martes, 16 de junio de 2015

Cántico de las criaturas de San Francisco de Asís, ante la encíclica del Papa Francisco “Laudato si”

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Cántico de las criaturas de San Francisco de Asís, ante la encíclica del Papa Francisco “Laudato si”
EL CÁNTICO DE LAS CRIATURAS
Altísimo y omnipotente buen Señor,
tuyas son las alabanzas,
la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te convienen
y ningún hombre es digno de nombrarte.
Alabado seas, mi Señor,
en todas tus criaturas,
especialmente en el Señor hermano sol,
por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento
y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo,
por todos ellos a tus criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual iluminas la noche,
y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.
Alabado seas, mi Señor,
por la hermana nuestra madre tierra,
la cual nos sostiene y gobierna
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
Alabado seas, mi Señor,
por aquellos que perdonan por tu amor,
y sufren enfermedad y tribulación;
bienaventurados los que las sufran en paz,
porque de ti, Altísimo, coronados serán.
Alabado seas, mi Señor,
por nuestra hermana muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
Ay de aquellos que mueran
en pecado mortal.
Bienaventurados a los que encontrará
en tu santísima voluntad
porque la muerte segunda no les hará mal.
Alaben y bendigan a mi Señor
y denle gracias y sírvanle con gran humildad.
Explicación
Esta bella oración de San Francisco es conocida por varios nombres: Cántico de las Criaturas, Alabanzas de las Criaturas e Himno de la Hermana Muerte. Fue escrito en romance umbro (la tierra del santo) y se lo considera el primer poema en la lengua italiana. Se lo celebró como “el más bello trozo de poesía religiosa después de los Evangelios” y “la expresión más completa y lírica del alma y de la espiritualidad de Francisco”. La fecha de su composición es el otoño de 1225, posiblemente en San Damián. La estrofa sobre el perdón la redactó con ocasión de una controversia entre el Podestá de Asís, primera autoridad de la ciudad, y el Obispo, reconciliándolos. Y la última, sobre la hermana muerte, la compuso en octubre de 1226.
Las circunstancias físicas en que se hallaba el Pequeñuelo obvian los comentarios y provocan las conclusiones: desangrado por los estigmas, casi ciego, enfermo del hígado, desnutrido y afiebrado. Por el contrario, su vida interior estaba en la mejor salud. Dios había querido recordar a los hombres la pasión de su Hijo a través del cuerpo del Pequeñuelo y, como sólo desde la cruz se preludia la alegría de la Pascua, a la hora de cantar el “aleluya”. Ninguno mejor que Francisco.
Lo cantó por todos, por ti y por mí; por los hombres y los astros; por las criaturas y las plantas; por toda esta naturaleza que Cristo reconcilió y pacificó en su cruz. Francisco interpretó el silencioso canto que toda la creación le tributa a Dios, y la silenciosa melodía que Dios canta en la creación. Y lo hizo porque ocupaba el último lugar, y así pudo ser el primero. Porque era el más humilde de los siervos, y esto le permitió comprender como nadie la grandeza de su Señor.

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