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jueves, 18 de agosto de 2011

CATEQUETICA FUNDAMENTAL



1. La catequesis es un proceso de evangelización que se transmite en grupo, en comunidad. Podemos estarlo viviendo o estar dirigiendo un grupo, pero no haber reflexionado mucho sobre lo que es básico y fundamental en ese proceso. Para empezar nuestra tarea, puede ser útil hacernos esta pregunta: ¿Qué es lo que nos parece fundamental en catequesis? Lo comentamos brevemente con quien tenemos al lado, resumimos la respuesta en una palabra clave y la ponemos en común.

2. Respuestas:




3. La catequética fundamental o general supone una reflexión sobre las dimensiones fundamentales de la catequesis. Antes o después, es preciso ir más allá de la acción inmediata y reflexionar sobre lo que es fundamental. No sólo conviene sino que es necesario hacerlo: para situar adecuadamente la catequesis dentro de la misión evangelizadora de la Iglesia; para fundamentar sólidamente la catequesis que estamos desarrollando; para dar su valor propio a todos los elementos y momentos que la componen; para revisar la acción catequética; para evitar los errores que se cometen desde la simple acción inmediata, sin suficiente formación y perspectiva; para responder a las cuestiones e interrogantes que se plantean desde diversos supuestos; para catequizar mejor, con más clara conciencia de lo que se hace y de forma renovada; para adquirir una mejor visión de conjunto; para lograr una catequesis más sencilla y más centrada en lo esencial o fundamental.

PARA LA REFLEXION PERSONAL O DE GRUPO

1. ¿Qué es evangelizar? ¿Cuáles son las constantes de la evangelización? ¿Cuáles son las etapas del proceso de evangelización? ¿Cómo se sitúa la catequesis en el conjunto de la acción evangelizadora de la Iglesia? En la catequesis que conocemos ¿qué relación se da entre Evangelio y catequesis?

2. ¿En qué consiste la catequesis? ¿Cuáles son sus dimensiones y tareas? ¿Cómo actualizar hoy la enseñanza especial de Jesús a sus discípulos? ¿Qué proceso se da en la catequesis que conocemos? ¿Es de inspiración catecumenal?

3. ¿Para qué sirve el Credo? ¿Cuáles son sus raíces evangélicas? ¿Entendemos el Credo como resumen de las Escrituras? ¿Facilita nuestra catequesis la confesión personal de toda la fe de la Iglesia?

4. ¿Qué relación se da entre experiencia y catequesis? ¿Qué entendemos por experiencia? ¿Tomamos en consideración las experiencias de mayor amplitud e importancia, tanto personales como sociales, así como los interrogantes que surgen de tales situaciones? ¿Qué relación se da entre experiencia humana común y experiencia de fe? ¿Interpretamos los acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios? ¿Qué relación se da entre la escucha de la Palabra y la realidad? ¿Transmitimos la propia experiencia de fe?

5. ¿Qué significa la comunidad para la catequesis? ¿Qué entendemos por comunidad? ¿Cuáles son los rasgos más importantes de una comunidad cristiana? ¿Viven los catequistas la experiencia comunitaria que desean transmitir?

6. ¿Cuáles son las fuentes de nuestra catequesis? ¿Es para nosotros la Palabra de Dios la fuente viva de la catequesis? ¿Cómo aparece en la catequesis la Escritura y la Tradición viva de la Iglesia? ¿Cómo aparece la dimensión actual de la Palabra de Dios? ¿En qué lenguajes se expresa la catequesis? ¿En un lenguaje propio del hombre de hoy? ¿En un lenguaje propio de la fe de la Iglesia?

7. ¿Cuáles son los elementos más importantes de la reunión catecumenal o comunitaria? ¿Cuáles aparecen más en nuestra catequesis? ¿Cuáles aparecen menos? ¿Hay algún elemento que podemos o debemos introducir? ¿Cuáles son las claves más importantes de la pedagogía catecumenal? ¿Cuál es la función del catequista? ¿Cómo poner en marcha un grupo?

8. ¿Qué lecciones podemos sacar de la historia de la catequesis? ¿Qué aspectos se destacan más en cada época y cuáles menos? ¿Cuáles son los momentos más importantes del movimiento catequético contemporáneo? ¿Cuáles son sus valores y riesgos? ¿Qué aporta cada momento a la renovación de la catequesis?


1. EVANGELIZACION Y CATEQUESIS

1. La relación entre evangelización y catequesis es un aspecto fundamental. En el fondo, están implicadas estas cuestiones: ¿Qué significa evangelización? ¿Qué significa catequesis? ¿Cómo se sitúa la catequesis en el conjunto de la misión evangelizadora de la Iglesia? Punto de partida: En la catequesis que conocemos ¿qué relación se da (a nivel de objetivos, contenidos, método) entre evangelio y catequesis?

2. La evangelización es un desafío permanente. Supone nada menos que participar en la misma misión de Jesús (Jn 20,21). Y en la misión de la Iglesia, que existe para evangelizar (EN 14). Es algo que nos desborda. Por ello, viene bien recordar el aviso de Pablo: Inmaduro es nuestro saber e inmaduro nuestro evangelizar (1 Co 13,9).

3. La evangelización se realiza no sólo con palabras, sino también con obras. Jesús anuncia una Palabra que se cumple, una Palabra acompañada de señales y signos: enseña y cura, dice y hace. A la pregunta de los discípulos de Juan el Bautista, responde con el lenguaje de los hechos (Mt 11,5;DGC 32,38 y 39). Para quien busca la luz o busca a Dios, quizá a tientas (Hch 17,27), la respuesta no está en las nubes de los razonamientos teóricos. La respuesta es la experiencia de fe. Lo dijo Pablo VI: En el fondo ¿hay otra forma de evangelizar que no sea el comunicar a otro la propia experiencia de fe? (EN 46).

4. La evangelización es un proceso vivo y complejo, con elementos diversos que es preciso integrar: Renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativas de apostolado (EN 24). En ese proceso se dan unas constantes vitales que hay que cuidar (ver CC 21), si queremos transmitir todos el mismo evangelio en la diversidad de tiempos, situaciones y culturas (ver Mc 2,1-12; Hch 2,36-47; AG 11-15; CC 27; DGC 46 y 47).

5. Cuando evangeliza Jesús, anuncia que el reino de Dios está en acción, que llega en su propia persona: quien se encuentra con él experimenta la cercanía de Dios (Mc 1,15). Para Jesús, evangelizar es sembrar la Palabra (Mt 13,3). La semilla es la Palabra de Dios y el campo es el mundo, la vida del hombre. Igualmente la Iglesia, continuando la misión de Jesús, anuncia una Palabra viva y eficaz (Hb 4,12), no una palabra de hombre, sino la Palabra de Dios que permanece operante en medio de vosotros (1 Ts 2,13). En desplazamiento continuo, al aire libre (Mt 5,2), en las casas (Mc 2,1), en las sinagogas (1,21), en el templo (Lc 19,47;DGC 14ss), Jesús no tiene otra fuerza que la Palabra que siembra y prende en la tierra, la Palabra que se cumple en la historia. Jesús enseña a la muchedumbre por medio de parábolas. A sus discípulos les dedica, a solas, una enseñanza especial, en la cual les manifiesta abiertamente los secretos del reino de Dios (Mc 4,10-11).

6. Junto a la acción de Dios, Jesús anuncia la necesaria conversión del hombre (Mc 1,15; ver Hch 2,38). Y lo hace en medio de un mundo donde parece triunfar la experiencia contraria: Dios no actúa, el hombre no puede cambiar. Jesús anuncia la felicidad, la dicha, la bienaventuranza. Su programa aparece proclamado en el sermón de la montaña (Mt 5). Es la carta magna de la comunidad cristiana. El evangelio es anunciado como gracia a quienes, por sí mismos, ni siquiera pueden cumplir la ley. La conversión se hace posible gratuitamente, de balde, porque el reino de Dios está en acción (ver DGC 53).

7. Jesús evangeliza con la fuerza del Espíritu (Lc 4,14;DGC 43). La acción del Espíritu es una realidad que brota a raudales como fruto de su Pascua, tal como lo prometió (Jn 15,26-27;16,7-15;Hch 2,38). La experiencia de fe se hace posible en la dinámica del Espíritu. Dice San Agustín: Si en la actualidad la presencia del Espíritu Santo no se manifiesta con semejantes señales (como entonces), ¿cómo será posible que sepa cada uno que ha recibido el Espíritu? La evangelización apostólica apela a la experiencia del Espíritu como a un hecho al que se puede remitir: lo que estáis viendo y oyendo (Hch 2,33). Si el mensaje parece increíble (Hch 13,41), lo cierto es que es anunciado en medio de un reto: somos testigos (2,32) y, además, cualquiera puede serlo.

8. El perdón y la justificación total de parte de Dios es parte esencial de la buena noticia del evangelio. Quien comienza a creer y comienza a cambiar, ya está juzgado favorablemente por Dios (Mc 2,5). Lo proclama Pedro el día de Pentecostés (Hch 2,38). Lo proclama Pablo: No pesa condena alguna sobre los que están unidos a Cristo Jesús (Rm 8,21). Y también Juan: El que cree en él no será juzgado (Jn 3,18).

9. A petición de uno de sus discípulos, Jesús les enseña a orar (Lc 11,1-13). El discípulo dialoga con Dios, con un Dios vivo que dialoga con el hombre. La oración se transforma en celebración de las maravillas de Dios, percibidas en las señales del evangelio: Jamás hemos visto cosa igual (Mc 2,12).

10. Para llevar adelante su misión, Jesús no se identifica con ninguno de los grupos sociales y religiosos de su tiempo: saduceos, zelotes, fariseos, esenios, escribas. Jesús anuncia el evangelio a los pobres, la muchedumbre sometida por los poderosos y los ricos. La enseñanza de Jesús no es abstracta: donde hay opresión, hay Palabra de liberación. Como aquel día, en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,18-19;ver DGC 103).

11. Cuando evangeliza, Jesús no está solo, comparte su misión. Ahí están los doce (Mt 10,1) y, más allá de este círculo íntimo, está el grupo que sigue a Jesús (Mt 8,22), están los setenta y dos (Lc 10,1), están las mujeres que acompañan a Jesús (Lc 8,1-3). La comunidad es la nueva familia del discípulo, el lugar donde recibe la enseñanza especial del evangelio, el centro de operaciones desde donde se difunde el evangelio recibido. En los Hechos de los Apóstoles, quien se convierte a Cristo se incorpora a la comunidad (Hch 2,47).

12. Jesús comienza a evangelizar por la periferia del mundo judío, por Galilea, pero su destino final es Judea, Jerusalén, el templo. El templo está manchado, el templo debe ser purificado; más aún, el templo debe ser sustituído (Mc 11,17;Jn 2,13.22;4,24). La denuncia del templo determina el proceso que se sigue contra Jesús. Se le condena como blasfemo (Mt 26,65), como subversivo (Mt 27,37). Evangelizar significa también participar del conflicto que lleva a Jesús a la cruz: Anunciamos a un Cristo crucificado (1 Co 1,23).

13. Lo que pasó después es proclamado por Pedro el día de Pentecostés como el centro del mensaje cristiano: Sepa con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituído Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado (Hch 2,36). Jesús, condenado y ejecutado por la turbia justicia de los hombres, ha sido constituído Señor de la historia. ¡Lo mismo que Dios! El reino de Dios se manifiesta en la persona de Jesús, constituído Señor.

14. La Iglesia naciente recibe del Señor Resucitado la misión de hacer discípulos de todos los pueblos. Los discípulos son enviados a evangelizar. No se trata sólo de una evangelización primera, sino -al menos- de una evangelización básica, fundamental. Han de hacer discípulos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado (Mt 28,19-20;DGC 34). He aquí, de forma concisa y lapidaria, una síntesis de la iniciación cristiana primitiva y, por tanto, de la catequesis correspondiente (originariamente, postbautismal).

15. El proceso de evangelización tiene unas etapas, que es preciso identificar. Comienza con el anuncio primero del evangelio (siembra de la Palabra) y se cumple de forma básica y fundamental en la catequesis (crecimiento y maduración, que produce fruto). La relación que se da entre evangelización y catequesis es profunda. Son como el grano y la espiga (ver Mc 4,1-20;CC 26-29). La catequesis, para bautizados o para quienes se preparan a recibir el bautismo, implica una entrega viva del evangelio y de todo el evangelio a los hombres (DGC 78,105 y 111).

* Identificar las constantes de la evangelización en una experiencia concreta. Hacer lo mismo con las etapas.

PROCESO DE EVANGELIZACION

ETAPAS Y CONSTANTES: VISION DE CONJUNTO



ETAPAS
SIEMBRA
1er ANUNCIO
CRECIMIENTO
PROCESO CATECUMENAL
FRUTOS
FINAL
CONSTANTES
PALABRA, CRISTO CONOCIMIENTO DE CRISTO (BIBLIA, CREDO) CONFESION DE FE
CONVERSION, CAMBIO PROCESO DE CONVERSION (NO SOLO EL DECALOGO, TAMBIEN EL EVANGELIO) SUPERACION DE RESISTENCIAS, DISCERNIMIENTO
  • Jn 4
  • Jn 9
  • Jn 11
PERDON, JUSTIFICACION . .
DON DEL ESPIRITU . .
ORACION INICIACION EN LA ORACION (SALMOS, PADRE NUESTRO) Y EN LA CELEBRACION DE LA FE (SACRAMENTOS) ORACION CRISTIANA
SOMOS TESTIGOS INICIACION EN EL COMPROMISO MISIONERO (PARTICIPACION EN LA MISION DE JESUS Y DE LA IGLESIA) TESTIMONIO, SEÑALES DEL EVANGELIO
ENTRADA EN LA COMUNIDAD INTEGRACION EN LA COMUNIDAD CRISTIANA AMOR FRATERNO
DIFICULTADES, CONFLICTO MADURACION DE OPCIONES CRUZ



2. CATEQUESIS, PROCESO CATECUMENAL

1. La catequesis tiene un carácter propio: ¿en qué consiste? ¿cuáles son las dimensiones o tareas de la catequesis? ¿cómo actualizar hoy la enseñanza especial de Jesús a sus discípulos? Volviendo a las fuentes, la catequesis asume y desarrolla la siembra de la Palabra en un proceso de crecimiento y maduración, que produce fruto. Como parte vital de la misma, la catequesis participa del desafío propio de la evangelización: pretende hacer madurar la fe inicial y educar al verdadero discípulo (CT 19). En suma, pretende hacer discípulos (CT 1), básicamente evangelizados.

2. La catequesis asume y desarrolla la evangelización primera (primer anuncio, precatecumenado). En esta primera etapa es fundamental la acogida de quien se acerca al evangelio y, en ese contexto, una primera comunicación de la experiencia de fe. Por su parte, el nuevo discípulo tiene conversión inicial: como el paralítico del evangelio (Mc 2), ha oído hablar de las señales que realiza Jesús, se deja llevar por los camilleros, supera las dificultades que salen al paso, entra en el grupo de discípulos que escuchan la Palabra, pasa de lo individual a lo comunitario, comienza a escuchar. No puede dar un paso por el camino del evangelio, pero tiene conversión inicial y, además, un grupo de creyentes que le acompaña. En esta primera etapa, las constantes de la evangelización de Jesús y de los Doce (CC 21) se dan ya de forma germinal.

3. En sentido restringido, la catequesis es la enseñanza elemental de la fe. En sentido pleno, es la iniciación cristiana integral, es decir, iniciación no sólo en la doctrina, sino también en la vida y culto de la Iglesia, así como en su misión en el mundo (CC 79). La catequesis renovada, que ahora y siempre necesita la Iglesia, implica la promoción del sentido pleno: La catequesis no consiste únicamente en enseñar la doctrina, sino en iniciar a toda la vida cristiana (CT 33). Según esto, la catequesis debe tener una inspiración catecumenal, es decir, debe iniciar en todas las dimensiones de la vida cristiana: en el conocimiento del misterio de Cristo, en la vida evangélica, en la oración y celebración de la fe, en el compromiso misionero (CC 83-85;DGC 67).

4. En su sentido pleno, toda catequesis es catecumenal. Ambas palabras proceden del verbo griego katejein, que significa resonar, hacer sonar en los oídos y, por extensión, instruir, instruir en la Palabra. La definición más antigua de catequista es ésta: el que instruye en la Palabra al discípulo o catecúmeno (Ga 6,6). En los Hechos de los Apóstoles, esta instrucción es posterior al bautismo. Se dirige a aquellos que han acogido el anuncio primero del evangelio y se desarrolla en el ámbito de la comunidad cristiana. La catequesis es, así, iniciación a la vida cristiana total. En los siglos III y IV florece la institución del catecumenado, que facilita la iniciación cristiana, durante un tiempo previo al bautismo. Quienes así son iniciados se llaman catecúmenos en Oriente y oyentes en Occidente. El catecumenado no es una mera exposición de dogmas y preceptos, sino una formación y noviciado convenientemente prolongado de la vida cristiana, en que los discípulos se unen con Cristo, su Maestro (AG 14). En nuestro tiempo, el Concilio Vaticano II ordena la restauración del catecumenado para no bautizados (SC 64). Unos años después, se publica el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (1972). Durante el posconcilio, el proceso catecumenal se va aplicando también a la evangelización de los bautizados y, poco a poco, la inspiración catecumenal se va extendiendo a todo tipo de catequesis: El modelo de toda catequesis es el catecumenado bautismal (Sínodo de Obispos, MPD 8;DGC 59).

5. La catequesis inicia en la Palabra viva de Dios, la Palabra del Reino (Mt 13,19), palabra sembrada en el campo de la historia: el campo es el mundo (13,38). Es una Palabra que hace discípulos (Jn 8,31), discípulos de Dios (6,45), una Palabra que manifiesta el misterio del Reino de Dios (Mc 4,11; ver Am 3,7). Es una enseñanza especial. El discípulo entra dentro del misterio anunciado a la muchedumbre por medio de parábolas: Dios, que habló en otro tiempo, sigue hablando (DV 8). Más aún y es fundamental: quien escucha la Palabra, se encuentra con Cristo. Toda la Escritura da testimonio de El (Jn 5,39). El es la Palabra hecha carne (1,14), Palabra rechazada por los suyos (1,11), Palabra que transforma en hijos de Dios (1,12), Palabra resucitada, Palabra que resucita (5,25). Para la Iglesia naciente, evangelizar es anunciar la buena nueva de la Palabra (Hch 8,4) o, lo que es lo mismo, anunciar a Cristo (2,36). Por ello, desconocer la Escritura es desconocer a Cristo (DV 25). En el proceso catecumenal, los catecúmenos reciben el evangelio (Sagrada Escritura) y su expresión eclesial que es el símbolo de la fe (Credo).

6. La catequesis inicia en la justicia nueva del evangelio (Mt 5,1-48), es decir, promueve un proceso de conversión. Para empezar, basta la conversión inicial. Con la gracia de Dios, el nuevo convertido emprende un camino espiritual, por el que pasa del hombre viejo al hombre nuevo: Trayendo consigo este tránsito un cambio progresivo de sentimientos y de costumbres, debe manifestarse con sus consecuencias sociales y desarrollarse paulatinamente durante el catecumenado (AG 13;DGC 85).

7. Si la catequesis inicia en la Palabra (diálogo de Dios con el hombre), inicia también en la oración (diálogo del hombre con Dios). El discípulo ora como Jesús: en secreto (Mt 6,6), en grupo o comunidad (11,25), con pocas palabras (6,7), desde situaciones concretas (Lc 6,12), con palabras tomadas de los salmos (Mt 27,46;Lc 23,46;Jn 11,41), según el modelo que nos enseñó Jesús, es decir, según el espíritu del Padre nuestro (Lc 11,2-4). Asímismo, la catequesis inicia en la celebración viva de la fe. La Palabra anunciada y escuchada es también celebrada (sacramentos).

8. La catequesis inicia en el compromiso misionero: nace de la confesión de fe y conduce a la confesión de fe. Quien ha sido evangelizado, evangeliza a su vez. Jesús, que sigue evangelizando, comparte su misión con los discípulos enviados a hacer discípulos: Salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban (Mc 16,20;DGC 86).

9. La catequesis hace discípulos integrados en comunidades vivas. La adhesión al evangelio no puede quedarse en algo abstracto y desencarnado: se revela concretamente por medio de una entrada visible en una comunidad de fieles (EN 23). En nuestro tiempo, volvemos a recordar la función central de la comunidad como origen, lugar y meta de la catequesis (CC 253). Como era en un principio: acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones (Hch 2,42).

10. La Palabra sembrada produce sus frutos. Al final es preciso: discernir si se ha cumplido si se ha cumplido el proceso catecumenal; garantizar y celebrar la superación de resistencias; ver si se producen, entre otros, estos frutos importantes: la confesión de fe, la oración cristiana, el testimonio, las señales del evangelio, el amor fraterno.

11. La catequesis es iniciación cristiana integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana. Esto no excluye que razones de método o de pedagogía aconsejen organizar la comunicación del mensaje de un modo más bien que de otro (CT 31). Por lo demás, la variedad en los métodos es un signo de vida y de riqueza (CT 51). Los métodos han de ser abiertos y flexibles: Dios habla de muchas maneras. Estamos al servicio de la Palabra dicha hoy (en el fondo de los acontecimientos personales, sociales o eclesiales) y dicha ya (recogida en la Escritura y en la tradición viva de la Iglesia).

12. Entre nosotros, se ha recordado justamente la función de iniciación propia de la catequesis. Ahora bien, no podemos olvidar que es preciso profundizar, consolidar, alimentar y hacer cada día más madura la fe, pues, de otro modo, la fe corre el riesgo de morir por asfixia o por inanición (EN 54). Dice Juan Pablo II: Para que sea eficaz, la catequesis ha de ser permanente (CT 43;DGC 51 y 82).

* ¿Qué proceso se da en la catequesis que conocemos? ¿Es catecumenal?

PROCESO DE EVANGELIZACION

ETAPAS Y CONSTANTES: VISION DE CONJUNTO


ETAPAS
SIEMBRA
1er ANUNCIO
CRECIMIENTO
PROCESO CATECUMENAL
FRUTOS
FINAL
CONSTANTES
PALABRA, CRISTO CONOCIMIENTO DE CRISTO (BIBLIA, CREDO) CONFESION DE FE
CONVERSION, CAMBIO PROCESO DE CONVERSION (NO SOLO EL DECALOGO, TAMBIEN EL EVANGELIO) SUPERACION DE RESISTENCIAS, DISCERNIMIENTO
  • Jn 4
  • Jn 9
  • Jn 11
PERDON, JUSTIFICACION . .
DON DEL ESPIRITU . .
ORACION INICIACION EN LA ORACION (SALMOS, PADRE NUESTRO) Y EN LA CELEBRACION DE LA FE (SACRAMENTOS) ORACION CRISTIANA
SOMOS TESTIGOS INICIACION EN EL COMPROMISO MISIONERO (PARTICIPACION EN LA MISION DE JESUS Y DE LA IGLESIA) TESTIMONIO, SEÑALES DEL EVANGELIO
ENTRADA EN LA COMUNIDAD INTEGRACION EN LA COMUNIDAD CRISTIANA AMOR FRATERNO
DIFICULTADES, CONFLICTO MADURACION DE OPCIONES CRUZ
3. CATEQUESIS Y CONFESION DE FE

1. La confesión de fe a la que conduce el evangelio no es un grito irracional del espíritu, sino una palabra articulada y resumida en el símbolo de la fe, en el Credo. Así, el proceso catecumenal entraña una pedagogía de la confesión de fe, recapitulada en el símbolo de la fe. Se trata, en el fondo, de desarrollar lo que está implícito en el anuncio inicial del evangelio (evangelización primera). El kerygma (anuncio inicial) es un credo germinal y el Credo es un kerygma desarrollado. El Credo tiene raíces evangélicas. La relación profunda entre Evangelio (Sagrada Escritura), catequesis (proceso catecumenal) y Credo (confesión de fe) fue puesta de relieve por el Sínodo de la catequesis (1977): La catequesis tiene su origen en la confesión de fe y conduce a la confesión de fe...A lo largo de esta preparación, los catecúmenos reciben el Evangelio (Sagrada Escritura) y su expresión eclesial, que es el símbolo de la fe (MPD 8;DGC 66,82,83 y 85).

2. Al propio tiempo, la confesión de fe en la que culmina el proceso de evangelización no es una palabra fragmentada y parcial, sino completa y total. El proceso de evangelización inicia no sólo en la experiencia de fe, sino también en la confesión personal de toda la fe de la Iglesia. Como dice San Pablo: He sido constituído servidor de la Palabra para transmitiros todo el mensaje completo (Col 1,25).

3. Realmente, desde el principio, los cristianos sintieron la necesidad de una fórmula apostólica que resumiera la fe de la Iglesia. Los resúmenes kerygmáticos (Hch 2,14-39;3,13-26;4,10-12;5,30-32;10,36-43;13,17-41;1 Co 15,1-7) son un punto de referencia fundamental que preserva y condensa la tradición contenida en la experiencia de la Iglesia naciente. Cuando (entre los años 50 y 150) fueron apareciendo los primeros escritos cristianos, un resumen siguió siendo necesario. Lo mismo sucede cuando (a mediados del siglo II) se fue seleccionando cierto número de escritos para incluirlos en el canon del Nuevo Testamento, el canon era todavía demasiado amplio; era preciso extraer lo esencial. Se requería una regla de fe sencilla que asegurara la unidad de la confesión de fe, según aquello: Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo (Ef 4,5).

4. Los primeros cristianos consideraban como lo esencial de su fe la confesión de Cristo. La fe en Dios se daba por supuesta. Era lo que los cristianos tenían en común con los judíos. Cuando se trataba de proclamar la confesión central de la fe cristiana, se proclamaba la fe en Cristo. Esta confesión primitiva se expresa en fórmulas breves: Jesús es el Señor (1 Co 12,3), Jesús es el Cristo (1 Jn 2,22), Jesús es el Hijo de Dios (Hch 8,37). El símbolo del pez es también una breve confesión de fe: la palabra griega ICHTHYS (pez) corresponde a las iniciales de esta confesión de fe: Iesoûs, Christós, Theoû Yiòs, Sotér (Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador). De hecho, la mayoría de las confesiones de fe del Nuevo Testamento tienen un solo artículo, en el que se expresa brevemente la fe en Cristo.

5. Junto a la fe en Cristo, se enunciaba frecuentemente una confesión de Dios que estaba en relación con la confesión judía de la unicidad de Dios, el Dios vivo confesado en el credo de Israel: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas (Dt 6,4s). Esta fe en Dios, central en Israel, lo era también en Jesús (Mt 22,37) y en la Iglesia naciente, que repite confiadamente la oración de Jesús: Abba, Padre (Rm 8,15;Ga 4,6). El artículo primero, tal y como se formuló primitivamente en el siglo II, consistía en esta afirmación escueta: creo en Dios Padre todopoderoso. Con todo, la verdad básica y primordial, siguiendo el modelo de la fórmula bautismal (Mt 28,19), es la fe en Dios Padre, que se refiere a la relación especial con Jesús, el Hijo. El otro título, todopoderoso, que debió de agregársele muy pronto, manifiesta la relación de Dios Padre con la creación. En el Símbolo de los Apóstoles se dirá: creador del cielo y de la tierra.

6. Confesar la fe es creer en Jesús que dio testimonio (padeció) ante Poncio Pilato. En la primera carta a los corintios, aparecen las principales afirmaciones que los símbolos posteriores incluirán en el artículo segundo. A saber: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado, que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce (1 Co 15,3ss). La expresión descendió a los infiernos, incluída en el símbolo de los Apóstoles, ha recibido diversas explicaciones a lo largo de los siglos. En el doble movimiento descendente-ascendente del misterio pascual, junto a la muerte y sepultura, el descenso a los infiernos representa el fondo abismal de la humillación de Cristo, su punto más bajo y profundo. Es el reverso total de su "increíble" exaltación (Flp 2,6-11). Desde el principio, a Jesús Resucitado se le aplican atributos divinos: subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre (1 P 3,22;Rm 8,34;Col 3,1;Ef 2,6;Hb 1,3;Hch 2,31ss;5,30s;Sal 110,1). Es lo que el procesado Jesús había anunciado a Caifás: veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y venir sobre las nubes del cielo (Mc 14,62). Los cristianos que en siglo I y II proclamaron estas palabras entendieron que Cristo había derrotado los poderes que estaban contra él. La conclusión que se sacaba de su victoria se proclamaba en la cláusula que viene a continuación: vendrá a juzgar. En el artículo segundo se incluirán también los datos evangélicos sobre el origen de Jesús (Mt 1-2;Lc 1-2). San Lucas advierte que lo ha investigado todo desde los orígenes (1,3). El Símbolo de los Apóstoles dirá brevemente: Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.

7. En el Nuevo Testamento, las fórmulas de tres artículos son pocas, pero no faltan. Por ejemplo, en este saludo de Pablo: La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros (2 Co 13,13; ver 1 Co 6,11 y 12,4ss;2 Co 1,21s;Ga 3,11-14;1 Ts 5,18s;1 P 1,2;Hb 10,29). Por la influencia que tendrá en la elaboración de los credos, es especialmente importante la que aparece al final del evangelio de San Mateo: Id, pues, y haced discípulos de todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19). Como los demás, el artículo tercero se fue formando poco a poco. Primero fue la referencia al Espíritu. Después, fueron asociándose esos artículos que resumen la obra del Espíritu: la Iglesia, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de los muertos, la vida eterna. Todo ello cumplido en la Iglesia.

8. Confesar la fe tiene una dimensión eclesial: implica creer a la Iglesia. La Iglesia es misterio de comunión, vivido en comunidad. La comunión de los santos es una cláusula adicional, que aparece en las últimas décadas del siglo IV. Tradicionalmente significa vinculación fraterna de todos los creyentes, a quienes desde el principio se les llama santos (Rm 1,7;Flp 1,1). Se incluye a aquellos que ya están con el Señor (Flp 1,23).

9. El perdón de los pecados es parte de la buena noticia del evangelio. En el bautismo cristiano, bautismo en el Espíritu, se perdonan los pecados. Es lo que anuncia Pedro: Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados (Hch 2,38). Pablo se lo recuerda a los corintios: Vosotros fuísteis lavados, santificados, justificados (1 Co 6,11).

10. La resurrección de los muertos es también parte de la buena noticia del evangelio. Lo dice Pablo: Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó (1 Co 15,16). No sabemos el cómo ni en qué consiste el cuerpo espiritual del que habla San Pablo (15,44), el cuerpo resucitado. Creemos que es a imagen y semejanza de Jesús, el primogénito de entre los muertos (Col 1,18). Creemos también que seremos los mismos y en plenitud, una plenitud que no podemos imaginar (1 Co 2,9). En ambiente de polémica, se usa el término carne, más provocativo. La expresión vida eterna añade un matiz a la simple resurrección: excluye el que se vuelva a morir.

* ¿Facilita nuestra catequesis la confesión personal de toda la fe de la Iglesia?

4. EXPERIENCIA Y CATEQUESIS

1. Durante el posconcilio se ha insistido mucho en la importancia que la experiencia tiene en catequesis: la experiencia humana común y la experiencia de fe. Como tal, experiencia se distingue de experimento, operación que en las ciencias físicas, químicas y naturales está destinada a descubrir, comprobar o demostrar determinados fenómenos o principios científicos. Experiencia es la conciencia más inmediata de la realidad. Es siempre algo sentido o vivido; por esto, se opone a la especulación o al pensamiento puro. Hablar de experiencia humana plenamente formada supone normalmente: atención al hecho, toma de conciencia, juicio e interpretación y, según los casos, toma de actitud.

2. Una catequesis, que considere seriamente al hombre, toma en profundidad su vida y las diferentes situaciones por las que atraviesa, sus experiencias de mayor amplitud e importancia, tanto personales como sociales, así como los interrogantes que surgen de tales situaciones (DGC 117). Se sigue así el ejemplo del Concilio: Todo el Concilio, en un sentido, se ha dirigido al hombre, no para detenerse en él, sino para considerarlo seriamente (Pablo VI, Discurso de clausura). De este modo, en diálogo con el hombre de hoy, la catequesis asume sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias (GS 1).

3. Una catequesis viva asume la experiencia humana común, pero no se queda ahí, en el plano de los hechos físicos, psíquicos o sociológicos. Esto sería tan incompleto como no tenerlos en cuenta: La experiencia, considerada en sí misma, debe ser iluminada por la luz de la revelación (DCG 74;ver GS 36). Una catequesis viva asume la experiencia de fe, es decir, supone una interpretación de los acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios (Medellín VIII 5 y 6;ver MPD 9;CT 27;CC 223 y 228;Sínodo 1985,Relación final II,B,a,1) y una experiencia de la Palabra de Dios en el fondo de los acontecimientos.

4. La Palabra de Dios no sólo da al hombre, que busca, una nueva interpretación de sus experiencias e interrogantes. Crea esperanzas y necesidades nuevas, desborda las preguntas que determinada persona o grupo se plantea dentro de su medio y de su mundo. No es ya el hombre quien cuestiona a la Palabra, sino la Palabra quien cuestiona al hombre, haciendo saltar la comprensión (de sí mismo, del mundo o de Dios) que previamente se hubiera construido. No se trata solamente de dar una significación a la existencia humana, sino de transformarla, de introducirla en una nueva existencia. La persona adquiere una nueva identidad, es un hombre nuevo que nace (Jn 3,7;ver DGC 67 y 152).

5. Una catequesis viva asume el carácter histórico del misterio de la salvación, que (alcanzando su cumbre en Cristo) despliega su poder en el presente y espera su consumación en el futuro (ver DGC 107 y 24). La salvación de Dios no es sólo doctrina, sino también acontecimiento. En realidad, la Biblia no es un tratado sobre Dios, sino la transcripción de la más profunda experiencia de Dios. No nos invita a hablar de Dios, sino a escucharle cuando habla, proclamando su gloria y acogiendo su acción. Por tanto, tener fe no es meramente admitir la existencia de Dios, sino creer que Dios interviene en la historia humana, una historia de la que somos responsables pero no señores, constructores pero no directores. El Dios vivo no es nunca pasado, por doquier nos sale al paso.

6. En la Biblia, la experiencia central es ésta: Dios habla, de muchas maneras (Hb 1,1), en el fondo de los acontecimientos. En cualquier situación humana, ya sea personal, social o eclesial, podemos reconocer la acción elocuente y significativa de Dios: Dios habla, Dios actúa. La Palabra de Dios es una palabra que se cumple (Ez 12,28), viva y eficaz (Hb 4,12), operante en medio de nosotros (1 Ts 2,13). Por tanto, tener fe no es creer lo que no vimos, sino ver aquello que parece increíble. Como dice San Pablo: En vuestros días yo voy a realizar una obra que no creeréis aunque os la cuenten (Hch 13,42). En efecto, hay acontecimientos que no nos dejan indiferentes, sino que se convierten en señal.

7. Cuando Juan el Bautista, que en la cárcel había oído hablar de las obras de Cristo, envía a sus discípulos a preguntarle si era el que había de venir o si había que esperar a otro, Jesús les remite a lo que están viendo y oyendo. Se dan las señales esperadas: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva (Mt 11,5). También hoy la experiencia de fe tiene estas señales. Lo mejor que puede suceder a quien está buscando es encontrarse (como decía San Juan de la Cruz, por ventura) con una señal que le atraiga a la fe.

8. Para quien busca la luz o busca a Dios, quizá a tientas (Hch 17,27), la respuesta no está en las nubes de los razonamientos teóricos. La respuesta es la experiencia de fe. Lo dijo Pablo VI: En el fondo ¿hay otra forma de comunicar el Evangelio que no sea la de transmitir a otro la propia experiencia de fe? (EN 46;DGC 66 y 87). En último término, el test que Pablo hace a la comunidad de Corinto no es otro sino el test de la experiencia: Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe...¿No reconocéis que Jesucristo está entre vosotros? (2 Co 13,5). El kerygma (anuncio del Evangelio) supone la experiencia presente de fe: "El kerygma, tomado en su sentido pleno, tiene vigencia actual y, por la fuerza del Espíritu, potencia y hace presente la Buena Nueva que se anuncia" (K. Rahner).

9. El mensaje cristiano anuncia no sólo la experiencia de Dios, sino la experiencia de Cristo: CON VOSOTROS ESTA, según su promesa (Mt 28,20). Es preciso que esto sea anunciado, para que sea creído y para que sea vivido (ver Rm 10,14-17). La presencia de Cristo no es algo evidente por sí mismo. El Señor Resucitado es reconocido sólo por creyentes y los propios discípulos tardan en reconocerle (Lc 24,25). En cada proceso de evangelización, es fundamental que la experiencia de Cristo se anuncie claramente desde el principio: se trata de construir sobre la piedra angular (ver 1 Co 3,11 y Sal 118,22).

10. Si Dios habla (de la forma que sea), el creyente ha de escuchar. Ello supone un respeto a la iniciativa de Dios (quien habla es Dios, no el hombre), un discernimiento imprescindible (personal, pastoral, comunitario) y, finalmente, la acogida de algo que, por encima de todo, es don de Dios (no producto del hombre). Ciertamente, además, toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia (2 Tm 3,16-17), pero hay situaciones cuyo contexto manifiesta significativamente que Dios sigue hablando, o que Cristo se mete en la conversación, como sucedió a los caminantes de Emaús (Lc 24,32). Frente a la alucinación (individual y enfermiza), la experiencia de fe puede ser percibida y discernida por 500 hermanos a la vez (1 Co 15,6). La comunidad ayuda a objetivar, a discernir la experiencia de fe, a verificar qué relación se da entre la escucha de la Palabra de Dios y la realidad (ver Hch 10).

11. La Palabra de Dios trasciende todo método: se cumple en la dinámica del Espíritu. Se requiere, eso sí, una actitud de escucha y un fiel discernimiento, que respete la iniciativa de Dios y acoja en cada caso el don de Dios, más allá de todo racionalismo (que considera imposible que Dios hable hoy), más allá de todo iluminismo (que ofreciera una falsa iluminación o una nueva revelación) y más allá también de toda magia, juego o manipulación (que pretendiera malamente hacerle hablar a Dios).

12. Ahora bien ¿qué relación existe entre la experiencia humana común y la experiencia de fe? La reducción de una a otra no es solución. Tampoco lo es la yuxtaposición de ambas. El famoso problema del salto, de la experiencia humana a la iluminación cristiana, manifiesta la falsedad de un proceso no llevado sobre la experiencia viva y real. El verdadero desafío, la solución, está en la interacción, la relación fecunda entre la Palabra de Dios y la vida del hombre, la integración de la experiencia humana común en la experiencia de fe. La experiencia de fe asume la experiencia humana común y supone una configuración nueva y total de la propia experiencia (ver DGC 153 y 87). * ¿Qué relación se da entre experiencia y catequesis? ¿Qué relación se da entre la escucha de la Palabra y la realidad? Leer y comentar Hch 10: ¿Qué percibimos?

13. La experiencia no es sólo individual y personal, sino también colectiva y social. Importa la persona e importa la sociedad. Por tanto, no se puede reducir el horizonte del hombre, encerrándolo en sus dimensiones subjetivas, individuales, limitadas al presente, sin proyección histórica y social. Tampoco se puede reducir el horizonte del Evangelio al solo terreno religioso, desinteresándose de los problemas temporales del hombre (EN 34). El Evangelio está en conexión necesaria con la promoción humana (EN 31).

14. Por tanto, la experiencia de fe no puede limitarse a una dimensión privada personal, incluye una relación social y política consistente en un carácter de conflicto y contradicción con la realidad presente, es decir, con el mundo tal y como está configurado. Esta contestación dirigida a la configuración presente de la sociedad se realiza no aisladamente y por libre, sino en comunidad. De esta manera, la experiencia comunitaria de la fe es una instancia crítica en medio de la sociedad.

5. CATEQUESIS Y COMUNIDAD

1. La catequesis es iniciación en la vida de la comunidad. Ahora bien ¿qué entendemos por comunidad? ¿cuáles son los rasgos más importantes de una comunidad cristiana? Se ha dicho certeramente que el texto más importante del Concilio es el de Hch 2, que recoge la experiencia de la primera comunidad cristiana. Cuando el Concilio se plantea lo que debe ser la Iglesia (LG 13,1;DV 10,1), lo que debe ser la vida del sacerdote (PO 17,4 y 21,1), lo que debe ser la vida del misionero (AG 25,1) y lo que debe ser la vida religiosa (PC 15,1), en todos estos casos, acude a Hch 2. El mismo Concilio fue convocado para ésto: Para devolver al rostro de la Iglesia de Cristo todo su esplendor, revelando los rasgos más puros y más simples de su origen (Juan XXIII, Discurso preparatorio, 13-11-1960).

2. Las primeras comunidades son grupos de hombres y mujeres que se reúnen, según la tradición más antigua, el día del Señor (Ap 1,7). Entre todos se establece una relación de fraternidad. De este modo, el misterio de comunión que constituye a la Iglesia (ver LG 1) se hace visible incluso a los ojos de los no creyentes, que dicen: Mirad cómo se aman. Son como una gran familia. La Iglesia no es ejército (relación de obediencia: superior-inferior) ni tampoco escuela (relación de enseñanza: maestro-discípulo) sino comunidad (relación de fraternidad: hermano-hermano). Lo dice Jesús: Todos vosotros sois hermanos (Mt 23,8). Para empezar una comunidad, no hace falta mucho: donde dos o tres se reúnen en su nombre, allí está el Señor en medio de ellos (Mt 18,20).

3. El fundamento de esa comunión, lo que verdaderamente aglutina a la nueva familia de los discípulos, es la Palabra de Dios. Dice Jesús: Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen (Lc 8,21). Quien acoge la Palabra, se vincula a la comunidad. En las primeras comunidades, la Palabra de Dios se hace experiencia de Cristo (Hch 2,36) y experiencia de conversión (2,38;ver CC 257-265).

4. La comunidad es lugar de perdón y de acción del Espíritu (Hch 2,38). Es lugar de enseñanza, de comunión, de celebración y de oración (2,38.42). En la comunidad se dan señales (2,45), que confirman la Palabra anunciada. La comunión de corazones se traduce en una efectiva comunicación de bienes (2,44 y 4,32). La comunidad es acogedora y abierta a la incorporación de nuevos miembros (2,47).

5. Las primeras comunidades se encuentran en situación política y religiosa adversa. Dice San Pablo: Atribulados en todo, mas no aplastados (2 Co 4,8-9). En la Carta a Diogneto, de mediados del siglo II, se dice de los cristianos: A todos aman y por todos son perseguidos. Se los desconoce y se los condena. Se los mata...y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben decir el motivo de su odio (V,11-17).

6. Las primeras comunidades son minoría dentro de la sociedad, pero son como una ciudad levantada en lo alto de un monte (Mt 5,14), como levadura en la masa (Lc 13,21). En ellas se da un fuerte proceso de evangelización: de adultos, también de niños. La catequesis más antigua se hace por inmersión en la vida de la comunidad. Se reúnen donde pueden, generalmente en las casas (Hch 2,46;ver 12,12;1 Co 16,19;Flm 2;Col 4,15).

7. Siendo comunidad, la Iglesia es luz de las gentes (LG 1), signo levantado en medio de las naciones (SC 2), sacramento universal de salvación (GS 45). No es el individuo sino la comunidad quien puede evangelizar. No es el individuo sino la comunidad quien renueva profundamente a la Iglesia. No es el individuo sino la comunidad quien puede realizar una contestación efectiva de la sociedad presente, tal y como está configurada. No es el individuo sino la comunidad quien puede vivir hoy las señales del Evangelio.

8. En la medida en que, por aproximaciones sucesivas, volvemos a la comunidad de los Hechos de los Apóstoles, encontramos ahí el lugar originario de la catequesis más antigua. En medio de grandes resistencias por parte de aquellos para quienes todavía no llegó la hora (Ag 1,2;DGC 28), el Concilio creó la atmósfera que ha hecho posible la aparición, desarrollo y reconocimiento de las pequeñas comunidades, llamadas de talla humana, donde es posible una relación de fraternidad: "La aparición de las pequeñas comunidades es la manifestación más importante de la recepción y realización del Concilio en la Iglesia" (J.Losada, Eclesiología de las pequeñas comunidades, en Sal terrae 12 (1982) 879;ver LG 26;EN 15;CF 14;CC 265). Evitando determinados extremos, son foco de evangelización y esperanza para la iglesia universal (EN 58). En el Sínodo de la catequesis (1977) la comunidad de talla humana es considerada como el lugar principal de catequización (Prop. 29). Las pequeñas comunidades, lejos de formar una estructura elitista, son expresión del amor preferente de la Iglesia por el pueblo sencillo; en ellas se expresa, se valora y purifica su religiosidad y se le da la posibilidad concreta de participación en la tarea eclesial y en el compromiso de transformar el mundo (CELAM 1979, Puebla 643).

9. En nuestro tiempo, es preciso rehacer el tejido comunitario de la Iglesia. Sin tejido comunitario, a la Iglesia se le ve el esqueleto y, en vez de atraer, espanta (ver Ez 37,11). El Sínodo de la catequesis fue crítico con la situación actual de la parroquia, necesitada de profunda renovación: De hecho, no pocas parroquias, por diversas razones, están lejos de constituir una verdadera comunidad cristiana. Sin embargo, la vía ideal para renovar esta dimensión comunitaria de la parroquia podría ser convertirla en una comunidad de comunidades (Prop. 29;DGC 258). El Sínodo sobre los laicos (1987) solicitó de nuevo una decidida renovación de las parroquias. Esta solicitud la recoge Juan Pablo II en su exhortación sobre los laicos (1988). Para que las parroquias sean verdaderamente comunidades cristianas, las autoridades locales deben favorecer la adaptación de las estructuras parroquiales, sobre todo promoviendo la participación de los laicos en las responsabilidades pastorales; y deben favorecer las pequeñas comunidades eclesiales de base, también llamadas comunidades vivas (CL 26;ver 34). La creación de comunidades vivas es especialmente necesaria en ambientes alejados de la Iglesia: Sólo mediante la creación de comunidades cristianas vivas que broten de esos mismos ambientes es posible una acción misionera eficaz en ellos (CC 53).

11. La comunidad es el origen, el lugar y la meta de la catequesis. En primer lugar, el origen. El catequista no actúa en nombre propio sino en nombre de la comunidad cristiana y, por tanto, en nombre de la Iglesia (local y universal): Cuando el más humilde catequista...reúne su pequeña comunidad, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia (EN 60;ver CC 266;DGC 253,254,261,263 y 264). Además, el catequista está entroncado en una tradición viva, que se remonta a los apóstoles. Al fin y al cabo, puede decir como Pablo: Os transmití lo que a mi vez recibí (1 Cor 15,3).

12. La comunidad es el lugar o ámbito normal de la catequesis (MPD 13). Es como el seno materno donde se gesta el hombre nuevo por medio de la Palabra de Dios viva y permanente (1 P 1,23). Es la piscina de Siloé donde el ciego de nacimiento cura su ceguera original (Jn 9,7). El testimonio de una comunidad es fundamental: La catequesis habla con más eficacia de aquello que realmente existe en la vida incluso externa de la comunidad (DCG 35).

13. La comunidad es la meta de la catequesis: La catequesis corre el riesgo de esterilizarse, si una comunidad de fe y de vida cristiana no acoge al catecúmeno en cierta fase de su catequesis. Por eso la comunidad eclesial, a todos los niveles, es doblemente responsable respecto a la catequesis: tiene la responsabilidad de atender a la formación de sus miembros, pero también la responsabilidad de acogerlos en un ambiente donde puedan vivir, con la mayor plenitud posible, lo que han aprendido (CT 24). Además, la catequesis crea comunidad (si no existe) y la renueva (si ya existe). En fin, conduce a la madurez de la fe tanto a las comunidades como a cada fiel (DCG 21).

* ¿Viven los catequistas la experiencia comunitaria que desean transmitir?

6. FUENTES Y LENGUAJES DE LA CATEQUESIS

1. Se conocen como fuentes de la catequesis los lugares donde es posible encontrar el contenido de la catequesis y, también, donde brota la acción misma de la catequesis. Así pues, ¿cuáles son esas fuentes? ¿el catecismo? ¿la Biblia? ¿la experiencia de cada día?

2. La Palabra de Dios es la fuente de toda acción eclesial y, por tanto, de toda catequesis: La catequesis extraerá siempre su contenido de la fuente viva de la Palabra de Dios, transmitida mediante la Tradición y la Escritura (CT 27). Ello supone que la catequesis ha de estar impregnada por el pensamiento, el espíritu y actividades bíblicas y evangélicas a través de un contacto asiduo con los textos mismos, que se han de leer con la inteligencia y el corazón de la Iglesia (CT 27).

3. El hecho de que la Palabra de Dios sea la fuente de la catequesis significa: entregarse a la Palabra de Dios y apoyarse en ella y también, en segunda instancia, conocer cada vez mejor el sentido profundo de esa Palabra (CT 20). La catequesis inicia en la Palabra, no sólo en la Palabra dicha ya (recogida en la Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia), sino en la Palabra dicha hoy (en el fondo de los acontecimientos personales, sociales y eclesiales), lo que requiere una nueva interpretación de los acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios (Medellín VIII, 5 y 6). De este modo, la catequesis vuelve a las fuentes y el catequista recupera su definición más antigua como el que instruye en la Palabra (Ga 6,6;CF 31).

4. En general, la dimensión actual de la Palabra es la que más fácilmente se escapa. En el Sínodo de 1985 se reconoce: quizá se descuidó demasiado (Relación final). Sin embargo, el hecho de que Dios siga hablando ha sido proclamado por el Concilio para nuestro tiempo: Dios, que habló en otro tiempo, sigue hablando con la esposa de su amado Hijo; y el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo, va conduciendo a los creyentes a toda la verdad, y hace que la Palabra de Dios resuene en ella abundantemente (DV 8). De una forma especial, Dios habla en la Escritura: En los Libros sagrados, el Padre que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos (DV 21).

5. En la tradición catecumenal de los primeros siglos, la preparación al bautismo comprendía también una enseñanza, que solía darse en la cuaresma y que incluía una explicación de la Escritura y un comentario del Credo o de los símbolos que en momentos cruciales recogieron en síntesis felices la fe de la Iglesia (CT 28).

6. Una expresión privilegiada de la Tradición viva de la Iglesia es el símbolo o los símbolos de la fe. Son una referencia segura para el contenido de la catequesis (CT 28). También lo es la liturgia y, más concretamente, la oración cristiana, el Padre nuestro.

Entre las expresiones de la Tradición viva está también el testimonio y el pensamiento de los Padres de la Iglesia y la historia misma de la Iglesia en la diversidad de sus vicisitudes y manifestaciones. Y en la Tradición también hay que valorar la importancia del Magisterio, cuya función es interpretar auténticamente la Palabra de Dios: no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio (DV 10;ver DGC 94-96).

7. La catequesis que se renueva vuelve a las fuentes y actualiza hoy la antigua entrega del Evangelio, del Símbolo y del Padre nuestro, puntos fundamentales de referencia en la tradición catecumenal de la Iglesia. La vuelta a las fuentes tiene, además, un valor ecuménico, pues remite a una situación original, donde aún no se habían producido las grandes rupturas que dividieron después a la cristiandad (ver DGC 86).

8. ¿En qué lenguajes se expresa la catequesis? El lenguaje, como medio de comunicación, tiene gran importancia en catequesis. En el fondo, son dos los problemas a resolver: por un lado, la catequesis ha de utilizar un lenguaje que sea expresión de la fe de la Iglesia; por otro, la catequesis ha de renovarse continuamente en la búsqueda de un lenguaje adaptado al hombre de hoy (ver CT 59 y 17;CC 140;DGC 208).

9. La catequesis inicia en el lenguaje propio de la fe: El primer lenguaje de la catequesis es la Escritura y el Símbolo...Las Escrituras permiten a los cristianos hablar un lenguaje común (MPD 9). No se puede aislar el Evangelio de su lenguaje. El Evangelio es un mensaje expresado en un lenguaje concreto: La comunidad de fe implica esencialmente comunidad en el lenguaje, al menos en un mínimo de lenguaje que guarde la comunidad en la fe (CC 143).

10. Al propio tiempo, se necesita un lenguaje adaptado al hombre de hoy: El lenguaje propio de la fe se dirige al hombre de hoy, que por fuerza ha de salir a su encuentro desde el lenguaje de su propio mundo, de su propia experiencia (CC 143). Dice el Concilio Vaticano II: Es propio de todo el pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la Palabra divina, a fin de que la verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada en forma más adecuada (GS 44;ver DGC 109).

11. Dentro de la gran variedad de materiales catequéticos, son particularmente adecuados aquellos que, dentro de una pedagogía inductiva, hacen que el grupo catequético se confronte directamente con los grandes textos de la fe (pasajes catequéticos, salmos, formulaciones conciliares...). La experiencia muestra la riqueza que implica esta confrontación (CC 148;ver DGC 150).

12. Veamos los diversos lenguajes con que anunciamos el mensaje y expresamos la fe. En primer lugar, destacamos el lenguaje verbal, que se hace por medio de palabras, y el lenguaje no verbal, que se hace por medio del cuerpo. El rostro, la mirada, los gestos y movimientos del cuerpo y de las manos, la postura, el contacto, las vocalizaciones no verbales...todo es lenguaje, que dice algo y puede ser interpretado.

13. Importancia especial tiene el lenguaje simbólico. Los símbolos son imágenes significativas. La experiencia cotidiana es el lugar donde se forman los símbolos. Los símbolos religiosos están enraizados en la totalidad de la experiencia humana (el agua, el viento, el aceite, el fuego, la luz, la fruta prohibida, la tormenta y la calma, el hacha en la raíz de los árboles, etc). El acceso al símbolo consiste esencialmente en la percepción de su significado para la experiencia humana.

14. Es fundamental (y está bastante olvidado) el lenguaje de los signos. En la experiencia bíblica, Dios habla por medio de signos (CC 116): una cosa, una persona, un acontecimiento, una situación, puede convertirse en signo o señal a través de la cual Dios nos habla. La catequesis ha de ayudar a discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios (GS 11;ver CC 119 y DGC 32).

15. En catequesis es muy importante el lenguaje de la experiencia. La catequesis ha de acoger lo que el hombre está viviendo, sus experiencias de mayor importancia, tanto personales como sociales, así como los interrogantes que surgen de tales situaciones (DCG 74;CC 113). La catequesis no debe quedar aislada de la vida: se refiere al sentido último de la existencia y la ilumina, ya para juzgarla, ya para inspirarla a la luz del Evangelio (CT 22). Además, la Palabra de Dios se hace vida y experiencia.

16. En nuestro tiempo, marcado por la civilización de la imagen (EN 42), el lenguaje audiovisual tiene gran importancia. Es un lenguaje eminentemente grupal y un lenguaje total, que no se reduce a la simple comunicación racional: está en consonancia con la condición comunitaria de la Iglesia y también con el ser del hombre al que la fe ha de interpelar en la totalidad de las dimensiones de su personalidad (CC 151).

* ¿Cuáles son las fuentes de nuestra catequesis?¿En qué lenguajes se expresa?


7. REUNION Y CATEQUESIS

1. Todos los aspectos fundamentales que hemos ido viendo (constantes de la evangelización, etapas, proceso catecumenal, confesión de fe, experiencia de fe, comunidad, fuentes y lenguajes de la catequesis) tienen que ver con la reunión catecumenal o comunitaria. San Pablo consideró importante lo que sucede en la reunión de la comunidad. Por eso escribe a los corintios: Cuando os reunís, cada cual puede tener un salmo, una instrucción, una revelación, un discurso en lengua, una interpretación; pero que todo sea para edificación...Si no hay quien interprete, guárdese silencio en la asamblea. Hable cada cual consigo mismo y con Dios(1 Co 14,26-28; ver DGC 140-144).

2. Una pregunta que suele hacer quien se acerca a la comunidad (o a un grupo) es esta: ¿Qué hacéis cuando os reunís? ¿Cómo son vuestras reuniones? Una cosa importante es ésta: no podemos ignorar las cuestiones o situaciones de los participantes, si no queremos responder a preguntas que no se hacen o a problemas que no existen. Por ejemplo, en el encuentro de Pedro y Cornelio, se asume el interrogante (Hch 10,21.29). Una catequesis que acoge cada interrogante o cada situación tiene su impacto en el grupo. Lejos de ser repetitiva y conservadora, implica una renovación permanente, que permite una lectura de la vida, experiencia e historia de cada uno, a la luz de la Palabra de Dios, en una comunidad.

3. Esto supuesto, con la adaptación necesaria en cada caso, puede utilizarse el esquema de reunión que San Pablo propone a la comunidad de Corinto. En él se conjugan diversos elementos:

-salmo: oración a partir de aquello que más llama la atención y que está en relación con los acontecimientos personales, sociales o eclesiales.

-instrucción: escucha de la Palabra de Dios dicha ya, recogida en la Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia.

-revelación: escucha de la Palabra de Dios dicha hoy, en una circunstancia concreta.

-discurso en lengua: comunicación realizada en otros lenguajes que necesitan interpretación, para que puedan ser entendidos.

4. También puede utilizarse este esquema, que es semejante al de ver, juzgar y actuar, incluyendo explícitamente estos dos elementos: la dimensión actual de la Palabra y la oración:

-información: de lo más importante, acontecido desde la última reunión.

-escucha: de la Palabra de Dios, dicha ya o dicha hoy.

-oración: desde lo escuchado, desde lo vivido, con un salmo, con propias palabras, con una canción.

-acción: brota de la escucha de la Palabra. Como dice Jesús, se trata de escuchar la Palabra y cumplirla (Mc 8,21). Insiste en ello Santiago: Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oirla, engañándoos a vosotros mismos (St 1,22). 5. No todos los elementos se dan en todas las reuniones ni tampoco se dan necesariamente todos desde el principio. Así, por ejemplo, en un momento dado, a petición de uno de sus discípulos, les inicia Jesús en la oración (Lc 11,1). Por supuesto, es fundamental la participación y la comunicación, realizada libremente y al nivel que cada uno quiera expresarse. Recordemos aquí que, originalmente, homilía significa conversación. No es un monólogo sino un diálogo. ¿Y si hay silencio? Hay quienes piensan que en el silencio no pasa nada, que es simplemente vacío. Hay quienes se angustian, no aguantan el silencio. Hay que ver lo que significa. Puede significar bloqueo, tensión, falta de comunicación, pero también reflexión, escucha, contemplación. En muchos casos, en el silencio se gesta la Palabra.

6. Desde el punto de vista de la instrucción, poco a poco desarrollamos un conjunto de catequesis, que facilitan la iniciación en el misterio de Cristo y la confesión personal de toda la fe de la Iglesia, lo que implica una entrega del Evangelio (y de la Biblia) y una entrega del Credo; facilitan también la iniciación en la justicia del Evangelio, proclamada en el sermón de la montaña, lo que implica un proceso de conversión del hombre viejo al hombre nuevo; además, facilitan la iniciación en la oración cristiana, cuyo modelo es la forma de orar de Jesús; finalmente, facilitan la iniciación en la misión evangelizadora de Jesús, que sigue diciendo: Id y haced discípulos (Mt 28,19).

7. Todo ello al servicio de la Palabra de Dios dicha hoy, que ha de tener siempre prioridad y que puede desplazar lo que previamente pudiéramos tener previsto o programado. La Palabra de Dios, viva y eficaz, puede llegar de muchas maneras: en acontecimientos personales, sociales y eclesiales, que sean significativos y elocuentes (señales); en las lecturas bíblicas del día (o del domingo); en experiencias semejantes a la de San Agustín, San Francisco, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Bartolomé de las Casas...

8. Poco a poco, dentro de su sencillez, se puede ir comprendiendo la complejidad, la riqueza y la variedad de la pedagogía catecumenal. He aquí algunas claves más importantes. Es una pedagogía de la escucha de la Palabra de Dios que se hace acontecimiento (dar la palabra a la Palabra); de la relación, de la comunicación, del grupo (dar la palabra al grupo);

de la experiencia (dar la palabra a los acontecimientos); de la experiencia de fe (dar la palabra a los testigos); de la información y documentación necesaria (dar la palabra a los datos objetivos: doctrinales, científicos, jurídicos, etc.); del discernimiento personal, pastoral, comunitario (dar la palabra a la luz); de la acción: compromiso, testimonio, liberación, superación de situaciones infrahumanas, evangelización (dar la palabra a las obras); de la confesión de fe, recapitulada en el símbolo de la fe (dar la palabra al Credo); de la oración: iniciación en la oración viva y espontánea, conversación con un Dios que habla (dar la palabra a los salmos, en el espíritu del Padre Nuestro); de la celebración: dimensión festiva de la Palabra de Dios cumplida en los acontecimientos (dar la palabra a la fiesta).

9. Es muy importante el papel de quien lleva el grupo, de quien instruye en la Palabra (Ga 6,6). Su función es la de ser guía. Cuando Felipe oyó al eunuco leer al profeta Isaías, le dijo: ¿Entiendes lo que vas leyendo? El contestó: ¿Cómo lo puedo entender si nadie me hace de guía (Hch 8,30-31). Felipe le guía no sólo en el sentido de las Escrituras, sino también en el sentido de los acontecimientos. Todo lo que ha sucedido ese día tiene una clave: la Buena Nueva de Jesús (8,35). Quien lleva el grupo aclarará brevemente el objetivo y el plan de la reunión, facilitará a cada uno la posibilidad de expresarse, procurará un equilibrio entre las distintas claves de la pedagogía catecumenal, seguirá el proceso personal de cada uno, facilitará la evaluación periódica del grupo.

10. ¿Y cómo poner en marcha un grupo? Un grupo puede comenzar de muchas maneras. Es fundamental compartir la propia experiencia de fe. Se puede empezar por un núcleo inicial, que va asimilando lo fundamental (Mc 4,34), que va siendo comunidad que escucha la Palabra de Dios en los acontecimientos (Mc 2,2), que está abierto a la incorporación de nuevos miembros (Hch 2,47). Para empezar, no hacen falta muchos: donde dos o tres se reúnen en su nombre, allí está el Señor en medio de ellos (Mt 18,20). Es muy importante la relación personal, la invitación, la llamada (Mc 10,49). En las parroquias puede hacerse una convocatoria general, que incluya estos elementos: información (de lo que se pretende), testimonio (lo que ha supuesto personalmente), invitación (llamada). Los caminos, por los que se llega al encuentro de Cristo, son muy diversos. Las señales del Evangelio (Mt 11,5), vividas por personas, grupos o comunidades, significan para muchos el comienzo de su proceso de evangelización.

* ¿Qué elementos de la reunión aparecen más en nuestra catequesis? ¿Cuáles aparecen menos? ¿Hay algún elemento que podemos o debemos introducir?

8. LECCIONES DE LA HISTORIA

1. Una visión de conjunto de la historia de la catequesis enseña algunas lecciones. Por ejemplo: ¿qué aspectos de la catequesis se destacan más en cada época y cuáles menos? Además, alerta sobre lo que es fundamental y sirve de revisión (DGC 35).

2. La catequesis de Jesús y de los Doce es fundamental en el desarrollo de las primeras comunidades (Hch 2,42;CT 10) y es modelo permanente. El anuncio del Evangelio, con sus constantes (tema 1), es la semilla de la catequesis. Los discípulos van por todas partes anunciando la buena nueva de la Palabra (Hch 8,4;18,2.18;CF 69). Se distinguen ya unas etapas: siembra de la Palabra, crecimiento, fruto (Mc 4,1-20). El objetivo es hacer discípulos, enseñando todo el Evangelio a los hombres (Mt 28,19-20). El catequista aparece como el que instruye en la Palabra (Ga 6,6;CF 31). La catequesis (principalmente de adultos) se realiza por inmersión en la vida de la comunidad.

3. En los siglos III y IV, obispos y pastores consideran como parte esencial de su misión catequizar de palabra o por escrito (CT 12). Es la época del catecumenado, punto de referencia para los catequistas de todos los tiempos (CF 70). El catecumenado nos recuerda que la catequesis supone un proceso, unas etapas y unas tareas (tema 2).

4. El catecumenado desaparece hacia el siglo VI. La catequesis se convierte entonces en una explicación somera de las verdades de la religión. Es la instrucción del domingo. En esta instrucción se explica el símbolo de la fe y el padrenuestro, aprendidos de memoria, con el enunciado de los principales deberes.

5. Al parecer, según se avanza hacia el siglo XIV, se va descuidando la instrucción religiosa. Jean Gerson (1363-1429) desea un tratado sobre los principales puntos de nuestra religión, especialmente sobre los mandamientos, para la instrucción de los simples, a los que no se hace ningún sermón, o sólo sermones raros o malos. Y escribe él mismo el ABC de las gentes sencillas, de gran utilidad y provecho, en que expone los doce artículos del Credo, los diez mandamientos, los consejos evangélicos, la oración dominical, las siete virtudes, los siete dones, las siete bienaventuranzas, los siete sacramentos.

6. El Concilio de Trento, espoleado por la reforma de Lutero, que había puesto la Biblia en manos del pueblo y había redactado dos catecismos (mayor y menor, 1529), requiere la formación del pueblo, particularmente de los niños. Despierta en obispos y sacerdotes la conciencia de su misión catequética. Considera prioritaria la reforma del clero y del catequista. La catequesis no queda reservada a los párrocos y a los padres; se encomienda también a maestros, religiosos y a todo seglar dispuesto a colaborar (CF 71). Fruto del Concilio es el Catecismo romano (1566). En el siglo XVI sucedían estas cosas que denuncia Bartolomé Carranza: Hay millares de hombres en la Iglesia...(que), quitado el título y algunas ceremonias de cristianos, de la sustancia de su religión no tienen más que los nacidos y criados en las Indias (Catecismo cristiano,1558).

7. A pesar de los esfuerzos realizados, continúan operando en la sociedad moderna las causas profundas de descristianización. La catequesis no alcanza al conjunto de los cristianos ni tampoco consigue, en muchos casos, infundirles una fe viva. En el siglo XVII dirá San Vicente de Paúl: El pueblo, señaladamente el del campo, no está instruido. Con la implantación, por parte del Estado, de la enseñanza escolar obligatoria a finales del XVIII, se generaliza la catequesis escolar que alcanza a todos los niños, pero la religión se convierte en una asignatura que hay que saber. El Concilio Vaticano I comprobará la crisis del catecismo en medio de una sociedad que se organiza al margen de la Iglesia.

8. Ya en nuestro siglo, San Pío X con su encíclica Acerbo nimis (1905) dará la voz de alarma que sacudirá muchas conciencias: Tanto la actual indiferencia y embotamiento de los espíritus como los gravísimos males que de ahí se originan reconocen por causa primaria y principal la ignorancia de las cosas divinas. Y esto sucede no ya entre las naciones bárbaras, sino aun en las mismas que blasonan de cristianas. Por su parte, Pío XI (Orbem catholicum,1923) crea el Oficio Catequístico Central, cuya función será dirigir y promover la acción catequética en toda la Iglesia, de modo que se borre la gran mancha de las naciones católicas, que consiste en la ignorancia de la religión divina.

9. El Concilio Vaticano II, aunque no elabora un documento sobre la catequesis, sienta las bases para una renovación profunda de la misma. Los grandes documentos conciliares sobre la Palabra de Dios (DV), sobre la Iglesia (LG), sobre la liturgia (SC) y sobre la relación de la Iglesia con el mundo de hoy (GS) ponen las bases de esa renovación (CF 71;DGC 27 y 2), en la que destacamos diversos momentos.

10. El punto de partida de la renovación contemporánea de la catequesis es la reacción al momento llamado doctrinal. En este momento, se insiste en el contenido de la catequesis, se presenta una síntesis de fe, se ofrece un mensaje completo: dogma (credo), moral (mandamientos), vida sobrenatural (sacramentos, oraciones). Sin embargo, los contenidos son muy abstractos, poco bíblicos, sin jerarquía de verdades, sin conexión con la vida.

11. Surge así el momento kerygmático. El kerygma (anuncio del evangelio) es la semilla de la catequesis. El mensaje cristiano tiene un núcleo (Cristo, su misterio pascual), del que depende todo lo demás (jerarquía de verdades); se recupera la Biblia como fuente de la catequesis; se toma conciencia de la historia de la salvación; preocupa la fidelidad al mensaje. Sin embargo, falta la experiencia personal y social (temas 1 y 6).

12. Para evitar ese defecto, surge el momento antropológico. Preocupa la fidelidad al hombre. Se valora la experiencia, la experiencia humana común y la experiencia de fe. Se toma conciencia de que la iniciación en la fe tiene unas etapas y supone un proceso. Sin embargo, se advierten estos riesgos: individualismo e intimismo (temas 2 y 4).

13. Surge así el momento político. Se valora el compromiso. El campo de la experiencia es también social y político. El evangelio es mensaje de liberación, buena noticia para los pobres. Preocupa la fidelidad al hombre. Sin embargo, se advierten riesgos: colectivismo, olvido de la dimensión personal.

14. A veces coincidiendo con los anteriores, surge el momento comunitario. La comunidad es el origen, lugar y meta de la catequesis. La fe se transmite en el marco de una relación de fraternidad. La experiencia comunitaria de los orígenes es norma y modelo de la renovación de la Iglesia. Se advierten algunos riesgos: creerse superiores a los demás, individualismo asociado, cerrazón, secta (tema 5).

15. Durante el posconcilio surgen nuevas síntesis de fe: Catecismo holandés (1969), Con vosotros está (1976), Catecismo de la Iglesia Católica (1992). Se ofrece el mensaje completo. Se valora (más o menos, según los casos) la expresión actual de la fe. Se advierten riesgos: adoctrinamiento, con olvido de dimensiones o tareas (temas 2 y 3).

16. Poco a poco, se ha ido tomando conciencia de que la secular ignorancia religiosa implica, en realidad, una falta de evangelización. En el fondo, no es cuestión de método ni de instrumento sino de conversión (CF 14;EN 15). Es preciso evangelizar a los bautizados para que la Iglesia, así renovada y evangelizada, sea más claramente luz de las gentes en el mundo de hoy. Dice el Sínodo extraordinario (1985) en su relación final: La evangelización de los no creyentes presupone la autoevangelización de los bautizados y también de los mismos diáconos, presbíteros y obispos. Durante el posconcilio, este problema es abordado con carácter de urgencia y con tratamiento catecumenal (EN 44 y 52;CT 44). Se necesita una nueva evangelización (CL 64;DGC 26,58 y 59). Solamente así, mediante el servicio del Evangelio, puede cerrarse esa herida abierta en el costado de la Iglesia, herida que no debe curarse a la ligera, para no incurrir en el viejo error que denunciaron los profetas: Curáis a la ligera las heridas de mi pueblo (Jr 6,14).

* ¿Qué lecciones podemos sacar de la historia de la catequesis?


Bibliografía:

ALBERICH E., Catequesis y praxis eclesial, CCS, Madrid, 1983; COLOMB J., Manual de catequética. Al servicio del Evangelio (I y II), Herder, Barcelona, 1971; COMISION EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, La catequesis de la comunidad, Edice, Madrid, 1983; El catequista y su formación, Edice, Madrid, 1985; CONFERENCIA EUROPEA DE CATECUMENADO, Los comienzos de la fe. Pastoral Catecumenal en Europa Hoy, Ed. Paulinas, Madrid, 1990; CONGREGACION PARA EL CLERO, Directorio General para la Catequesis, Edice, Madrid, 1997; DANIELOU J.-DU CHARLAT R., La catequesis en los primeros siglos, Studium, Madrid, 1975; LOPEZ J., Escuchar la Palabra, objetivo catecumenal, en "Teología y catequesis" 3 (1983) 399-430; Desarrollos posconciliares y catequesis de adultos, en "Diccionario de Catequética", CCS, Madrid, 1987; RESINES L., Historia de la catequesis en España, CCS, Madrid, 1995; STACHEL G., Catequética, en "Diccionario de Catequética", ya citado; VAN CASTER M., Dios habla hoy, Sígueme, Salamanca, 1971.


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