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jueves, 27 de noviembre de 2014

La Sagrada Familia


San José
Es el jefe de la familia y actúa siempre como Dios le manda, muchas veces sin comprender el por qué de lo que Dios le pide, pero teniendo fe en Él.

Cuando se entera que María estaba embarazada piensa en abandonarla porque la quería mucho y no deseaba denunciarla publicamente (como era la costumbre de la época), pero el Ángel de Dios se le apareció en sueños y le dijo que lo que había sido engendrado en el vientre de María era obra del Espíritu Santo y que no temiera en recibirla.

"Al despertarse, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa". (Mt:1-24,25)

Cuando nace el niño, él le pone el nombre de Jesús, como el Ángel le había dicho.
"ella dió a luz un hijo,y él le puso el nombre de Jesús" Mt:1-25
Luego, cuando Herodes tenía intenciones de matar al Niño Jesús y ante otro aviso del Ángel del Señor, José toma a su familia y marcha hacia Egipto.
Por último,con la muerte de Herodes y ante un nuevo aviso del Ángel de Dios, lleva a su familia a instalarse en Nazaret.

Debemos agregar que José acepta a Jesús y lo ama como si fuera hijo suyo. Jesús recibe de José la educación de "padre adoptivo" o "padre terrenal" que este le brinda aprendiendo, entre otras cosas, el oficio de carpintero.

La virgen María
Desde el momento de la Anunciación,María es el modelo de entrega a Dios. En la Anunciación,María se pone en manos de Dios, a su entera disposición.

"Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho" Lc:1-38. María cría y educa a su hijo en medio de una situación difícil y con muchas carencias materiales; pero lo cría y educa con sobreabundancia de amor.

Ella fue vislumbrando lentamente el misterio trascendente de la vida de Jesús, manteniéndose fielmente unida a Él.

"Su madre conservaba estas cosas en su corazón" Lc:2-52.

Jesús El Salvador
María y José fueron sus primeros educadores. Jesús aprende el oficio de carpintero de su padre adoptivo José.


"El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la Gracia de Dios estaba con Él" Lc:2-40

Cuando Jesús se queda en el Templo,a los doce años, se puede pensar que desobedece a sus padres y que eso está mal.

No es así, Jesús demuestra en este hecho su plena independencia con respecto a todo vínculo humano cuando está de por medio la Voluntad de su Padre y la Misión que Él le ha encomendado.

"¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?" Lc:2-49.

En la Sagrada Familia Dios nos muestra la forma de comportarnos de acuerdo al rol que nos toca vivir a cada uno, teniendo a los integrantes de ella como ejemplos de vida.

Dos aspectos se destacan en la vida de la Sagrada Familia:

La Fe en Dios. La Fidelidad a la Voluntad de Dios.

Estos dos aspectos son los que debemos tener y acentuar nosotros en nuestras vidas. Desde chico, Jesús demuestra que es el Hijo de Dios y que cumple fielmente lo que su Padre le manda.

Como niño, Él obedecía a su madre y a su padre adoptivo, y permanecía siempre junto a ellos. "vivía sujeto a ellos" Lc:2-51

Santa María Madre de Dios


Oh, Santa Madre del Redentor,
Vos sois la Madre de Dios y también
mía Madre, porque así lo quiso
Dios, y sobre Vos, Señora Mía, reposo
también el alma mía, para que
la cuidéis, del maligno enemigo.

Sé pues Vos, Virgen y Madre y
Corredentora, el seguro puente
que el alma mía transporte, al
cielo amado ansiado, donde mora
eterna, la Santísima Trinidad Santa,
rodeada toda, de coros celestiales.

Y, en este tiempo nuevo, aquí en
la tierra, mantén mi corazón piadoso
y solidario y atento a las necesidades
de los pobres y desvalidos porque
al estarlo, a tu Amadísimo Hijo sirvo;
oh, Santa Madre del Redentor.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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1ro de enero

María Madre de Dios


La Iglesia Católica quiere comenzar el año pidiendo la protección de la Santísima Virgen María. La fiesta mariana más antigua que se conoce en Occidente es la de “María Madre de Dios”. Ya en las Catacumbas o antiquísimos subterráneos que están cavados debajo de la ciudad de Roma y donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Misa, en tiempos de las persecuciones, hay pinturas con este nombre: “María, Madre de Dios”.

Si nosotros hubiéramos podido formar a nuestra madre, ¿qué cualidades no le habríamos dado? Pues Cristo, que es Dios, sí formó a su propia madre. Y ya podemos imaginar que la dotó de las mejores cualidades que una criatura humana puede tener.

Pero, ¿es que Dios ha tenido principio? No. Dios nunca tuvo principio, y la Virgen no formó a Dios. Pero Ella es Madre de uno que es Dios, y por eso es Madre de Dios.

Y qué hermoso repetir lo que decía San Estanislao: “La Madre de Dios es también madre mía”. Quien nos dio a su Madre santísima como madre nuestra, en la cruz al decir al discípulo que nos representaba a nosotros: “He ahí a tu madre”, ¿será capaz de negarnos algún favor si se lo pedimos en nombre de la Madre Santísima?

Al saber que nuestra Madre Celestial es también Madre de Dios, sentimos brotar en nuestro corazón una gran confianza hacia Ella.

Cuando en el año 431 el hereje Nestorio se atrevió a decir que María no era Madre de Dios, se reunieron los 200 obispos del mundo en Éfeso (la ciudad donde la Santísima Virgen pasó sus últimos años) e iluminados por el Espíritu Santo declararon: “La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios”. Y acompañados por todo el gentío de la ciudad que los rodeaba portando antorchas encendidas, hicieron una gran procesión cantando: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.

El título “Madre de Dios” es el principal y el más importante de la Virgen María, y de él dependen todos los demás títulos y cualidades y privilegios que Ella tiene.

Los santos muy antiguos dicen que en Oriente y Occidente, el nombre más generalizado con el que los cristianos llamaban a la Virgen era el de “María, Madre de Dios”.

Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María


¡Oh; Señora Nuestra!
¡Ave María!
¿Quién, si no Vos,
La nueva Eva
La llena de gracia
La Esclava del Señor?:
¡Sólo vos y nadie más!.


Oh; ¡Nuestra Señora!
¡María Ave!
Eva ayer
La oscuridad
Y Vos hoy
Perfecta luz
La Kejaritomene
¡oh, Santa Madre del Redentor!.
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8 de Diciembre
Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María

Ya en el siglo II saludaba san Ireneo en la Madre de Jesús a la nueva Eva. Pero fue dentro del segundo milenio cuando poco a poco fue apercibiéndose la Iglesia del depósito revelado referente a la Inmaculada Concepción de María. El Papa Pío IX la proclamó solemnemente el 8 de diciembre de 1854. Hacía casi cuatro siglos que el papa Sixto IV había extendido la fiesta de la Concepción Inmaculada de María a toda la Iglesia de Occidente (1483).

Himno

I

De Adán el primer pecado
No vino en vos a caer;
Que quiso Dios preservaros
Limpia como para él.

De vos el Verbo encarnado
Recibió humano ser,
Y quiere todapureza
Quien todopuro es también.

Si Dios autor de las leyes
Que rigen la humana grey,
Para engendrar a su madre
¿no pudo cambiar la ley?

Decir que pudo y no quiso
Parece cosa cruel,
Y, si es todopoderoso,
¿Con vos no lo habrá de ser?

Que honrar al hijo en la madre
Derecho de todos es,
Y ese derecho tan justo,
¿Dios no lo debe tener?

Porque es justo, porque os ama,
Porque vais su madre a ser,
Os hizo Dios tan purísima
Como Dios merece y es. Amén.

II

Eva nos vistió de luto,
De Dios también nos privó
E hizo mortales;
Mas de vos salió tal fruto
Que puso en paz y quitó
Tantos males.

Por Eva la maldición
Cayó en el género humano
Y el castigo;
Mas por vos la bendición
fue, y a todos dio la mano
Dios amigo.

Un solo Dios trino y uno
A vos hizo sola y una:
Más perfecta
Después de Dios no hay ninguna,
Ni es a Dios persona alguna
Más acepta.

¡Oh cuánto la tierra os debe!
Pues que por vos Dios volvió
La noche en día,
Por vos, más blanca que nieve,
El pecador alcanzó
Paz y alegría. Amén.

III

Ninguno del ser humano
Como vos se pudo ver;
Que a otros les dejan caer
Y después les dan la mano.

Mas vos, Virgen, no caíste
Como los otros cayeron,
Que siempre la mano os dieron
Con que preservada fuiste.

Yo, cien mil veces caído;
Os suplico que me deis
La vuestra y me levantéis
Porque no quede perdido.

Y por vuestra concepción,
Que fue de tan gran pureza,
Conserva en mí la limpieza
Del alma y del corazón,

Para que de esta manera
Suba con voz a gozar
Del que solo puede dar
Vida y gloria verdadera. Amén.

Oración I

Padre, la boca se nos llena de cantares y el corazón rebosa de alegría, porque se acerca el nacimiento de tu Hijo, que levantó del sueño a los pastores y sobresaltó a los poderosos. Pero sobretodo llenó de gozo a su Madre María, que había vivido un adviento de nueve meses. Ella, sencilla como la luz, clara como el agua, pura como la nieve y dócil como una esclava concibió en su seno la Palabra. Concédenos que, a imitación suya, seamos siempre dóciles al evangelio de Jesús y así celebremos en verdad de fe la Pascua de su nacimiento. Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración II

Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María preparaste a tu hijo una digna morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado, concédenos por su intercesión llegar a ti limpios de todas nuestras culpas. Por nuestro Señor Jesucristo.

La Hora de la Gracia


(Mediodía del 8 de Diciembre)
 
8 de diciembre de 1947

Pierina –la vidente de las apariciones de Rosa Mística– contempló a la madre de Dios decir.- "¡Yo soy la Inmaculada Concepción!" y con gran majestad afirmó "Yo soy María de las Gracias, esto es, la llena de Gracia, Madre de mi Divino Hijo Jesucristo".  Descendió suavemente por la escala y añadió.- "Por mi venida a Montichiari deseo ser invocada y venerada como Rosa Mística. QUIERO QUE AL MEDIODÍA DE CADA 8 DE DICIEMBRE (SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA) SE CELEBRE LA HORA DE LA GRACIA POR TODO EL MUNDO, MEDIANTE ESTA DEVOCIÓN SE ALCANZARÁN MUCHAS GRACIAS PARA EL ALMA Y EL CUERPO. Nuestro Señor, mi Divino Hijo Jesús, concederá copiosamente su misericordia, mientras los buenos recen por sus hermanos que permanecen en el pecado. Es preciso informar cuanto antes, al Supremo Pastor de la Iglesia Católica el Papa Pío XII mi deseo de que esta hora de gracia sea conocida y extendida por todo el mundo. Quien no puede ir a la iglesia que sea en su casa al mediodía y conseguirá mis gracias." Luego mostrándole su purísimo corazón exclamo: "Mira este corazón que tanto ama a los hombres, mientras la mayoría de ellos lo colma de vituperios." Calló unos momentos y continuó: "Si todos, buenos y malos, se unen en la oración, obtendrán de este corazón misericordia y paz. Los buenos acaban de alcanzar por mi mediación la misericordia del Señor, que detuvo un gran castigo. Dentro de poco se conocerá la eficaz grandeza de esta hora de gracia".

Notando Pierina que la resplandeciente Señora iba a alejarse le imploró fervorosamente: "¡Oh hermosa y amada Madre de Dios, yo le doy gracias!". Bendiga a todo el mundo especialmente al Santo Padre, a los sacerdotes, religiosos y a los pecadores. Ella contestó: "Tengo preparado una sobreabundancia de gracia para todos aquellos hijos que escuchan mi voz y toman a pecho mis deseos". Con estas palabras se terminó la visión.

RECUERDA A LA VIRGEN MARÍA



Recuerda a María 


Cuenta una leyenda carmelitana, que se situaba en el convento carmelitano de San Martín de Bolonia, que estando la comunidad cantando la Salve, al llegar al muéstranos a Jesús fruto bendito de tu vientre, se apareció la Virgen con su hijo en los brazos agradeciendo a la comunidad la alabanza que la tributaban, y, mostrando a su hijo, dijo a los religiosos, "cantad devotamente, hijos, que yo os mostraré a mi hijo Jesús, así en el presente como en el siglo futuro”.

            El oficio de María es presentarnos a su Hijo, llevarnos de la mano a Jesús, para que hagamos lo que él nos dice.
Muchas son las advocaciones con las que invocamos a María. La Virgen del Carmen ha sido una de las devociones más populares durante setecientos años. Muchos cristianos se han sentido protegidos por María con el Escapulario. El escapulario es un signo especial de la protección de María, madre y hermana nuestra. El Escapulario del Carmen nos compromete a vivir como María, a ser personas orantes, a estar abiertos a Dios y a las necesidades de los hermanos.

María fue la favorecida de Dios, la “llena de gracia”. Sabía que el Señor estaba con ella, sentía su presencia. Dios se había fijado en su humildad y cuidaba de ella. Estaba arropada por la fuerza de Dios. No podía temer a nada ni a nadie. María conocía el corazón de Dios, sabía de su infinita misericordia. Por eso, lo alababa y adoraba. Vivía de Dios, con Dios y para Dios.

Concibió y dio a luz a su hijo, “el Hijo del Altísimo” a quien puso por nombre Jesús, Salvador de cada pueblo y de todos aquellos que creen en él. En su vientre había llevado a Jesús y facilitó que estuviera en su corazón durante toda su vida.

María fue una mujer sencilla. Se ubicó entre los socialmente considerados inferiores, entre los que no tienen ni voz ni voto. Todos los necesitados tenían cabida en su corazón. Sin demora ni tardanza se puso en camino para atender a su pariente Isabel, para llevarle al Dios de la vida, para asistirla y ayudarla.

María tiene muchos títulos. Entre todos ellos, todos hermosos y grandes, sobresale el de ser  Madre de Cristo y Madre nuestra. María es Madre de la Iglesia. Como dice Pablo, sufre por ella dolores de parto hasta ver a Cristo formado en cada uno de los creyentes. Ella cuida de sus hijos, como buena madre,  durante la vida y en la hora de la muerte. Ella ayuda a caminar con Jesús y a esperar hasta el final.

María estuvo junto a su hijo en todos los momentos de su vida. En las alegrías y, sobre todo, en el momento de la cruz. Lo acompañó hasta la tragedia final del Calvario. Ella, la Dolorosa, también está cercana a nuestras penas y sufrimientos cotidianos. Los pobres, los enfermos, los que sufren, alcanzan de María la fuerza y ayuda para sobrellevar con fe una vida plagada de dificultades.

La historia y la leyenda nos han mostrado a la Virgen del Escapulario siempre cercana a todos aquellos que, viviendo momentos difíciles y amargos, han acudido a ella pidiendo su protección.

            Llevar el Escapulario de la Virgen del Carmen es ponerse, como ella, un vestido nuevo, el ropaje de la fe, de la alegría... Es un símbolo de amor que nos recuerda a María.

Sí, hemos sido revestidos de Cristo y, como María, debemos permanecer fieles a Dios hasta el final. Para ello es necesario acudir e invocar el nombre de María, hermana, madre, amiga. Así nos dice Bostio:

“Nunca olvides sus beneficios. Nunca olvides los múltiples testimonios de su amor de hermana y de madre. Ella nunca cambiará sus disposiciones de amor hacía ti, su fidelidad es irreversible.

Que no pase, pues, un solo día, que no transcurra una noche, que no vayas a ninguna parte, que ningún pensamiento ni conversación alguna tengan lugar, que no te sobrevenga trabajo ni descanso, sin que traigas afectuosamente a la mente el recuerdo de María. Que en el vestíbulo de tu memoria ella ocupe siempre un puesto de vanguardia.

De corazón, vuélvete a menudo hacia María, y nunca te canses de invocarla con estas palabras de la Biblia: Hermana mía, amiga mía, inmaculada mía, ábreme tu corazón, morada de misericordia. Tú, María, eres el amor de mi corazón, más aún, mí propio corazón, mi propia alma. Y no dudes en añadir las dulcísimas palabras de Esdras: Abraza, madre, a tus hijos; estréchate al corazón de tus devotos; afianza sus pasos; guíalos en la santa alegría. O la súplica de Abraham: Te ruego que digas que eres mí hermana, para que, gracias a ti, encuentre yo una buena acogida y por causa tuya viva mi alma”.

El Papa Francisco a la Vida Consagrada: “Odres nuevos para el vino nuevo de una vida consagrada renovada”


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El Papa Francisco a la Vida Consagrada: “Odres nuevos para el vino nuevo de una vida consagrada renovada”    
Discurso del Papa Francisco a la Plenaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (27-11-2014)
Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, queridos hermanos y hermanas:
Con alegría me reúno hoy con vosotros y con cuantos prestáis vuestro servicio en el dicasterio para la Vida Consagrada. Doy una bienvenida especial a los cardenales y obispos que se han convertido recientemente en miembros de la Congregación, y doy las gracias al cardenal prefecto por la salutación que en nombre de todos me ha dirigido; doy las gracias al secretario y a los dos subsecretarios por este logotipo, que vi ayer en «L’Osservatore Romano» pero sin entender bien de qué se trataba: ¡ahora lo he entendido!
Me parece bonito y significativo el título que habéis escogido para esta Asamblea: «Vino nuevo en odres nuevos». A la luz de esta palabra evangélica habéis reflexionado sobre la situación actual de la vida consagrada en la Iglesia, cincuenta años después de la Constitución Lumen gentium y del Decreto Perfectæ caritatis. Tras el Concilio Vaticano II, el viento del Espíritu ha seguido soplando con fuerza, impulsando por un lado a los institutos a llevar a cabo la renovación espiritual, carismática e institucional que el propio Concilio pidió, y, por otro, suscitando en el corazón de hombres y mujeres modalidades nuevas de respuesta a la invitación de Jesús a dejarlo todo para dedicar la propia vida al seguimiento de él y al anuncio del Evangelio.
En la porción de viña que constituyen cuantos han optado por imitar a Cristo más de cerca mediante la profesión de los consejos evangélicos, nueva uva ha madurado y nuevo vino ha sido prensado. Durante estos días os habéis propuesto discernir la calidad y la crianza del «vino nuevo» que ha sido producido durante la larga temporada de la renovación, y al mismo tiempo analizar si los odres que lo contienen –representados por las formas institucionales actualmente presentes en la vida consagrada– son aptos para contener ese «vino nuevo» y para favorecer su plena madurez. Como he tenido ocasión de recordar otras veces, no debe darnos miedo abandonar los «odres viejos», es decir renovar aquellas costumbres y aquellas estructuras que, en la vida de la Iglesia y, por lo tanto, también en la vida consagrada, reconocemos que no responden ya a lo que Dios nos pide hoy para que avance su Reino en el mundo: aquellas estructuras que nos brindan una falsa protección y que condicionan el dinamismo de la caridad; aquellas costumbres que nos alejan del rebaño al que somos enviados y nos impiden escuchar el grito de cuantos aguardan la Buena Noticia de Jesucristo.
Al mismo tiempo, nos os ocultáis las zonas de debilidad que pueden encontrarse hoy en la vida consagrada: por ejemplo, la resistencia de algunos sectores al cambio; un menor poder de atracción; el número no irrelevante de abandonos –¡y esto me preocupa! Dice algo de la selección de los candidatos y de la formación de los candidatos; después está el misterio de cada persona, pero estas dos primeras cosas debemos examinarlas   bien–; la fragilidad de ciertos itinerarios formativos; el afán por los cometidos institucionales y ministeriales, en detrimento de la vida espiritual; la difícil integración de las diversidades culturales y generacionales; un equilibrio problemático en el ejercicio de la autoridad y en el uso de los bienes… ¡Me preocupa también la pobreza! Haré publicidad de mi familia, pero San Ignacio decía que la pobreza es la madre y también el muro de la vida consagrada. Es madre la pobreza, porque da vida, y el muro protege de la mundanidad. Pensemos en estas debilidades. Vosotros queréis estar a la escucha de las señales del Espíritu, que abre nuevos horizontes e impulsa a emprender nuevas sendas, volviendo a empezar siempre por la regla suprema del Evangelio e inspirándoos en la audacia creativa de vuestros fundadores y fundadoras.
En la esforzada tarea que os ve reunidos para examinar el vino nuevo y contrastar la calidad de los odres que han de contenerlo, os guían algunos criterios orientativos: la originalidad evangélica de las decisiones, la fidelidad carismática, la primacía del servicio, la atención a los más pequeños y frágiles, el respeto a la dignidad de toda persona.
Os animo a seguir trabajando con generosidad y audacia en la viña del Señor, para favorecer el crecimiento y la maduración de unos racimos lozanos, de los que se pueda obtener ese vino generoso capaz de fortalecer la vida de la Iglesia y de alegrar el corazón de tantos hermanos y hermanas necesitados de vuestros desvelos solícitos y maternales. Como bien habéis señalado, tampoco la sustitución de los odres viejos por los nuevos es algo que se dé automáticamente, sino que exige empeño y habilidad, con vistas a ofrecer el espacio adecuado para acoger y para hacer que fructifiquen los nuevos dones con los que el Espíritu sigue embelleciendo a la Iglesia, su esposa. No olvidéis de dar gracias al Amo de la viña, que os ha llamado a tan apasionante tarea. Llevad adelante el camino de renovación emprendido y realizado en gran parte durante estos cincuenta años, analizando toda novedad a la luz de la Palabra de Dios y poniéndoos a la escucha de las necesidades de la Iglesia y del mundo contempóraneo, así como empleando todos los medios que la sabiduría de la Iglesia pone a disposición para avanzar por el camino de vuestra santidad personal y comunitaria. Y el más importante de estos medios es la oración: también la oración gratuita, la oración de alabanza y de adoración. Nosotros, los consagrados, estamos consagrados para servir al Señor y para servir a los demás con la Palabra del Señor, ¿no es así? Decid a vuestros nuevos miembros ­–por favor–, decidles que rezar no es una pérdida de tiempo, que adorar a Dios no es una pérdida de tiempo, que alabar a Dios no es una pérdida de tiempo. ¡Si nosotros, los consagrados, no nos detenemos cada día ante Dios en la gratuidad de la oración, el vino se convertirá en vinagre!
La Plenaria de vuestra Congregación tiene lugar precisamente en vísperas del Año de la Vida Consagrada. ¡Recemos juntos al Señor para que nos ayude durante este Año a meter «vino nuevo en odres nuevos»! Y a este respecto, quiero agradecer especialmente a la Congregación, al prefecto, al secretario, el esfuerzo que han realizado para organizar este Año. Gracias de todo corazón, porque a la reunión acudían con proyectos… y yo pensaba: «No sé si lo lograrán…». Y, en cambio, a la siguiente reunión, el proyecto tenía ya forma, tenía cuerpo. ¡Muchas gracias por el esfuerzo! Os doy las gracias por la labor que estáis desempeñando durante estos días y por el servicio que prestáis como miembros y colaboradores de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólicas. Que la Virgen María os acompañe y os alcance un fervor nuevo de resucitados y la santa audacia de buscar nuevos caminos. Que el Espíritu Santo os asista y os ilumine. Gracias.

Que Dios escogió SACERDOTES



Dios escogió SACERDOTES para en su nombre bendecir a su pueblo, ofrecer dones y sacrificios.

"Elige de entre los Israelitas a tu hermano Aarón y a sus hijos Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar para que ellos sean mis SACERDOTES" Éx.28,1. 
"Cuando alguien presente una ofrendas vegetal al Señor; la presentará a los hijos de Aarón, los SACERDOTES" Lv.2,1-2.


Todo el libro del Levítico habla del sacerdocio.
"Teme al Señor con todo tu corazón y reverencia a sus SACERDOTES, ama a tu creador con todas tus fuerzas y no abandones a sus ministros; teme al Señor y honra al SACERDOTE, dale su parte como le fue mandado" Eclo.7,29-30.
"Al SACERDOTE corresponde atesorar la ciencia y a él se acude en busca de enseñanza, porque él es el mensajero del Señor Todopoderoso" Mal.2,7.
"Todo sumo SACERDOTE, en efecto es tomado de entre los hombres y puesto al servicio de Dios a favor de los hombres a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Está en grado de ser comprensivo con los ignorantes y los extraviados ya que él también está lleno de flaquezas y a causa de ellas debe ofrecer sacrificios por los pecados propios a la vez que por los del pueblo. Nadie puede recibir esta dignidad sino a quien Dios llama como ocurrió en el caso de Aarón" Heb.5,1-6. 
"Toma el aceite de la unción y derrámalo sobre su cabeza para ungirlo. Luego haz que se acerquen sus hijos y vístelos con las túnicas. Ciñe a Aarón y a sus hijos los cinturones de lino; coloca las mitras a los hijos de Aarón. El SACERDOCIO les permanecerá perpetuamente. Así consagrarás a Aarón y a sus hijos" Éx.29,7-9. 


 Ordenación sacerdotal en los apóstoles.

"Hagan esto en memoria mía" Lc.22,9b.
"No me eligieron ustedes a mí; fui yo quien los elegí a ustedes y los he destinado para que vayan y den fruto abundante y duradero" Jn.15,16. 
"Los PRESBÍTEROS que cumplen bien sus funciones son dignos de un gran aprecio. No admitáis acusación alguna contra un PRESBÍTERO si no se apoya con el testimonio de dos o tres personas" lTim.5,17-19.

La disolución del concepto de familia


Quien cree que existe la naturaleza humana, porque sabe que el mundo ha sido pensado, y que por tanto es razonable, y que en consecuencia nosotros por ser racionales podemos conocer en qué consiste de verdad el mundo



El tema que se nos propone en esta mesa redonda es “la disolución del concepto de familia”.

Agradezco la ocasión que se me ofrece de hablar de esta materia pues el diagnóstico sobre qué le pasa hoy a la familia subyace a todas las actividades e iniciativas del Foro de la Familia, la entidad que me honro en presidir en estos momentos; y, por ello, hablar de los problemas actuales de la familia me permitirá también compartir con ustedes el espíritu de esta institución que me atrevo a calificar como la mayor movilización social en defensa de la familia en la Europa de nuestros días. Tras compartir con ustedes mi diagnóstico sobre la familia hoy, me atreveré a hacer algunas consideraciones sobre cómo superar los problemas para hacer familia que deben afrontar los hombres de hoy.

Con referencia al título que enmarca esta mesa redonda – la disolución del concepto de familia- debo decirles que en mi opinión la disolución actual del concepto de familia, realidad innegable, no es un fenómeno primario, sino secundario. Me da la sensación de que el problema singular de nuestra época, lo que caracteriza a nuestra época como señal distintiva respecto a cualquier otra época precedente, es que estamos siendo testigos de un proyecto de disolución del hombre, un proyecto de reconstrucción de lo humano sobre bases ideológicas ajenas a la naturaleza de las cosas. Puede sonar fuerte o apocalíptico decir esto, pero una atenta observación de la realidad indica –a mi entender- que ésta es la clave radical de nuestra época; época difícil de entender para nuestros contemporáneos en esta su dimensión radical última pues carecemos de precedentes de algo similar en la historia pasada.

Me da la sensación de que el gran problema de nuestra época es que una gran parte de nuestros contemporáneos no tienen ni la más remota idea de en qué consiste ser un ser humano; y este es un problema muy serio, obviamente. ¿Y por qué una gran parte de nuestros contemporáneos no saben en qué consiste ser un ser humano? Porque una gran parte de nuestros contemporáneos se han desarraigado intelectual y moralmente de la mejor tradición humanista de Occidente, ésa que nos ha permitido ir profundizando s1bbdurante siglos, con aciertos y errores, pero en clave cada vez más constructiva, en un conocimiento cierto sobre lo humano, que no es tan fácil, dicho sea de paso, porque, entre otras cosas, para conocer al ser humano hay que creer que el ser humano consiste en algo, que el ser humano tiene una naturaleza, que existe la naturaleza humana. Si fuésemos un fenómeno individual, meramente de tipo físico-químico, fruto de una evolución ciega y caótica, no seriamos comprensibles. Lo absolutamente singular no es definible, como nos enseña la vieja –y acertada- lógica de Aristóteles.

Por eso me parece muy acertado traer a este debate la memoria de Ockam, como ha hecho el ponente anterior, Ignacio Sánchez Cámara. Me parece que la gran crisis intelectual de Occidente en que todavía vivimos empieza con el nominalismo, con la extraña rebelión frente a la razón que encarnan el voluntarismo y el nominalismo que afloran en el siglo XIV. En ese siglo, con una estúpida soberbia que me cuesta entender, algunas personas empezaron a dudar sobre el carácter razonable del mundo tal y como era contemplado por la síntesis tomista, ese monumento de fe en la razón tan mal entendido y pronto olvidado. Los adalides de la rebelión frente a la razón en ese siglo XIV pensaron -¿por qué?, ¡gran misterio!- que el mundo no es razonable y que por tanto no podemos definirlo con conceptos y categorías generales; que sólo existe lo individual; que las palabras que designan lo colectivo, lo común, son flatum vocis, – así dice Ockam-, palabras sin contenido, vacías. Ahí empieza el gran problema de nuestros días: la desconfianza en la consistencia razonable de todo lo existente, la desconfianza en la capacidad de la razón para conocer con certeza la consistencia real de lo existente, la duda sobre la verdad de los universales, de los conceptos que describen lo común a todos los individuos, la desconfianza hacia los conceptos que describen la realidad tal y como es.

De esa desconfianza en el carácter razonable de lo existente al subjetivismo contemporáneo, al relativismo ambiente, hay pocos pasos. Duda metódica cartesiana, idealismo kantiano, empirismo epistemológico, materialismo marxista o economicista, evolucionismo ideológico, estructuralismo, cientificismo,..son nombres o etapas de un mismo proceso: el abandono de la fe en el carácter razonable del mundo por su condición de pensado y creado, de querido.

El gran problema de nuestra época es la autoimpuesta incapacidad de muchos de nosotros para entender lo humano. Conocer lo humano, admitir que es cognoscible, que uno puede llegar a conocer en qué consiste ser un ser humano, presupone un acto de fe; un s2bbacto de fe en, por otra parte, lo evidente. Para ser humanista no se nos exige una fe en lo desconocido, sino en lo evidente; pero a veces lo evidente nos resulta confuso a los limitados humanos. ¿Qué es lo evidente? Que somos criaturas; si somos criaturas, consistimos en aquello que pensó el que nos creó al crearnos. Por tanto el hombre consiste en algo, es algo; hay una naturaleza humana, la idea que tuvo el Creador al crearnos. Si perdemos la noción del acto creador, del Dios creador, el mundo resulta incomprensible, porque si no ha sido pensado por nadie, no es inteligible, no es razonable. Y esto, aunque no sepan expresarlo como yo lo estoy expresando, me temo que es lo que subyace en la cabecita de muchos de nuestros contemporáneos que se han creído los mitos del seudoprogresismo contemporáneo y no se fían de un Dios inteligente, no creen en Él; se fían de las elucubraciones sin fundamento del mecanicismo evolucionista y creen que el mundo es ilógico, es el terreno de la irracionalidad, del caos, del azar, y por lo tanto no saben que consistimos en algo que podemos conocer; y, en consecuencia, ni siquiera hacen el esfuerzo de intentar conocer eso en que consistimos. Y quien ni siquiera hace el esfuerzo de conocer en qué consiste ser un ser humano, no sabe qué hacer con su vida; no se aclara, literalmente.

Creo que este es el problema esencial de nuestra época: una gran parte de nuestros contemporáneos no se aclaran sobre sí mismos, no saben en qué consiste ser un ser humano y, por tanto, viven desnortados, sin criterio, desesperanzados, tristes; no saben qué hacer con sus vidas ni cómo relacionarse con los demás . No creo –si hacemos referencia al terreno de la sexualidad, por ejemplo- que los jóvenes de hoy tengan más hormonas que las que teníamos en la juventud los que ya no somos jóvenes o que sean más malos a priori; si no que, quizá, a los que somos ya un poco más mayores, desde pequeñitos alguien nos dio la opción de arraigarnos en un conocimiento profundo sobre lo humano, aunque a lo mejor no lo pensásemos así ni fuéramos conscientes, pero lo mamamos por ósmosis en la familia, en el ambiente, en la Iglesia; y a muchos de nuestros contemporáneos, a los que son un poquito más jóvenes, a lo mejor nadie les ha contado estas cosas buenas sobre lo humano. Y como nadie se las ha contado, no las conocen; y como no las conocen, no se aclaran sobre lo humano; están despistados; no se entienden a sí mismos, no saben valorar y comprender su sexualidad ni la de los otros y por tanto no la respetan. Y al no entender la sexualidad, no entienden nuestro carácter familiar y no saben cómo hacer familia…aunque sientan la vocación natural a vivir en familia.

Trasladen ustedes esta reflexión al terreno de la moral. Quien cree que existe la naturaleza humana, porque sabe que el mundo ha sido pensado, y que por tanto es razonable, y que en consecuencia nosotros por ser racionales podemos conocer en qué consiste de verdad el mundo, saben que nosotros no nos creamos a nosotros mismos, que nosotros descubrimos en qué consistimos mirando con cariño respetuoso a lo existente y así descubrimos la naturaleza humana; y por tanto podemos conocer con certeza razonable, -aún dentro del carácter progresivo y nunca acabado del conocimiento humano-, qué cosas son acordes a la naturaleza humana, es decir, qué cosas son buenas y qué cosas objetivamente no son acordes a la naturaleza humana y por tanto son malas. Es decir, quien piensa así sabe que hay cosas que son objetivamente buenas y objetivamente malas; que el bien y el mal no lo crea uno, que no depende del “gustirrinin” subjetivo que nos den nuestras actuaciones, que no dependen de los convencionalismos, si no que se puede conocer objetivamente mirando con cariño la realidad de las cosas, empezando por nuestra propia realidad. Esto exige una cierta humildad vital; yo no me creo a mi mismo, yo no fundo el bien y el mal, yo descubro el bien y el mal en mi consistencia, en mi naturaleza, y la gran opción, la gran maravilla de la libertad humana, no es convertirse en un diosecillo creador de la naturaleza y del bien y del mal, sino poner esa capacidad de opción nuestra libertad- al servicio de lo mejor de lo que somos capaces según nuestra naturaleza.

Instalarse en la vida según una u otra forma de ver las cosas; asumir la confianza en el carácter razonable de lo existente, en la existencia de la naturaleza humana, o instalarse en la vida como si de un caos irracional se tratase; ver el mundo como el terreno de la razón creadora o como el ambiente de lo singular sin sentido, como el fruto caótico y azaroso de la evolución ciega del carbono, cambia completamente las perspectivas vitales. Por ejemplo, hoy día hay muchos jovencitos aquí en España, como en cualquier otro país, que no saben que el bien y el mal existen; no es que no distingan bien lo bueno o lo malo o lo confundan; es que no saben que se puede distinguir el bien y el mal. Una persona que no sabe que se puede distinguir el bien del mal, nunca hará el esfuerzo de intentar distinguirlos, y por tanto nunca estará en condiciones ni siquiera de hacer el esfuerzo de ser bueno. Porque, desconocer que el bien y el mal existen, es mucho peor que ser malos, ya que el que es malo puede salir del mal. El que no sabe que existen el bien y el mal no puede ni siquiera intentar ser bueno.

Alguien que no sabe que existen el bien y el mal como características objetivas consustanciales a la naturaleza humana y cognoscibless3bb por nosotros está en un estado prehumano, porque no está en condiciones de realizar lo mejor de lo humano, ni siquiera de intentarlo y esto es gravísimo. Y este es el estado moral de gran parte de nuestros conciudadanos. Y no me refiero a gente ignorante e iletrada; pueden ser catedráticos de Universidad, autores de mil libros o presidentes de gobierno, -¡da lo mismo!-; pero a lo mejor no saben lo esencial, bien porque no se lo ha contado nadie o bien porque no se lo han creído; y así viven ajenos a esta forma de ver el mundo, alegre, esperanzada, ilusionada y no entienden su libertad; y no nos entienden a los que hablamos en los términos y con los conceptos con que hablo yo, por ejemplo. Les parecemos extraterrestres diciendo cosas rarísimas que no hay quien entienda; ¡lógico!, están en otro mundo mental. No saben lo que significa libertad, ni naturaleza, ni bien ni mal, ni ser, ni Dios. Por tanto cuando nos oyen hablar en estos términos no es que nos odien porque sean muy malos, es que no nos entienden. Esta consideración creo que es importante para entender la parte final de mi intervención referida a cómo salir de esta situación; porque si uno hace un mal diagnóstico de lo que nos pasa, difícilmente podrá poner medios eficaces para superar nuestros males, para coadyuvar a arreglar el problema de nuestra época. Para curar una enfermedad es imprescindible hacer un buen diagnóstico de cuál es la enfermedad. Con un buen diagnóstico a lo mejor se puede curar al enfermo; con un diagnóstico equivocado, por muy sabio y buen médico que se sea, nunca se podrá curar al enfermo. Por tanto el diagnóstico es importante.

SI tengo razón en lo que digo, -y creo sinceramente que la tengo, ya que tampoco es muy original; es lo que está, por ejemplo, repitiendo una y otra vez Benedicto XVI con otras palabras mucho más precisas y acertadas que las mías-, piensen ustedes cómo trasciende esto al terreno de la familia. El ser humano no es un bicho solitario. Aunque queramos no podemos serlo; nacemos de alguien, nuestros padres; somos alimentados, cuidados, educados, “humanizados” mediante el cuidado amoroso de quienes nos quieren; enriquecemos nuestras expectativas vitales dando vida al unirnos con alguien del otro sexo, porque sólo ahí hay complementariedad, y hacemos lo más divino de lo que somos capaces: dar vida. Por tanto, la familia nos define, nos constituye. Específicamente los cristianos esto lo vemos de forma especialmente clara, porque hemos leído en el Génesis que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios y sabemos que Dios no es un tipo solitario, es un ser familiar: viven tres en uno, uno en trinidad; y por tanto a nosotros nos pasa lo mismo. Estamos constitutivamente abocados a enriquecernos en la complementariedad constitutiva hombre-mujer y así damos vida como la da Dios, en relación, en familia. Por tanto la dimensión familiar del ser humano es la dimensión más divina del ser humano y por eso en la sexualidad humana hay algo profundamente divino. No sólo no es nada malo sino que es de lo más divino que hay en nosotros.

Claro que nosotros somos capaces de prostituir hasta lo divino: ese es el misterio de la libertad humana; pero la dualidad constitutiva hombre-mujer y su constitucional apertura a la vida es precisamente de los más divino que tenemos; y por tanto el carácter familiar del ser humano es un reflejo de nuestra condición de criatura, de nuestro ser esencial y definitorio. Si uno sabe en qué consiste ser un ser humano, se abre a un horizonte gozoso; pero, en caso contrario, es imposible aclararse sobre nuestra sexualidad y sobre nuestro carácter de seres familiares.

Si uno no sabe que el ser humano tiene una naturaleza, que consistimos en algo, que todo lo que hay en nosotros tiene un sentido profundo; si uno no es consciente de que somos historia, somos biografía, somos algo que construimos y por tanto tenemos una capacidad inmensa para hacer el bien y por tanto hay una razón profunda para la esperanza, siempre, aunque haya crisis a nuestro alrededor; si uno no ve las cosas así, es muy difícil que valore la familia y entienda a quienes la defendemos como institución natural.

Para valorar la familia y respetarla hay que mirar a la propia sexualidad y la de los demás como una maravilla, porque el ser humano, a diferencia del resto de los animales, no se limita a tener sexo y a ejercerlo en unas épocas determinadas, las épocas de celo, sino que al ser humano la sexualidad le constituye. Somos sexuados en la dimensión vital de nuestra personalidad, las 24 horas del día de todos los días de todos los años de nuestra vida, porque sólo se puede ser un ser humano siendo hombre o mujer. Para nosotros la sexualidad es algo esencial, constitutivo, irrenunciable, definitorio, sin dudas de género y sin ningún género de dudas.

La sexualidad nos define como seres humanos y, por tanto, la valoramos tan profundamente que comprendemos que está connaturalmente abocada a dar vida: basta con tener ojos para verlo, como podemos comprender que el oído está para oír. Esto no es un prejuicio teológico, es sólo un poco de biología obvia. Y por eso nos resulta evidente que nuestra condición sexuada está profundamente vinculada a la responsabilidad de dar vida, y por eso vemos como cierto que el concepto de familia está vinculado al de vida; que familia es “chico, chica, niño” o al menos, apertura conceptual al niño. No puede ser otra cosa, y no porque lo diga el Papa, sino porque así es la especie humana. Para dar vida hace falta un óvulo y un espermatozoide, un chico y una chica: ¡que le vamos a hacer!

Como vemos así la sexualidad y vemos que está naturalmente vinculada a la vida y la valoramos tanto, defendemos que el ejercicio activo de la sexualidad hay que guardarlo para cuando uno está en condiciones óptimas para recibir la vida, por edad, por biografía, por estado matrimonial. Y como la sexualidad es algo tan importante, no se juega con ella, y sabemos que quien banaliza su sexualidad, banaliza su personalidad; quien frivoliza su sexualidad, se está frivolizando a sí mismo. En cambio, quienes no saben esto del ser humano, creen que la sexualidad es un fenómeno genital, externo al ser humano, intrascendente, un juego, una posibilidad de placer orgánico. No ven más, no le ven ningún sentido ni finalidad porque no ven sentido ni finalidad a nada de lo humano y se convierte para ellos la sexualidad en un juguete, y la educación sexual en un catálogo de técnicas y enseñanzas para optimizar el placer. No ven más allá.

De saber que existe la naturaleza humana y que la podemos conocer, o de desconocer eso, se deriva necesariamente una visión distinta de la sexualidad y una visión distinta del matrimonio y la familia.

EL EVANGELIO DE HOY: JUEVES 27 DE NOVIEMBRE DEL 2014



La ruina de Jerusalén
Tiempo Ordinario

Lucas 21, 20-28. Tiempo Ordinario. Trabajar, cumpliendo la misión que inició Cristo y que nos encomendó a nosotros. 






Del santo Evangelio según san Lucas 21, 20-28 
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! «Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y Cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».

Oración introductoria
Señor, te suplico tu gracia para poder aceptar con prontitud la guía y las inspiraciones del Espíritu Santo, aunque no comprenda tu camino o me cueste aceptar las pruebas que tenga que afrontar en este día. Que el fruto de esta oración sea la sabiduría para poder amar y seguir tu voluntad, así como el don del entendimiento para comprender con profundidad las verdades de mi fe.

Jesús, en Ti confío. ¡Aumenta mi esperanza y dame la gracia de la perseverancia final!

Meditación del Papa
 
Cuando Jesús habla de estas calamidades, nos dice que habrá una profanación del templo, una profanación de la fe, del pueblo, será la abominación, será la desolación de la abominación. ¿Qué significa esto? Será como el triunfo del príncipe de este mundo: la derrota de Dios. Él parece que en ese momento final de calamidad, vendrá sobre este mundo, será el dueño del mundo.
He aquí el corazón de la "prueba final": la profanación de la fe. No es permitido hablar de religión, porque sería algo privado ¿no es así? De esto públicamente no se habla. Los signos religiosos se eliminan. Se debe obedecer a las órdenes que vienen de los poderes mundanos. Se pueden hacer muchas cosas, cosas bonitas, pero no adorar a Dios. Prohibición de adoración. Este es el centro de este fin. Y cuando llega a la plenitud -al kairos de esta actitud pagana, cuando se cumple este tiempo - entonces sí, vendrá Él: "Y verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y gloria".(Cf. S.S. Francisco, 28 de noviembre de 2013, homilía en Santa Marta).
Reflexión
Es la tercera vez que Jesús anuncia, con pena, la destrucción de Jerusalén: "Serán días de venganza... habrá angustia tremenda, caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones: Jerusalén será pisoteada por los gentiles".

También aquí san Lucas mezcla dos planos: el de la caída de Jerusalén -que probablemente ya había sucedido cuando él escribe- y el del final del mundo, la segunda venida de Cristo, precedida de signos en el sol y las estrellas y el estruendo del mar y del miedo y la ansiedad "ante lo que se le viene encima al mundo". Pero la perspectiva es optimista. El anuncio no quiere entristecer sino animar: "cuando suceda todo esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación".

Nuestra espera, por tanto, es dinámica, activa, comprometida. Tenemos mucho que trabajar para bien de la humanidad, llevando a cabo la misión que inició Cristo y que luego nos encomendó a nosotros. Pero bien nos viene pensar que la meta es la vida, la victoria final, junto al Hijo del Hombre. Meta que nos conducirá a la paz eterna en la gloria de Dios.

Propósito
Ofrecer un rosario para que tengamos presente lo pasajero de este mundo y nos preocupemos por lo realmente importante: la eternidad.

Diálogo con Cristo 
Señor, ayúdame a ver todos los sucesos de mi vida en la perspectiva de la eternidad. Ver todo con tu mirada, para saber qué es lo que realmente tiene valor. Sólo al final de mi vida podré confirmar que todo tiene sentido y que la lucha por vivir el Evangelio vale la pena, pero ahora sé que nunca me voy arrepentir de lo que haya hecho por amor a Ti, ¡gracias por darme la certeza de mi fe!

jueves 27 Noviembre 2014

Jueves de la trigésima cuarta semana del tiempo ordinario

Ntra Sra de la Medalla Milagrosa, Beato Bronislao Kostowski

Leer el comentario del Evangelio por
Imitación de Cristo: Cristo vendrá a ti

Apoc. 18,1-2.21-23.19,1-3.9a.
Yo, Juan, vi que otro Angel descendía del cielo con gran poder, mientras la tierra se iluminaba con su resplandor.
Y gritó con voz potente: "¡Ha caído, ha caído Babilonia, la grande! Se ha convertido en refugio de demonios, en guarida de toda clase de espíritus impuros y en nido de aves impuras y repugnantes.
Y un Angel poderoso tomó una piedra del tamaño de una rueda de molino y la arrojó al mar, diciendo: "Así, de golpe, será arrojada Babilonia, la gran Ciudad, y nunca más se la verá".
Ya no se escuchará dentro de ti el canto de los que tocan el arpa y de los músicos, de los flautistas y de los trompetistas; ya no se encontrarán artesanos de los diversos oficios, ni se escuchará el sonido de la rueda del molino.
No volverá a brillar la luz de la lámpara, ni tampoco se escuchará la voz de los recién casados. Porque tus comerciantes eran los grandes de la tierra, y con tus encantos sedujiste a todos los pueblos.
Después oí algo parecido al clamor de una enorme multitud que estaba en el cielo, y exclamaba: "¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos. El ha condenado a la famosa Prostituta que corrompía la tierra con su lujuria, y ha vengado en ella la sangre de sus servidores".
Y volvieron a decir: "¡Aleluya! La humareda de la Ciudad se eleva por los siglos de los siglos".
Después el Angel me dijo: "Escribe esto: Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero".

Salmo 100(99),1-2.3.4.5.
Aclame al Señor toda la tierra,
sirvan al Señor con alegría,
lleguen hasta él con cantos jubilosos.

Reconozcan que el Señor es Dios:
él nos hizo y a él pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entren por sus puertas dando gracias,
entren en sus atrios con himnos de alabanza,
alaben al Señor y bendigan su Nombre.

¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones.






Lucas 21,20-28.
Jesús dijo a sus discípulos:
"Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima.
Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella.
Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse.
¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo.
Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas.
Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.
Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Imitación de Cristo, tratado espiritual del siglo XV
II, c. 1

Cristo vendrá a ti

    Dice el Señor: El reino de Dios dentro de vosotros está (Lc 17, 21). Conviértete a Dios de todo corazón, y deja ese miserable mundo, y hallará tu alma reposo.

Aprende a menospreciar las cosas exteriores y darte a las interiores, y verás que se vienen a ti el reino de Dios. Pues el reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu Santo (Rm 14, 17), que no se da a los malos.


    Si preparas digna morada interiormente a Jesucristo, vendrá a ti, y te mostrará su consolación. “Toda su gloria y hermosura está en lo interior” (Sal 44, 14 Vulg.), y allí se está complaciendo. Su continua visitación es con el hombre interior; con él habla dulcemente, tiene agradable consolación, mucha paz y admirable familiaridad.


    Ea, pues, alma fiel, prepara tu corazón a este Esposo para que quiera venirse a ti, y hablar contigo. Porque él dice así: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada” (Jn 14, 23)… El amante de Jesús y de la verdad, y el hombre verdaderamente interior y libre de las aflicciones desordenadas, se puede volver fácilmente a Dios, y levantarse sobre sí mismo en el espíritu, y descansar gozosamente… El hombre interior presto se recoge; porque nunca se entrega todo a las cosas exteriores. No le estorba el trabajo exterior, ni la ocupación necesaria a tiempos; sino que así como suceden las cosas, se acomoda a ellas… El que está interiormente bien dispuesto y ordenado, no cuida de los hechos famosos y perversos de los hombres… Si desprecias las consolaciones de fuera, podrás contemplar las cosas celestiales, y gozarte muchas veces dentro de ti.

ORAR POR LOS HIJOS




Orar por los hijos...

      Su joven hijo Agustín se extravió cediendo al vicio y cayendo en la herejía. Tras mucho orar y mucho llorar, Mónica logró al fin su conversión. Ya San Ambrosio, su director espiritual, había tratado de consolarla muchas veces diciéndole: “No es posible que perezca un hijo de tantas oraciones y lágrimas”.