Se cuenta que en una ocasión, un gran rey cruzaba el desierto con sus ministros.
De pronto, uno de los camellos se desplomó a tierra y se rompió un baúl que cargaba en su joroba, Una lluvia de joyas, perlas preciosas y diamantes se desparramó sobre la ardiente arena del desierto. El rey, entonces, dijo a sus ministros:
- “Señores, yo sigo adelante. Ustedes, si quieren, pueden quedarse aquí. Todo lo que recojan, será suyo.”
El rey continuó su viaje pensando que ya nadie le seguiría. Al poco rato, el rey, volviendo su mirada atrás, se dio cuenta de que le seguía uno de sus ministros. El rey entonces le dijo:
- “¿Es que no te importan las perlas y los diamantes de tu rey? Habrías podido ser rico para toda tu vida.”
Y el ministro le respondió:
- “Me importa más mi rey que todas las perlas de mi rey. Mi rey es mi gran tesoro.”
*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
jueves, 13 de octubre de 2011
Tú eres mi tesoro
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