencias según el estado de vida de cada individuo.


Hay diversos medios sobrenaturales para vivirla:

.Vida sacramental
.Oración frecuente
.Cercanía y devoción a la Virgen
.Sacrificio y mortificación
.Dirección espiritual

Como también hay medios naturales que ayudan:

.La formación del carácter y de la personalidad
.Educación de la voluntad
.Selección de amistades
.Evitar ocasiones de pecado
.Descanso adecuado y diversiones sanas

Hay un principio moral que dice que la persona humana es el valor mayor de todo lo creado, por lo tanto, no debemos confundirnos, dejándonos llevar por los criterios del mundo.

El hombre debe armonizar la vida espiritual y la vida material, pues aunque el espíritu, por ser trascendente, es más importante, este eleva lo material a un plano más alto.

El hombre debe fortalecer su voluntad para vivir rectamente, entonces es muy importante ejercer esta virtud. La castidad obliga a todos. Existe una tendencia a pensar que solamente las personas consagradas a Dios o los solteros están obligados a vivir esta virtud, los casados deben ser castos, también.


La virginidad

Muchas veces pensamos que la castidad y la virginidad es lo mismo. Nada más lejos de ello, son dos cosas totalmente diferentes. Todos tenemos que ser castos, más no todos tenemos que ser vírgenes.

La virginidad es la consagración de la sexualidad y renuncia al uso de la misma por un ideal superior, viviendo en continencia perfecta. Puede tener motivos naturales (servicio a los demás, desempeños sociales, etc.) o motivos sobrenaturales (dedicación a Dios o a la Iglesia. (Mt. 19, 12).


El pudor

Parte muy importante de la castidad es el pudor, que no es otra cosa, que un mecanismo psíquico de autodefensa de la propia intimidad. Es un recurso natural, no una virtud. Es obvio que puede haber excesos y defectos en la educación del pudor, pero esto no elimina la utilidad y necesidad de educarlo.

Dimensión de relación en la sexualidad

La dimensión de relación es la característica de la psicología de la persona que determina su actitud en el trato con los demás. Es claro que el tipo de vida sexual que lleva cada persona determina el modo como trate a los demás. Para comprenderlo más tengamos en cuenta que:
La sexualidad es un diálogo. Hay un dar y un recibir. Por eso quien sólo da (prostitutas) o quien sólo recibe (egoísta) llega a deformaciones psíquicas.

Cuando no hay diálogo en el ejercicio de la sexualidad (masturbación) es frustrante y aislante. En vez de llevar al diálogo lleva a la incomunicación y al trauma.

La sexualidad es una expresión psicosomática que se manifiesta en lenguaje corporal de gestos. Luego puede darse en la sexualidad la sinceridad y la mentira, favoreciendo la autenticidad en el primer caso y la doble personalidad en el segundo.


Visión cristiana de la sexualidad

Según los planes de Dios, hombre y mujer forman una sola carne (Gn. 2, 24) y constituyen un nuevo proyecto de vida (Mt. 19, 4-6). La sexualidad es el modo que tiene el hombre para comunicar el don de la vida, don recibido de Dios.

Cristo elevó la unión de hombre y mujer a la dignidad de sacramento. El amor sexual se sobrenaturaliza convirtiéndose en expresión de la caridad teologal.


La educación sexual

La información sexual no debe de reducirse a hablar solo de las funciones biológicas, debe tocar los valores éticos, antropológicos y psicológicos que comprenden la personalidad sexual del individuo.

El conocimiento de la vida sexual y de los datos básicos sobre su funcionamiento y significado es fundamental para evitar errores y tergiversaciones. Es preferible llegar antes. Sin embargo, se exige equilibrio para no adelantar etapas innecesariamente y provocar curiosidad y experiencias inmaduras en quien no está preparado suficientemente. Lo más útil, para actuar al ritmo natural del niño, es el diálogo constante papás-hijos (siempre que hay una pregunta es signo de que hay un avance en la maduración del niño y la necesidad de aportar nuevos datos). También ayuda el conocimiento del niño (no todos los hijos de una misma familia son iguales) y la vigilancia para descubrir las nuevas inquietudes y dificultades, sobre todo a medida que avanza la adolescencia y aumenta el hermetismo.

Diálogo padre-hijo, madre-hija. En la medida que hay confianza y apertura entre padres e hijos se consiguen mejores canales de información y de motivación para ayudar a los jóvenes. Dado que con el avance de la adolescencia y juventud la brecha de comunicación crece y la dificultad de apertura en los hijos aumenta, es muy importante iniciar el hábito de la comunicación íntima y sincera desde mucho antes. Es necesario comprender que, de cuánto decimos, se destaca el papel insustituible de los padres como los mejores educadores de la sexualidad en los hijos, pues en el ambiente familiar la sexualidad es más espontánea y natural (aunque en muchos ambientes prevalezca todavía algo de “tabú” para hablar sobre el tema).

Educación de la voluntad. La sexualidad es una pasión muy atrayente, porque satisface muchos aspectos de la persona (relación social, experiencia táctil y auditiva, afectividad, emotividad ...). Por eso requiere que se le contraponga una fuerza muy decidida. Además, es una pasión que nace dentro de la persona misma. Por eso requiere una fuerza que no sea simplemente exterior o impuesta. La fuerza que puede controlar la energía potente de la sexualidad es la voluntad firme y decidida. Es una fuerza personal profunda e interior. Por eso, ayudan la disciplina personal, el trabajo responsable, las motivaciones sólidas naturales y sobrenaturales.

Compensar la liberación de energías físicas. El joven tiene gran vitalidad. Necesita desfogar su vigor. De lo contrario orientará su exuberancia vital por causes de desenfreno sexual. El deporte, el trabajo físico, la actividad creativa y dinámica son excelentes medios para eliminar las tensiones físicas.

Educar a seleccionar pensamientos, las lecturas humanistas llenas de valores, los espectáculos sanos, el control de los estados de ánimo, etc. son vitales. Pueden ayudar el contacto con la naturaleza (sobre todo para los que viven en la ciudad), el trabajo físico, los “hobbies” educativos, etc.

Criterios dados. Es necesario tener rincipios humanos y cristianos bien definidos. Distinguir lo que es correcto de lo que es perjudicial a la totalidad de la persona. Educar hábitos de pudor y control de las reacciones para vivir dominando la vida y que la vida no nos domine.

Autoconvicción. No vivir envidiando a los desenfrenados y aguantando un control que, en el fondo, es impuesto y no deseado. Conseguir que la virtud de la castidad sea amada y no soportada, mediante el descubrimiento de los valores que entraña y la experiencia de los beneficios que aporta en la vida cristiana y en la vida humana.


Consecuencias de no vivir la virtud de la castidad

Enemistad con Dios: lo que hace que se ponga en peligro la posibilidad de la salvación.

Ciega y hace más difícil el entender las cosas espirituales. “El hombre animal no puede percibir las cosas que son del Espíritu de Dios”. (1Cor. 2, 14.) Santo Tomás: “La lujuria nos impide pensar en lo eterno”.

Produce un aburrimiento, un tedio muy profundo por la vida. Los placeres en los que se tenía puesta la felicidad, se acaban, defraudan.

Va llevando a todo tipo de pecado y desgracias. Se llega a arruinar la familia, a los hijos, las pasiones hacen que se sacrifiquen muchas cosas.

Trae consigo un desgasto físico y emocional.

Falta de carácter y personalidad, intranquilidad y falta de alegría.

La castidad, por el contrario, nos lleva a un amor a Dios más profundo, fortalece el carácter y hace crecer en la reciedumbre, la paz interior y la alegría.


Significado de la concupiscencia

Dios nos creó y nos hizo hombres formados de alma y cuerpo, con inteligencia, voluntad y libertad.

En algunas ocasiones de la vida, dejamos de usar la inteligencia para actuar. Nos dejamos llevar por alguna cosa que nos llama la atención, nos dejamos llevar por lo que nos dictan los sentidos y los sentimientos. Haciendo que la concupiscencia aparezca, es decir, que el cuerpo y sus sensaciones manden sobre la inteligencia y sobre el alma, dejándose llevar por los sentidos y por las cosas terrenales.

Aquí la persona ya no está usando su inteligencia, sólo se está dejando llevar por sus sentidos, sin medir las consecuencias.

Al dejar que la concupiscencia aparezca, el hombre se rebaja (se "animaliza") y no ve más allá. El hombre olvida que es un ser llamado a la felicidad eterna y empieza a buscar la felicidad en los placeres y sensaciones del cuerpo, quedando atrapado en ellas.



Para profundizar:

Pecados contra el sexto mandamiento

Voluntad de Placer

Catesismo de la Iglesia Católica Sexto Mandamiento

Familiaris Consortio

Para Salvarte 6° mandamiento Pág 630, num. 68. 



VII. No robarás: el respeto a la propiedad
El verdadero fin de los bienes materiales y la recta manera de obtenerlos
 
VII.  No robarás: el respeto a la propiedad
VII. No robarás: el respeto a la propiedad
El hombre tiene derecho a cuatro clases de bienes: la vida, la fama, el honor, y los bienes materiales. En el quinto mandamiento vimos la vida, en el octavo mandamiento veremos la fama y el honor. Aquí veremos lo referente a los bienes materiales en el séptimo mandamiento.

En el libro del Génesis 1, 28 y siguientes, encontramos que Dios le dijo a Adán y a Eva:
Dominen sobre las aves del cielo y sobre los peces del mar y sobre todo ser viviente que se mueva sobre la tierra. Que todas las hierbas y todos los árboles que crecen sobre la tierra les sirvan de alimento.

Dios creó a todos los seres de la tierra para el bien del hombre, no de un solo hombre, sino de todos los hombres.

De acuerdo a esto, todo hombre tiene derecho a tomar de la tierra lo que necesite para vivir. Pero, en la realidad vemos que esto no pasa así ya que nos encontramos con que unos cuantos son dueños de la cosecha del maíz o de la avena. Hay personas que tienen muchos animales y otros, apenas una vaca.

¿Es justo que unos tengan más que otros? ¿Es lo que Dios ha querido?
Dios quiere que todo hombre tenga las cosas necesarias para poder sobrevivir. Este derecho a "tener" es a lo que llamamos "propiedad privada.

Nos podemos preguntar ¿tener qué? Podemos habla de tener una casa, tener comida, vestido y los medios materiales necesarios para vivir como una persona digna.


¿Cómo se logra tener todas estas cosas tan importantes para poder vivir?

Trabajando. El trabajo es la manera justa de conseguir lo necesario para sobrevivir.
Desde el principio, Dios quiso que el hombre trabajara. En el Génesis 2,15, dice:"amó pues Dios al hombre y lo puso en el paraíso para que lo cultivase y guardase."

El trabajo es algo bueno y querido por Dios.
San Pablo escribió en una ocasión: "El que no trabaja, que no coma". Segunda Carta a los Tesalonicenses 3, 10.


¿Pero, por qué no todos ganamos igual?

Hay quienes tienen más y quienes tienen menos, dependiendo de su trabajo y de su capacidad física e intelectual. Estas diferencias son naturales y buenas.

Sería totalmente injusto que recibiera de la tierra lo mismo, aquél que trabaja que aquél que no hace esfuerzo alguno; aquél que ha estudiado con empeño que aquél otro que no se ha esforzado nunca por aprender.

El mandato de Dios es: "No robarás" (Ex. 20,15-17). El séptimo mandamiento prohibe tomar o retener los bienes del prójimo injustamente y perjudicarle de cualquier forma en sus propiedades.

Para poder vivir estos mandamientos es necesario desterrar cualquier rastro de envidia en el corazón humano.


El significado del Séptimo Mandamiento

El séptimo mandamiento nos prohibe adueñarnos de los bienes ajenos. Pero, ¿qué son los bienes materiales? Son todas esas cosas materiales que proceden de Dios y que están Bajo el dominio del hombre. En sí, son moralmente indiferentes. Su bondad o su maldad depende del uso que les dé el ser humano, de la intención con que los utilice.

Los bienes materiales están destinados a las personas humanas, en plural, pues tienen un destino universal, no individual.

Los pecados contra este mandato se presentan de diversas formas: robo, hurto, fraude, rapiña, usura, saqueo, etc.

Resumiendo, es todo tipo de usurpación del bien ajeno contra la voluntad razonable de su dueño. Esto es la visión positiva de estos mandamientos que se viven a través de la virtud de la pobreza, que veremos más adelante.

Robar significa adueñarse injustamente de algo que pertenece a otro o causar daño al prójimo en sus pertenencias.


Existen diversos tipos de robo:

+ Hurto. Es tomar ocultamente los bienes que pertenecen a otro.

+ Rapiña. Es adueñarse de lo ajeno por medio de la violencia. Por ejemplo, un grupo de jóvenes, que se juntan en pandilla para entrar a la casa de un viejito enfermo, al que lastiman entrando con violencia y le quitan sus bienes.

+ Fraude. Se peca de fraude de diferentes maneras: haciendo mal el trabajo, vendiendo mercancía defectuosa o mala, aprovechando que el comprador no conoce el producto, vendiendo a un precio más elevado, engañando en los contratos, no cumpliendo con las especificaciones determinadas, falsificando documentos, etc.

+ Usura. Es cobrar demasiados intereses por una cantidad prestada, aprovechando la necesidad del otro.

+ Retención. Es aplazar, no pagar a tiempo el salario de los trabajadores o los servicios de proveedores para ganar intereses en el banco. Por ejemplo, un patrón que se retrasa varios meses en pagar a sus empleados porque tiene el dinero metido en el banco para su beneficio personal.

+ Acaparamiento. Es guardar, para la propia conveniencia, una gran cantidad de artículos de primera necesidad en tiempos de escasez o devastación. Por ejemplo, cuando se da un desastre natural, como un desborde de río. Sé que faltará agua embotellada y la compro para luego, cuando los demás la necesiten, venderla con un sobreprecio.

+ Avaricia. Es tener demasiado y querer siempre tener más, sin dar oportunidad a otros de trabajar para tener también. Por ejemplo, soy una persona que tiene lo necesario para vivir y un poquito más, sin embargo, no me conformo con lo que tengo y quiero tener mucho más.

+ Consumismo. Es comprar cosas superfluas e innecesarias, en vez de utilizar ese dinero para ayudar, creando fuentes de trabajo para las gentes que no tienen siquiera lo indispensable para sobrevivir.

+ Dañar bienes ajenos. Maltratarlos o destruirlos por ira, odio, venganza o descuido. Por ejemplo, aquel que, por descuido, perdió el libro que le prestamos y que era tan importante para nosotros.

+ Despojo. Es robarse bienes inmuebles, casa, terrenos, etc.

+ Plagio. Es robar derechos o bienes intangibles, como decir que uno es el compositor de una música que fue compuesta por otro.

El robo es pecado grave contra la justicia, pero existe parvedad de materia. NO es lo mismo robar algo de poco valor que no rompe gravemente el derecho ajeno, ni la caridad.


No sólo el que roba es ladrón.

Son ladrones también los que mandan robar, los que están de acuerdo en que se robe, los que participan de lo robado, los que pudiendo prohibir el robo no lo hacen, los que no denuncian los robos y los que prestan ayuda a los ladrones.

Robar por necesidad o cuando la necesidad es verdaderamente grave, es decir, cuando está en peligro la vida y no hay otra manera de conseguir lo que necesito, entonces es válido tomar, aunque pertenezca a otro, aquello que necesito para sobrevivir.
Es válido tomar lo ajeno por hambre cuando no existe ninguna manera, y se han agotado todos los medios, para conseguir el dinero necesario. Esto es como en tiempo de guerra y después de la guerra, en los que no hay empleos ni comida.

Sin embargo, esto no es válido cuando a la persona a quien se lo quitó, la dejo también en una gran necesidad o en peligro de muerte.
o Para cobrar una deuda, si es que no hay otra forma de cobrarla y se han agotado todos los medios humanos, civiles y judiciales para hacerlo. Entonces es válido tomar lo que en justicia nos pertenece, aún cuando el otro se oponga. Esto se llama compensación oculta

En lo que se refiere a fraudes al fisco, tema muy actual, el problema es muy complejo, pero podemos decir:
La autoridad tiene todo el derecho de imponer tributos. Las leyes a este respecto obligan en conciencia. Si se rompe la ley, se falta a la justicia y por lo tanto se tiene que restituir.

No es lícito retener, sin un motivo legítimo, lo que es del otro. Tales como, quienes se niegan a pagar sus deudas, los que no devuelven lo que se les ha prestado.

Los que engañan en las cuentas. Los que encuentran algo perdido y lo guardan sin hacer el intento de encontrar al dueño.

También dañan injustamente, quienes por malicia o por culpable negligencia, dañan y perjudican gravemente al prójimo en sus bienes, ya sea destruyéndolos o deteriorándolos.

Los que por chismes hacen que una persona pierda el empleo, o la fama.

Los que descuidan las obligaciones de sus cargos. Un ejemplo sería los médicos que npo cumplen con sus obligaciones.


Para reparar el pecado de robo

El robo, por el daño que causa en los demás, exige para su reparación devolver lo que se quitó al otro o la reparación de los daños causados.


Cómo cumplir con el Séptimo Mandamiento?

Tres formas de cumplir el Séptimo Mandamiento: la austeridad, la justicia y la generosidad.

Austeridad. Es el justo equilibrio entre el lujo y la miseria. Es tener lo necesario y lo suficiente para cumplir, de la mejor manera posible, con la misión que Dios nos ha encomendado, de acuerdo con el estado y condición de vida de cada persona.

Los bienes materiales son buenos. Dios quiere que los tengamos y los usemos para llegar a él, pero debemos usarlos solamente como medio y nunca verlos como un fin en sí mismos. Por ejemplo, trabajamos para ganar dinero y poder satisfacer nuestras necesidades y las de la familia pero no para tener cada día más y más y poder tener cosas que no son necesarias ni indispensables para nuestra vida.

La austeridad es una virtud que se debe estudiar personalmente, en conciencia, pues cada persona tiene una misión diferente y por lo tanto, necesidades reales diferentes. Un coche, por ejemplo, puede ser una necesidad real para alguien que necesita transportarse de un lugar a otro, pero puede ser un lujo innecesario para alguien que tiene cinco coches más estacionados en su casa y que compra otro "sólo por que lo vio y le gustó". El tipo y el modelo de coche necesario también es algo individual, pues puede haber alguien que lo único que necesita son cuatro ruedas y un volante, mientras puede haber personas que lo que necesitan de un coche sea la comodidad, otros la elegancia, otros la velocidad, otros el tamaño y otros, sólo el transporte.

Es importante aclarar que no podemos juzgar a nadie. Sólo nosotros y nuestra conciencia podrán decidir cuando exista una necesidad real o cuando se está cayendo en el pecado del consumismo, la avaricia o el acaparamiento.

Una vez que el hombre cubre sus necesidades reales, la austeridad le indica poner todo lo que le sobra al servicio de los demás, creando fuentes de empleo o apoyando obras de caridad.

Justicia. Es saber dar a cada persona lo que se merece. La Virtud de la Justicia nos ayudará a saber administrar correctamente nuestros bienes materiales, usándolos para nuestro propio bien y el de los demás. La justicia nos ayudará a conocer cuáles son nuestras necesidades reales y cuáles han sido creadas por las trampas de la publicidad, haciéndonos creer que necesitamos algo que realmente no necesitamos.

La justicia nos ayudará a saber pagar lo justo por los servicios que los demás nos presten, sin querer estafarlos o engañarlos.


La generosidad. Es la virtud que nos ayudará a desprendernos de los bienes que poseemos en favor de los otros. La Virtud de la Generosidad nos lleva a compartir "más allá de la justicia", sacrificando tal vez alguna necesidad real, pero no indispensable, para ayudar a alguien que no tenga siquiera lo necesario para sobrevivir.

¿Qué nos dice la Iglesia sobre el correcto uso de los bienes? Ella nos recuerda a través su Doctrina Social cómo se debe de comportar el el cristiano en la sociedad

Lecturas complementarias:
Gaudium et Spes cap 3

Para Salvarte 7° mandamiento Pág 795, num. 63.


VIII. No dirás falso testimonio ni mentirás
La verdad en tu camino
 
VIII. No dirás falso testimonio ni mentirás
VIII. No dirás falso testimonio ni mentirás


Vivimos en una sociedad dónde cuenta más la imagen y la apariencia, por ello, es muy común ver cómo se deforma la realidad.

El octavo mandamiento prohibe decir mentiras y todo lo que atenta a la fama y al honor del prójimo. El mandato dice: No levantar falso testimonio, ni mentirás. En otras palabras: No mentirás.

Este mandamiento nos prescribe los deberes relativos a:
La veracidad, el honor, la fama.

Siempre hay que decir la verdad. El hombre debe obrar íntegramente bien en cada acto.
Verdad: Adecuación o correspondencia entre la realidad y lo que pensamos. La verdad es la relación adecuada entre la mente y el objeto.
Verdad objetiva es la relación adecuada entre mente – objeto y sin obstáculos.
La verdad subjetiva es cuando la relación mente – objeto no es adecuada, por causa de algún obstáculo. En muchas ocasiones puede haber errores y la persona no se da cuenta de ellos, o tener la verdad objetiva entre multitud de equivocados.

Ahora bien, Sto. Tomás nos dice que la verdad es algo divino porque Dios en Sí mismo es la Verdad. Por lo tanto, este atributo tienen que vivirlo las creaturas.

El hombre tiene la capacidad de expresar y comunicar sus pensamientos y sentimientos y esto lo hace a través de las palabras.

Para hacer uso de estas facultades se necesita vencer dos tendencias:
-La dificultad para discernir lo verdadero y lo falso.
-La inclinación a deformar u ocultar la verdad.

Emplear bien la palabra es un deber de justicia, pues todo hombre tiene el derecho de no ser engañado, y como consecuencia de su dignidad de persona, tiene el derecho a la fama y al honor.

La virtud que tiene por objeto lo anterior es la veracidad: que nos inclina a ser siempre fieles a la verdad.

Cuando no se expresa la verdad con las palabras, lo llamamos mentira: que es decir lo contrario de lo que se piensa con la intención de engañar. Catecismo 2508
Cuando no se expresa la verdad con gestos, lo llamamos simulación.
Cuando no se expresa la verdad con todo el comportamiento, lo llamamos hipocresía: que es la vivencia de lo contrario con o que se predica o piensa Mt. 23, 24-28.
La falsedad es afirmar algo estando equivocados por no conocer con exactitud un dato, es diferente a la mentira.

La necesidad de la veracidad es muy clara: Las palabras son la manifestación externa de las ideas, por lo tanto no se puede expresar lo contrario al pensamiento porque esto rompería el orden de las cosas que Dios ha puesto. Además, la veracidad es necesaria para la vida social, si no hay confianza entre los hombres, no hay convivencia. Por ello, nunca está permitido quebrantar la verdad directamente.

Jamás es lícito mentir. Este principio está basado en la naturaleza de la misma. No está prohibida porque sea algo malo. La malicia de la mentira consiste en el desacuerdo entre lo que se piensa y lo que se dice, no tanto en la falsedad de las palabras. Para que haya mentira no hace falta engañar a los otros, basta con que haya una falta de adecuación entre lo que se piensa y lo que se dice. La gravedad de la mentira depende del daño que se puede causar.

La mentira se divide en
Mentira jocosa: una broma.
Mentira oficiosa: cuando se dice para favorecer a una persona o comunidad o ideología.
Mentira dañosa: mentira calumniosa, daña la imagen de alguien.

La gravedad de la mentira depende del tipo de mentira. La jocosa y la oficiosa normalmente son leve. La mentira dañosa puede ser grave. La mentira en cuestiones de fe es pecado mortal.

Los pecados contra la verdad son:
Mentira: dar información falsa, intencionalmente deformada. Esto entraña el deber de reparar el mal causado.
La simulación: mentira que se verifica con hechos. Un ejemplo sería simular que estoy haciendo algo, cuando en realidad no lo estoy haciendo.
La hipocresía: aparentar externamente lo que no se es en realidad, para ganarse la aceptación de los demás.
Adulación: exagerar los elogios al prójimo para obtener algún provecho.
La ligereza al hablar, con el consiguiente peligro de apreciaciones inexactas o injustas. Conlleva el peligro de caer en la difamación o calumnia.
La maledicencia: divulgar una verdad que perjudica a otro, sin razón objetivamente válida. Ejemplo: Manifestar los defectos ajenos a otras personas. Lo contrario sería la benedicencia, es decir, hablar bien de quien se está hablando.
La manipulación. Deformar la verdad con falsedades cuando hay obligación de decir la verdad. La sociedad tiene el derecho a una información fundada en la verdad, la libertad y la justicia. Catecismo 2494
Violentar la intimidad: Espionaje que entra en la vida íntima de las personas. La ingerencia en la vida privada de las personas es condenable en la medida que atenta contra su intimidad y libertad. Catecismo 2492
Juicio temerario: considerar como cierto una maldad en el prójimo sin motivos suficientes. Es la aceptación firme de la mente sobre el pecado o las malas intenciones del prójimo, sin tener motivo suficiente. Es de pensamiento.

Hay ocasiones en que no es prudente ni justo decir lo que se piensa. En estos casos es lícito ocultar la verdad, mas no decir una mentira. El prójimo tiene derecho a que se le hable con la verdad, pero no tiene derecho a que le sea revelado lo que puede ser materia de legítima reserva. Lo prudente en estos casos es callarse o contestar “no hay nada que decir”.

Una manera de ocultar la verdad es la restricción mental que es dar una explicación con un significado oculto para el que lo escucha. Se aplica la ley de doble efecto. Ejemplo. Contestar el teléfono y decir “no está”, cuando en realidad es “no está para ti” la restricción mental se debe de utilizar lo menos posible porque en muchos casos de todas maneras sería una mentira o se puede llegar a abusar de ella. Hay que usarla con gran cautela.

En cuanto al secreto que es una ocultación de la verdad, podríamos decir que es la reserva de algo que no debe manifestarse a quien no tiene derecho de saberlo. La prudencia puede aconsejar no revelar una información que puede perjudicar al prójimo. Catecismo 2489. Poner ejemplos de secreto profesional.

El secreto de confesión es sagrado y no puede ser revelado bajo ningún pretexto Catecismo 2490. Existen otras profesiones que implican un secreto profesional y que deben ser respetados.

¿Cómo equilibrar el derecho al secreto y la obligación de decir la verdad?. Manteniendo el respeto equilibrado entre dos puntos.
-La propia dignidad (no todo se dice)
-El amor (se dice todo lo que el otro necesita)

Existe otro punto que hay que tomar en cuenta, la discreción que consiste en no revelar lo que no es necesario o lo que puede ser malentendido. Ayuda a respetar la dignidad e intimidad de cada hombre.

Ahora bien, el derecho a la comunicación de la verdad no es incondicional Catecismo 2488. Las situaciones concretas estiman si conviene o no revelar la verdad a quien la pide: (Bien común, bien y seguridad del prójimo, respeto a la vida del otro, evitar un escándalo). Nadie esta obligado a revelar una verdad a quien no tiene derecho a conocerla.

En cuanto el honor de una persona es decir el testimonio exterior de la estima que se tiene a los demás hombres, todo el mundo tiene el derecho a que se le respete el honor. Este derecho se quebranta con la injuria, que es un insulto sin justicia hecha en presencia del ofendido, de palabra o actos.

La burla es un modo de echarle en cara los defectos a los demás para avergonzarlo delante de otras personas. La gravedad se mide según el tipo de burla y a quien o que se refiere.

Los pecados contra este mandamiento no sólo son de pensamiento y de palabra, sino que también existe el pecado de oído. Cuando se escucha con gusto la crítica, la calumnia, la murmuración, aunque no se diga nada, al aceptarlo se está cooperando con el pecado de otro.

En resumen, para evitar el pecado contra este mandamiento es necesario educarse en la sinceridad interior y exigencia de la práctica de la caridad en el uso de la palabra.


Para profundizar:
Evangelium Vitae nn 19-20

Para Salvarte 8° mandamiento Pág 808, num. 70.



IX. No consentirás pensamientos, ni deseos impuros
Para vivir el noveno mandamiento
 
IX. No consentirás pensamientos, ni deseos impuros
IX. No consentirás pensamientos, ni deseos impuros


Mencionamos ya que el placer es parte de la sexualidad, y que Dios nos da dos mandamientos para poder orientar el instinto sexual.
El sexto y el "noveno”, no consentirás deseos impuros, que implica todo pecado interno.

¿Cómo son tus pensamientos?
El medio ambiente que nos rodea y los medios de comunicación, en muchas ocasiones, nos hacen creer como bueno lo que no lo es. Lo cual nos puede llegar a confundir.

No olvidemos que, a raíz del pecado original, el hombre quedó marcado por la concupiscencia, es decir con una inclinación al mal.

El significado del Noveno Mandamiento

Con el Noveno Mandamiento, Dios nos pone en guardia contra los peligros del camino que nos pueden atraer y alejarnos de Él y de nuestra felicidad. No consentirás pensamientos y deseos impuros significa:

No permitas que nada ni nadie te haga olvidar que estás llamado a ser feliz al lado de Dios. No te estaciones, sigue caminando hasta llegar a tu meta.

Por ejemplo, Dios en el matrimonio nos permite ser felices disfrutando de una vida sexual en la que las sensaciones juegan un papel importante.

Si somos unas personas normales, es natural que reaccionemos ante los estímulos que se nos presentan en el mundo.

Los sentimientos y sensaciones, no son malos de ninguna manera. Son prueba de que somos normales Pero, éstos deben ser controlados por la razón. No nos deben hacer esclavos o dependientes.

La imaginación…

Seguramente, alguna vez habremos escuchado una estación de radio en la cual, de pronto, se mete una onda de electricidad que no nos permite escuchar nuestra canción favorita. Esto sucede en la vida real con la imaginación: podemos tener muy claro nuestro fin, pero de pronto, al ver una imagen, nuestra imaginación empieza a "meter ruido" en nuestro cerebro y puede suceder que, de un momento a otro, perdamos contacto con nuestra inteligencia y con Dios. Y, seguramente, terminemos haciendo las locuras que nuestra imaginación nos dicte... con las consecuencias que ello nos traiga.

La imaginación es una herramienta maravillosa, un don de Dios al que debemos en gran parte el desarrollo científico, artístico y tecnológico del mundo, pero "desatada" es un verdadero peligro:
  • Puede convertir un ruido en la oscuridad en una historia de terror.
  • Puede convertir una fotografía en una historia de lujuria y sensualidad.
  • Puede convertir un error humano en un verdadero drama, pues no mide, no se limita, inventa y juzga a su antojo.
  • Puede hacer ver correcto lo que no lo es.


No en vano Santa Teresa llamaba a la imaginación "la loca de la casa".

La imaginación, fuera del control de la inteligencia, puede hacernos ver como atractivas algunas cosas que no lo son en realidad.

En el Noveno Mandamiento Dios nos aconseja que pongamos "riendas" a nuestra imaginación y que no permitamos que se "desboque" ante cualquier estímulo que reciben nuestros sentidos.

Es importante a cualquier edad y estado de vida, cuidar lo que vemos, lo que oímos, lo que leemos para no caer en tentación.

Algunos medios prácticos para cumplir con el Noveno Mandamiento

Busquemos siempre lo mejor para nosotros y para los demás comportándonos de acuerdo a nuestra dignidad de cristianos, siendo un ejemplo de pureza y grandeza de alma. ¿Cómo?

  • Seleccionando cuidadosamente nuestras amistades y la manera de divertirnos.
  • Alejándonos de las situaciones peligrosas. Evitando ponernos en peligro asistiendo a espectáculos o lugares sospechosos.

    Pecados contra el noveno mandamiento

    Cuando se busca el placer sexual cómo un fin en sí mismo, es decir, buscarlo fuera del marco natural deseado por Dios, se pueden cometer pecados contra este mandamiento.

    Hemos dicho que los pecados que atentan contra el noveno mandamiento son actos internos, por lo cual, generalmente, son pecados de pensamiento que alientan deseos, imaginaciones, recuerdos, emociones con el fin de procurar un placer sexual.

    Estos deben ser consentidos que significa que van más allá de una simple impresión de placer de algo que pasa por la mente sin haberlo deseado o buscado.

    Para profundizar:

    Para Salvarte 9° mandamiento Pág 815, num. 63.

    Familiaris Consortio n 14

X. No codiciarás ... nada que sea de tu prójimo
¿Qué nos dice el Décimo Mandamiento?
 
X. No codiciarás ... nada que sea de tu prójimo
X. No codiciarás ... nada que sea de tu prójimo
El décimo mandamiento prohibe la avaricia y el deseo inmoderado de apropiación de los bienes terrenos y del poder.

El Evangelio nos enseña cuál debe de ser la actitud del hombre ante las riquezas y los bienes de este mundo. Recordemos que dónde tenemos puesto el corazón, ahí encontraremos nuestro tesoro. Si el precepto más importante es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo com a ti mismo, entonces el tesoro del hombre debe ser llegar a poseer a Dios, por tanto, nuestro corazón debe estar puesto en dios y en el servicio a los demás.

No olvidemos que las riquezas, los bienes de este mundo son únicamente una ayuda para que cada quien pueda llevar a cabo su misión.

Cuando el corazón se desvía y en lugar de tender a Dios y buscar el bien de los demás comienza a desear sólo poseer riquezas, se rompe la recta jerarquía de valores y los criterios ya no son los del Evangelio.

Se desean los bienes del otro, aparece la envidia, la sospecha. Se sufre cuando el otro goza de sus bienes, cuando, en realidad, se debería sentir alegría.

La envidia no es otra cosa que la tristeza que se siente ante el bien del otro que conlleva un deseo desordenado por apropiárselo, es un pecado capital. Este mandamiento exige destarrar de nuestro corazón cualquier rastro de envidia.

A medida que este sentimiento va creciendo, va tomando posesión de la persona, lo que trae como consecuencia, comportamientos más graves, llegando a cometer grandes injusticias sólo para tener más.

Vivimos en una época donde el tener se ha convertido en una obsesión, el ser, parecería que no tiene gran importancia. siendo que debería de ser todo lo contrario.

La obsesión por los bienes materiales nos impide el acercarnos a Dios, el alma se olvida de lo único necesario, Dios. Los bienes se convierten en fines y no medios, perdiendo su justa dimensión.

¿Cómo vivir el Décimo Mandamiento?

El Décimo Mandamiento se cumple viviendo la virtud de la liberalidad, y se transgrede con los pecados de avaricia y prodigalidad.


La liberalidad es la virtud que regula el amor a las cosas materiales y hace que se empleen según el deseo de Dios.
Al moderar el amor a las cosas materiales, se actúa en contra de la avaricia.

Al emplear las cosas según el deseo de Dios, se actúa contra la prodigalidad.

La avaricia es el deseo desordenado de las cosas materiales. Es un pecado “capital”.

La avaricia puede adoptar la forma de tacañería, es decir, escatimar los gastos razonables.

También puede adoptar la actitud de codicia, que trata de acumular más y más riquezas.

La prodigalidad es el vicio que lleva a gastar el dinero de manera inconsiderada y desmesuradamente.

El alcance doctrinal del Séptimo y Décimo Mandamientos se completa con la dimensión social de los bienes creados.

Conoce la Doctrina Social de la Iglesia:
El cristiano en la sociedad

Para profundizar:
Catecismo de la Iglesia Católica nn. 2534-2557

Para Salvarte 10° mandamiento Pág 818, num. 72.

Libro Curso de los Los Diez Mandamientos
Explicación didáctica, directa y positiva, de los mandamientos.
 
No sé si hablar hoy de los diez mandamientos es original o no. A lo mejor están pasados de moda y hay que inventar otros mandamientos.

De hecho, ignoro si sabrás que hace unos años en Johannesburgo se reunieron los grandes de la tierra y quisieron cambiar el Decálogo de Dios por otro decálogo, inventado por ellos, para no herir las susceptibilidades de quienes eran ateos o agnósticos.

Consciente de que el Decálogo es brújula que siempre marca el norte del bien, yo he querido escribir este libro especialmente para ti, querido joven, para que no sólo no te pierdas en el camino de tu vida, sino sobre todo llegues a Dios, a tu realización completa y a tu felicidad verdadera y auténtica.

Al explicarte cada mandamiento, he tratado de ser claro, didáctico, directo y positivo, por qué no. He ido salpicando en cada mandamiento algunas anécdotas que ejemplifican dicho mandamiento y hacen la lectura más amena y distendida. Al final de cada mandamiento, te regalo la síntesis del Catecismo de la Iglesia católica de dicho mandamiento.

Dado que quiero que no sólo quede en una simple lectura, también te he dejado diez preguntas para tu reflexión personal o en grupo. Dichas preguntas te harán pensar y llevar ese mandamiento a tu vida e incluso te ayudarán para una discusión en equipo.

Y termino con una lectura para que la saborees.

Te deseo lo mejor con la lectura de mi libro. Ojalá, Dios, a través de estas páginas, te dé luz y aliento.


INDICE

Capítulo 1 ¿Qué son los diez mandamientos?

Capítulo 2 Características, dificultades y frutos de los mandamientos.

Capítulo 3 Primero: Amarás a Dios sobre todas las cosas

Capítulo 4 Segundo: No tomarás el nombre de Dios en vano

Capítulo 5 Tercero: Santificarás las fiestas

Capítulo 6 Cuarto: Honrarás a tu padre y a tu madre

Capítulo 7 Quinto: No matarás

Capítulo 8 Sexto: No cometerás actos impuros

Capítulo 9 Séptimo: No robarás

Capítulo 10 Octavo: No dirás falso testimonio ni mentirás

Capítulo 11 Noveno: No desearás la mujer o varón que no te pertenece

Capítulo 12 Décimo: No codiciarás los bienes ajenos

Capítulo 13 Resúmen del decálogo

Capítulo 14 Conclusión

Capítulo 15 Bibliografía



No hay comentarios: