Le acompañe hasta la banca y nos sentamos. Yo, un poco extrañado por la invitación, y él seguro de su cometido.
Mirándome fijamente comenzó a hablarme:
“Mire hermano yo le conozco muy bien, lo mismo que al Padre Arturo, a la Doctora Lucía y a las Maestras Alba y Dulce, así como a todos sus capitanes y adoradores, y a veces me siento un poco desilusionado por la falta de espíritu de amor al Santísimo y la falta de convicción en las tareas que Dios les ha encomendado a todos ustedes.”
“Déjeme explicarme…”, - continuó diciendo sin darme oportunidad a responderle, “he notado que ninguno de los Líderes se ha dedicado un turno completo a conocer las necesidades y comportamiento de sus Capitanes y estos últimos también han descuidado a sus Adoradores sin prestarles la debida asistencia en cuanto al seguimiento de aquellos que han faltado a su Hora Santa, sin averiguar el motivo de su ausencia; o de aquellos que llegan tarde a su horario y otros que se retiran sin haber cumplido su hora…
Mire hermano, yo vivo como a seis cuadras de aquí y padezco de reumatismo, pero nunca he dejado de venir a adorar al Santísimo, nunca he llegado tarde y menos aún me he retirado sin cumplir la alegría de estar acompañando a mi Dios Vivo. Hay veces que los hermanos que me reemplazan no se presentan… y yo, feliz y lleno de júbilo, me quedo muy a gusto de poder platicar con Nuestro Señor una hora más. Nunca digo “tengo” o “tuve” que quedarme, porque eso demuestra falta de amor y devoción a Quien dio su Vida por nosotros.
Otra cosa que me mortifica es la actitud de ciertos adoradores que, sin dignidad, dejan de ir a la capilla sin avisar a nadie exponiendo al Santísimo a quedar solo, sin compañía alguna. Por último, para no cansarle más, le ruego que trate de inculcar en sus adoradores el Amor Verdadero a Jesús Sacramentado, que a la capilla NO se va a pasar una hora, sino que se va voluntariamente a adorar sin interrupción a Dios Todopoderoso en el Misterio de la transformación de su Cuerpo y Sangre en la Hostia Consagrada…”.
Y diciendo esto, se levantó y se perdió en las sombras de la noche…
He acudido varias veces a la capilla a la misma hora que me encontré con este buen señor, pero no le he vuelto a encontrar, hasta anoche que me quedé dormido, rogándole al Santísimo que me inspirara para escribir algo en nuestro blog para esta semana... Y hoy, muy de mañana, al santiguarme y dar Gracias por el nuevo día, se abrió mi mente y vi en un libro celeste con orlas de oro y plata un escrito que decía: “Un encuentro aleccionador pero no fortuito”… y esto, que estoy escribiendo fue lo que me platicó, tal vez en un éxtasis de ensueño o en un mensaje de muy dentro de mi alma un ser inexistente, o quizá ese Ser Misericordioso y sediento de nuestra más mínima señal de respeto y amor hacia Él…
Hermanos, demos gracias con todo nuestro corazón por tener en nuestro pueblo una Capillas e Iglesias para acompañar a Dios Sacramentado.
Rompamos las ataduras de nuestra indiferencia y las cadenas del temor.
¡Acudamos en multitud a adorar a Jesús Sacramentado!
Enmendemos el camino, Dios nos está esperando…
¡No lo defraudemos, no lo desilusionemos, no lo abandonemos!
Dios nos ama y nos necesita.
Que nuestra respuesta sea una solemne plegaria hecha juramento de que jamás le volvamos a provocar el dolor de una nueva crucifixión.
¡Viva Cristo Rey por siempre en nuestros corazones!
¡Viva Cristo Rey por siempre en nuestros corazones!
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