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jueves, 27 de septiembre de 2012

Herodes oye hablar de Jesús


Lucas 9, 7-9. Tiempo Ordinario. La pureza de corazón y la rectitud de intención nos darán la paz.
 
Herodes oye hablar de Jesús
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 7-9


Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?» Y deseaba verle

Oración introductoria

Señor Jesus, con la señal de la cruz inicio mi oración pidiendo la asistencia de tu Santo Espíritu. No me mueve la curiosidad, busco encender en mi corazón la fe y el amor al Padre y la alegría de ser cristiano. Ilumina mi mente y despierta en mí el deseo de contemplarte.

Petición

Jesús, ayúdame a orar con atención, para que día con día vaya creciendo en el amor a Dios y los demás.

Meditación

Los tres sinópticos coinciden en afirmar que, según la gente, Jesús era Juan el Bautista, o Elías o uno de los profetas que había resucitado; Lucas había contado con anterioridad que Herodes había oído tales interpretaciones sobre la persona y la actividad de Jesús, sintiendo por eso deseos de verlo. Mateo añade como variante la idea manifestada por algunos de que Jesús era Jeremías. Todas estas opiniones tienen algo en común: sitúan a Jesús en la categoría de los profetas, una categoría que estaba disponible como clave interpretativa a partir de la tradición de Israel.[...] Todas estas opiniones no es que sean erróneas; en mayor o menor medida constituyen aproximaciones al misterio de Jesús a partir de las cuales se puede ciertamente encontrar el camino hacia el núcleo esencial. Sin embargo, no llegan a la verdadera naturaleza de Jesús ni a su novedad. Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, primera parte, pág. 117.

Reflexión

¡Quería ver a Jesús!

La curiosidad es buena, ella nos despierta a la vida. Un niño está siempre manoseando, curioseando los juguetes y cuanto encuentra en su derredor. Necesita saber.

No es este el caso de Herodes. Se había enterado de que en torno a Jesús había un movimiento de gente que le seguía; que ese tal Jesús hacia milagros y prodigios, que en el asombro, incluso se pensaba si habría vuelto Elías... Todo ello despertó recelos y una inquietud curiosa que no dejaba tranquilo el corazón de Herodes.

¿Por qué quería ver a Jesús? No ciertamente para seguirlo, más bien temeroso de que alguien le quitara en poder. ¿No había mandado matar a los niños cuando se enteró de que había nacido “el rey de los judíos”?

El miedo es mal consejero y peor compañero aunque aparente los modales más finos y corteses.

Propósito

La pureza de corazón y la rectitud de intención deben ser valores a potenciar por cada uno de nosotros para que así la paz sea nuestra dicha.

Diálogo con Cristo

Señor Jesús, libra nuestro corazón de todo mal deseo, purifica nuestra inteligencia de todo pensamiento malo, fortalece nuestra voluntad para amarte a ti sobre todas las cosas y servir a los hombres en sus necesidades para que así el mundo sea un hogar de paz para todos. 
 
 
 jueves 27 Septiembre 2012
Jueves de la vigésima qunita semana del tiempo ordinario

San Vicente de Paúl


 
 
Leer el comentario del Evangelio por
San Isaac de Siria : Herodes quería ver a Jesús

Lecturas

Sirac 1,2-11.


¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad!
¿Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que realiza bajo el sol?
Una generación se va y la otra viene, y la tierra siempre permanece.
El sol sale y se pone, y se dirige afanosamente hacia el lugar de donde saldrá otra vez.
El viento va hacia el sur y gira hacia el norte; va dando vueltas y vueltas, y retorna sobre su curso.
Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al mismo lugar donde van los ríos, allí vuelven a ir.
Todas las cosas están gastadas, más de lo que se puede expresar. ¿No se sacia el ojo de ver y el oído no se cansa de escuchar?
Lo que fue, eso mismo será; lo que se hizo, eso mismo se hará: ¡no hay nada nuevo bajo el sol!
Si hay algo de lo que dicen: "Mira, esto sí que es algo nuevo", en realidad, eso mismo ya existió muchísimo antes que nosotros.
No queda el recuerdo de las cosas pasadas, ni quedará el recuerdo de las futuras en aquellos que vendrán después.


Salmo 90(89),3-4.5-6.12-13.14.17.


Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,
con sólo decirles: "Vuelvan, seres humanos".
Porque mil años son ante tus ojos
como el día de ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche.

Tú los arrebatas, y son como un sueño,
como la hierba que brota de mañana:
por la mañana brota y florece,
y por la tarde se seca y se marchita.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...?
Ten compasión de tus servidores.

Sácianos en seguida con tu amor,
y cantaremos felices toda nuestra vida.
Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor;
que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos.



Lucas 9,7-9.


El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: "Es Juan, que ha resucitado".
Otros decían: "Es Elías, que se ha aparecido", y otros: "Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado".
Pero Herodes decía: "A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?". Y trataba de verlo.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San Isaac de Siria (siglo VII) monje de Ninive, actual Mossoul (Iraq)
Discursos espirituales, primera serie, Nº 20

Herodes quería ver a Jesús

¿Cómo pueden los seres creados contemplar a Dios? La visión de Dios
es tan terrible que el mismo Moisés dice que tiembla de temor. En efecto,
cuando la gloria de Dios aparece en la tierra, en el monte Sinaí (Ex 20) la
montaña echa humo y tiembla ante la inminente revelación. Los animales que
se acercan a la falda de la montaña morían. Los hijos de Israel se habían
preparado: se habían purificado durante tres días según la orden de Moisés,
para ser dignos de oír la voz de Dios y de ver su manifestación. Cuando
llegó el tiempo no pudieron ni asumir la visión de su luz ni soportar el
trueno de su voz terrible.

Pero ahora, cuando Dios ha derramado su gracia en su venida, ya no
es a través de un terremoto, ni en el fuego, ni en la manifestación de una
voz terrible y fuerte que ha bajado, sino como el rocío sobre el orvalle.
(Jue 6,37), como un gota que cae suavemente sobre la tierra. Ha venido a
nosotros de manera diferente. Ha cubierto su majestad con el velo de
nuestra carne. Ha hecho de ella un tesoro. Ha vivido entre nosotros en esta
carne que su voluntad se había formado en el seno de la Virgen María, Madre
de Dios, para que, viéndolo de nuestra raza y viviendo entre nosotros, no
nos quedáramos turbados contemplando su gloria. Por esto, los que se han
revestido con el vestido con que el Creador apareció entre nosotros, se han
revestido de Cristo mismo. (Gal 3,27) Han deseado llevar en su persona
interior (Ef 3,16) la misma humildad con la que Cristo se manifestó a su
creación y ha vivido en ella, como se manifiesta ahora a sus servidores. En
lugar del vestido de honor y de gloria exteriores, éstos se han revestido
de su humildad.


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