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domingo, 8 de diciembre de 2013

Virgen de Guadalupe




El nombre más repetido en las mujeres mexicanas es el de GUADALUPE. Por eso muchas celebran su santo el 12 de Diciembre, fecha en que una mujer vestida de princesa, se le apareció a un natural de esta tierra, a Juan Diego, en la Colina del Tepeyac.

Santa María de Guadalupe es el nombre de la celestial Señora. Ella pidió que se construyera un templo, y el templo se construyó. Más aún, hace algunos años se construyó un nuevo santuario más grande y moderno para dar cabida a un número mayor de peregrinos.

Hoy se encuentran muchísimos templos en todo México dedicados a la Virgen de Guadalupe. Casi todas las ciudades tienen el suyo.
¿Para qué pidió un templo? Para que todos nos sintiéramos en su casa cuando fuéramos allí a rezar, para poder decir a cada habitante de nuestro país las mismas palabras que dirigió a Juan Diego: “No temas, ¿no esto yo aquí que soy tu Madre?”

Hermosas palabras que nos quiere decir a cada uno todos los días, pero sobre todo en esos días amargos, días de dolor y desesperanza.
“No temas, ¿no esto yo aquí que soy tu Madre?...” Tenemos miedo de tantas cosas, miedo de perder la salud, el dinero, a que nos roben, miedo al futuro. Existe mucho miedo en el ambiente. “No temas...”, nos dice Ella.

El 12 de Diciembre hasta los más duros se ablandan, van de rodillas ante la Guadalupana.

Santos y pecadores, borrachos y mujeriegos, quizá hasta le juren a la Virgencita que van a cambiar para siempre, y al día siguiente vuelven a ser los mismos. Pero hicieron el intento, y cualquier intento es bueno. Ella se los
toma en cuenta. Después de tantos intentos fallidos, basta que uno de esos esfuerzos de resultado.

Yo me pregunto si México sería el mismo si no hubiera intervenido en su historia la Reina del Cielo.

Me impresiona que los mismos inicios de México como nación, interviniera tan amorosamente esa Persona a quién con santo orgullo se le llama “Reina de México”.

En aquel momento era necesaria la ayuda y protección de la Madre de Dios. Hoy es mucho más necesaria. Los males de México son tantos y tan duros que se necesita la ayuda del cielo para remediarlos. Creo que no bastan los buenos políticos y los buenos economistas.

¡Reza, México, a tu Reina!, para que puedas ser liberado de este naufragio. Esa Reina no ha devaluado su amor a México ni a los mexicanos, hoy los quiere como entonces, pero se necesitan millones de manos alzadas al cielo, millones de rodillas que toquen la tierra rezando, millones de lenguas y corazones que unan su voz y su amor en una oración gigantesca y sonora a la Reina de México, para que venga a auxiliarnos en esta hora difícil.

Para los que tienen fe, hay un faro de esperanza en la Colina del Tepeyac que se llama Santa María de Guadalupe.

El tesoro más rico que México tiene es una tilma sencilla donde la Madre de Dios se pintó a sí misma para que al contemplarla oyéramos todos su dulce mensaje: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”


 ROSAS EN EL TEPEYAC
Las veo en la ladera del bosque;
son grandes, muy variadas:
Todas llevan en su cáliz
perlas del rocío de la noche.
Las ha plantado una mano celestial.
La Madre de Dios tiene preferencia
por las rosas de Castilla, le gustan las rosas.
En su jardín del cielo
debe haber plantado rosas a granel,
y deben muchos ángeles cuidarlas con primor.
Son las rosas de la Madre del Señor.
“Rosas en mi jardín no hay ya,
todas han muerto”, diría un día el poeta.
¡Qué tragedia! Mustios pétalos por el suelo
es todo lo que queda de la gloria de las rosas.
Habrá que pedirle a la dueña del Tepeyac
algunos retoños de rosal
de los que plantó en la colina
para plantarlos en el jardín.
Esos rosales siempre ostentan rosas,
son frescas y hermosas;
nunca se marchitan porque son de Ella.
La imagen de Guadalupe
está pintada con pétalos de rosa,
con rocío de la noche, con amor materno.
No importa que el lienzo sea lo más pobre,
porque esa tilma recoge la obra maestra
que un pincel grabó en ella.
¿Un serafín? ¿Sabía pintura la Virgen?
Los de brocha de aquí abajo
no aciertan a descifrar
con qué arte de dibujo
fue impresa tan magnífica pintura
en una tela tan pobre.

Abrazos, besos y bendiciones

Las ovejas y...



"Una voz dice: ’¡Grita!’ Y yo le respondo: ’¿Qué debo gritar?’. Todo hombre es como la hierba y su grandeza es como flor del campo. Se seca la hierba y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre”.

Durante el Adviento no debemos olvidar dos dimensiones básicas de lo que la esperanza —virtud con frecuencia muy olvidada— significa para el ser humano. 

Lo que cada una de nuestras vidas tiene que anunciar al mundo en el que vivimos no es otra cosa sino que la esperanza se basa en un Dios cuya palabra permanece para siempre.

La esperanza no se basa en el hombre, sino en un Dios fiel, que llega lleno de poder y al que acompaña el premio de su victoria. Éste es el Dios en el cual nosotros creemos, en el cual nosotros esperamos: Un Dios que no defrauda; un Dios que apoya y sostiene al hombre en todo momento; un Dios que acoge y recibe al ser humano necesitado, hoy más que nunca, de alguien que le diga en quién puede esperar.

No puedes poner tu esperanza ni cimentar tu vida en nadie más, porque todo es como la flor y como la hierba: la flor se marchita y la hierba se seca. Si tú te afianzas en el Señor, jamás te marchitarás ni te secarás. Nunca serás una oveja perdida, jamás tu existencia estará alejada de Aquel que es tu gozo, tu alegría y tu certeza, porque estarás apoyado en Dios, cuya palabra permanece para siempre.

¡Qué hermosa imagen es la del pastor que lleva en sus brazos a los corderos recién nacidos que todavía no pueden caminar! ¡Qué bella figura es la del pastor que atiende a las ovejas que acaban de dar a luz a los corderitos, y que por estar más débiles, no pueden ir al ritmo del resto del rebaño en la peregrinación hacia los pastos verdes!

Pero, ¿quién es el Pastor? ¿Quién te carga? ¿Quién te espera? ¿Puedes decir con serenidad, con paz, que quien te carga y quien te espera es sólo Dios? ¡Cuántas veces eres cargado por la opinión de los demás, por las circunstancias, o por los bienes materiales! Y sin embargo, ninguno de ellos permanece para siempre.

Tenemos que tener en cuenta que es necesario afianzar nuestra esperanza en Alguien que nunca nos defraude, que nunca nos falle. Y que por mucho que nosotros esperemos en un hombre o en una mujer con muchas cualidades, que está muy cerca de nuestra vida, que nos apoya en todo momento, ese hombre o esa mujer son tan débiles como nosotros, y por lo tanto, no siempre nos van a poder sostener, ayudar o estar a nuestro lado.

En el Evangelio de San Mateo, Cristo nos habla de un Pastor que no sólo nos sostiene y nos carga, sino que nos habla de un Pastor que busca a la oveja que se perdió. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que este Pastor encuentre a la oveja? ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que la oveja se dé cuenta que está siendo buscada por su Pastor? ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que la oveja acepte al Pastor que la busca? ¿Qué pasaría si la oveja ve venir al Pastor, se mete por vericuetos muy complicados y huye más lejos, o si a la oveja le da vergüenza haber huido del rebaño, se esconde y no permite que el Pastor llegue a ella?

No importa cuánto tiempo tenga que pasar, ni dónde se haya metido la oveja, el Pastor la va a seguir buscando. Estemos donde estemos: en el rebaño o fuera de él; estemos como estemos: cansados o con temor, siempre tenemos que tener la certeza, la esperanza de que el Pastor jamás va a dejar de buscarnos, de que Él siempre estará dispuesto a cargarnos sobre sus hombros.


¡El Pastor siempre busca! A veces busca Él mismo en tu corazón, a veces te busca a través de otros seres humanos, a veces te busca a través de las circunstancias, porque lo último que quiere el Pastor es que pierdas la esperanza de que estás siendo buscado. Esa certeza es lo que aviva el alma de todo hombre y de toda mujer de la peor de las desesperaciones, de la peor de las angustias, que es la desesperación y la angustia de la propia soledad, del saberse solo frente a la propia miseria, del saberse abandonado frente a la propia pequeñez.

Cuando la esperanza se apoya en el Señor, cuando Dios sabe que tu alma está esperando en Él, el primero que se alegra es Él. ¿Cuánto vale una oveja entre noventa y nueve? Muy poco, casi nada. Y sin embargo, ese muy poco y casi nada se multiplica por el amor infinito de Jesucristo, por el amor infinito de un Señor y de un Redentor que te busca en sus inspiraciones, en las circunstancias, a través de los hombres, a través de caminos de santificación cristiana.

Adviento es el tiempo de la esperanza en el que caminamos al encuentro del Pastor que ha venido a Belén para poder amarnos con un corazón como el nuestro, para poder mirarnos con unos ojos como los nuestros, para poder entregarse en la Cruz con un cuerpo como el nuestro. Hay que saber esperar con la seguridad de que siempre estamos siendo buscados por un Pastor que se va a alegrar cuando nos encuentre.

Que el Adviento sea un motivo de esperanza, porque tenemos la certeza de que ese dolor, ese miedo, esa tristeza, esa desesperación o esa debilidad de nuestra existencia está siendo buscada por un Pastor que no te busca sólo a ti, sino que a través de ti quiere ser luz y esperanza para poder encontrar a otros muchos.
¿Quién te buscó a ti? ¿Quién te encontró? ¿Llegaste solo? ¿Quién te trajo? Quien te trajo fue un pastor, y ese pastor, a su vez, fue traído por otro Pastor. Convierte tu corazón en fuente de esperanza para tantos hombres y mujeres que no la tienen. 

Transforma tu vida en un camino del Pastor que busca sin cesar a todo hombre y a toda mujer que, por la razón que sea, no está en su rebaño.

Abrazos, besos y bendiciones


Los ojos dulces de María


 

Siempre me ha hecho reflexionar mucho aquella bienaventuranza de Cristo: “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios”. ¿Qué tendrá que ver la pureza con la vista? Desde luego, con la vista corporal quizá no tenga que ver apenas nada. Pero seguramente mucho con la “vista” espiritual. Porque está claro que a Dios no se le puede ver con los ojos de la carne, pero sí con los del espíritu, con los del corazón, que son la fe y el amor. Sólo cuando el alma es pura y cristalina está en condiciones de poder ver y contemplar a Dios. “Sólo en un corazón puro -escribía San Agustín- existen los ojos con que puede Dios ser visto”.

Me imagino que Cristo al formular esta bienaventuranza tenía en mente a su Madre. Ella era la creatura más pura que jamás ha existido y existirá. El corazón de María era como un mar de gracia profundo, cristalino y transparente.
Se ha dicho siempre que los ojos son las ventanas del alma. Es cierto. A través de ellos se puede mirar al interior de otra persona. Por eso, mirando a los ojos a María podremos ver y apreciar la pureza inmaculada de su alma.


Los ojos de María. ¡Quién pudiera haberlos visto realmente tan siquiera una vez, aunque fuera por un instante! Sólo a algunos privilegiados les tocó. Nosotros hemos de contentarnos con verlos desde la fe o con soltar un poco nuestra imaginación para hacernos una idea de cómo eran.

Los ojos de María. Ojos hermosos, agradables, con esa belleza natural que no necesita de mejunjes ni postizos para ser encantadores. Ojos sencillos, de esos que no saben mirar a los demás desde arriba. Ojos bondadosos, que nunca se han desfigurado con guiños de ira o de odio. Ojos sinceros, que no han aprendido a mentir; testigos de un interior sin sombra de doblez. Ojos atentos a las necesidades ajenas y distraídos para fijarse y molestarse por sus defectos. Ojos comprensivos y misericordiosos que, ante pecadores y malhechores, se transforman en manos abiertas que ofrecen la gracia a raudales. Esos ojos cuya mirada Judas evitó al salir del cenáculo la noche de la traición... Esa misma mirada que a Dimas, en el Calvario, llevó a la conversión y al paraíso...

Ojos de mujer que reflejan nítidamente un alma preciosa, adornada de humildad, de bondad, se sinceridad, caridad, de comprensión y misericordia. Los ojos de María. Los ojos de un alma en gracia. Verdaderas ventanas al cielo. Porque cielo era toda su alma.

Los ojos de María, cuya penetrante y dulce mirada todo lo puede. Cuántos indiferentes se han visto interpelados por el brillo de pureza de esos ojos inocentes. Cuántos orgullosos han caído rendidos a sus plantas, desarmados por la mansedumbre que traslucen sus pupilas. Cuántos ánimos frágiles ante el mal se han armado de bravura y han vencido al tentador al recordar que Ella les miraba.

Cuántas veces la sola mirada de María fue sin duda bálsamo sobre el desgarrado corazón de algún vecino atribulado. Cuántas fue fuente de paz y consuelo que barrió de angustias el interior de algún contrariado pariente. Cuántas, esos luceros de su rostro, fueron luz cálida, manto que arropó de piedad e intercesión las almas atenazadas por el frío del pecado. Y cuántas siguen siendo aún todo eso y más para muchos de nosotros.

Es sumamente consolador saber que tendremos toda la eternidad para contemplar, sin cansancio ni aburrimiento, los hermosos ojos de María. Asomarse a ellos es asomarse a la maravilla más excelsa salida de las manos de Dios. María fue su obra maestra. En Ella el Creador se lució. Ella es, en palabras de Pio IX, “un inefable milagro de Dios; es más, es el más alto de todos los milagros y digna Madre de Dios”. Pablo VI la describe como “la mujer vestida de sol, en la que los rayos purísimos de la belleza humana se encuentran con los sobrehumanos, pero accesibles, de la belleza sobrenatural”. Sin embargo, no hay que esperar a llegar al cielo para recrearnos en su contemplación. 

Podemos desde ahora, con la fe, mirar sus ojos y sostener su mirada portentosa.

Pero me temo que muchos de nosotros somos incapaces de sostener una mirada tan luminosa. Nos molesta el chorro de luz que el alma pura de María despide a través de sus ojos y de todo su ser. Nuestras pupilas, tan acostumbradas quizá a las oscuridades de la impureza y del pecado, no soportan semejante claridad. A lo mejor no queremos que esa mirada materna desenmascare y purifique nuestra alma llena de barro. Porque no estamos dispuestos a dejar que en ella penetre la gracia de Dios y la limpie y la ordene y la santifique. Todo eso cuesta mucho. El precio de la pureza es elevado, sólo las almas ricas pueden pagarlo. Ricas en amor, en generosidad, en desprendimiento de sí y de los placeres desordenados.

Sólo esas almas disfrutarán ya en la tierra del gozo espiritual incomparablemente más sublime, profundo y duradero que el más refinado placer corporal. Sólo ellas experimentarán la libertad interior del que no está encadenado por los instintos del cuerpo. Y sólo ellas gozarán de la bienaventuranza de la visión de Dios por toda la eternidad.

María ha sido la creatura más pura y por eso también la más auténticamente feliz y satisfecha, la más libre de espíritu, la mejor dispuesta para ver a Dios y saborear esa deliciosa visión con una intensidad inigualable.

Abrazos, besos y bendiciones

En la hora de partida


Qué hermoso poder escuchar de Nuestro Señor en la hora de la muerte: "He oído a mi Madre hablar bien de ti" Obispo Fulton J.Sheen (1895-1979)

Monseñor Doupanloup iba a visitar a una joven moribunda, que tenía que morir a la edad de solo veinte años. Temía mucho que estuviera desesperada al tener que morirse a tan temprana edad. Pero la encontró tranquila y llena de paz.

— "Hija—le dijo el santo prelado— ¿no te da temor la muerte?

No, padre

—¿Y por qué?



Padre es que durante una docena de años yo le he rezado todos los días el rosario a la Vírgen María y en él yo le he dicho 50 veces cada día: Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. Podrá Ella no venir en mi ayuda si durante 12 años le he pedido 50 veces cada día y 18,000 veces al año que ruegue por mí en la hora de mi muerte? Ella no fallará en esta hora.

El padre reconoció que la jóven tenía toda la razón en lo que decía, y vió luego con enorme emoción que la moribunda, en sus últimos momento levantaba sus brazos como saludando a la Vírgen que venía a llevársela y con una sonrisa en los labios expiró.

 

Abrazos, besos y bendiciones

La paciencia


¿Para que esperar?

Un día Dios me enseñó cuán importante es la paciencia cuando estamos esperando que Él resuelva situaciones específicas de nuestra vida.



Llevaba tres años esperando la respuesta de Dios a un problema muy serio que tenía con una de mis hijas. Ese día en especial, la carga era insoportable; le rogaba al Señor que me diera alguna evidencia de su intervención y que me ayudara en mi debilidad.

Mientras oraba, comencé a buscar en una madeja de listón la punta para cortar una muestra que necesitaba. Al no encontrarla, cambié el enfoque de mi oración para que Dios me ayudara en esa tarea: “Como no me has mostrado la punta, cortaré donde sea ¡No puedo esperar más!”
Ya iba a cortar, cuando el Señor me detuvo, diciéndome: “¿No me pediste que te mostrara la punta?”

Y en ese momento, mis ojos se posaron en el lugar exacto donde estaba. Avergonzada, corté la muestra y volví a oír su voz inconfundible: “¡Así te pierdes mis bendiciones! Cuando estoy en el umbral, me cierras la puerta, sin esperar mi intervención. ¿No sabes que soy un Dios perfecto y que nunca llego tarde?”

Comprendí que todavía no era tiempo de recibir la respuesta. Dios tenía muchas piezas por mover para que la victoria fuera completa. Ocho meses después, cuando estuvo listo y Dios dio la orden, pude disfrutar de su perfecta voluntad y también supe que había valido la pena esperar en Dios con confianza.
¿Crees que Dios se ha olvidado de tu necesidad? Te aseguro que no.
A su debido tiempo te dará la respuesta.

“Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada.” Stg. 1:4
 (Rita Mellado - México)

Ni una palabra más…, sólo:
“le pido a Dios que te de la fortaleza para esperar siempre su intervención y así gozar de increíbles maravillas cuando Él responda tu oración.”


 

Bendiciones...


Cuando alguien te bendice o te dice que “Dios te llene de bendiciones” no se porque nuestra mente humana siempre va por el mismo camino, que me toque la loto, que me toque el gordo de navidad, siempre cosas materiales.

Las bendiciones son cosas mas simples, hoy esta lloviendo pues es una bendición para mis plantas, para mi porque si no llueve el polvo se deposita en mi balcón, en la calle y parece que estas mas expuesta a gérmenes y virus.

Es una bendición el agua para que crezcan esas judías verdes que me comeré en un futuro, y para que cuando pasee por mi ciudad vea frondosos esos árboles que hay uno al ladito del otro.

Bendición porque se llenara el pantano y no tendremos restricciones de agua, cosa que cada día necesitamos mas y mas, porque nos llenamos de mil electrodomésticos que consumen muchísima, y de campos de golf que necesitan metros cúbicos de agua para que estén verdes y a punto.

Bendiciones es el mero hecho de haberse levantado y que decir si que no te duele nada, no te preocupa nada y te sientes feliz y en equilibrio contigo misma.

¿No es acaso una bendición ver o saber de los tuyos? Saber que tu marido esta ya en su ordenador colgando la pagina WEB para que miles de desconocidos entren a ver nuestras fotos, las citas o simplemente leer esa reflexión que alguien escribió con todas las bendiciones del mundo.

Bendición es tener un techo, cuantos días pienso en épocas en que me vi a punto de no tenerlo por eso grande o pequeño, lujoso, con materiales caros o baratos, el tener un sitio donde guarecerse del agua es una hermosa bendición que todos nos merecemos pero que no todos tenemos.

Hay mucha gente que cree que la red es tan solo para ligar para entrar en pagina sucias, para chatear con desconocidos, para mi la red ha sido una hermosa bendición, gracias a ella he podido conocer personas de mil lugares que de otra forma hubiera sido impensable, he visto fotografías maravillosas, he escuchado músicas celestiales, me ha llenado horas y horas de mi vida con mucho amor y sobre todo me ha hecho sentirme útil.

 




Midiendo la vida


La vida no se mide ganando puntos (como en un juego).

La vida no se mide por el numero de amigos que tienes, ni por como te
aceptan los otros, ni por los planes que tienes para el fin de semana, ni
por si te quedas en casa solo.

No se mide según con quienes sales, con quien solías salir ni por el numero
de personas con quien has salido, ni por si no has salido nunca  con nadie.
No se mide por la persona que has besado.
No se mide por el sexo.
No se mide por la fama de tu familia, ni por el dinero o bienes que tu
familia posea, ni por la marca del coche que manejas, ni por la escuela que
asistes.



No se mide por lo feo o guapo que seas, ni por los zapatos que uses o el
tipo de música que prefieras.

No importa si tienes el pelo rubio, castaño, negro o rojo, o si tu tez es
blanca o morena.

No se mide por las notas que recibes, ni por lo inteligente que seas, ni
por lo inteligente que dicen los exámenes estandarizados que eres.

No se mide por las organizaciones sociales a las que perteneces, tampoco
por que tan bueno seas en "tu" deporte.

La vida simplemente no es nada de eso.

Pero la vida si se mide según el amor que des o según el daño que hagas.
Se mide según la felicidad o la tristeza que proporciones a otros.
Se mide por los compromisos que cumples o las confianzas que traicionas.
Se trata de la AMISTAD, la cual puede usarse como algo sagrado o como una
arma.

Se trata de lo que dicen y lo que quieres decir, sea dañino o benéfico.
Se trata de murmurar o de contribuir a los pequeños chismes.
Se trata de los juicios que formulas y de por que los formulas, y a quien y
con que intención se los comentas.
Se trata de a quien no le haces caso o ignoras...adrede y a pleno propósito.
Se trata del celo, del miedo, de la ignorancia y de la venganza.
Se trata del odio que puedes llevar adentro, de como lo borras o como lo
riegas y lo cultivas.

Pero la mayor parte se trata de si usas la vida tuya para tocar y amar o
para envenenar el corazón de otros, de una manera que habría sido imposible
que ocurriera de otra forma.

TU y solo TU escoges la manera en que afectaras para bien o para mal el
corazón de tus semejantes.......y esas decisiones son de lo que se trata la
vida.

Abrazos, besos y bendiciones



 

Milagros Eucarísticos

Milagros de Amor



Abrazos, besos y bendiciones
 

En los momentos de crisis


Un piloto de avión nos compartía que cuando el avión cae en medio de una tormenta, lo que nunca se debe hacer, es hacer lo que se siente; en medio de la turbulencia, vientos que azotan al avión de todos lados, agregado a la no visibilidad, generan en el piloto un montón de sensaciones como sentir que el avión está girando pero en realidad no lo está haciendo, sentir que desciende, pero en realidad asciende o viceversa. 

Quizás el piloto conoce la ruta y se puede estar diciendo que si sigue como siente se va a estrellar contra una montaña, pero ellos saben bien que sus sentimientos los engañan, que si responden a ellos de seguro se terminarán estrellando y en esos momentos que podrían decirse de crisis es cuando más tienen que confiar en los instrumentos ciegamente.



Me imagino que debe ser un momento difícil, es negarse a sí mismo conociendo sus   limitaciones y terminar dependiendo totalmente de los instrumentos.

La Biblia dice que nuestro corazón puede ser engañoso más que todas las cosas, así que deberíamos aprender como los pilotos, que en los momentos en que nuestra fe está en crisis es cuando menos tenemos que hacer lo que sentimos, por más razonable que nos parezca y buscar del Señor y hacer lo que El nos diga que hagamos por más irrazonable que nos parezca. Será negarnos a nosotros mismos conociendo nuestras limitaciones y terminar dependiendo totalmente del Señor y así llegaremos a buen puerto.

 


La emoción de vivir el hoy...


Lo que resistes, persiste...

Una chica esquiaba en el mar, sujetada por una lancha. 


No sabía nadar, aunque traía puesto el chaleco salvavidas. De repente, la mujer perdió el equilibrio y cayó al mar. Alcanzó a sujetarse de una de las cuerdas que la jalaban.

Se aferró a ella y fue arrastrada por el mar, al más puro estilo vaquero.

Los ayudantes le decían que soltara la cuerda, porque de lo contrario no podrían ayudarla.

La chica no lo hacía, porque tenía miedo de que le pasara algo si se soltaba. Pero a medida que pasaba el tiempo, se hacía más daño.

Finalmente la chica comprendió que se estaba lastimando. Soltó la cuerda. Y fue entonces cuando la pudieron ayudar.

¿Cuántas veces nos aferramos a algo, con la misma fuerza que la chica se aferraba a la cuerda y nos hacemos daño?

Lo que resistes, persiste en tu vida.

Cuando alguien te hace daño y lo sigues trayendo contigo, te sigue lastimando.

“Suficiente para cada día es su propia maldad” dijo Jesucristo.

Esta frase encierra una gran verdad. Quizás un día cayó una lluvia que te mojó y te enfermaste. Y te sentiste molesto por unos días. Pero imagínate recordando con molestia esa lluvia el día de hoy, después de 10 años que pasó el aguacero…

¿No tiene sentido verdad? Se que este ejemplo es claro de entender. Pero no lo es cuando se aplica a nuestras experiencias emocionales del ayer.

Traemos una y otra vez la lluvia de desprecios e insultos del pasado. Nos seguimos torturando con la tormenta de desamor del ayer.

Seguimos culpando de nuestros fracasos a personas que… ¡ya se han ido de este mundo!

Lo que resistes, persiste en tu vida.

Eres esclavo de aquel que te inmoviliza y te hace sufrir. Al resistirte y dar mil vueltas al ¿Por qué me trató así? No es diferente a cuando un gato da vueltas sobre sí mismo, buscando alcanzar su cola. Nunca lo logra y se detiene hasta que se cansa.

La naturaleza del amor es incomprensible y caprichosa. No te lamentes porque se ha ido. Agradece que por un instante llegó a tu vida, llenándola de emociones y nubes de color de rosa.

Busca las flores más bellas, en la montaña tapizada de desamor y espinas de tu vida. Y te garantizo que le encontrarás sentido.

Hay personas que cargan sus costumbres del ayer a la vida del hoy y no pueden ser felices.

En un trabajo, en México, tuve un compañero uruguayo. Cargaba a todos lados su hierba mate en un recipiente hecho de testículos de toro. La hierba mate es una especie de té, bebida muy popular en Uruguay.

La probé. Sabía horrible y súper amarga. A cominos con agua. Pero después de probar varias veces, le encontré el gusto. Me dejaba en la lengua una sensación agradable que creaba adicción.

Este chico tenía terror a la comida mexicana. No le gustaban los tacos, ni el picante. Cuando lo invitábamos a comer, primero preguntaba que comeríamos. Al responderle que tacos, se le descomponía el rostro. Tenía alergia a la comida mexicana, sin haberla probado nunca.

Y se separaba del grupo. Nos daba lástima.

En el avión de ida a Montreal, en donde viví medio año, me tocó en suerte ir acompañado de una bella chica canadiense, que había trabajado por 6 meses en Bahías de Huatulco.

Me dijo que el platillo típico de Montreal era el “Poutine”. Una vez en Montreal, lo probé. Eran papas a la francesa con queso derretido y salsa verde. No me encantó, pero tampoco me desagradó.

Cuando la chica me hablo a mi casa en la que viví (intercambiamos teléfonos en el avión) me preguntó qué me había parecido el "Poutine".

Le dije que estaba bien.

Durante mi estancia en Montreal, pasé junto a una tienda de comida de personas que venían de Armenia, un país situado en la antigua Unión Soviética y compré algo por curiosidad.

Eran como tacos con carne, pero en vez de la tortilla mexicana, era como una pizza. Muy parecida a los Gyros griegos. Me gustó.

Extrañaba las tortas de milanesa, los tacos ¡y el picante! No es lo mismo decirlo a sentirlo. Si que se extraña. Pero no me atormenté como mi amigo uruguayo. Yo no me inmovilicé. Aprendí a vivir el momento “culinario” del presente y descubrí comida que si me gustó.

Puede que una persona del pasado, te haya llenado con el alimento de su presencia y de su amor. Y estés acostumbrado. Pero la vida no es estática. Es activa. Y las circunstancias pueden hacer, que lo que te alimentó en el ayer, hoy ya no te alimente ¡y hasta te haga daño!

Puede que extrañes el ayer, como yo mis tortas de milanesa, pero es muy diferente a aferrarte al pasado, como el amigo uruguayo que traía su hierba mate para todos lados y se negaba a vivir su presente en México.

Le dijo un sabio hindú a su discípulo: “Si te lamentas porque tienes sed, y el dolor te ciega para no ver lo que pasa a tu alrededor, cuando camines junto a un oasis, no lo vas a ver”.

Lo que resistes, persiste en tu vida… hasta que dejas de resistirlo.

Despide a ese amor que te alimentó en el ayer y ábrete a la posibilidad de probar suculentas experiencias el día de hoy.

Despide a esa persona que te lastimó en el pasado. Suelta la cuerda que te une a su lancha y que te ha estado lastimando por tanto tiempo.

Te recuperarás de tus heridas, para iniciar una nueva aventura.

Ya no resistas nada en tu vida. Déjalo ir, para que descanse tu espalda de las cargas del ayer y vuelvas a sentir… ¡la emoción de vivir el día de hoy!


Identidad y misión


El mero hecho de existir como PERSONA, de ser y ejercer como persona, independientemente de tu quehacer profesional, y del lugar en que te encuentres, trasciende al mero hecho de tu existencia: es una misión. Toda tu vida es una misión, una servidumbre a los demás. Sirve quien vale, pero vale quien sirve. 

Esta reflexión es el fundamento final de la vida de entrega, hacia los demás, que cada uno tenemos, y para la que hemos sido creados. Salirse de este guión es andar en solitario, aunque aparentemente puedas moverte en olor de multitudes.

Aceptar esta reflexión, te obliga a admitir, que toda persona tiene algo que decir a los demás, y de donde se deriva que ninguna persona existe sin sentido. La existencia y aceptación de que tienes una misión en la vida, y que tú, y solo tú, puedes realizar tu misión, te obliga a una elección personal, es lo que llamamos vocación. Concretando: tienes una misión que realizar a través de tu personal vocación.

La vocación no es algo añadido al personaje, seas lo que seas. No es algo que le sobreviene a la persona accidentalmente en algún momento de su existencia en el tiempo. Tu persona y la vocación son una misma cosa, desde el momento que elegiste, y lo aceptaste, estabas destinado para realizar tu misión en la sociedad. La tuya, no la de otra persona puesta en tu lugar.

La vocación nos constituye, nos configura, es la clave mas profunda de la identidad personal de cada uno, y por tanto la razón principal de mi existir. La vocación transciende a lo que en cada momento debas realizar, ya que mi misión es un todo a través de mi vocación, y lo que a lo largo de mi vida vaya realizando es una parte del todo de mi misión, durante toda mi vida. Persona, vida y vocación, igual a misión se confunden en un todo, es la realidad íntegra y existencial del ser humano.

La persona que tiene claro el porqué de su existencia, que se funde en una misma cosa: persona y vocación, sabrá realizar con satisfacción, para los demás,  su misión, en su vida.

Como consecuencia de la satisfactoria realización de cada parte de su total misión, en consonancia con su vocación, conseguirá otros logros paralelamente, y a lo mejor sin ser consciente de esta realidad. Estos logros, para beneficio de su entorno, serían:
satisfacerse con lo realizado, satisfacer lo realizado por su trascendencia, satisfacer a los demás, que conviven a tu alrededor, por el ejemplo de lo realizado, y del que lo ha realizado.

La persona, que con estas premisas enfoca su vida, pero hacia una eternidad trascendente, suele reflejarlo con otras palabras: ”Realizo mi misión vocacional hacia los demás: santificando lo que hago: mi trabajo, Santificándome con lo que hago. Y ayudo a que los demás se santifiquen en su propio trabajo. Ayudo a que cada cual sea consecuente y acepte su misión”.

Alguien dijo que el mejor milagro para convencer a los demás de algo, era un fraile llamado vulgarmente, por la sabiduría de pueblo,  “fray ejemplo”.

Si no eres consecuente con la trascendencia de cómo piensas, terminaras pensando según vives, te dicen o te dirigen. Con lo cual, no serás feliz tú, y por tu responsabilidad hacia los demás, podrás  hacer infeliz a mucha gente. No es fácil ser consecuente sino te apoyas en firmes valores, siempre llamadas virtudes.

Todo lo anteriormente escrito también le vale a quien esto escribe, sea “mandador” o “mandado”.


Abrazos, besos y bendiciones


Despertar al Cristo dormido en nosotros


Despertar al Cristo dormido en nosotros

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Fintan Kelly

Se levantó una fuerte borrasca...
Mc 4,35-41



La fe nos exige creer en la presencia de Dios, incluso cuando no lo sentimos.

La vida es como una ensalada bien variada: hay momentos de tranquilidad y de turbación. A veces nos sentimos con tanta fuerza como para mover el mundo con un dedo y otras veces nos sentimos caídos en el fondo de un pozo, abandonados, sin esperanza.

Los apóstoles tuvieron la experiencia de un gran peligro: las aguas les iban a tragar y lo peor era que el único Hombre que podía ayudarles estaba durmiendo tranquilamente.

La experiencia de la tempestad o adversidades es común a todos los hombres, de todas las razas, culturas, lugares y tiempos. La cruz nos persigue como nuestra sombra. ¿Qué hay que hacer? Hay que despertar al Cristo que está durmiendo dentro de nosotros.

Para algunos hombres, Cristo está ausente de sus vidas, pues no tienen ningún contacto personal con Él. No le hablan en la oración y no lo experimentan en los sacramentos.

Para otros, Cristo murió dentro de ellos. Hubo un tiempo, tal vez cuando eran jóvenes, en que caminaban mano a mano con Él. Lo veían en todas partes: en la belleza de la naturaleza y en las maravillas del firmamento. Como dijo un poeta irlandés, Joseph Mary Plunket: "Dios ha hecho tres cosas muy bellas: las estrellas del cielo, las flores del campo y los ojos de los niños".

Pero para muchos el pecado ya ha obstaculizado esta experiencia de Dios. Él es sólo un eco arcano del momento de su Primera Comunión o de su boda.

Para otros más, Cristo está dentro de ellos, pero durmiendo. Tratan de despertarlo por medio de su fe. A veces la fe se hace auténtica. Es la fe de los mártires que no ven nada que no sea la punta de un fusil. La fe no es un sentir, sino un aceptar voluntariamente la presencia de un Dios que no vemos con los ojos, pero estamos seguros que está ahí.

La experiencia del Cristo durmiendo en la barca de nuestra vida es bastante común. Muchas veces uno escucha: "Padre, he perdido mi fe". Y uno le pregunta: "Pero, ¿es que ya no cree en Dios?" La persona responde que sí cree en Él, pero que no lo siente.

Pero a Dios no se lo siente como si fuese un caramelo.

Abrazos, besos y bendiciones
 

Un cuerpo puro y un corazón virgen


 

El amor es tarea de gran envergadura. Desde los tiempos más remotos el hombre ha estado fascinado por esta emoción. Sus primeros balbuceos en el arte y la literatura están impregnados de amor.

No se puede hablar de amor sin haberlo sentido antes, pues el amor esta mejor expresado por tu mismo corazón cuando palpita tanto dentro de tu pecho, al oír la voz de quien amas o tan sólo ver su rostro, que te parece que el mundo entero puede escuchar sus latidos.

El amor se hace palpable en la sonrisa de una madre al acariciar a su bebé dormido, o cuando los ojos de un enamorado se llenan de luz al recordar a su amada, o cuando un hombre no duda de entregar toda su vida por un ideal.

Pero jamás lo ha expresado nadie de una forma tan sencilla y clara como Jesús. "No hay prueba de amor más grande que dar la vida" (Jn 15,13). El amor es tan indescifrable como Dios pues "Dios es Amor" (1 Jn 4,8)

Ésta es una verdad tan profunda y un concepto tan magnífico que se me ocurre comparar el misterio del amor a un inmenso glaciar que flota en el mar helado. Del glaciar sólo es visible su más pequeña porción que es la que asoma a la superficie, mientras su mayor parte queda oculta dentro de las frías aguas, y sólo profundizando mucho podríamos verlo en su totalidad.

Así es también nuestro conocimiento de Dios, del amor, de los otros y de nosotros mismos. Nuestro amor humano es el pedacito de Dios en nosotros que sale de vez en cuando a la superficie, pues muchas veces se nos oculta dentro del egoísmo.

Hay que bucear dentro de nuestros corazones y ahí encontraremos destellos de la inmensidad del Amor, o de Dios, que es lo mismo, como bien dice el apóstol Juan.

Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Él puso dentro de todos nosotros la semilla del amor y sólo somos felices cuando esa semilla germina.

Cuentan que Víctor Hugo escribió a su novia esta carta:

"El deseo de hacerme digno de ti me vuelve cada vez más severo en el juicio de mí mismo en la corrección de mis defectos. Si hasta ahora he sido capaz de mantenerme al margen de las desviaciones morales tan comunes en los jóvenes, ha sido porque estoy pensando siempre en ti. Este pensamiento y este recuerdo me protegen. De esta manera he conservado intactos los únicos bienes que hoy puedo ofrecerte: un cuerpo puro y un corazón virgen".



Abrazos, besos y bendiciones

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